TITULO: Viajeros Cuatro - Ocho grandes experiencias en el centro de Portugal para disfrutar de un territorio aún desconocido,.
El Miércoles -1, 8 - Noviembre a las 22:45 por La
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Ocho grandes experiencias en el centro de Portugal para disfrutar de un territorio aún desconocido,.
Sobrevolar la Serra da Estrela, caminar tras los pasos de los ganados trashumantes por la Ruta de la Lana o contemplar los cielos más estrellados en la reserva natural de Faia Brava conforman el auténtico corazón del país,.
El románico portugués, el arte que se saltó la Raya, ya tiene su enciclopedia,.
La Fundación Santa María la Real y la Universidad de Oporto publican tres tomos con 300 muestras del estilo que acompañó la afirmación del reino de Portugal,.
Iglesia románica de São Salvador de Ansiães, en el valle del Duero en Portugal,.
Los creadores del románico tenían un ojo en la eternidad y otro en su tiempo. El que les tocó vivir fue convulso. Las desavenencias políticas, religiosas o familiares acababan a menudo en guerras que modificaban las fronteras. Portugal se convirtió en un reino independiente en 1139, cuando Afonso Henriques elevó la condición del antiguo condado y rompió por completo con gallegos y leoneses. El nuevo país trazó sus límites geográficos, pero la arquitectura siguió hermanando a los antiguos compatriotas. “El románico no entiende de fronteras. El que se encuentra en el norte de Portugal tiene mucho parentesco con el gallego tanto en el uso de materiales graníticos como en la existencia de iglesia,.
Estremadura ―con “S”―, Ribatejo o las Beiras ocupan el corazón central de Portugal, pero pasan desapercibidas, eclipsadas, por otras regiones lusas más turísticas como son el Algarve, la ribera del Duero, las grandes ciudades históricas portuguesas o incluso el cada vez más popular Alentejo.
Pero estas fértiles tierras que conforman el centro del país lusitano han sido escenario de muchos capítulos de la historia portuguesa, esconden célebres monasterios, santuarios populares, viñedos, playas, castillos, pueblos históricos y las olas más grandes de Europa. Aquí van algunas propuestas para disfrutar de su naturaleza y su mundo rural con mucha tranquilidad.
Parapente en Serra da Estrela
La meca del parapente en Portugal es la poco conocida Serra da Estrela, que parece olvidada por la comunidad outdoor de la península Ibérica a pesar de sus impresionantes desniveles montañosos, sus valles glaciares como el de Loriga o algunas caminatas impecables como la Ruta de las 25 lagunas. Es difícil hacerse una idea de toda su extensión, a menos que se haga desde el cielo, excelente elección por las brutales vistas, de una belleza natural sin comparación.
En Serra da Estrela las cimas más altas del país ofrecen paisajes escarpados en las que se pueden practicar múltiples actividades al aire libre. También destacan las costumbres tradicionales de los pueblos rurales. En Torre, el punto más alto de Portugal (que alcanza, artificialmente, los 2.000 metros gracias a un monumento de piedra), se hallan las únicas pistas de esquí del país y los excursionistas cuentan con una red de senderos con fabulosas vistas. Por debajo, pronunciadas carreteras de montañas se abren paso por lagos y grandes afloramientos de granito mientras forman tirabuzones por los valles cubiertos por densos bosques. Los torrenciales ríos de Serra, incluidos el Mondego y el Zêzere, han proporcionado históricamente la energía para hilar y tejer la lana local, aunque hoy el pastoreo tradicional está dejando paso a una economía de servicios dirigidos a los turistas de fin de semana.
Una buena forma de explorar la zona sería comenzar por las bonitas poblaciones de montaña Manteigas o Seia. Al sur, Covilhã es la población más grande y la que tiene más servicios para los viajeros.
Saltar las olas en Nazaré
En los últimos tiempos, esta localidad, siempre muy modesta y orgullosa de su herencia pesquera, se ha convertido en territorio de apasionados surfistas, entre otras cosas por contar con las olas más grandes del planeta. Si no formamos parte de esa élite surfista, quizá lo mejor sea tumbarse en las arenas doradas de su bahía, a la sombra del cabo de Sítio, para contemplar la pericia de los más audaces riders. La ola más grande se ve como una diminuta mancha oscura en un inmenso muro de agua: los vídeos de surfistas cabalgando olas gigantescas en Nazaré han cautivado al mundo en los últimos años. Si se dan las condiciones adecuadas, las olas en esta zona pueden superar los 30 metros de altura, como un edificio de ocho plantas. Son tan veloces y tan altas que los surfistas son remolcados en moto acuática. Pero, ¿por qué son tan grandes? Las tormentas y los vientos del Atlántico pueden generar olas por sí solas, pero Nazaré cuenta con una peculiaridad que multiplica ese potencial: un cañón marino subacuático de unos cinco kilómetros de profundidad que apunta directamente a la Praia do Norte.
Más allá de las olas, está el pueblo de Nazaré, que con su maraña de callejas empedradas que desembocan en una extensa playa al pie de unos riscos es conocida como la localidad costera más pintoresca de la histórica provincia portuguesa de Estremadura. En julio y agosto la arena está totalmente cubierta de sombrillas multicolores y el centro está lleno de marisquerías, bares y mujeres ataviadas con trajes regionales que ofrecen habitaciones de alquiler, sobre todo frente al mar, cerca de la avenida da República. Un funicular lleva a la parte alta del pueblo, encaramada en un risco, el Promontório do Sítio, con fantásticas vistas de la costa. La bajada se puede hacer a pie: es un agradable paseo y se evita así a la multitud de vendedores de baratijas. Hay muchos lugares donde alojarse y comer; incluso en el punto más alto del promontorio.
