TITULO: Juego de Niños - Ajedrez - Jesús González se lleva el triunfo absoluto en el Abierto de La Virgen ,. Sábado - 28 - Septiembre ,.
Juegos de niños,.
Sabado - 28 - Septiembre, a las 22:00 por La 1, foto,.
Juego de Niños - Ajedrez - Jesús González se lleva el triunfo absoluto en el Abierto de La Virgen,.
Jesús González se lleva el triunfo absoluto en el Abierto de La Virgen,.
El leonés José Ordás es segundo en un torneo que reunió a 30 ajedrecistas,.
El XX Abierto de Ajedrez de La Virgen del Camino contó con más de 30 participantes de distintos lugares de España, como Oviedo, Barcelona, Málaga, Toledo, Valladolid, La Bañeza, León capital y también de la propia localidad de La Virgen del Camino, disputándose con un gran ambiente y nivel de ajedrez demostrado por niños, jóvenes y mayores.
Organizado por el Club de La Virgen del Camino, Patrocinado por el Ayuntamiento de Valverde de La Virgen, y con la colaboración de la Diputación Provincial de León, y varias empresas y establecimientos locales, se entregaron más de 700 euros en premios, trofeos y medallas; ya que es costumbre del torneo que todos los participantes menores de 16 años se lleven algún premio/recuerdo del evento, así como un premio especial para el participante más joven.
El campeón absoluto del torneo virginiano fue Jesús González García, de Oviedo (un joven con mucho talento), seguido del jugador leonés José Ordás Martínez, en su vuelta a la competición tras algún tiempo inactivo; y completando el podio el leonés que en su día fuera campeón autonómico absoluto, Juan Millán Baizán, que también había tenido su ‘tiempo sabático’ de juego últimamente. En general, un buen día de ajedrez y convivencia entre participantes, aficionados y familiares que se acercaron al evento en La Virgen.
TITULO: POLICIA O JUSTICIA - La amnistía llega al TC, que primero admitirá el recurso del Supremo,.
La amnistía llega al TC, que primero admitirá el recurso del Supremo,.
La corte de garantías debatirá más adelante si las comunidades autónomas están legitimadas para recurrir la ley,.
Tres meses después de su entrada en vigor el pasado 11 de junio, la Ley de Amnistía llega al Tribunal Constitucional (TC). La corte de garantías afrontará desde hoy mismo las primeras decisiones sobre la polémica norma, que ya acumula once recursos de inconstitucionalidad –impulsados por el PP y sus gobiernos autonómicos y por el Ejecutivo castellanomanchego de Emiliano García-Page– y tres cuestiones de inconstitucionalidad: una planteada por el Tribunal Supremo (TS) y dos más que, según fuentes del TC se han presentado ya por parte del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Sera la impulsada por el alto tribunal, precisamente, la que primero aborde el Pleno de mayoría progresista, cuya admisión a trámite se da por segura. Pero antes, los magistrados tienen que pronunciarse sobre la abstención de su compañero Juan Carlos Campo. El exministro de Justicia –que tramitó los indultos del «procés» y se mostró contrario a la amnistía– ha pedido apartarse, pero la decisión final está en manos del Pleno, que previsiblemente dará el visto bueno a su abstención, pese a que desde el bloque conservador del TC no lo tienen tan claro (aún fresca en la memoria la negativa del Pleno a la abstención de la magistrada Concepción Espejel, que pidió apartarse del debate sobre la ley del aborto al haber firmado en el CGPJ un informe que la consideraba inconstitucional).
Una vez fuera del debate el exministro Campo, previsiblemente, el equilibrio entre ambos bloques se estrecha (seis progresistas frente a cinco conservadores, tras la reciente incorporación al tribunal del exvocal del CGPJ José María Macías), lo que convertirá en decisivo el voto del presidente de la institución, Cándido Conde-Pumpido, que no quiere verse en la tesitura de su antecesor Manuel García-Pelayo, quien en 1983 fue determinante (su voto de calidad inclinó la balanza) para avalar la expropiación de Rumasa por el Gobierno de Felipe González.
