Juan Luis Guerra: "En Nueva York he hecho muchos cursos de aceite, y los españoles mandan"
Nací en la República Dominicana en
1957. Mi nuevo trabajo, 'Todo tiene su hora', es muy romántico y muy
bailable, porque es hora de alegría. El próximo verano estaré con él de
gira por España.
XLSemanal. No lo hacía tan alto...
Juan Luis Guerra. Mi padre jugaba al básquet. Yo mido 1,92 m, y mi hijo es aún más grande que yo. A veces tenemos problemas con los vaqueros...
XL. Este es su CD número 12; pero, por mucho que se esmere, siempre será el de Que llueva café en el campo.
J.L.G. No me molesta en absoluto: aquel merengue marcó mucho mi carrera, tanto en España como en otros países.
XL. Cuenta que le gustaría grabar una bachata con Paul McCartney. ¿Se hace el interesante el Beatle con usted?
J.L.G. Sería mi sueño; sé que es muy bachatero y, me dicen, muy abierto y simpático. Así que, si viene, ¡estupendo!
XL. Sello de la casa: al menos una canción religiosa en todos sus discos.
J.L.G. Sí, en mis canciones hablo del Señor: el horno no está para galleticas. También trato de que siempre haya una parte de denuncia social.
XL. Dice que, con su música, da gloria a Dios. Sorprende esta forma de predicar el Evangelio.
J.L.G. Yo debo hacerlo. Si tengo esa buena noticia, ¿por qué no darla? Mi relación con el Señor es para darle las gracias por lo que he recibido.
XL. ¿Conoce al Papa Francisco?
J.L.G. No tengo la dicha. Nunca he pedido audiencia; pero me gustaría.
XL. Pues seguro que eso es más fácil de conseguir que cantar con el Beatle...
J.L.G. ¡Jajaja! ¡Qué bueno está eso! Lo tendré en cuenta.
XL. Dice que evita las tentaciones alejándose de ellas.
J.L.G. ¡Hay que hacerlo! A algunos les cuesta más que a otros, pero yo lo tengo clarísimo. No me gusta jugarme 30 años de matrimonio [sonríe].
XL. ¿Es verdad que solo baila cuando su mujer lo obliga?
J.L.G. Me gusta que otros bailen, pero no yo. Aunque, si hay que hacerlo, lo hago: presionado, bailo; solo así [ríe].
XL. ¿Va a resultar serio y aburrido?
J.L.G. En los conciertos, no. Tengo mucho ritmo y me gusta hacer brincar a la gente. En una fiesta... me suelo quedar sentado, disfruto tranquilo.
XL. Dice que es tiempo de alegrías, pero en España...
J.L.G. Pues yo veo que es un país muy alegre y muy bonito, como siempre. No tengo mucho tiempo de investigar más.
XL. ¿Lo enamora aún el aceite de oliva?
J.L.G. ¡Síííí! En Nueva York he asistido a muchos cursos de aceite, y los españoles mandan, siempre están en los primeros lugares. En esta visita he comprado ya tres tipos diferentes para llevarme.
Su desayuno: Ojalá que llueva aceite. «Me levanto a las 5:30. Bebo un café y voy a caminar un rato. Al volver, tomo unos huevos hervidos con una tostada integral. ¿El aceite? Lo reservo para el mediodía».
La cena unos filetas con patatas fritas pan, beber agua, postre una naranja,.
TÍTULO : EL LAGARTO, UN DIRECTO AL CORAZON,.
EL LAGARTO, -foto,.
Juan Luis Guerra. Mi padre jugaba al básquet. Yo mido 1,92 m, y mi hijo es aún más grande que yo. A veces tenemos problemas con los vaqueros...
XL. Este es su CD número 12; pero, por mucho que se esmere, siempre será el de Que llueva café en el campo.
J.L.G. No me molesta en absoluto: aquel merengue marcó mucho mi carrera, tanto en España como en otros países.
XL. Cuenta que le gustaría grabar una bachata con Paul McCartney. ¿Se hace el interesante el Beatle con usted?
J.L.G. Sería mi sueño; sé que es muy bachatero y, me dicen, muy abierto y simpático. Así que, si viene, ¡estupendo!
XL. Sello de la casa: al menos una canción religiosa en todos sus discos.
J.L.G. Sí, en mis canciones hablo del Señor: el horno no está para galleticas. También trato de que siempre haya una parte de denuncia social.
XL. Dice que, con su música, da gloria a Dios. Sorprende esta forma de predicar el Evangelio.
J.L.G. Yo debo hacerlo. Si tengo esa buena noticia, ¿por qué no darla? Mi relación con el Señor es para darle las gracias por lo que he recibido.
