Los 'justicieros' de Wall Street
La estafa de Gowex ha sacado a la luz a
su álter ego: Gotham City Research, una empresa que se dedica a
perseguir este tipo de timos financieros. Su creador, Daniel Yu, se
presenta como un justiciero, aunque juega en la frontera de lo legal y
se beneficia y mucho de hacer caer a compañías como la de Jenaro García.
No es el único. Cada vez hay más 'vengadores'. Le contamos quiénes son y
cómo operan. ü
Lo que es inmoral no es necesariamente ilegal. Y lo que es
legal no es necesariamente moral". Así resume Daniel Yu su visión de las
finanzas, Un territorio ambiguo donde los malos campan al margen de la
ética y las leyes.
¿Quiénes son los malos? ¿Los financieros y políticos corruptos? ¿Los reguladores que no regulan? ¿Los auditores que hacen la vista gorda?... ¿Y quién es Daniel Yu? El 'justiciero' de Wall Street. El que persigue a los tramposos y, de paso, se lucra haciéndolos caer. Al menos, eso opina de sí mismo este misterioso inversor de discurso mesiánico que prefiere actuar desde la sombra. Y lo hace con las mismas armas que los malvados, es decir, emborronando la frontera entre lo legal y lo moral. Y, además, no tiene ningún reparo en reconocerlo. Pero no se trata solo de sacar tajada. Es alguien con una misión. Un vengador. «No es solo una cuestión de dinero. Quiero que la gente vea lo que yo veo», proclama.
De ahí su fijación con Batman, el superhéroe del cómic. ¿Un rol sincero o una cínica imagen de marca? El tiempo lo dirá. Daniel Yu fundó hace solo un par de años la enigmática firma Gotham City Research, tomando prestado el nombre la ciudad donde el hombre murciélago persigue a los criminales. «Fíjense en Batman. Se ha percatado de que las autoridades tienen recursos escasos. Nosotros también nos guiamos por el deseo de enseñarle a la gente que el mundo no pertenece a los villanos que se sienten intocables», declaró a Bloomberg.
La venganza del exbróker
De la biografía de Yu se sabe poco. Lo que ha trascendido en las contadas entrevistas que ha concedido (todas, mediante el correo electrónico) y lo que él mismo ha revelado en las redes sociales, procurando no revelar su paradero ni dar pistas sobre su identidad. Es estadounidense, de ascendencia china o coreana. Un genio de las matemáticas. Se crio en Nueva York, estudió en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Hizo su carrera profesional como bróker y analista de mercados para un fondo de alto riesgo. Y perdió mucho dinero en 2008 de sus clientes y el suyo propio con el estallido de la burbuja de las hipotecas basura. El hundimiento de la Freddie Mac le estalló en la cara. Las acciones pasaron de 60 dólares a valer apenas 50 centavos. Yu sufrió en carne propia lo peor del capitalismo especulativo. «Fuimos víctimas de aquellos fraudes. No hay derecho... El mundo necesita que alguien le quite la máscara a esos malnacidos», dijo a The Wall Street Journal.
Paradójicamente, aquel descalabro fue también su epifanía. ¿Por qué no aprovecharse de los que juegan sucio? ¿Cómo? Apostando contra ellos. Y nació Gotham City Research, que opera desde algún lugar de Manhattan en busca de compañías en apuros que han amañado su contabilidad y que presumen de sus números cuando en realidad están al borde de la quiebra. Fue el caso de Gowex, la proveedora española de Wi-Fi, con la que Yu dio el campanazo. Pero Gowex no fue el primero. Y Gotham City tampoco es la única que se dedica a estos entuertos, sino una más de una nueva hornada de inversores resabiados, que perdieron la ingenuidad con la crisis financiera y ahora se dedican al acoso y derribo de los presuntos tunantes, según ellos. Sus detractores consideran, sin embargo, que lo que hacen es jugar sucio, creando el pánico entre los accionistas con un informe negativo y pescando a río revuelto. Según una consultora estadounidense, este año se han producido campañas similares a la de Gowex contra unas 70 empresas que cotizan en Bolsa.
La táctica del oso
La manera de operar de Gotham y otros justicieros es maquiavélica. Detectan a una compañía que está en riesgo de dar el petardazo, bien porque un confidente les ha dado el soplo, o bien porque han estudiado sus números y han visto que no cuadran. Comprueban si sus sospechas son ciertas y al mismo tiempo van recopilando pruebas [en el caso de Gowex, le hicieron un seguimiento de ocho meses]. En fin, hacen el trabajo que deberían hacer las auditoras y las autoridades. Y cuando han atado cabos, publican un informe demoledor al que dan la máxima repercusión por las redes sociales. Pero, antes de hacerlo, han invertido en ese valor apostando a que va a caer. Es la táctica del oso [los osos dan zarpazos en los mercados bajistas y los toros son los inversores de toda la vida que confían en que las acciones suban]. En la jerga bursátil se conoce como 'ponerse en corto': piden prestadas acciones y las venden al precio de ese momento en el mercado con el compromiso de recomprarlas más adelante. Luego sueltan la bomba: el informe que saca los supuestos trapos sucios y que provoca el hundimiento de la cotización. Y cierran la operación cuando los títulos están mucho más baratos, embolsándose la plusvalía.
¿Cuestionable? Yu se defiende. «Auditores, reguladores, abogados y bancos de inversión muy raramente detectan los fraudes. Los bajistas sí que lo hacemos... Los reguladores tendrían que centrar sus esfuerzos en investigar esas compañías y a los directivos que se enriquecen difundiendo falsedades, más que a los que se ponen cortos en esos valores». Y pide que no se mate al mensajero. «Por cada mil o diez mil directivos que se han beneficiado por malas prácticas, solo un bajista se ha aprovechado».
Daños colaterales
Pero la empresa de Yu también puede ser un arma de destrucción. Un tuit tumbó la cotización de Quindell, una consultora británica, que perdió en unas horas 1200 millones de euros (aunque ha recuperado casi la mitad). Otras víctimas de este Batman han sido la compañía de software Ebix, la plataforma Bluecora y la comercial Tile Shope. Todos alegaron que los informes son difamatorios y la reputación de Yu estaba bastante en entredicho. Pero lo que destapó en Gowex le ha dado a Yu un prestigio inusitado. Y eso que cuando hizo público el informe la primera reacción de la Comisión Nacional del Mercado de Valores fue preguntarse si la denuncia obedecía a un propósito de lucro. Gotham se ha especializado en la burbuja tecnológica. Otros bajistas, como Muddy Waters, Citron Research y Alfred Little también exploran los mercados a la caza de tramposos, sobre todo en China, donde la corrupción es rampante. Muddy Waters, dirigida por Carson Block, saltó a la fama en 2011 tumbando a la maderera china Sino-Forest, que presumía de poseer miles de hectáreas de bosques en Asia. Muddy Waters la acusó de ser una estafa piramidal. Nueve meses después de la denuncia, Sino-Forest se declaró en quiebra. La idea de centrarse en China le surgió a Block durante un viaje a una planta de papel. «La maquinaria era basura de la época de Mao y su precio de mercado era 40 veces menor del que aseguraban». Vio el filón. Apostó a que su cotización se desplomaría, invirtió en corto y publicó un informe.
