REVISTA SEMANAL EL PAIS - La calle Menacho de Badajoz tendrá seis áreas de descanso con toldos y nuevo mobiliario, fotos.
La calle Menacho de Badajoz tendrá seis áreas de descanso con toldos y nuevo mobiliario,.
El Ayuntamiento se gastará 66.000 euros en mejorar la principal vía comercial del centro, para hacerlo más competitivo,.
Lo más novedoso de la nueva imagen de Menacho serán los toldos que no taparán toda la calle (como ocurre en San Juan), si no que se instalarán de forma aislada en seis puntos. De esta manera, cada tramo de la calle tendrá dos áreas de descanso sombrías.
Lonas en forma de velas
Según el proyecto ideado por el Ayuntamiento, la sombra se creará con la instalación de lonas en forma de vela, que irán sujetas a postes metálicos o a las propias fachadas. Sobre esto, el proyecto especifica que dada las características de la zona comercial, se instalarán en las partes más altas de los edificios para evitar que interfieran en el tráfico, los rótulos de los comercios, las luces y las vistas de las propias viviendas.Las zonas de sombra –reconoce el Ayuntamiento en el proyecto– «son indispensables para aclimatar el centro comercial abierto durante gran parte del año, con muchos meses de calor, mejorando los recorridos peatonales por la calle Menacho y alrededores».
Los toldos, cuyo coste se ha presupuestado en 28.000 euros, van a llegar con un verano de retraso, ya que el Consistorio anunció e incluso presupuestó su colocación en 2017. Con ellos, se intentará mitigar uno de los problemas que tiene el comercio del centro en verano, cuyas calles se vacían hasta bien entrada la tarde y que incluso ha obligado a los comerciantes en los últimos años a retrasar los horarios de apertura y cierre de las tiendas.
Además, desde hace cuatro años tampoco funciona el microclima, la reanudación de este sistema de aspersión para rebajar la temperatura en la calle depende de la asociación de comerciantes de Menacho, que reconoce que, de momento, no puede afrontar esa inversión.
Las islas de sombra también contarán con nuevo mobiliario: bancos, sillas, papeleras, farolas y luminarias empotradas en el suelo configurarán las áreas de descanso, por las que se apuesta para favorecer la actividad comercial.
La renovación también llegará a la jardinería porque se pretenden reponer los árboles en los alcorques que están vacíos.
Todas estas actuaciones están programadas para que se lleven a cabo en dos meses. Lo que falta por aclarar es si los toldos permanecerán colocados durante todo el año o si se programará su instalación coincidiendo con los meses de primavera y verano.
TITULO: 8 CITAS FIN SEMANA - David Graeber: “El mercado financiero es el principal creador de trabajos de mierda”,.
fotos / David Graeber: “El mercado financiero es el principal creador de trabajos de mierda”,.
Es uno de los líderes intelectuales del pensamiento radical contemporáneo. Anarquista 'indie', hijo de un miembro de las Brigadas Internacionales, formó parte del movimiento Occupy Wall Street y hoy imparte clases de antropología en la London School of Economics. Mordaz e implacable con el papel de los economistas antes y durante la Gran Recesión, ha escrito una provocadora obra que desbarata la idealización que las sociedades occidentales otorgan al empleo.
David Graeber, neoyorquino de 57 años, es un anarquista que da clases en la London School of Economics. Un antropólogo outsider
que imparte conocimientos en el templo de estudio del capitalismo
global. Un profesor exiliado a la fuerza en Londres, desde que más de
una veintena de universidades de su país rechazasen su currículo después
de una abrupta marcha de Yale tras salir en defensa de un alumno que
trataba de organizar un sindicato de estudiantes. Un académico
provocador que ha escrito en sus ratos libres obras tan peculiares como En deuda (Una historia alternativa de la economía) y La utopía de las normas (De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia). Un tipo, en definitiva, que se define a sí mismo como un workaholic confeso y ahora publica en España, de nuevo con la editorial Ariel, uno de los títulos más estimulantes de la temporada: Trabajos de mierda.