XL. ¿Conoce al Papa Francisco?
J.L.G. No tengo la dicha. Nunca he pedido audiencia; pero me gustaría.
XL. Pues seguro que eso es más fácil de conseguir que cantar con el Beatle...
J.L.G. ¡Jajaja! ¡Qué bueno está eso! Lo tendré en cuenta.
XL. Dice que evita las tentaciones alejándose de ellas.
J.L.G. ¡Hay que hacerlo! A algunos les cuesta más que a otros, pero yo lo tengo clarísimo. No me gusta jugarme 30 años de matrimonio [sonríe].
XL. ¿Es verdad que solo baila cuando su mujer lo obliga?
J.L.G. Me gusta que otros bailen, pero no yo. Aunque, si hay que hacerlo, lo hago: presionado, bailo; solo así [ríe].
XL. ¿Va a resultar serio y aburrido?
J.L.G. En los conciertos, no. Tengo mucho ritmo y me gusta hacer brincar a la gente. En una fiesta... me suelo quedar sentado, disfruto tranquilo.
XL. Dice que es tiempo de alegrías, pero en España...
J.L.G. Pues yo veo que es un país muy alegre y muy bonito, como siempre. No tengo mucho tiempo de investigar más.
XL. ¿Lo enamora aún el aceite de oliva?
J.L.G. ¡Síííí! En Nueva York he asistido a muchos cursos de aceite, y los españoles mandan, siempre están en los primeros lugares. En esta visita he comprado ya tres tipos diferentes para llevarme.
Su desayuno: Ojalá que llueva aceite. «Me levanto a las 5:30. Bebo un café y voy a caminar un rato. Al volver, tomo unos huevos hervidos con una tostada integral. ¿El aceite? Lo reservo para el mediodía».
La cena unos filetas con patatas fritas pan, beber agua, postre una naranja,.
TÍTULO : EL LAGARTO, UN DIRECTO AL CORAZON,.
EL LAGARTO, -foto,.
A pesar de haber nacido un viernes trece (o tal vez
precisamente por eso), soy supersticiosa para algunas cosas. Creo, por
ejemplo, en el conjuro de los buenos comienzos, de ahí que me guste
empezar cada enero estas Pequeñas infamias nuestras con una noticia positiva o al menos esperanzadora. La de este año podría llamarse Cuando Beethoven aprendió aimara o La 'Novena sinfonía' contra el ébola, pero se llama Un beso para el mundo
y es una iniciativa del joven director de orquesta Íñigo Pirfano.
Ignoro si el señor Pirfano es devoto de Roland Joffé o si vio su obra
maestra La misión, pero lo que sí sé es que Un beso para el mundo
recuerda mucho al maravilloso comienzo de aquella película. La cinta se
inaugura con los acordes de la banda sonora de Ennio Morricone y con la
imagen de un joven jesuita, el padre Gabriel, que se adentra en la
selva del Amazonas sin más arma o protección que un oboe. Y se
vale de él no solo para conjurar su miedo, sino también para establecer
contacto con los nativos con los que se encuentra, empleando para ello
el lenguaje más universal que se conoce, la música.