Entre pillos anda el juego
¿Son más pillos que los pillos? «Un bajista solo es tan bueno como lo sean sus análisis. Los mercados son muy rápidos a la hora de castigar a los bajistas que utilizan prácticas engañosas. No se puede decir lo mismo cuando son los consejeros delegados o los bancos de inversión los que se aprovechan de sus mentiras y fraudes durante años», dice Yu. En último término, lo que ilustra este fenómeno es que la dejación de funciones de los que deben velar por el dinero de los ahorradores está haciendo que sean víctimas por partida doble: de los villanos y de sus vengadores.
Que inversores como Yu y otros vigilantes se tomen la justicia por su mano es una consecuencia directa del descrédito de todos los agentes financieros desde la crisis de 2008. Pero se llevan la palma los encargados de vigilar las buenas prácticas: autoridades, auditores y, sobre todo, las agencias de rating (calificación). «Los tontos que no pueden tener un empleo en Wall Street se van a trabajar a Moody's», ironizaba un inversor de Goldman Sachs. Que dieran la máxima solvencia (AAA) a descomunales bodrios como Enron o Lehman Brothers debería haber menoscabado su poder. Pero no han recibido ningún castigo y siguen controlando el 90% de las calificaciones de mercado. Los reguladores tampoco han tenido un papel brillante. Se suelen dan por enterados de que algo no cuadra a toro pasado. Llama la atención que Yu y los bajistas se dediquen básicamente a descargarse las cuentas públicas de las empresas publicadas en Internet y a escudriñarlas meticulosamente. Se los acusa de manipuladores. Quizá lo sean. Yu considera que el lucro que consiguen es el premio a un trabajo que deberían haber hecho otros de oficio.
'Batman' Daniel Yu, de Gotham City: Se identifica hasta tal punto con el superhéroe murciélago que su empresa se llama como la ciudad del cómic. No hay una sola imagen de él. Dice que necesita el anonimato para poder operar. Pero es activísimo en Twitter, donde tiene miles de seguidores y una foto de un joven Steve Jobs en el frontispicio. En España se ha hecho conocido al destapar el escándalo de la empresa Gowex, dedicada a las redes inalámbricas, pero Yu ya había atacado a más de una veintena de empresas en todo el mundo.ü
El 'ninja' Carson Block, de Muddy Waters: Este abogado de 38 años dirige Muddy Waters, «una consultora de inversiones que es capaz de detectar las cuentas infladas y opacas», con activos superiores a los 30.000 millones de euros. Sin embargo, no tiene ningún empleado en plantilla y tampoco revela dónde está su sede, «por seguridad». Ha sido atacado desde todos los flancos. «No soy un asesino ninja, solo intento proteger a los inversores», asegura Block, que tiene a gala ser el hombre más odiado por la cleptocracia china. Tras pisar demasiados 'callos', tuvo que huir de Shanghái, donde residía.ü
Tramposos cazados
Madoff. Es el mayor fraude llevado a cabo por una sola persona: 50.000 millones de dólares. La crisis hizo que el timo fuese insostenible. Está en prisión.
Gowex. Jenaro García llevaba cuatro años amañando las cuentas de Gowex, su empresa de Wi-Fi. Todavía está por determinar la cuantía de la estafa. Lo 'cazó' Daniel Yu.
El lobo. Jordan Belfort, el auténtico Lobo de Wall Street que interpretó DiCaprio, fue desenmascarado por el regulador financiero de Alabama Joseph Borg y el FBI.
'Superman': Andrew left, de Citron Research
Andrew Left, de 44 años, es un exbróker que lleva 11 años identificando compañías que han crecido demasiado «y que, por lo tanto, no tienen unos cimientos sólidos». Publica una temible columna financiera que tiene una legión de seguidores y que Bloomberg considera «más divertida que todos los análisis de los medios tradicionales que circulan por Wall Street». Amparado en su faceta periodística, a lo Superman, ha atacado a unas veinte empresas y ha conseguido tumbar a la mayoría. Cuatro se han querellado contra él, pero siempre ha salido indemne en los tribunales. Left tiene un pasado turbio. «En los años noventa, recién salido de la universidad, trabajé para un fondo que fue acusado de fraude y me quedó el estigma, como al resto de los 19 empleados de la firma». Sus enemigos, dice, usan esa información para decir que es un estafador, lo que él considera un libelo. También fue arrestado en Florida por una pelea en una tintorería, aunque no se presentaron cargos.
Parece que Left se defiende bien en el 'cuerpo a cuerpo' porque sus disputas verbales y legales con las empresas chinas a las que ha atacado son memorables, pero él se limita a reivindicar su trabajo. «Soy un inversor; no tengo nada contra China. Todo lo que quiero es comprar buenas compañías y deshacerme de las malas. Quiero ganar dinero».
¿Quiénes son los malos? ¿Los financieros y políticos corruptos? ¿Los reguladores que no regulan? ¿Los auditores que hacen la vista gorda?... ¿Y quién es Daniel Yu? El 'justiciero' de Wall Street. El que persigue a los tramposos y, de paso, se lucra haciéndolos caer. Al menos, eso opina de sí mismo este misterioso inversor de discurso mesiánico que prefiere actuar desde la sombra. Y lo hace con las mismas armas que los malvados, es decir, emborronando la frontera entre lo legal y lo moral. Y, además, no tiene ningún reparo en reconocerlo. Pero no se trata solo de sacar tajada. Es alguien con una misión. Un vengador. «No es solo una cuestión de dinero. Quiero que la gente vea lo que yo veo», proclama.
De ahí su fijación con Batman, el superhéroe del cómic. ¿Un rol sincero o una cínica imagen de marca? El tiempo lo dirá. Daniel Yu fundó hace solo un par de años la enigmática firma Gotham City Research, tomando prestado el nombre la ciudad donde el hombre murciélago persigue a los criminales. «Fíjense en Batman. Se ha percatado de que las autoridades tienen recursos escasos. Nosotros también nos guiamos por el deseo de enseñarle a la gente que el mundo no pertenece a los villanos que se sienten intocables», declaró a Bloomberg.
