TITULO: La Hora Musa - Eric Clapton ,. Martes -25- Julio ,.
'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes -25- Julio , foto,.
Eric Clapton,.
Cuando Eric Clapton vestía de Armani y ya vivía sin alcohol,.
La extensa reedición del disco en directo «The Definitive 24 Nights» recupera una etapa del músico caracterizada por la sobriedad a todos los niveles y por su gusto por exhibir ropa de diseño,.
Guitar legend Eric Clapton plays his 1986 pewter Fender Stratocaster,.
La imagen de Eric Clapton a principios de los 90, cuando se ubica esta historia, era la de un músico lustroso, vestido con caros trajes de Armani sobre el escenario y presentando una sobriedad muy alejada de lo que en realidad había sido su turbulenta vida y obra durante las décadas anteriores. Las fotografías y vídeos de aquella época son el testigo visual mientras que el documento sonoro se recupera ahora en «The Definitive 24 Nights», tres discos que amplían el original de dos lanzado en 1991 y que exponen lo que era entonces un hombre rehabilitado para la causa del éxito masivo.
Ningún neófito habría adivinado entonces lo que en realidad había sido una vida trágica –y lo seguiría siendo– que comenzaría con una infancia ausente de padre infiel, desafección, falta de autoestima crónica, adicción a todo tipo de sustancias incluida la heroína, alcoholismo, infidelidades y muchas más cosas. Como en tantos otros casos, la música y la carretera fue al mismo tiempo problema y solución. Fue increíble cómo pudo sobrevivir esta fuerza de la naturaleza, pero tantos excesos y decepciones le acabaron pasando factura. Entraría en la década de los 80 como un músico acabado comercialmente y lleno de problemas que solucionar en una vida personal caótica y desestructurada. Al tiempo, varios discos insulsos enterraban su reputación como músico.
El 13 de julio fue el «día de la resurrección» para muchos artistas. Fue el día del famoso Live Aid. Clapton era uno de los invitados y recuerda cómo vivió las horas previas, «con ansiedad, angustia y miedo». Luego saldría a escena a ofrecer un breve set de tres canciones («White Room», «She’s waiting» y, cómo no, «Layla») y se salió. Aquello le volvería a situar en el mapa artístico y le ayudaría a dejar atrás parte de su legendaria inseguridad. Pero su vida personal seguía siendo un caos.
Durante su existencia, había seguido un camino ciertamente habitual entre los músicos. Por este orden: anfetaminas, LSD, cocaína, heroína, nuevamente cocaína y finalmente alcohol para «desengancharse» de las drogas duras. Y a ello sumaría en los 80 una incontinencia sexual que tampoco se esforzaba en disimular, con algún que otro hijo ilegítimo incluido. Una de sus aventuras le llevó hasta la modelo italiana Lory Del Santo, quien le aficionó a los trajes de Armani y de diseño. También quedó embarazada. Era 1986 y su mujer, Patti Boyd, dijo basta. La ex esposa de George Harrison e inspiradora de «Layla» no pudo aguantar más y emprendería unos trámites de divorcio que se consumarían en su posterior divorcio.
Sobrio incluso tocando
A medida que iba abandonando la bebida, Clapton ingresaría en el «mainstream» de la música. Sus grabaciones seguían siendo malas, pero su popularidad era creciente y las giras se sucedían. También los eventos benéficos, donde no solía faltar. Se dejaba ver en escena con multiventas como Mark Knopfler, Lionel Richie, Elton John, Phil Collins, Tina Turner y todos los «dinosaurios» que por entonces habían regresado a la senda del éxito comercial. Sus discos seguían siendo mediocres, pero la gente quería seguir oyendo su guitarra y viendo su presencia en directo. Y también él se apuntaría a una de las modas del momento, la edición de una caja retrospectiva de su obra que llamaría «Crossroads» y que vendería muchísimo.