Dos sitios más a tener en cuenta: el faro, conocido como el farol, famoso por su telón de fondo de las imágenes de surfistas, sobre todo al atardecer, y el Santuário de Nossa Senhora da Nazaré, una iglesia barroca del siglo XVII situada en el Promontório do Sítio, decorada con bellos azulejos holandeses y que alberga la venerada imagen de la Virgen de Nazaré. Se dice que es obra del mismísimo san José, que la esculpió en el Nazaret de Galilea cuando Jesús era niño; de ella procede el nombre de la localidad.
El encanto marítimo de la Praia da Costa Nova y Aveiro
Se trata de una de las playas más emblemáticas del centro de Portugal y una de las postales más reconocidas del todo el país por sus casas coloridas de rayas, que albergan antiguos almacenes de pescadores. La situación de la Praia da Costa Nova es fantástica, pues se coloca en una estrecha península que resguarda la ría de Aveiro, y forma un arenal amplio al pie de un tranquilo paseo marítimo lleno de elegantes y agradables restaurantes, donde recuperar la compostura tras visitar a pie la cercana Praia da Barra y su impresionante faro.
Aveiro está situada al borde de un amplio sistema litoral de lagunas, y puede presumir de tener un bonito centro y un ambiente animado. Se conoce entre los lugareños como “la Venecia de Portugal” por su pequeña red de pintorescos canales. Pero mientras la ciudad italiana tiene góndolas, esta tiene moliceiros, las barcas tradicionales que realizan la recolección de las algas, una de las fuentes de riqueza de la zona.
Una introducción a la naturaleza puede ser la reserva natural de las Dunas de São Jacinto, una tranquilísima zona que se extiende al norte desde São Jacinto, entre el mar y la plácida laguna al oeste de Aveiro. Una red de senderos recorre los pinares y dunas, incluido uno circular de ocho kilómetros (unas tres horas de duración), mientras varios escondrijos ofrecen la oportunidad de observar aves (el invierno es la mejor época).
Para empaparse del ambiente marino de Aveiro una opción es visitar el maravilloso Museu Marítimo de Ílhavo que ocupa un moderno edificio en la población de Ílhavo, unos ocho kilómetros al sur de la localidad. Aquí se puede conocer la historia de la identidad marítima de Portugal, desde la pesca del bacalao (con soberbios barcos pesqueros de los siglos XIX y XX) hasta las pinturas al óleo en la proa de los moliceiros. Destaca el acuario de bacalhaus, donde se ve el bacalao atlántico que los portugueses pescan y comen desde hace siglos.
Senderismo por la Ruta Carmelita
Un centenar de kilómetros conectan Coimbra y Fátima, en un camino de peregrinaje transitado hoy por muchos senderistas. Este itinerario está inspirado en la vida y legado de la hermana Lucía, una de los tres pastorcillos que vieron aparecer a la virgen en Fátima. Paisajes abiertos, resplandecientes y exuberantes acompañan la Ruta Carmelita hacia uno de los grandes santuarios ibéricos, que suele hacerse a pie, aunque también es muy cómodo para recorrer en bicicleta.
El camino empieza en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra (donde ingresó la monja en 1947), junto al memorial de la hermana Lúcia; y el final es el santuario de Fátima, al que se llega después de recorrer un camino de 111 kilómetros que ha sido diseñado por los ayuntamientos de la ruta en base a seis etapas (entre 13 y 26 kilómetros cada una), con paradas en Condeixa-a-Nova, Rabaçal, Ansiao, Bofinho, Seica y, finalmente, en Fátima. A lo largo del camino se pueden hacer algunas paradas y desvíos muy interesantes como las ruinas romanas de Conímbriga, en Condeixa-a-Velha, que se colocan dentro de los frondosos campos del suroeste de Coimbra. Es el yacimiento más grande e impresionante de Portugal: una de las ciudades más importantes de los romanos en la provincia de Lusitania, de la que quedan unas ruinas muy extensas y bien conservadas: las villas con elaborados mosaicos en el suelo 1sobre todo la Casa dos Repuxos (Casa de las Fuentes), un muro defensivo del siglo III, los restos de las Grandes Termas do Sul, uno de los diversos baños de la ciudad; parte del acueducto de tres kilómetros, y el foro, en tiempos rodeado de pórticos cubiertos.
Coimbra, la ciudad universitaria más evocadora de Portugal, es una antigua capital medieval a orillas del río Mondego. Los estudiantes deambulan por las calles y los fadistas tocan gratis bajo la puerta mozárabe o las cristaleras del Café Santa Cruz. Su evocador centro, repleto de historia, data de la época morisca, con sus oscuros callejones adoquinados y una monumental catedral.
