MONICA BELLUCI, MODELO,.foto
" No soy una jovencita: soy una mujer, una mujer madura,."
Con 50 años, se va a convertir en la "chica" Bond de
más edad, sin renunciar a nada de lo vivido. Seductora, reivindicativa y
apasionada, como siempre.
La cita es en un hotel de Londres, aprovechando su día libre de rodaje. Con el labio inferior se limpia el superior de espuma de capuchino. No tiene sentido seguir hablando de su belleza: es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
Sin embargo, no es eso lo que va a poner en apuros a James Bond, sino que, por primera vez en casi cinco décadas, va a tener como objeto de deseo a alguien de su generación. Bellucci tiene 50 años, cuatro más que Daniel Craig, y es la única chica Bond que supera en edad a 007 desde Honor Blackman y Diana Rigg, ambas en los años 60. La cosa pinta bien.
Está claro que, al menos en ese punto, Monica Bellucci no debería tener problemas. El Bond de Daniel Craig es una mezcla de gruñón (30%) y bomba sexual (70%), pero la actriz no podía disimular su sorpresa cuando supo que tenía posibilidades de lograr el papel. Mi agente me dijo: "Sam Mendes quiere entrevistarte para el próximo Bond". Monica voló a Londres para cenar con el director, que la vio entrar en el restaurante muy confundida. "Le dije sin más: "No soy una jovencita; soy una mujer. Y una mujer madura. ¿Quieres que sustituya a Judi Dench [que encarna a la jefa del MI6 británico]?". Mendes se rió, pero yo seguía insistiendo: "¿Por qué me llamas? Tengo 50 años. ¿Qué pinto yo en una de James Bond?" Y él me dijo: "Por primera vez, Bond va a tener un lío con una mujer adulta. Es una idea revolucionaria". No puede adelantar detalles de la trama, pero, sea como sea la historia, ¿alguien puede imaginar algo mejor?
Hija de camionero
En persona, es mucho más divertida de lo que uno podría imaginar. Tampoco le molesta que le pregunte por cotilleos. ¿Es cierto que se casó en secreto con un multimillonario azerbaiyano? "No", dice sin inmutarse. ¿Salió de compras por París el domingo pasado para buscar un anillo de compromiso? "No". ¿Le incomoda que le haga este tipo de preguntas? La verdad es que no. Se encoge de hombros y sigue: "Me levanto, preparo el desayuno, llevo a mis hijas al colegio... Solo soy una persona glamourosa una vez al año, y eso si voy a la alfombra roja". Para ella, esas cosas no son más que parte de su trabajo: "Ahí hago el papel de princesa, pero la vida es otra cosa diferente".
Y más diferente era el año en que nació: 1964, cuando se estrenó Goldfinger, la tercera película de la saga. Hija única de un camionero y un ama de casa, Monica vino al mundo en un pequeño pueblo de Umbría. Su padre, Pasquale, declaró hace poco que, ya de niña, era tan guapa que la vida se le hacía un poco difícil: "Un día le pregunté por qué no quería estar en la plaza con los demás y me respondió: "Por la calle, todo el mundo me mira. Me da vergüenza". Aunque en la adolescencia trabajó como modelo, su plan era estudiar Derecho. Pero, tras un año en la Universidad de Perugia, su vida dio un vuelco. Conoció a sus dos mejores amigos, Domenico y Stefano (Dolce & Gabbana), que empezaban a saborear el éxito, y enseguida se encontró viajando por el mundo y posando para Richard Avedon.
Sin mirar atrás
Cuando Francis Ford Coppola vio una foto suya y la fichó para 'Drácula de Bram Stoker', le entró el veneno de la interpretación. Ha hecho de María Magdalena para Mel Gibson; puso patas arriba el Festival de Cannes con la brutal recreación de una violación en Irreversible, y ha trabajado directores importantes como Tornatore y Kusturica.
Es frecuente que las mujeres bellas vean el hecho de envejecer como una desgracia. Monica, sin embargo, dice que le gusta cumplir años: "Tenemos que empezar a respetar a las mujeres de cierta edad. Es cuando emerge nuestra verdadera personalidad, y nuestro rostro es su reflejo. A mí no me apetece ser más joven. No quiero tener 20 años. Ya he pasado por eso. Quiero ser consciente de mi futuro. ¿Cómo voy a ir lidiando con la edad? ¿Cómo haré frente a la muerte? No hay leyes para eso. Lo normal a mi edad es tener un hijo de 20 años, y las mías tienen 10 y cuatro y medio. Cada persona sigue su senda, aunque mi vida no siguió los cauces habituales: tuve a mi primera hija con 40, a la segunda con 45 y voy a ser chica Bond con 502.
Confiesa que ser madre la ayudó a centrarse. A principios de los 90, se casó con un fotógrafo, pero la relación más importante de su vida ha sido con el actor Vincent Cassel. Vivieron juntos 18 años y tienen dos hijas, Deva y Léonie. Tenía miedo de ser demasiado egoísta para la maternidad así que lo fue dejando. Hoy, define el hecho de traer hijos al mundo como "olvidarse de una misma". Ella dejó de prestar atención a su cuerpo cuando nacieron sus hijas: "Te despiertas, vas al baño para limpiar a tu bebé y te ves de refilón en el espejo por casualidad, añade entre risas".