«Journeyman», de 1989, sería el disco con el que regresaría a las listas, un álbum lleno de remiendos y sin una idea estilística prioritaria, y que curiosamente tenía en un viejo tema blues de Ray Charles, «Hard times», su mayor punto de inspiración. Era un perfecto resumen de quién era entonces Eric Clapton, un tipo que había llevado la sobriedad incluso a su forma de tocar. Ya no exhibía la explosividad, el riesgo y el temperamento de antaño, sino que se presentaba como un músico pulcro y limpio. Él mismo hablaría de su evolución como guitarrista: «Creo que a medida que envejeces, tienes más respeto por tu instrumento. Además, al vivir un tipo de vida diferente y no estar en las drogas o la bebida ahora, mi enfoque ha regresado a los aspectos serios de lo que hago como guitarrista y tratar de mejorar eso sin exagerar».
Tras recorrer el mundo con conciertos por todas partes, desde África a Japón, Clapton decidió encerrarse durante cerca de un mes en el Royal Albert Hall para dar una serie de conciertos. Inauguró esa tradición en 1987, pero nunca fue tan lejos como en 1990, con unos recitales que ordenó por diferentes temáticas: shows con una banda básica de cuatro miembros, otros con una banda de nueve, varios consagrados a la interpretación del blues y, más sorprendentemente, otros tres con una orquesta sinfónica. Varios cortes se recopilaron en el álbum «24 nights» –que añadía grabaciones de otros conciertos en el Albert Hall de 1991– y que ahora encuentra la versión expandida con «The Definitive 24 Nights».
La reedición muestra lo que entonces era Clapton, un músico sobrio en todos los sentidos, un hombre más preocupado por el sonido y la correcta ejecución antes de entregarse a la exploración y el riesgo, esa facultad que tantos músicos han ido perdiendo con los años, esa sensación de llegar a un sitio peligroso y desconocido del que puedes salir magullado o triunfante. Clapton iba a por lo seguro a riesgo de no provocar excitación. Ni siquiera en sus noches de blues.
Sin embargo, a Clapton le hizo mucho bien aquello porque le ayudó a reconducir su vida a todos los niveles. Y todo parecía ir bien y seguro hasta que se produjo aquella horrorosa tragedia del 20 de marzo de 1991, cuando su hijo Conor, producto de la relación con Lory Del Santo, falleció a la edad de cuatro años al caerse por la ventana abierta de un dormitorio situado en el piso 53 de un edificio de apartamentos de Manhattan mientras jugaba. La enésima tragedia de su vida, la peor de todas.
Lo impresionante fue cómo aceptó Clapton aquel suceso, el más horroroso imaginable, y cómo salió adelante, con un coraje que nunca había mostrado en sus muchas vidas anteriores. Compondría «Tears in heaven», un impresionante éxito mundial, al que sucedería la icónica grabación de su «Unplugged» de 1992. Fiel a su inseguridad, Clapton no quería publicar ese disco al considerar que era un álbum «lleno de fallos», pero acabaría dando su brazo a torcer para al final consagrarse como su mayor éxito comercial: millones de discos vendidos y seis Grammys, incluyendo el mejor álbum del año. Así resumiría Clapton su enésimo renacimiento: «Muchas veces me pregunto: ‘‘¿Por qué yo? ¿Por qué he sobrevivido?’’. Y tengo que observarlo como algo positivo, he sobrevivido a todas estas cosas y por lo tanto tengo algún tipo de responsabilidad para mantenerme creativo y no regodearme en la mala suerte».
Mano lenta
►Clapton lleva años anunciando un final de sus giras que nunca acaba de producirse. Lo lleva en la sangre. Y a sus 78 años se resiste a abandonar, corrigiéndose a sí mismo y anunciando cada tanto conciertos, como los que tiene programados en septiembre en EEUU. En 2016 admitió que padece neuropatía periférica, una enfermedad que tiene como consecuencia la debilidad muscular, la falta de sensibilidad y el hormigueo en los pies y en las manos, así como pérdida de equilibrio y coordinación. Es obvio que la dolencia ha mermado su técnica y capacidad para recorrer los trastes de su guitarra. Muy atrás quedaron aquellas ejecuciones de vértigo que contrastaban con su enigmático apodo de «Slowhand», mano lenta, algo que nunca se refirió a su velocidad. No hasta ahora.
