domingo, 27 de octubre de 2013

A FONDO, La serie a debate. ¿Cómo de real es 'Isabel'? / PRIMER PLANO, BLYTHE MASTERS, LA MUJER QUE INCENDIO WALL STREELL,.


  1. Ni leyenda rosa ni leyenda negra. «Isabel no ha mostrado ni el romance edulcorado que se nos ha vendido siempre sobre los reyes católicos ...
     
    A fondo

    La serie a debate. ¿Cómo de real es 'Isabel'?

    'Isabel', la serie de moda, reconstruye uno de los periodos decisivos de la historia de España a partir de su protagonista. La producción, a la que no le faltan licencias narrativas, ha generado más de una polémica. Pero ¿hasta qué punto son relevantes las inexactitudes que se le achacan? Las analizamos.
    Ni leyenda rosa ni leyenda negra. «Isabel no ha mostrado ni el romance edulcorado que se nos ha vendido siempre sobre los reyes católicos ni tampoco la visión cruel que de ellos tenían sus enemigos».
    El autor de la frase es el historiador Ricardo Guerra, especialista en la figura isabelina y cronista oficial de Arévalo (Ávila), donde la futura reina pasó su infancia y su juventud. Guerra es uno de los expertos más satisfechos con el resultado de Isabel. Igual que él, otros especialistas en este periodo han quedado sorprendidos del rigor histórico de la serie, aunque no escatiman pegas. Dos son las fundamentales: que la serie se permite excesivas licencias narrativas en el retrato de los personajes y que contiene algunos errores.
    De estos fallos, los foros de Internet se han hecho eco de forma reiterada: en ellos se ha criticado el uso de condecoraciones que no corresponden a las que pueden lucir los personajes, la edad de Isabel cuando es separada de su madre solo tenía siete años en la realidad, la cicatriz que un personaje muestra explicando que se la hizo en guerra contra los musulmanes, cuando en esos años no hubo conflictos fronterizos; o las rúbricas con las que firman los personajes: se ha visto a Isabel y a Fernando firmando con su nombre, cuando la costumbre entonces era hacerlo con el cargo: el rey, la princesa...
    Pero no son esos detalles ni el retrato que se hace de sus protagonistas los que han levantado suspicacias, sino que la serie se presente como representativa del proceso de unificación española, lo que en el momento político actual es fuente de polémicas. El Ayuntamiento de Barcelona negó el permiso para rodar en el Museo de Historia de la ciudad debido al «desencuentro entre la esencia de rigor histórico del museo y la difusa línea entre realidad y ficción de la serie», según una declaración inicial que después debió matizar. Los capítulos de la tercera temporada que estaba previsto que se filmaran allí, se van a rodar en Plasencia (Cáceres).
    Óscar Villaroel, el profesor de Historia Medieval de la Universidad Complutense, no duda en calificar de «error» la decisión de Barcelona. Aunque concede que el fallo de Isabel «es presentar los hechos como lo que no son: la creación de España. Los catalanes se pueden sentir menospreciados porque la serie se centra en la parte castellana». Pero, y en esto están de acuerdo todos los expertos, la serie se llama Isabel y no pretende ser una lección de historia. Su director, Jordi Frades, insiste en que Isabel «es una historia ficticia, no un documental», si bien han procurado que los elementos inventados se reduzcan «a lo que ocurre tras las puertas, en las alcobas».
    La sensación general es positiva. «La ambientación es muy correcta y los detalles que se les han escapado no generan confusión en el público», explica David García, que trabaja en el Palacio Testamental de Medina del Campo (Valladolid), donde murió Isabel y que fue la residencia en la que pasó más temporadas; escenario, por tanto, de varias secuencias. Precisamente, la mención de los escenarios donde se rueda y desarrolla la serie es valiosísima para esas localidades, que han visto crecer el turismo gracias al empuje de Isabel. Pero, curiosamente, también ha levantado suspicacias. Como en Madrigal de las Altas Torres, la localidad natal de Isabel, donde esperan que en la serie se les reconozca alguno de los méritos en la historia isabelina que continuamente recaen en la vecina Arévalo.
    ISABEL DE CASTILLA: La reina
    La elección de Michelle Jenner para interpretar a la reina Isabel levantó suspicacias, pero los expertos se han rendido a la evidencia. «Acaba con la leyenda de Isabel como una mujer fea y sucia, que no se cambiaba de camisa. Eso no es histórico», explica el especialista en la figura de Isabel e historiador Ricardo Guerra. Según la documentación de la época, Isabel era rubia y tenía los ojos azules y, si no tan bella como la actriz, sí se la describe como «agraciada». Guerra considera también un acierto que se destaque que era una mujer muy religiosa, «lo cual quizá no resulte del gusto actual, pero que es decisivo». Una pega: al personaje le falta cierta dureza.
