martes, 2 de febrero de 2016

AQUEMARROPA -LOS COCINEROS SOMOS LOS FARANDULEROS DEL SIGLO XXI,./ ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! La gallina sale rana,.

TITULO: AQUEMARROPA -  LOS COCINEROS SOMOS LOS FARANDULEROS DEL SIGLO XXI,.

LOS COCINEROS SOMOS LOS FARANDULEROS DEL SIGLO XXI,.
  • El autor convierte al humilde corquete usado en vendimias en un arma letal en su nuevo polar gastronómico 'El bouquet del miedo',.

  • -foto-- Xabier Gutiérrez Escritor, psicólogo y jefe de investigación en Arzak,.

    El cocinero y escritor Xabier Gutiérrez fotografiado en una bodega de Bilbao junto a un vino de Rioja de la mítica añada de 1964. :: borja agudoUna morenaza «pequeñita y guapísima», de rasgos exóticos, con ojos negro azabache y dotada de «una personalidad increíble que se abre al mundo de la sabiduría con la llave de su inteligencia» aparece degollada con un corquete (la pequeña hoz que se emplea para vendimiar) en su piso del Antiguo donostiarra. Se llamaba Esperanza Moreno Ruiz, estaba embarazada y era enóloga en una gran bodega familiar de Laguardia. Así arranca la trama de 'El bouquet del miedo', (Destino, 18,50 euros) la segunda entrega protagonizada por el subcomisario de la Ertzaintza Vicente Parra, un investigador paciente y metódico casado con la francesa Françoise y padre de un joven cocinero que hace méritos en un restaurante con estrella Michelin.
    Xabier Gutiérrez Márquez (San Sebastián, 1960), psicólogo, divulgador, Premio Nacional de Gastronomía 2005 con 'Asfalto culinario' y responsable del departamento de investigación de Arzak, ha trasladado en esta ocasión a Parra hasta la Rioja Alavesa. Una comarca alborotada que le recibe en plena vendimia de 2018. En ese escenario bañado de luz y de misterio se dan la mano «la magia y la religión de esa gran bebida universal que es el vino», resume el autor. «El vino -explica Gutiérrez- desafía el paso del tiempo. Es la unión de dos inteligencias. La humana y la sabiduría ancestral de la tierra».
    En esta segunda entrega, uno no sabe si el protagonista es el ertzaina Parra o el zumo de las uvas...
    Es que para mí, el vino es la esencia de la inmortalidad. Las familias de bodegueros entregan a sus hijos y a sus nietos un legado que les sobrevive, unas botellas que custodian en sus bodegas. Es su tesoro. La memoria y la sangre de la familia.
    Siempre la sangre, como si fuera un ingrediente más del vino. Claro, es usted autor de 'noire gastronómico'.
    En ese mundo de las viñas, la muerte es la vida. Ese juego de la sangre y el vino está muy presente en la novela...
    Además de una trama criminal y detectivesca, los lectores tenemos que estarle agradecidos. Hay misterio, pero también nos descubre algunas recetas. Por ejemplo, eso de ponerle azúcar glas al tomate es una bomba.
    ¿Y a que está más rico? El azúcar sirve para contrarrestar la acidez del tomate. En la novela, la familia de bodegueros toman bocadillos de chorizo con miel o azúcar. Prueben.
    La Rioja ha dado para culebrones estilo Gran Reserva. ¿Es también un buen escenario para la novela negra?
    Claro. Entrar en La Rioja proporciona la sensación de encontrarse en una tierra mágica y misteriosa donde se elabora un producto que desafía las leyes naturales del paso del tiempo. En la misa, el vino se convierte en la sangre de Cristo. En La Rioja, la sangre se puede convertir en vino... un pacto de inmortalidad.
    En su obra vuelan los cuchillos entre las gentes de las viñas..
    Las guerras siempre han estado presentes en el mundo del vino porque se mueve mucho dinero y prestigio. El libro está lleno de ambición. Por mi oficio conozco muy bien la ambición, esa gente que considera que vale todo para llegar arriba.
    Comida, sexo y crimen. Tres ingredientes con gancho.
    Mire, la novela negra nórdica me gusta, pero... si sus personajes no comen ni follan, nunca podrán ser felices. Como no disfrutan ni de la comida ni del sexo, no me extraña que se suiciden tanto. Cuando hablo de comida, hablo de sentimientos. ¿Qué hay en esta vida más importante que meterse algo dentro para sobrevivir?
    La novela se abre con una escena que reproduce un paseo, el precipitado ajusticiamiento de ocho personas «en algún lugar de España» en 1937. ¿Por qué?
    La escena tiene que ver con la trama posterior. Conocemos muy poco de la Guerra Civil. Mis padres vivieron esa época, pero ninguno de los dos quería hablar del asunto. Hoy vemos cómo los políticos se odian. Creo que es herencia de un pasado que está por cerrar. La Guerra Civil es un hecho fundamental para nuestras vidas aún hoy.
    «Divertido y muy canalla»
    Aparece también un chef mediático, Aitor Zubillaga, que le pone 'los tubos' a su mujer, Ana, psicóloga por más señas...
    Aitor es una buena persona, divertido, pero muy canalla y que goza de cierta bula para hacer determinadas cosas. Verá que es alguien muy cariñoso, que cuida de su familia. Y que tiene un pasado. 'Nunca podrás ser libre si no conoces tu pasado; de otro modo sólo serás esclavo de tu presente', dice un personaje.
    De acuerdo, pero Aitor es al mismo tiempo un figurón de la pequeña pantalla, de la fama.
    Claro, es que los cocineros somos los faranduleros del siglo XXI, los cómicos. Hoy la cocina es un espectáculo...
    ¿Ama el vino?
    Sí. Disfruto más con los aromas de las cosas que con su sabor. El vino tiene algo mágico junto a esa simpleza de que el azúcar se convierta en alcohol y lo conserve a través de los años. Pero el vino te puede dar muchas cosas: horas de conversación, de recuerdos, de compartir... Como mi novela, una obra de misterio a la antigua, que pretende hacer reír y llorar. Sentir.