TITULO: Cachitos de hierro y cromo - Nostalgia y algo de melancolia ,. . Martes - 25- Julio ,.
El martes - 25- Julio a las 22:30 horas por La 2, fotos,.
Nostalgia y algo de melancolia,.
Con un agradecido poso de nostalgia se presenta una serie española a tener en cuenta, bien interpretada y dirigida, donde los excesos no se llevan el protagonismo en pos de la emoción,.
Un fotograma de 'La ruta'.
La famosa ruta del bakalao lleva tiempo siendo objeto de reportajes sensacionalistas, documentales incompletos, del todo insuficientes, y leyendas urbanas en internet pero no se había tratado apenas en la ficción audiovisual, salvo algunos cortometrajes pergeñados en la década de los 90, como 'Mi novio es bakala' -ahí estaba la canción de Meteosat- o 'Ruta Destroy'. Tras varios proyectos fallidos, alguno todavía en barbecho -la temática da para más de una historia de terror-, ha salido adelante 'La ruta', una de las series presentadas en el reciente Festival de Cine de San Sebastián. Con el apoyo de Atresmedia Televisión -se verá en Atresplayer Premium a partir del 13 de noviembre-, esta propuesta creada por Borja Soler Gil y Roberto Martín Maiztegui (amparados por la documentación de textos como 'En Éxtasis', de Joan M. Oleaque), apuesta por la sensibilidad, sin exprimir los excesos, a la hora de contar un relato poco habitual cuando se habla de uno de los fenómeno musicales de finales del pasado siglo que atravesó Valencia y aledaños. Cientos de jóvenes no descansaban a lo largo de 72 horas, de viernes a domingo y subiendo, moviéndose por la carretera, peligrosamente, de discoteca en discoteca, templos del libre albedrío. Las drogas de diseño, léase pastis, y el alcohol de botellón en el parking eran la imagen habitual de una tendencia con banda sonora, el sonido mákina, que fue ensombrecido por los estertores de la movida madrileña y el advenimiento del apocalipsis «indie». Ricardo Gómez, Elisabet Casanovas, Àlex Monner, Claudia Salas y Guillem Barbosa protagonizan esta sugestiva mirada a una época por la que es inevitable sentir cierta nostalgia a pesar de su mala imagen de puertas afuera.
'La ruta' comienza asentando sus intenciones: retratar un tiempo pasado que no fue necesariamente como nos lo han pintado, donde además de ponerse hasta arriba también afloraban los sentimientos y se cocía un movimiento a contracorriente, con la fiesta y la música como pilares fundamentales, derribados por los medios amarillistas. El protagonista es un DJ de éxito que está a punto de firmar un gran contrato con una de las salas más punteras de Ibiza. Valencia, escenario de la Ruta Destroy, se da la mano con la isla, el paraíso de la juerga non stop. A partir de la decisión de cerrar el jugoso trato, y montarse en el avión rumbo al estrellato definitivo, o quedarse con los suyos, replanteándose su identidad y relación con el mundo, crece la narración. Los lazos familiares y la amistad son rasgos fundamentales en una serie que se concentra a la hora de describir a sus personajes principales sin descuidar el atractivo envoltorio. No es fácil hacer partícipe al espectador de lo que significa estar en una discoteca dándolo todo, rodeado del gentío, bailando desencajado, entregado al ritual sin barreras, a toda pastilla. Hedonismo puro. Esta sensación está presente en las imágenes, a ratos líricas, de un relato ambientado con pasión que logra profundizar en los pensamientos del protagonista, rey de la noche y los platos, defendido con alma por Monner ('Pulseras rojas'), a quien secunda un notorio plantel.