    Todos los hombres... y mujeres de 'Isabel'
    -FERNANDO: El rey infiel
    Sin entrar a valorar el trabajo de Rodolfo Sancho, elegir al actor madrileño para dar vida al rey fue una de las decisiones de casting más arriesgadas de la serie, porque Fernando era un año menor que Isabel, mientras Sancho es once mayor que Jenner... y lo parece. Sin embargo, la fuerte personalidad del actor se adapta bien al personaje, explica el especialista isabelino Ricardo Guerra: «Fernando era un tipo tremendo, un volcán de vitalidad tanto en lo personal como en lo político». No se han escatimado en la serie los detalles de su agitada vida extramatrimonial, incluyendo sus hijos bastardos (uno a los 17 años, antes de casarse con Isabel), ni esa astucia que, según algunos expertos, lo convirtió en el modelo de Maquiavelo para El príncipe. A diferencia de otros monarcas de la época, Fernando fue un hombre de acción más próximo a los reyes medievales que a los renacentistas. Se le puede poner un pero: el aspecto físico de Sancho y Fernando no puede ser más diferente.
    -CARDENAL ALONSO CARRILLO: Jugador a dos bandas
    La personalidad intrigante y conspiradora que retrata con su interpretación Pedro Casablanc se corresponde, sin duda, con la trayectoria del obispo Carrillo, que cambió de bando en distintas ocasiones con tal de colocarse en la posición de mayor influencia posible. Al margen de los aspectos puramente políticos, se jactaba de ser un hombre extremadamente celoso de las normas eclesiásticas, algo que el personaje de la serie da de lado desde el primer capítulo, cuando queda de manifiesto que no cumple con el celibato.
    -BEATRIZ DE BOBADILLA: La amiga del alma
    «Es el personaje por el que más nos preguntan los visitantes ahora», explican en Medina del Campo. De la amiga de Isabel hay pocas referencias históricas, pero se ha hecho popular por el carácter cercano que le ha dado Ainhoa Santamaría y por su origen modesto. Aunque, en rigor, su padre fuera un hombre de alcurnia.
    -GONZALO CHACÓN: El mayordomo honrado
    Mayordomo y tesorero de Isabel y de su hermano Alfonso durante su encierro en Arévalo (Ávila), la reina le otorgó diversos cargos y distinciones nobiliarias en agradecimiento. Sin embargo, no está claro que el personaje al que interpreta Ramón Madaula ejerciera el papel casi paternal que la serie le atribuye. Los especialistas apuntan que Isabel tenía en la corte, en puestos cercanos y de poder, a figuras que tendrían más ascendiente sobre ella que Chacón. Y aunque era un hombre de letras, tampoco está claro que firmara los trabajos que se le adjudican.
    -MULEY HACEN: El emir apasionado
    El penúltimo emir de Granada tuvo, como se ve en la serie, un tórrido romance con la cautiva cristiana Isabel de Solís, luego convertida al islam con el nombre de Zoraida. Sin embargo, las fechas no corresponden con las narradas en los recientes capítulos, ya que se conocieron anteriormente. Ese amor de Muley Hacén (en el centro, interpretado por Roberto Enríquez) generó una guerra civil de la que su hijo Boabdil (izquierda) resultaría vencedor, pero que debilitaría su reino para facilitar la conquista castellana. Por lo demás, la realidad del personaje está algo edulcorada para adaptarla a este relato romántico.
    -JUANA LA BELTRANEJA: La heredera sin reino
    Hija del rey Enrique IV y, por tanto, teórica heredera al trono, recibió el mote de la Beltraneja por parte de los partidarios de Isabel. El sobrenombre venía a indicar que Juana que era hija de Beltrán de la Cueva, valido del rey Enrique, puesto que al monarca se lo acusaba de impotencia o de homosexualidad. La serie 'compra' esa versión, aunque los historiadores tienen dudas acerca de ella: es posible que Enrique solo fuera un hombre retraído que sufría un trastorno bipolar. Pero Juana (Carmen Sánchez) sería su hija y, en rigor, la heredera al trono antes que su tía Isabel, lo que motivó la guerra retratada en esta segunda temporada.
    DIEGO PACHECO: Villano como su padre
    -El Juan Pacheco al que interpretó Ginés García Millán en la primera temporada fue un villano formidable, pero su muerte en la época en que acababa la trama hacía imposible su continuidad. El relevo lo ha tomado su hijo Diego (Javier Rey), que llegó a ser capitán en la toma de Granada, pero al que se ha dado una importancia mayor de la que tuvo en realidad. Que el hijo no tuvo tanta relevancia como su padre lo demuestra que no se conserven ni bustos ni retratos de él. El de la imagen es de su padre.El retrato del cardenal Mendoza (Andrés Herrera), que fue de facto el 'tercer rey' de España en la época de los Reyes Católicos, resulta algo dulce en la serie, pues cambió de bando con tanta frecuencia como archienemigo Carrillo, y ejerció su poder para favorecer a su familia. Fue, eso sí, un gran militar, un hombre culto y un mecenas generoso.


