"Si huimos y nos matan, que sea lo que Dios quiera, pero hay que correr"
Siete meses después del secuestro de
276 estudiantes en Nigeria por los yihadistas de Boko Haram, el puñado
de chicas que lograron huir cuenta por primera vez su historia. Un
testimonio estremecedor que no podrá dejar de leer.
Ese lunes de abril, en el instituto público de secundaria
Chibok, estaba resultando tan tranquilo como tórrido. Cuarenta grados.
el día más caluroso del año. El instituto, a pocos kilómetros del centro
de Chibok, es un conjunto de edificios aislados: aulas, dependencias
para el profesorado y dormitorios.
La mayoría de las chicas proceden de Whuntaku, una de las barriadas de Chibok, población enclavada en el noreste de Nigeria de la que nadie había oído hablar antes del 'incidente'. Hace unos años, el instituto femenino fue declarado mixto. Desde entonces, centenares de alumnos varones de la ciudad asistían a clase durante el día. Las chicas, en cambio, se quedaban a dormir en el centro. Las clases llevaban un mes suspendidas por las amenazas del grupo islamista Boko Haram, cuyo nombre viene a significar «la educación occidental es pecaminosa». El instituto tan solo había sido abierto para que las alumnas de último curso realizaran sus exámenes de ingreso en la universidad. Esa noche había 300 muchachas.
En Chibok no había una sola joven que oyera hablar de Boko Haram sin sentirse aterrada. Raptaban a las adolescentes y las obligaban a casarse, a cocinar y a cuidar de sus campamentos. Si una de las muchachas capturadas tenía un hijo de un guerrillero de Boko Haram cosa frecuente, los del grupo la obligaban a cocinar a su propio bebé y a mirar cómo los combatientes se lo comían. Las estudiantes estaban muertas de miedo. Las falsas alarmas eran habituales. Ese mismo lunes, cuando una de las alumnas vio que el subdirector recogía un papel del suelo en el que se avisaba de la llegada de Boko Haram, las chicas empezaron a cuchichear. La administración llamó a las alumnas. Se trataba de una broma dijeron, de una broma de mal gusto. Boko Haram no iba a venir; pero los exámenes sí que estaban al caer. Lo que tenían que hacer era mantener la calma y seguir estudiando.
14:00 HORAS. EL AÑO CRUCIAL DE ENDURANCE Y MARY. Para Endurance era su primer año en el instituto. Ella ya había tenido un encuentro con los hombres de Boko Haram. Irrumpieron en su anterior colegio. Obligaron a las muchachas a tumbarse en el suelo. Endurance no recordaba cuánto tiempo estuvo con los ojos cerrados; pero tenía clavadas sus palabras: «Hoy os dejamos en paz. Pero, si volvemos a ver a otra chica en este lugar, la mataremos». Después de aquel episodio, los padres de Endurance la matricularon en Chibok. Parecía más seguro. Su familia vive en Aspira-Ube, a 20 kilómetros de Chibok. Su padre es agricultor. La casa no cuenta con electricidad ni televisión, así que Endurance no lo tenía fácil para aprender inglés, el idioma que se usa en los exámenes de ingreso para la universidad. Sin embargo, sus padres habían puesto grandes esperanzas en ella, la menor de siete hermanos. Endurance quería ser microbióloga. Sus libros de biología eran sus pertenencias más preciadas. Por las noches, los amontonaba hasta formar una almohada con ellos. En la cama contigua descansaba su mejor amiga: Mary. Endurance la vio el primer día que llegó al instituto. Leía un libro mientras todas las demás perdían el tiempo con tonterías. Las dos jóvenes decidieron que este año iba a ser el más importante de sus vidas.
17:00 HORAS. BLESSED Y HADIZA, AMIGAS PARA SIEMPRE. Blessed y Hadiza tan solo se separaban durante las oraciones. Blessed es cristiana; Hadiza, musulmana. El año pasado, cuando Hadiza llegó a Chibok, en el dormitorio no quedaban camas libres; Blessed le ofreció la suya. Desde ese día lo compartían todo, hasta el colchón. Blessed es el tipo de chica a quien todas admiraban. Alta, segura de sí misma, su único 'problema' era un chico apodado Cool Boy. Todo empezó cuando este le pasó una nota en la que decía que quería ser su amigo. Él era uno de los chavales más populares del instituto, así que Blessed le respondió con otra nota: «Vale». Pasó tiempo antes de que le permitiera convertirse en su novio. Cool Boy le dio otro papelito con su teléfono, pero ella lo tiró. Al día siguiente, en clase, Blessed vio que Cool Boy había inscrito su número a cuchillo en el pupitre. «Ahora, ya no podrás tirarlo», le dijo. Blessed no se resistió más; aquello molaba... y mucho. Pero había un problema: Cool Boy es musulmán. «No podéis salir juntos», le decía Salama, una de sus amigas. Blessed sabía que tenía razón. Sus padres nunca lo aprobarían. Si iban a casarse, Blessed tendría que convertirse al islam, y eso hundiría a su padre agente de Policía.
19:30 HORAS. SALAMA Y EL ÚLTIMO BAILE. La sala donde las chicas estudiaban estaba iluminada por las linternas. En Chibok no había electricidad y, al caer el sol, los dormitorios se sumían en una oscuridad total, solo rota por las linternas. Las chicas estaban en las camas, disfrutando de la pequeña bajada de temperatura, con sus manuales y cuadernos a mano. La jefa de la sala cogió un cubo y empezó a tamborilear. Salama, tímida y guapa, siempre vestida de forma inmaculada, estaba sentada en su cama mirando cómo Hadiza y otra muchacha se ponían a bailar. Blessed se levantó y se unió al grupo. Otras hicieron lo mismo. Las chicas estuvieron bailando durante horas; no recordaban haber bailado así hasta ese día.
23:45 HORAS. LLEGA EL TERROR. Todo empezó con unas secas detonaciones lejanas, que al poco se transformaron en estrépito. Endurance se incorporó de la cama. En Chibok había un guardia para vigilar la entrada y otro para el dormitorio. El guardia asignado al dormitorio descansaba cerca de ella; todos lo llamaban Kaka, el apelativo respetuoso con el que en Nigeria se designa a un varón de mayor edad. Kaka era un hombre muy mayor. Se levantó de la cama y dijo: «Voy a ver qué pasa». Endurance no quería quedarse esperando a que Kaka volviera. Fue corriendo con Mary a la sala de oraciones. Se pegaron a la pared; Endurance cogió a Mary de la mano y escuchó murmullos. «¿Son ellos?», preguntó una chica. «¿Son ellos?».Kaka regresó. Sabía lo que los de Boko Haram hacían a los hombres. «Quizá se apiaden de vosotras. Pero de mí no. Dejadme esconderme», dijo. Y desapareció en la noche.
23:55 HORAS. SECUESTRADAS. Varios hombres irrumpieron en el dormitorio. «¡Alá Akbar!», gritaron. Estaba oscuro y las estudiantes no podían verlos con claridad, pero un olor a sudor y adrenalina llenó la sala. «¡Alá Akbar!». «No son soldados», se dijo Blessed. «¡Que nadie se mueva!», gritó un hombre imponiéndose a la confusión. «Tiene que ser el jefe», pensó Endurance. «¿Dónde están los alumnos varones y los hombres del instituto?».«Solo vienen por las mañanas», respondió alguien. Los recién llegados no se conformaron. Querían máquinas. «¿Dónde está la máquina para fabricar ladrillos?». «No tenemos generador eléctrico», musitaron las chicas. «No tenemos una máquina para fabricar ladrillos». «¡Mentira! Si no nos lo decís... Ya habéis oído lo que hicimos en otros lugares... y aquí haremos lo mismo». El jefe volvió a tomar la palabra. «¡Poneos el hiyab. ¡Ahora!», gritó. Algunas de las chicas rebuscaron en sus carteras para dar con los pañuelos. Pero la mayoría, permaneció sentada.«¿No tenéis el pañuelo? ¿Sois cristianas?», preguntó el jefe. Las estudiantes asintieron. Endurance oyó que un hombre decía: «Y, bueno, ¿qué hacemos con estas? ¿Les prendemos fuego, como hicimos la última vez?». «No. Juntadlas a todas ordenó el jefe. ¡Y vámonos!».Antes de partir, los hombres incendiaron el dormitorio. Todo cuanto las chicas tenían fue pasto de las llamas.