'La ruta' se permite viajar en el tiempo, con flashbacks bien integrados, para moverse entre las luces y las sombras del presente y el pasado de un grupo de amigos que buscan su sitio. Su periplo comienza cuando entraron por primera vez en la mítica sala Barraca a principios de los años 80, hasta que reventó la ruta del bakalao a mediados de los 90. La fiesta se devoró a sí misma. El viaje de la inocencia a la madurez dejó algunos cadáveres en el camino, fantasmas encerrados en el armario, memorias dañadas y muchas estampas de alegría exacerbada. Puntos claves en una serie que sorprende para bien en su valiente decisión de ir más allá de lo evidente y cargar las tintas en lo emocional. Es vox pópuli la cantidad de «ruteros» que se quedaron en el camino, debido al abuso de estupefacientes o accidentes en la carretera puestos hasta las cejas de éxtasis y otras sustancias. Entre los supervivientes, más de un cerebro ha olvidado tantas horas de marcha por razones obvias, pero hasta el momento no se ha hecho verdadera justicia a un capítulo esencial en la historia de los movimientos contraculturales juveniles en nuestra fronteras que derivó en una simple explotación hostelera que acaparó los telediarios. Chimo Bayo y su popular temazo 'Así me gusta a mí (Extasi, extano)' se sigue pinchando en las verbenas, convertido en el símbolo de aquellos curiosos años caricaturizados por culpa de la mala prensa adscrita al libertinaje. Química y bombas.
TITULO: Locos por las motos - Rinaldi domina con 250 rpm menos,.
Rinaldi domina con 250 rpm menos,.
Las Ducati del italiano y de Bautista, octavo el primer día de libres, salen a Ímola con menos rmp, al contrario que las Kawasaki, que ganan 250.
foto / El reglamento del Mundial de Superbike permite, según su artículo 2.4.2.3, actualizar el régimen de revoluciones por minuto (rpm) de los motores de las derivadas de la serie, y por ello salió Bautista a los libres de la ronda de Italia con 250 rpm menos en su Ducati, mientras que Kawasaki ve como suben las suyas en esa misma cantidad.
Si lo que busca el promotor es igualar las monturas y evitar que la racha del español con la Ducati tenga continuidad, es una incógnita el resultado. Al menos si tenemos en cuenta los entrenamientos libres de Ímola, porque lideró una Panigale. No la del líder del Mundial, si no la de su compañero, Rinaldi. En la jornada de la mañana Razgatlioglu, Rea y Bautista acabaron en lo alto de la clasificación por ese orden y en la misma décima (1:47.6)
Por la tarde ninguno de los tres mejoró esos registros y acabaron en las posiciones seis, siete y ocho en un FP2 accidentado con tres banderas rojas por caídas de Gerloff, que se llevó por delante a su compañero Baz, Rea y Rabat. Pero la otra Ducati ‘pata negra’, la de Rinaldi, se alzó con el mejor tiempo de la sesión y el de la combinada (1:47.128). El italiano llega a la ronda de casa con su futuro en el aire, ya que Ducati no ha anunciado aún quién será el compañero de Bautista la próxima temporada. “Bulega podría ser una opción, pero tenemos otras opciones sobre la mesa. No tenemos prisa. Queremos ver cuál es el mejor compromiso para nuestro equipo. Creo que tomaremos una decisión a finales de julio o principios de agosto”, ha dicho Serafino Foti, team mánager del Aruba, en Ímola. Además del líder de Supersport, Axel Bassani (Motocorsa Racing) y Danilo Petrucci (Barni Spark Racing Team) también revelaron que les gustaría un asiento de fábrica.
Por detrás de Rinaldi, Lowes con la Kawasaki, Gerloff, con la BMW, Bassani, con la Ducati del Motocrosa y Locatelli, con la Yamaha. Sólo faltaron las Honda de Vierge (15) y Lecuona (17) para que todas las fábricas de las derivadas de la serie tuvieran presencia en lo alto de la tabla. Con la llegada de las carreras en Ímola (sábado 14:00, domingo 11:00 y 14:00, Teledeporte y Eurosport), se despejará la incógnita de si la modificación de las revoluciones ha igualado la parrilla o si Álvaro Bautista seguirá con su dominio.
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