Cristina Forner: "Hay que retomar ciertos valores que no son los del pelotazo"
Nací en 1953, hija de un valenciano y
una asturiana, pero crecí entre viñas de Burdeos. Mi bisabuelo y mi
abuelo se dedicaron al vino, como mi padre, que fundó las bodegas
Marqués de Cáceres, que hoy presido.
XLSemanal. Al vino ya sé que sí. ¿Y al agua le da?
Cristina Forner. ¡Disfruto más el vino, sin duda! Pero como hay que tomarlo con moderación, me bebo una magnum de agua al día para limpiar el cuerpo de toxinas.
XL. ¿Cuál sería la dosis de vino al día?
C.F. Para la mujer, dicen, dos copas. Yo tomo alguna más. Es nuestro trabajo. Disfrutamos del vino y lo dominamos.
XL. Pero se le subirá a la cabeza...
C.F. ¡Claro! Incluso en una cata, solo de oler los aromas, se te puede subir.
XL. ¿Sabemos beber los españoles?
C.F. Sí. Aunque los más jóvenes, como mi hija, que es estudiante, se mueven con poco dinero y beben lo que toca. Pero si se les da un buen vino, les gusta. Aunque no sepan explicar por qué.
XL. Usted, calimocho jamás. ¿No?
C.F. ¡No! En mi época se bebía vodka con naranja. En cualquier caso empecé tarde a apreciar el vino, casi a los 18.
XL. La gran dama del vino español... ¿Le gusta el título?
C.F. Así me han bautizado... Es un privilegio. ¡Algo habré hecho!
XL. ¿Por ejemplo?
C.F. Pues he puesto mi granito de arena en un mercado tan amplio como el del vino. Me vine de Francia hace 30 años a desarrollar los mercados de exportación. Me tocó defender la imagen de nuestra bodega.
XL. ¿Vendía la marca España por el mundo?
C.F. Vendía un producto en su contexto cultural: la Rioja como denominación de origen y, a mayor escala, España como un país con un arte de vivir muy apreciado en el extranjero.
XL. ¿Le pasa como a su padre, que era francés aquí y español en Francia?
C.F. [Ríe]. Sí. ¡Los franceses son más cartesianos! Para mis amigos, allí soy la imagen de la vida española: siempre con ganas de estar en la calle, de disfrutar... O de improvisar una cena en casa con los amigos y un buen vino.
XL. Es usted cuarta generación de bodegueros. ¿Ve mucho advenedizo?
C.F. Ahora que empezamos a salir de la crisis, debemos retomar ciertos valores que no son los del pelotazo. Los de «me compro una bodega en La Rioja porque soy constructor y he ganado mucho dinero». Y lo estamos consiguiendo.
XL. La crisis tiene sus ventajas...
C.F. En cierto modo, sí. Pone las cosas en su sitio. Es lo positivo... ¡Aunque hay tanto tan negativo! Pero eso no hace falta enunciarlo: ya nos toca desayunar cada día con ello en las noticias.
Su desayuno: «Empiezo con la prensa y un zumo de naranja natural. Luego, fruta, tostadas y café con leche. ¡Siempre desnatada! Me gustan los desayunos saludables».
La cena chuletas de cordero patatas fritas, pan, beber fanta naranja, postre un trozo de melón,.
TÍTULO: EL JARDIN , EL HOMBRE TRISTE,.
EL JARDIN , EL HOMBRE TRISTE,.-foto,.
- Una historia ínfima me fascina desde hace tanto tiempo que tendré que convencer a Garci de que haga una película con ella. La recuerdo tres ...
Cristina Forner. ¡Disfruto más el vino, sin duda! Pero como hay que tomarlo con moderación, me bebo una magnum de agua al día para limpiar el cuerpo de toxinas.
XL. ¿Cuál sería la dosis de vino al día?
C.F. Para la mujer, dicen, dos copas. Yo tomo alguna más. Es nuestro trabajo. Disfrutamos del vino y lo dominamos.
XL. Pero se le subirá a la cabeza...
C.F. ¡Claro! Incluso en una cata, solo de oler los aromas, se te puede subir.
XL. ¿Sabemos beber los españoles?
C.F. Sí. Aunque los más jóvenes, como mi hija, que es estudiante, se mueven con poco dinero y beben lo que toca. Pero si se les da un buen vino, les gusta. Aunque no sepan explicar por qué.
