fotos,. Un trío en la cocina - Cocina arroz con pollo - El encaje roto ,.
Cocina arroz con pollo - El encaje roto,.
No son inauditos casos tales, y solemos
leerlos en los periódicos; pero ocurren entre gente de clase humilde, de
muy modesto estado, en esferas donde las conveniencias sociales no
embarazan la manifestación franca y espontánea del sentimiento y de la
voluntad.
Lo peculiar de la escena provocada por
Micaelita era el medio ambiente en que se desarrolló. Parecíame ver el
cuadro, y no podía consolarme de no haberlo contemplado por mis propios
ojos. Figurábame el salón atestado, la escogida concurrencia, las
señoras vestidas de seda y terciopelo, con collares de pedrería; al
brazo la mantilla blanca para tocársela en el momento de la ceremonia;
los hombres, con resplandecientes placas o luciendo veneras de órdenes
militares en el delantero del frac; la madre de la novia, ricamente
prendida, atareada, solícita, de grupo en grupo, recibiendo
felicitaciones; las hermanitas, conmovidas, muy monas, de rosa la mayor,
de azul la menor, ostentando los brazaletes de turquesas, regalo del
cuñado futuro; el obispo que ha de bendecir la boda, alternando grave y
afablemente, sonriendo, dignándose soltar chanzas urbanas o discretos
elogios, mientras allá, en el fondo, se adivina el misterio del oratorio
revestido de flores, una inundación de rosas blancas, desde el suelo
hasta la cupulilla, donde convergen radios de rosas y de lilas como la
nieve, sobre rama verde, artísticamente dispuesta, y en el altar, la
efigie de la Virgen protectora de la aristocrática mansión, semioculta
por una cortina de azahar, el contenido de un departamento lleno de
azahar que envió de Valencia el riquísimo propietario Aránguiz, tío y
padrino de la novia, que no vino en persona por viejo y achacoso
-detalles que corren de boca en boca, calculándose la magnífica herencia
que corresponderá a Micaelita, una esperanza más de ventura para el
matrimonio, el cual irá a Valencia a pasar su luna de miel-. En un grupo
de hombres me representaba al novio algo nervioso, ligeramente pálido,
mordiéndose el bigote sin querer, inclinando la cabeza para contestar a
las delicadas bromas y a las frases halagüeñas que le dirigen...
Y, por último, veía aparecer en el marco
de la puerta que da a las habitaciones interiores una especie de
aparición, la novia, cuyas facciones apenas se divisan bajo la nubecilla
del tul, y que pasa haciendo crujir la seda de su traje, mientras en su
pelo brilla, como sembrado de rocío, la roca antigua del aderezo
nupcial... Y ya la ceremonia se organiza, la pareja avanza conducida con
los padrinos, la cándida figura se arrodilla al lado de la esbelta y
airosa del novio... Apíñase en primer término la familia, buscando buen
sitio para ver amigos y curiosos, y entre el silencio y la respetuosa
atención de los circunstantes.... el obispo formula una interrogación, a
la cual responde un «no» seco como un disparo, rotundo como una bala. Y
-siempre con la imaginación- notaba el movimiento del novio, que se
revuelve herido; el ímpetu de la madre, que se lanza para proteger y
amparar a su hija; la insistencia del obispo, forma de su asombro; el
estremecimiento del concurso; el ansia de la pregunta transmitida en un
segundo: «¿Qué pasa? ¿Qué hay? ¿La novia se ha puesto mala? ¿Que dice
«no»? Imposible... Pero ¿es seguro? ¡Qué episodio!... «
Todo esto, dentro de la vida social,
constituye un terrible drama. Y en el caso de Micaelita, al par que
drama, fue logogrifo. Nunca llegó a saberse de cierto la causa de la
súbita negativa.
Micaelita se limitaba a decir que había
cambiado de opinión y que era bien libre y dueña de volverse atrás,
aunque fuese al pie del ara, mientras el «sí» no hubiese partido de sus
labios. Los íntimos de la casa se devanaban los sesos, emitiendo
suposiciones inverosímiles. Lo indudable era que todos vieron, hasta el
momento fatal, a los novios satisfechos y amarteladísimos; y las
amiguitas que entraron a admirar a la novia engalanada, minutos antes
del escandalo, referían que estaba loca de contento y tan ilusionada y
satisfecha, que no se cambiaría por nadie. Datos eran éstos para
oscurecer más el extraño enigma que por largo tiempo dio pábulo a la
murmuración, irritada con el misterio y dispuesta a explicarlo
desfavorablemente.
