La voz de las mujeres silenciadas. Exiliadas, olvidadas, silenciadas, ilustres, perseguidas, anónimas... Por sus manos y su memoria han ...fotos,.
Exiliadas, olvidadas, silenciadas, ilustres, perseguidas, anónimas...
Por sus manos y su memoria han pasado decenas de mujeres de diferentes
épocas, desde figuras reconocidas como Mariana Pineda, María Lejárraga,
Margarita Xirgu, Dolores Ibárruri, María Teresa León, Federica Montseny o
María Zambrano hasta activistas como Magda Donato o Rosario Sánchez
Mora, La Dinamitera, pasando por feministas e intelectuales
exiliadas como Beatriz Galindo o Aurora Arnáiz, una de las primeras
catedráticas de la Universidad de México, adonde llegó exiliada con una
dolorosa historia a sus espaldas.
Aurora Arnáiz perdió a su hijo mientras estaba en la cárcel franquista y la dejaron salir para asistir al entierro. El niño iba en una cajita blanca y sólo la madre, detrás, le acompañaba. Tan triste era la escena que el guardia que custodiaba a la presa le dio un clavel para que hubiera una flor sobre aquella caja desolada. Aurora Arnáiz se lo contó muchos años después a Antonina Rodrigo y a ésta se le eriza aún la piel al recordarlo. Su casa está llena de cintas grabadas con historias como ésta, desgarradoras e inquietantes por la dureza o la emoción que encierran.
Con material aportado en gran parte por exiliados que han muerto o
han perdido ya la memoria, Rodrigo ha reunido un completo archivo de
voces insustituibles. Y con algunos de estos testimonios ha escrito su
trilogía de mujeres silenciadas, exiliadas y olvidadas. Mujeres para la historia. La España silenciada del siglo XX, ha sido uno de los más reeditados. Muchas de sus silenciadas,
todas ellas con una fuerte proyección histórica (Victoria Kent, María
de Maeztu, Zenobia Camprubí, Margarita Nelken, entre otras, además de
Ibárruri y Montseny), fueron reivindicadas durante la transición y
dejaron de estar proscritas, aunque la España que representaban siguiera
olvidada. 'Queda mucho que hacer. Nos han explicado la historia sin
contar con la mujer, y en más de una ocasión, contra ella. ¿Por qué esa
injusticia? La historia habrá que reescribirla y rescatar a tantas
mujeres valiosas que han quedado sepultadas', afirma.
Es una pionera en una historiografía femenina prácticamente desierta: de no haber dado la voz a esas mujeres silenciadas, la historia más reciente hubiera quedado aún más mutilada.
En su obra no faltan trabajos y monografías dedicadas a hombres singulares: Federico García Lorca, Salvador Dalí, Manuel Ángeles Ortiz o Joseph Trueta. Pero son más numerosas las investigaciones sobre mujeres.
La elección no es casual. Rodrigo no es neutral en el punto de partida: entre sus biografiadas o reseñadas abundan las anarquistas o de izquierda, las comprometidas o las humanistas. 'Son figuras que vale la pena recobrar o recomponer, bien sea por su ideología, por su injusto olvido o por su excepcionalidad moral'.
Granadina de origen y autodidacta en su formación, Antonina Rodrigo empezó a interesarse por los exiliados al poco de casarse y tener que residir en Francia con su marido, militante cenetista, durante la dictadura. 'Yo no estaba perseguida, pero él sí', recuerda. De esta experiencia y de las inquietudes que despertó en ella la lucha por la supervivencia de los españoles en Francia tras la derrota de la guerra civil nacieron sus primeros libros.
Recientemente, sin embargo, la autora se llevó la sorpresa de que una universidad que le había invitado a disertar sobre uno de sus biografiados le preguntara días después por su título académico. Evidentemente ninguno, contestó la aludida, ajena a la obsesiva carrera por los currículos. Ella jamás se ha manifestado como historiadora, sino como divulgadora, aunque investigue a fondo sus personajes y frecuente archivos y bibliotecas.
Además de una firma, Antonina Rodrigo es ya también una marca de fábrica. Sus biografías, investigadas y escritas sin las premuras que imponen las editoriales a los libros urgentes o a los autores estrellas, destilan cercanía y compromiso, aunque no eludan, aspectos polémicos o contradictorios. Sin ir más lejos la de María Lejárraga, la dramaturga y diputada socialista que a pesar de ser una mujer emancipada consentía que su marido, Gregorio Martínez-Sierra, firmara sus obras: un acto de rendido amor por parte de ella que no sólo contribuyó a potenciar el prestigio de él sino también su narcisismo y sus conquistas femeninas. Pese a esto, Rodrigo sigue considerando a Lejárraga como 'una intelectual muy completa', además de ser uno de los personajes femeninos más enigmáticos de la II República.