00:10 HORAS. CAMINO A NINGUNA PARTE. Endurance empezó a rezar, sentada en el patio polvoriento. Mary temblaba a su lado. Con la mano izquierda apretó la derecha de Christina, otra de sus mejores amigas; con la izquierda agarraba la de Mary. Christina, a su vez, estaba apretando la de otra alumna, lo mismo que Mary, de tal forma que las jóvenes estaban todas con las manos entrelazadas. Endurance sentía que sus corazones latían como si fuesen uno solo. Vio que otros hombres se acercaban a la entrada. «¡Levantaos! gritaron. ¡Levantaos y echad a andar por este camino!».«No van a dejar que nos vayamos», se dijo Endurance. Se incorporó e hizo una súplica: «Dios, dame la dirección para volver a mi casa. No tengo miedo».Pasaron unos 15 minutos. Endurance empezó a trazar un plan. Se acercó a Christina y musitó: «Si vamos a ese lugar al que nos llevan, ¿crees que podremos escapar?».«¿Y qué hacemos?», preguntó Christina en kibaki el lenguaje tribal de Chibok dando por sentado que los de Boko Haram no las entenderían. «Bueno, si tratamos de escapar, aunque nos maten, nuestros padres por lo menos verán nuestros cuerpos», dijo Endurance. «¿Y cómo sabremos cuándo escapar?», preguntó Christina. «El Señor nos lo dirá cuando llegue el momento».
00:50 HORAS. ATRAPADAS. Llevarían una media hora caminando cuando los de Boko Haram les gritaron que se sentaran otra vez. Blessed apretó con fuerza la mano de Hadiza. Vio que un camión se acercaba hacia el grupo. «¡Las que quieran seguir vivas que se suban al camión! gritó el jefe. ¡Las que quieran morir que den un paso hacia mí!», agregó disparando al aire: bang, bang, bang. El camión empezó a moverse. Transcurrió una hora quizá máscuando Blessed oyó la voz de Hadiza: «¡Blessed! ¡Vamos! ¡Saltemos!».«¡Hadiza, estoy delante! ¡Hay gente encima de mí! No puedo».«Te oigo, Blessed. Pero ¡levántate! dijo su mejor amiga. ¡Por favor, tenemos que escapar!».«Muy bien, Hadiza. Voy», dijo Blessed. Trató de moverse, pero no podía. Las demás muchachas la tenían aprisionada entre un amasijo de cuerpos. «¡Hadiza! ¡No puedo levantarme! llamó Blessed. ¡Hadiza!».«Muy bien, Blessed, hasta que vuelvas...».
1:50 HORAS. SALTAR AL ABISMO. Algunas de las chicas saltaron y otras se cayeron. Otras se agarraron a las ramas de los árboles que peinaban el camión de caja descubierta y se escabulleron en la oscuridad. Endurance las contó: una, dos, tres... Endurance había prometido a Christina que Dios les haría saber cuándo había llegado el momento. ¿Y Dios ahora dónde se encontraba? De pronto advirtió que ya no estaba sujetando la mano de su amiga. Christina había desaparecido. ¡Había saltado!¿Se trataba de la señal de Dios? Endurance no se lo pensó más; se acuclilló y saltó al abismo.
6:00 HORAS. LA OTRA EVASIÓN. El Sol empezó a ascender por el horizonte, y las sombras informes fueron convirtiéndose en cuerpos y caras reconocibles. Blessed había visto que el camión cruzaba tres pueblos, pero había perdido la noción del tiempo. El vehículo se detuvo. Una avería. «¡Bajad!», ordenaron los hombres, y todas salieron al camino. «¡Sentaos ahí!», gritaron, señalando un terreno arenoso que había bajo un gran árbol. Las muchachas sabían que las horas corrían en su contra. Cuanto más tiempo estuvieran en poder de Boko Haram, más difícil les resultaría volver a sus vidas. Cuando la gente se enterara de lo que les había pasado, todos las considerarían deshonradas. Corrían historias de otras chicas que habían vuelto a sus hogares. Sus familias habían hecho lo posible por esconder la verdad a los vecinos. Si se enteraban, sus hijas nunca podrían casarse. Sus vidas estarían arruinadas para siempre. Blessed se levantó y caminó hacia el pasillo que habían formado los hombres. Salama la miraba. «¿Y Blessed qué está haciendo?», se preguntó. «Por favor, tengo que hacer mis necesidades...», dijo Blessed a uno de los hombres. Salama, al momento, se situó detrás de ella. Dos muchachas más hicieron otro tanto. «Vale, pero volved rápido», ordenó él.Las chicas no dijeron nada. Rodearon a los hombres y llegaron a unos arbustos, entre los que se acuclillaron. «Muy bien murmuró Blessed. Lo que tenemos que hacer es salir corriendo de aquí. Si nos persiguen y nos matan, que así sea. Pero ahora tenemos que correr». Las adolescentes asintieron. Blessed asomó la cabeza por entre los arbustos. Los hombres estaban dándoles las espaldas, más interesados en la comida que en otra cosa.«¡Ahora!», musitó Blessed. Las jóvenes echaron a correr. Corrieron y corrieron sin pensar. Sin hablar. Cuando se cansaban, paraban brevemente bajo los árboles aislados, apretándose contra la tierra reseca hasta tornarse muy pequeñas. Y seguían corriendo.
18:00 HORAS. FINAL DE LA HUIDA. Al atardecer, Blessed, Salama y otra estudiante (la cuarta había huido por otro camino) se tumbaron bajo un árbol. Oyeron el lejano mugido de una vaca y vieron la cabaña de un pastor. Las chicas hablaron entre ellas. «Esta gente está en la zona de Boko Haram. ¿Y si nos delatan?», preguntó Salama. Pero Blessed se mantuvo firme. Necesitaban comida. Entraron en la choza de paja y se encontraron a una pareja sentada a la luz del crepúsculo. «¿Sois de las chicas secuestradas por Boko Haram?», preguntó el hombre.Las muchachas asintieron. «Os oímos pasar anoche. Aquí estáis seguras», indicó. Las chicas no sabían si creerlo, pero no tenían elección. La mujer les dio ropas nuevas, para disfrazarlas, y bolsas de plástico donde esconder sus uniformes de colegialas. Les trajeron agua para lavarse y les dieron maíz para cenar. Las chicas esa noche lloraron, rezaron y durmieron juntas en el suelo. A la mañana siguiente, el pastor les dijo que fueran por el camino y preguntaran a la gente cómo volver a casa. Por la tarde, después de llevar todo el día andando, un motorista paró a su lado. «¿Qué hacéis aquí? preguntó. ¿Sois de las niñas raptadas en Chibok?».«Sí». «Subid a la moto». Una hora después estaban en casa. Allí, Blessed se reencontró con su amiga Hadiza, que también había logrado regresar después de saltar del camión.La siguiente visita fue la de Cool Boy. Blessed temía su reacción. ¿Pensaría que estaba deshonrada? «Siento mucho lo que te ha pasado», dijo el muchacho. La quería y prometió seguirla allí donde fuera.
19:00 HORAS. ENDURANCE. Endurance no podía correr. Se había lesionado la pierna al saltar del camión. Tuvo que arrastrarse para huir. Christina la encontró en la oscuridad, pero no fue capaz de levantarla. Endurance tuvo que seguir arrastrándose, con los brazos, con el estómago, con la espalda, por los matorrales. El suelo duro y los guijarros le rasgaban las ropas y la piel. Creyó oír unos disparos de bala. Pero tuvo suerte. Dieron con la gente adecuada. Un ciclista, un motorista después y un automovilista más tarde llevaron a Endurance y a Christina a sus casas. Al llegar a la puerta de la pequeña vivienda de sus padres, Endurance vio que sus familiares y sus vecinos estaban reunidos en la sala de estar. Todos lloraban. Cuando vio a sus padres, ella también rompió a llorar. La familia la llevó a un doctor para que le trataran las heridas. Nunca antes había estado en una consulta médica. Tenían que asegurarse de que los de Boko Haram no le habían hecho nada más. Después Endurance se cortó el pelo al cero. Desde entonces, Endurante sueña con las chicas secuestradas. En sus sueños los de Boko Haram regresan y la encierran en un cuarto. Cada día, si logra dormir, sueña. ¿Dónde estará Mary ahora? ¿Hice bien al saltar y dejarla en el camión?
