Manuel Gutiérrez Aragón: "Te voy a contar un par de cosas que no he dicho a nadie"
A sus 73 años, lleva casi una década
retirado del cine, pero igual de activo que siempre, abocado por entero a
la literatura. En esas estaba cuando fue recientemente elegido como
nuevo miembro de la Real Academia Española. «La distinción más
importante de mi carrera», dice. Nos lo cuenta.
Tiene casi todos los galardones de cine posibles, así como
dos Premios Nacionales y varias candidaturas al Oscar. Ha tocado con
éxito muchos palos: cine, teatro, ópera, televisión... Y en su faceta de
escritor recibió el Premio Herralde con su primera novela. Fue
presidente de la SGAE, de la Fundación Autor y del Instituto Buñuel; y
desde 2004 es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando.
Hace ocho años decidió retirarse del cine, «no quería verme envejecer a la vista de todos, es mejor que no te vean de viejo toreando», y reanudó su vocación literaria. «Ahora soy un joven novelista», aseguraba poco antes de conocer su elección como académico de la RAE, que afirma «es la distinción más importante de mi vida».
XLSemanal. Lo veo muy contento.
Manuel Gutiérrez Aragón. ¿Se me nota? Pues la elección de los académicos ha traído muchos disgustos. Este sillón de José Luis Sampedro fue el mismo al que aspiró Francisco Umbral, que luego nunca salió elegido. Allí hay sus más y sus menos, pero el resultado de mi votación ha sido halagador (22 votos a favor, 3 en blanco y ninguno en contra).
XL. Pues no siempre se han llevado bien los académicos con los cineastas que adaptan obras clásicas.
M.G.A. Por eso han metido a uno dentro [risas]. Pero he de decir en mi defensa que mi primera vocación fue literaria y que esto no lo he contado nunca tuve de profesor de Lengua y Literatura en el instituto a Samuel Gili Gaya, que era un gran lingüista y que luego fue académico. Con él me inicié en la tarea de escribir y con él, a los 18 años, pisé por primera vez la Academia, porque me invitó a conocerla.
XL. ¿Soñó entonces con ser uno de ellos?
M.G.A. No, no; para mí aquel era un sitio de sabios y yo podía ser de todo menos sabio. En este país, la Real Academia Española siempre ha generado y sigue generando toquemos madera mucho respeto; y esto está muy bien porque ya ni la Iglesia ni los políticos ni el Parlamento lo generan. La lengua es de las pocas cosas que podemos vender.
XL. No hace mucho, había sacerdotes y militares entre sus miembros. Ahora solo hay un militar y ningún religioso.
M.G.A. Está bien que haya de todo, que no sean solo lingüistas y escritores. En la Real Academia Española debe haber músicos, cineastas, actores... Fernando Fernán Gómez para mí, el mejor actor español fue el primero en ingresar. Y desde la muerte de José Luis Borau no había ningún director de cine. Pero sigue sin haber un músico, cuando en el diccionario se echan mucho en falta algunas entradas referentes a la música.
XL. Usted dirigió con éxito las dos adaptaciones más importantes que se han hecho del Quijote: una para TVE y otra para el cine. ¿Cree que esto ha pesado en la decisión?
M.G.A. Seguro que ha ayudado; pero yo voy a la Academia porque detrás de mí está el cine. El Quijote es una novela que asusta por su complejidad. Además, cuando eres pequeño, te engañan porque te dicen que es un libro divertido; y, cuando lo empiezas a leer, no lo ves nada gracioso. Yo creo que hasta los 40 o 50 años no le encuentras el punto irónico a sus diálogos ni aprecias la escritura tan bonita que tiene.
XL. ¿Es cierto que, en la adaptación del Quijote que hizo Camilo José Cela, este le propuso que lo protagonizara Fidel Castro y que usted le contestó: «No, que es capaz de decir que sí»?
M.G.A. Sí, sí, es cierto [ríe]. Pero te voy a contar otra cosa que tampoco he contado nunca: era difícil encontrar un actor de cierta edad que hiciera bien de Quijote y que, encima, montase a caballo y fuera casi un atleta para llevar puesta aquella armadura bajo el sol de La Mancha. Mi primera idea fue que lo hiciera Fernán Gómez, pero detestaba los caballos y dijo que no. Luego pensé en Fernando Rey, que, de entrada, no quiso. Entonces, Cela dijo: «Ya lo tengo, que lo haga Lola Gaos» [risas].
XL. ¡Pues no estaba mal tirado! [Risas].
M.G.A. A mí me hizo mucha gracia y me fascinó la idea; pero, evidentemente, no se nos ocurrió ponerla en marcha. Al final logramos convencer a Fernando Rey y nos olvidamos de Lola Gaos y de Fidel.
XL. Por cierto, ¿de dónde le vienen a usted las raíces cubanas?
M.G.A. Mi padre nació en Cuba y mi abuela era cubana cubana. A mi padre lo llamaban Manuel el Criollo porque era hijo de español y cubana; era muy alegre, muy simpático y muy bailarín. Cuando cumplió 14 años, como a todos los criollos pudientes, lo mandaron para España a estudiar, que era como mandar al niño a Oxford. Luego, mi padre se quedó aquí y se casó con mi madre, que era de Torrelavega y que compensa mi lado cubano con ese carácter adusto de los cántabros.
