Loteria del 11/11 - Un adoquín en la vitrina,./ EL DIVAN DE OLGA VIZA - No grites "¡goooooooooooool!",.
TITULO: Loteria del 11/11 - Un adoquín en la vitrina,.
Loteria del 11/11 - Un adoquín en la vitrina ,. , fotos,.
Mis
padres nacieron con el Muro de Berlín ya en pie. Cuando yo llegué al
mundo, sin embargo, ya hacía tres años que ese último bastión había sido
demolido. Comenzaba una nueva etapa en la economía mundial, o eso
aseguraban las voces autorizadas. La gramática nos enseña que los
presentes compuestos no existen; y la Historia, que los presentes
simples tampoco. Los que sí existen son los presentes continuos:
monocromos, aburridos, instalados en la espera eterna de ese
acontecimiento memorable que lo cambiará todo y nos regalará algo
hermoso que contarles a los nietos. Pertenezco a esa generación sin
pasado que no corrió delante de los grises, que no vio morir a Franco ni
vivió la transición; la revolución sexual nos pilló de vuelta y, cuando
nací, hacía años que la 'movida' había sido demolida por esa alianza
negra entre las drogas y el neoliberalismo. Pero tener recuerdos, como
casi todo, está sobrevalorado, y además tiene precio: el tiempo.
En
unos días hará treinta años de la caída del Muro. Luego se cumplirán
otros treinta del fin de la Guerra del Golfo, y pronto habrán pasado
también treinta desde las Olimpiadas de Barcelona. Más o menos a la vez,
sin remedio, llegará mi propia efeméride. Decía Gardel «que veinte años
no es nada», y mi mirada febril y parcial atestigua que ya hace cinco
de todo y diez de casi todo. Un profesor de filosofía del instituto
tenía en su despacho, en un cubo de metacrilato, un trozo del Muro de
Berlín, y aseguraba haberlo cogido él mismo aquel noviembre. Aunque
todos sabíamos que no era cierto, poco importaba, porque de algún modo
era verdad. Cuando tenga un despacho colgaré de la pared mi fotografía
favorita: la pandilla tirada en Sol durante la acampada del 15M. Otros
quizás atesoren un adoquín roto en la vitrina, y cuando sus nietos
pregunten, les dirán que lo pidieron por Amazon.
TITULO: EL DIVAN DE OLGA VIZA - No grites "¡goooooooooooool!",.
No grites "¡goooooooooooool!",.
foto / Locutores, comentaristas, tertulianos de fútbol…¿Por qué gritan
"gooooooooooooooooool" de forma compulsiva cada vez que, en efecto, se
marca un gol? ¿Hay alguna cláusula que les obligue? Parece que fingir la
pasión se ha convertido en un requisito para narrar. Me imagino que esa
exageración nació para imitar a los locutores sudamericanos. Pero, si
se simula, al menos, que resulte verosímil. Lo podemos comprobar en el
sexo. La exageración de la expresión del placer es lo menos placentero
que hay. Salvo para los ingenuos. El primer poeta que comparó los labios de una mujer con una rosa era
un genio, el segundo, un hortera. El primer locutor que se dejó llevar
por el volcán de fútbol interior fue el brasileño Ary Barroso
(1903-1964). Era una fuerza de la naturaleza que incluso cantaba
durante las locuciones. Pero ahora, los televisores y las radios están
repletas de imitadores que sustituyen la palabra por el grito. Esas
celebraciones fingidas son la hipérbole de la nada, la catarsis de la
mentira. Pura expresión del vacío. Del gallo de José Ángel de la Casa en el "gol de Señor" y el sentido alivio de Camacho en el "Iniesta
de mi vida" al asalto cacofónico del locutor actual hay un camino en el
que se ha perdido el respeto al oyente. Porque el alargadísimo
"gooooooooool" es una imposición, no una demanda. Y es que ningún
aficionado grita un gol de esa forma excepto si es un tanto clave o un
empate a última hora.
La radio estimulaba la imaginación a base de un relato bien trenzado,
pero con el exceso de partidos, para captar la atención, en ocasiones,
la radio se ha convertido en una parodia de sí misma. La televisión, por
otro lado, ha intentado imitar a la radio, pero al telespectador que ya
está viendo lo que sucede, cuando hay exceso le produce una sensación
de impostura. No se trata de imitar a Radio Colonia, la
emisora uruguaya que retransmite con voz impertérrita partidos para
gente con problemas del corazón, pero sí de crear un clima en el que la
belleza pueda convivir con la emoción.
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