DOS MESES DESPUÉS. Después de una de nuestras entrevistas, al atardecer, Endurance y yo estamos sentadas en su habitación. Me muestra fotografías en su teléfono móvil. «¿Cómo crees que podemos recuperar a las chicas?», pregunta levantando la mirada del móvil. «¿Tú qué crees, Endurance?», le pregunto yo. Piensa en silencio y finalmente contesta con solemnidad: «A las chicas les han arruinado la vida para siempre. Cuando vuelvan... nada, nada va a serles de ayuda. Nunca serán las mismas».
Preguntas sin respuesta
¿Dónde se encontraban los profesores durante el ataque? ¿Cómo reabrió el colegio sin un plan de seguridad? ¿Dónde están las niñas? En Nigeria, este tipo de preguntas rara vez reciben respuesta. El presidente, Goodluck Jonathan, necesitó tres semanas para reconocer la simple existencia del secuestro. Y, al hacerlo, admitió que no sabía dónde estaban las jóvenes. Boko Haram ha seguido extendiendose, ha secuestrado a más mujeres desde entonces y ha matado a casi tres mil personas en lo que va de año. Los medios internacionales se hicieron eco de lo sucedido en Chibok, y #BringBackOurGirls se convirtió en trendic topic. Pero con la misma rapidez el mundo se ha olvidado de ellas.
TÍTULO: ENTREVISTA, ALFREDO PEREZ RUBALCABA,.
Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibialidad contra la corrupción,.
Alfredo Pérez Rubalcaba: "Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibilidad contra la corrupción"
Entrevista
La mayoría de las chicas proceden de Whuntaku, una de las barriadas de Chibok, población enclavada en el noreste de Nigeria de la que nadie había oído hablar antes del 'incidente'. Hace unos años, el instituto femenino fue declarado mixto. Desde entonces, centenares de alumnos varones de la ciudad asistían a clase durante el día. Las chicas, en cambio, se quedaban a dormir en el centro. Las clases llevaban un mes suspendidas por las amenazas del grupo islamista Boko Haram, cuyo nombre viene a significar «la educación occidental es pecaminosa». El instituto tan solo había sido abierto para que las alumnas de último curso realizaran sus exámenes de ingreso en la universidad. Esa noche había 300 muchachas.
En Chibok no había una sola joven que oyera hablar de Boko Haram sin sentirse aterrada. Raptaban a las adolescentes y las obligaban a casarse, a cocinar y a cuidar de sus campamentos. Si una de las muchachas capturadas tenía un hijo de un guerrillero de Boko Haram cosa frecuente, los del grupo la obligaban a cocinar a su propio bebé y a mirar cómo los combatientes se lo comían. Las estudiantes estaban muertas de miedo. Las falsas alarmas eran habituales. Ese mismo lunes, cuando una de las alumnas vio que el subdirector recogía un papel del suelo en el que se avisaba de la llegada de Boko Haram, las chicas empezaron a cuchichear. La administración llamó a las alumnas. Se trataba de una broma dijeron, de una broma de mal gusto. Boko Haram no iba a venir; pero los exámenes sí que estaban al caer. Lo que tenían que hacer era mantener la calma y seguir estudiando.
14:00 HORAS. EL AÑO CRUCIAL DE ENDURANCE Y MARY. Para Endurance era su primer año en el instituto. Ella ya había tenido un encuentro con los hombres de Boko Haram. Irrumpieron en su anterior colegio. Obligaron a las muchachas a tumbarse en el suelo. Endurance no recordaba cuánto tiempo estuvo con los ojos cerrados; pero tenía clavadas sus palabras: «Hoy os dejamos en paz. Pero, si volvemos a ver a otra chica en este lugar, la mataremos». Después de aquel episodio, los padres de Endurance la matricularon en Chibok. Parecía más seguro. Su familia vive en Aspira-Ube, a 20 kilómetros de Chibok. Su padre es agricultor. La casa no cuenta con electricidad ni televisión, así que Endurance no lo tenía fácil para aprender inglés, el idioma que se usa en los exámenes de ingreso para la universidad. Sin embargo, sus padres habían puesto grandes esperanzas en ella, la menor de siete hermanos. Endurance quería ser microbióloga. Sus libros de biología eran sus pertenencias más preciadas. Por las noches, los amontonaba hasta formar una almohada con ellos. En la cama contigua descansaba su mejor amiga: Mary. Endurance la vio el primer día que llegó al instituto. Leía un libro mientras todas las demás perdían el tiempo con tonterías. Las dos jóvenes decidieron que este año iba a ser el más importante de sus vidas.
17:00 HORAS. BLESSED Y HADIZA, AMIGAS PARA SIEMPRE. Blessed y Hadiza tan solo se separaban durante las oraciones. Blessed es cristiana; Hadiza, musulmana. El año pasado, cuando Hadiza llegó a Chibok, en el dormitorio no quedaban camas libres; Blessed le ofreció la suya. Desde ese día lo compartían todo, hasta el colchón. Blessed es el tipo de chica a quien todas admiraban. Alta, segura de sí misma, su único 'problema' era un chico apodado Cool Boy. Todo empezó cuando este le pasó una nota en la que decía que quería ser su amigo. Él era uno de los chavales más populares del instituto, así que Blessed le respondió con otra nota: «Vale». Pasó tiempo antes de que le permitiera convertirse en su novio. Cool Boy le dio otro papelito con su teléfono, pero ella lo tiró. Al día siguiente, en clase, Blessed vio que Cool Boy había inscrito su número a cuchillo en el pupitre. «Ahora, ya no podrás tirarlo», le dijo. Blessed no se resistió más; aquello molaba... y mucho. Pero había un problema: Cool Boy es musulmán. «No podéis salir juntos», le decía Salama, una de sus amigas. Blessed sabía que tenía razón. Sus padres nunca lo aprobarían. Si iban a casarse, Blessed tendría que convertirse al islam, y eso hundiría a su padre agente de Policía.
19:30 HORAS. SALAMA Y EL ÚLTIMO BAILE. La sala donde las chicas estudiaban estaba iluminada por las linternas. En Chibok no había electricidad y, al caer el sol, los dormitorios se sumían en una oscuridad total, solo rota por las linternas. Las chicas estaban en las camas, disfrutando de la pequeña bajada de temperatura, con sus manuales y cuadernos a mano. La jefa de la sala cogió un cubo y empezó a tamborilear. Salama, tímida y guapa, siempre vestida de forma inmaculada, estaba sentada en su cama mirando cómo Hadiza y otra muchacha se ponían a bailar. Blessed se levantó y se unió al grupo. Otras hicieron lo mismo. Las chicas estuvieron bailando durante horas; no recordaban haber bailado así hasta ese día.
23:45 HORAS. LLEGA EL TERROR. Todo empezó con unas secas detonaciones lejanas, que al poco se transformaron en estrépito. Endurance se incorporó de la cama. En Chibok había un guardia para vigilar la entrada y otro para el dormitorio. El guardia asignado al dormitorio descansaba cerca de ella; todos lo llamaban Kaka, el apelativo respetuoso con el que en Nigeria se designa a un varón de mayor edad. Kaka era un hombre muy mayor. Se levantó de la cama y dijo: «Voy a ver qué pasa». Endurance no quería quedarse esperando a que Kaka volviera. Fue corriendo con Mary a la sala de oraciones. Se pegaron a la pared; Endurance cogió a Mary de la mano y escuchó murmullos. «¿Son ellos?», preguntó una chica. «¿Son ellos?».Kaka regresó. Sabía lo que los de Boko Haram hacían a los hombres. «Quizá se apiaden de vosotras. Pero de mí no. Dejadme esconderme», dijo. Y desapareció en la noche.
23:55 HORAS. SECUESTRADAS. Varios hombres irrumpieron en el dormitorio. «¡Alá Akbar!», gritaron. Estaba oscuro y las estudiantes no podían verlos con claridad, pero un olor a sudor y adrenalina llenó la sala. «¡Alá Akbar!». «No son soldados», se dijo Blessed. «¡Que nadie se mueva!», gritó un hombre imponiéndose a la confusión. «Tiene que ser el jefe», pensó Endurance. «¿Dónde están los alumnos varones y los hombres del instituto?».«Solo vienen por las mañanas», respondió alguien. Los recién llegados no se conformaron. Querían máquinas. «¿Dónde está la máquina para fabricar ladrillos?». «No tenemos generador eléctrico», musitaron las chicas. «No tenemos una máquina para fabricar ladrillos». «¡Mentira! Si no nos lo decís... Ya habéis oído lo que hicimos en otros lugares... y aquí haremos lo mismo». El jefe volvió a tomar la palabra. «¡Poneos el hiyab. ¡Ahora!», gritó. Algunas de las chicas rebuscaron en sus carteras para dar con los pañuelos. Pero la mayoría, permaneció sentada.«¿No tenéis el pañuelo? ¿Sois cristianas?», preguntó el jefe. Las estudiantes asintieron. Endurance oyó que un hombre decía: «Y, bueno, ¿qué hacemos con estas? ¿Les prendemos fuego, como hicimos la última vez?». «No. Juntadlas a todas ordenó el jefe. ¡Y vámonos!».Antes de partir, los hombres incendiaron el dormitorio. Todo cuanto las chicas tenían fue pasto de las llamas.