     
     TÍTULO; PRIMER PLANO, BLYTHE MASTERS, LA MUJER QUE INCENDIO WALL STREELL,.



    1. Masters es una alquimista que convierte en oro la quincalla. Su última hazaña: JPMorgan heredó un puñado de compañías eléctricas ...
       
      En primer plano

      Blythe Masters, La mujer que incendió Wall Street

      La prensa económica afirma que esta mujer, con un don extraordinario para las matemáticas, es una de las grandes responsables de la crisis bancaria de 2008. Ella fue la que invento las CDS, un producto financiero salvaje que casi se lleva por delante la economía mundial. Cinco años después de aquello, Blythe Masters vuelve a estar en el ojo del huracán. Se lo contamos.

      Masters es una alquimista que convierte en oro la quincalla. Su última hazaña: JPMorgan 'heredó' un puñado de compañías eléctricas obsoletas de un cliente arruinado por la crisis. Un ejecutivo al uso se hubiera planteado opciones vulgares, como modernizar las plantas o cerrarlas y venderlas, pero Masters usó las matemáticas para confundir a los sistemas automatizados que subastan la electricidad. ¿Cómo? La comisión que investiga el fraude necesitó 70 páginas para explicarlo, pero al final JPMorgan va a pagar una multa de 410 millones de dólares por manipular los precios de la energía. Sin embargo, las autoridades federales, que pedían la cabeza de Blythe Masters por mentir bajo juramento, no han podido imputarla.
      Es la suma de varios escándalos la que puede acabar con su carrera. Al menos en JPMorgan, la única empresa para la que ha trabajado. Su caída en desgracia es la comidilla en los círculos financieros. Blythe Masters es el ojito derecho de Jamie Damon, el presidente ejecutivo. Nadie ha hecho ganar tanto dinero a JPMorgan como Masters desde los años noventa, cuando inventó un complejísimo producto que revolucionó el mercado de las derivadas. Pero lleva tres fiascos consecutivos al frente de la división de mercancías globales: metió la pata en un negocio de carbón, está en el punto de mira por manipular presuntamente el precio de la plata y, ahora, el multazo por el timo eléctrico. Y en el país del béisbol, al tercer strike estás fuera. Otras compañías se la rifarán. Pero ya se hacen porras sobre cuánto le costará a JPMorgan desprenderse de sus servicios. Puede ser el despido más caro de la historia.
      Masters siempre ha cultivado un perfil bajo. La revista Vanity Fair hizo una lista negra de los cien culpables de la crisis y la colocaba en el puesto 66, justo después de Bernard Madoff. Aunque, a diferencia del célebre estafador de ricos, Masters desprende una aureola de bondad e inocencia. Es británica. Nació en la campiña inglesa en una familia de clase media. Pero su cerebro para los números le permitió una educación de élite y doctorarse en Económicas por Cambridge. JPMorgan la fichó para su oficina de Londres cuando tenía 18 años. Era una hormiguita industriosa. Se casó con un compañero del banco, se quedó embarazada a los 23 y se divorció poco después. Masters reconoce que en el parto se llevó un terminal informático para vigilar las cotizaciones entre contracción y contracción.
      A los 28 años ya era directora ejecutiva, todo un récord. Fue transferida a Nueva York, donde vive desde mediados de los noventa con su hija y su actual marido, el inversor privado Gareth Evans, del fondo Hermitage Capital. Masters pasará a la historia por su influencia en los acontecimientos que precipitaron la crisis mundial de 2008. Pero, en cierto modo, la crisis se gestó casi 20 años antes. Y lo hizo muy lejos de Wall Street. Fue en aguas de Alaska, en 1989. Un petrolero, el Exxon Valdez, encalló en un arrecife y vertió 37.000 toneladas de crudo al mar. Los efectos de la marea negra fueron devastadores para nutrias, marsopas y ballenas... Y a la vuelta de dos décadas, para millones de personas que se han quedado sin trabajo, sin casa o con sus ahorros muy mermados.
