Fran Perea: "Me dieron bien 'pal' pelo por apoyar a Zapatero. Acabé desencantado".
Fran Perea: "Me dieron bien 'pal' pelo por apoyar a Zapatero. Acabé desencantado"
Nací en Málaga en 1978. Se me recuerda
por Los Serrano, pero soy cantante, compositor, productor y actor de
cine, televisión y, sobre todo, teatro. Ahora estoy en el Infanta Isabel
de Madrid con la obra 'Feelgood'.
XLSemanal. ¿Aún le dicen por la calle: «Mira, el de Los Serrano»?
Fran Perea. Sí. ¡Qué le vamos a hacer! [Ríe]. Aquello fue un bombazo.
XL. ¿Cómo se quita en el escenario ese pedazo de acento andaluz que tiene?
F.P. Primero, evito comer mazapán y, luego, con muchas horas de trabajo.
XL. Malagueño de pura cepa, pero madridista y de «Casillas forever».
F.P. Soy todo eso, sí. Yo también jugaba al fútbol, pero, afortunadamente, me retiré para dedicarme a esto del teatro.
XL. Canta; compone; hace cine, teatro y televisión... ¿Qué palo no toca?
F.P. Hice danza contemporánea, pero ahora me tropezaría. Un actor tiene que espabilar y hacer todo lo que pueda.
XL. Prometió disco para final de año...
F.P. Compongo a ratos, pero entre la segunda temporada de la serie B&B y Feelgood no me ha dado tiempo.
XL. ¡Qué penita da su agenda!
F.P. Sí, ¿verdad? [Risas]. Pero todo con mucho esfuerzo, que no regalan nada. Se cobra lo justo, pero hay trabajo...
XL. Edu, su personaje en Feelgood, es un tiburón que escribe los discursos del presidente del Gobierno. ¿Hay muchos Edus en España?
F.P. Por lo que se ve desde fuera, parece que sí: aparecen y desaparecen papeles, hay manos negras... En este país, la realidad supera cada día la ficción.
XL. El texto de la obra es de Alistair Beaton, el jefe de gabinete del primer ministro británico Gordon Brown.
F.P. Sí, él sabía bien cómo se cocinaban las cosas ahí dentro. Pero en Feelgood no hablamos de ideologías, sino de un sistema podrido que se desmorona.
XL. Un inciso: ¿se arrepintió de apoyar la campaña de Zapatero? Porque luego le dieron más palos que a una estera.
F.P. ¡Me dieron bien pal pelo, sí! Acabé desencantado porque pensé que podía expresarme libremente sin que afectara a mi trabajo y a mi familia. Pero lo peor fue la decepción de no encontrar una mano amiga tras haber dado la cara.
XL. ¿Han ido políticos a ver la obra?
F.P. ¡Sí! ¡De todos los colores! ¡Y dicen que no andamos lejos de la realidad! Hicimos un guiño a Rajoy, a través de un plasma en la rueda de prensa, para animarlo; pero aún no ha venido.
XL. ¿Qué esperaba si va diciendo por ahí que, si pudiera, le preguntaría que por qué no se tiñe la barba?
F.P. [Ríe]. Es que no lo entiendo: por arriba, sin una cana y, por abajo, blanco...
XL. De su vida privada no sabemos nada. ¿Qué se puede contar?
F.P. ¡Nada! No me da la gana.
Su desayuno: Zumo de naranja; pan con aceite de oliva y unas lonchas de pavo o jamón; y un café con leche semidesnatada. Y, a veces, queso blanco con mermelada de naranaja amarga,.
La cena - un bocadillo de queso con pan, beber zumo de piña, postre una manzana,.
TÍTULO: EL JUEGO DE LA RANA, PROBLEMAS DE RICOS,.
- Los ricos son distintos de ti y de mí», le dijo Scott Fitzgerald a Ernest Hemingway durante una de esas disquisiciones filosóficas que solo el ...fotos,.