00:10 HORAS. CAMINO A NINGUNA PARTE. Endurance empezó a rezar, sentada en el patio polvoriento. Mary temblaba a su lado. Con la mano izquierda apretó la derecha de Christina, otra de sus mejores amigas; con la izquierda agarraba la de Mary. Christina, a su vez, estaba apretando la de otra alumna, lo mismo que Mary, de tal forma que las jóvenes estaban todas con las manos entrelazadas. Endurance sentía que sus corazones latían como si fuesen uno solo. Vio que otros hombres se acercaban a la entrada. «¡Levantaos! gritaron. ¡Levantaos y echad a andar por este camino!».«No van a dejar que nos vayamos», se dijo Endurance. Se incorporó e hizo una súplica: «Dios, dame la dirección para volver a mi casa. No tengo miedo».Pasaron unos 15 minutos. Endurance empezó a trazar un plan. Se acercó a Christina y musitó: «Si vamos a ese lugar al que nos llevan, ¿crees que podremos escapar?».«¿Y qué hacemos?», preguntó Christina en kibaki el lenguaje tribal de Chibok dando por sentado que los de Boko Haram no las entenderían. «Bueno, si tratamos de escapar, aunque nos maten, nuestros padres por lo menos verán nuestros cuerpos», dijo Endurance. «¿Y cómo sabremos cuándo escapar?», preguntó Christina. «El Señor nos lo dirá cuando llegue el momento».
00:50 HORAS. ATRAPADAS. Llevarían una media hora caminando cuando los de Boko Haram les gritaron que se sentaran otra vez. Blessed apretó con fuerza la mano de Hadiza. Vio que un camión se acercaba hacia el grupo. «¡Las que quieran seguir vivas que se suban al camión! gritó el jefe. ¡Las que quieran morir que den un paso hacia mí!», agregó disparando al aire: bang, bang, bang. El camión empezó a moverse. Transcurrió una hora quizá máscuando Blessed oyó la voz de Hadiza: «¡Blessed! ¡Vamos! ¡Saltemos!».«¡Hadiza, estoy delante! ¡Hay gente encima de mí! No puedo».«Te oigo, Blessed. Pero ¡levántate! dijo su mejor amiga. ¡Por favor, tenemos que escapar!».«Muy bien, Hadiza. Voy», dijo Blessed. Trató de moverse, pero no podía. Las demás muchachas la tenían aprisionada entre un amasijo de cuerpos. «¡Hadiza! ¡No puedo levantarme! llamó Blessed. ¡Hadiza!».«Muy bien, Blessed, hasta que vuelvas...».
1:50 HORAS. SALTAR AL ABISMO. Algunas de las chicas saltaron y otras se cayeron. Otras se agarraron a las ramas de los árboles que peinaban el camión de caja descubierta y se escabulleron en la oscuridad. Endurance las contó: una, dos, tres... Endurance había prometido a Christina que Dios les haría saber cuándo había llegado el momento. ¿Y Dios ahora dónde se encontraba? De pronto advirtió que ya no estaba sujetando la mano de su amiga. Christina había desaparecido. ¡Había saltado!¿Se trataba de la señal de Dios? Endurance no se lo pensó más; se acuclilló y saltó al abismo.
6:00 HORAS. LA OTRA EVASIÓN. El Sol empezó a ascender por el horizonte, y las sombras informes fueron convirtiéndose en cuerpos y caras reconocibles. Blessed había visto que el camión cruzaba tres pueblos, pero había perdido la noción del tiempo. El vehículo se detuvo. Una avería. «¡Bajad!», ordenaron los hombres, y todas salieron al camino. «¡Sentaos ahí!», gritaron, señalando un terreno arenoso que había bajo un gran árbol. Las muchachas sabían que las horas corrían en su contra. Cuanto más tiempo estuvieran en poder de Boko Haram, más difícil les resultaría volver a sus vidas. Cuando la gente se enterara de lo que les había pasado, todos las considerarían deshonradas. Corrían historias de otras chicas que habían vuelto a sus hogares. Sus familias habían hecho lo posible por esconder la verdad a los vecinos. Si se enteraban, sus hijas nunca podrían casarse. Sus vidas estarían arruinadas para siempre. Blessed se levantó y caminó hacia el pasillo que habían formado los hombres. Salama la miraba. «¿Y Blessed qué está haciendo?», se preguntó. «Por favor, tengo que hacer mis necesidades...», dijo Blessed a uno de los hombres. Salama, al momento, se situó detrás de ella. Dos muchachas más hicieron otro tanto. «Vale, pero volved rápido», ordenó él.Las chicas no dijeron nada. Rodearon a los hombres y llegaron a unos arbustos, entre los que se acuclillaron. «Muy bien murmuró Blessed. Lo que tenemos que hacer es salir corriendo de aquí. Si nos persiguen y nos matan, que así sea. Pero ahora tenemos que correr». Las adolescentes asintieron. Blessed asomó la cabeza por entre los arbustos. Los hombres estaban dándoles las espaldas, más interesados en la comida que en otra cosa.«¡Ahora!», musitó Blessed. Las jóvenes echaron a correr. Corrieron y corrieron sin pensar. Sin hablar. Cuando se cansaban, paraban brevemente bajo los árboles aislados, apretándose contra la tierra reseca hasta tornarse muy pequeñas. Y seguían corriendo.
18:00 HORAS. FINAL DE LA HUIDA. Al atardecer, Blessed, Salama y otra estudiante (la cuarta había huido por otro camino) se tumbaron bajo un árbol. Oyeron el lejano mugido de una vaca y vieron la cabaña de un pastor. Las chicas hablaron entre ellas. «Esta gente está en la zona de Boko Haram. ¿Y si nos delatan?», preguntó Salama. Pero Blessed se mantuvo firme. Necesitaban comida. Entraron en la choza de paja y se encontraron a una pareja sentada a la luz del crepúsculo. «¿Sois de las chicas secuestradas por Boko Haram?», preguntó el hombre.Las muchachas asintieron. «Os oímos pasar anoche. Aquí estáis seguras», indicó. Las chicas no sabían si creerlo, pero no tenían elección. La mujer les dio ropas nuevas, para disfrazarlas, y bolsas de plástico donde esconder sus uniformes de colegialas. Les trajeron agua para lavarse y les dieron maíz para cenar. Las chicas esa noche lloraron, rezaron y durmieron juntas en el suelo. A la mañana siguiente, el pastor les dijo que fueran por el camino y preguntaran a la gente cómo volver a casa. Por la tarde, después de llevar todo el día andando, un motorista paró a su lado. «¿Qué hacéis aquí? preguntó. ¿Sois de las niñas raptadas en Chibok?».«Sí». «Subid a la moto». Una hora después estaban en casa. Allí, Blessed se reencontró con su amiga Hadiza, que también había logrado regresar después de saltar del camión.La siguiente visita fue la de Cool Boy. Blessed temía su reacción. ¿Pensaría que estaba deshonrada? «Siento mucho lo que te ha pasado», dijo el muchacho. La quería y prometió seguirla allí donde fuera.
