TÍTULO: TRAZOS - TOROS , LEONARDO HERNANDEZ ABRE LA PUERTA GRANDE QUE HERMOSO DE MENDOZA CERRO,.
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El joven jinete Leonardo Hernández, que cortó un total de tres
orejas, salió hoy a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas, de
Madrid, por donde finalmente no logró salir el navarro Hermoso de
Mendoza, que emborronó con el rejón de muertes dos importantes faenas de
mérito y maestría.
FICHA DEL FESTEJO:
Cinco toros
de San Pelayo y uno de El Capea (6º), despuntados para rejones, bien
presentados pero muy dispares de volúmenes y hechuras. La mayoría
sacaron complicaciones propias de la mansedumbre, bien por reservarse
rajados o por defenderse con brusquedad. Destacó por encima de todos el
cuarto, bravo y de calidad.
Fermín Bohórquez: pinchazo y bajonazo contrario (silencio); pinchazo, pinchazo hondo y bajonazo (silencio).
Hermoso de Mendoza: pinchazo, medio rejón trasero y rejonazo trasero (silencio); cinco pinchazos y rejanzo trasero (ovación).
Leonardo
Hernández: rejonazo fulminante (dos orejas); rejonazo contrario (oreja
con petición de la segunda). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Se colocó el cartel de "no hay billetes" en las taquillas, en el décimoquinto festejo del abono de San Isidro.
Asistió
a la corrida la Infanta Elena acompañada de sus hijos Froilán y
Victoria Eugenia. Los tres jinetes le brindaron la muerte de uno de sus
toros.
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SÓLO PARA REJONEADORES
Cumplido
ya el ecuador de la feria de San Isidro, parece como si las salidas a
hombros por la Puerta Grande de Las Ventas estuvieran sólo reservadas
para los rejonadores: los tres que salieron el pasado sábado y hoy,
siete días después, el joven Leonardo Hernández.
También debió
haberlo hecho el veterano Hermoso de Mendoza, que cuajó dos importantes y
meritorias faenas a sendos toros mansos y complejos de San Pelayo, pero
a los que no logró matar a la primera, condición sine qua non para que
los festivos públicos del toreo a caballo pidan las orejas.
Leonardo
Hernández, el triunfador de la tarde, logró lo mejor de su actuación
ante el bonito tercer toro, el único realmente bravo de una corrida en
la que dominó la mansedumbre.
El jinete extremeño le hizo una
faena vibrante de principio a fin, en tanto que aprovechó el entregado
galope del astado para dejarse ver en los embroques, tanto en los
terrenos de tablas como en los medios, antes de matarlo de un rejonazo
fulminante.
Con las dos orejas de ese toro y la salida a hombros
asegurada, Hernández le hizo una faena de menos a más al manejable
sexto, con el que se centró y calentó más al tendido motando al albino
"Sol" y al valiente "Xarope", para obtener ese tercer trofeo antes de
asomar en volandas por la calle de Alcalá.
En cambio, con un lote
mucho más complejo, Hermoso de Mendoza dio todo un recital de maestría
en su única comparecencia de este San Isidro.
Primero se impuso a
un toro rajado y reservón al que fue encelando con gran habilidad y
temple sobre "Berlín", un caballo con cruce de sangre hannoveriana que
apunta a figura, para después redondear un "in crescendo" con "Dalí" y
"Pirata", que le llegaron muy cerca y muy de frente al manso.
El
quinto fue otro toro huido de salida, al que Hermoso también tuvo que
trabajarse para fijarlo en sus cabalgaduras, pero, una vez conseguido el
objetivo, esa falta de celo se tradujo en violencia y en intempestivas
oleadas a sus caballos.
Ahí radicó precisamente la importancia de
la obra, porque sobre "Disparate", la nueva estrella de su cuadra tras
la muerte de "Chenel", el jinete de Estella lo aguantó y lo templó en
los instantes más emocionantes de la corrida.
Se arrancó siempre
el toro con mucha fuerza, mientras que el caballo castaño le sostenía a
centímetros de su grupa, sin despegársela de su hocico y sus pitones, y
aún pasándosela por la cara de un lado a otro, en la suerte que se
conoce como "hermosina". Fue tanto el ajuste y el valor en la suerte de
caballo y caballero que la plaza se puso en pie para aclamar tal alarde
de torería ecuestre. Pero tanto con uno como con otro toro, Hermoso
falló repetidamente con el rejón de muerte y se cerró de un golpe la
Puerta Grande que toreando se había ganado con creces.
Fermín
Bohórquez, que se despedía de la plaza de Madrid, no pudo brillar más
que en momentos puntuales de sincero y sobrio clasicismo ante dos toros,
sobre todo el aquerenciado cuarto, negados a seguir a sus caballos.
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