'Ahora muchos están recuperando esta época. Bienvenidos sean, pero algunas iniciativas, aunque necesarias, llegan tarde. La exposición sobre el exilio patrocinada por la Fundación Pablo Iglesias que acaba de visitar Arthur Miller está bien, pero ¿por qué no la hicieron antes?', se pregunta. Ella, al menos, abrió la brecha.
Amparo Poch colaboró estrechamente con Federica Montseny en el Ministerio de Sanidad como número dos durante la Guerra Civil y el ocaso de la II República. En un principio se barajó que fuera ella la titular del ministerio, pero fue descartada por pertenecer al sector de la FAI. En 1936 fundó Mujeres Libres con Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, en un intento de unir el pensamiento libertario con el feminismo. 'Humanista, pacifista, mujer coherente, al morir sólo llevaba 16 francos en el bolsillo', recuerda Antonina Rodrigo. Una nueva vida de mujer que conoce ya casi tan bien como la suya y de la que probablemente sólo ignora lo que Amparo Poch pensó y sintió y no dijo ni dejó escrito. El mismo método ya ensayado que aúna rigor y pasión con el que se ha acercado a otras vidas.
A finales de septiembre, al presentar en el Ateneo de Madrid una recopilación de artículos y conferencias de Amparo Poch, Antonina Rodrigo animó a los nuevos autores a rescatar y divulgar estas vidas ejemplares que, por ser mujeres o por estar en un segundo plano, no siempre concitan la atención de los historiadores. Aunque muchos de ellos, entre otros Paul Preston, empiecen a interesarse por figuras femeninas de relieve o por el estudio de la mujer como género en diferentes etapas históricas.
TÍTULO: QUE HAY DE NUEVO, ROBERT DOISNEAU, EL LATIDO DE PARIS,.
En El príncipe es una mujer árabe con una personalidad
indomable Igual que en la vida real. Rompió con todo para ser actriz,
estudió Filología Árabe, sabe cinco idiomas y se ha convertido en una
estrella, a la que descubrimos con Pantene.
Ella es Fátima, la chica de la serie
El Príncipe. Y no hacen falta más
datos. La reconocen en todas partes
y, a su pesar, ha empezado a
“disfrutar” del precio de la fama
en sus primeras vacaciones como celebrity,
perseguida por los paparazzi. La
primera temporada de la serie de Tele5
batió todos los récords. El último capítulo
de esta historia de amor e intriga situada
en uno de los barrios más confl ictivos de
Ceuta, con el narcotráfi co y el yihaidismo
como telón de fondo, lo vieron 6,3
millones de espectadores, lo que explica
que hasta marzo esté dedicada al rodaje
de la segunda y última temporada.
El taxista que la trae a la producción de fotos para Pantene la reconoce por el retrovisor y le dice: “Gracias por esa serie. Nos tenéis fascinados a todos en casa”. Hace un año estas cosas no le pasaban. Y menos que un fan incondicional se tatuara su cara en el brazo. En todo el brazo. El otro ya lo tenía ocupado por Angelina Jolie. Hiba lo descubrió en Twitter… “Y no sé si quiero saber mucho más”, dice entre risas.
Mujerhoy. ¿Alguna vez se había imaginado en esta tesitura?
Hiba Abouk. Una sueña, claro. De pequeña fantaseaba mirándome al espejo y ensayaba un discurso por si me daban algún premio… Pero nunca llegué a imaginar esto. ¡Es increíble! No me quejo de la fama, todo forma parte de este mundo, incluso lo que menos te gusta.
Hiba es una chica guapa, de las que aguantan con nota la cara lavada y hasta con un poco de ojera. Tiene 27 años y una voz que transmite la seguridad y el saber estar propios de una personalidad potente. Mira de frente con unos ojos que son gran parte de su éxito de público y su vocabulario es amplio y rico, probablemente porque ha estudiado Filología Árabe y conoce el valor de las palabras.
MH. ¿Era la carrera de Filología un plan B?
HA. Para nada. Estudié árabe clásico por curiosidad. Mi objetivo era ser actriz habiendo estudiado Filología. Cuantas más carreras tengas, más salidas profesionales. Domino árabe, castellano, francés, inglés e italiano. Y en mi casa se habla tunecino que, junto con el francés, es mi primera lengua. Esto enriquece y ayuda a tener altura de miras.