19:00 HORAS. ENDURANCE. Endurance no podía correr. Se había lesionado la pierna al saltar del camión. Tuvo que arrastrarse para huir. Christina la encontró en la oscuridad, pero no fue capaz de levantarla. Endurance tuvo que seguir arrastrándose, con los brazos, con el estómago, con la espalda, por los matorrales. El suelo duro y los guijarros le rasgaban las ropas y la piel. Creyó oír unos disparos de bala. Pero tuvo suerte. Dieron con la gente adecuada. Un ciclista, un motorista después y un automovilista más tarde llevaron a Endurance y a Christina a sus casas. Al llegar a la puerta de la pequeña vivienda de sus padres, Endurance vio que sus familiares y sus vecinos estaban reunidos en la sala de estar. Todos lloraban. Cuando vio a sus padres, ella también rompió a llorar. La familia la llevó a un doctor para que le trataran las heridas. Nunca antes había estado en una consulta médica. Tenían que asegurarse de que los de Boko Haram no le habían hecho nada más. Después Endurance se cortó el pelo al cero. Desde entonces, Endurante sueña con las chicas secuestradas. En sus sueños los de Boko Haram regresan y la encierran en un cuarto. Cada día, si logra dormir, sueña. ¿Dónde estará Mary ahora? ¿Hice bien al saltar y dejarla en el camión?
DOS MESES DESPUÉS. Después de una de nuestras entrevistas, al atardecer, Endurance y yo estamos sentadas en su habitación. Me muestra fotografías en su teléfono móvil. «¿Cómo crees que podemos recuperar a las chicas?», pregunta levantando la mirada del móvil. «¿Tú qué crees, Endurance?», le pregunto yo. Piensa en silencio y finalmente contesta con solemnidad: «A las chicas les han arruinado la vida para siempre. Cuando vuelvan... nada, nada va a serles de ayuda. Nunca serán las mismas».
Preguntas sin respuesta
¿Dónde se encontraban los profesores durante el ataque? ¿Cómo reabrió el colegio sin un plan de seguridad? ¿Dónde están las niñas? En Nigeria, este tipo de preguntas rara vez reciben respuesta. El presidente, Goodluck Jonathan, necesitó tres semanas para reconocer la simple existencia del secuestro. Y, al hacerlo, admitió que no sabía dónde estaban las jóvenes. Boko Haram ha seguido extendiendose, ha secuestrado a más mujeres desde entonces y ha matado a casi tres mil personas en lo que va de año. Los medios internacionales se hicieron eco de lo sucedido en Chibok, y #BringBackOurGirls se convirtió en trendic topic. Pero con la misma rapidez el mundo se ha olvidado de ellas.
TÍTULO: ENTREVISTA, ALFREDO PEREZ RUBALCABA,.
Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibialidad contra la corrupción,.
Alfredo Pérez Rubalcaba: "Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibilidad contra la corrupción"
Alfredo Pérez Rubalcaba: "Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibilidad contra la corrupción"
Alfredo Pérez Rubalcaba concede a
'XLSemanal' su primera entrevista desde que dejó la Secretaría General
del PSOE. Se fue de forma precipitada tras la derrota en las elecciones
europeas. Ahora, cuando echa la vista atrás, dice sentirse aliviado. Nos
recibe en su casa.
En estos días, Alfredo Pérez Rubalcaba se adapta a su nueva rutina. Ha
vuelto a impartir clases de Química en la Universidad Complutense, se
reencuentra con sus mejores amigos, intenta compensar a su mujer las
largas ausencias, pone en orden los papeles de su despacho y comparte
reflexiones con sus seguidores de Facebook porque, pese a haberse marchado, dejar la política del todo le resulta imposible.
Esta es la primera vez que abre las puertas de su casa de toda la vida a un medio de comunicación. Está tranquilo. Incluso se alegra al pensar que puede decepcionar a quienes piensan que le angustia que el teléfono ya no suene. Él dice que por fin puede leer sin ser interrumpido cada cinco minutos, pero la realidad es que su móvil sigue sonando durante la entrevista.
XLSemanal. ¿Cómo lleva alguien que ha sido el jefe de la oposición pasar a dar clases de Química en la universidad?
Alfredo Pérez Rubalcaba. No me ha costado. Siempre supe que acabaría volviendo. En política hay que trabajar a tope, como si fueras a estar toda la vida, pero sabiendo que te puedes ir al día siguiente. Por otra parte, nunca he perdido a mis amigos de la facultad. Con ellos ceno muchos sábados y paso las vacaciones en Asturias. Ahora, cuando tomo café, he sustituido a Óscar [López] y Elena [Valenciano] por Odón y José.
XL. Igual en la facultad ya no lo esperaban de vuelta...
A.P.R. No, no me esperaban. En 1998 y 1999 volví a clase: daba todos los lunes un seminario de Química Orgánica. Lo dejé porque, cuando ETA rompió la tregua de 1998, tuve problemas de seguridad. En aquella época, yo era el responsable de la política antiterrorista del PSOE.
XL. Es doctor en Química Orgánica, pero resulta llamativo que no dé clases en la Facultad de Políticas.
A.P.R. Ejercer la política es distinto que enseñarla. Dar clase es algo más: hay que sistematizar lo que uno ha aprendido. Puedo aportar mis conocimientos prácticos, admito que puedo ser un conferenciante ameno, un asesor interesante... pero dar un curso de política es distinto. Me costaría, pero no lo descarto. Además, tengo varias ofertas.
XL. ¿Cómo lleva Pilar, su mujer, tenerlo ahora en casa?
A.P.R. Todavía se sorprende cuando llega y encuentra las luces encendidas. Por primera vez en muchísimos años, el final de estas vacaciones lo decidió su calendario laboral y no el mío. Tengo tanto que compensarle..., lo sé. He estado mucho tiempo fuera de casa.
XL. ¿Siente nostalgia?
A.P.R. No, alivio. Mis últimos ocho años en política han sido durísimos: pasé casi seis en el Ministerio del Interior y otros dos y medio como secretario general del PSOE. Es más, cada mañana, en la ducha hago un ejercicio muy elemental: pienso qué cosas no voy a hacer y a qué personas no voy a ver, y cojo el coche y voy a la facultad más contento que unas castañuelas.
XL. ¿Se planteó dejar la política antes?
A.P.R. Sí. En 2008, cuando José Luis Rodríguez Zapatero ganó por segunda vez las elecciones generales y yo era ministro del Interior. Quise dejar el Gobierno e iniciar la salida. Como le decía a José Luis, quería salir como salen los buzos del agua, despacio para que la presión se iguale. Dejar la primera línea de la política, estar cuatro años de diputado, echarle una mano en la dirección del PSOE y luego dejar la política del todo.
XL. Al final fueron seis años más y no fue una salida de buzo...
A.P.R. Sí, al final la salida fue más bien precipitada, aunque siempre la tuve en la cabeza. Yo iba a anunciar que no iba a presentarme a las primarias antes del verano. Ya había decidido anunciar que no iba a ir; es más, yo eso lo sabía en el Congreso de Sevilla [en el que se hizo con el liderazgo del PSOE frente a Carme Chacón]. Yo no podía ser candidato otra vez. Algunas personas cercanas conocían mi decisión.
XL. ¿Hay algo más adictivo que el poder?
A.P.R. El poder es parte de la vida de la gente. Es ser jefe de un departamento, director general de una empresa o director de un periódico. En el fondo, los mecanismos por los que se acaba decidiendo quién ocupa esos puestos no son muy diferentes a los que se utilizan para elegir a los responsables políticos.
XL. Pero la política afecta a toda la ciudadanía.
A.P.R. El poder político es delegado. Quien lo recibe debe entender que no hay nada más importante que esta responsabilidad. Cuando piensas que ya no puedes trabajar 14 horas al día siete días a la semana, tienes que dejarlo. Ese es el final. El poder político debe servir para echar una mano a la gente. Eso es lo que echo de menos ahora. Antes, cuando había problemas, podía ayudar intentando llevar un asunto al Parlamento y, si estaba en el Gobierno, ni te cuento. Así concibo yo el poder.
XL. Siempre podrá llamar a sus compañeros del PSOE.
A.P.R. Ahora puedo descolgar el teléfono y decirles a mis amigos: «Esto es insostenible; a ver si podéis hacer tal cosa», pero no pasa de ser un consejo amistoso que procuro no dar.
XL. ¿No los llama entonces?
A.P.R. No porque, cuando te vas, te vas. Y si te vas a medias, no estás contento tú ni quien te sustituye.
XL. ¿Cómo ve a Pedro Sánchez como nuevo secretario general del PSOE?
A.P.R. Está haciéndolo muy bien en momentos difíciles, lo cual tiene doble mérito. Dirigir el PSOE en estos momentos es una tarea de una dificultad enorme.