Pero Fátima es la clave y la meta de la ruta. Más allá de las creencias, es difícil no quedar impresionado por las grandes dosis de fe que conducen cada año a unos seis millones de personas al claro donde se dice que la virgen María se apareció el 13 de mayo de 1917 a tres niños atemorizados. Allí donde antes pastaban las ovejas hay ahora dos enormes basílicas que se alzan en lados opuestos de una vasta explanada de un kilómetro de largo. La ciudad está llena de pensiones y restaurantes para los peregrinos, además de cientos de tiendas atestadas de vírgenes que brillan en la oscuridad o bustos del Papa de turno. El principal punto de interés es la basílica de Nossa Senhora do Rosário de Fátima, de 1953, un edificio triunfal en blanco inmaculado con una columnata que recuerda a San Pedro del Vaticano. En las inmediaciones, la Capela das Aparições (capilla de las apariciones) señala el lugar donde dicen que se apareció la Virgen en cinco ocasiones en 1917. Y en el extremo oeste del reciento está la basílica da Santíssima Trindad, que concentra la mayor devoción. A la entrada del santuario hay un fragmento del Muro de Berlín, tributo a la supuesta intervención divina en la caída del comunismo. No se explica por qué la Virgen esperó casi medio siglo para intervenir.
Geopark Naturtejo, el primer geoparque portugués de la Unesco
Termas y playas fluviales, el cantar de abejarucos y ruiseñores, aldeas tan históricas como olvidadas, y una veintena de monumentos geológicos como las Portas de Ródão o los sorprendentes icnofósiles de Penha Garcia. ¿Faltan más excusas para acercarse al geoparque Naturtejo de la Meseta Meridional, donde todavía hoy se vive al ritmo de la naturaleza?
Este es el primer geoparque portugués reconocido por la Unesco (en 2006), que integra los recursos de muchos municipios del centro de Portugal, de la Raia a la Beira Interior, pasando por el Pinhal Interior hasta el Alto Alentejo. Es un espacio con un gran potencial turístico y muchos atractivos geológicos, históricos, naturales y culturales, en un territorio que se extiende por siete municipios —Castelo Branco, Idanha-a-Nova, Nisa, Oleiros, Penamacor, Proença-a-Nova, Vila Velha de Ródão—. Aquí están representadas las principales etapas de la historia geológica de los últimos 600 millones de años en 176 geositios, lugares de reconocido interés geológico, de los que destacan 17 geomonumentos, como los icnofósiles de Penha Garcia o las Portas de Ródão.
En este paisaje multimilenar se mezclan, además, las influencias paganas, romanas, árabes, judías y cristianas, que dejan su testimonio en forma de castillos, iglesias y museos aldeas históricas como Idanha-a-Velha, donde se encuentran las ruinas de la catedral visigoda de Egitania.
Esta es una zona perfecta para practicar senderismo, bicicleta de montaña, paseos en barco y en canoa por el Tajo y sus afluentes o hacer escalada. También hay muchos que acuden a observar aves, sobre todo en el parque natural do Tejo Internacional, un área protegida en la que se pueden ver alrededor de 154 especies de aves como buitres, cigüeñas negras, águilas imperiales o abejarucos.
El geoparque es una buena excusa para acercarse a la Beira Baixa, una región que se parece mucho a la vecina Alentejo, con sus interminables llanuras onduladas. Es una tierra dura y cubierta de rocas que alberga extensas fincas agrícolas y humildes aldeas campesinas, así como varias fortalezas asombrosas. Durante siglos estas fortificaciones remotas montaron guardia ante las incursiones desde España. Cabe destacar la evocadora aldea de Monsanto —localidad que es considerada cómo la más portuguesa de Portugal— y Sortelha con su castillo medieval en una ubicación espectacular. O como el centro medieval de Castelo Branco, la capital regional.
La cultura trashumante por la Ruta de la Lana
Una idea para adentrarse en la cara más rural de Portugal es seguir la Ruta de la Lana (Traslana) que divide el país lusitano con España. El camino es todo un viaje por la memoria de aquellos hombres que recorrieron terrenos inhóspitos y aislados acompañados de grandes rebaños. Este proyecto de itinerario transfronterizo, nacido en el año 2007, recrea paisajes, tradiciones y conocimientos ancestrales a través de más de un millar de puntos de interés histórico y antropológico mientras se camina por sendas inmemoriales que unen Extremadura y Portugal.
Hoy es posible reconstruir de manera precisa una ruta formada por numerosos itinerarios que siguió la trashumancia y el comercio de la lana, que unieron desde tiempos medievales sierras españolas y portuguesas, pastores y tejedores, productores y comerciantes de lana que durante siglos recorrieron los caminos serranos entre Malpartida de Cáceres, donde compraban la lana merina española, y Covilhã, donde la vendían a las fábricas de producción más importantes.
En 2007 comenzó un proyecto transfronterizo para estudiar e interpretar estas rutas ancestrales. Coordinado por el Museo de la Lana de la Beira Interior, este importante estudio en profundidad de las rutas laneras de las regiones de la Beira Interior portuguesa y de parte de la Extremadura española, concretamente la comarca de Tajo-Salor-Almonte, ha permitido identificar más de mil locales de interés histórico, cultural y antropológico para la historia del tratamiento de la lana. Pero, por encima de todo, ha permitido recrear una ruta hecha de paisajes, conocimientos y tradiciones, que se extiende por caminos de trazado inmemorial en el corazón de la península Ibérica.