Hiba estudió en el Liceo Francés, donde era la rara. Ser diferente le sirvió para desarrollar algunas habilidades de supervivencia, pese a que nunca se sintió acosada. “No se metían demasiado conmigo, porque por muy árabe que fuera también era guapa. Y con las guapas nunca se meten. Si hubiera sido fea y árabe, entonces hubiera sido horroroso. Pero, no obstante, siempre era la del nombre y los apellidos extraños, la del origen y los planes distintos… Y, cuando desde pequeña te has acostumbrado a que te digan cosas, aprendes a contestar muy rápido. Tenía un pico muy desarrollado”.
MH. ¿Cree que el éxito del personaje al que da vida en El Príncipe puede encasillarla?
HA. No creo que me pase. Además, no lo voy a permitir. Por otro lado, es la cuarta se- rie que hago y, por primera vez, interpreto un personaje protagonista árabe. De mí depende ser inteligente y saber escoger papeles distintos. Así es como se desarrolla una actriz y se puede apreciar su versatilidad. Esto es una carrera de fondo y hay que pensar en ello cuando se dice sí a un guión.
MH. ¿Cuál es la razón de que la serie haya sido todo un boom?
HA. Es increíble el éxito que ha tenido la primera serie de televisión protagonizada por una familia musulmana. Hay que tener en cuenta que en España hubo casi ocho siglos de presencia árabe y queda un legado muy grande. Lo ves cuando recorres Andalucía. Yo creo que ha funcionado porque había interés por conocer realmente cómo vive una familia musulmana. Además, hay una historia de amor muy potente y está la intriga y la parte policial, que son ingredientes que enganchan.
MH. ¿Está bien reflejada la realidad de las mujeres árabes?
HA. Esto es ficción y hay muchas cosas que me las han contado de otra manera, pero estoy bastante de acuerdo. Todo lo relacionado con la religión musulmana se está tratando con mucho respeto y está muy bien documentado. El mundo árabe es muy diverso: hay mujeres que no tienen vida y otras que disfrutan de un mundo riquísimo y estudian o trabajan. Depende mucho del país, de la clase social... y, luego, cada familia es un mundo. También hay un momento en que eres libre de decidir si quieres ser sumisa o no. Hay algunas mujeres que no pueden elegir, pero otras sí. Claro que eso va a tener consecuencias: puede costarte romper con tu familia, con tu entorno, tener que irte, correr peligro...
A Hiba le llegó el momento de decidir a los 18 años: sumisa o actriz. “Opté por irme de casa, decidí negarme a la opresión. En mi familia son de costumbres tradicionales y que yo quisiera ser actriz era una ofensa y un insulto”.
MH. Y ahora, ¿ lo han entendido?
HA. No busco su comprensión; nunca la he tenido y no creo que la vaya a tener ahora. Además, no me demuestran que lo hayan entendido ni que les alegre mi éxito. Son este tipo de relaciones que, por desgracia, se desestructuran y así se quedan. Todo es consecuencia más de ser una mujer árabe independiente.
MH. ¿Se considera una mujer árabe o, más bien, una mezcla?
HA. No, mezcla no soy, por mis venas solo corre sangre árabe. Mi identidad es esa, no lo puedo negar, aunque haya crecido en un contexto occidental. Y me gusta ser árabe y ser como soy, romper el cliché. Yo he llevado mi vida por donde he decidido.
MH. A partir de ahora seguro que le llueven los proyectos. ¿Qué le apetece hacer?
HA. Me gustaría trabajar en cine o teatro. Yo estudié en la RESAD durante cuatro años y mi formación es teatral pura: Shakespeare, Chejov, Lorca… esa es mi vocación. Y observo un creciente interés; la gente va mucho más al teatro, necesita esa expresión catártica que solo se consigue con el actor en vivo y en directo. Ya no nos vale con una película o una serie. Como seres humanos que somos, necesitamos el contacto. Ahora tenemos más teatro de calidad que hace 10 años. Podría decirse que hay una especie de nouvelle vague, con gente muy joven comprometida que está escribiendo y dirigiendo buenos textos.
MH. ¿Se ve en esa situación, produciendo sus propias obras de teatro?
HA. ¡Ojalá! Suena muy bien. Creo que es fundamental que los actores sepamos de ello y que lo hagamos, porque ganaríamos control sobre nuestras carreras. De la otra manera, siempre somos un poco marionetas. En Estados Unidos lo llevan a cabo actores muy potentes, como Leonardo Di- Caprio o Brad Pitt.
