domingo, 4 de octubre de 2015

A FONDO - Abogado de oficio,. ¡Qué he hecho yo para merecer una macrocausa!,./ ENTREVISTA -Henning Mankell "Moriré de esta enfermedad",.

TÍTULO: A FONDO - Abogado de oficio,. ¡Qué he hecho yo para merecer una macrocausa!,.

A fondo: Abogado de oficio,. / fotos

¡Qué he hecho yo para merecer una macrocausa!,.

 Decenas de abogados de oficio se encuentran atrapados en muchas de las macrocausas que copan los periódicos. Desbordados, los letrados reclaman más medios, y justicia, pero esta vez para ellos mismos.

El trabajo de Antonio Gragera transcurría como el de cualquier otro abogado hasta que hace un año un tal Francisco Correa irrumpió en su vida. Con sus bienes embargados por el juez, Correa, principal encausado por el caso Gürtel -120 millones de euros defraudados a los cofres públicos-, ejerció su derecho a la justicia gratuita. Se trata de un derecho que tiene cualquier ciudadano con ingresos inferiores a dos salarios mínimos. Así que el Colegio de Abogados de Madrid se vio obligado a buscarle un abogado de oficio.
Y así, sin más, de la noche a la mañana, a Gragera, letrado inscrito en el turno de oficio desde 1996, no le quedó más remedio que sumergirse en un sumario iniciado hace ya seis años, con más de 700.000 folios -el más voluminoso que la Audiencia Nacional ha conocido jamás-, casi 200 imputados en todas sus ramificaciones y sobre cuyo final nadie se atreve a aventurar una fecha. Por realizar semejante tarea, por cierto, cobrará unos 200 euros. «¡En total, ojo! -apuntilla él con indisimulada indignación-. Dure lo que dure».
De momento, Gragera no lo lleva mal del todo. «Lo peor está por llegar -avanza-. Es un caso que genera mucha documentación, hay que ir casi a diario a la Audiencia Nacional y revisarlo todo, pero hasta hoy me las he arreglado para dedicarle un tiempo al día. Ahora bien, cuando llegue el juicio oral... -hace una pausa y resopla-. Mejor ni pensarlo». Vista la magnitud de la causa, el jurista estima que durará cerca de año y medio, con interminables sesiones diarias que le complicarán sobremanera el resto de los asuntos de los que se ocupa. Y no se refiere solo a sus clientes privados, también incluye los casos que sigue atendiendo de oficio.
La pesadilla de poner el dinero de su bolsillo.
«Este es un proceso excepcional -prosigue Gragera-. No es para un letrado en solitario. Necesitas un equipo o dedicarte en exclusiva a él, lo cual me resulta imposible, ya que, si no, ¿de qué vivo? De hecho, ya estoy perdiendo dinero, porque yo, todo -fotocopias, desplazamientos, recursos, escritos...- lo pongo de mi bolsillo. Como no me ayuden, lo voy a tener muy negro, porque en el caso Gürtel el único que está solo y sin que a nadie le importe es este señor que tiene usted enfrente», remata Gragera, señalándose el pecho, sentado en un bar con vistas a la Audiencia Nacional.
La situación de Gragera, aunque excepcional, no es un caso aislado. Solo en ese tribunal hay al menos otra docena de letrados de oficio defendiendo a encausados por Gürtel. En toda España -donde el pago medio por expediente ronda hoy los 125 euros- se cuentan por decenas los abogados que viven atrapados en macrocausas inabarcables como esta, aunque sean Madrid, Andalucía y Valencia, las que se llevan la palma.
En la Comunidad Valenciana hay abogados de oficio en las diversas ramas locales de Gürtel y en los casos Terra Mítica y Emarsa. Lorenzo Izquierdo, por ejemplo, lleva tres años defendiendo a uno de los 24 acusados por este último proceso, que investiga un desfalco de 25 millones de euros a través de la depuradora de aguas residuales de Valencia y su área metropolitana. «Cuando te toca un caso de estos, pierdes clientes; esa es la realidad», sentencia.
Quizá por ello, cuatro meses después de ser designado, Izquierdo intentó renunciar a la defensa encomendada. «Alegué que, ante la carga de trabajo que requiere un caso como este -explica-, si seguía en solitario, sin recursos extraordinarios económicos y de personal, se estaba vulnerando claramente el derecho de defensa de mi cliente». El Colegio de Abogados, sin embargo, le informó de que, entendiendo la situación, estaba obligado por ley a proseguir con las diligencias.
Con miedo a las consecuencias. 
La vulneración del derecho de defensa, sin embargo, es un problema gravísimo. Algunos letrados sospechan que, llegados al final, muchos de los acusados solicitarán la anulación de los procesos si consideran que no se les ha garantizado el derecho a la defensa. Es decir, decenas de implicados en tramas de corrupción podrían acabar tirando por la borda años y años de investigaciones y diligencias debido a la situación actual del turno de oficio. Los letrados que sugieren esta posibilidad, de hecho, subrayan a continuación que no se mencione su nombre, como si temieran represalias por expresar su visión del asunto.
Sospechas aparte, la indignación es creciente entre los letrados. En Madrid, por ejemplo, donde hay más de 5.000 inscritos en el turno de oficio -22 de ellos asignados a este tipo de causas denominadas «de especial complejidad»-, los abogados se encerraron en el Colegio reivindicando mejoras en justicia gratuita, además de realizar una huelga de celo que redujo en un 35 por ciento los servicios de asistencia en los turnos de guardia, atendiendo solo a detenidos en dependencias policiales y de la Guardia Civil.
Las movilizaciones, en todo caso, no han mejorado la situación de un colectivo que, en comunidades como Madrid, cobra un 20 por ciento menos de lo que recibía en el año 2003. Por eso, algunos de ellos, de hecho, piden mayores movilizaciones.
«¿Se imagina una huelga de abogados del turno de oficio, pero una huelga de verdad?», pregunta con intención retórica Antonio Hierro, un veterano abogado sevillano, defensor de un alto cargo encausado por el caso de los Cursos de Formación en Andalucía. «Nadie asistiría legalmente a los detenidos -responde el jurista-, nadie defendería a los encausados sin recursos, nadie atendería a los menores arrestados... Un desastre total, vamos». Al letrado, en este caso, le asiste la razón: sin esos 43.000 profesionales que garantizan el derecho a la justicia gratuita, el caos se apoderaría del sistema judicial y policial.
Pero que nadie se alarme, los garantes de la 'justicia gratuita' no preparan un golpe de gracia contra el sistema. Están hartos, sí, pero, como concede Hierro, «una huelga es impensable. La responsabilidad va implícita en esta vocación».
Cursos de formación en Andalucía
Antonio Hierro

