ME RESBALA - Mendigos que fuman en pipa, fotos.
Mendigos que fuman en pipa,.
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En mi barrio, no se compra por kilos, sino por lotes y esculpen el pelo,.
Cada mañana, cuando voy a trabajar, me encuentro con una señora que acude a mendigar en taxi. Lo coge en el barrio de El Carneril y se baja frente a la iglesia de San Juan, exigiendo al taxista que la deje en zona peatonal, justo donde empieza su menesterosa tarea. Luego, a lo largo de la mañana, cuando San Juan sea un hervidero de gente y ya nadie repare en mendigas, se trasladará al Arco de la Estrella, donde los turistas sí se apiadan de su letanía quejumbrosa.
Tras dejar atrás a la señora mendiga, entro en la parte antigua y saludo a un educado mendigo que fuma en pipa. No se trata de una metáfora, sino de literalidad: el hombre fuma tabaco Virginia en una preciosa pipa Bullcap de madera de brezo y saluda con afecto sincero a los conocidos, a quienes no osa pedir nada. El ejercicio pedigüeño lo deja para los turistas, que durante su paseo medieval y renacentista son requeridos por la mendiga del taxi, el mendigo de la pipa, varios 'cantaores' y guitarristas flamencos y una señora gitana que echa la buenaventura con crudeza, sin paños calientes.
En mi ciudad, yo encuentro más elegancia natural en los barrios y en los mendigos que en el centro. Cuando salgo a dar un paseo con mi suegra, ella me pregunta si vamos a ir a Cánovas o por el barrio. Si vamos a Cánovas, se viste elegante y pierde su gracia. Si no salimos del barrio, se pone la ropa que le gusta y enseguida la veo adornada de una elegancia natural que provoca que en la playa la apoden la francesa. Yo creo que los barrios de mi ciudad son más cosmopolitas que el centro, tan provinciano y previsible. En ellos late Europa con sus problemas de periferia, los mismos que en Atenas o en Madrid.
Ayer, bajé a dar una vuelta por el barrio. Me encontré a la mendiga del taxi y nos saludamos convenientemente: Buenas tardes tenga usted, señora... Vaya usted con Dios, señor... Y otras fórmulas igual de antiguas y confortables. Después, seguí mi paseo fijádome en las tiendas. Lo primero que me llamó la atención fue una peluquería cuyo profesional se anuncia como escultor de pelo. Me detuve y curioseé mientras el peluquero me lanzaba esa mirada tan particular que los peluqueros guardan para los calvos. La peluquería era bonita y distinta, de una sofisticación inesperada, pero dedicada a una clientela de señoras de siempre, de las de pocas complicaciones, que, sin embargo, se dejaban esculpir su pelo como si fueran modelos de Miguel Ángel.
Otras señoras, muy dignas y modernas, con auriculares en sus orejas, iban a la compra. En el centro, las señoras de cierta edad no llevan auriculares ni en broma. En el barrio, sí: auriculares, sudaderas fosforito, zapatillas restallantes y lo llevan todo con tanto desenfado que encuentro más elegancia viva en una sesentona de pelo esculpido, cascos verde manzana, camiseta fucsia y zapatillas rosa palo que en la elegancia muerta de la moda consabida, repetida y aburrida del centro de la ciudad.
Se nota que mi barrio es barrio en que no se compra por kilos, sino por lotes. En una pastelería, ofrecen un lote de seis suizos por tres euros. En la frutería, el lote de dos kilos de melocotones, dos de mandarinas y dos de tomates salía por 7 euros y en las carnicerías, había, tirados de precio, lotes familiares para comer (albóndigas, mollejas de pollo, flamenquines, salchichas, alitas) y para merendar: mortadela, queso sandwich, chorizo de Pamplona y mi fiambre favorito: el chopped de langosta, que me parece el maridaje de tierra y mar más rotundo: lo más humilde del cerdo y lo más lujoso del mar sintetizados en una loncha de color butano.
Antes de volver a casa, me compré la merienda en la misma tienda donde se la compran los alumnos a quienes doña Letizia les inauguró el curso la semana pasada: 'bocatatortilla' y zumo por 1.20. Y a casa, a escribir, a cenar, a dormir y a prepararme para iniciar otra jornada con elegancia, entre mendigas ancianas que van al trabajo en taxi y mendigos bien educados que fuman en pipa.
TÍTULO: COMANDO ACTUALIDAD - FUERA DE LO COMUN,.
Comando actualidad' mostrará ofertas inmobiliarias 'Fuera de lo común'
En España hay tres mil pueblos abandonados, y la mitad de ellos buscan comprador. Monasterios, iglesias, palacios, castillos, islas o aldeas deshabitadas son un nicho de mercado dentro de la oferta inmobiliaria en nuestro país. Hay pueblos enteros que cuestan menos que un garaje. ¿Qué precio tienen? ¿Es caro mantenerlos? ¿Cuánto cuesta rehabilitarlos? Lugares 'Fuera de lo común', este miércoles en 'Comando actualidad'.
Fernando se ha comprado un pueblo entero. Durante diez años ha estado buscando a los propietarios de las viviendas de A Míllara, una localidad gallega con casas del siglo XIII que llevaba 20 deshabitada. Con el fruto que dan las vides que hay alrededor de la aldea elabora vino. De ello vive. En los últimos años, cuatro de cada diez españoles han pensado en mudarse a un pueblo, una de las principales razones es que el coste de la vivienda es menor.
Cerca del 60% de los municipios que hay en España ha perdido población en los últimos 20 años. Lo dice el INE y lo saben Jesús y Mari Luz, que han reconvertido en aldea rural un pueblo de Galicia. Él era constructor, ahora, después de reconstruir Aldea O' Mazo, alquila viviendas a los turistas que quieren disfrutar de la paz y de la soledad en esta zona de Galicia.
Suso vende su isla, con castillo incluido, por tres millones y medio de euros. Está en el embalse del Burguillo, en Ávila. La compró en los 90 y ha tardado 20 años en construir una fortaleza de la que ahora quiere deshacerse. Yolanda Merino, su vecina, es propietaria también de otra isla, No la ha puesto en venta pero mantener la propiedad es tan caro que la alquila por 1.500 euros a quienes quieran vivir como marqueses durante fin de semana.
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