XL. ¿Cree que Obama logrará levantar el embargo a Cuba?
M.G.A. Lo que hay es un deseo enorme de los empresarios norteamericanos por invertir en Cuba, y esa sed desatada es la que motiva a Obama a dar los pasos que está dando. Pero, a la vez, hay otra sed de igual calibre dentro de Cuba porque entren los americanos. Sin embargo, hay un lobby de origen cubano en el exilio que se resiste e impide desde el Congreso que se levante el bloqueo. Más allá de los vaivenes políticos, siempre me va a quedar Cuba, aunque la vea con cierta distancia.
XL. Cuando dejó Torrelavega y se vino a Madrid a estudiar, se afilió al Partido Comunista.
M.G.A. Lo hice porque era la máquina más poderosa que había contra Franco. De aquel PC luego salieron socialistas, comunistas y también políticos del PP. Entonces, en la Universidad no había socialistas, allí solo estábamos los del PC y el resto. Éramos cuatro gatos.
XL. Ha dicho alguna vez que se consideraba un «afiliado cobarde».
M.G.A. [Sonríe]. Porque llegaba el último y me iba el primero. Me limitaba a cumplir con mis deberes de militante camarada de pura base, nunca tuve cargos; era un currito. Pero jamás he renegado de ello, como luego han hecho otros. Éramos militantes generosos que arriesgábamos nuestra libertad, y algunos su vida, por traer la democracia. Yo no tenía ninguna vis política, lo hacía por obligación moral.
XL. ¿Y esa misma obligación fue la que le hizo, después, darse de baja del PC?
M.G.A. La misma, sí. Cuando se legalizaron los partidos políticos, ya no hacía ninguna falta que estuviéramos allí. Es curioso porque entonces hubo quien no entendió que lo dejara, pero al cabo de un tiempo casi todos mis compañeros fueron expulsados del PCE por Carrillo, como Nicolás Sartorius o Cristina Almeida.
XL. Se convirtió entonces en el cineasta de la Transición.
M.G.A. Ese nombre me lo puso Vázquez Montalbán y lo acepto a mucha honra porque yo reivindico la Transición ahora que algunos la critican. No fue un pacto entre los militares y la monarquía, aunque pudo empezar así; fue el fruto del esfuerzo de mucha gente, de muchos años y de mucha generosidad. Ojalá se recuperara aquel espíritu ahora. Fue un momento en el que los españoles recuperaron la autoestima, esa cosa que siempre falta en nuestro país.
XL. ¿Y luego dice que no le gusta hacer cine político?
M.G.A. [Ríe]. Es que no me ha gustado nunca hacerlo, pero parece que siempre acabo haciendo las cosas que pensaba no hacer. En 'Camada negra', yo quería reflejar esa permanente tentación al fascismo que existe en los ciudadanos y que sigue estando ahí. Esa tentación también se da ahora, porque siempre hay quien está al borde del fascismo.
XL. Después de cuatro décadas en democracia, ¿reconoce intentos de dar marcha atrás?
M.G.A. La crisis y el paro tan grande que tenemos podían haber provocado un levantamiento popular que no se ha producido; pero, a cambio, han surgido unos movimientos políticos radicales bolivarianos que exigen un cambio total y que quieren matar al padre. Pero estos movimientos tan radicales, por otra parte, han logrado que la gente que se desentendía de la política haya vuelto a interesarse por ella. Yo prefiero esta opción política, por muy radical que sea, a un levantamiento popular. Como ya soy una persona mayor, lo veo como una etapa interesante y sin sangre. Aunque no creo que esta opción populista y radical dure mucho.
XL. Muerto Franco, terminó un tipo de cine muy concreto y les llegó la hora a los Bardem, Berlanga, Saura, Erice, Borau... y Gutiérrez Aragón.
M.G.A. Mi generación tuvo un momento bueno durante la Transición porque el público estaba muy reconciliado con su cine. Pero también ocurrió que el español se quitó de pronto el luto de 40 años y lo que le divirtió realmente fue la Movida. Nosotros pensamos que, tras la dictadura, la gente iba a querer ver películas comprometidas y no fue así; querían disfrutar de la vida, gozar del momento de libertad y no ir al cine para ver dramones sobre la guerra ni críticas políticas. Pese a eso, logramos mantenernos muy dignamente porque había público para todos.
XL. ¿Y ahora?
M.G.A. Ahora, me preocupa mucho que esa entente cordiale que había entre público y cineastas se haya venido abajo porque una parte de los ciudadanos consideran a la gente del cine del lado de los políticos. El posicionamiento ante la guerra de Irak fue definitivo. Se produjo entonces una tenaza entre cierto radicalismo de izquierdas y cierto radicalismo de derechas, unido a la actitud de algunos medios de comunicación que nos enfrentaron directamente al público, haciéndonos parecer unos subvencionados, una casta protegida por los distintos gobiernos.
XL. Pero el llamado grupo de la zeja...
M.G.A. Eso fue un error total que, además, no ayudó nada al cine. Hasta la guerra de Irak teníamos un buen entendimiento con el Gobierno, del color que fuera. Fue incluso el Ejecutivo de Aznar el que trajo la ley por la cual el cinco por ciento del presupuesto de las televisiones debía invertirse obligatoriamente en el cine. De hecho, ahora mismo es eso lo que permite que se hagan películas. Hay gente muy criticada por mis colegas, como Paolo Vasile, que son verdaderos entendidos y que hacen muy buenas películas desde sus cadenas, cosa que ocurre cada vez menos desde TVE. Y esa gran ayuda al cine fue gracias a una ley del Partido Popular, no a la zeja ni a Zapatero. Hay mucha desinformación con esto.
XL. ¡Lo veo muy suelto, ahora que ya no hace cine!
M.G.A. Claro, claro [se ríe]. Ahora puedo hablar bien de Vasile porque, como ya no hago películas, no necesito que me dé ninguna.