La instrucción es inmensa, inabarcable y no acaba nunca, lo que crea una inseguridad jurídica tremenda. Es que en este caso de los Cursos de Formación ya vamos por 200 imputados. Hay nuevos implicados y nuevos abogados, constantemente, que se tienen que poner al día... Es para volverse loco. Las macrocausas se están convirtiendo en algo habitual, por eso pedimos que se regule. Que estas causas de especial complejidad tengan un baremo superior. ¿Justicia gratuita? ¿A costa de quién? De nosotros. Se garantiza el derecho a la defensa a costa de la vocación de algunos letrados. Yo llevo en el turno de oficio más de 30 años. Muchos compañeros se han dado de baja, pero si todos hacemos eso, ¿adónde va el sistema?».
Gürtel
Antonio Gragera

La principal reivindicación es que no tengamos que esperar al final del procedimiento para cobrar, que nos vayan adelantando algo de dinero, porque es ahora cuando necesitamos recursos económicos. Entiendo que no cobraremos lo que cobra un abogado particular, con minutas de 100.000 o 200.000 euros al año, pero aspiramos a una dignidad que garantice el derecho de defensa. Si no tienes una remuneración digna, se merma ese derecho. Es cuestión de medios, de dedicación... Habría que designar al menos a tres compañeros por imputado, porque ¡es que no te da!
Es interesante llevar un caso como este, aprendes de mucha gente, pero el precio es demasiado alto. Es una ruina para mí. No me compensa por muy apasionante que sea. Me ocupa, incluso, fines de semana. Tengo esposa y tres hijos... Y tengo más clientes particulares y de oficio. Si no, ¿de qué como? Y que mis clientes no se asusten. Yo sigo atendiéndolos día a día. ¡No se asusten!».
Fraude de hidrocarburos
José Joaquín