Fran Perea. Sí. ¡Qué le vamos a hacer! [Ríe]. Aquello fue un bombazo.
XL. ¿Cómo se quita en el escenario ese pedazo de acento andaluz que tiene?
F.P. Primero, evito comer mazapán y, luego, con muchas horas de trabajo.
XL. Malagueño de pura cepa, pero madridista y de «Casillas forever».
F.P. Soy todo eso, sí. Yo también jugaba al fútbol, pero, afortunadamente, me retiré para dedicarme a esto del teatro.
XL. Canta; compone; hace cine, teatro y televisión... ¿Qué palo no toca?
F.P. Hice danza contemporánea, pero ahora me tropezaría. Un actor tiene que espabilar y hacer todo lo que pueda.
XL. Prometió disco para final de año...
F.P. Compongo a ratos, pero entre la segunda temporada de la serie B&B y Feelgood no me ha dado tiempo.
XL. ¡Qué penita da su agenda!
F.P. Sí, ¿verdad? [Risas]. Pero todo con mucho esfuerzo, que no regalan nada. Se cobra lo justo, pero hay trabajo...
XL. Edu, su personaje en Feelgood, es un tiburón que escribe los discursos del presidente del Gobierno. ¿Hay muchos Edus en España?
F.P. Por lo que se ve desde fuera, parece que sí: aparecen y desaparecen papeles, hay manos negras... En este país, la realidad supera cada día la ficción.
XL. El texto de la obra es de Alistair Beaton, el jefe de gabinete del primer ministro británico Gordon Brown.
F.P. Sí, él sabía bien cómo se cocinaban las cosas ahí dentro. Pero en Feelgood no hablamos de ideologías, sino de un sistema podrido que se desmorona.
XL. Un inciso: ¿se arrepintió de apoyar la campaña de Zapatero? Porque luego le dieron más palos que a una estera.
F.P. ¡Me dieron bien pal pelo, sí! Acabé desencantado porque pensé que podía expresarme libremente sin que afectara a mi trabajo y a mi familia. Pero lo peor fue la decepción de no encontrar una mano amiga tras haber dado la cara.
XL. ¿Han ido políticos a ver la obra?
F.P. ¡Sí! ¡De todos los colores! ¡Y dicen que no andamos lejos de la realidad! Hicimos un guiño a Rajoy, a través de un plasma en la rueda de prensa, para animarlo; pero aún no ha venido.
XL. ¿Qué esperaba si va diciendo por ahí que, si pudiera, le preguntaría que por qué no se tiñe la barba?
F.P. [Ríe]. Es que no lo entiendo: por arriba, sin una cana y, por abajo, blanco...
XL. De su vida privada no sabemos nada. ¿Qué se puede contar?
F.P. ¡Nada! No me da la gana.
Su desayuno: Zumo de naranja; pan con aceite de oliva y unas lonchas de pavo o jamón; y un café con leche semidesnatada. Y, a veces, queso blanco con mermelada de naranaja amarga,.
La cena - un bocadillo de queso con pan, beber zumo de piña, postre una manzana,.
TÍTULO: EL JUEGO DE LA RANA, PROBLEMAS DE RICOS,.
- Los ricos son distintos de ti y de mí», le dijo Scott Fitzgerald a Ernest Hemingway durante una de esas disquisiciones filosóficas que solo el ...fotos,.