      El siguiente capítulo se remonta a 1994. Y también ocurrió lejos de Wall Street: en un lujoso hotel de Boca Ratón, Florida, en una reunión protagonizada por jóvenes ejecutivos de JPMorgan, a los que la compañía había premiado con un fin de semana de desmadre. Corre el champán, se baila sin freno y un directivo acaba con la nariz rota de un puñetazo. Al día siguiente, Peter Hancock, jefe de inversiones, reúne a la tropa en torno a un desayuno de hamburguesas y Bloody Mary. Resacosos, los banqueros reciben una arenga digna de un general romano antes de una batalla.
      Hancock quiere desarrollar un arma para liquidar a la competencia: las derivadas (swaps). Un brutal mercado que muy pocos entienden. Territorio comanche bursátil, sin reglas. El inversor Warren Buffett, viejo zorro, advirtió: «Son un arma de destrucción masiva». Y aunque todo el mundo escucha al Oráculo de Omaha, la nueva hornada de yupis, con sus másteres y sus prisas por ser los nuevos amos del universo, lo ven como a un paleto que chochea.
      En JPMorgan llevan algún tiempo enzarzados en el desarrollo de las derivadas, pero sus rivales las han copiado y perfeccionado. «En el mundo financiero no hay patentes, aquí cualquier idea puede ser plagiada», dice Hancock. En ese auditorio cada vez más atento está Blythe Masters. Es apasionada y tiene un don para las matemáticas. «Me fascinaban... ¡Exigían tanta creatividad!», recordaría. Blythe Masters inventará las derivadas más salvajes que se conocen: las permutas de incumplimiento crediticio o CDS (credit default swaps), por sus siglas en inglés. Con el tiempo, ese instrumento se llevará por delante como un tsunami el sistema bancario mundial.
      Por supuesto, Masters no pretendía dejar la economía del planeta hecha un solar. Las CDS tenían como primer objetivo sacar de un apuro a JPMorgan. La banca prestaba mucho dinero a la petrolera Exxon. Un gran cliente. Y muy fiable hasta que aquel barco se hundió en Alaska. Estaba pendiente de un juicio y se enfrentaba a la mayor sanción de todos los tiempos por un desastre ecológico. Y, en estas, Exxon pidió una nueva línea de crédito. Se mire como se mire, aquello era un marronazo para JPMorgan por partida doble. Primero, porque no quería perder la cuenta de Exxon, pero corría el peligro de no recuperar lo prestado si la petrolera se declaraba en quiebra. Y segundo, porque debía reservar ingentes cantidades de dinero para cubrirse ante semejante eventualidad, dinero inmovilizado y, por tanto, inútil. Al fin y al cabo, el negocio de cualquier banco es dar créditos y cobrar intereses.
      La idea de Blythe Masters parece sencilla. ¿Cómo me puedo proteger de un riesgo? Endosándoselo a otro. Así funcionan las compañías de seguros. Masters inventó una especie de póliza de seguros financiera. Y JPMorgan convenció a una institución tan respetable como el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo para que suscribiese esa primera CDS, la semilla del diablo... El acuerdo era el siguiente: el organismo recibía una generosa compensación anual por el riesgo que asumía 'avalando' la cuenta de Exxon. Claro que, si la petrolera se declaraba en quiebra, tendría que asumir el pago del agujero que dejase.
      De una tacada, en JPMorgan no solo respiraron tranquilos; también podía presumir de unas cuentas envidiables, con el balance saneado como por arte de magia... Y que fluya el crédito de nuevo. Masters y sus colegas siguieron afinando la herramienta hasta conseguir un producto que llamaron bonos Bistro. Esos bonos se sirven de las derivadas para hacer dos cosas: una, trocear el riesgo en pedacitos hasta hacerlo irreconocible; y dos, pasarle el riesgo a un tercero, como si fuera una patata caliente. Y ese tercero, a un cuarto... Y así sucesivamente. Cada vez, más pedacitos y más inversores.