He llevado un gran caso de adulteración de gasóleo y fraude del IVA de 17 millones de euros que comenzó en 2002. Mi cliente fue uno de los principales encausados. Fue encarcelado. Tuvo un abogado particular seis años hasta que se le acabó el dinero y solicitó un abogado de turno de oficio. ¡Por suerte, no lo solicitó desde el principio! Son instrucciones larguísimas. Una media de diez años. Los años pasan, los encausados se quedan sin dinero -o lo esconden o les embargan...-, y cuando ya se acerca la vista oral, sus letrados les dicen: «O me pagas o no sigo adelante». Y entonces nos toca a nosotros. El cliente de turno de oficio es dado a extremos. O es inmensamente agradecido o a la inversa. Nos ven como último recurso y, por lo tanto, como malos abogados.
En este caso hubo dos meses y medio de señalamientos. Diarios, mañana y tarde. Tengo suerte de trabajar en un despacho con otros tres abogados; si no, es una 'masacre' para ti...Sobrepasado no he estado. Angustiado sí, pero nunca te planteas tirar la toalla. Te llevas trabajo a casa... Tengo una hija de 24 y otra de 21. Se han hecho mayores y no me he dado cuenta».

TÍTULO: ENTREVISTA - Henning Mankell "Moriré de esta enfermedad",.

Entrevista

-foto-Henning Mankell "Moriré de esta enfermedad"

  En 2013 supo que padecía cáncer. Desde entonces, este 'best seller' sueco, famoso mundialmente por su serie de novelas policiacas, planta cara a la enfermedad. Conversamos con él sobre el miedo a desaparecer, las despedidas y cómo aprovechar la mayor oportunidad que se nos brinda: "brillar en nuestra vida",.
 