En este primer paso, el TC admitirá hoy a trámite la cuestión de inconstitucionalidad planteada por el Tribunal Supremo, que considera que la normativa contraviene la Carta Magna. La tramitación de este asunto, será, además, prioritaria. Después le llegará el turno, en el Pleno que se celebrará a partir del día 24, al pronunciamiento del Pleno sobre el recurso de inconstitucionalidad del PP, una ponencia que ha asumido por turno el último en llegar, Macías.
Pero en esa sesión, antes de admitirlo el Constitucional ha de resolver las recusaciones planteadas por los populares, que quieren apartar del debate sobre la amnistía no solo a Campo (que una vez se admita su abstención en la cuestión planteada por el Supremo será apartado en cascada del resto de asuntos sobre la medida de gracia), sino también al presidente del TC, Cándido Conde-Pumpido, y a la magistrada progresista Laura Díez, ex alto cargo en Moncloa. Ninguno de los dos, según las fuentes consultadas, tiene intención de abstenerse motu proprio, por lo que la decisión queda en manos del Pleno.
Tampoco tiene en mente abstenerse Macías, quien se pronunció en contra de la amnistía como vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Aunque por ahora, a diferencia de los tres citados no ha sido recusado.
A diferencia de lo que ocurrió al resolver los recursos de amparo de los condenados por el fraude de los ERE, cuando la vicepresidenta Inmaculada Montalbán asumió todas las ponencias, en este caso –al tratarse de recursos o cuestiones de inconstitucionalidad– se ha designado un ponente para elaborar cada resolución. Habrá por tanto, conclusiones contradictorias que se unificarán por aplicación de doctrina en cuanto haya una primera sentencia, sea en el sentido que sea.
Lo mismo ocurrirá con los recursos de inconstitucionalidad con el remite de las autonomías gobernadas por el PP que han recusado a Conde-Pumpido, el exministro Campo y Laura Díez. Lo que se decida al respecto antes de admitir el recurso del PP se aplicará respecto a las recusaciones del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, la Junta de Andalucía y la Xunta de Galicia. Ni Aragón ni Cantabria, Castilla-La Mancha y Murcia han recusado a ningún magistrado.
TITULO: LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - De la crónica negra a reírse de la rosa ,.
LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - De la crónica negra a reírse de la rosa , fotos,.
De la crónica negra a reírse de la rosa,.
“Frente al clásico best seller anglosajón (…) a menudo la novela europea con éxito de ventas posee en buena parte, y ganado por derecho propio, un amplísimo margen de independencia y de calidad perfectamente compatible con las ventas masivas, y que es al mismo tiempo fiel a sus propias raíces y a su memoria. Y que además goza del respaldo del número de lectores suficiente, pese a los agoreros y a los enterradores prematuros, para justificarla y sostenerla con plena salud”. Todo esto vino porque Follett había empezado diciendo que los que hablan
inglés tienen mucha suerte, ya que la literatura en ese idioma domina al resto del mundo. Pérez-Reverte respondió que “sí, es estupendo, pero quizá los que hablan inglés tienen la desgracia de no poder leer la literatura española en español, lo que resulta muy agradable”. De ahí se pasó a hablar sobre si el público angloparlante ignora (por una razón u otra) gran parte de lo que ocurre en las letras del resto del mundo y a si había una concepción diferente del best seller en inglés y en otros idiomas, y cuando Follett dijo que él no escribía para europeos, sino para todo el mundo, y preguntó qué era eso del best seller europeo, el ejemplo que salió a relucir fue, precisamente, El nombre de la rosa, que ese año cumplía dieciocho temporadas en las librerías.