MH. ¿Qué clásico le gustaría interpretar?
HA. ¡Pues no me importaría nada hacer una revisión de Cleopatra!
MH. De todos los novios que se le han adjudicado en el último año, que han sido muchos, ¿con cuál se quedaría si pudiera elegir?
HA. Con Brad Pitt. ¡Ah, no! Ese no me lo han adjudicado, aunque me encantaría, si bien es un poco mayor. Pero a él y a Johnny Deep se lo perdonaría todo. De todos modos, estoy soltera desde hace dos años.
MH. ¿Cree en el amor? ¿Piensa que es algo que surge o que hay buscar?
HA. Creo fervientemente en el amor. Es al único Dios al que rezo. Pero no creo que haya que salir a buscarlo, aparece sin que te lo esperes y te vuelve loca, te paraliza todos los sentidos… eso es el amor.
Lista para una carrera de fondo
El ascenso meteórico de Hiba Abouk se debe a una mezcla de valentía, esfuerzo y suerte. Con este cóctel, en cuatro años ha conseguido auparse al podio de las actrices más solicitadas. Pero antes de llegar a sus manos el papel que le ha dado fama, ya se había fogueado en el mundo de la interpretación televisiva. La isla de los nominados, Con el culo al aire y El corazón del océano fueron sus primeras pruebas de fuego, pero El Príncipe la ha sacado del anonimato y espera que sea el comienzo de una larga carrera. Su gran deseo: poder hacer teatro.
Aurora Arnáiz perdió a su hijo mientras estaba en la cárcel franquista y la dejaron salir para asistir al entierro. El niño iba en una cajita blanca y sólo la madre, detrás, le acompañaba. Tan triste era la escena que el guardia que custodiaba a la presa le dio un clavel para que hubiera una flor sobre aquella caja desolada. Aurora Arnáiz se lo contó muchos años después a Antonina Rodrigo y a ésta se le eriza aún la piel al recordarlo. Su casa está llena de cintas grabadas con historias como ésta, desgarradoras e inquietantes por la dureza o la emoción que encierran.
'Son figuras que vale la pena recobrar o
recomponer, bien sea por su ideología, por su injusto olvido o por su
excepcionalidad moral'
Reescribir la historia
A eso se dedica desde hace varias décadas. Se lo han reconocido Manuel Vázquez Montalbán y Montserrat Roig, que le prologaron algunos de sus libros. Rodrigo guarda una foto histórica de 1978 en la que aparecen junto a ella Federica Montseny y Montserrat Roig en el bar La Sal de Barcelona para presentar Mujeres para la historia. La España silenciada del siglo XX. Las complicidades con la autora de Tiempo de cerezas, que, más allá de su obra narrativa, publicó diferentes ensayos sobre el exilio y los campos de concentración nazis, eran evidentes. No son los únicos eslabones y afinidades que la unen a escritores y cronistas contemporáneos interesados en la misma temática.Es una pionera en una historiografía femenina prácticamente desierta: de no haber dado la voz a esas mujeres silenciadas, la historia más reciente hubiera quedado aún más mutilada.
En su obra no faltan trabajos y monografías dedicadas a hombres singulares: Federico García Lorca, Salvador Dalí, Manuel Ángeles Ortiz o Joseph Trueta. Pero son más numerosas las investigaciones sobre mujeres.
La elección no es casual. Rodrigo no es neutral en el punto de partida: entre sus biografiadas o reseñadas abundan las anarquistas o de izquierda, las comprometidas o las humanistas. 'Son figuras que vale la pena recobrar o recomponer, bien sea por su ideología, por su injusto olvido o por su excepcionalidad moral'.
Granadina de origen y autodidacta en su formación, Antonina Rodrigo empezó a interesarse por los exiliados al poco de casarse y tener que residir en Francia con su marido, militante cenetista, durante la dictadura. 'Yo no estaba perseguida, pero él sí', recuerda. De esta experiencia y de las inquietudes que despertó en ella la lucha por la supervivencia de los españoles en Francia tras la derrota de la guerra civil nacieron sus primeros libros.
Autodidacta
Con la recuperación de la democracia, Antonina y su marido se instalaron en Barcelona y ella prosiguió con la escritura de libros y biografías. Como tal ha sido reconocida, y sus conferencias, al hilo de sus personajes, se han multiplicado en los últimos años.Recientemente, sin embargo, la autora se llevó la sorpresa de que una universidad que le había invitado a disertar sobre uno de sus biografiados le preguntara días después por su título académico. Evidentemente ninguno, contestó la aludida, ajena a la obsesiva carrera por los currículos. Ella jamás se ha manifestado como historiadora, sino como divulgadora, aunque investigue a fondo sus personajes y frecuente archivos y bibliotecas.