 Me quedaba tumbado en la cama, hundido en un abismo profundo. Necesité 14 días para dominar mi angustia. Hasta que, por fin, pensé: 'Vuelvo a tener el control. Vuelvo a tener fuerzas para defenderme'". Así recuerda Henning Mankell aquellos terribles días del invierno de 2013, cuando recibió una noticia terrible: padecía cáncer de pulmón con metástasis en la nuca. Desde entonces este escritor, conocido en todo el mundo por su serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector Wallender, le planta cara a la enfermedad. En su último libro, 'Arenas movedizas' (Tusquets), exorciza sus temores invitando al lector a un paseo de urgencia por su vida y por la de toda su generación. «El título me pareció la imagen perfecta: Arenas movedizas. Ese sentirse arrastrado hacia el abismo, el agitarse inútilmente. La impotencia». De todo ello hablamos con él.
 XLSemanal. Señor Mankell, ¿cómo se encuentra?
Henning Mankell. Bien. Bueno... sí, bien. Es el segundo año de enfermedad, y los médicos me han prometido mantenerme vivo. La verdad es que moriré de esta enfermedad crónica. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. No tengo dolores, a veces hasta se me olvida lo enfermo que estoy. Mi aspecto sí ha cambiado.
XL. ¿En qué fase del tratamiento se encuentra?
H.M. La primera quimioterapia funcionó muy bien. También he probado otras cosas, me han dado unas radiaciones bastante potentes. Ahora estoy en una fase de tranquilidad. El equipo médico que tengo es estupendo, dedica dos días al mes a ver qué otros tratamientos podrían aplicarme. Veo a mi médico una vez al mes. Hablamos 15 minutos sobre resultados de pruebas. Y luego: ¡música! Es pianista, disfruto mucho con esa parte de la conversación, y creo que él también.
XL. Al principio de la quimioterapia le lloraban los ojos cuando quería leer. ¿Ha mejorado ese aspecto?
H.M. Sí, todo vuelve a ir bien. El problema no eran las lágrimas, es que no podía mantener los ojos abiertos. Nunca se sabe qué efectos secundarios van a aparecer. Le mentiría si le dijera que leo uno o dos libros al día, pero la cosa va mejor.
XL. ¿Qué pensó cuando le comunicaron el diagnóstico?
H.M. Era la Nochevieja de 2013. Sentí una rigidez en la nuca y no mejoraba con los días. Así que el 8 de enero me fui al médico. Me mandó unas radiografías. Y me volvió a llamar a las dos horas. En ese momento presentí que lo que tenía no era una lesión pasajera. El médico me dijo, con toda tranquilidad, que habían localizado un tumor en los pulmones y metástasis en las cervicales. ¿Qué es lo que recuerdo? Era invierno, hacía frío, era un día desapacible. Mi mujer y yo volvimos a casa en taxi. En un cruce vi a una niña pequeña, de seis o siete años, saltando tan feliz en un montón de nieve. Pensé que yo había hecho lo mismo muchas veces. Y que ahora ya no lo haría más. Que ahora solo saltaría ella. Que mi vida acababa de cambiar radicalmente, para siempre.
XL. ¿Cómo lo pasó su mujer? 
H.M. Fue lo suficientemente inteligente como para no hablar mucho al principio. Ella también tenía que descubrir qué significaba mi enfermedad, qué representaba para ella. En una pareja, si uno tiene cáncer, lo tienen los dos. Luego aprendimos a hablar del tema. No hacerlo habría sido lo peor, ya lo había vivido con amigos: ese silencio mortal que cae sobre una casa...
XL. El libro 'Arenas movedizas', además de a su esposa, está dedicado a una pareja que murió en la erupción de Pompeya en el año 79 d. C. Fallecieron al instante, sin darse cuenta de nada. ¿Le gustaría que a usted le sucediera igual?
H.M. No. ¿Morir en un accidente de coche o de avión? No, por favor, que no sea tan rápido. Me gustaría saber con un poco de antelación que se acerca el final. Escogí a estas dos personas porque eran muy jóvenes, apenas unos 30 años, no tuvieron la oportunidad de vivir una vida plena. En estos últimos tiempos, también he pensado mucho sobre cómo me habría sentido si me hubiesen diagnosticado el cáncer a los 30, a los 40, a los 50, es natural. Ahora tengo 67 años. He vivido más tiempo de lo que habrían soñado la mayoría de las personas de este planeta. La perspectiva desde la que analizas las cosas es muy importante, es algo que procuro recordarme.
XL. El humor no lo ha perdido. En su libro dice que la metástasis ha aparecido justo en la vértebra cervical que se rompe al ahorcar a alguien. ¿No me dirá que se puso a investigarlo?