La venganza del exbróker
De la biografía de Yu se sabe poco. Lo que ha trascendido en las contadas entrevistas que ha concedido (todas, mediante el correo electrónico) y lo que él mismo ha revelado en las redes sociales, procurando no revelar su paradero ni dar pistas sobre su identidad. Es estadounidense, de ascendencia china o coreana. Un genio de las matemáticas. Se crio en Nueva York, estudió en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Hizo su carrera profesional como bróker y analista de mercados para un fondo de alto riesgo. Y perdió mucho dinero en 2008 de sus clientes y el suyo propio con el estallido de la burbuja de las hipotecas basura. El hundimiento de la Freddie Mac le estalló en la cara. Las acciones pasaron de 60 dólares a valer apenas 50 centavos. Yu sufrió en carne propia lo peor del capitalismo especulativo. «Fuimos víctimas de aquellos fraudes. No hay derecho... El mundo necesita que alguien le quite la máscara a esos malnacidos», dijo a The Wall Street Journal.
Paradójicamente, aquel descalabro fue también su epifanía. ¿Por qué no aprovecharse de los que juegan sucio? ¿Cómo? Apostando contra ellos. Y nació Gotham City Research, que opera desde algún lugar de Manhattan en busca de compañías en apuros que han amañado su contabilidad y que presumen de sus números cuando en realidad están al borde de la quiebra. Fue el caso de Gowex, la proveedora española de Wi-Fi, con la que Yu dio el campanazo. Pero Gowex no fue el primero. Y Gotham City tampoco es la única que se dedica a estos entuertos, sino una más de una nueva hornada de inversores resabiados, que perdieron la ingenuidad con la crisis financiera y ahora se dedican al acoso y derribo de los presuntos tunantes, según ellos. Sus detractores consideran, sin embargo, que lo que hacen es jugar sucio, creando el pánico entre los accionistas con un informe negativo y pescando a río revuelto. Según una consultora estadounidense, este año se han producido campañas similares a la de Gowex contra unas 70 empresas que cotizan en Bolsa.
La táctica del oso
La manera de operar de Gotham y otros justicieros es maquiavélica. Detectan a una compañía que está en riesgo de dar el petardazo, bien porque un confidente les ha dado el soplo, o bien porque han estudiado sus números y han visto que no cuadran. Comprueban si sus sospechas son ciertas y al mismo tiempo van recopilando pruebas [en el caso de Gowex, le hicieron un seguimiento de ocho meses]. En fin, hacen el trabajo que deberían hacer las auditoras y las autoridades. Y cuando han atado cabos, publican un informe demoledor al que dan la máxima repercusión por las redes sociales. Pero, antes de hacerlo, han invertido en ese valor apostando a que va a caer. Es la táctica del oso [los osos dan zarpazos en los mercados bajistas y los toros son los inversores de toda la vida que confían en que las acciones suban]. En la jerga bursátil se conoce como 'ponerse en corto': piden prestadas acciones y las venden al precio de ese momento en el mercado con el compromiso de recomprarlas más adelante. Luego sueltan la bomba: el informe que saca los supuestos trapos sucios y que provoca el hundimiento de la cotización. Y cierran la operación cuando los títulos están mucho más baratos, embolsándose la plusvalía.
¿Cuestionable? Yu se defiende. «Auditores, reguladores, abogados y bancos de inversión muy raramente detectan los fraudes. Los bajistas sí que lo hacemos... Los reguladores tendrían que centrar sus esfuerzos en investigar esas compañías y a los directivos que se enriquecen difundiendo falsedades, más que a los que se ponen cortos en esos valores». Y pide que no se mate al mensajero. «Por cada mil o diez mil directivos que se han beneficiado por malas prácticas, solo un bajista se ha aprovechado».
Daños colaterales
Pero la empresa de Yu también puede ser un arma de destrucción. Un tuit tumbó la cotización de Quindell, una consultora británica, que perdió en unas horas 1200 millones de euros (aunque ha recuperado casi la mitad). Otras víctimas de este Batman han sido la compañía de software Ebix, la plataforma Bluecora y la comercial Tile Shope. Todos alegaron que los informes son difamatorios y la reputación de Yu estaba bastante en entredicho. Pero lo que destapó en Gowex le ha dado a Yu un prestigio inusitado. Y eso que cuando hizo público el informe la primera reacción de la Comisión Nacional del Mercado de Valores fue preguntarse si la denuncia obedecía a un propósito de lucro. Gotham se ha especializado en la burbuja tecnológica. Otros bajistas, como Muddy Waters, Citron Research y Alfred Little también exploran los mercados a la caza de tramposos, sobre todo en China, donde la corrupción es rampante. Muddy Waters, dirigida por Carson Block, saltó a la fama en 2011 tumbando a la maderera china Sino-Forest, que presumía de poseer miles de hectáreas de bosques en Asia. Muddy Waters la acusó de ser una estafa piramidal. Nueve meses después de la denuncia, Sino-Forest se declaró en quiebra. La idea de centrarse en China le surgió a Block durante un viaje a una planta de papel. «La maquinaria era basura de la época de Mao y su precio de mercado era 40 veces menor del que aseguraban». Vio el filón. Apostó a que su cotización se desplomaría, invirtió en corto y publicó un informe.
Entre pillos anda el juego
¿Son más pillos que los pillos? «Un bajista solo es tan bueno como lo sean sus análisis. Los mercados son muy rápidos a la hora de castigar a los bajistas que utilizan prácticas engañosas. No se puede decir lo mismo cuando son los consejeros delegados o los bancos de inversión los que se aprovechan de sus mentiras y fraudes durante años», dice Yu. En último término, lo que ilustra este fenómeno es que la dejación de funciones de los que deben velar por el dinero de los ahorradores está haciendo que sean víctimas por partida doble: de los villanos y de sus vengadores.
Que inversores como Yu y otros vigilantes se tomen la justicia por su mano es una consecuencia directa del descrédito de todos los agentes financieros desde la crisis de 2008. Pero se llevan la palma los encargados de vigilar las buenas prácticas: autoridades, auditores y, sobre todo, las agencias de rating (calificación). «Los tontos que no pueden tener un empleo en Wall Street se van a trabajar a Moody's», ironizaba un inversor de Goldman Sachs. Que dieran la máxima solvencia (AAA) a descomunales bodrios como Enron o Lehman Brothers debería haber menoscabado su poder. Pero no han recibido ningún castigo y siguen controlando el 90% de las calificaciones de mercado. Los reguladores tampoco han tenido un papel brillante. Se suelen dan por enterados de que algo no cuadra a toro pasado. Llama la atención que Yu y los bajistas se dediquen básicamente a descargarse las cuentas públicas de las empresas publicadas en Internet y a escudriñarlas meticulosamente. Se los acusa de manipuladores. Quizá lo sean. Yu considera que el lucro que consiguen es el premio a un trabajo que deberían haber hecho otros de oficio.
