-fotos-Cinco defectos de Bertín Osborne que hemos descubierto gracias a 'En la tuya o en la mía'
Guapo, carismático, divertido… Son muchas las cualidades de Bertín Osborne, el hombre del momento. Ahora, gracias a ‘En la tuya o en la mía’
y a las revelaciones de Fabiola, estamos descubriendo su lado más
íntimo y algunas de sus imperfecciones. Estos son los cinco defectos que
hemos descubierto de Bertín:
Lo que hay que reconocer es que el presentador está aprendiendo poco a poco. Durante la visita a la finca sevillana de ‘El Cordobés’ se lanzó y cocinó unos huevos fritos con mucho éxito. Fabiola aseguraba que era la primera vez que lo hacía en los 12 años que llevan de relación y estaba tan sorprendida que inmortalizó el momento con una fotografía. Unos días después, Bertín se atrevió de nuevo a coger los fogones por los cuernos y preparó, gracias a los consejos de Fabiola, unos mejillones al vapor para Mariano Rajoy. ¿Le estará cogiendo el gusto a la cocina?
A pesar del romanticismo de sus canciones, Bertín no es detallista para los regalos. Su problema con las fechas, hace que se olvide de aniversarios o algún momento importante. Eso sí, Fabiola asegura que en alguna ocasión le ha sorprendido con un ramo de flores.
Bertín es incapaz de dormir en la misma cama con otra persona, algo que a Fabiola le “sentó un poco mal” en los comienzos de su relación; pero a lo que ya está acostumbrada.
El presentador volverá jugar esta noche al futbolín con Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz. Veremos si en esta semana ha mejorado su técnica.
TÍTULO: CARAMELOS - EL CULO PAJARERO,.
CARAMELOS - EL CULO PAJARERO, fotos.
Descubrí el pudor una mañana que andaba por la casa con el culo
pajarero y mi padre me echó una bronca porque ya era demasiado mayor,
nueve años tendría, para enseñar mis vergüenzas. El culo pajarero, ya
saben, es ir en camisa o camiseta con el trasero al aire. Se trata de
una expresión muy extremeña y muy manchega. Hay incluso algún blog que
se llama así: el culo pajarero.
Supongo que la riña de mi padre me traumatizó porque no la he olvidado. Desde entonces, me cubro siempre y no enseño nada si no es en algún trance extremo. Sin embargo, cuando estaba solo en casa, me gustaba hacer un corte de mangas al trauma y solía salir de la ducha en plan pajarero hasta que me vine a vivir enfrente de mi suegra, que ya he contado alguna vez que tiene llave de casa y patente para entrar y salir cuando quiera, por lo que he de tomar pudorosas precauciones. A veces le he sugerido que llame al timbre so pena de darse un susto, pero ella responde que para lo que hay que ver y yo he desistido, definitivamente, de andar por la casa con el culo pajarero.
Otro trauma infantil me marcó también a los nueve años. Solía entonces ir a casa de mi vecina, doña Juanita, a leer los libros que atesoraba en una buena biblioteca. Pero un día, mientras yo leía 'Tartarín de Tarascón', un libro de aventuras inocente o, cuando menos, inocuo, de Alphonse Daudet, su futuro yerno entró en la biblioteca, me regañó por leer aquella novela, que no me haría ningún bien, y me prohibió volver a leer sin pedir permiso. Lógicamente, desde entonces he leído cuanto he podido en un alarde de reto y libertad que me ha venido muy bien.
No sucedió, sin embargo, lo mismo con la escritura. A los 11 años me presentó mi colegio, el Paideuterion, al concurso de redacción de Coca Cola. No gané nada y dejé de escribir. Hasta esa derrota, escribía novelas y cuentos que mis compañeros de clase leían muy entretenidos durante las horas de estudio obligatorio de los sábados. Desde esa derrota, no volví a escribir por placer ni un renglón hasta los 28, cuando por azar empecé a colaborar en un periódico gallego. ¿Para qué iba a hacerlo si los de Coca Cola habían decidido que no servía para eso?