    TITULO:  ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! La gallina sale rana,.
     La gallina sale rana,./ foto,.

    Nadie patrocina la princesa encantada a la que Cáceres debe tanto,.

    María Mozo con el cheque de la gallina, que nadie le paga. l.c.Cáceres es lo que es gracias a una gallina. Eso no quiere decir que en Cáceres seamos unos cobardes. Somos pactistas, simplemente. Cada vez que han querido venir a conquistarnos y destruirnos, ya fuera Alfonso IX, ya fuera Napoleón, nos las hemos ingeniado para pactar o para seducir y así nos hemos conservado tan bien: monumentales, artísticos y sorprendentes.
    Y todo empezó con la gallina, o sea, con la hija del caíd moro, aquella princesita que sedujo al capitán cristiano, le franqueó la entrada a la ciudad por secretos pasadizos y así Cáceres fue reconquistada por Alfonso IX, al séptimo intento, sin que se destruyeran sus murallas ni sus monumentos. Eso sí, la princesa fue maldecida para los restos y convertida en gallina, que solo puede salir a pasear por la parte antigua la noche de la reconquista. Y quien la encuentre, ¡premio!
    Si la gallina nos salvó de la destrucción cristiana, una cubertería de los Golfines nos libró de la destrucción napoleónica: se la regalamos a un mariscal francés y mantuvimos la ciudad intacta. Así hemos ido trampeando la historia sin mayor menoscabo que alguna contienda civil y medieval que se cargó el alcázar y un par de incendios provocados por las tropas liberales.
    Como honrar a una cubertería se antoja bastante complicado, los cacereños hemos optado por ensalzar a la gallina. Tampoco es que le demos mucho bombo, pero la utilizamos para jugar a los tesoros la noche de San Jorge. Poca cosa es, pero bueno, tiene su gracia.
    Ahí al lado, en Salamanca, se lo montan mejor y han convertido en mito la rana de la fachada de su universidad. Buscarla se ha convertido en algo tan ineludible para el turista que yo creo que ayuda a aumentar las pernoctaciones. «Me quedo un día más, a ver si así la descubro mañana, con más luz», se dicen los turistas y amplían la reserva hotelera.
    También en Salamanca, más concretamente en La Alberca, han conseguido convertir su cerdo ambulante en patrimonio turístico fundamental. No se sabe ya si las gentes visitan el pueblo por disfrutar de su belleza rural o por buscar el puerco por las calles. No hace mucho, hemos propuesto en estas páginas que el Consorcio Cáceres Ciudad Histórica viera la manera de soltar gallinas por la parte antigua en la seguridad de que la medida se convertiría en gran reclamo turístico. Pero me temo que el consorcio está para pocas novedades y menos gastos.
    En Salamanca, el premio por ver la rana es inmaterial: si la descubres, además de aprobar la carrera, pides un deseo y te lo conceden seguro, que es lo mismo que sucede en la catedral de Santiago de Compostela con el santo de los croques, que te das unos golpes y puedes pedir lo que quieras. En La Alberca son más listos. Encontrarte con el cerdo no te da derecho a nada, ni dinero ni deseos. Es más, el cerdo se bendice en San Antonio, se sortea en San Antón y da dinero al pueblo.
    En Cáceres somos menos crédulos que en Salamanca con la rana y más generosos que en La Alberca con el cerdo. Aquí, quien encuentra la gallina se lleva dinero. Al menos en teoría. Yo creo que todo se debe a cierto complejo. No sé, es una gallina, algo tan sencillo, tan humilde, aunque digan que es una princesa, que pensamos que o ponemos pasta o nadie le hará ni caso. En Salamanca, sin embargo, nadie siente vergüenza de su rana ni de su cerdo y quien quiera verlos, que se esfuerce.
    En Cáceres, encontrar la gallina principesca en 2011 estaba premiado con 400 euros. Al año siguiente bajó a 300 y desde 2014 solo se dan 200 euros. Nuestra gallina se degrada sin remisión. Aunque la vergüenza absoluta ha llegado en la última edición de la búsqueda de la gallina. La encontró una joven llamada María Mozo, pero nueve meses después del hallazgo, nadie le ha pagado los 200 euros prometidos. El Consorcio no tiene posibles, el Ayuntamiento no paga y ninguna empresa ha querido patrocinar en 2015 la gallina a la que Cáceres le debe tanto. ¡Cuánto desagradecido!,.


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