Ese mismo lenguaje, encarnado ahora en la Novena sinfonía de Beethoven, es el que un grupo de jóvenes músicos españoles quiere llevar este año a los rincones más olvidados de África, Asia y Latinoamérica. Su intención es actuar desinteresadamente, no en teatros ni en auditorios, sino en pequeñas aldeas y localidades desfavorecidas, para ofrecer lo más valioso que tienen: su talento, su amor por la música. Y, sin embargo, lo que ofrecerán será algo aún más útil, a mi modo de ver. Vivimos en un mundo mediático que se mueve por impulsos tan intensos como efímeros y donde la visibilidad es clave para resolver dramas o tragedias. Lamentablemente nada, por muy atroz o injusto que sea, existe a menos que alguien ponga foco sobre ese sufrimiento. De ahí que iniciativas como Un beso para el mundo pueden cumplir una doble función. No se trata solo de acercar la gran música a quienes de otro modo jamás podrían disfrutarla, sino también de dar altavoz a su miseria. La música es poderosa. Ha servido y sigue sirviendo año tras año para arrancar de las garras de la violencia a niños y jóvenes que, gracias a iniciativas como las de Carlinhos Brown, en Brasil, o la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, en Venezuela, han llegado a convertirse en músicos que triunfan en el mundo entero. Y, si miramos atrás en la historia, vemos que el oboe del padre Gabriel que se utiliza como símbolo en la película La misión hizo mucho más que asombrar o deleitar a nativos de Brasil, Argentina o Paraguay. Pocos años después de la llegada de los jesuitas a América, el lenguaje de la música del que ellos se valieron se convertiría primero en vehículo y luego en piedra angular de lo que se conoce como reducciones o misiones, uno de los experimentos de convivencia y progreso más interesantes que ha habido nunca en la historia. Los tiempos cambian y los oboes, flautas, violines y pianos de hoy en día no ayudarán a crear sociedades nuevas como en tiempos de la Conquista, pero sí pueden lograr otras conquistas no menos importantes. No solo las antes señaladas, como hermanar sensibilidades a través de la música o dar visibilidad a injusticias que bien la merecen. También las de abrir camino a otras iniciativas similares que ayuden a tender puentes más duraderos. Por eso he querido empezar el año haciéndome eco de esta idea. En el principio fue el verbo, dice la Biblia, y a los escritores nos gusta pensar que es cierto, puesto que se trata del material sensible con el que trabajamos a diario para comunicarnos. Sin embargo, todos sabemos, y así lo atestiguan los rudimentarios instrumentos que se han encontrado, que mucho antes de que de labios del hombre brotara palabra alguna, existía ya la música. Un directo al corazón de cualquiera entonces y también ahora. El verdadero esperanto de todos los sentimientos.
TÍTULO: COCINA--DOMINGO--CARRILLERAS DE CERDO AL CURRI,.
PREPARACIÓN:
Ese mismo lenguaje, encarnado ahora en la Novena sinfonía de Beethoven, es el que un grupo de jóvenes músicos españoles quiere llevar este año a los rincones más olvidados de África, Asia y Latinoamérica. Su intención es actuar desinteresadamente, no en teatros ni en auditorios, sino en pequeñas aldeas y localidades desfavorecidas, para ofrecer lo más valioso que tienen: su talento, su amor por la música. Y, sin embargo, lo que ofrecerán será algo aún más útil, a mi modo de ver. Vivimos en un mundo mediático que se mueve por impulsos tan intensos como efímeros y donde la visibilidad es clave para resolver dramas o tragedias. Lamentablemente nada, por muy atroz o injusto que sea, existe a menos que alguien ponga foco sobre ese sufrimiento. De ahí que iniciativas como Un beso para el mundo pueden cumplir una doble función. No se trata solo de acercar la gran música a quienes de otro modo jamás podrían disfrutarla, sino también de dar altavoz a su miseria. La música es poderosa. Ha servido y sigue sirviendo año tras año para arrancar de las garras de la violencia a niños y jóvenes que, gracias a iniciativas como las de Carlinhos Brown, en Brasil, o la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, en Venezuela, han llegado a convertirse en músicos que triunfan en el mundo entero. Y, si miramos atrás en la historia, vemos que el oboe del padre Gabriel que se utiliza como símbolo en la película La misión hizo mucho más que asombrar o deleitar a nativos de Brasil, Argentina o Paraguay. Pocos años después de la llegada de los jesuitas a América, el lenguaje de la música del que ellos se valieron se convertiría primero en vehículo y luego en piedra angular de lo que se conoce como reducciones o misiones, uno de los experimentos de convivencia y progreso más interesantes que ha habido nunca en la historia. Los tiempos cambian y los oboes, flautas, violines y pianos de hoy en día no ayudarán a crear sociedades nuevas como en tiempos de la Conquista, pero sí pueden lograr otras conquistas no menos importantes. No solo las antes señaladas, como hermanar sensibilidades a través de la música o dar visibilidad a injusticias que bien la merecen. También las de abrir camino a otras iniciativas similares que ayuden a tender puentes más duraderos. Por eso he querido empezar el año haciéndome eco de esta idea. En el principio fue el verbo, dice la Biblia, y a los escritores nos gusta pensar que es cierto, puesto que se trata del material sensible con el que trabajamos a diario para comunicarnos. Sin embargo, todos sabemos, y así lo atestiguan los rudimentarios instrumentos que se han encontrado, que mucho antes de que de labios del hombre brotara palabra alguna, existía ya la música. Un directo al corazón de cualquiera entonces y también ahora. El verdadero esperanto de todos los sentimientos.
TÍTULO: COCINA--DOMINGO--CARRILLERAS DE CERDO AL CURRI,.
Carrilleras de cerdo al curry-foto
Vamos
hoy con una receta del Doctor Honoris Causa Martín Berasategui, sí, sí, lo han
leído bien Doctor Honoris Causa.