A los tres años -cuando ya casi nadie iba
acordándose del sucedido de las bodas de Micaelita-, me la encontré en
un balneario de moda donde su madre tomaba las aguas. No hay cosa que
facilite las relaciones como la vida de balneario, y la señorita de
Aránguiz se hizo tan íntima mía, que una tarde paseando hacia la
iglesia, me reveló su secreto, afirmando que me permite divulgarlo, en
la seguridad de que explicación tan sencilla no será creída por nadie.
-Fue la cosa más tonta... De puro tonta
no quise decirla; la gente siempre atribuye los sucesos a causas
profundas y trascendentales, sin reparar en que a veces nuestro destino
lo fijan las niñerías, las «pequeñeces» más pequeñas... Pero son
pequeñeces que significan algo, y para ciertas personas significan
demasiado. Verá usted lo que pasó: y no concibo que no se enterase
nadie, porque el caso ocurrió allí mismo, delante de todos; solo que no
se fijaron porque fue, realmente, un decir Jesús.
Ya sabe usted que mi boda con Bernardo de
Meneses parecía reunir todas las condiciones y garantías de felicidad.
Además, confieso que mi novio me gustaba mucho, más que ningún hombre de
los que conocía y conozco; creo que estaba enamorada de él. Lo único
que sentía era no poder estudiar su carácter; algunas personas le
juzgaban violento; pero yo le veía siempre cortés, deferente, blando
como un guante. Y recelaba que adoptase apariencias destinadas a
engañarme y a encubrir una fiera y avinagrada condición. Maldecía yo mil
veces la sujeción de la mujer soltera, para la cual es imposible seguir
los pasos a su novio, ahondar en la realidad y obtener informes leales,
sinceros hasta la crudeza -los únicos que me tranquilizarían-. Intenté
someter a varias pruebas a Bernardo, y salió bien de ellas; su conducta
fue tan correcta, que llegué a creer que podía fiarle sin temor alguno
mi porvenir y mi dicha.
Llegó el día de la boda. A pesar de la
natural emoción, al vestirme el traje blanco reparé una vez más en el
soberbio volante de encaje que lo adornaba, y era el regalo de mi novio.
Había pertenecido a su familia aquel viejo Alençón auténtico, de una
tercia de ancho -una maravilla-, de un dibujo exquisito, perfectamente
conservado, digno del escaparate de un museo. Bernardo me lo había
regalado encareciendo su valor, lo cual llegó a impacientarme, pues por
mucho que el encaje valiese, mi futuro debía suponer que era poco para
mí.
En aquel momento solemne, al verlo
realzado por el denso raso del vestido, me pareció que la delicadísima
labor significaba una promesa de ventura y que su tejido, tan frágil y a
la vez tan resistente, prendía en sutiles mallas dos corazones. Este
sueño me fascinaba cuando eché a andar hacia el salón, en cuya puerta me
esperaba mi novio. Al precipitarme para saludarle llena de alegría por
última vez, antes de pertenecerle en alma y cuerpo, el encaje se
enganchó en un hierro de la puerta, con tan mala suerte, que al quererme
soltar oí el ruido peculiar del desgarrón y pude ver que un jirón del
magnífico adorno colgaba sobre la falda. Solo que también vi otra cosa:
la cara de Bernardo, contraída y desfigurada por el enojo más vivo; sus
pupilas chispeantes, su boca entreabierta ya para proferir la
reconvención y la injuria... No llegó a tanto porque se encontró rodeado
de gente; pero en aquel instante fugaz se alzó un telón y detrás
apareció desnuda un alma.
Debí de inmutarme; por fortuna, el tul de
mi velo me cubría el rostro. En mi interior algo crujía y se
despedazaba, y el júbilo con que atravesé el umbral del salón se cambió
en horror profundo. Bernardo se me aparecía siempre con aquella
expresión de ira, dureza y menosprecio que acababa de sorprender en su
rostro; esta convicción se apoderó de mí, y con ella vino otra: la de
que no podía, la de que no quería entregarme a tal hombre, ni entonces,
ni jamás... Y, sin embargo, fui acercándome al altar, me arrodillé,
escuché las exhortaciones del obispo... Pero cuando me preguntaron, la
verdad me saltó a los labios, impetuosa, terrible... Aquel «no» brotaba
sin proponérmelo; me lo decía a mí propia.... ¡para que lo oyesen todos!