XL. En 2007 decidió retirarse, al terminar 'Todos estamos invitados'. ¿Reflejar en el cine el problema del terrorismo vasco era una forma de cerrar el círculo de sus obras sobre la Transición?
M.G.A. Siempre se nos acusó de no hacer películas contra ETA ni de apoyar suficientemente a las víctimas, y aquello no era del todo verdad porque se hicieron más de 50 películas sobre este tema. Pero yo pensé que ninguna de ellas hablaba de las víctimas, porque cinematográficamente son menos interesantes que los verdugos. Por eso me esforcé en hacer una película sobre las víctimas, pero no traté de hacer un análisis del problema.
XL. ¿Y después se cortó la coleta para siempre?
M.G.A. Bueno, he hecho algún documental pequeño; lo que se llama torear de corto, de festival y de salón [sonríe].
XL. Por su lenguaje, está claro que otra de sus aficiones son los toros.
M.G.A. En la plaza es de los pocos sitios donde todavía me emociono. En el teatro y en el cine, como me conozco muy bien el mecanismo, veo la máquina detrás. Pero en los toros no hay máquina, es el hombre contra la bestia... Aunque jamás se me ocurriría ideologizarlos ni hacer una defensa patriótica de ellos.
XL. De hecho, se opuso a que las corridas se declararán Bien de Interés Cultural.
M.G.A. Me opuse porque pienso que no tienen por qué prohibirse ni tampoco declararlos bien de nada. Detrás de esa decisión había una ideología política concreta, como la hay entre quienes quieren su desaparición. Yo creo que a los toros hay que dejarlos en paz, porque sobrevivirán, o no, sin necesidad de que entren los políticos a bendecirlos o a prohibirlos.
Premios y festivales. Gutiérrez Aragón conversa con Carmen Maura en el Festival de San Sebastián en 1988. Presentaba su película Malaventura.
La vida por delante. Gutiérrez Aragón, en los años 70. Poco después fue catalogado como «el cineasta de la Transición», título que él lleva «a mucha honra».
Privadísimo
1.- Es cántabro, de Torrelavega (1942), y vino a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Terminó graduándose en la Escuela de Cinematografía porque no logró plaza en la de Periodismo.
2.- De padre cubano, se siente caribeño. «En mi casa se comía congrí (alubias rojas con arroz) un día a la semana, se cantaba y se bailaba en cubano... Yo tuve una niñez muy cubana».
3.- «Soy muy mal actor, de los que miran todo el rato a la cámara. En 1962 hice una escena junto con Sánchez Dragó y Alberto Méndez, en La camisa. Y siendo Fernando y Alberto bastante malos, el peor de los tres era yo».
4.- «Yo traté de ser ecléctico, pero no tibio: yo era de Bardem, del cine italiano... y de Paco Camino».
5.- Lejos hoy de los rodajes, dice que empezará a pensar sobre el tema de su discurso de entrada en la Academia. Pero sin prisa, «me han dicho que tengo dos años por delante».
TÍTULO: A FONDO -Robos rurales, crimen sin castigo,.
A fondo / fotos
Hace ocho años decidió retirarse del cine, «no quería verme envejecer a la vista de todos, es mejor que no te vean de viejo toreando», y reanudó su vocación literaria. «Ahora soy un joven novelista», aseguraba poco antes de conocer su elección como académico de la RAE, que afirma «es la distinción más importante de mi vida».
XLSemanal. Lo veo muy contento.
Manuel Gutiérrez Aragón. ¿Se me nota? Pues la elección de los académicos ha traído muchos disgustos. Este sillón de José Luis Sampedro fue el mismo al que aspiró Francisco Umbral, que luego nunca salió elegido. Allí hay sus más y sus menos, pero el resultado de mi votación ha sido halagador (22 votos a favor, 3 en blanco y ninguno en contra).
XL. Pues no siempre se han llevado bien los académicos con los cineastas que adaptan obras clásicas.
M.G.A. Por eso han metido a uno dentro [risas]. Pero he de decir en mi defensa que mi primera vocación fue literaria y que esto no lo he contado nunca tuve de profesor de Lengua y Literatura en el instituto a Samuel Gili Gaya, que era un gran lingüista y que luego fue académico. Con él me inicié en la tarea de escribir y con él, a los 18 años, pisé por primera vez la Academia, porque me invitó a conocerla.
XL. ¿Soñó entonces con ser uno de ellos?
M.G.A. No, no; para mí aquel era un sitio de sabios y yo podía ser de todo menos sabio. En este país, la Real Academia Española siempre ha generado y sigue generando toquemos madera mucho respeto; y esto está muy bien porque ya ni la Iglesia ni los políticos ni el Parlamento lo generan. La lengua es de las pocas cosas que podemos vender.
XL. No hace mucho, había sacerdotes y militares entre sus miembros. Ahora solo hay un militar y ningún religioso.
M.G.A. Está bien que haya de todo, que no sean solo lingüistas y escritores. En la Real Academia Española debe haber músicos, cineastas, actores... Fernando Fernán Gómez para mí, el mejor actor español fue el primero en ingresar. Y desde la muerte de José Luis Borau no había ningún director de cine. Pero sigue sin haber un músico, cuando en el diccionario se echan mucho en falta algunas entradas referentes a la música.
XL. Usted dirigió con éxito las dos adaptaciones más importantes que se han hecho del Quijote: una para TVE y otra para el cine. ¿Cree que esto ha pesado en la decisión?