Además de una firma, Antonina Rodrigo es ya también una marca de fábrica. Sus biografías, investigadas y escritas sin las premuras que imponen las editoriales a los libros urgentes o a los autores estrellas, destilan cercanía y compromiso, aunque no eludan, aspectos polémicos o contradictorios. Sin ir más lejos la de María Lejárraga, la dramaturga y diputada socialista que a pesar de ser una mujer emancipada consentía que su marido, Gregorio Martínez-Sierra, firmara sus obras: un acto de rendido amor por parte de ella que no sólo contribuyó a potenciar el prestigio de él sino también su narcisismo y sus conquistas femeninas. Pese a esto, Rodrigo sigue considerando a Lejárraga como 'una intelectual muy completa', además de ser uno de los personajes femeninos más enigmáticos de la II República.
'Ahora muchos están recuperando esta época. Bienvenidos sean, pero algunas iniciativas, aunque necesarias, llegan tarde. La exposición sobre el exilio patrocinada por la Fundación Pablo Iglesias que acaba de visitar Arthur Miller está bien, pero ¿por qué no la hicieron antes?', se pregunta. Ella, al menos, abrió la brecha.
Una mujer libre
LO ÚLTIMO DE LA FACTORÍA Antonina Rodrigo es Una mujer libre, la biografía de la médica Amparo Poch Gascón (1902-1968), una anarquista aragonesa exiliada que murió en Toulouse y de la que este año se celebra el centenario de su nacimiento.Al acabar medicina, una carrera en la que fue pionera y que por una serie de prejuicios morales relacionados con la manipulación y visión del cuerpo solía estar vedada a la mujer, se volcó en acercar la sanidad a la clase trabajadora y en difundir la higiene y la sexualidad femenina entre las mujeres. Partidaria del amor libre, publicó en 1932 La vida sexual de la mujer. Pubertad, noviazgo, matrimonio.Amparo Poch colaboró estrechamente con Federica Montseny en el Ministerio de Sanidad como número dos durante la Guerra Civil y el ocaso de la II República. En un principio se barajó que fuera ella la titular del ministerio, pero fue descartada por pertenecer al sector de la FAI. En 1936 fundó Mujeres Libres con Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, en un intento de unir el pensamiento libertario con el feminismo. 'Humanista, pacifista, mujer coherente, al morir sólo llevaba 16 francos en el bolsillo', recuerda Antonina Rodrigo. Una nueva vida de mujer que conoce ya casi tan bien como la suya y de la que probablemente sólo ignora lo que Amparo Poch pensó y sintió y no dijo ni dejó escrito. El mismo método ya ensayado que aúna rigor y pasión con el que se ha acercado a otras vidas.
A finales de septiembre, al presentar en el Ateneo de Madrid una recopilación de artículos y conferencias de Amparo Poch, Antonina Rodrigo animó a los nuevos autores a rescatar y divulgar estas vidas ejemplares que, por ser mujeres o por estar en un segundo plano, no siempre concitan la atención de los historiadores. Aunque muchos de ellos, entre otros Paul Preston, empiecen a interesarse por figuras femeninas de relieve o por el estudio de la mujer como género en diferentes etapas históricas.
TÍTULO: QUE HAY DE NUEVO, ROBERT DOISNEAU, EL LATIDO DE PARIS,.
El beso que hizo historia reluce en Rotterdam
fotos,.
La fotografía de ‘El beso’ ( Le Baiser de l’Hotel de Ville, Robert Doisneau,1950)
es uno de los iconos fotográficos del siglo XX. Con más de 500.000
ejemplares vendidos en todo el mundo, esta instantánea es el emblema por
excelencia del concepto de ciudad del amor que representa París. Se la
suele considerar no solamente un símbolo del romanticismo y del amor
joven, sino que también representa la metáfora del sentido de la vida en
la Europa de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿
Se trató de una imagen espontánea o un montaje?
Mucho se ha debatido sobre este encargo
de la revista norteamericana, Life, sobre el amor en París tras el final
de la Segunda Guerra Mundial a la agencia Rapho. Fue esta última la que
decidió contratar a Robert Doisneau, gran conocedor de la capital francesa, bajo una importante premisa: el trabajo corría prisa y no podía perderse el tiempo.