Los ricos son distintos de ti y de mí», le dijo
Scott Fitzgerald a Ernest Hemingway durante una de esas disquisiciones
filosóficas que solo el décimo Martini on the rocks propicia. «Sí
contestó el otro, perdonándole la vida a su aceituna, tienen más
dinero». Años más tarde, ambos utilizarían este diálogo en
alguno de sus escritos. Hemingway en Las nieves del Kilimanjaro,
Fitzgerald en El niño rico, y de este modo la innegable perogrullada
quedó cincelada para la historia. Sin embargo, a pesar de estar avalada
por dos grandes escritores, es muy posible que pronto deje de ser
cierta. Y es que personas tan diversas como Bill Gates, el cantante
Sting, el productor George Lucas o David Beckham de pronto parecen
haberse hecho devotos de una nueva religión a la que algunos llaman No
sweat, no get, o dicho en román paladino Si no sudas, no te toca un
duro. El primer mandamiento de esta nueva fe lo resumió hace poco Barack
Obama, otro de los partidarios de la idea: «Michelle y yo
queremos que nuestras hijas aprendan que trabajar y recibir una paga no
es necesariamente divertido, tampoco estimulante y ni siquiera justo.
Deben comprobar que el trabajo es duro, puesto que la vida lo es». Otros ricos han ido más allá que el presidente. La firma de abogados Withers Worldwide, que hace poco realizó un estudio entre las familias más adineradas de los Estados Unidos, ha podido constatar que un número creciente de ellas manifiestan su intención de dar a sus hijos la mejor formación posible o ayudarlos a situarse en la vida, pero luego legar toda su fortuna a organizaciones benéficas u otras causas o personas de su elección. El primero en hacer cierta esta para los hijos de papá aterradora iniciativa, ha sido el actor Philip Seymour Hoffman, recientemente fallecido. Su fortuna, cifrada en 35 millones de dólares, ha pasado íntegramente a manos de su cónyuge, ni un níquel para su descendencia. Más drástico aún es el caso del también actor Jackie Chan, uno de los mejor pagados de Hollywood. A pesar de haberse gastado una millonada en lanzar la hasta ahora infructuosa carrera cinematográfica de su hijo, piensa dejarle fuera de su herencia. «Llegué a este país como inmigrante ilegal y todo lo he logrado sin ayuda ha dicho. Si él con mi apoyo no logra triunfar, es que realmente no lo merece».
Suena interesante (e inquietante) esta nueva moda, pero para mí que en España los nenes de papá pueden estar muy tranquilos. No va a funcionar. Primero, porque las leyes no lo permiten. Hace unas semanas, y como gran excepción, vimos cómo un tribunal dio por buena la decisión de un padre de desheredar a sus dos hijos que lo habían desatendido e incluso vejado en los últimos años de su vida. Y segundo, porque, en este país, ser hijo de famoso es ya de por sí una lucrativa profesión. Si les aplican el No sweat, no get, anda que iban a preocuparse mucho los Paquirrines metidos a diyeis; las Rociítos presentadoras de televisión o los Juliancitos Contreras y Maricielos Pajares autores de apasionantes bestsellers. Y, por lo menos, todos los que acabo de mencionar doblan un poquito el espinazo. Otros se dedican solo al extenuante currazo del photocall. ¿Me pongo así, me pongo asá? ¿Enseño pierna, canalillo? ¿Hablo de mi nuevo novio, o mejor de mis problemas con la dieta de la alcachofa? Risa debe de estar dándoles a todos estos currelantes ver que a Brooklyn Bechkam lo han puesto a trabajar en una cafetería en la que gana tres euros por hora sirviendo capuchinos. Y, más aún, la declaración que ha hecho Sting junto con su monísima (e incauta) hija Kate Summer de que antes de irse al otro barrio piensa «gastarse hasta el último penique». Sí, sí, yo me río de Janeiro, pensará Andreíta, que, aunque es todavía niña, tampoco se chupa el dedo y sabe el pastón que le espera dentro de un par de años con solo batir las pestañas ante la cámara adecuada.
«Los ricos son distintos de ti y de mí», se quejaba Scott Fitzgerald, mareando la aceituna de su Martini, pero habría que decir que entre ricos también hay clases. Mientras unos creen que el mejor legado que pueden dejar a sus hijos es un baño de realidad, de esfuerzo y de disciplina, otros ven fenomenal, por ejemplo, que una chica que ha estudiado dos carreras pase de ir a la oficina y de levantarse temprano, vaya ordinariez, y por un pastón se dedique a anunciar maquinillas de afeitar femeninas. Son puntos de vista, qué duda cabe. Unos más miopes y cortoplacistas que otros. O a lo mejor resulta que no. El mundo está volviéndose tan raro.