Ese trauma se reflejó años después en los institutos donde di clase de Lengua y Literatura. Cuando mis compañeros de departamento me entregaban la convocatoria de algún concurso literario para jóvenes, yo les mentía: la recogía y prometía animar a mis alumnos a presentarse al certamen, pero tiraba las bases a la papelera. Mis alumnos siempre han escrito mucho, muchísimo, pero no he querido que ningún concurso los desanimara ni los animara demasiado en un espejismo más propio del azar que de la valía.
Ese azar me obligó el otro día a presentar un premio literario. Mis compañeros de trabajo me decían que cuando lo presentaba parecía enfadado. Tenían razón: si no creo en los premios malamente puedo presentar uno, por imperativo académico, sonriendo.
A veces me proponen ser jurado literario. Procuro librarme de algo en lo que no creo, pero hay ocasiones en las que el compromiso es tan fuerte que no me queda más remedio que aceptar. En esos casos, es mi mujer quien lee los trabajos presentados y me pasa los mejores para que decida. Yo dudo, me agobio, lo paso mal y acabamos decidiendo en pareja y sin que me convenza nunca la decisión final.
Ella, mi mujer, también tiene su trauma. A los ocho años, tuvo que escribir una carta en la escuela. Encabezó el ejercicio epistolar con un: 'Querido Antoñito', que provocó una reacción airada de su madre, o sea, mi señora suegra. Explicó a su hija que llamar querido a un hombre, así porque sí, era propio de chicas casquivanas, frívolas y alborotadas.
Mi mujer aprendió la lección y se convirtió en una señora cuerda, formal y lógica que detesta los culos pajareros y los maridos traumatizados y escribidores que jamás ganarán un concurso de Coca Cola.
No sabe cocinar
Tiene muchos problemas con la placa de inducción y Fabiola asegura que Bertín no pisa la cocina y ni siquiera sabe dónde están los platos. Sin embargo, últimamente le hemos visto con delantal y entre fogones. En su casa han cocinado el chef Daniel García y Carlos Herrera, a los que ha ayudado como ha podido. Esta noche es el turno de tres grandes cocineros. El jurado de MasterChef visita ‘En la tuya o en la mía’ y volverá a poner a prueba la destreza culinaria de su anfitrión.Lo que hay que reconocer es que el presentador está aprendiendo poco a poco. Durante la visita a la finca sevillana de ‘El Cordobés’ se lanzó y cocinó unos huevos fritos con mucho éxito. Fabiola aseguraba que era la primera vez que lo hacía en los 12 años que llevan de relación y estaba tan sorprendida que inmortalizó el momento con una fotografía. Unos días después, Bertín se atrevió de nuevo a coger los fogones por los cuernos y preparó, gracias a los consejos de Fabiola, unos mejillones al vapor para Mariano Rajoy. ¿Le estará cogiendo el gusto a la cocina?
Ronca "como un oso"
“Bertín canta de día y de noche”. Lo reveló Fabiola durante el encuentro en casa del actor Arturo Fernández. La mujer del presentador se queja de que su marido cuando duerme “retumba como un oso”.Es poco detallista
Ya le puso a prueba Jesulín de Ubrique durante la visita que le hizo a su casa y después los Morancos. No es capaz de recordar las fechas de cumpleaños de sus cinco hijos. Él reconoce que es un “desastre para las fechas”. Lo que no se le olvida nunca es que el 28 de diciembre cumple años su mujer, “sobre todo porque ella se encarga de recordármelo durante tres meses antes”, reconoce.A pesar del romanticismo de sus canciones, Bertín no es detallista para los regalos. Su problema con las fechas, hace que se olvide de aniversarios o algún momento importante. Eso sí, Fabiola asegura que en alguna ocasión le ha sorprendido con un ramo de flores.
No puede dormir con nadie en la misma cama
Gracias a ‘En la tuya o en la mía’ hemos entrado en el dormitorio de Bertín y Fabiola. Durante su visita, a Mariló le sorprendió que tuviesen dos camas pegadas.Bertín es incapaz de dormir en la misma cama con otra persona, algo que a Fabiola le “sentó un poco mal” en los comienzos de su relación; pero a lo que ya está acostumbrada.