      Una patata con una apariencia muy jugosa que todo el mundo quería zamparse. El gran problema de las derivadas es que, a diferencia, de las pólizas de seguros, el que las suscribe no sabe lo que está comprando ni dónde se está metiendo. Ese fue el sistema que utilizaron los bancos para disfrazar sus hipotecas basura, aquellas que sabían que no iban a recuperar porque se las estaban dando a gente que no podía pagarlas. ¡Pero qué importaba si otra entidad las iba a avalar reconvertidas en un elegante bono Bistro, asumiendo el riesgo y generando de paso un buen pellizco!
      Cuando el tinglado se vino abajo, el mercado total de derivadas era tan vasto que rondaba los 700 billones de dólares, cuando la economía mundial solo produce bienes y servicios por valor de 70 billones. Todos aquellos papelitos que habían servido para que los bancos presentasen unos balances falsamente saneados no valían nada. Finalmente, los que pagaron el pato fueron los que no habían firmado ningún papelito ni sabían que existían, pero a los que los gobiernos les endosaron el papelón de rescatar a sus bancos: los contribuyentes.¿Se arrepiente Masters de su invención? La respuesta es 'no'. «No se puede culpar a una herramienta del buen o el mal uso que se haga de ella». Y sus colegas utilizan argumentos similares: «Cuando hay un accidente de tráfico, a nadie se le ocurre pedir que se prohíban los coches». Así que, en realidad, todos siguen jugando con los productos de riesgo. Y en cuanto a la posible 'caída' de Masters, no hay mejor símil que sus caídas hípicas. Masters es una experta amazona y participa en concursos de hípica. En 2009 sufrió una aparatosa caída de su montura y se rompió una pierna. En cuanto le quitaron la escayola, volvió a competir.
      Las señoras de Wall Street
      Anastasia D. Kelly, la mala
      En 2008 era vice-presidenta de la aseguradora AIG. Menospreció el riesgo de las derivadas y casi arruina a la compañía. Las pérdidas fueron de 61.000 millones y el rescate del Gobierno, de 170.000. A pesar de ello, Kelly aprobó una gratificación de 165 millones para los ejecutivos. Y luego dejó la empresa con una compensación multimillonaria. A punto de cumplir 65 años, es socia de un bufete de abogados.
      Erin Callan, la arrepentida
      Fue jefa de la oficina financiera de Lehman Brothers y la mujer más poderosa de Wall Street hasta que la compañía quebró, en 2008. Poco antes del estallido había asegurado a sus inversores que Lehman Brothers era una empresa sólida y saneada. Se marchó humillada. Aseguró en una entrevista que lo único que lamentaba era haber puesto su vida profesional por encima de su familia. En la actualidad tiene 47 años y no trabaja.
      Sheila blair, la mediadora
      Era la presidenta del organismo federal que asegura los depósitos bancarios en los Estados Unidos. Apoyó el rescate de las entidades en apuros e inspiró confianza para que no se produjera una estampida de ahorradores. En pleno huracán de la crisis, Forbes dijo de ella que era la mujer más influyente del mundo después de Angela Merkel. Hoy, con 59 años, asesora a una ONG.
      Elizabeth Warren, la sensata
      Profesora de Derecho de Harvard de 64 años, alzó la voz contra un sistema regulador que daba «mayor protección a los consumidores frente a una tostadora defectuosa que frente a un sistema bancario viciado». Llevaba años advirtiendo sobre la temeridad de los bancos. Después del cataclismo consiguió que el Gobierno crease un sistema de proteción de los clientes de bancos y fondos. Actualmente es senadora demócrata.


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