XL. ¿Qué visión tiene del actual desprestigio de los políticos?
A.P.R. Es terrible que un golfo manche la vida de todos los que no lo somos. El que haya políticos corruptos no nos hace corruptos a todos. La inmensa mayoría de los políticos no somos así. El otro día leí un artículo que decía que los partidos nuevos tienen la obligación de demostrar que el poder no corrompe. ¿Por qué tiene que venir uno nuevo a demostrar que el poder no corrompe? Yo he tenido poder y no me he corrompido. Pero, para acabar con la corrupción, hay que prevenirla. Cuando alguien se corrompe y va al banquillo, ya el mal está hecho, el problema es la prevención. Y solo se me ocurre prevenir este problema de una forma: que el corrupto sepa que es muy fácil que lo pillen y que irá a la cárcel. Hablo, por supuesto, de controles previos.
XL. En esta situación, ¿considera necesario un pacto de los dos grandes partidos contra la corrupción?
A.P.R. Desgraciadamente, el Partido Popular y el PSOE no tenemos credibilidad en este asunto. La fórmula es que la solución venga de fuera: que llamemos a quienes han pensado en estos temas a poner en marcha una comisión en el Parlamento, que hagan unas propuestas y nosotros las asumamos. Debemos buscar una credibilidad que no tenemos fuera y, por tanto, no creo tanto en un gran pacto entre partidos como en un pacto de los partidos con la sociedad, que la solución venga de fuera hacia dentro.
XL. ¿Cómo analiza la llegada de Podemos? Las encuestas los sitúan incluso por delante del PP.
A.P.R. Las encuestas hay que leerlas, tomar nota y a continuación ponerse manos a la obra. Hace un año, ninguna encuesta hablaba de Podemos. La situación es muy cambiante y, por ello, hay que tener en cuenta la foto sin olvidar que dentro de unos meses puede ser distinta.
XL. Con todos estos cambios políticos y la aparición de nuevos partidos, ¿cree que en diez años seguirán existiendo PP y PSOE?
A.P.R. Sí, claro.
XL. A lo mejor el año que viene el PSOE necesita pactar con Podemos o con el PP, ¿usted qué haría?
A.P.R. Eso ya lo veremos. Es una pregunta muy buena para ese momento y para Pedro Sánchez.
XL. ¿Cuál cree que es el éxito de Podemos?
A.P.R. Ellos han hecho una cosa que les ha dado relevancia. No es, como dicen algunos, que Podemos diga lo que la gente quiere oír. Es que Podemos repite lo que la gente dice. Ahora tiene que dar un paso más y explicar cómo va a arreglar aquello que denuncia. Por ejemplo, si ese partido dice que en Cataluña quieren que los catalanes voten como los escoceses, hasta ahí está con la mayoría de los catalanes, pero hace falta que nos diga si apoyaría el 'sí' o el 'no' a la independencia.
XL. ¿Qué lectura hace de la votación del 9 de noviembre en Cataluña?
A.P.R. Es una foto de la realidad. Hay dos millones de catalanes que fueron a votar y la mayoría lo hizo a favor de la independencia, y hay otros cuatro millones largos que se quedaron en casa y que parecen estar en una posición distinta. Lo que procede ahora es pedir a Artur Mas que se preocupe de lo que piensan y sienten los cuatro millones que no fueron a votar, y a Mariano Rajoy que se preocupe de los dos millones que sí fueron a votar. Y, a continuación, recordarles que son presidentes de todos ellos y que no se equivoquen, porque ni todos los que votaron son de Mas ni el resto de Rajoy.
XL. Lo que propone el PSC, en cambio, parece insuficiente para unos y demasiado para otros.
A.P.R. Frente a la independencia no vale no hacer nada. La respuesta no puede ser cerrarnos en banda en la Constitución. El único proyecto que hay encima de la mesa es el del PSC y el del PSOE, que es la reforma de la Constitución. No hay otro. Rajoy tiende a pensar que el tiempo arregla las cosas, pero hay cosas que el tiempo no arregla. Y mucho me temo que las dificultades de convivencia entre Cataluña y el resto de España es una de ellas; porque en Cataluña entierran con la senyera y bautizan con la estelada. Por ello, el tiempo y la biología no ayudan a los que defendemos la unidad de España.
XL. Pero si para reformar la Constitución es necesario el voto del PP y Rajoy se niega a modificar el texto...
A.P.R. Necesitamos que el PP reflexione. Cambiar la Carta Magna puede resolver el conjunto del problema autonómico. Es una necesidad de Cataluña, pero también del resto de las comunidades de España. Nos permitirá, por ejemplo, delimitar las competencias para evitar que el Estado se meta donde no debe, para evitar conflictos competenciales y solapamientos. Cuando me hablan del inmovilismo de la derecha, siempre pienso que si fuera por el PP no tendríamos ni Título VIII en la Constitución [que establece la actual organización territorial del Estado], ni aborto ni un sistema nacional de salud... Aspiramos a convencer al PP de que la reforma constitucional es buena para España como los convencimos en su día de que el Título VIII era necesario.
XL. ¿Tiene vigencia el documento territorial que ustedes firmaron en Granada y que reclama una reforma constitucional y una España federal?
A.P.R. Por supuesto. Debemos modificar nuestra Constitución, hacerlo con consenso, de forma medida, y que todas las comunidades ganen. Y en ese marco reconocer las singularidades de Cataluña, que las tiene. Eso reforzará la unidad de España. No debemos olvidar que federar significa eso: unir.
XL. En su hoja de servicios al Estado, ¿de qué se siente más orgulloso?
A.P.R. Del final del terrorismo de ETA, que no es solo mío. Es un triunfo de todos y, ahora que hemos perdido la confianza colectiva, que el país duda de sí mismo, merece la pena recordar que ETA renunció definitivamente a la violencia en 2011. Somos un país que ha aguantado, que ha resistido y que ha vencido.
XL. ¿Se le ha reconocido su trabajo para acabar con ETA
A.P.R. No me preocupa. Me critican que no saqué la cabeza, que tanto Zapatero como yo no sacamos pecho, pero creo que fue una tarea de todos. Es verdad que la violencia acabó cuando yo era ministro y José Luis, presidente. Pero es el resultado del esfuerzo de muchos, pienso, por ejemplo, en las Fuerzas de Seguridad del Estado, en los jueces y en los fiscales y en la dignidad de quienes más sufrieron: las víctimas. Siempre me ha dado pudor apropiarme de una cosa que no es mía. Para conseguirlo, fue muy importante el pacto antiterrorista. Lo propuso Zapatero y lo redacté yo con Javier Zarzalejos [PP]. Tengo todavía en mi ordenador párrafos enteros del pacto.
XL. ¿Cuáles han sido los momentos más duros que le ha tocado vivir en política?
A.P.R. Los atentados de ETA cuando fui ministro del Interior. Había oído a varios ministros hablarme de ello. Pero hasta que lo vives no te das cuenta de lo que puedes llegar a sufrir y, sobre todo, de lo que puedes llegar a responsabilizarte, porque cuando te encuentras con los familiares y con el féretro, hay una responsabilidad objetiva tuya: tú eres el ministro.
XL. ¿Algo que se vio obligado a hacer y no le gustó?
A.P.R. La reforma de la Constitución [que incluyó el principio de 'estabilidad presupuestaria']. Tuve que defenderla. Ni me gustaba ni creía que fuera buena.
XL. ¿Se intentó plantar?
A.P.R. La cambié, la modificamos mucho, pero no podía. Pertenezco a una cultura política en la que el partido no deja caer a su presidente del Gobierno. Y si yo hubiera dicho que no a la reforma, el grupo parlamentario me hubiera podido seguir y Zapatero habría tenido que dimitir. Yo sabía que no podía hacerlo y creo que él también.
XL. ¿Algo que le hubiera gustado hacer y no pudo?
A.P.R. Erradicar la violencia contra las mujeres. Me encontré mucho trabajo hecho de mi antecesor en Interior, José Antonio Alonso. Atendíamos a muchas mujeres perseguidas, había unidades en las comisarías y en los cuarteles que funcionaban muy bien, pero al final la violencia sigue. Ahora veo algunos comportamientos en los institutos de secundaria que me preocupan. Nuevas formas de violencia soterrada en los chavales.