'Batman' Daniel Yu, de Gotham City: Se identifica hasta tal punto con el superhéroe murciélago que su empresa se llama como la ciudad del cómic. No hay una sola imagen de él. Dice que necesita el anonimato para poder operar. Pero es activísimo en Twitter, donde tiene miles de seguidores y una foto de un joven Steve Jobs en el frontispicio. En España se ha hecho conocido al destapar el escándalo de la empresa Gowex, dedicada a las redes inalámbricas, pero Yu ya había atacado a más de una veintena de empresas en todo el mundo.ü
El 'ninja' Carson Block, de Muddy Waters: Este abogado de 38 años dirige Muddy Waters, «una consultora de inversiones que es capaz de detectar las cuentas infladas y opacas», con activos superiores a los 30.000 millones de euros. Sin embargo, no tiene ningún empleado en plantilla y tampoco revela dónde está su sede, «por seguridad». Ha sido atacado desde todos los flancos. «No soy un asesino ninja, solo intento proteger a los inversores», asegura Block, que tiene a gala ser el hombre más odiado por la cleptocracia china. Tras pisar demasiados 'callos', tuvo que huir de Shanghái, donde residía.ü
Tramposos cazados
Madoff. Es el mayor fraude llevado a cabo por una sola persona: 50.000 millones de dólares. La crisis hizo que el timo fuese insostenible. Está en prisión.
Gowex. Jenaro García llevaba cuatro años amañando las cuentas de Gowex, su empresa de Wi-Fi. Todavía está por determinar la cuantía de la estafa. Lo 'cazó' Daniel Yu.
El lobo. Jordan Belfort, el auténtico Lobo de Wall Street que interpretó DiCaprio, fue desenmascarado por el regulador financiero de Alabama Joseph Borg y el FBI.
'Superman': Andrew left, de Citron Research
Andrew Left, de 44 años, es un exbróker que lleva 11 años identificando compañías que han crecido demasiado «y que, por lo tanto, no tienen unos cimientos sólidos». Publica una temible columna financiera que tiene una legión de seguidores y que Bloomberg considera «más divertida que todos los análisis de los medios tradicionales que circulan por Wall Street». Amparado en su faceta periodística, a lo Superman, ha atacado a unas veinte empresas y ha conseguido tumbar a la mayoría. Cuatro se han querellado contra él, pero siempre ha salido indemne en los tribunales. Left tiene un pasado turbio. «En los años noventa, recién salido de la universidad, trabajé para un fondo que fue acusado de fraude y me quedó el estigma, como al resto de los 19 empleados de la firma». Sus enemigos, dice, usan esa información para decir que es un estafador, lo que él considera un libelo. También fue arrestado en Florida por una pelea en una tintorería, aunque no se presentaron cargos.
Parece que Left se defiende bien en el 'cuerpo a cuerpo' porque sus disputas verbales y legales con las empresas chinas a las que ha atacado son memorables, pero él se limita a reivindicar su trabajo. «Soy un inversor; no tengo nada contra China. Todo lo que quiero es comprar buenas compañías y deshacerme de las malas. Quiero ganar dinero».
TÍTULO: COPA Y PURO, ENTREVISTA, BEATRIZ DE MOURA,.
No he tenido hijos por temor a no saber que hacer con ellos,.
-fotos- COPA Y PURO, ENTREVISTA, BEATRIZ DE MOURA,.
Beatriz de Moura: "No he tenido hijos por temor a no saber qué hacer con ellos"
Es una de las grandes damas de la
edición, una referencia clave en el mundo de la literatura. Después de
45 años al frente de la editorial Tusquets, y recién cumplidos los 75,
se retira. Repasamos con ella su trayectoria, que en lo profesional y en
lo personal ha vivido siempre a contracorriente.
Hace medio siglo y en contra de la voluntad de su padre,
diplomático brasileño, decidió fijar su residencia en España. En
Barcelona se inició en el mundo literario y fundó hace 45 años la
editorial Tusquets junto con su entonces marido, Óscar Tusquets; un
arquitecto al que supo ilusionar hasta convertirlo en editor. Su segunda
pareja, Antonio López Lamadrid, también sufrió el contagioso hechizo de
la brasileña por los libros. Procedente del mundo textil, Toni
compartió con Beatriz de Moura los últimos 31 años de su vida al frente
de esta editorial.
López Lamadrid murió en septiembre de 2009. Ya por entonces, Beatriz y Toni se planteaban el futuro de Tusquets ante la crisis. Hace dos años, De Moura firmó un acuerdo con Planeta Corporación y, desde entonces, este gigante del mundo editorial se ocupa de la administración y distribución de Tusquets. Y es ahora cuando, definitivamente, Beatriz suelta las riendas. A partir de septiembre se convertirá en presidenta de honor de la editorial y dirigirá un fondo de apoyo a los autores que llevará el nombre de Antonio López de Lamadrid.
XLSemanal. El pasado mes de mayo cumplió 75 años.
Beatriz de Moura. Muy raritos y muy vividos, inevitablemente, porque la vida de diplomático es lo peor que se le puede ofrecer a un hijo.
XL. ¿En serio?
B.M. Es el desarraigo continuo durante una parte muy importante de la vida, porque va desde la infancia hasta más allá de la adolescencia. La edad del pavo la pasé sin referencias y sin raíces. ¡Fue un palo!, creo que esa vida no es buena para la formación de un niño.
XL. A favor, en cambio, le aportó el conocimiento de otros países, de otras culturas y de otros idiomas [habla portugués, español, inglés, francés e italiano].
B.M. Pero lo que te da no compensa lo que te quita, sobre todo durante la niñez. De hecho, yo no he tenido hijos por temor a no saber qué hacer con ellos. De niña, tuve la sensación de que no sabían qué hacer conmigo; pensaba que era solo una maleta más que trasladar cada dos años. Nunca he tenido eso que llaman instinto maternal.
XL. ¿Sus maridos tampoco quisieron hijos?
B.M. No se trataba de que quisieran, eso daba igual; lo importante es que no me lo exigieran. Nunca he echado en falta tener hijos porque no los he deseado, es la verdad.
XL. Siempre habla de la relación con su padre, pero nunca menciona a su madre.
B.M. Es que no hay nada que decir sobre ella, para mí no ha existido [sonríe]. Mi conclusión sobre mi madre es... que ni bien ni mal, ni frío ni calor.
XL. ¿Cómo era ella?
B.M. Era muy beata; mi padre, todo lo contrario. Cuando fui creciendo y aprendiendo sola porque nadie me enseñó nada de la vida fui viendo que mi papá se lo pasaba bastante mejor que mi mamá.
XL. ¿Era un bon vivant?
B.M. ¡Exacto! Él era simpatiquísimo, divertido, culto...En cambio, ella era una madre amargada. Era la típica beaturrona que creía que tenía que hacer el bien por el mundo; lo mismo que les ocurre a las mujeres que se dedican hoy a las ONG. Piensan que tienen que ayudar a otros antes que a sus propios hijos.
XL. ¿Cree que las mujeres que colaboran con las ONG desatienden a sus familias?
B.M. ¡Lo creo! [Rotunda]. Yo he oído algunas conversaciones suyas estremecedoras. Mujeres de 40 o 45 años, con hijos adolescentes, encuentran normal irse cada dos por tres a la India, o a donde sea, cuando la ONG la tienen aquí, con sus hijos.