Dos museos marcan el inicio y el fin de esta ruta. Empezando en el lado español, parte del Lavadero de Lanas de los Barruecos, en Malpartida de Cáceres, donde actualmente se encuentra el Museo Vostell-Malpartida, un espacio que, desde el siglo XVIII, se usó para la esquila de los rebaños que pasaban por allí en primavera con rumbo a los pastos del norte, así como para el lavado de las lanas merinas. Este gran edificio ligado a la producción lanera preindustrial abastecía a varias regiones de Europa, y era aquí adonde venían periódicamente arrieros y comerciantes de lana de la Beira para adquirir materia prima para las fábricas de Covilhã. Partiendo de este complejo podemos reconstituir la ruta que, tras atravesar las llanuras de la Extremadura española, recorrían las carreteras de la sierra portuguesa, pasaban por Idanha, Penamacor y Fundão, y terminaban su trayecto comercial en las fábricas de Covilhã. Es aquí, en el espacio de la antigua Real Fábrica Veiga, que hoy alberga el Museo de la Lana, dónde termina el viaje.
Bajo las estrellas de Faia Brava
En el Vale do Côa se encuentran abruptas costas de granito, espacio de especial protección para muchas aves marinas que anidan en sus explosivas paredes. Buitres egipcios, águilas reales y cigüeñas negras se dan cita aquí cada temporada, lo que supone una excelente excusa para acudir a conocer este territorio severo, todavía sin contaminar, tal como demuestran sus cielos estrellados, que se pueden disfrutar en un magnífico Star Camp, una experiencia sostenible al más puro estilo safari. Estamos en una región llena de fortalezas, un mundo rural de frontera que vive hoy a un ritmo pausado.
En 2010, la reserva natural de Faia Brava fue clasificada por el antiguo Instituto de Conservación de la Naturaleza y de la Biodiversidad (ICNB) como la primera área privada protegida del país y es actualmente una zona piloto del proyecto europeo Rewilding Europe para la creación de áreas naturales silvestres y para el desarrollo del turismo de naturaleza en Europa. Son 850 hectáreas en los pueblos de Castelo Rodrigo y de Pinhel, donde se reproducen diversas especies de aves, como, por ejemplo, los grifos, el buitre egipcio, el águila real, el águila de Bonelli, la cigüeña negra y la currula mirlona.
Uno de los recorridos estrella de esta zona es la Gran Ruta del Valle del Côa, con 222 kilómetros para caminar o recorrer en bicicleta, con etapas que enlazan los cinco municipios que recorre el río, desde Sabugal hasta Vila Nova de Foz de Côa, donde el río se enlaza con el Duero.
El encanto de Praia de São Pedro de Moel
Los aristocráticos acantilados de São Pedro de Moel dejan la mirada del visitante clavada en sus pintorescas formaciones rocosas y su llamativo faro Penedo da Saudade, que se impone sobre las aguas del Atlántico. Esta playa pintoresca y brava que surge del pinar de Leiria debe marcarse en el listado de lugares para desconectar. Es, además, uno de los mejores arenales de la región centro de Portugal.
Pertenece al condado de Marinha Grande, a medio camino entre Figueira da Foz y Peniche, una ciudad famosa por su industria del vidrio. Su playa llega como una sorpresa: un pequeño pueblo de casas encaladas dispuestas en forma de semicírculos concéntricos, entre el monte y el mar. La localidad duerme en invierno, pero en verano sus elegantes casas se llenan de familias lisboetas para pasar un veraneo tranquilo. Sin muchos bares, ni hoteles, ni restaurantes, es todavía un lugar de playas casi salvajes entre pinos y el mar
Y los que prefieren algo un poco más salvaje, solo tienen que ir un kilómetro y medio más al sur, a la playa das Valeiras. O hacia el norte, a distancia similar, a la Praia Velha, también salvaje y rodeada por un frondoso pinar.
TITULO: Ven a cenar conmigo - EL HOROSCOPO - Manuel Jabois,.
Manuel Jabois,.
Manuel Jabois: "Sólo he vivido cuatro lutos y fueron por cuatro relaciones con las que aspiraba a la eternidad"
El único periodista de prensa escrita que sale en anuncios de coches publica 'Mirafiori', su tercera novela. En ella, el fin del amor, ficticio y real, lo marca todo,.
Mientras le espero, pienso que debe ser la primera vez desde que nos conocemos que nos vemos de día. La sensación de señores mayores no mejora cuando Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) aparece por la cafetería con la respiración entrecortada porque ahora le ha dado por ir paseando a los sitios para hacer algo de ejercicio con resultados aún por evaluar. Todo esto encaja con la publicación de su tercera novela, 'Mirafiori', una historia de (des)amor y fantasmas marcada por el desgaste de la edad y el paso del tiempo.
- Si nos llegan a decir que íbamos a quedar a desayunar...
- Nos hacemos viejos. No tengo WhatsApp, pero por sms puedes tener algún grupito y tengo uno con [Juan] Tallón y [Rafa] Cabeleira. Yo ahora me levanto muy temprano, porque otra cosa de viejo es que no duermo más de seis horas, y muchos días resulta que estamos los tres despiertos a las siete de la mañana, así que no queda más remedio que mandar un mensaje que lo resume todo: "Estamos acabados". Es bonito porque es gente que has conocido hace 10 o 15 años en circunstancias mucho más salvajes, has crecido con ella y te has dado cuenta de que, efectivamente, es una amistad a prueba de no salir. No pasa nada, te sigue gustando hablar con ellos. Hay otros con los que si no comparto una copa no me interesan nada. No sé, es bonito esto de poder quedar por la mañana para charlar o poder estar chateando con alguien que has conocido en las circunstancias más horrorosas y estamos uno vistiendo a la niña para llevarla al cole, el otro preparándose una tertulia en una radio gallega y yo escribiendo una novela viendo amanecer. Tiene su romanticismo.