La génesis del nuevo libro de Graeber parte de un artículo que publicó en una revista alternativa en 2013.
Pronto se viralizó a través de las redes sociales, se tradujo a 13
lenguas en un par de semanas y catapultó su popularidad entre las élites
del pensamiento radical. Aquella aproximación al fenómeno de los trabajos de mierda —no confundir con los oficios basura—
que pueblan, según su versión, distintas latitudes del planeta ha
acabado convirtiéndose en un entretenido libro de más de 400 páginas
donde su autor afirma, entre otras provocaciones, que cerca de la mitad
de los empleos actuales podrían eliminarse sin que nadie notase nada.
¿La razón? Son absolutamente innecesarios por su tendencia a la
burocratización y managerización de las organizaciones. “Tras
haber preguntado a gente de diversos ámbitos qué hacen realmente en su
jornada laboral, te das cuenta de la gran cantidad de tiempo que pierden
en tareas que no sirven para nada. Keynes tenía razón: la jornada de 15
horas semanales es y debería ya ser viable y, por supuesto, sostenible.
Todos tendríamos una vida mejor”.
Adscrito a corrientes de militancia anticapitalistas como Occupy Wall Street,
de la que ha sido uno de sus líderes intelectuales, no resulta extraño
que Graeber haya venido recientemente a Liverpool, al norte de Reino
Unido, para impartir doctrina en los debates en torno al futuro de la
izquierda organizados por Momentum,
movimiento decisivo en el impulso del líder laborista británico Jeremy
Corbyn. Estos encuentros, donde Graeber ha dejado su impronta anarquista
con estética de rockero indie, han coincidido en el espacio y
en el tiempo con el congreso anual del Partido Laborista, donde ha sido
noticia la insistencia de la
ambigüedad de Corbyn respecto a la posibilidad de celebrar un segundo
referéndum sobre el Brexit y su petición de elecciones anticipadas si el plan de la primera ministra, Theresa May, fracasa en las tirantes negociaciones con la Unión Europea.
Más allá de que el
Brexit cristalice finalmente en su forma dura o blanda, David Graeber
manifiesta dudas sobre si, en efecto, llegará a materializarse. “Unas
elecciones podrían poner en la mesa de las conversaciones con Europa a
Jeremy Corbyn. Y él podría decir: yo represento lo contrario a lo que no
os gustaba de los tories en esta negociación. Empecemos de
nuevo”. Interpretando a la perfección el papel de profesor distraído,
recién levantado a media mañana y sin desayunar, elegantemente
despeinado; vestido con americana oscura, chaleco verde, camisa blanca
con varios botones desabrochados, pantalones marrones y zapatos a juego
un tanto desvencijados, todo de segunda mano y con marcado acento
británico —“vivo de alquiler muy cerca de Portobello Road y compro toda
mi ropa allí”—, Graeber toma asiento en el bullicioso lobby del hotel de Liverpool donde ha pasado la noche antes de intervenir en las charlas sobre el futuro de la izquierda.
“Un 37% de los trabajadores aseguran que su labor no contribuye absolutamente a nada y apenas un 15% o un 20% dicen ser felices”
¿Así que el 50% de los trabajos que tenemos son una mierda?
No lo sé de manera exacta, pero lo que sugiero con esa cifra es la
cantidad de empleados que piensan que lo que hacen no sirve para nada.
Para escribir sobre este tema he hablado con diversos tipos de
trabajadores. Apenas un 15% o un 20% aseguraban ser felices con su
labor. Y un 37% aseguraban que lo que hacían no contribuye absolutamente
a nada. Es algo que sucede en muchas organizaciones del mundo. Si una
enfermera pasa la mayor parte de su tiempo rellenando formularios en
lugar de atender a los pacientes, se está desnaturalizando su esencia. Y
cuando esa persona es consciente de la situación es cuando yo aplico la
definición de trabajo de mierda.