XL. Cuenta que de su padre heredó el amor por los libros.
B.M. Sí, me sentaba a sus pies y, aun sin saber leer, tocaba los libros, los olía... Mi padre nunca me echaba de su lado; me acogía en su biblioteca, que era el único lugar que se repetía en cada ciudad en la que vivíamos, porque era lo único que se trasladaba intacto. Esto me gratificaba muchísimo.
XL. En Suiza tuvo el primer contacto con un grupo de españoles que no la dejó indiferente.
B.M. Los conocí en Ginebra y eran un poco especiales, sí; gente con dinero que, clandestinamente, trabajaba para el PSUC. Luego, mi padre me explicó que vendríamos a España, en donde había una dictadura franquista, y me habló de lo que eso suponía.
XL. Su padre era republicano...
B.M. Sí, él era muy republicano y agnóstico. Pero, a la vez, era muy conservador. Aquí se confunde república con izquierda, quizá por la historia vivida, pero no es así.
XL. Y de Ginebra vinieron a Barcelona.
B.M. Sí, recuerdo que vivíamos en una gran casa que tenía una torre y que en la casa de al lado vivía la familia Goytisolo: José Agustín, Juan y Luis; tres escritores escribiendo a la vez. Yo oía sus máquinas de escribir desde mi casa y allí se produjo una atracción extraña por estos chicos que eran tan raros.
XL. ¿Por qué le parecieron tan raros?
B.M. Un día, a uno de ellos, a Luis, vinieron a detenerlo. Sentí curiosidad por saber la causa y me metí en sitios donde no me llamaban y en los que, sobre todo, no llamaban a mi padre.
XL. ¿Qué ocurre cuando decide no seguir a su familia y venir a vivir a España?
B.M. Pues que su niña obediente, de repente, se le va de las manos y dice que se queda, sin novio y sin plan de casarse. Entonces, yo estaba estudiando Filología Francesa en Ginebra, muy bien situada, y me cortó el grifo. Así que tuve que empezar a trabajar para pagarme los estudios. Primero intenté ser intérprete, pero me dijeron que no servía para eso. ¡Y menos mal! [se ríe], porque de lo contrario no estaríamos tú y yo hablando aquí.
XL. Trabajó en las editoriales Gustavo Gili, Salvat, Lumen...
B.M. Aquello era lo que se llama pluriempleo, y era absolutamente necesario para sobrevivir. Trabajaba en una editorial por la mañana y en otra por la tarde; y por la noche hacía traducciones.
XL. Hasta que, por unos leotardos negros de lana, la despidieron de Gili. ¿Acoso laboral en los años sesenta?
B.M. Imagínate lo que debió de ser en aquella época. Yo solamente lo he experimentado esa vez. En aquel periodo siniestro de la historia de España, nos obligaban a usar un uniforme intransitable, porque los botones estaban en la espalda, y nos hacían llevar medias transparentes. Pero una amiga me había regalado unos leotardos negros de lana gruesos porque yo iba al trabajo en moto y pasaba mucho frío. El caso es que no entendí cómo aquellos leotardos despertaron la libido de algunos jefes...
XL. ¿Cree que encontraban excitantes los leotardos de lana?
B.M. No lo pregunté, fue todo muy extraño. A lo mejor es que les ponía lo negro [se ríe]. Así era la sociedad de entonces. Barcelona era una ciudad muy triste, oscura, silenciosa. No había luz, las bombillas en las entradas de los edificios grandes del Ensanche eran de apenas 25 vatios. Yo pensaba: «¡Dios mío, qué casposo es esto!».
XL. Aun así, se quedó y pronto encontró nuevo trabajo.
B.M. Mi hermano era amigo de Óscar Tusquets y me llamó para que tradujera libros infantiles de Topo Gigio. Después trabajé durante ocho años con su hermana Esther en la editorial Lumen. Junto a ella aprendí el oficio de editora.
XL. Pero un día la echó....
B.M. Un día le ofrecí hacer dos colecciones dentro de su editorial y eso no le gustó. El caso es que me dijo que me fuera. Quizá tuviera problemas personales... no lo sé. Óscar se vino conmigo porque su hermana no supo darle una explicación de por qué me había echado. Fue entonces cuando fundamos la editorial Tusquets. Después me separé de Óscar, con el que sigo teniendo una gran amistad. Él va por su cuarta mujer y tiene dos hijos de diez años [se ríe].
XL. ¿Por qué cree que la mayoría de las grandes editoras son mujeres?
B.M. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el librero era el editor. Lo tenía todo: la librería y la imprenta. Después de la guerra, ese trabajo de gestión empresarial lo siguieron manteniendo los hombres, pero la elección de libros fue pasando a las mujeres, muchas veces sus esposas o sus viudas. Fueron ellas, las llamadas 'damas de la edición', las que impulsaron la cultura, las que unieron la literatura a la reflexión y al pensamiento. Hoy somos el 80 por ciento.
XL. ¿La editora marca su impronta ideológica?
B.M. Sí, la marca, pero no está en los libros: está en el catálogo de la editorial, en su trayectoria... El catálogo es el ADN del editor que lo ha publicado.
XL. Lleva casi 60 años viviendo en Cataluña y conoce bien su realidad política. En una ocasión dijo: «El nacionalismo es como la fe: o lo sientes o no lo sientes». ¿No cabe volverse agnóstico?
B.M. Yo creo que no se cambia. Todos los nacionalistas son independentistas y separatistas, ahora y antes. No tienes más que mirar por dónde van.
XL. ¿Y cómo los ve usted?
B.M. Con mucha perplejidad, desde luego; y la perplejidad, en este caso, me viene de ver la cantidad de gente que se lo ha creído, que se lo ha tomado como una ideología. Me quedo perpleja, sí. El nacionalismo es un tema que no me ha interesado nunca, pero, cuando se acerca a la división de una sociedad, empieza a inquietarme seriamente. Y así es como estoy ahora mismo: seriamente inquieta.
XL. De vuelta a la literatura, ¿nunca ha tenido la tentación de publicar un superventas solo para vender mucho?
B.M. Almudena Grandes ha publicado en Tusquets varios best sellers.
XL. Me refiero a libros como los de Federico Moccia o Dan Brown, por ejemplo.
B.M. Este tipo de libros jamás nos han llegado a nosotros. Por el catálogo que tenemos, los autores ya ven que no es el lugar para eso.
XL. Hay quien dice que hoy escribe cualquiera. ¿Le molesta?
B.M. [Se ríe]. No, ¡eso está bien! Que escriba todo el que quiera, pero que no se considere necesariamente escritor a una persona que escribe un libro.
XL. Volviendo a los autores 'mediáticos', ¿cabe en el catálogo de Tusquets, por ejemplo, el libro de Jorge Javier Vázquez, que ha tenido un éxito enorme?