XL. Usted, calimocho jamás. ¿No?
C.F. ¡No! En mi época se bebía vodka con naranja. En cualquier caso empecé tarde a apreciar el vino, casi a los 18.
XL. La gran dama del vino español... ¿Le gusta el título?
C.F. Así me han bautizado... Es un privilegio. ¡Algo habré hecho!
XL. ¿Por ejemplo?
C.F. Pues he puesto mi granito de arena en un mercado tan amplio como el del vino. Me vine de Francia hace 30 años a desarrollar los mercados de exportación. Me tocó defender la imagen de nuestra bodega.
XL. ¿Vendía la marca España por el mundo?
C.F. Vendía un producto en su contexto cultural: la Rioja como denominación de origen y, a mayor escala, España como un país con un arte de vivir muy apreciado en el extranjero.
XL. ¿Le pasa como a su padre, que era francés aquí y español en Francia?
C.F. [Ríe]. Sí. ¡Los franceses son más cartesianos! Para mis amigos, allí soy la imagen de la vida española: siempre con ganas de estar en la calle, de disfrutar... O de improvisar una cena en casa con los amigos y un buen vino.
XL. Es usted cuarta generación de bodegueros. ¿Ve mucho advenedizo?
C.F. Ahora que empezamos a salir de la crisis, debemos retomar ciertos valores que no son los del pelotazo. Los de «me compro una bodega en La Rioja porque soy constructor y he ganado mucho dinero». Y lo estamos consiguiendo.
XL. La crisis tiene sus ventajas...
C.F. En cierto modo, sí. Pone las cosas en su sitio. Es lo positivo... ¡Aunque hay tanto tan negativo! Pero eso no hace falta enunciarlo: ya nos toca desayunar cada día con ello en las noticias.
Su desayuno: «Empiezo con la prensa y un zumo de naranja natural. Luego, fruta, tostadas y café con leche. ¡Siempre desnatada! Me gustan los desayunos saludables».
La cena chuletas de cordero patatas fritas, pan, beber fanta naranja, postre un trozo de melón,.
TÍTULO: EL JARDIN , EL HOMBRE TRISTE,.
EL JARDIN , EL HOMBRE TRISTE,.-foto,.
- Una historia ínfima me fascina desde hace tanto tiempo que tendré que convencer a Garci de que haga una película con ella. La recuerdo tres ...
Una historia ínfima me fascina desde hace tanto
tiempo que tendré que convencer a Garci de que haga una película con
ella. La recuerdo tres veces por semana, cuando paso por Cuatro Caminos
hacia donde estuvo la gradona del Metropolitano y trato de imaginar, por
los edificios y las bodegas que aún perduran, cómo era el barrio a
comienzos de los sesenta.
El campeón del mundo del peso pesado Floyd Patterson buscó desde niño espacios oscuros en los que ocultarse. Una estación de Metro en Brooklyn, el hangar de un aeródromo abandonado, la ciudad de Madrid. Patterson ingresó en la memoria del deporte como un púgil demasiado bondadoso, sin instintos predadores, que además tenía un miedo atroz, no al dolor, sino a la vergüenza de la derrota. Gay Talese lo retrató entrenando en el hangar del aeródromo con una angustia comparable a la de la última vigilia del condenado a muerte. En la grabación de su combate contra Alí, Patterson da pena, clavado en el centro del ring con la guardia muy cerrada y ortodoxa, como era habitual en los pupilos de Cus DAmato, lanzando al aire ganchos que no conectan, mientras Alí dedica medio minuto a destrozarlo psicológicamente bailando a su alrededor mientras le amaga golpes que no da.
En los albores de la Edad de Oro del peso pesado, antes de que surgieran Alí, Frazier y Foreman, Floyd Patterson vivió una gran rivalidad de resonancias literarias contra Sonny Liston. Las personalidades no podían ser más antagónicas: Sonny Liston era un feroz producto del gueto con pasado carcelario que podría haber perseguido las ambulancias de los adversarios para rematarlos. Años después de su retirada, la Mafia lo asesinaría en Las Vegas luego de ponerlo a trabajar en la periferia chunga de los casinos. Nada gustaba más al periodismo americano que estos combates maniqueos en los que el boxeo se convertía en lo mismo que el cine según John Ford: «Dos personajes y un conflicto». El duelo final tuvo lugar en Chicago en 1962.