Deben comprobar que el trabajo es duro, puesto que la vida lo es». Otros ricos han ido más allá que el presidente. La firma de abogados Withers Worldwide, que hace poco realizó un estudio entre las familias más adineradas de los Estados Unidos, ha podido constatar que un número creciente de ellas manifiestan su intención de dar a sus hijos la mejor formación posible o ayudarlos a situarse en la vida, pero luego legar toda su fortuna a organizaciones benéficas u otras causas o personas de su elección. El primero en hacer cierta esta para los hijos de papá aterradora iniciativa, ha sido el actor Philip Seymour Hoffman, recientemente fallecido. Su fortuna, cifrada en 35 millones de dólares, ha pasado íntegramente a manos de su cónyuge, ni un níquel para su descendencia. Más drástico aún es el caso del también actor Jackie Chan, uno de los mejor pagados de Hollywood. A pesar de haberse gastado una millonada en lanzar la hasta ahora infructuosa carrera cinematográfica de su hijo, piensa dejarle fuera de su herencia. «Llegué a este país como inmigrante ilegal y todo lo he logrado sin ayuda ha dicho. Si él con mi apoyo no logra triunfar, es que realmente no lo merece».
Suena interesante (e inquietante) esta nueva moda, pero para mí que en España los nenes de papá pueden estar muy tranquilos. No va a funcionar. Primero, porque las leyes no lo permiten. Hace unas semanas, y como gran excepción, vimos cómo un tribunal dio por buena la decisión de un padre de desheredar a sus dos hijos que lo habían desatendido e incluso vejado en los últimos años de su vida. Y segundo, porque, en este país, ser hijo de famoso es ya de por sí una lucrativa profesión. Si les aplican el No sweat, no get, anda que iban a preocuparse mucho los Paquirrines metidos a diyeis; las Rociítos presentadoras de televisión o los Juliancitos Contreras y Maricielos Pajares autores de apasionantes bestsellers. Y, por lo menos, todos los que acabo de mencionar doblan un poquito el espinazo. Otros se dedican solo al extenuante currazo del photocall. ¿Me pongo así, me pongo asá? ¿Enseño pierna, canalillo? ¿Hablo de mi nuevo novio, o mejor de mis problemas con la dieta de la alcachofa? Risa debe de estar dándoles a todos estos currelantes ver que a Brooklyn Bechkam lo han puesto a trabajar en una cafetería en la que gana tres euros por hora sirviendo capuchinos. Y, más aún, la declaración que ha hecho Sting junto con su monísima (e incauta) hija Kate Summer de que antes de irse al otro barrio piensa «gastarse hasta el último penique». Sí, sí, yo me río de Janeiro, pensará Andreíta, que, aunque es todavía niña, tampoco se chupa el dedo y sabe el pastón que le espera dentro de un par de años con solo batir las pestañas ante la cámara adecuada.
«Los ricos son distintos de ti y de mí», se quejaba Scott Fitzgerald, mareando la aceituna de su Martini, pero habría que decir que entre ricos también hay clases. Mientras unos creen que el mejor legado que pueden dejar a sus hijos es un baño de realidad, de esfuerzo y de disciplina, otros ven fenomenal, por ejemplo, que una chica que ha estudiado dos carreras pase de ir a la oficina y de levantarse temprano, vaya ordinariez, y por un pastón se dedique a anunciar maquinillas de afeitar femeninas. Son puntos de vista, qué duda cabe. Unos más miopes y cortoplacistas que otros. O a lo mejor resulta que no. El mundo está volviéndose tan raro.
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