Usted clasifica los empleos como “no demasiado”, “altamente” y “totalmente” merdosos. Nadie está a salvo.
Eso es. Yo también lo padezco. Hay decenas de obligaciones y papeleo
que tengo que realizar y que hace cinco años nadie necesitaba. Cuanto
más personal administrativo hay en una universidad y mayores puestos de
supervisión se crean en diferentes niveles, mayor es la cantidad de
burocracia que se demanda entre departamentos y menor el tiempo para
investigar, dar clases y enseñar.
¿Cuánta mierda tiene usted que soportar en su puesto? Es difícil de medir. En mi caso, creo que mi oficio no está mal. Pero soy un workaholic. Trabajo todo el tiempo. Y en mis ratos libres escribo libros.
¿Tiene familia? No. Mis padres y mi hermano, mi familia en Estados Unidos, murieron. Me gustaría formar una algún día.
¿Y qué hace un anarquista en la London School of Economics?
Hay que trabajar. Después de que no me renovaran el contrato en Yale,
mandé mi currículo a más de una veintena de universidades de Estados
Unidos. Pero no me quisieron. Así que me vine a Reino Unido. La London
School of Economics es una institución peculiar. Hay departamentos que
no tienen nada que ver entre sí.
¿Había antecedentes relacionados con el pensamiento anarquista en su familia?
Mi padre fue miembro de las Brigadas Internacionales. Combatió en
España durante la Guerra Civil y vivió en Barcelona. A los 16, me regaló
un ejemplar de Homenaje a Cataluña, de Orwell. La mayor parte
de la gente no piensa que el anarquismo sea una mala idea, sino una
locura. Pero una de las cosas que aprendí de él fue que estas ideas no
son un disparate, y que las personas pueden conducirse a sí mismas.
“La mejor analogía del Brexit es la Primera
Guerra Mundial. Las consecuencias serán catastróficas: nuevas leyes,
tratados que nadie entiende…”
Ahora que vive en Reino Unido, ¿cuántos trabajos de mierda cree que dejará el Brexit?
No lo sé, pero será lo mejor que les ha pasado nunca a los abogados.
Habrá que reescribirlo todo, concebir nuevas leyes aquí y en la Unión
Europea para un nuevo escenario. Aunque tampoco sé si el Brexit llegará a
materializarse. No creo que los tories tuvieran claro lo que
estaban haciendo cuando lo plantearon, a pesar de que lo llevaran a
cabo. Hay muchos precedentes en la historia de este tipo de catástrofes.
Miremos de nuevo a la Primera Guerra Mundial: ninguno de los actores
tenía intención de hacer lo que anunciaban, a pesar de que siguieran
adelante y pasara lo que pasó.
¿Le parece comparable el Brexit con la Primera Guerra Mundial?
Es la mejor analogía posible. Un escenario que también está lleno de
tratados que nadie entiende, en el que nadie esperaba que sucediera lo
que está pasando. No creo que la gente llegue a pelearse como en la
Primera Guerra Mundial, pero los resultados serán catastróficos.
Surgirán nuevas obligaciones, legislaciones complejas…. Por eso, si un
colectivo saldrá ganando con el Brexit serán los abogados.
¿Cómo valora
el papel que instituciones capitales como la London School of Economics
desempeñaron antes del referéndum del Brexit? Es un problema:
resulta molesto que nos señalen cuando la mayoría de los estudiantes de
esta universidad son de fuera de Reino Unido. Es una institución
internacional. Y una de las cosas que me asustaron con el anuncio del
Brexit es que hay una parte de financiación europea. Quizá pudo haber
cierta complacencia antes del referéndum, pero tampoco nadie pensaba que
Donald Trump ganaría las elecciones en Estados Unidos. Desde un
movimiento como Occupy Wall Street, contra la corrupción del sistema
político, intentamos advertir de que la gente estaba harta.