Abreviemos, que hay que llegar a Cuatro Caminos. Patterson perdió. Escandalosamente. Fue desbrozado con un K. O. prematuro comparable a los que años después coleccionó Mike Tyson, por cierto, el último gran pupilo de Cus DAmato, a quien el entrenador sacó del barrio y sentó a comer en su casa junto a su familia. Terminada la pelea, Floyd Patterson debía enfrentarse a lo único que en realidad temía: la mirada del otro después de perder. La mirada que seguramente lo perforó repetidas veces en lo que tardó en llegar al vestuario, donde por fin pudo ponerse la barba postiza y las gafas que trajo para huir sin que nadie lo reconociera. La huida fue larga.
El primer avión al extranjero que despegaba del aeropuerto neoyorquino al que llegó Floyd Patterson un día después del combate iba a Madrid. Un espacio oscuro donde ocultarse, como cuando de niño pasaba horas acurrucado en el Metro para refugiarse de no sabía qué. Aquí empieza la película de Garci. De igual modo que El hombre tranquilo no arranca en el combate, sino cuando John Wayne baja del tren en Irlanda. Empieza cuando Floyd Patterson se registra en una pensión de Cuatro Caminos con la barba postiza aún puesta y con un nombre falso, Aaron Watson. En realidad, poco se sabe de cómo fueron los días de Patterson en Madrid. Eso es lo que en parte habría que recrear, con algunas licencias para la ficción. Lo que se sabe es lo que él mismo contó cuando habló del viaje como de una suerte de penitencia purificadora, de castigo autoimpuesto durante el cual incluso se obligó a alimentarse solo de sopa porque era precisamente lo que jamás le gustó comer. Patterson contó que solo frecuentó barrios populares, deprimidos, como si los neones de Gran Vía constituyeran una alegría prohibida por su mortificación. Imaginen esos barrios de Madrid en 1962. Lo que tuvo que suponer la visión de un hombre negro de casi dos metros que, alucinado, tristísimo, arrastraba las piernas por la calle y sorbía sopa, solitario, en las cantinas. De él me acuerdo tres veces por semana.
TÍTULO: COCINA- DOMINGO- CREMA DE NARANJA Y VAINILLA,.
El campeón del mundo del peso pesado Floyd Patterson buscó desde niño espacios oscuros en los que ocultarse. Una estación de Metro en Brooklyn, el hangar de un aeródromo abandonado, la ciudad de Madrid. Patterson ingresó en la memoria del deporte como un púgil demasiado bondadoso, sin instintos predadores, que además tenía un miedo atroz, no al dolor, sino a la vergüenza de la derrota. Gay Talese lo retrató entrenando en el hangar del aeródromo con una angustia comparable a la de la última vigilia del condenado a muerte. En la grabación de su combate contra Alí, Patterson da pena, clavado en el centro del ring con la guardia muy cerrada y ortodoxa, como era habitual en los pupilos de Cus DAmato, lanzando al aire ganchos que no conectan, mientras Alí dedica medio minuto a destrozarlo psicológicamente bailando a su alrededor mientras le amaga golpes que no da.
En los albores de la Edad de Oro del peso pesado, antes de que surgieran Alí, Frazier y Foreman, Floyd Patterson vivió una gran rivalidad de resonancias literarias contra Sonny Liston. Las personalidades no podían ser más antagónicas: Sonny Liston era un feroz producto del gueto con pasado carcelario que podría haber perseguido las ambulancias de los adversarios para rematarlos. Años después de su retirada, la Mafia lo asesinaría en Las Vegas luego de ponerlo a trabajar en la periferia chunga de los casinos. Nada gustaba más al periodismo americano que estos combates maniqueos en los que el boxeo se convertía en lo mismo que el cine según John Ford: «Dos personajes y un conflicto». El duelo final tuvo lugar en Chicago en 1962.