Cassel y Bellucci llevaban, aparentemente, una vida feliz. Pero en 2013 anunciaron su divorcio. "Ahora vivo otra vez en París confirma la actriz. Tuve que elegir entre Inglaterra, Italia y Francia, y elegí París. Cuando Vincent, que sigue viviendo en Brasil, viene a Europa, le resulta más sencillo visitar a las niñas". ¿Cómo es su vida tras el divorcio? Es un cambio importante responde sin dudar. "Tenemos una buena relación. Cuando has vivido con alguien 18 años, el amor sigue, aunque de otra manera. Con Vincent he vivido momentos increíbles. Aunque solo fuera por eso, quiero que nos llevemos bien. Por lo pronto, ha dejado de buscar culpables a la separación. En Italia tenemos un dicho: Hacen falta dos para bailar un tango. No se empieza ni se acaba una relación sin responsabilidad por las dos partes. Hay que llevar las cosas con inteligencia, sobre todo si hay hijos".
Y se ha adaptado bien a su vida de madre separada. "Las mujeres de hoy son polifacéticas. La igualdad de derechos aún es un desafío para las mujeres que trabajan todo el día y, al volver a casa, tienen que cuidar de los niños. Es doble trabajo". ¿Sigue habiendo demasiada presión para que las mujeres tengan que parecer, además, atractivas? "Siempre ha pasado lo mismo. Mi abuela se pintaba los labios de rojo para ir a misa dice riendo. La cuestión es que las mujeres no hagan esas cosas para agradar a los hombres, sino porque les da la gana". ¿Se considera feminista? "Algo así responde con un susurro. Siento un gran respeto por las mujeres que luchan, por las que se echaron a la calle para reclamar sus derechos. Si no hubieran existido, ¿dónde estaríamos?".
En un mundo de hombres
Monica se siente afortunada. Cuando daba el pecho, podía llevar a mis hijas a los rodajes. Es algo que la mayoría de las mujeres no puede hacer. Estamos en un mundo de hombres. Nosotras damos a luz y nos gusta cuidar de nuestros hijos, pero nuestros ritmos no se respetan. La igualdad significa que tenemos que ser como los hombres. ¡Y no somos hombres! Las mujeres, si se quedan embarazadas, se sienten culpables: "¿Qué va a pasar con mi trabajo?", se preguntan. Se sienten culpables por ser lo que son, ¿qué te parece? Lo que está claro es que la sociedad está diseñada por hombres y nosotras tenemos que cambiarlo. ¿Y puede ella hacer tal cosa siendo chica Bond? Se ríe y añade: "Ser un objeto de deseo es un derecho que tienen las mujeres. Para ser una mujer moderna no hace falta adoptar aires masculinos. Una tiene todo el derecho a ser glamourosa y sexy, llevar tacón y exhibir sus encantos, aunque, eso sí... zanja, levantando el dedo con gesto de advertencia, nadie debe ponerte la mano encima si tú no quieres". Bond ha encontrado a su media naranja.
TÍTULO : SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,. DESAYUNO CON MI IDOLO,.
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Y con otras 150 personas más, he de reconocerlo, pero hace pocos días tuve la oportunidad de desayunar con Javier Fernández, el campeón del mundo de patinaje artístico al que ya dediqué un artículo de admiración antes de conocerle. Después de hacerlo, tengo más motivos aún para admirarle, pero, además, su figura me hace pensar en los prejuicios sobre estos chicos que triunfan por sus hazañas deportivas. Y que tiene algo que ver con los prejuicios sobre las mujeres con éxito en el mundo de la moda o de la belleza.
Sobre todo, esa insistente manía de su supuesta escasa inteligencia que sería inevitable en alguien con tales cualidades físicas o que ha dedicado su vida al cultivo del cuerpo. Es algo en lo que he pensado muchas veces, quizá por mi propia vida que ha ido por derroteros completamente diferentes, dedicada a actividades intelectuales.
El prejuicio es mucho más fuerte contra los chicos, seguramente porque se admite mejor socialmente que las chicas se concentren en el cuerpo. De ahí que los hombres triunfadores en el deporte sean sistemáticamente vapuleados por lo que se considera una inteligencia menor, y aún más cuando son guapos. Lo escucho casi siempre que cito a mis ídolos deportivos, sobre todo a los otros dos más conocidos, Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo, que forman junto con Javier Fernández el trío de deportistas que más admiro y sigo.
Es cierto que lo suyo, lo de los deportistas, es infinitamente más benévolo que lo que sufren otras actividades, la política, por ejemplo, a la que se supone congénitamente corrupta. Pero es increíble el empeño de tantos y tantos en atribuir estupidez a estos chicos por el mero hecho de triunfar en el deporte. Y no solo porque han llegado a la cima a través de una claridad de objetivos, una disciplina y un espíritu de sacrificio fuera de lo común. También, porque tan importante como lo anterior es una inteligencia general y una emocional igualmente elevadas, imprescindibles para gestionar una vida en la élite del deporte. Muy parecidas a la que poseen las mujeres que triunfan y perduran en el mundo de la moda y la belleza.
Lo pensaba cuando escuchaba a Javier Fernández. Con apenas 24 años, se dirigía con una madurez y una seguridad impresionantes a todo aquel público de periodistas y responsables deportivos. Para explicar una vida de pasión, disciplina, compañerismo y objetivos. Para hablar de sus próximos retos, de su objetivo de ser entrenador algún día, en España, si es posible. Más allá de algunas cualidades innatas para el deporte, me pareció evidente que la mente es tan importante como el cuerpo para llegar a ser un gran campeón. Mi fascinación se debe precisamente a eso, a esa disciplina mental que acompaña a la física. Y, sin embargo, objeto de los más rancios prejuicios sociales.
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