B.M. No lo he leído, pero sí me hubiera gustado. Viendo el éxito que ha tenido, supongo que el editor que lo ha publicado ya no lo soltará [sonríe].
XL. Últimamente tienen mucho éxito las novelas con un contenido sexual. La trilogía 50 sombras de Grey ha vendido varios millones de ejemplares.
B.M. Pues yo empecé a leer el libro y lo dejé porque me fue aburriendo. No conseguí entender qué es eso nuevo que le gusta tanto a unas señoras muy puestas. ¡Dios mío! A mí este tipo de libros me 'des-sexúa'; al margen de porque soy una mujer de 75 años y la libido no es la misma, porque son todos muy sosos.
XL. En 1979, usted apostó por una colección de novela erótica La Sonrisa Vertical en un momento en el que ninguna editorial se atrevió a ir tan lejos en España.
B.M. En un país católico como este había que mover las cosas, había que arriesgarse. Me sentí muy respaldada por Luis García Berlanga, que tenía una biblioteca extraordinaria sobre el erotismo; y muy oculta, porque entonces había que esconder este tipo de libros. Nosotros empezamos a publicar el año anterior a la proclamación de la Constitución y pillamos una época en la que todo el mundo hacía de todo en este país. En 1976, la explosión fue incontrolable.
XL. ¿A qué aspiraba su colección?
B.M. Al placer sexual puro y duro. Son libros para leerlos con una sola mano, la otra hace lo que le toca. La frase no es mía pero la recogí porque lo explica muy bien.
XL. Antes eran los hombres quienes los escribían y los leían. Ahora se han incorporado las mujeres a ambas cosas...
B.M. Quizá sea así, sí. Pero los que están escritos por mujeres son muy sosos, muy sositos [insiste].
XL. ¿Alguna vez ha sentido la tentación de escribir una novela del tipo que sea?
B.M. Una vez, en el año 64 publiqué una novelita. Pasó sin pena ni gloria, por supuesto. Pero, con el tiempo, aquello me demostró a mí misma porque al principio el orgullo te impide ver la realidad que yo no servía para inventar ni para crear historias. Luego no soy escritora, aunque redacto muy bien y sé reconocer qué es literatura y qué no lo es.
XL. Tras 45 años al frente de Tusquets, la editorial que fundó y dirigió, acaba de asociarla a Planeta. ¿La crisis ha podido con ella?
B.M. La crisis y la electrónica cuando es pirata. La actual situación me ha demostrado lo frágil que es una editorial mediana en medio de una crisis grave. En 2011, ya fallecido Toni [Antonio López Lamadrid], pensé que se acercaba la hora. Me iba a encontrar en una situación muy rara: lo que habíamos construido juntos lo tenía que destruir yo misma, y eso me parecía una situación muy fuerte.
XL. ¡Muy mal rollo, sí!
B.M. La vida es así. Todo lo que nace muere, a no ser que se transforme. Y esta era la única manera de sobrevivir y de salvar la editorial con muy buen rollo [sonríe]. Era el momento de hacerlo.
Privadísimo
1. Nació en Río de Janeiro (Brasil) en 1939. Hija de diplomático, vivió su adolescencia y juventud entre Brasil, Ecuador, Italia, Francia y Suiza, hasta recalar en España. ü
2. Tiene dos hermanos «y un tercero que apareció por ahí. Lo cito así porque es lo que pasó: apareció por ahí. [Sonríe]. No voy a explicar más».
3. En el catálogo de Tusquets figuran más de 2.300 títulos de autores como Samuel Beckett, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Milan Kundera, Almudena Grandes...
4. El libro que ha leído más veces es La cartuja de Parma (Stendhal). «Lo leo en francés porque está pésimamente traducido al español».
5. Ahora está releyendo un libro sobre Juana Inés de la Cruz de Octavio Paz. «Pero si me dices que el libro de Belén Esteban lo ha escrito Boris Izaguirre, que escribe bien, igual lo leo».
Toda una vida
Con la 'crème' de las artes
1. Con su segundo marido, Antonio López Lamadrid, y el escritor estadounidense John Irving en 2006. 2. Con Salvador Dalí (íntimo amigo de su primer marido, el arquitecto Óscar Tusquets) y Antonio López Lamadrid, en la casa del pintor en Portlligat (Gerona) en el año 1978. 3. Brindando, en 1997, con el autor colombiano Gabriel García Márquez, Antonio López Lamadrid y la mujer de dicho premio Nobel de Literatura, Mercedes Barcha. 4. Beatriz de Moura, Juan Marsé, Terenci Moix, Luis García Berlanga, Almudena Grandes, Rafael Conte y Ricardo Muñoz Suay. El jurado del XVI Premio La Sonrisa Vertical en el anuncio del fallo, en 1994. 5. Un retrato de Beatriz de Moura realizado por Colita, el sobrenombre de la fotógrafa Isabel Steva Hernández, para la exposición La gauche divine, de 1971.
En lomás altoLa fundadora y directora de Tusquets, Beatriz de Moura, de 75 años, pasa ahora a ser su presidenta de honor. En la imagen, De Moura en un retrato durante los primeros años de la editorial.
López Lamadrid murió en septiembre de 2009. Ya por entonces, Beatriz y Toni se planteaban el futuro de Tusquets ante la crisis. Hace dos años, De Moura firmó un acuerdo con Planeta Corporación y, desde entonces, este gigante del mundo editorial se ocupa de la administración y distribución de Tusquets. Y es ahora cuando, definitivamente, Beatriz suelta las riendas. A partir de septiembre se convertirá en presidenta de honor de la editorial y dirigirá un fondo de apoyo a los autores que llevará el nombre de Antonio López de Lamadrid.
XLSemanal. El pasado mes de mayo cumplió 75 años.
Beatriz de Moura. Muy raritos y muy vividos, inevitablemente, porque la vida de diplomático es lo peor que se le puede ofrecer a un hijo.
XL. ¿En serio?
B.M. Es el desarraigo continuo durante una parte muy importante de la vida, porque va desde la infancia hasta más allá de la adolescencia. La edad del pavo la pasé sin referencias y sin raíces. ¡Fue un palo!, creo que esa vida no es buena para la formación de un niño.
XL. A favor, en cambio, le aportó el conocimiento de otros países, de otras culturas y de otros idiomas [habla portugués, español, inglés, francés e italiano].
B.M. Pero lo que te da no compensa lo que te quita, sobre todo durante la niñez. De hecho, yo no he tenido hijos por temor a no saber qué hacer con ellos. De niña, tuve la sensación de que no sabían qué hacer conmigo; pensaba que era solo una maleta más que trasladar cada dos años. Nunca he tenido eso que llaman instinto maternal.
XL. ¿Sus maridos tampoco quisieron hijos?
B.M. No se trataba de que quisieran, eso daba igual; lo importante es que no me lo exigieran. Nunca he echado en falta tener hijos porque no los he deseado, es la verdad.