Abreviemos, que hay que llegar a Cuatro Caminos. Patterson perdió. Escandalosamente. Fue desbrozado con un K. O. prematuro comparable a los que años después coleccionó Mike Tyson, por cierto, el último gran pupilo de Cus DAmato, a quien el entrenador sacó del barrio y sentó a comer en su casa junto a su familia. Terminada la pelea, Floyd Patterson debía enfrentarse a lo único que en realidad temía: la mirada del otro después de perder. La mirada que seguramente lo perforó repetidas veces en lo que tardó en llegar al vestuario, donde por fin pudo ponerse la barba postiza y las gafas que trajo para huir sin que nadie lo reconociera. La huida fue larga.
El primer avión al extranjero que despegaba del aeropuerto neoyorquino al que llegó Floyd Patterson un día después del combate iba a Madrid. Un espacio oscuro donde ocultarse, como cuando de niño pasaba horas acurrucado en el Metro para refugiarse de no sabía qué. Aquí empieza la película de Garci. De igual modo que El hombre tranquilo no arranca en el combate, sino cuando John Wayne baja del tren en Irlanda. Empieza cuando Floyd Patterson se registra en una pensión de Cuatro Caminos con la barba postiza aún puesta y con un nombre falso, Aaron Watson. En realidad, poco se sabe de cómo fueron los días de Patterson en Madrid. Eso es lo que en parte habría que recrear, con algunas licencias para la ficción. Lo que se sabe es lo que él mismo contó cuando habló del viaje como de una suerte de penitencia purificadora, de castigo autoimpuesto durante el cual incluso se obligó a alimentarse solo de sopa porque era precisamente lo que jamás le gustó comer. Patterson contó que solo frecuentó barrios populares, deprimidos, como si los neones de Gran Vía constituyeran una alegría prohibida por su mortificación. Imaginen esos barrios de Madrid en 1962. Lo que tuvo que suponer la visión de un hombre negro de casi dos metros que, alucinado, tristísimo, arrastraba las piernas por la calle y sorbía sopa, solitario, en las cantinas. De él me acuerdo tres veces por semana.
TÍTULO: COCINA- DOMINGO- CREMA DE NARANJA Y VAINILLA,.
Ingredientes: 150 g de huevo, 40 g de yema
de huevo, 150 g de azúcar, 20 g de ralladura de naranja, 200 g de zumo
de naranja, 40 g de zumo de limón, 1 vaina de vainilla, 100 g de
mantequilla y una hoja y media de gelatina. Además: 400 g de crema de
naranja y 100 g de nata montada. Para el granizado: 150 g de agua, 100 g
de azúcar, 375 g de chacolí y 1 hoja de gelatina.-foto,.
Elaboración:
-Del granizado: se ponen el agua, el vino y el azúcar en un cazo y se lleva a ebullición, para disolver el azúcar. Se deja entibiar, se añade la gelatina ya hidratada, se mezcla y se vierte todo en una bandeja. Se congela. Se ralla el granizado con un tenedor y se conserva en el congelador.
-De la crema: se mezclan los huevos, las yemas, el azúcar, la ralladura de naranja, los zumos y la vainilla en un cazo. Se cuecen a fuego bajo mezclando 10 o 12 minutos con una cuchara de madera, hasta que esta nape. Se echan las hojas de gelatina y se deja entibiar. Con la mezcla a 40 ºC se echa la mantequilla en dados. Se mezcla con la túrmix y se reserva.
Acabado: se monta la nata y se mezcla con lo anterior, hasta lograr la crema, que se vuelca en recipientes y se deja enfriar 3 horas en la nevera. Se acompaña con el granizado, coronándolo todo.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Antes del botellón
A los niños del baby boom nos daban vino mucho antes de que se nos marcara la sombra del bigotillo. Aún no se habían descubierto las bondades para la salud de sus compuestos polifenólicos, ni el famoso estudio Monica había demostrado que el riesgo de morir de un infarto en Toulouse donde se bebe mucho más tinto era mucho más bajo que en Estrasburgo. El garrafón de clarete igualaba a todas las clases sociales y tenía una homogeneidad geográfica modélica. ¡Cuánto ha ayudado La Rioja a construir España! Los millones de litros que bajaban del garrafón de mimbre a las gargantas no eran todos de Tondonia, Riscal o Vega Sicilia, pero los españoles de entonces éramos menos exigentes con las cosas. Un padre hacía magia en la mesa con los vasos de agua infantiles echándoles un chorrito de tinto.