- El punto de inflexión es darte cuenta de que te has convertido en el señor que no asume su edad del que te reías en un bar a las tres de la mañana hace 20 años.
- Ray Loriga me dijo una vez una cosa que es fundamental: "Mira, tío, a partir de los 40 años, a la una de la mañana ya no se te ha perdido nada en la calle y te puedes ir a casa". Yo ahora me la aplico casi siempre. Llegado un momento, me voy a casa con mi gente. Te puedes abrir una botellita de vino y seguir la tertulia, pero esa cosa de "¿dónde vamos ahora, qué estará abierto?... Esto ya no.
- Ya no sientes la necesidad de cerrar los bares.
- Eso es. Luego desarrollé un poco esa teoría de Ray. Al fin he entendido que, a partir de la una de la mañana, si te acuerdas de algo, malo, y si no te acuerdas de nada, ¿para qué sales? Además, no acordarse es lo habitual porque, como hombre adulto de mediana edad, ya no sales a cenar sino a comer y llevas encima bastantes horas de alcohol. Y puedes beber despacio, puedes alternar con agua, puedes hacer todo tipo de trucos, pero tu cuerpo a la una de la mañana te está diciendo que recojas. Así que me gustó mucho aquella filosofía e intento aplicármela, la verdad. Lo que pasa es que tampoco creo que sea mucho más sano en casa, pero bueno. Por lo menos cruzas el pasillo, te desmayas en la cama y no hay gente mirándote. Las tonterías que dices borracho se las dices a la gente de tu confianza y no al primero que te ha venido a saludar. Algo hemos ganado.
- 'Mirafiori' es una novela de mediana edad, con todas sus dudas y sus crisis.
- El proceso del fin del amor de los protagonistas es como cuando hay un aire intoxicado filtrándose a través de la puerta y no reparas en él hasta que ya es tarde, no sabes todavía de que algo va mal. Creo que ese es el principal peligro de la madurez, no darte cuenta mientras sucede. No me gusta envejecer y no me voy a llamar viejo con 45 años, pero necesitamos algún tipo de suceso dramático que nos haga reparar en que todo ha cambiado, que estás en otra etapa y no lo sabías. A fuerza de rutina, has estado años respirando un aire viciado que puede acabar pudriéndote y, al final, cualquier tontería es la que te hace descubrir lo que ocurre. Ahora sí que me doy cuenta de eso y, además, me parece bien. No te digo que me parezca bien no ser consciente de que estás creciendo, porque entonces caes en el ridículo, pero sí darte cuenta de golpe.
- ¿Con qué te has dado tú cuenta?
- Con mi propia actitud. De repente, identificas que estás actuando ya como una persona mayor desde hace tres años. Por ejemplo, con la selección de la gente a tu alrededor. Yo en esos años más bestias conocí muchísima gente y, sin darme cuenta ni hacerlo de un modo planeado, me doy cuenta de que he ido eligiendo y reduciendo porque antes tenía 12 horas al día para estar con todo el mundo y, de repente, ya hay menos tiempo y menos ganas. Te encuentras más cómodo contigo mismo, te encuentras mucho más cómodo con tu hijo y te encuentras más cómodo haciendo cosas de gente de tu edad. Eso no significa que capitules y renuncies a lo que te divierte y te gusta, pero en esa escala de prioridades sí que han cambiado las cosas. No me ocurre a mí de una forma extraordinaria, le ocurre a todo el mundo. De todos modos, tampoco voy a darte ahora el discurso de que he sentado cabeza y estas mierdas...
- A ver, nos conocemos...
- [Risas] Ya, ya, por eso... Además, tiene la cabeza más sentada cualquiera que esté en un bar a las seis de la mañana que muchos padres de familia que están maquinando cómo ascender en la oficina o asesinar al resto de la empresa. Joder, yo tengo energía y sigo llevando una vida bastante agitada, pero ya es de una manera más cínica. Porque veo que necesito que me pasen cosas para escribir, necesito mucha vida para contarla. No me nutro de los libros, no soy un gran lector ni un tío con un gran pensamiento y unas grandes opiniones. Tío, yo necesito estar donde pasan cosas. A lo mejor ya no tanto en un bar a las dos de la mañana, pero sí como mucho fuera, ceno mucho fuera y quedo con mucha gente. Lo hago porque me lo paso bien, pero también porque cuando escribo me doy cuenta de que todo eso ha servido para algo.
- ¿Te has sentido empujado a forzar esa imagen de 'enfant terrible'?
- No, soy como soy y era como era. Era mucho más descarado y más atrevido antes. Ahora trafico menos con mi vida privada, antes lo traficaba todo, no tenía ningún inconveniente en contarlo y exponerme. No vendía a nadie ni dejaba mal a nadie, siempre quedaba mal yo. Eso pasaba en casi todas las columnas de El Diario de Pontevedra y en muchas de las de El Mundo. Era el protagonista y era un protagonista que solía ser humillado y salir escaldado de alguna situación muy grotesca. Aún me suceden esas cosas grotescas y sigo saliendo escaldado de muchas situaciones, pero las escribo no sé si con menos gracia, pero sí con más cuidado. Y, sobre todo, me encuentro más cómodo escribiéndolas en una novela que en un periódico. Al final te acaba marcando tu edad, te acabas imponiendo tú y no la imagen que das a los demás, porque eso, al fin y al cabo, pasa. Un tipo que te ha leído a los 25 años ya se ha cansado de que le sigas hablando de bares y de chicas,le vas a aburrir y te va a decir: "Ya está, ¿no? Madura". Te pueden seguir pasando aventuras de noche, pero tienen que ser las aventuras que le pasan a un tipo mayor.