XL. ¿Siente haber sido injusto con alguien?
A.P.R. Hace semanas murió mi cuñado. Al entierro vinieron familiares y uno de ellos me dijo: «Ahora que has dejado la política, te voy a decir que en estos años apellidarse Rubalcaba ha sido muy difícil». Y es verdad. La peor época para mi familia fue el 11-M. Antes de realizar aquella famosa declaración, pensé mucho la frase: «No nos merecemos un Gobierno que nos mienta». Se la consulté a Zapatero y él me preguntó: «¿Estás seguro de que eso es lo que hay que decir?». Le dije que sí y me respondió: «Pues hazlo». Cuando acabé la comparecencia ante los medios, pensé que debía hablar con Pilar. En lo que tardé en subir de la sala de prensa de Ferraz al despacho de la cuarta planta ya habían llamado dos personas a mi casa. Buscaron el teléfono para insultarme, me rayaron el coche, me insultaron por la calle... tuve unos años muy duros. Mi familia ha sufrido mucho por mi culpa. Con ellos he sido muy injusto.
XL. ¿Alguna vez se quedó corto?
A.P.R. Claro. En 1995, un día, Felipe González me dijo una cosa que entonces no entendí: «El secretario general del PSOE tiene que callarse y tragar y tragar muchas más cosas de las que te imaginas». Yo pensé... «será el presidente del Gobierno, no el secretario general del PSOE». Pues no. La cantidad de veces que me he mordido la lengua en estos dos años y medio... con algunos de los propios.
XL. ¿Ve cerca la salida de la crisis?
A.P.R. Hay muchísimas incertidumbres. El crecimiento no acaba de consolidarse, pero la desigualdad lo hace a una velocidad terrible. Y lo peor es que, cuando se consolida la desigualdad, es muy difícil echarla atrás. Hay sectores sociales que en un año, dos o tres están perdiendo lo que conquistaron con mucho esfuerzo durante 25. La destrucción de clase media en España está aumentando la desigualdad.
Esta es la primera vez que abre las puertas de su casa de toda la vida a un medio de comunicación. Está tranquilo. Incluso se alegra al pensar que puede decepcionar a quienes piensan que le angustia que el teléfono ya no suene. Él dice que por fin puede leer sin ser interrumpido cada cinco minutos, pero la realidad es que su móvil sigue sonando durante la entrevista.
XLSemanal. ¿Cómo lleva alguien que ha sido el jefe de la oposición pasar a dar clases de Química en la universidad?
Alfredo Pérez Rubalcaba. No me ha costado. Siempre supe que acabaría volviendo. En política hay que trabajar a tope, como si fueras a estar toda la vida, pero sabiendo que te puedes ir al día siguiente. Por otra parte, nunca he perdido a mis amigos de la facultad. Con ellos ceno muchos sábados y paso las vacaciones en Asturias. Ahora, cuando tomo café, he sustituido a Óscar [López] y Elena [Valenciano] por Odón y José.
XL. Igual en la facultad ya no lo esperaban de vuelta...
A.P.R. No, no me esperaban. En 1998 y 1999 volví a clase: daba todos los lunes un seminario de Química Orgánica. Lo dejé porque, cuando ETA rompió la tregua de 1998, tuve problemas de seguridad. En aquella época, yo era el responsable de la política antiterrorista del PSOE.
XL. Es doctor en Química Orgánica, pero resulta llamativo que no dé clases en la Facultad de Políticas.
A.P.R. Ejercer la política es distinto que enseñarla. Dar clase es algo más: hay que sistematizar lo que uno ha aprendido. Puedo aportar mis conocimientos prácticos, admito que puedo ser un conferenciante ameno, un asesor interesante... pero dar un curso de política es distinto. Me costaría, pero no lo descarto. Además, tengo varias ofertas.
XL. ¿Cómo lleva Pilar, su mujer, tenerlo ahora en casa?
A.P.R. Todavía se sorprende cuando llega y encuentra las luces encendidas. Por primera vez en muchísimos años, el final de estas vacaciones lo decidió su calendario laboral y no el mío. Tengo tanto que compensarle..., lo sé. He estado mucho tiempo fuera de casa.
XL. ¿Siente nostalgia?
A.P.R. No, alivio. Mis últimos ocho años en política han sido durísimos: pasé casi seis en el Ministerio del Interior y otros dos y medio como secretario general del PSOE. Es más, cada mañana, en la ducha hago un ejercicio muy elemental: pienso qué cosas no voy a hacer y a qué personas no voy a ver, y cojo el coche y voy a la facultad más contento que unas castañuelas.
XL. ¿Se planteó dejar la política antes?
A.P.R. Sí. En 2008, cuando José Luis Rodríguez Zapatero ganó por segunda vez las elecciones generales y yo era ministro del Interior. Quise dejar el Gobierno e iniciar la salida. Como le decía a José Luis, quería salir como salen los buzos del agua, despacio para que la presión se iguale. Dejar la primera línea de la política, estar cuatro años de diputado, echarle una mano en la dirección del PSOE y luego dejar la política del todo.
XL. Al final fueron seis años más y no fue una salida de buzo...
A.P.R. Sí, al final la salida fue más bien precipitada, aunque siempre la tuve en la cabeza. Yo iba a anunciar que no iba a presentarme a las primarias antes del verano. Ya había decidido anunciar que no iba a ir; es más, yo eso lo sabía en el Congreso de Sevilla [en el que se hizo con el liderazgo del PSOE frente a Carme Chacón]. Yo no podía ser candidato otra vez. Algunas personas cercanas conocían mi decisión.
XL. ¿Hay algo más adictivo que el poder?
A.P.R. El poder es parte de la vida de la gente. Es ser jefe de un departamento, director general de una empresa o director de un periódico. En el fondo, los mecanismos por los que se acaba decidiendo quién ocupa esos puestos no son muy diferentes a los que se utilizan para elegir a los responsables políticos.
XL. Pero la política afecta a toda la ciudadanía.
A.P.R. El poder político es delegado. Quien lo recibe debe entender que no hay nada más importante que esta responsabilidad. Cuando piensas que ya no puedes trabajar 14 horas al día siete días a la semana, tienes que dejarlo. Ese es el final. El poder político debe servir para echar una mano a la gente. Eso es lo que echo de menos ahora. Antes, cuando había problemas, podía ayudar intentando llevar un asunto al Parlamento y, si estaba en el Gobierno, ni te cuento. Así concibo yo el poder.
XL. Siempre podrá llamar a sus compañeros del PSOE.
A.P.R. Ahora puedo descolgar el teléfono y decirles a mis amigos: «Esto es insostenible; a ver si podéis hacer tal cosa», pero no pasa de ser un consejo amistoso que procuro no dar.
XL. ¿No los llama entonces?
A.P.R. No porque, cuando te vas, te vas. Y si te vas a medias, no estás contento tú ni quien te sustituye.
XL. ¿Cómo ve a Pedro Sánchez como nuevo secretario general del PSOE?
A.P.R. Está haciéndolo muy bien en momentos difíciles, lo cual tiene doble mérito. Dirigir el PSOE en estos momentos es una tarea de una dificultad enorme.
XL. ¿Qué visión tiene del actual desprestigio de los políticos?
A.P.R. Es terrible que un golfo manche la vida de todos los que no lo somos. El que haya políticos corruptos no nos hace corruptos a todos. La inmensa mayoría de los políticos no somos así. El otro día leí un artículo que decía que los partidos nuevos tienen la obligación de demostrar que el poder no corrompe. ¿Por qué tiene que venir uno nuevo a demostrar que el poder no corrompe? Yo he tenido poder y no me he corrompido. Pero, para acabar con la corrupción, hay que prevenirla. Cuando alguien se corrompe y va al banquillo, ya el mal está hecho, el problema es la prevención. Y solo se me ocurre prevenir este problema de una forma: que el corrupto sepa que es muy fácil que lo pillen y que irá a la cárcel. Hablo, por supuesto, de controles previos.
XL. En esta situación, ¿considera necesario un pacto de los dos grandes partidos contra la corrupción?
A.P.R. Desgraciadamente, el Partido Popular y el PSOE no tenemos credibilidad en este asunto. La fórmula es que la solución venga de fuera: que llamemos a quienes han pensado en estos temas a poner en marcha una comisión en el Parlamento, que hagan unas propuestas y nosotros las asumamos. Debemos buscar una credibilidad que no tenemos fuera y, por tanto, no creo tanto en un gran pacto entre partidos como en un pacto de los partidos con la sociedad, que la solución venga de fuera hacia dentro.
XL. ¿Cómo analiza la llegada de Podemos? Las encuestas los sitúan incluso por delante del PP.
A.P.R. Las encuestas hay que leerlas, tomar nota y a continuación ponerse manos a la obra. Hace un año, ninguna encuesta hablaba de Podemos. La situación es muy cambiante y, por ello, hay que tener en cuenta la foto sin olvidar que dentro de unos meses puede ser distinta.