¿Quizá movimientos como Occupy Wall Street ayudaron a impulsar la ira necesaria para acabar votando a Trump?
No creo que tengamos ese poder. La ira de esos votantes ya estaba ahí.
Nosotros decíamos lo que ningún medio de comunicación ni miembros de la
clase política manifestarían jamás, a pesar de que todos lo piensen.
Todo el mundo está de acuerdo en la corrupción de los sistemas
políticos. Si no se brindan soluciones constructivas, la gente apostará
por medidas destructivas. De ahí el avance de Gobiernos populistas
elegidos democráticamente. Y el aumento de suicidios, asesinatos y
sobredosis en países como Estados Unidos.
¿Cuánto
podrían haber ayudado los economistas a entender lo que estaba pasando
antes de la caída de Lehman Brothers hace 10 años y del estallido de la
Gran Recesión? A veces a la gente le gusta hablar mal de los
economistas basándose en la estupidez. No creo que la estupidez sea el
problema, sino la corrupción. Prácticamente cada economista que no
formaba parte de la estructura institucional sabía lo que iba a pasar.
Era obvio. Pero el papel de los economistas era negarlo, porque para eso
les pagaban.
Y el mercado financiero es, según usted, el paradigma de creación de trabajos de mierda.
Sí, ahí es donde todo empieza. Si te dedicas a extraer riqueza y
redistribuirla, no hay ninguna motivación para ser eficiente; cuanto más
ineficiente eres, más puedes retener.
¿Por qué cree que no parece posible cumplir la profecía de Keynes en torno a la jornada de 15 horas semanales?
Hay varias razones. Por ejemplo, políticamente siempre se ha dicho que
tener más empleos es algo bueno. Nadie dice que tenemos demasiados en
nuestra sociedad. Siempre se elogia el valor de las familias que
trabajan duro. ¿Y qué pasa con las familias que lo hacen con moderada
intensidad? ¿No se merecen nada? Siempre ha existido una presión
política hacia la creación de empleo. ¿Eso es prosperidad? Depende de lo
que cada uno entienda por ese concepto, sobre todo si se valora el
tiempo libre.
Pero usted precisamente se declara adicto al trabajo.
Yo dedico mi tiempo libre a leer y escribir libros, pero ahí no estoy
trabajando para nadie que no sea yo. Y también disfruto mi oficio… Hay
algo perverso en eso, la verdad. Aunque también pienso que mi labor crea
un valor social. He recibido muchas llamadas de estudiantes años
después de haber sido alumnos míos para darme las gracias por lo que
aprendieron conmigo. No sé si a los banqueros les pasa mucho.
Entre los
componentes de un oficio de mierda usted localiza las reuniones
innecesarias, interrupciones absurdas, tiempo dedicado al correo
electrónico… Quizá el foco debería ponerse entonces en la nefasta
organización interna en las empresas. Sí. Muchas compañías
están especializadas en crear mierda interna. Cualquier organización lo
hace. Y ante la presión de crear más empleos, todas tienden a engrosar
sus plantillas con puestos que no son tan necesarios y crean más niveles
intermedios.
Usted centra
el tiro en los abogados mercantiles, pero muchos de ellos no consideran
que el suyo sea un trabajo de mierda. Y, por supuesto, adoran sus
ingresos. Sobre todo los que están en el top del ranking.
¿Cree que solo la avaricia es la motivación de los trabajos de mierda?
En el caso de los abogados mercantiles, sí. Y luego está la mafia, que
emplea directamente al diablo. Pero hemos de ser justos. Tampoco podemos
señalar a quien dice que no podría desempeñar una función que genere
beneficios sociales y a la vez pagar el alquiler.
¿Nos engañaron en la escuela cuando decían que seríamos mejores si trabajábamos duro?