XL. Siempre habla de la relación con su padre, pero nunca menciona a su madre.
B.M. Es que no hay nada que decir sobre ella, para mí no ha existido [sonríe]. Mi conclusión sobre mi madre es... que ni bien ni mal, ni frío ni calor.
XL. ¿Cómo era ella?
B.M. Era muy beata; mi padre, todo lo contrario. Cuando fui creciendo y aprendiendo sola porque nadie me enseñó nada de la vida fui viendo que mi papá se lo pasaba bastante mejor que mi mamá.
XL. ¿Era un bon vivant?
B.M. ¡Exacto! Él era simpatiquísimo, divertido, culto...En cambio, ella era una madre amargada. Era la típica beaturrona que creía que tenía que hacer el bien por el mundo; lo mismo que les ocurre a las mujeres que se dedican hoy a las ONG. Piensan que tienen que ayudar a otros antes que a sus propios hijos.
XL. ¿Cree que las mujeres que colaboran con las ONG desatienden a sus familias?
B.M. ¡Lo creo! [Rotunda]. Yo he oído algunas conversaciones suyas estremecedoras. Mujeres de 40 o 45 años, con hijos adolescentes, encuentran normal irse cada dos por tres a la India, o a donde sea, cuando la ONG la tienen aquí, con sus hijos.
XL. Cuenta que de su padre heredó el amor por los libros.
B.M. Sí, me sentaba a sus pies y, aun sin saber leer, tocaba los libros, los olía... Mi padre nunca me echaba de su lado; me acogía en su biblioteca, que era el único lugar que se repetía en cada ciudad en la que vivíamos, porque era lo único que se trasladaba intacto. Esto me gratificaba muchísimo.
XL. En Suiza tuvo el primer contacto con un grupo de españoles que no la dejó indiferente.
B.M. Los conocí en Ginebra y eran un poco especiales, sí; gente con dinero que, clandestinamente, trabajaba para el PSUC. Luego, mi padre me explicó que vendríamos a España, en donde había una dictadura franquista, y me habló de lo que eso suponía.
XL. Su padre era republicano...
B.M. Sí, él era muy republicano y agnóstico. Pero, a la vez, era muy conservador. Aquí se confunde república con izquierda, quizá por la historia vivida, pero no es así.
XL. Y de Ginebra vinieron a Barcelona.
B.M. Sí, recuerdo que vivíamos en una gran casa que tenía una torre y que en la casa de al lado vivía la familia Goytisolo: José Agustín, Juan y Luis; tres escritores escribiendo a la vez. Yo oía sus máquinas de escribir desde mi casa y allí se produjo una atracción extraña por estos chicos que eran tan raros.
XL. ¿Por qué le parecieron tan raros?
B.M. Un día, a uno de ellos, a Luis, vinieron a detenerlo. Sentí curiosidad por saber la causa y me metí en sitios donde no me llamaban y en los que, sobre todo, no llamaban a mi padre.
XL. ¿Qué ocurre cuando decide no seguir a su familia y venir a vivir a España?
B.M. Pues que su niña obediente, de repente, se le va de las manos y dice que se queda, sin novio y sin plan de casarse. Entonces, yo estaba estudiando Filología Francesa en Ginebra, muy bien situada, y me cortó el grifo. Así que tuve que empezar a trabajar para pagarme los estudios. Primero intenté ser intérprete, pero me dijeron que no servía para eso. ¡Y menos mal! [se ríe], porque de lo contrario no estaríamos tú y yo hablando aquí.
XL. Trabajó en las editoriales Gustavo Gili, Salvat, Lumen...
B.M. Aquello era lo que se llama pluriempleo, y era absolutamente necesario para sobrevivir. Trabajaba en una editorial por la mañana y en otra por la tarde; y por la noche hacía traducciones.
XL. Hasta que, por unos leotardos negros de lana, la despidieron de Gili. ¿Acoso laboral en los años sesenta?
B.M. Imagínate lo que debió de ser en aquella época. Yo solamente lo he experimentado esa vez. En aquel periodo siniestro de la historia de España, nos obligaban a usar un uniforme intransitable, porque los botones estaban en la espalda, y nos hacían llevar medias transparentes. Pero una amiga me había regalado unos leotardos negros de lana gruesos porque yo iba al trabajo en moto y pasaba mucho frío. El caso es que no entendí cómo aquellos leotardos despertaron la libido de algunos jefes...
XL. ¿Cree que encontraban excitantes los leotardos de lana?
B.M. No lo pregunté, fue todo muy extraño. A lo mejor es que les ponía lo negro [se ríe]. Así era la sociedad de entonces. Barcelona era una ciudad muy triste, oscura, silenciosa. No había luz, las bombillas en las entradas de los edificios grandes del Ensanche eran de apenas 25 vatios. Yo pensaba: «¡Dios mío, qué casposo es esto!».
XL. Aun así, se quedó y pronto encontró nuevo trabajo.
B.M. Mi hermano era amigo de Óscar Tusquets y me llamó para que tradujera libros infantiles de Topo Gigio. Después trabajé durante ocho años con su hermana Esther en la editorial Lumen. Junto a ella aprendí el oficio de editora.
XL. Pero un día la echó....
B.M. Un día le ofrecí hacer dos colecciones dentro de su editorial y eso no le gustó. El caso es que me dijo que me fuera. Quizá tuviera problemas personales... no lo sé. Óscar se vino conmigo porque su hermana no supo darle una explicación de por qué me había echado. Fue entonces cuando fundamos la editorial Tusquets. Después me separé de Óscar, con el que sigo teniendo una gran amistad. Él va por su cuarta mujer y tiene dos hijos de diez años [se ríe].
XL. ¿Por qué cree que la mayoría de las grandes editoras son mujeres?
B.M. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el librero era el editor. Lo tenía todo: la librería y la imprenta. Después de la guerra, ese trabajo de gestión empresarial lo siguieron manteniendo los hombres, pero la elección de libros fue pasando a las mujeres, muchas veces sus esposas o sus viudas. Fueron ellas, las llamadas 'damas de la edición', las que impulsaron la cultura, las que unieron la literatura a la reflexión y al pensamiento. Hoy somos el 80 por ciento.
XL. ¿La editora marca su impronta ideológica?
B.M. Sí, la marca, pero no está en los libros: está en el catálogo de la editorial, en su trayectoria... El catálogo es el ADN del editor que lo ha publicado.
XL. Lleva casi 60 años viviendo en Cataluña y conoce bien su realidad política. En una ocasión dijo: «El nacionalismo es como la fe: o lo sientes o no lo sientes». ¿No cabe volverse agnóstico?
B.M. Yo creo que no se cambia. Todos los nacionalistas son independentistas y separatistas, ahora y antes. No tienes más que mirar por dónde van.