M.G.A. Seguro que ha ayudado; pero yo voy a la Academia porque detrás de mí está el cine. El Quijote es una novela que asusta por su complejidad. Además, cuando eres pequeño, te engañan porque te dicen que es un libro divertido; y, cuando lo empiezas a leer, no lo ves nada gracioso. Yo creo que hasta los 40 o 50 años no le encuentras el punto irónico a sus diálogos ni aprecias la escritura tan bonita que tiene.
XL. ¿Es cierto que, en la adaptación del Quijote que hizo Camilo José Cela, este le propuso que lo protagonizara Fidel Castro y que usted le contestó: «No, que es capaz de decir que sí»?
M.G.A. Sí, sí, es cierto [ríe]. Pero te voy a contar otra cosa que tampoco he contado nunca: era difícil encontrar un actor de cierta edad que hiciera bien de Quijote y que, encima, montase a caballo y fuera casi un atleta para llevar puesta aquella armadura bajo el sol de La Mancha. Mi primera idea fue que lo hiciera Fernán Gómez, pero detestaba los caballos y dijo que no. Luego pensé en Fernando Rey, que, de entrada, no quiso. Entonces, Cela dijo: «Ya lo tengo, que lo haga Lola Gaos» [risas].
XL. ¡Pues no estaba mal tirado! [Risas].
M.G.A. A mí me hizo mucha gracia y me fascinó la idea; pero, evidentemente, no se nos ocurrió ponerla en marcha. Al final logramos convencer a Fernando Rey y nos olvidamos de Lola Gaos y de Fidel.
XL. Por cierto, ¿de dónde le vienen a usted las raíces cubanas?
M.G.A. Mi padre nació en Cuba y mi abuela era cubana cubana. A mi padre lo llamaban Manuel el Criollo porque era hijo de español y cubana; era muy alegre, muy simpático y muy bailarín. Cuando cumplió 14 años, como a todos los criollos pudientes, lo mandaron para España a estudiar, que era como mandar al niño a Oxford. Luego, mi padre se quedó aquí y se casó con mi madre, que era de Torrelavega y que compensa mi lado cubano con ese carácter adusto de los cántabros.
XL. ¿Cree que Obama logrará levantar el embargo a Cuba?
M.G.A. Lo que hay es un deseo enorme de los empresarios norteamericanos por invertir en Cuba, y esa sed desatada es la que motiva a Obama a dar los pasos que está dando. Pero, a la vez, hay otra sed de igual calibre dentro de Cuba porque entren los americanos. Sin embargo, hay un lobby de origen cubano en el exilio que se resiste e impide desde el Congreso que se levante el bloqueo. Más allá de los vaivenes políticos, siempre me va a quedar Cuba, aunque la vea con cierta distancia.
XL. Cuando dejó Torrelavega y se vino a Madrid a estudiar, se afilió al Partido Comunista.
M.G.A. Lo hice porque era la máquina más poderosa que había contra Franco. De aquel PC luego salieron socialistas, comunistas y también políticos del PP. Entonces, en la Universidad no había socialistas, allí solo estábamos los del PC y el resto. Éramos cuatro gatos.
XL. Ha dicho alguna vez que se consideraba un «afiliado cobarde».
M.G.A. [Sonríe]. Porque llegaba el último y me iba el primero. Me limitaba a cumplir con mis deberes de militante camarada de pura base, nunca tuve cargos; era un currito. Pero jamás he renegado de ello, como luego han hecho otros. Éramos militantes generosos que arriesgábamos nuestra libertad, y algunos su vida, por traer la democracia. Yo no tenía ninguna vis política, lo hacía por obligación moral.
XL. ¿Y esa misma obligación fue la que le hizo, después, darse de baja del PC?
M.G.A. La misma, sí. Cuando se legalizaron los partidos políticos, ya no hacía ninguna falta que estuviéramos allí. Es curioso porque entonces hubo quien no entendió que lo dejara, pero al cabo de un tiempo casi todos mis compañeros fueron expulsados del PCE por Carrillo, como Nicolás Sartorius o Cristina Almeida.
XL. Se convirtió entonces en el cineasta de la Transición.
M.G.A. Ese nombre me lo puso Vázquez Montalbán y lo acepto a mucha honra porque yo reivindico la Transición ahora que algunos la critican. No fue un pacto entre los militares y la monarquía, aunque pudo empezar así; fue el fruto del esfuerzo de mucha gente, de muchos años y de mucha generosidad. Ojalá se recuperara aquel espíritu ahora. Fue un momento en el que los españoles recuperaron la autoestima, esa cosa que siempre falta en nuestro país.
XL. ¿Y luego dice que no le gusta hacer cine político?
M.G.A. [Ríe]. Es que no me ha gustado nunca hacerlo, pero parece que siempre acabo haciendo las cosas que pensaba no hacer. En 'Camada negra', yo quería reflejar esa permanente tentación al fascismo que existe en los ciudadanos y que sigue estando ahí. Esa tentación también se da ahora, porque siempre hay quien está al borde del fascismo.
XL. Después de cuatro décadas en democracia, ¿reconoce intentos de dar marcha atrás?
M.G.A. La crisis y el paro tan grande que tenemos podían haber provocado un levantamiento popular que no se ha producido; pero, a cambio, han surgido unos movimientos políticos radicales bolivarianos que exigen un cambio total y que quieren matar al padre. Pero estos movimientos tan radicales, por otra parte, han logrado que la gente que se desentendía de la política haya vuelto a interesarse por ella. Yo prefiero esta opción política, por muy radical que sea, a un levantamiento popular. Como ya soy una persona mayor, lo veo como una etapa interesante y sin sangre. Aunque no creo que esta opción populista y radical dure mucho.