XL. Con todos estos cambios políticos y la aparición de nuevos partidos, ¿cree que en diez años seguirán existiendo PP y PSOE?
A.P.R. Sí, claro.
XL. A lo mejor el año que viene el PSOE necesita pactar con Podemos o con el PP, ¿usted qué haría?
A.P.R. Eso ya lo veremos. Es una pregunta muy buena para ese momento y para Pedro Sánchez.
XL. ¿Cuál cree que es el éxito de Podemos?
A.P.R. Ellos han hecho una cosa que les ha dado relevancia. No es, como dicen algunos, que Podemos diga lo que la gente quiere oír. Es que Podemos repite lo que la gente dice. Ahora tiene que dar un paso más y explicar cómo va a arreglar aquello que denuncia. Por ejemplo, si ese partido dice que en Cataluña quieren que los catalanes voten como los escoceses, hasta ahí está con la mayoría de los catalanes, pero hace falta que nos diga si apoyaría el 'sí' o el 'no' a la independencia.
XL. ¿Qué lectura hace de la votación del 9 de noviembre en Cataluña?
A.P.R. Es una foto de la realidad. Hay dos millones de catalanes que fueron a votar y la mayoría lo hizo a favor de la independencia, y hay otros cuatro millones largos que se quedaron en casa y que parecen estar en una posición distinta. Lo que procede ahora es pedir a Artur Mas que se preocupe de lo que piensan y sienten los cuatro millones que no fueron a votar, y a Mariano Rajoy que se preocupe de los dos millones que sí fueron a votar. Y, a continuación, recordarles que son presidentes de todos ellos y que no se equivoquen, porque ni todos los que votaron son de Mas ni el resto de Rajoy.
XL. Lo que propone el PSC, en cambio, parece insuficiente para unos y demasiado para otros.
A.P.R. Frente a la independencia no vale no hacer nada. La respuesta no puede ser cerrarnos en banda en la Constitución. El único proyecto que hay encima de la mesa es el del PSC y el del PSOE, que es la reforma de la Constitución. No hay otro. Rajoy tiende a pensar que el tiempo arregla las cosas, pero hay cosas que el tiempo no arregla. Y mucho me temo que las dificultades de convivencia entre Cataluña y el resto de España es una de ellas; porque en Cataluña entierran con la senyera y bautizan con la estelada. Por ello, el tiempo y la biología no ayudan a los que defendemos la unidad de España.
XL. Pero si para reformar la Constitución es necesario el voto del PP y Rajoy se niega a modificar el texto...
A.P.R. Necesitamos que el PP reflexione. Cambiar la Carta Magna puede resolver el conjunto del problema autonómico. Es una necesidad de Cataluña, pero también del resto de las comunidades de España. Nos permitirá, por ejemplo, delimitar las competencias para evitar que el Estado se meta donde no debe, para evitar conflictos competenciales y solapamientos. Cuando me hablan del inmovilismo de la derecha, siempre pienso que si fuera por el PP no tendríamos ni Título VIII en la Constitución [que establece la actual organización territorial del Estado], ni aborto ni un sistema nacional de salud... Aspiramos a convencer al PP de que la reforma constitucional es buena para España como los convencimos en su día de que el Título VIII era necesario.
XL. ¿Tiene vigencia el documento territorial que ustedes firmaron en Granada y que reclama una reforma constitucional y una España federal?
A.P.R. Por supuesto. Debemos modificar nuestra Constitución, hacerlo con consenso, de forma medida, y que todas las comunidades ganen. Y en ese marco reconocer las singularidades de Cataluña, que las tiene. Eso reforzará la unidad de España. No debemos olvidar que federar significa eso: unir.
XL. En su hoja de servicios al Estado, ¿de qué se siente más orgulloso?
A.P.R. Del final del terrorismo de ETA, que no es solo mío. Es un triunfo de todos y, ahora que hemos perdido la confianza colectiva, que el país duda de sí mismo, merece la pena recordar que ETA renunció definitivamente a la violencia en 2011. Somos un país que ha aguantado, que ha resistido y que ha vencido.
XL. ¿Se le ha reconocido su trabajo para acabar con ETA
A.P.R. No me preocupa. Me critican que no saqué la cabeza, que tanto Zapatero como yo no sacamos pecho, pero creo que fue una tarea de todos. Es verdad que la violencia acabó cuando yo era ministro y José Luis, presidente. Pero es el resultado del esfuerzo de muchos, pienso, por ejemplo, en las Fuerzas de Seguridad del Estado, en los jueces y en los fiscales y en la dignidad de quienes más sufrieron: las víctimas. Siempre me ha dado pudor apropiarme de una cosa que no es mía. Para conseguirlo, fue muy importante el pacto antiterrorista. Lo propuso Zapatero y lo redacté yo con Javier Zarzalejos [PP]. Tengo todavía en mi ordenador párrafos enteros del pacto.
XL. ¿Cuáles han sido los momentos más duros que le ha tocado vivir en política?
A.P.R. Los atentados de ETA cuando fui ministro del Interior. Había oído a varios ministros hablarme de ello. Pero hasta que lo vives no te das cuenta de lo que puedes llegar a sufrir y, sobre todo, de lo que puedes llegar a responsabilizarte, porque cuando te encuentras con los familiares y con el féretro, hay una responsabilidad objetiva tuya: tú eres el ministro.
XL. ¿Algo que se vio obligado a hacer y no le gustó?
A.P.R. La reforma de la Constitución [que incluyó el principio de 'estabilidad presupuestaria']. Tuve que defenderla. Ni me gustaba ni creía que fuera buena.
XL. ¿Se intentó plantar?
A.P.R. La cambié, la modificamos mucho, pero no podía. Pertenezco a una cultura política en la que el partido no deja caer a su presidente del Gobierno. Y si yo hubiera dicho que no a la reforma, el grupo parlamentario me hubiera podido seguir y Zapatero habría tenido que dimitir. Yo sabía que no podía hacerlo y creo que él también.
XL. ¿Algo que le hubiera gustado hacer y no pudo?
A.P.R. Erradicar la violencia contra las mujeres. Me encontré mucho trabajo hecho de mi antecesor en Interior, José Antonio Alonso. Atendíamos a muchas mujeres perseguidas, había unidades en las comisarías y en los cuarteles que funcionaban muy bien, pero al final la violencia sigue. Ahora veo algunos comportamientos en los institutos de secundaria que me preocupan. Nuevas formas de violencia soterrada en los chavales.
XL. ¿Siente haber sido injusto con alguien?
A.P.R. Hace semanas murió mi cuñado. Al entierro vinieron familiares y uno de ellos me dijo: «Ahora que has dejado la política, te voy a decir que en estos años apellidarse Rubalcaba ha sido muy difícil». Y es verdad. La peor época para mi familia fue el 11-M. Antes de realizar aquella famosa declaración, pensé mucho la frase: «No nos merecemos un Gobierno que nos mienta». Se la consulté a Zapatero y él me preguntó: «¿Estás seguro de que eso es lo que hay que decir?». Le dije que sí y me respondió: «Pues hazlo». Cuando acabé la comparecencia ante los medios, pensé que debía hablar con Pilar. En lo que tardé en subir de la sala de prensa de Ferraz al despacho de la cuarta planta ya habían llamado dos personas a mi casa. Buscaron el teléfono para insultarme, me rayaron el coche, me insultaron por la calle... tuve unos años muy duros. Mi familia ha sufrido mucho por mi culpa. Con ellos he sido muy injusto.
XL. ¿Alguna vez se quedó corto?
A.P.R. Claro. En 1995, un día, Felipe González me dijo una cosa que entonces no entendí: «El secretario general del PSOE tiene que callarse y tragar y tragar muchas más cosas de las que te imaginas». Yo pensé... «será el presidente del Gobierno, no el secretario general del PSOE». Pues no. La cantidad de veces que me he mordido la lengua en estos dos años y medio... con algunos de los propios.
XL. ¿Ve cerca la salida de la crisis?
A.P.R. Hay muchísimas incertidumbres. El crecimiento no acaba de consolidarse, pero la desigualdad lo hace a una velocidad terrible. Y lo peor es que, cuando se consolida la desigualdad, es muy difícil echarla atrás. Hay sectores sociales que en un año, dos o tres están perdiendo lo que conquistaron con mucho esfuerzo durante 25. La destrucción de clase media en España está aumentando la desigualdad.
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