-¿Y por qué no declaró usted el verdadero motivo, cuando tantos comentarios se hicieron?
-Lo repito: por su misma sencillez... No
se hubiesen convencido jamás. Lo natural y vulgar es lo que no se
admite. Preferí dejar creer que había razones de esas que llaman serias.TITULO: Un país mágico - El sí de las niñas ,.
El sabado -19- Enero a las 18:30 por La 2, fotos.
El sí de las niñas transcurre en una sala con varias puertas de una posada en Alcalá de Henares. La acción empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco de la mañana siguiente.
La escena primera muestra a Don Diego y a su sirviente, Simón, solos y hablando con preocupación del retraso de Doña Irene y Doña Francisca. Don Diego le cuenta a Simón que desea casarse con Doña Francisca, por su belleza, virtudes y recogimiento, y que el matrimonio ya está concertado con Doña Irene, su madre. La hija estudiaba interna en un colegio de monjas de Guadalajara y Doña Irene' había ido a recogerla para llevarla a Alcalá, donde se hallaba Don Diego, con el fin de pasar un tiempo con él para que se conocieran antes de realizar dicho matrimonio. Simón le comenta a su amo el reparo de la diferencia de edad entre ambos y que creía que la boda se concertaría entre Doña Francisca y Don Carlos, el apuesto sobrino de Don Diego. Éste le saca de su error y confiesa a Simón que está enfadado con su sobrino, Don Carlos, por sus múltiples amoríos y por mentirle en la correspondencia.
En la escena segunda tiene lugar el encuentro de Don Diego, Doña Irene y Doña Francisca. Durante la tercera escena habla Doña Irene de múltiples familiares de alta alcurnia. Doña Francisca se retira y en la escena cuarta hablan Doña Irene y Don Diego sobre la muchacha. Don Diego quiere que Doña Francisquita le exprese personalmente lo que siente por él, sin la intermediación de su madre, pero ésta trata de disuadirle diciéndole que Doña Francisca no cesa de expresarle todo el cariño que siente por el anciano y de cómo prefiere un marido experimentado y de edad madura, pues los matrimonios jóvenes no tienen la experiencia ni la virtud necesaria para criar a los hijos, poniendo como ejemplo los tres matrimonios y veintidós hijos que había tenido ella, de los cuáles sólo sobrevivió Doña Francisca. De repente, Doña Irene llama a su criada, Rita y ésta acude.
Luego Rita se encuentra con Calamocha, el criado de Don Carlos. Ambos ya se conocen. Calamocha cuenta a Rita que nada más recibir la carta de Doña Francisca en la que ésta contaba a Don Félix (en realidad Don Carlos) que su madre la quería casar con un anciano en Madrid, su amo partió con él desde Zaragoza hacia Alcalá para impedir esa unión y declarar sus intenciones a Doña Francisca y Doña Irene. Luego, Doña Francisca está enamorada de Don Félix, el cuál es en realidad, Don Carlos, el sobrino de Don Diego. Calamocha informa a Rita de que su señor, Don Carlos, se encuentra también alojado en esa posada. Destaca la familiaridad de trato entre Rita y Calamocha. En la escena novena Rita habla con Doña Paquita y en ese diálogo sabemos cómo ésta se veía a hurtadillas con Don Carlos (ella cree que se llama Don Félix) mientras estaba en el convento en Zaragoza. Paquita está inquieta y deseosa por ver a Don Félix (Don Carlos).
Comienza el segundo acto con una declaración de Doña Paquita de que a pesar de su juventud y de que su madre la llame simple y niña, ella ya sabe lo que es el amor y las lágrimas que cuesta. Después Doña Irene trata de seguir convenciendo a su hija de la suerte que ha tenido en que un caballero con una fortuna como la de Don Diego se fije en ella. También le comenta que ya sabe por qué no acoge bien Francisquita la idea de casarse con Don Diego: Doña Irene cree que su hija se quiere quedar en el convento como religiosa porque las monjas, cosa que Doña Paquita niega, diciendo que se quedará siempre con su madre. En la siguiente escena hablan Don Diego y Doña Irene. Doña Francisca está presente pero apenas interviene o calla. El caballero empieza a sospechar que la niña no le tiene el cariño que él espera y se lo expone a su madre, pero ésta le asegura que sí. Don Diego le dice a Doña Francisca que su cariño es sincero y que desearía la misma sinceridad para con él. Doña Irene acaba impidiendo que la niña declare que no desea casarse con el caballero, chantajeándole con el cariño materno-filial.