- ¿Cómo son tus aventuras de tipo mayor?
- Tienen que ver casi siempre con la incomprensión del mundo al que te estás acercando. En esta novela y en las anteriores, hay muchísimas cosas que me han pasado y al ficcionarlas puedo contarlas de la forma más salvaje posible, con eso no tengo ningún problema, pero en el periódico me acaban imponiendo mi edad y la página en la que escribo. De repente, tienes al lado una columna sesudísima sobre geopolítica y tú estás contando lo que te pasó en el avión con una pasajera. Da un poquito más de reparo, aunque a veces el lector agradece llegar a una columna que le saque de lo que todo el mundo habla.
- ¿Piensas mucho en el lector cuando escribes?
- Pienso en el lector del periódico, no tanto en mi lector. Por ejemplo, cuando en El País se atacaba mogollón a Podemos, sabía que cuando hacían alguna cafrada iba a haber una cierta sobreactuación e iba a escribir mucha gente en contra de ellos. Entonces yo aprovechaba para escribir de otra cosa. Igual que el día que hay sesión de investidura. Si tuviese una idea originalísima, que a veces las tengo, tirando un poco más hacia el humor, la aprovecharía, pero sé que todos los demás van a tener que escribir de ello y eso me da a mí la libertad completa de poder hacer otra cosa. El lector también te busca un poco en ese sentido y yo estoy cómodo haciéndolo. Es un reconocimiento, además, de modestia: yo no tengo nada que aportar a esta movida. Llevo dos años súper alejado de la política, la verdad.
- Me refería más a si escribes pensando en el aplauso y la viralidad.
- No me obsesiona, tampoco me da igual. Hay un sexto sentido, que a veces falla, por el que sé cuándo me quedo satisfecho con la columna y, como tengo un gusto muy común, eso suele implicar que va a leerse mucho. No soy muy sofisticado ni muy elitista ni tampoco soy muy bajuno ni me gustan cosas muy turbias. Es decir, tengo un gusto muy de la media. Lo difícil es encontrar algo sobre lo que escribir que te guste. A veces escribes porque queda media hora y no queda más remedio y, muchas otras veces, me pongo demasiado intenso, sobre todo en la política, y empiezo a enrevesarme yo mismo. Sé lo que quiero decir, pero lo sé sólo yo y el lector no se entera de nada. Eso me lo dicen un montón.
- Mi padre, que es lector de El País, me lo dijo al poco de que te ficharan: "Jabois escribe bien, pero nunca sé qué diablos defiende". Sin embargo, hace un par de semanas me comentó que has cambiado, que ya se te entiende.
- Te libras de mucho follaje. Ya sabes que lo más difícil en este mundo es escribir sencillo y, como soy un tipo que se encuentra muchísimo más cómodo escribiendo una historia que nos haya pasado a los dos ahora mismo en esta cafetería, cuando me meto en la actualidad a veces me pierdo porque, sencillamente, muchas veces no tengo las ideas claras. Me gusta escribir sin pensar que tengo razón. En este mundo, de repente, los que tenemos la razón somos los columnistas y eso no me gusta, así que muchas veces lo hago deliberadamente: planteo un par de preguntas, pongo varios hechos uno enfrente de otro, trato de clarificarlos, pero no doy una opinión. Me gusta mucho pensar que me estoy alejando de la opinión porque cada vez me cuesta más y me gusta menos. Soy muy inseguro y eso provoca que dude de mi propia opinión. La doy, por supuesto y a la hora de escribir hay debates que puedo ver más diáfanos que otros, pero hay asuntos complejísimos sobre los que nunca me he pronunciado porque realmente no tengo una valoración clara.
- Has escrito una novela de amor. Somos de una generación de hombres para los que el amor es algo que se escribe y se canta, pero apenas se habla. ¿Te has liberado con 'Mirafiori'?
- Sí, no había escrito sobre amor en mis libros anteriores y ya era hora. Tenía muchas ganas porque pensé en sucesos traumáticos que hubiesen ocurrido en mi vida y, más allá de la muerte repentina de David [Gistau] que era muy amigo mío, sólo he vivido cuatro lutos y fueron por cuatro relaciones largas, estables, en las que yo estaba muy involucrado y creí que eran para toda la vida. Son lutos porque esas personas han fallecido en el sentido de que ya no estoy enamorado de ellas ni ellas de mí, por lo tanto son otras personas a las que conociste. Aspirabas con ellas a la eternidad, a la inmortalidad, porque cuando estás enamorado y empiezas una relación no piensas: "Bueno, a ver si dura cuatro años o a ver si dura 12". En mi cabeza iban a durar toda la vida, por eso una vez me casé y otra vez tuve un hijo, era un compromiso serio y real por parte de los dos. Cuando eso termina, esa persona es completamente diferente a tus ojos. En muchos casos se han convertido en grandísimas amigas y por eso pensé en fantasmas, porque esas personas siguen ahí, pero ya son las de antes. La idea de la inmortalidad se había diluido, fallece el sentimiento que tú tenías, pero esa persona sigue ahí: sigue con su vida, sigue haciendo cosas y la primera impresión puede ser la de una muerta viviente, sobre todo cuando todavía no has pasado el luto y ves las cosas con estremecimiento. Y pensé inmediatamente en la idea de los fantasmas.