H.M. No tuve necesidad de hacerlo. El dato aparece en la autobiografía de un famoso verdugo británico, Albert Pierrepoint, un hombre que también ahorcó a muchos criminales nazis. En su libro describe con toda precisión cómo debe llevarse a cabo una ejecución correcta. Ya no sé por qué lo metí en el libro... Creo que me gustó la ironía que encierra.
XL. Poco más adelante describe un cuadro que está a solo 30 kilómetros de aquí, colgado en una iglesia.
H.M. Ah, sí, ¿le ha gustado?
XL. Es muy inquietante. Muestra a un sacerdote del siglo XVII con su familia; se ve a 15 hijos, aunque 6 de ellos...
H.M. ... ya habían muerto cuando el pintor pintó el cuadro, sí. Así que solo pintó trozos de sus rostros, un ojo aquí, el nacimiento del pelo allá...
XL. ... El bebé, que probablemente murió de muerte súbita infantil, aparece medio tapado en su cuna.
H.M. Esos niños no querían desaparecer. El artista los devolvió al único escenario que tenemos: la vida. Luego cae el telón y nos vamos. ¿A cuántas personas recordamos de verdad a los 10 años de su muerte, a los 100, a los 500? A muy pocas. Vale, Galileo, Shakespeare... Pero los demás solo tenemos esta oportunidad para brillar en nuestra vida. No podemos rebobinar y decir: ahora, lo voy a hacer de otra manera. No.
XL. ¿Tiene miedo de desaparecer sin más?
H.M. Nunca he pensado en eso, la verdad. Basta con escupir en el océano para tener toda la eternidad que se quiera... Pero no. Somos átomos, nos disolvemos, luego ya no hay eternidad que valga. A veces me vienen a la cabeza unos pensamientos algo infantiles, como que estar muerto debe de hacerse muy largo, terriblemente largo. Sé que suena absurdo. Cuando estás muerto, no hay espacio, ni tiempo ni conciencia, pero no puedo evitar pensarlo.
XL. ¿Envidia a las personas religiosas su fe en el más allá?
H.M. Lo respeto. ¿Envidiar? No.
XL. En el libro también se ha ocupado de lo que dejaremos atrás como generación. Su conclusión: miles de toneladas de residuos atómicos, que seguirán emitiendo radiaciones letales dentro de cien mil años. 
H.M. Todas las generaciones han dejado algo, siglo tras siglo: arte, filosofía, logros políticos, pero también la experiencia de guerras horribles. ¿Qué quedará de nosotros? No quedarán los Beatles ni grandes escritores, sino esa basura nuclear. Cuando dentro de diez mil años venga otra glaciación, el paisaje cambiará drásticamente. Y esa basura seguirá ahí. Cuando el hielo se retire, seguirá habiendo gente, pero no recordarán nada de nosotros. ¿Sabrán siquiera el peligro que tienen bajo los pies? Es una idea aterradora.
XL. Sí, pero...
H.M. Hablé del tema con científicos expertos en energía nuclear. Fueron muy amables conmigo. Me dijeron que hacen todo lo que pueden para que los residuos estén bien guardados. Pero me hablaron de otra cosa que también se están planteando: esconder la basura nuclear lo mejor posible... y luego dejar que se olvide. Nada de poner esos triángulos negros sobre fondo amarillo tan llamativos. Simplemente olvidarla. Es una idea demencial, pero también bastante lógica.
XL. Pero hablemos de lo personal. Piense en los muchos años que pasó en África, en su trabajo en Mozambique, en Maputo, donde colaboró en la fundación de un teatro. Usted le dio a la gente algo que perdurará. Esas personas se acordarán de usted cuando ya no esté.
H.M. Ese teatro tampoco vivirá para siempre, todo tiene un final. Pero siempre habrá teatro en Mozambique, y estará relacionado de una u otra manera con el teatro que nosotros creamos. Sí, es una sensación positiva.
XL. Muchos de los recuerdos que reúne en su libro tienen que ver con el teatro. Sin embargo, a su personaje más famoso, el comisario Wallander, solo lo cita una vez.
H.M. Ah, ¿pero sale? No me acordaba. En la página 242, muy brevemente...
XL. ¿Considera su labor en el teatro más importante que lo conseguido como autor de novelas policiacas de éxito?
H.M. No. Mire, mi mayor privilegio es que vivo en dos espacios diferentes. En uno estoy solo y escribo. El otro, que está lleno de gente, es el teatro. Y voy de uno a otro, llevo haciéndolo toda mi vida. Pero si solo me permitieran vivir en uno de esos dos espacios, siempre elegiría el primero. Sin dudarlo. Escribir es la base de todo lo que hago.
XL. También ha colaborado con el proyecto Memory Books, en el que mujeres africanas enfermas de sida reúnen sus recuerdos para sus hijos antes de morir.
H.M. Sí, fue muy conmovedor.
XL. ¿Aprendió algo de aquellas mujeres?
H.M. La mayoría de ellas no conocían muchas palabras, pero ¡qué mensajes! Una mujer simplemente puso dos mariposas azules en su libro... se me sigue poniendo la carne de gallina. Sus hijos no tendrán muchos recuerdos de ella, pero sabrán que a su madre le encantaban las mariposas azules.