De este proyecto surgió la serie
‘Baisers’, en la que se podían ver diversas imágenes de parejas
mostrando su sentimientos. Muchas de ellas tienen el aspecto de parecer
preparadas, en las que Doisneau controlaba magistralmente, la situación y
los personajes. Pero esta foto en concreto, ‘El beso’, aparecía como si
de un instante casual se tratase, captado desde una terraza de la rue
de Rivoli, frente al Ayuntamiento. La sensación de movimiento, los
coches y el bullicio de la ciudad, contrastan con el beso de esa pareja
que parecen estar congelados, detenidos en el tiempo, pero eso sí,
perfectamente enmarcada y contextualizada por el entorno. La belleza de
la imagen es incuestionable, es por ello que no sorprende que la
fotografía acabase siendo una de las más importantes del siglo XX y un
icono histórico de la ciudad de la luz.
Mucho se ha puesto en tela de juicio su
espontaneidad varios años después de que se tomase en 1950. En concreto,
durante la década de los 90, el propio Doisneau tuvo que confensar que
contrató a dos estudiantes de arte dramático para que posasen. La
pareja estaba formada por Françoise Bornet y Jacques Carteaud. A cambio,
el fotógrafo les dio una de las imágenes, que más tarde venderían por
una importante suma de dinero, más de 150.000 euros, cuando ya era una
instantánea mundialmente conocida.
En 1993, con la Ley del ministro Jack
Lang sobre “ derechos de propiedad de la propia imagen” fue cuando
Robert Doisneau tuvo que desvelar su secreto. Una pareja lo denunció
diciendo que ellos eran los protagonistas, exigiéndole una elevadísima
suma de dinero por los derechos. La mencionada ley dejaba al artista sin
ningún tipo de cobertura legal para demostrar su verdad así que lo
único que pudo hacer fue confesar lo inconfesable para un fotógrafo que
era reconocido como el cazador de anécdotas: que todo fue un montaje,
presentando como prueba los negativos de la serie completa de fotos
tomadas en distintos puntos de la capital francesa con la misma pareja, y
que pagó a dos actores para que protagonizaran el beso. Esto supuso un
golpe importante para el fotógrafo que queda reflejado en declaraciones
que la propia hija del artista hizo: “Estos asuntos arruinaron el último
año de mi padre. Al final, no le tenía ningún aprecio a la foto”.
Preparada o no, la fotografía puede que
muestre una idealización del amor pero, realmente, lo único pactado era
que se tenían que besar. El resto de elementos de la imagen son producto
de un ojo fotográfico profesional, capaz de captar ese segundo de
eternediad que ha perdurado en el tiempo. Disparó en el momento en el
que todo estaba pasando y en el centro de la imagen, los enamorados, los
que se besan como si no hubiese un mañana. A lo largo de su
trayectoria, Doisneau se encargó de “captar los gestos normales de la
gente normal en situaciones normales”, como él mismo explicaba, y así
nos dejó fotografías que muestran sentimientos y emociones de gente con
la que podemos cruzarnos a diaro por la calle.
El tesón con el que Robert Doisneau
pasaba largas horas retratando las instantáneas de la capital francesa
pueden verse en una exposición que desde este mes de junio el Museo de la Fotografía de Rotterdam dedica al fotógrafo francés.
La muestra recoge 140 imágenes y
documentos que muestran un París de los años treinta, cuarenta y de la
posguerra entre las que se puede apreciar la belleza de esta polémica
pieza, ‘El Beso’.
Son fotografías captadas por un
“pescador expectante”, tal y como se definía el propio Doisneau, que
observaba con infinita paciencia en las calles de la capital francesa a
la espera de inmortalizar el mejor momento. Junto a las imágenes,
cedidas por el taller Robert Doisneau de París, se pueden ver otros
documentos como libros o películas sobre el fotógrafo, que ofrecen una
completa retrospectiva de su obra para todos aquellos que quieran
acercarse y conocer a uno de los captadores de momentos más famoso del
siglo XX.
Algunas de las obras que acoge el Museo de la Fotografía de Rotterdam son, por ejemplo, los retratos que Doisneau hizo a artistas como Pablo Picasso o de escritores como Jacques Prévet.
Llama la atención la imagen que han
utilizado para presentar el cartel de la exposición. Se trata de la
fotografía de “ La Señorita Anita” (1951) en la que se aprecia como el
fotógrafo reflejaba la belleza en la propia imperfección. En esa imagen
tiene mucha más importancia la sensualidad y frescura de una chica de
pelo Moreno y rizado que se quitó su chaqueta para posar con los hombros
descubiertos ante el objetivo de Doisneau, que el detalle de que una de
las manos de la fémina está doblada y parece que acaba en muñón, un
aspecto que el propio autor explicó en la revista ‘Contracts’ como un
reflejo de que “ la perfección no es de este mundo”.