Es un "paquete" jugando al futbolín
Lanzó un reto al presidente del Gobierno y, a pesar de que el madridista de Bertín iba con el equipo blanco, Mariano Rajoy le derrotó con un contundente “8 a 1”.El presentador volverá jugar esta noche al futbolín con Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz. Veremos si en esta semana ha mejorado su técnica.
TÍTULO: CARAMELOS - EL CULO PAJARERO,.
CARAMELOS - EL CULO PAJARERO, fotos.
El culo pajarero
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Los traumas marcan las duchas, las lecturas y la escritura
Supongo que la riña de mi padre me traumatizó porque no la he olvidado. Desde entonces, me cubro siempre y no enseño nada si no es en algún trance extremo. Sin embargo, cuando estaba solo en casa, me gustaba hacer un corte de mangas al trauma y solía salir de la ducha en plan pajarero hasta que me vine a vivir enfrente de mi suegra, que ya he contado alguna vez que tiene llave de casa y patente para entrar y salir cuando quiera, por lo que he de tomar pudorosas precauciones. A veces le he sugerido que llame al timbre so pena de darse un susto, pero ella responde que para lo que hay que ver y yo he desistido, definitivamente, de andar por la casa con el culo pajarero.
Otro trauma infantil me marcó también a los nueve años. Solía entonces ir a casa de mi vecina, doña Juanita, a leer los libros que atesoraba en una buena biblioteca. Pero un día, mientras yo leía 'Tartarín de Tarascón', un libro de aventuras inocente o, cuando menos, inocuo, de Alphonse Daudet, su futuro yerno entró en la biblioteca, me regañó por leer aquella novela, que no me haría ningún bien, y me prohibió volver a leer sin pedir permiso. Lógicamente, desde entonces he leído cuanto he podido en un alarde de reto y libertad que me ha venido muy bien.
No sucedió, sin embargo, lo mismo con la escritura. A los 11 años me presentó mi colegio, el Paideuterion, al concurso de redacción de Coca Cola. No gané nada y dejé de escribir. Hasta esa derrota, escribía novelas y cuentos que mis compañeros de clase leían muy entretenidos durante las horas de estudio obligatorio de los sábados. Desde esa derrota, no volví a escribir por placer ni un renglón hasta los 28, cuando por azar empecé a colaborar en un periódico gallego. ¿Para qué iba a hacerlo si los de Coca Cola habían decidido que no servía para eso?
Ese trauma se reflejó años después en los institutos donde di clase de Lengua y Literatura. Cuando mis compañeros de departamento me entregaban la convocatoria de algún concurso literario para jóvenes, yo les mentía: la recogía y prometía animar a mis alumnos a presentarse al certamen, pero tiraba las bases a la papelera. Mis alumnos siempre han escrito mucho, muchísimo, pero no he querido que ningún concurso los desanimara ni los animara demasiado en un espejismo más propio del azar que de la valía.
Ese azar me obligó el otro día a presentar un premio literario. Mis compañeros de trabajo me decían que cuando lo presentaba parecía enfadado. Tenían razón: si no creo en los premios malamente puedo presentar uno, por imperativo académico, sonriendo.
A veces me proponen ser jurado literario. Procuro librarme de algo en lo que no creo, pero hay ocasiones en las que el compromiso es tan fuerte que no me queda más remedio que aceptar. En esos casos, es mi mujer quien lee los trabajos presentados y me pasa los mejores para que decida. Yo dudo, me agobio, lo paso mal y acabamos decidiendo en pareja y sin que me convenza nunca la decisión final.
Ella, mi mujer, también tiene su trauma. A los ocho años, tuvo que escribir una carta en la escuela. Encabezó el ejercicio epistolar con un: 'Querido Antoñito', que provocó una reacción airada de su madre, o sea, mi señora suegra. Explicó a su hija que llamar querido a un hombre, así porque sí, era propio de chicas casquivanas, frívolas y alborotadas.
Mi mujer aprendió la lección y se convirtió en una señora cuerda, formal y lógica que detesta los culos pajareros y los maridos traumatizados y escribidores que jamás ganarán un concurso de Coca Cola.
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