XL. En el libro también afirma que la comunicación es la clave para resolver muchos de nuestros problemas. En ese caso celebrará el nacimiento de las redes sociales. 
H.M. Es posible que tenga razón. Pero... mire, antes de esta entrevista he estado comiendo con mi agente. En el restaurante había dos mujeres que habían quedado para comer y se han pasado toda la comida tecleando en sus móviles, no han intercambiado más que un par de palabras. También he seguido con atención los ataques contra los refugiados que ha habido en los foros. Esa gente se limita a escupir odio escondida tras sus pantallas. Con 'comunicación', me refiero a lo que usted y yo hacemos ahora: sentarse y hablar.
XL. ¿Cuáles cree que son las principales tareas a las que se enfrenta el mundo en las próximas décadas?
H.M. Está muy claro: la lucha contra la pobreza y los derechos de las mujeres. Podríamos haber hecho frente a la pobreza hace décadas, pero no lo hicimos. Ahora estamos asistiendo a grandes desplazamientos de refugiados, una de las consecuencias de esa inacción. Lo mismo se puede decir del tema de las mujeres. Las mujeres, sobre todo en África, son la columna vertebral de la sociedad. Pero no tienen voz en la política. Las nuevas generaciones deben cambiar eso. Si no lo conseguimos, no hace falta ni que nos dediquemos a otros problemas, como el cambio climático. Mueren más personas por nuestros fracasos en los dos primeros terrenos.
XL. ¿Las culturas africanas tienen otro concepto de la muerte?
H.M. La muerte forma parte de la vida mucho más que aquí, en Occidente, donde nos podemos pasar toda la vida sin haber visto un muerto. Me parece algo llamativo y también peligroso. ¿Cómo esperamos que nuestros jóvenes tengan respeto por la vida si solo conocen la muerte por las películas?
XL. Usted ha sido testigo de una cantidad terrible de muertes... la lista que recoge en su libro es interminable. ¿Estas experiencias lo han preparado para afrontar su situación?
H.M. Oh, no. Nuestra muerte es la única cosa que es solo nuestra. En el nacimiento hay dos personas implicadas, pero en la muerte... Es un paso que tenemos que dar solos, aunque tengamos a los amigos y a la familia a nuestro alrededor.
XL. Cuando tenga que irse, ¿le gustaría mantener una última conversación con sus familiares?
H.M. No desapareceré sin más, ya tomaré mis precauciones. Pero todavía queda tiempo.
El 'boom' de la novela negra nórdica No es por el mal tiempo. Por Lorenzo Silva
Siempre que me preguntan por la pujanza y la amplitud de la novela negra nórdica, respondo lo mismo: para que en un país (o en una zona geográfica) abunden los escritores, es menester que antes abunden los lectores. Y, para ilustrarlo, propongo una comparación entre dos realidades que he tenido ocasión de verificar de primera mano. ¿Qué ve uno cuando entra a media mañana en un local de hostelería de Madrid o de Barcelona? Una megapantalla de televisión que pasa programas de cotilleo, un montón de parroquianos embobados con ella y a lo sumo uno leyendo un diario (normalmente deportivo). ¿Qué ve, en cambio, si entra a la misma hora en un local de Estocolmo? Quince personas silenciosas, de las que tal vez diez estén leyendo un libro. Eso lo explica todo (y no vale la excusa de que en Estocolmo hace mal tiempo: el junio de la capital sueca es delicioso). Esto es lo principal, y luego hay otros factores, como una potente industria editorial o una población casi toda bilingüe en inglés, lo que le permite ser consumidora voraz, en el original, de la más copiosa literatura dentro del género negro, la que se escribe en los países anglosajones. Todo ello, unido a su larga tradición de contadores de historias (reflejada en las sagas islandesas) les ayuda a ser competentes y persuasivos novelistas.
Mis nórdicos favoritos
Maj Sjöwall y Per Wahlöö.
Empecemos por el principio. Los padres fundadores, los que en los 60 y 70, con su policía Martin Beck, pusieron los cimientos de la moderna novela negra nórdica (y europea)...
Arnaldur Indriðason.
Este islandés es acaso el más elegante, sobrio y atmosférico de los nórdicos del género. Hace honor a la sangre que corre por sus venas: la de los viejos narradores vikingos.
Jens Lapidus.
En su 'Trilogía negra de Estocolmo', este joven abogado sueco compensa, con historias ferozmente realistas, los excesos imaginativos en que a veces cae el policial de su país.

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