En la escena séptima del acto segundo y tras una advertencia de Rita, el militar Don Carlos y Doña Francisca se encuentran, adquiriendo tintes la comedia de drama romántico. Los amantes se vuelven a declarar su mutuo amor y Don Carlos dice, ante el llanto de la muchacha, que la va a defender ante todo el mundo. Don Carlos se queda con Calamocha y Rita, y ve aparecer a Simón, extrañados de su presencia. Al salir Don Diego de su cuarto, Don Carlos se turba y se aparta. Don Diego le descubre y le pregunta qué hace en la posada. Don Carlos no le dice la verdad. Don Diego le dice que tiene que volver con su ejército a Zaragoza inmediatamente ya que no puede desatender sus obligaciones de mando militar y le echa de la posada ordenándole que no pase la noche bajo ese techo. Se despiden tío y sobrino. Cuando Rita le cuenta a Doña Francisca que Don Félix y su criado se han ido, la muchacha se siente engañada por el teniente y llora desconsolada.
De noche, Don Diego no puede dormir y sale a la sala de la posada donde se encuentra durmiendo Simón. Éste se despierta y ambos oyen una serenata de amor. Alguien ha tirado a Doña Francisca una carta, pero quien la coge es Simón y se la entrega a su amo, que ya sospecha que es de un amante de Doña Paquita, por lo que se siente herido y celoso. Sale Rita a buscar el papel que el amante callejero ha tirado a Doña Paquita pero halla a Simón y disimula. Rita le comunica a Doña Francisca que no ha podido hacerse con la carta y la muchacha vuelve a entristecerse, creyendo que Don Félix (Don Carlos) la ha abandonado.
TITULO: Diario de un nómada -Perros de etiqueta en busca de dueño ,.
El domingo -20- Enero a las 19:00 por La 2 , foto.
Perros de etiqueta en busca de dueño,.
El Refugio San Jorge de Cáceres lanza un centenar de botellas de vino con la imagen de tres canes que no encuentran familia | La campaña de sensibilización trata de recaudar fondos para hacer frente a la alta ocupación de animales,.
En el Refugio San Jorge denominan como «invisibles» a los perros que llevan mucho tiempo en este recinto sin que nadie dé el paso para adoptarlos. Chase, Malvy y Foxy,
un galgo y dos podencos, todos de larga estancia, se han convertido en
los protagonistas de una original campaña que trata de sensibilizar
sobre la responsabilidad social con los animales abandonados.
Las fotografías de cada uno de ellos etiquetan el centenar de botellas de tres variedades que la bodega Malauva, dirigida por Benito Tena, ha ofrecido para esta campaña. La idea, si tienen aceptación, es continuar vendiéndolas hasta que estos tres animales sean adoptados. Además de la difusión también tienen el objetivo de recaudar fondos para hacer frente a la alta ocupación de animales del Refugio San Jorge, en donde actualmente viven unos 80 perros, además de numerosos gatos, que están hacinados. «Necesitamos conseguir dinero para poder ampliar, necesitamos una gatera nueva, estamos 'overbooking'».
Hay abierta una campaña de colaboración económica para poder adquirir casetas de obra para ubicar a los gatos. «Cualquier entrada de dinero es ahora necesaria», explica Sonia Salas. Cada botella se vende por nueve euros y los pedidos hay que hacerlos directamente al Refugio. «Tanto la bodega como el fotógrafo y el diseño, de 'Diseña y más' han aportado todo de manera altruista», valora esta voluntaria que no descarta que la campaña se pueda ampliar más adelante con otros artículos diferentes al vino.
La situación más complicada es la de Malvy. La rescataron hace unos cuatro años en la zona del Carrefour y estaba preñada de crías que sí fueron adoptadas. «Tiene mucho miedo y necesita una persona que le dé confianza», explica Sonia, que destaca que hacerle la fotografía ya fue todo un logro. Armando Méndez, fotógrafo de HOY, ha sido el encargado de poner ante su cámara a estos animales, cuyos abandonos tienen que ver con la caza. «Antes era en la temporada del fin de caza, a partir de febrero, cuando recogíamos más galgos pero ahora es durante todo el año».