Doisneau también realizó mucha fotografía publicitaria y de moda para grandes revistas como Vogue
y cultivó el fotoperiodismo para la agencia Alliance Photo, un ejemplo
son las fotografías que hizo de Palm Springs para la revista ‘Fortune’
en 1960, obras que también recoge esta exposición en Rotterdam hasta el 1
de septiembre.
Nos regaló ‘El Beso’ o la ‘Cadena de
niños cruzando la Rue de Rivoli’, por citar solo algunas magníficas
instantáneas, que nos han hecho sentir de cerca el latir de una ciudad
siempre mágica, París. Tal y como el propio artista afirmó, esperaba a
captar esos instantes en una urbe en la que, precisamente eso, esperar,
era lo fundamental: “París es un teatro en el que se paga asiento con el tiempo perdido. Y yo sigo esperando”.
TÍTULO: REVISTA MAX, DE CERCA, PORTADA,.HIBA ABOUK,.
Hay un momento en que puedes elegir ser sumisa o libre,.
También hay un momento en que eres libre de decidir si quieres ser sumisa o no . Hay algunas mujeres que no pueden elegir, pero otras sí. foto,.
El taxista que la trae a la producción de fotos para Pantene la reconoce por el retrovisor y le dice: “Gracias por esa serie. Nos tenéis fascinados a todos en casa”. Hace un año estas cosas no le pasaban. Y menos que un fan incondicional se tatuara su cara en el brazo. En todo el brazo. El otro ya lo tenía ocupado por Angelina Jolie. Hiba lo descubrió en Twitter… “Y no sé si quiero saber mucho más”, dice entre risas.
Mujerhoy. ¿Alguna vez se había imaginado en esta tesitura?
Hiba Abouk. Una sueña, claro. De pequeña fantaseaba mirándome al espejo y ensayaba un discurso por si me daban algún premio… Pero nunca llegué a imaginar esto. ¡Es increíble! No me quejo de la fama, todo forma parte de este mundo, incluso lo que menos te gusta.
Hiba es una chica guapa, de las que aguantan con nota la cara lavada y hasta con un poco de ojera. Tiene 27 años y una voz que transmite la seguridad y el saber estar propios de una personalidad potente. Mira de frente con unos ojos que son gran parte de su éxito de público y su vocabulario es amplio y rico, probablemente porque ha estudiado Filología Árabe y conoce el valor de las palabras.
MH. ¿Era la carrera de Filología un plan B?
HA. Para nada. Estudié árabe clásico por curiosidad. Mi objetivo era ser actriz habiendo estudiado Filología. Cuantas más carreras tengas, más salidas profesionales. Domino árabe, castellano, francés, inglés e italiano. Y en mi casa se habla tunecino que, junto con el francés, es mi primera lengua. Esto enriquece y ayuda a tener altura de miras.
Hiba estudió en el Liceo Francés, donde era la rara. Ser diferente le sirvió para desarrollar algunas habilidades de supervivencia, pese a que nunca se sintió acosada. “No se metían demasiado conmigo, porque por muy árabe que fuera también era guapa. Y con las guapas nunca se meten. Si hubiera sido fea y árabe, entonces hubiera sido horroroso. Pero, no obstante, siempre era la del nombre y los apellidos extraños, la del origen y los planes distintos… Y, cuando desde pequeña te has acostumbrado a que te digan cosas, aprendes a contestar muy rápido. Tenía un pico muy desarrollado”.
MH. ¿Cree que el éxito del personaje al que da vida en El Príncipe puede encasillarla?
HA. No creo que me pase. Además, no lo voy a permitir. Por otro lado, es la cuarta se- rie que hago y, por primera vez, interpreto un personaje protagonista árabe. De mí depende ser inteligente y saber escoger papeles distintos. Así es como se desarrolla una actriz y se puede apreciar su versatilidad. Esto es una carrera de fondo y hay que pensar en ello cuando se dice sí a un guión.
MH. ¿Cuál es la razón de que la serie haya sido todo un boom?
HA. Es increíble el éxito que ha tenido la primera serie de televisión protagonizada por una familia musulmana. Hay que tener en cuenta que en España hubo casi ocho siglos de presencia árabe y queda un legado muy grande. Lo ves cuando recorres Andalucía. Yo creo que ha funcionado porque había interés por conocer realmente cómo vive una familia musulmana. Además, hay una historia de amor muy potente y está la intriga y la parte policial, que son ingredientes que enganchan.