XL. ¿Y cómo los ve usted?
B.M. Con mucha perplejidad, desde luego; y la perplejidad, en este caso, me viene de ver la cantidad de gente que se lo ha creído, que se lo ha tomado como una ideología. Me quedo perpleja, sí. El nacionalismo es un tema que no me ha interesado nunca, pero, cuando se acerca a la división de una sociedad, empieza a inquietarme seriamente. Y así es como estoy ahora mismo: seriamente inquieta.
XL. De vuelta a la literatura, ¿nunca ha tenido la tentación de publicar un superventas solo para vender mucho?
B.M. Almudena Grandes ha publicado en Tusquets varios best sellers.
XL. Me refiero a libros como los de Federico Moccia o Dan Brown, por ejemplo.
B.M. Este tipo de libros jamás nos han llegado a nosotros. Por el catálogo que tenemos, los autores ya ven que no es el lugar para eso.
XL. Hay quien dice que hoy escribe cualquiera. ¿Le molesta?
B.M. [Se ríe]. No, ¡eso está bien! Que escriba todo el que quiera, pero que no se considere necesariamente escritor a una persona que escribe un libro.
XL. Volviendo a los autores 'mediáticos', ¿cabe en el catálogo de Tusquets, por ejemplo, el libro de Jorge Javier Vázquez, que ha tenido un éxito enorme?
B.M. No lo he leído, pero sí me hubiera gustado. Viendo el éxito que ha tenido, supongo que el editor que lo ha publicado ya no lo soltará [sonríe].
XL. Últimamente tienen mucho éxito las novelas con un contenido sexual. La trilogía 50 sombras de Grey ha vendido varios millones de ejemplares.
B.M. Pues yo empecé a leer el libro y lo dejé porque me fue aburriendo. No conseguí entender qué es eso nuevo que le gusta tanto a unas señoras muy puestas. ¡Dios mío! A mí este tipo de libros me 'des-sexúa'; al margen de porque soy una mujer de 75 años y la libido no es la misma, porque son todos muy sosos.
XL. En 1979, usted apostó por una colección de novela erótica La Sonrisa Vertical en un momento en el que ninguna editorial se atrevió a ir tan lejos en España.
B.M. En un país católico como este había que mover las cosas, había que arriesgarse. Me sentí muy respaldada por Luis García Berlanga, que tenía una biblioteca extraordinaria sobre el erotismo; y muy oculta, porque entonces había que esconder este tipo de libros. Nosotros empezamos a publicar el año anterior a la proclamación de la Constitución y pillamos una época en la que todo el mundo hacía de todo en este país. En 1976, la explosión fue incontrolable.
XL. ¿A qué aspiraba su colección?
B.M. Al placer sexual puro y duro. Son libros para leerlos con una sola mano, la otra hace lo que le toca. La frase no es mía pero la recogí porque lo explica muy bien.
XL. Antes eran los hombres quienes los escribían y los leían. Ahora se han incorporado las mujeres a ambas cosas...
B.M. Quizá sea así, sí. Pero los que están escritos por mujeres son muy sosos, muy sositos [insiste].
XL. ¿Alguna vez ha sentido la tentación de escribir una novela del tipo que sea?
B.M. Una vez, en el año 64 publiqué una novelita. Pasó sin pena ni gloria, por supuesto. Pero, con el tiempo, aquello me demostró a mí misma porque al principio el orgullo te impide ver la realidad que yo no servía para inventar ni para crear historias. Luego no soy escritora, aunque redacto muy bien y sé reconocer qué es literatura y qué no lo es.
XL. Tras 45 años al frente de Tusquets, la editorial que fundó y dirigió, acaba de asociarla a Planeta. ¿La crisis ha podido con ella?
B.M. La crisis y la electrónica cuando es pirata. La actual situación me ha demostrado lo frágil que es una editorial mediana en medio de una crisis grave. En 2011, ya fallecido Toni [Antonio López Lamadrid], pensé que se acercaba la hora. Me iba a encontrar en una situación muy rara: lo que habíamos construido juntos lo tenía que destruir yo misma, y eso me parecía una situación muy fuerte.
XL. ¡Muy mal rollo, sí!
B.M. La vida es así. Todo lo que nace muere, a no ser que se transforme. Y esta era la única manera de sobrevivir y de salvar la editorial con muy buen rollo [sonríe]. Era el momento de hacerlo.
Privadísimo
1. Nació en Río de Janeiro (Brasil) en 1939. Hija de diplomático, vivió su adolescencia y juventud entre Brasil, Ecuador, Italia, Francia y Suiza, hasta recalar en España. ü
2. Tiene dos hermanos «y un tercero que apareció por ahí. Lo cito así porque es lo que pasó: apareció por ahí. [Sonríe]. No voy a explicar más».
3. En el catálogo de Tusquets figuran más de 2.300 títulos de autores como Samuel Beckett, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Milan Kundera, Almudena Grandes...
4. El libro que ha leído más veces es La cartuja de Parma (Stendhal). «Lo leo en francés porque está pésimamente traducido al español».
5. Ahora está releyendo un libro sobre Juana Inés de la Cruz de Octavio Paz. «Pero si me dices que el libro de Belén Esteban lo ha escrito Boris Izaguirre, que escribe bien, igual lo leo».
Toda una vida
Con la 'crème' de las artes
1. Con su segundo marido, Antonio López Lamadrid, y el escritor estadounidense John Irving en 2006. 2. Con Salvador Dalí (íntimo amigo de su primer marido, el arquitecto Óscar Tusquets) y Antonio López Lamadrid, en la casa del pintor en Portlligat (Gerona) en el año 1978. 3. Brindando, en 1997, con el autor colombiano Gabriel García Márquez, Antonio López Lamadrid y la mujer de dicho premio Nobel de Literatura, Mercedes Barcha. 4. Beatriz de Moura, Juan Marsé, Terenci Moix, Luis García Berlanga, Almudena Grandes, Rafael Conte y Ricardo Muñoz Suay. El jurado del XVI Premio La Sonrisa Vertical en el anuncio del fallo, en 1994. 5. Un retrato de Beatriz de Moura realizado por Colita, el sobrenombre de la fotógrafa Isabel Steva Hernández, para la exposición La gauche divine, de 1971.
En lomás altoLa fundadora y directora de Tusquets, Beatriz de Moura, de 75 años, pasa ahora a ser su presidenta de honor. En la imagen, De Moura en un retrato durante los primeros años de la editorial.
- Reparto
- Ben Stiller, Téa Leoni, Eddie Murphy, Matthew Broderick, Casey Affleck, Michael Peña, Alan Alda, Gabourey Sidibe, Judd Hirsch, Marcia Jean Kurtz, Danielle McKee,.
- Un multimillonario sin escrúpulos (Alan Alda) ha estafado a sus empleados dejándolos sin blanca, así que éstos, encabezados por el gerente del edificio (Ben Stiller) en el que vive, deciden vengarse intentando atracar su vivienda, un apartamento de lujo situado en el ático de uno de los rascacielos de la ciudad.
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