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En un reciente viaje a México he visitado la Casa Azul donde nació y murió la pintora Frida Kahlo, esposa del muralista Diego de Rivera. Esta casona, en el barrio de Coyoacán, fue convertida en museo tras la muerte de la artista en 1958. Aquí está su cama, donde pasó largas temporadas inmovilizada debido a su frágil salud y, en el techo, el espejo en el que se contemplaba para pintar sus desgarradores autorretratos.
Ahora, el museo expone más de 300 objetos de Frida hallados en baúles y cajas ocultos en el cuarto de baño de su habitación. Diego le pidió a una amiga y coleccionista de arte que esas pertenencias de su esposa no vieran la luz hasta 15 años después de su propia muerte, para proteger la privacidad de la pintora. La colección, titulada Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo, muestra por primera vez su guardarropa y su implacable lucha contra el deterioro de su cuerpo.
Es imposible no estremecerse ante las vitrinas donde se exponen, junto a sus vestidos, tocados y joyas, las muletas, los corsés, las piernas ortopédicas decoradas o las botas con alzas que reflejan el dolor y la creatividad de la artista. Porque la hermosa y seductora Frida, envuelta en sus coloristas vestidos, con su enigmática mirada, sus profundos ojos color marrón y su inconfundible uniceja, escondía en su interior profundas heridas físicas y psicológicas.
En su infancia contrajo la polio y esta enfermedad le dejó una pierna más delgada que otra y una leve cojera. A los 18 años sufrió un accidente cuando el autobús en el que viajaba al colegio fue embestido por un tranvía. La brutal colisión le fracturó la columna vertebral, la pelvis, las costillas y le dejó graves secuelas. Quedó incapacitada para tener hijos y sufrió varios abortos que la hundieron en la depresión. Aquel suceso marcó el comienzo de una larga agonía que culminó con la amputación de su pierna derecha. Pero Frida no se rindió, era valiente y tenía unas enormes ganas de vivir. Tras soportar más de treinta operaciones quirúrgicas y penosas convalecencias postrada en su cama o en su silla de ruedas, consiguió llevar una vida casi normal.
Frida dedicó mucho tiempo y energías a crear su propio personaje. Eligió el vestido de india tehuana para esconder su cuerpo roto, adornaba sus trenzas recogidas con flores y los bordados centrales de su blusa distraían la atención de sus imperfecciones. Elegía con especial cuidado sus prendas, creando su propio y particular estilo de la cabeza a los pies. Su cuerpo se consumía, pero ella lo adornaba con las más bellas sedas y joyas precolombinas. Tras visitar esta exposición, nos queda su imagen inmortal, la de una mujer única y adelantada a su época dotada de gran un talento creativo a la sombra del hombre que la amó pero no supo estar a su altura. Estas reliquias ahora recuperadas nos muestran una realidad más desoladora y menos romántica del mito. El dolor y el sufrimiento de una artista que hizo de su existencia su mejor obra.
TÍTULO: SABADO CINE, LA ULTIMA LEGION,.
- Reparto
- Colin Firth, Ben Kingsley, Aishwarya Rai, Peter Mullan, Kevin McKidd, John Hannah, Iain Glen, Thomas Brodie-Sangster, Rupert Friend, Nonso Anozie, Owen Teale, Alexander Siddig, Robert Pugh, James Cosmo, Harry Van Gorkum, Lee Ingleby,.
- Caída del Imperio Romano de Occidente (476 d. C.). El día de la coronación del emperador Rómulo Augusto, Roma cae en poder de Odoacro, rey de los hérulos (Peter Mullan). Ambrosino (Ben Kingsley), el mentor de Rómulo, había predicho un gran peligro para la ciudad. El padre del emperador, preocupado por la seguridad de su hijo, pone al niño bajo la protección del comandante Aurelio (Colin Firth). Tras la captura de Rómulo por los bárbaros y su traslado a la isla de Capri, Aurelio intenta rescatarlo con la ayuda de sus hombres más leales y de un misterioso guerrero. Cuando, por fin, consiguen liberarlo, el grupo emprende la búsqueda de la única legión que queda: la novena, que se encuentra en Britania.
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