- ¿Crees en fantasmas? ¿Haberlos haylos?
- No, pero me entusiasma la gente que cree en ellos y que dice verlos, la gente que no cobra ni se dedica a nada de esto y simplemente ha vivido este tipo de experiencias. Yo sé a quién le podría contar que he matado a alguien, que tengo una doble vida y una familia secreta en Cincinnatti o los secretos más terribles de mi vida, pero no tengo ni puta idea de a quién le contaría que veo fantasmas. ¿A quién se lo cuentas? Si te quiere mucho, te llevará a un médico y, si no te quiere, empezará a largar por ahí de ti. Tienes que dar con la persona adecuada. A mí me lo contó una amiga con toda naturalidad y me gusta pensar que fui la persona adecuada. Me dijo que le pasaba desde pequeña y que combatió la idea todo lo posible hasta que lo acabó asumiendo. Para el libro entrevisté a gente que los ve y fue muy divertido, me lo he pasado muy bien. Es muy probable que lo más autobiográfico que haya en esta novela finalmente sean los fantasmas, la idea que transmiten.
- En realidad, con esta novela tu vida personal te ha atropellado: trata de una ruptura y tu relación se acabó mientras lo escribías.
- Sí. De repente, para las diez o doce últimas páginas tenía emociones muy frescas y la ruptura paralizó la escritura de la novela porque me vi dentro de la puta historia, con otras circunstancias, pero esa tristeza, ese agobio, esa obsesión y ese dolor de repente pasaron a ser mías. La gente te dice: "Aprovecha y escribe"... ¡Los cojones! No se te mueve un puto dedo, estuve paralizado. Además, a mí me gusta mucho escribir con distancia y sólo cuando pude digerir bien el dolor y la tristeza salieron esas páginas finales.
- La vida.
- La vida. Es gracioso porque yo llevaba tiempo contándole a ella que quería escribir esta novela sobre cómo se va extinguiendo una relación larga, cómo tantas parejas no se dan cuenta de que las termitas han ido acabando con los cimientos, aunque el edificio sigue luciendo fantástico y bello, hasta que un día se cae entero, y de repente esa relación era la mía. Hay una frase sobre los finales: "No sé quién cerró la puerta y se quedó ni si los pasos que se fueron por la escalera eran los suyos o los míos". Es una idea muy bella porque, cuando acaba todo, realmente no sabes cuándo ni cómo ni quién se fue antes. Siempre pasa, igual que no recuerdas quién empezó, a quién coño se le ocurrió antes la idea de enamorarse del otro. Realmente, cuando uno se va, el otro ya se ha ido antes o se están marchando los dos a la vez.
- Hay gente que no reflexiona tanto sobre todo esto y vive 50 años en ese edificio sin cimientos sin que se caiga.
- Menos proyección, menos foco, menos escaparate... ¿Sabes una cosa que veo mucho en otras parejas y me espanta? Cuando de repente uno de los dos tiene un éxito que provoca cierto resentimiento sordo. Es muy cruel, pero he visto en colegas íntimos que uno de los dos piensa del otro: "No me importaría que le fuese algo mal". Esas cosas me dan mucho miedo y es algo de lo que más orgulloso estoy porque nunca me haya sucedido en pareja, que estés durmiendo al lado de una persona que dice: "A ver si mañana no te dan ese papel, a ver si no te dan el Oscar".
- Hablando del éxito. ¿Qué piensas cuando te ves en un anuncio de coches?
- No sé, me hizo mucha gracia. Sí pensé en el posible coste personal que eso tenga, estás vendiendo y cuidas mucho los detalles: quiénes están en ese anuncio, en qué va a consistir... Hay dinero que necesitas y dinero que no te viene mal. Yo ahora no lo necesito, pero nunca viene mal.
- Pero implica que una marca considera que eres un tipo capaz de vender un producto.
- Eso sí me llamó la atención, porque soy un tipo que no sale en la tele. Cada verano me llegan ofertas para hacer cosas, pero las rechazo porque no me veo y ahora puedo permitírmelo, no te digo que mañana no acabe allí. Me parece tan legítimo opinar sobre cosas en una tertulia delante de la cámara como escribirlas en el periódico, son las mismas cosas. Yo salgo en un periódico y hablo en la radio, por eso es por lo que se me conoce, y de vez en cuando escribo un libro y se me hacen algunas entrevistas durante dos semana. Ya está, eso es todo. No soy famoso, salgo a la calle y no me para ni dios, pero supongo que se me asocia a una cara y a una idea que alguien cree vendible. Me sorprende, no te voy a mentir. Al principio, en vez de salir aprendiendo a cocinar con Diego Guerrero. quería que bailara... No salgo yo bailando en ninguna puta parte del mundo por muchísimo dinero que me des, ni de coña [risas].
- Cuando el movimiento #SeAcabó saltó al periodismo, un tuitero te intentó meter.