Fue
nombrado DHC en Tours, Francia el pasado 7/11/2013 y el mismo día realizaba
esta receta en el programa de Robin Food, atracón a mano armada de David de
Jorge.
Un
programa que siempre recomiendo porque suelen dar recetas muy interesantes, nada
de cocina de diseño o tecnograstronomía, sólo recetas con una base sólida y de
gran empaque. Tengo un montón de recetas sacadas del programa y que espero hacer, por ejemplo una
de pasta con bogavante, otra los tomates rellenos Kurlinka y otras más.
Esta
semana que viene empieza la nueva temporada, el programa lo dan por la televisión
vasca y se puede ver en las diferentes plataformas digitales, pero lo más
sencillo es verlo por internet a través del blog donde aparece el vídeo y la
transcripción de la receta.
Las
carrilleras de cerdo es una pieza agradecida que se puede preparar de mil
formas, aquí y aquí encontrarán dos recetas de este blog. La de hoy es una
presentación sencilla y exótica, pues nos salimos de lo tópico para hacer un
plato medio oriental, con una mezcla de sabores increíble: jengibre, curry, limoncillo
y leche de coco, toda una pasada.
El
limoncillo, lemon grass o critronella es una hierba de origen oriental con un
ligero sabor cítrico, de ahí su nombre. Es bastante utilizada en la cocina
oriental, sobretodo en la tailandesa. Utilícenle fresco ya que se puede
encontrar en tiendas de productos asiáticos. También lo venden en polvo, pero
como todas las especies secas, pierde mucho sabor. Lo encontrarán fresco y se
puede congelar, es lo que yo hago y así siempre tengo a mano.
El
jengibre también fresco y el curry pueden usar el que prefieran, bien en pasta
o bien en polvo. Esta vez yo utilicé en polvo, una mezcla llamada curry de
Madrás de sabor fuerte y rico. La leche de coco que sea sin azúcar, pues se
venden los dos tipos: la normal sin azúcar para cocinar y la azucarada para
postres.
Sólo
dos cosas, como verán Berasategui siempre da las cantidades ex gramos y de esa
forma evitar las posible ambigüedades de cuan to es una cebolla mediana, etc
También tenga cuidado con las carrilleras, son deshuesadas y de un tamaño
generoso, luego merman mucho, a veces, y entonces una ración de dos carrilleras
por persona parecerá poco.
Las
pueden acompañar de arroz hervido, patatas al vapor, fritas, etc.
Les
dejo con la receta que como verán es sencilla y les aportará variedad a sus menús
y presumirán de cocineros internacionales. Eso sí, recuerden el vigilar su
alimentación.
INGREDIENTES:
Para 4 personas:
- 8 carrilleras de cerdo (Mejor si son de
cerdo ibérico) (1 Kg)
- 2 zanahorias picadas (80 gr)
- 3 cebollas picadas (375 gr)
- 15 gr de jengibre picado
- 1 tallo de limoncillo (15 gr)
- 1 rama de apio picada (30 gr)
- 5 gr de harina (Una cucharada sopera)
- 1 botella de txacoli (O un vino blanco
seco)
- 2,5gr de curry
- 25 gr de mantequilla
- 15 gr de aceite de oliva
- Sal Costa, pimienta
PREPARACIÓN:
Picar el limoncillo en trozos pequeños
eliminando la parte inferior del tallo y la superior.
En una cazuela a fuego vivo marcamos las
carrilleras para que queden bien selladas. Se ponen en la cazuela y se dejan
hacer unos 6-7 minutos o hasta que veamos que están doradas, les damos la
vuelta y el mismo tiempo. No hay que remover.
Retiramos y reservamos.
En la misma cazuela añadimos la
mantequilla y un poco de aceite, añadimos las verduras, el jengibre y el
limoncillo, dejamos sudar unos 7 minutos a fuego medio.
Echamos la harina y removemos un par de
minutos para que la harina se cueza. Añadimos el vino, dejamos evaporar el
alcohol durante 2 minutos y añadimos el curry.
Añadir las carrilleras con el jugo que
hayan soltado y guisamos a fuego suave y tapado durante 1 hora aproximadamente.
Pasado ese tiempo añadimos la leche de
coco y seguimos cociendo el tiempo necesario para que las carrilleras queden
blandas.
Retiramos las carrilleras con cuidado y
trituramos la salsa, la pasamos por un colador fino y la volvemos a la cazuela
con las carrilleras y dejar cocer unos 5 minutos.
Emplatamos dos carrilleras por ración,
salseamos y ponemos el acompañamiento que queramos.
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