Absolutamente. Predomina esa idea de que no eres una buena persona a
menos que trabajes más de lo que realmente quieres. Hay estudios
sociológicos que centran la mayoría de los valores occidentales en el
empleo, pero al mismo tiempo la mayoría de la gente odia lo que hace.
Lacayos.
Esbirros. Parcheadores. Marca-casillas. Supervisores. Son algunas de las
categorías que emplea para asegurar que en los países occidentales, más
que el capitalismo, predomina una especie de feudalismo medieval con
incontables jerarquías entre propietarios y servidores. Pero quizás
estamos algo mejor que en el medievo. Hay ventajas y
desventajas. Entre estas últimas destacan altos niveles de vigilancia y
supervisión: se elogian aquellos puestos que toman decisiones por otros.
Siempre se pensó que solo la gente que fabrica vasos debería dirigir a
los que fabrican vasos: eso generaba cierta autonomía. Pero hoy se
tiende a creer lo contrario: solo los licenciados en las escuelas de
negocios pueden dirigir a cualquiera. Si hablamos de las ventajas de
nuestro tiempo, hay algunos elementos de democracia, avances
científicos…
Una receta para
cambiar lo que no funciona está para usted en la renta básica universal,
garantizada de por vida a todo el mundo, de manera que cada cual podría
dedicarse a la poesía o a ser cantantes de rock. Más allá de la
viabilidad de la propuesta y de que todo el mundo tenga talento para ser
poeta, quizá ni siquiera así muchos llegarían a ser felices.
Lo que está claro es que un alto porcentaje de los empleados consideran
que lo que hacen a diario no sirve para nada. Otra cosa son los trabajos
peligrosos o desagradables pero necesarios, que deberían estar mejor
pagados. Y también están los oficios necesarios a secas. La gran mayoría
de quienes consideran su labor innecesaria son infelices. No solo en
Occidente. He recibido testimonios parecidos de muchas partes del
planeta. Quizá habría que ayudar a replantearse el significado del
dinero.
“Pasamos tanto tiempo currando duro, o pretendiendo hacerlo, que no sabemos qué pasaría si dejáramos de hacerlo”
Y luego están los que aman lo que hacen, aunque lo consideren una porquería.
Solo el 6%, según los estudios que manejo, están satisfechos con su
puesto a pesar de que no encuentran ningún propósito en lo que hacen.
¿Cree que están manipulados por el mercado? ¿O por el 1% que acapara la mayor parte de la riqueza?
No, probablemente odien a sus familias. O algo parecido. En serio: el
capitalismo descarrilará más temprano que tarde. Sucederá en 30, 40 o 50
años. Y eso no quiere decir que vendrá algo mejor. Puede ser algo
incluso peor.
¿Cree que la vida es una mierda?
La vida es lo contrario. Por eso es tan absurdo pasársela pretendiendo
parecer ocupado. El dependiente de una tienda que está la mayor parte
del tiempo reorganizando estanterías hasta que entre un cliente, por el
mero hecho de que su jefe crea que está ocupado, está convirtiendo su
trabajo en una mierda. Se trata de un ejemplo que se puede aplicar en
cualquier otro ámbito. Estamos encerrados en un círculo vicioso. Pasamos
tanto tiempo currando duro, o haciendo como que curramos duro, que no
sabemos qué pasaría si dejáramos de hacerlo. Desde la perspectiva
liberal siempre se ha dicho que eso generaría más crimen y más
drogadictos, que la gente no sabría gestionar tanto tiempo libre. Muy
bien, metamos a la gente en prisión durante ocho horas al día. Total, es
el mismo efecto que consiguen los empleos innecesarios. Esa es una de
las razones del aumento de las depresiones: va contra nuestra naturaleza
convivir con la moral que impone pasarnos ocho horas trabajando
continuamente con independencia de que haya algo que hacer o no.
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