MH. ¿Está bien reflejada la realidad de las mujeres árabes?
HA. Esto es ficción y hay muchas cosas que me las han contado de otra manera, pero estoy bastante de acuerdo. Todo lo relacionado con la religión musulmana se está tratando con mucho respeto y está muy bien documentado. El mundo árabe es muy diverso: hay mujeres que no tienen vida y otras que disfrutan de un mundo riquísimo y estudian o trabajan. Depende mucho del país, de la clase social... y, luego, cada familia es un mundo. También hay un momento en que eres libre de decidir si quieres ser sumisa o no. Hay algunas mujeres que no pueden elegir, pero otras sí. Claro que eso va a tener consecuencias: puede costarte romper con tu familia, con tu entorno, tener que irte, correr peligro...
A Hiba le llegó el momento de decidir a los 18 años: sumisa o actriz. “Opté por irme de casa, decidí negarme a la opresión. En mi familia son de costumbres tradicionales y que yo quisiera ser actriz era una ofensa y un insulto”.
MH. Y ahora, ¿ lo han entendido?
HA. No busco su comprensión; nunca la he tenido y no creo que la vaya a tener ahora. Además, no me demuestran que lo hayan entendido ni que les alegre mi éxito. Son este tipo de relaciones que, por desgracia, se desestructuran y así se quedan. Todo es consecuencia más de ser una mujer árabe independiente.
MH. ¿Se considera una mujer árabe o, más bien, una mezcla?
HA. No, mezcla no soy, por mis venas solo corre sangre árabe. Mi identidad es esa, no lo puedo negar, aunque haya crecido en un contexto occidental. Y me gusta ser árabe y ser como soy, romper el cliché. Yo he llevado mi vida por donde he decidido.
MH. A partir de ahora seguro que le llueven los proyectos. ¿Qué le apetece hacer?
HA. Me gustaría trabajar en cine o teatro. Yo estudié en la RESAD durante cuatro años y mi formación es teatral pura: Shakespeare, Chejov, Lorca… esa es mi vocación. Y observo un creciente interés; la gente va mucho más al teatro, necesita esa expresión catártica que solo se consigue con el actor en vivo y en directo. Ya no nos vale con una película o una serie. Como seres humanos que somos, necesitamos el contacto. Ahora tenemos más teatro de calidad que hace 10 años. Podría decirse que hay una especie de nouvelle vague, con gente muy joven comprometida que está escribiendo y dirigiendo buenos textos.
MH. ¿Se ve en esa situación, produciendo sus propias obras de teatro?
HA. ¡Ojalá! Suena muy bien. Creo que es fundamental que los actores sepamos de ello y que lo hagamos, porque ganaríamos control sobre nuestras carreras. De la otra manera, siempre somos un poco marionetas. En Estados Unidos lo llevan a cabo actores muy potentes, como Leonardo Di- Caprio o Brad Pitt.
MH. ¿Qué clásico le gustaría interpretar?
HA. ¡Pues no me importaría nada hacer una revisión de Cleopatra!
MH. De todos los novios que se le han adjudicado en el último año, que han sido muchos, ¿con cuál se quedaría si pudiera elegir?
HA. Con Brad Pitt. ¡Ah, no! Ese no me lo han adjudicado, aunque me encantaría, si bien es un poco mayor. Pero a él y a Johnny Deep se lo perdonaría todo. De todos modos, estoy soltera desde hace dos años.
MH. ¿Cree en el amor? ¿Piensa que es algo que surge o que hay buscar?
HA. Creo fervientemente en el amor. Es al único Dios al que rezo. Pero no creo que haya que salir a buscarlo, aparece sin que te lo esperes y te vuelve loca, te paraliza todos los sentidos… eso es el amor.
Lista para una carrera de fondo
El ascenso meteórico de Hiba Abouk se debe a una mezcla de valentía, esfuerzo y suerte. Con este cóctel, en cuatro años ha conseguido auparse al podio de las actrices más solicitadas. Pero antes de llegar a sus manos el papel que le ha dado fama, ya se había fogueado en el mundo de la interpretación televisiva. La isla de los nominados, Con el culo al aire y El corazón del océano fueron sus primeras pruebas de fuego, pero El Príncipe la ha sacado del anonimato y espera que sea el comienzo de una larga carrera. Su gran deseo: poder hacer teatro.
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