- Me dio pena que no fuese verdad lo que decía para responder: "¿Y?". Es que se me acusaba de unos cuernos. Un tema tan serio, que va de acoso, abusos, malos tratos y violaciones, y aparece uno con unos cuernos. En fin, chorradas. No debí responder al tuit ni estar respondiendo a esta pregunta, mea culpa.
- Hubo nervios en muchos grupos de periodistas...
- Esto es bien sencillo. En el momento en que no medie consentimiento es un delito. Y cuando hay superioridad jerárquica y utilizas tu posición en tu favor para tener una relación, y la sigues utilizando en su contra cuando se acaba, no pretendas dormir tranquilo.
- Lo que más me sorprendió de aquella acusación es que te acordabas de que habías ido ese día al Bernabéu.
- Porque fue la primera vez, ¿cómo no me voy a acordar? Soy de Sanxenxo, para mí el Bernabéu, el Calderón o el Camp Nou eran estadios que sólo existían en los cromos y en las televisiones, de niño jamás pensé que pudiese ver alguno. Soy malísimo para las fechas, sé la del nacimiento de mi hijo, la fecha en la que me casé y los cumpleaños de mis padres, pero de ese día en concreto me acuerdo perfectamente. Fui con David Gistau, ganamos 3-0 al Villarreal, fui como 200 veces al baño porque había estado bebiendo toda la tarde y, cada vez que me levantaba, tenía la sensación de que me estaba mirando todo el estadio, tenía ese complejo de paleto de "están todos pensando que soy gilipollas''.
- Venga, vamos con otro estereotipo: eres un cipotudo [a mediados de la pasada década se bautizó así a una serie de columnistas, todos hombres, como Jabois, Gistau, Reverte...].
- También. Si te pones a pensarlo, estoy en todos los putos grupos que pueda haber. Antes hablabas de que aparezco en todas partes, pero también en lo malo cuando surge algo. "Oye, ¿qué periodista puede que ayer fuese conduciendo un tractor?". Y ya está la gente pensando en ti el primero. Para los delitos más graves y los más comunes, ahí estás. A ver si a alguien se le ocurre decir que un columnista salvó la vida a una niña y me toca. En fin, no tiene ninguna importancia.
- ¿Te has hecho ya a Madrid?
- No, me queda mucho por descubrir. ¿Sabes que hago ahora? Camino muchísimo. Vivo por el centro, tiro para abajo y me recorro todo el Parque del Oeste, a veces la Casa de Campo... Hago muchos kilómetros.
- Otra cosa de señor mayor.
- Sí, pasear con música en los cascos. No soy capaz de aficionarme a los podcasts, tío. Mira que tengo amigos haciendo uno, pero nada. Ahora venía escuchando a Juan Luis Guerra, que tengo una época con él un poco tonta; al principio de la ruptura escuché mucho a Nacho Vegas y, cuando empezó a ser más luminosa, pero seguía siendo ruptura, a Xoel López. Soy muy obsesivo, escucho en bucle canciones hasta la enfermedad. A veces sólo 30 o 40 segundos una y otra vez. Cuenta a quien me vea por ahí paseando con un perro y haciendo esas movidas que no estoy acabado [risas].
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TITULO: ¿Te lo vas a comer ? - Receta de puré de manzana a la naranja . ,Alberto Chicote,.
El Miércoles - 1, 8 - Noviembre a las 22:45 por La sexta ,fotos,.
Receta de puré de manzana a la naranja,.
Una receta muy sencilla con un resultado es exquisito.
Puedes comerlo como entrante, postre o acompañamiento de carnes en frío,.
La naranja, igual que otros alimentos ricos en vitamina C, es muy importante en nuestra nutrición, pues el hombre no puede sintetizarla. Por su parte, la manzana es una auténtica fruta milagro. Sus propiedades son tan beneficiosas para nuestra salud que deberíamos incluirla en la alimentación diaria de todos los miembros de la familia.
Una gran parte de las calorías de esta receta corresponde a las pasas, aunque resultan muy bien en este puré de frutas. Podemos suprimirlas si seguimos una dieta hipocalórica.
Este puré es muy versátil, porque está muy bueno por sí mismo bien como entrante, bien como postre de frutas, y es un excelente acompañamiento para una buena carne en frío (esta mezcla queda especialmente buena). En mi casa no podía faltar para acompañar al pavo trufado, que mi abuela bordaba, un plato estrella de la Navidad.
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Tiempo de preparación
15'
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Tiempo de cocción
40'
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Tiempo total
55'
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Comensales
6
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Calorías
166 calorías por ración
Categorías
Purés y cremas
Ingredientes
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1,2 kg de manzanas (unas ocho), preferiblemente reinetas
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120 g de pasas
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1 naranja grande
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edulcorante (opcional)
Preparación
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Pelar y partir a cuartos las manzanas para quitarles el corazón. Cortar los cuartos en dos o tres trozos más.
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Quitar un buen trozo de piel a la naranja, sin alcanzar la parte blanca; después exprimirla y reservar el zumo.
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Poner en un cazo las manzanas, las pasas, la piel de naranja y un par de cucharadas de agua fría. Cocer a fuego muy suave hasta que las manzanas estén muy blandas (media hora aproximadamente).
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Retirar la piel de naranja e incorporar el zumo. Cocer a fuego algo más vivo durante unos 10 minutos para dar tiempo a que se absorba el zumo.
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Si se desea, al retirar del fuego se añade el edulcorante. Ya estará listo para degustarlo.
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