XL. Muerto Franco, terminó un tipo de cine muy concreto y les llegó la hora a los Bardem, Berlanga, Saura, Erice, Borau... y Gutiérrez Aragón.
M.G.A. Mi generación tuvo un momento bueno durante la Transición porque el público estaba muy reconciliado con su cine. Pero también ocurrió que el español se quitó de pronto el luto de 40 años y lo que le divirtió realmente fue la Movida. Nosotros pensamos que, tras la dictadura, la gente iba a querer ver películas comprometidas y no fue así; querían disfrutar de la vida, gozar del momento de libertad y no ir al cine para ver dramones sobre la guerra ni críticas políticas. Pese a eso, logramos mantenernos muy dignamente porque había público para todos.
XL. ¿Y ahora?
M.G.A. Ahora, me preocupa mucho que esa entente cordiale que había entre público y cineastas se haya venido abajo porque una parte de los ciudadanos consideran a la gente del cine del lado de los políticos. El posicionamiento ante la guerra de Irak fue definitivo. Se produjo entonces una tenaza entre cierto radicalismo de izquierdas y cierto radicalismo de derechas, unido a la actitud de algunos medios de comunicación que nos enfrentaron directamente al público, haciéndonos parecer unos subvencionados, una casta protegida por los distintos gobiernos.
XL. Pero el llamado grupo de la zeja...
M.G.A. Eso fue un error total que, además, no ayudó nada al cine. Hasta la guerra de Irak teníamos un buen entendimiento con el Gobierno, del color que fuera. Fue incluso el Ejecutivo de Aznar el que trajo la ley por la cual el cinco por ciento del presupuesto de las televisiones debía invertirse obligatoriamente en el cine. De hecho, ahora mismo es eso lo que permite que se hagan películas. Hay gente muy criticada por mis colegas, como Paolo Vasile, que son verdaderos entendidos y que hacen muy buenas películas desde sus cadenas, cosa que ocurre cada vez menos desde TVE. Y esa gran ayuda al cine fue gracias a una ley del Partido Popular, no a la zeja ni a Zapatero. Hay mucha desinformación con esto.
XL. ¡Lo veo muy suelto, ahora que ya no hace cine!
M.G.A. Claro, claro [se ríe]. Ahora puedo hablar bien de Vasile porque, como ya no hago películas, no necesito que me dé ninguna.
XL. En 2007 decidió retirarse, al terminar 'Todos estamos invitados'. ¿Reflejar en el cine el problema del terrorismo vasco era una forma de cerrar el círculo de sus obras sobre la Transición?
M.G.A. Siempre se nos acusó de no hacer películas contra ETA ni de apoyar suficientemente a las víctimas, y aquello no era del todo verdad porque se hicieron más de 50 películas sobre este tema. Pero yo pensé que ninguna de ellas hablaba de las víctimas, porque cinematográficamente son menos interesantes que los verdugos. Por eso me esforcé en hacer una película sobre las víctimas, pero no traté de hacer un análisis del problema.
XL. ¿Y después se cortó la coleta para siempre?
M.G.A. Bueno, he hecho algún documental pequeño; lo que se llama torear de corto, de festival y de salón [sonríe].
XL. Por su lenguaje, está claro que otra de sus aficiones son los toros.
M.G.A. En la plaza es de los pocos sitios donde todavía me emociono. En el teatro y en el cine, como me conozco muy bien el mecanismo, veo la máquina detrás. Pero en los toros no hay máquina, es el hombre contra la bestia... Aunque jamás se me ocurriría ideologizarlos ni hacer una defensa patriótica de ellos.
XL. De hecho, se opuso a que las corridas se declararán Bien de Interés Cultural.
M.G.A. Me opuse porque pienso que no tienen por qué prohibirse ni tampoco declararlos bien de nada. Detrás de esa decisión había una ideología política concreta, como la hay entre quienes quieren su desaparición. Yo creo que a los toros hay que dejarlos en paz, porque sobrevivirán, o no, sin necesidad de que entren los políticos a bendecirlos o a prohibirlos.
Premios y festivales. Gutiérrez Aragón conversa con Carmen Maura en el Festival de San Sebastián en 1988. Presentaba su película Malaventura.
La vida por delante. Gutiérrez Aragón, en los años 70. Poco después fue catalogado como «el cineasta de la Transición», título que él lleva «a mucha honra».
Privadísimo
1.- Es cántabro, de Torrelavega (1942), y vino a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Terminó graduándose en la Escuela de Cinematografía porque no logró plaza en la de Periodismo.
2.- De padre cubano, se siente caribeño. «En mi casa se comía congrí (alubias rojas con arroz) un día a la semana, se cantaba y se bailaba en cubano... Yo tuve una niñez muy cubana».
3.- «Soy muy mal actor, de los que miran todo el rato a la cámara. En 1962 hice una escena junto con Sánchez Dragó y Alberto Méndez, en La camisa. Y siendo Fernando y Alberto bastante malos, el peor de los tres era yo».
4.- «Yo traté de ser ecléctico, pero no tibio: yo era de Bardem, del cine italiano... y de Paco Camino».
5.- Lejos hoy de los rodajes, dice que empezará a pensar sobre el tema de su discurso de entrada en la Academia. Pero sin prisa, «me han dicho que tengo dos años por delante».
TÍTULO: A FONDO -Robos rurales, crimen sin castigo,.
Robos rurales, crimen sin castigo
Más de 20.000 robos al año. Frutas,
tractores, ganado... La crisis ha disparado los delitos contra la
propiedad en el campo. Los agricultores, con el agua el cuello, llevan
años reclamando justicia.
Desde un coche, los ladrones estudian el terreno.
Si no hay vigilancia, un segundo vehículo entra en acción. Sus
ocupantes irrumpen en la propiedad, seleccionan el botín y aguardan a un
furgón que lo recoge todo y sale disparado. Para cuando el granjero se
quiere dar cuenta ya es tarde.
Así actúan las bandas organizadas de delincuentes agrícolas, grupos criminales que se mueven de pueblo en pueblo, en busca de las propiedades más desprotegidas, y que se han multiplicado de forma exponencial desde el estallido de la crisis económica, allá por el año 2008.
Tractores, maquinaria, herramientas, gasóleo, cobre de canalizaciones de riego, cosechas, colmenas, terneros, ovejas, cerdos..., en el campo español se cometen más de 20.000 robos cada año a una media de 58 diarios, que provocan pérdidas millonarias. Cifras que ahogan las explotaciones, obligando a echar el cierre a muchas de ellas, y que desesperan a los agricultores, que llevan años exigiendo a gritos más vigilancia y un endurecimiento de las penas para los delincuentes.
En octubre de 2013, sus reclamos tuvieron una primera respuesta con la creación de los Equipos Roca (acrónimo de robos en el campo), de la Guardia Civil. Se trataba de mejorar la seguridad de las explotaciones agrícolas mediante la vigilancia permanente y un trato más cercano con los colectivos afectados. Año y medio después, con 97 unidades repartidas por todo el territorio nacional, los saqueos en 2014 descendieron un 12 por ciento con respecto al año anterior. El ejercicio se saldó con más de 3000 detenidos, aunque apenas se han conseguido esclarecer el 16 por ciento de los robos. Es decir, los granjeros siguen sin dormir tranquilos.
Jorge Navarro es un agricultor de Albacete. En los últimos años ha denunciado más de 20 robos de todo tipo de materiales en su propiedad. El más reciente, hace apenas un mes. Los ladrones se llevaron 21 motores de sus sistemas de riego y destrozaron otros dos, los más viejos; frustrados, al parecer, por no poder llevárselos al contar ambos con un enganche más sólido.
«Las aseguradoras te cubren los primeros robos subraya Navarro, pero cuando empiezan a repetirse dejan de avalarte o elevan las primas». Todo un problema para quienes, como él, asisten impotentes a una interminable cadena delictiva en sus explotaciones. «En mi caso añade, al estar mis terrenos cerca de una autovía, los ladrones lo tienen fácil para entrar y salir». Es decir, para cuando Navarro se quiere dar cuenta, sus propiedades ya se encuentran en algún puerto con destino al extranjero. Jorge Navarro admite ya no puede más.
Desde su creación, los equipos Roca han detenido a más de 3000 personas, pero organizaciones como Asaja la mayor entidad profesional agraria de España llevan años denunciando que la mayoría de los culpables reciben castigos muy leves o son puestos enseguida en libertad. Una situación que, por otro lado, está a punto de cambiar.
El próximo 1 de julio entrará en vigor la última reforma del Código Penal que atiende las viejas reivindicaciones de los agricultores y ganaderos, que siempre se habían sentido desamparados por la normativa actual. Por primera vez en la legislación española se contemplarán penas de uno a tres años de prisión para hurtos reiterados, sustracción de productos e instrumentos agrarios, así como para la compra de bienes robados. «Es un gran avance», se congratulan desde Asaja.
La reforma, además, eleva las penas de uno a cuatro años a los miembros de organizaciones que se dediquen a la comisión continuada de delitos contra la propiedad, como ocurre con la gran mayoría de los robos que se cometen en el campo.
«Estamos hablando de bandas organizadas que conocen bien el medio rural confirman los investigadores. Los ladrones se saben el calendario de la siembra y de la recogida. Muchos de los robos, de hecho, se producen nada más plantar las semillas o cuando las frutas y las verduras están ya para su recolección».Por ejemplo, en Andalucía escenario de un tercio de los delitos agrícolas en España se registran muchos robos de tomates, pimientos y aceitunas; de naranjas en el Levante; brócolis en Aragón... Estos grupos organizados también roban todo tipo de herramientas y maquinaria, incluidos tractores y hasta cosechadoras, máquinas voluminosas cuyo precio puede alcanzar los 200.000 euros.
Según explican los investigadores, el robo de ganado es algo más reciente, una actividad nacida al hilo de la crisis. «Actúan, como todos los demás, en grupo revelan y gozan de medios específicos para el transporte de reses, ovejas, cerdos...». Una verdadera pesadilla para pastores como Valero Serrano.
Este maño, con más de 700 ovejas y corderos a su cargo, ha sufrido ocho asaltos en los últimos siete meses. En realidad lleva años perdiendo ovejas, el animal preferido por estos cuatreros del siglo XXI, mes tras mes. De nada le sirven las gruesas cadenas y las dos cerraduras con las que intenta blindar la puerta de acceso a su establecimiento. Los delincuentes fuerzan la entrada y se llevan las ovejas. Con frecuencia, al despertarse por la mañana, se encuentra a alguno de sus animales degollado, desollado y sin carne, en lo que puede interpretarse como una suerte de amenaza mafiosa. Otras veces, el saqueo se produce en la nave donde guarda sus herramientas.
Como explican desde la Guardia Civil, una de las principales dificultades que encuentran a la hora de trabajar en este campo es que no existe un perfil muy específico de delincuente. El arco va desde las bandas organizadas de ámbito nacional y estructura jerárquica hasta el ladrón que actúa en solitario. «No hay un ladrón tipo de edad o grupo social señalan, si bien el 70 por ciento de los detenidos son españoles y entre los extranjeros predominan los rumanos».
Las autoridades celebran los logros obtenidos en apenas año y medio por los Equipos Roca, pero lo cierto es que para los agricultores y ganaderos no está siendo suficiente.
Desde la influyente Asaja, sin ir más lejos, se pide un aumento de los controles y de la vigilancia policial en el campo. Quienes se lo pueden permitir, como algunas grandes explotaciones frutícolas, en especial cuando llega la hora de la recogida, contratan seguridad privada e instalan vallas y cámaras de seguridad.
Otros se las apañan como pueden. A Francisco de la Fuente, un agricultor alcarreño, solo le queda confiar en sus cuatro mastines. Sus perros, sin embargo, no detuvieron a los ladrones que, tras destrozar la cerradura de su nave, se llevaron sus herramientas y maquinaria de trabajo. Tampoco los intimidaron mucho cuando se adentraron en mitad del sembrado para llevarse el gasoil de sus tractores, pero sus mastines es todo lo que se puede permitir. En algunos pueblos los productores agropecuarios han optado incluso por formar patrullas vecinales nocturnas, medidas que la Guardia Civil no recomienda como la mejor solución.
Perder el sueño. Ángel López, de Ciudad Real, posee varias hectáreas de viñedos. Hace un mes le robaron parte de sus cultivos. También ha perdido varias instalaciones y un motor de riego. Hace tiempo que no consigue dormir tranquilo.
La investigación. Los investigadores de los Equipos Roca trabajan de paisano. Su labor es crear perfiles de delincuentes y reconstruir cada delito. Visitan con frecuencia los desguaces en busca de material robado.
Indefensión. María del Carmen Martínez* tiene su explotación en Cuenca. Hace dos meses sufrió el último robo. Se llevaron un grupo de luz y maquinaria por valor de 3000 euros. Dice que la vigilancia policial en la zona no es suficiente.
*María del Carmen Martínez
Los rastreadores. En un mapa, tres agentes relacionan puntos donde se han producido robos. Después rastrearán las zonas afectadas con sistemas de geolocalización. La colaboración ciudadana subrayan es fundamental.
Perder el seguro. María Victoria Rituerto, de Zaragoza, se dedica al montaje y suministro de instalaciones agropecuarias. En dos años ha sufrido tres robos y pérdidas por unos 50.000 euros. El seguro ya no le cubre ningún robo más.
Despojado. Enrique Callejas está al cuidado de 400 hectáreas de regadío y una ganadería de terneros en Zaragoza. Le han robado ganado, cable, gasoil... En el último robo perdió un motor de riego de 3000 euros justo cuando la cebada empezaba a espigar. Ahora, al no poder regar, teme perder la cosecha si el seguro deja de cubrirle ante los robos en cadena que ha sufrido.
Así actúan las bandas organizadas de delincuentes agrícolas, grupos criminales que se mueven de pueblo en pueblo, en busca de las propiedades más desprotegidas, y que se han multiplicado de forma exponencial desde el estallido de la crisis económica, allá por el año 2008.
Tractores, maquinaria, herramientas, gasóleo, cobre de canalizaciones de riego, cosechas, colmenas, terneros, ovejas, cerdos..., en el campo español se cometen más de 20.000 robos cada año a una media de 58 diarios, que provocan pérdidas millonarias. Cifras que ahogan las explotaciones, obligando a echar el cierre a muchas de ellas, y que desesperan a los agricultores, que llevan años exigiendo a gritos más vigilancia y un endurecimiento de las penas para los delincuentes.
En octubre de 2013, sus reclamos tuvieron una primera respuesta con la creación de los Equipos Roca (acrónimo de robos en el campo), de la Guardia Civil. Se trataba de mejorar la seguridad de las explotaciones agrícolas mediante la vigilancia permanente y un trato más cercano con los colectivos afectados. Año y medio después, con 97 unidades repartidas por todo el territorio nacional, los saqueos en 2014 descendieron un 12 por ciento con respecto al año anterior. El ejercicio se saldó con más de 3000 detenidos, aunque apenas se han conseguido esclarecer el 16 por ciento de los robos. Es decir, los granjeros siguen sin dormir tranquilos.
Jorge Navarro es un agricultor de Albacete. En los últimos años ha denunciado más de 20 robos de todo tipo de materiales en su propiedad. El más reciente, hace apenas un mes. Los ladrones se llevaron 21 motores de sus sistemas de riego y destrozaron otros dos, los más viejos; frustrados, al parecer, por no poder llevárselos al contar ambos con un enganche más sólido.
«Las aseguradoras te cubren los primeros robos subraya Navarro, pero cuando empiezan a repetirse dejan de avalarte o elevan las primas». Todo un problema para quienes, como él, asisten impotentes a una interminable cadena delictiva en sus explotaciones. «En mi caso añade, al estar mis terrenos cerca de una autovía, los ladrones lo tienen fácil para entrar y salir». Es decir, para cuando Navarro se quiere dar cuenta, sus propiedades ya se encuentran en algún puerto con destino al extranjero. Jorge Navarro admite ya no puede más.
Desde su creación, los equipos Roca han detenido a más de 3000 personas, pero organizaciones como Asaja la mayor entidad profesional agraria de España llevan años denunciando que la mayoría de los culpables reciben castigos muy leves o son puestos enseguida en libertad. Una situación que, por otro lado, está a punto de cambiar.
El próximo 1 de julio entrará en vigor la última reforma del Código Penal que atiende las viejas reivindicaciones de los agricultores y ganaderos, que siempre se habían sentido desamparados por la normativa actual. Por primera vez en la legislación española se contemplarán penas de uno a tres años de prisión para hurtos reiterados, sustracción de productos e instrumentos agrarios, así como para la compra de bienes robados. «Es un gran avance», se congratulan desde Asaja.
La reforma, además, eleva las penas de uno a cuatro años a los miembros de organizaciones que se dediquen a la comisión continuada de delitos contra la propiedad, como ocurre con la gran mayoría de los robos que se cometen en el campo.
«Estamos hablando de bandas organizadas que conocen bien el medio rural confirman los investigadores. Los ladrones se saben el calendario de la siembra y de la recogida. Muchos de los robos, de hecho, se producen nada más plantar las semillas o cuando las frutas y las verduras están ya para su recolección».Por ejemplo, en Andalucía escenario de un tercio de los delitos agrícolas en España se registran muchos robos de tomates, pimientos y aceitunas; de naranjas en el Levante; brócolis en Aragón... Estos grupos organizados también roban todo tipo de herramientas y maquinaria, incluidos tractores y hasta cosechadoras, máquinas voluminosas cuyo precio puede alcanzar los 200.000 euros.
Según explican los investigadores, el robo de ganado es algo más reciente, una actividad nacida al hilo de la crisis. «Actúan, como todos los demás, en grupo revelan y gozan de medios específicos para el transporte de reses, ovejas, cerdos...». Una verdadera pesadilla para pastores como Valero Serrano.
Este maño, con más de 700 ovejas y corderos a su cargo, ha sufrido ocho asaltos en los últimos siete meses. En realidad lleva años perdiendo ovejas, el animal preferido por estos cuatreros del siglo XXI, mes tras mes. De nada le sirven las gruesas cadenas y las dos cerraduras con las que intenta blindar la puerta de acceso a su establecimiento. Los delincuentes fuerzan la entrada y se llevan las ovejas. Con frecuencia, al despertarse por la mañana, se encuentra a alguno de sus animales degollado, desollado y sin carne, en lo que puede interpretarse como una suerte de amenaza mafiosa. Otras veces, el saqueo se produce en la nave donde guarda sus herramientas.
Como explican desde la Guardia Civil, una de las principales dificultades que encuentran a la hora de trabajar en este campo es que no existe un perfil muy específico de delincuente. El arco va desde las bandas organizadas de ámbito nacional y estructura jerárquica hasta el ladrón que actúa en solitario. «No hay un ladrón tipo de edad o grupo social señalan, si bien el 70 por ciento de los detenidos son españoles y entre los extranjeros predominan los rumanos».
Las autoridades celebran los logros obtenidos en apenas año y medio por los Equipos Roca, pero lo cierto es que para los agricultores y ganaderos no está siendo suficiente.
Desde la influyente Asaja, sin ir más lejos, se pide un aumento de los controles y de la vigilancia policial en el campo. Quienes se lo pueden permitir, como algunas grandes explotaciones frutícolas, en especial cuando llega la hora de la recogida, contratan seguridad privada e instalan vallas y cámaras de seguridad.
Otros se las apañan como pueden. A Francisco de la Fuente, un agricultor alcarreño, solo le queda confiar en sus cuatro mastines. Sus perros, sin embargo, no detuvieron a los ladrones que, tras destrozar la cerradura de su nave, se llevaron sus herramientas y maquinaria de trabajo. Tampoco los intimidaron mucho cuando se adentraron en mitad del sembrado para llevarse el gasoil de sus tractores, pero sus mastines es todo lo que se puede permitir. En algunos pueblos los productores agropecuarios han optado incluso por formar patrullas vecinales nocturnas, medidas que la Guardia Civil no recomienda como la mejor solución.
Perder el sueño. Ángel López, de Ciudad Real, posee varias hectáreas de viñedos. Hace un mes le robaron parte de sus cultivos. También ha perdido varias instalaciones y un motor de riego. Hace tiempo que no consigue dormir tranquilo.
La investigación. Los investigadores de los Equipos Roca trabajan de paisano. Su labor es crear perfiles de delincuentes y reconstruir cada delito. Visitan con frecuencia los desguaces en busca de material robado.
Indefensión. María del Carmen Martínez* tiene su explotación en Cuenca. Hace dos meses sufrió el último robo. Se llevaron un grupo de luz y maquinaria por valor de 3000 euros. Dice que la vigilancia policial en la zona no es suficiente.
*María del Carmen Martínez
Los rastreadores. En un mapa, tres agentes relacionan puntos donde se han producido robos. Después rastrearán las zonas afectadas con sistemas de geolocalización. La colaboración ciudadana subrayan es fundamental.
Perder el seguro. María Victoria Rituerto, de Zaragoza, se dedica al montaje y suministro de instalaciones agropecuarias. En dos años ha sufrido tres robos y pérdidas por unos 50.000 euros. El seguro ya no le cubre ningún robo más.
Despojado. Enrique Callejas está al cuidado de 400 hectáreas de regadío y una ganadería de terneros en Zaragoza. Le han robado ganado, cable, gasoil... En el último robo perdió un motor de riego de 3000 euros justo cuando la cebada empezaba a espigar. Ahora, al no poder regar, teme perder la cosecha si el seguro deja de cubrirle ante los robos en cadena que ha sufrido.
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