Foxy, de tamaño pequeño, también es un podenco que ha desarrollado miedo hacia las personas y que necesita dosis extra de cariño, mientras que Chase es un galgo atigrado, «muy tranquilo, que se acostumbraría a la casa».
En Navidades también se nota el hecho de que los estudiantes de Veterinaria que acogen a perros vuelven a sus casas durante el periodo de vacaciones, tiempo en el que los perros regresan al Refugio, lo que acrecienta la falta de espacio.
El Refugio San Jorge es muy activo en la sensibilización por los derechos de los animales. Recientemente llevaron a cabo una fiesta de presentación de su calendario solidario. En septiembre organizaron en la Plaza de Santiago el 'Street Food Market', una iniciativa gastronómica y participativa de la que salió precisamente esta propuesta de las botellas de vino con la imagen de los canes. Son frecuentes las rutas y las carreras populares y participativas. El pasado año también se hizo un desfile de moda en el Parque del Príncipe durante toda la jornada que sirvió para insistir en la necesidad de dotar de recursos a este recinto. El voluntariado es siempre necesario y bien recibido y hay muchas facetas diferentes en las que se puede colaborar.
Las fotografías de cada uno de ellos etiquetan el centenar de botellas de tres variedades que la bodega Malauva, dirigida por Benito Tena, ha ofrecido para esta campaña. La idea, si tienen aceptación, es continuar vendiéndolas hasta que estos tres animales sean adoptados. Además de la difusión también tienen el objetivo de recaudar fondos para hacer frente a la alta ocupación de animales del Refugio San Jorge, en donde actualmente viven unos 80 perros, además de numerosos gatos, que están hacinados. «Necesitamos conseguir dinero para poder ampliar, necesitamos una gatera nueva, estamos 'overbooking'».
Hay abierta una campaña de colaboración económica para poder adquirir casetas de obra para ubicar a los gatos. «Cualquier entrada de dinero es ahora necesaria», explica Sonia Salas. Cada botella se vende por nueve euros y los pedidos hay que hacerlos directamente al Refugio. «Tanto la bodega como el fotógrafo y el diseño, de 'Diseña y más' han aportado todo de manera altruista», valora esta voluntaria que no descarta que la campaña se pueda ampliar más adelante con otros artículos diferentes al vino.
La situación más complicada es la de Malvy. La rescataron hace unos cuatro años en la zona del Carrefour y estaba preñada de crías que sí fueron adoptadas. «Tiene mucho miedo y necesita una persona que le dé confianza», explica Sonia, que destaca que hacerle la fotografía ya fue todo un logro. Armando Méndez, fotógrafo de HOY, ha sido el encargado de poner ante su cámara a estos animales, cuyos abandonos tienen que ver con la caza. «Antes era en la temporada del fin de caza, a partir de febrero, cuando recogíamos más galgos pero ahora es durante todo el año».
Foxy, de tamaño pequeño, también es un podenco que ha desarrollado miedo hacia las personas y que necesita dosis extra de cariño, mientras que Chase es un galgo atigrado, «muy tranquilo, que se acostumbraría a la casa».
Navidad
El periodo navideño no ha logrado incrementar el número de adopciones. «Las ha habido, pero no ha sido como otros años». Como contrapartida la recogida de perros ha sido intensa. Durante varios días se han llegado a recoger un perro diario. «Algunos eran perdidos, pero no todos pudieron devolverse en el día».En Navidades también se nota el hecho de que los estudiantes de Veterinaria que acogen a perros vuelven a sus casas durante el periodo de vacaciones, tiempo en el que los perros regresan al Refugio, lo que acrecienta la falta de espacio.
El Refugio San Jorge es muy activo en la sensibilización por los derechos de los animales. Recientemente llevaron a cabo una fiesta de presentación de su calendario solidario. En septiembre organizaron en la Plaza de Santiago el 'Street Food Market', una iniciativa gastronómica y participativa de la que salió precisamente esta propuesta de las botellas de vino con la imagen de los canes. Son frecuentes las rutas y las carreras populares y participativas. El pasado año también se hizo un desfile de moda en el Parque del Príncipe durante toda la jornada que sirvió para insistir en la necesidad de dotar de recursos a este recinto. El voluntariado es siempre necesario y bien recibido y hay muchas facetas diferentes en las que se puede colaborar.
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