El paladar aprendía a disfrutar con sabores no azucarados y maduraba pronto. Un tío abuelo el mío, Jose Mari daba al chaval medio vasito de su mejor garnacha como ceremonia de iniciación, a los diez años. Sin permiso paterno y con el placer de lo prohibido se lo llevaba a la bodega a oler y probar de las barricas y a picar olivas. A los 12, ya en presencia del cabeza de familia, un chiquito entero. Se buscaba el disfrute en sí, la socialización por la palabra, no por el efecto del alcohol. Pasaba en un rinconcito navarro, como en pueblos de Requena, Orense o Valladolid, donde unos chatos con los amigos suplían la falta de polideportivos. Entonces, y quizá por todo esto, no se había inventado el botellón. @uncomino,.
TÍTULO: DOMINGO CINE, Trash, ladrones de esperanza,.
Elaboración:
-Del granizado: se ponen el agua, el vino y el azúcar en un cazo y se lleva a ebullición, para disolver el azúcar. Se deja entibiar, se añade la gelatina ya hidratada, se mezcla y se vierte todo en una bandeja. Se congela. Se ralla el granizado con un tenedor y se conserva en el congelador.
-De la crema: se mezclan los huevos, las yemas, el azúcar, la ralladura de naranja, los zumos y la vainilla en un cazo. Se cuecen a fuego bajo mezclando 10 o 12 minutos con una cuchara de madera, hasta que esta nape. Se echan las hojas de gelatina y se deja entibiar. Con la mezcla a 40 ºC se echa la mantequilla en dados. Se mezcla con la túrmix y se reserva.
Acabado: se monta la nata y se mezcla con lo anterior, hasta lograr la crema, que se vuelca en recipientes y se deja enfriar 3 horas en la nevera. Se acompaña con el granizado, coronándolo todo.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Antes del botellón
A los niños del baby boom nos daban vino mucho antes de que se nos marcara la sombra del bigotillo. Aún no se habían descubierto las bondades para la salud de sus compuestos polifenólicos, ni el famoso estudio Monica había demostrado que el riesgo de morir de un infarto en Toulouse donde se bebe mucho más tinto era mucho más bajo que en Estrasburgo. El garrafón de clarete igualaba a todas las clases sociales y tenía una homogeneidad geográfica modélica. ¡Cuánto ha ayudado La Rioja a construir España! Los millones de litros que bajaban del garrafón de mimbre a las gargantas no eran todos de Tondonia, Riscal o Vega Sicilia, pero los españoles de entonces éramos menos exigentes con las cosas. Un padre hacía magia en la mesa con los vasos de agua infantiles echándoles un chorrito de tinto.
El paladar aprendía a disfrutar con sabores no azucarados y maduraba pronto. Un tío abuelo el mío, Jose Mari daba al chaval medio vasito de su mejor garnacha como ceremonia de iniciación, a los diez años. Sin permiso paterno y con el placer de lo prohibido se lo llevaba a la bodega a oler y probar de las barricas y a picar olivas. A los 12, ya en presencia del cabeza de familia, un chiquito entero. Se buscaba el disfrute en sí, la socialización por la palabra, no por el efecto del alcohol. Pasaba en un rinconcito navarro, como en pueblos de Requena, Orense o Valladolid, donde unos chatos con los amigos suplían la falta de polideportivos. Entonces, y quizá por todo esto, no se había inventado el botellón. @uncomino,.
TÍTULO: DOMINGO CINE, Trash, ladrones de esperanza,.
- Reparto
- Rickson Tevez, Eduardo Luis, Gabriel Weinstein, Rooney Mara, Martin Sheen, Wagner Moura, Selton Mello, André Ramiro, Jesuita Barbosa, Daniel Zettel, José Dumont, Gisele Fróes, Maria Eduarda, Nelson Xavier, Stepan Nercessian,.
- Dos niños de las favelas de Río de Janeiro encuentran una cartera en el basurero donde buscan a diario, pero no se imaginan que este descubrimiento podría cambiar sus vidas para siempre. Cuando la policía local aparece para ofrecerles una generosa recompensa por la cartera, los dos chicos, Rafael y Gardo, comprenden que han encontrado algo importante. Deciden recurrir a su amigo, Rato, y los tres se lanzan a una extraordinaria aventura para intentar quedarse con la cartera y descubrir el secreto que esconde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario