Por graves percances de los debutantes Martín Escudero y Joaquín Galdós, el torero de Fuenlabrada tiene que matar los seis novillos. Lo hace con frescura, entereza y categoría, foto,.
El primer novillo de El Montecilllo, incierto, brusco y sin fijeza, alto de agujas y bien armado, prendió de lleno al debutante David Martín Escuderos al inicio de una faena de muleta de soberbia decisión y claro encaje. Una primera tanda que no fue ni de tanteo pese a lo incierto del toro, con aroma caro y sello del valor; una segunda con la diestra de formidable firmeza porque no fue sencillo aguantarle al toro cuatro viajes descompuestos, la cara por las nubes y cazando. Y una tercera al natural. En el tercer muletazo llegó la cogida, que no fue cornada sino una voltereta brutal. El torero quedó tendido inconsciente en el suelo.No iba a ser menos cruel el destino con el peruano Joaquín Galdós, que también debutaba en Madrid y que, en un quite de ajustadas chicuelinas abrochadas con barroca media, había dejado en el segundo novillo sello de valiente. El tercer novillo de la tarde, de brioso galope, se lo llevó por delante tras un desarme previo, solo en el tercer viaje y cuando el torero sacaba firme los brazos. La voltereta fue monumental. Galdós cayó sobre el cuello y hubo que recogerlo inerte de la arena. Los nervios se desataron entre cuadrillas y asistencias, todos cercaban al toro todavía cerca de la presa, pero nadie acertaba a quitarlo. Al fin, la sangre fría y la experiencia de Víctor Hugo Saugar se bastó para tirar del novillo, taparlo y llevarlo lejos.
Se dejó sentir en el ambiente un runrún de tragedia. Francisco José Espada mató con apuros el toro que hirió a Escudero, y de pinchazo y caída al que cogió a Galdós, que fue novillo avisado, sin fijeza, de impropia conducta. Segundo de festejo había sido un novillo de Dolores Rufino -encaste Juan Pedro vía Martelilla- que, sin humillar, se movió con son y presteza. Espada, a porta gayola en un saludo desabrido y templado en lances ya en vertical, toreó con asiento. Banderas, en redondo, al natural con la izquierda. Se prodigó en circulares cambiados de remate, calentó el ambiente cuando, además de asiento, hubo ajuste y mató de estocada trasera soltando el engaño y tres descabellos.
Al callejón y a través de móviles llegaron noticias relativamente tranquilizadoras. Ni Martín Escudero ni Galdós habían sido corneados. Los dos habían recobrado parcialmente el sentido, pero no podían salir. Con lo que nadie contaba, visto el aire de los novillos de El Montecillo arrastrados, era con que Espada fuera capaz no solo de sobreponerse a las circunstancias sino de imponerse a ellas.
Héroe imprevisto, pero héroe sobrevenido, pues, por encima de juicios de valor, lo suyo fue una lección de entereza, disposición, recursos y frescura. A los tres toros que saltaron en la segunda mitad de corrida los toreó cumplidamente. Al quinto montecillo, único negro del sorteo y el más bravo de los seis, lo toreó con verdadera autoridad, temple, ligazón y hasta refinamiento que, en el último golpe de un arrimón singular - consciente y no asfixiante- parecía obra de arte.
Los péndulos a la salida de muletazo antes de provocar un segundo cite fueron soberbios. Y los de pecho a suerte cargada. Y el trazo de su toreo con la izquierda, tan limpio y bien gobernado. Fue la faena de la tarde. No solo por su riqueza de matices. También por su emoción. La estocada, delantera y caída, no fue la rúbrica adecuada. Hubo petición mayoritaria de oreja. Se enrocó el palco, que acababa de premiar, con petición parecida, otro trabajo, con el cuarto montecillo, notable pero no tan logrado como este otro.
El cuarto novillo hizo amago de saltar al callejón hasta cuatro veces, y lo hizo en el tercer intento. Y después de mansear por libre acabó metiendo la cara en largos viajes antes de rajarse sin disimulo. La faena, de menos a más, tuvo tensión suficiente. Fue entonces cuando Espada se hizo definitivamente de ánimo. Iba a poder con todo. Estaba encarrilado un éxito sonado. Renovada versión de triunfo y tragedia al mismo tiempo, y tan de toros. Solo que sexto novillo, de Dolores Rufino como el segundo, no tuvo ni la gracia ni el aire de aquel otro, y, aunque la faena fue de mérito, segura e inteligente, se sostuvo más por el eco de lo reciñen visto que por su propio valor. Tampoco entró la espada. Pero el torero de Fuenlabrada salió de la plaza en triunfo.
TÍTULO: NOCHE DE CINE - LUNA CALIENTE,.
- Reparto
- Eduard Fernández, Thaïs Blume, Emilio Gutiérrez Caba, José Coronado, Héctor Colomé, Mary Carmen Ramírez, Carla Sánchez, Empar Ferrer.
- Un poeta (Eduard Fernández) autoexiliado de la España franquista regresa a España coincidiendo con el proceso de Burgos, en otoño de 1970, en el que se enjuicia a varias personas relacionadas con la banda terrorista ETA. El poeta visitará a un opositor político, uno de los miembros de la resistencia, y se sentirá inmediatamente atraído por su joven hija (Thaïs Blume)... Adaptación libre de la novela del argentino Mempo Giardinelli.
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