Desde su publicación hace cuarenta años, esta historia de monjes, libros, asesinatos y debates teológicos y literarios en la Italia del siglo XIV ha sido recibida de una forma un tanto suspicaz entre el público angloparlante, viéndola como una muestra más del daño que el catolicismo del sur ignorante ha hecho durante la Historia, y del que ha tenido que ser rescatado por las luces del norte (el protagonista, al fin y al cabo, es Guillermo de Baskerville, un franciscano inglés). Esta impresión que yo siempre he tenido sin haber hecho nunca un estudio a fondo de ella (y basada principalmente en el número de conocidos angloparlantes míos que nunca han oído mencionar siquiera esta obra, además de la manera en que se habla de ella en la prensa en ese idioma), se vio reforzada recientemente con la muerte de Sean Connery, el actor escocés que interpretó a Guillermo en 1986: mientras que en las noticias al respecto en España y otros países “del sur” se mencionaba a El nombre de la rosa como uno de sus papeles más recordados, en las británicas o estadounidenses no aparecía en absoluto, ni siquiera como peculiaridad en su carrera tardía o en su transición hacia su imagen de galán maduro. Supongo que a eso ayuda el hecho de que esa adaptación no fue rodada por una gran productora angloparlante, sino que fue una coproducción franco-italo-germana, para gran alivio de su autor, Umberto Eco, que dejó a Jean-Jacques Annaud total libertad, pero que tampoco quería americanadas en la película, lo cual vino incluso a reforzar la idea de esta obra como significativa a nivel continental, no meramente nacional.
Escrita en italiano por un italiano, Umberto Eco, no es una obra meramente italiana: va más allá desde el principio, como demuestran sus protagonistas inglés y austriaco (el joven Adso de Melk), que al llegar a una abadía en el Piamonte encuentran allí a gente que no solo es de otros lugares, sino que lo llevan en su nombre: el castellano Jorge de Burgos, el sueco Bencio de Uppsala, el irlandés Patricio de Clonmacnois, el escocés Magnus de Iona, el sajón Malaquías de Hildesheim, también el francés Bernardo Gui… Y además, la adaptación a teleserie estrenada en 2019 también es una coproducción italo-germana, con dinero adicional de la Unión Europea. Es como si en el ADN de esta obra viniera escrito que ha de abrir fronteras y unir a gente de varios idiomas y culturas, sea en el latín que hablaban todos en la historia original, o en la diversa mezcolanza de lo que supiera cada uno, tipificada por el inolvidable Salvatore (penitenziagite!), que habla todos los idiomas y ninguno a la vez. En la novela, traducida a lo que cada lector hable. Y en la pantalla, rodada en inglés y luego doblada o subtitulada. Siendo un relato donde aparecen multitud de referencias a libros, tomos y tratados traducidos y traspasados a otros idiomas, llegando hasta el árabe o el griego, todo este motivo de una unidad hecha de muchas diferencias, incluso muchos lenguajes, contrasta marcadamente con la uniformidad del inglés en el mundo moderno.
Y sin embargo, esta obra no está compuesta como un rechazo a lo anglo, ni para establecer ninguna división al respecto. Más bien al contrario, el protagonista es una figura tan a lo Sherlock Holmes (más británico imposible) que su apellido viene de uno de sus casos más conocidos (El sabueso de los Baskerville), su descripción física es casi idéntica a la que Watson hace de Holmes y sospechamos que a veces también busca activar su mente con la ayuda de derivados naturales (masticando hojas de hierba en un caso, usando cocaína en el otro). Lo de «Guillermo» es por Guillermo de Ockham, el pensador inglés que proponía que, en la duda, la explicación más simple suele ser la correcta, principio al cual se adhieren tanto Holmes como Baskerville. El personaje ha sido interpretado en las pantallas por el mencionado escocés Connery y por un neoyorquino de origen italiano, John Turturro, ambas veces en inglés, pero ambas adaptaciones tienen una auténtica ensalada de nacionalidades entre los actores participantes. De hecho, toda la novela está tan hecha de referencias a otros libros, otras culturas y otras tradiciones que es por sí mismo un tratado de técnicas postmodernas, además escrito así a propósito por un autor que era catedrático de semiótica, o sea, de la ciencia del significado de las cosas. El nombre de Adso, que suena mucho como «Watson», es un juego de palabras en homenaje a un diálogo de Galileo dirigido «ad Simplicio», o sea, «a Simplicio», o sea, «a una persona un tanto simple». Jorge de Burgos se llama así y es de allí por Jorge (Luis) Borges, que también fue ciego y escribía sobre librerías misteriosas, laberintos, espejos y libros extraños. Las páginas envenenadas de un libro prohibido salen también en La reina Margot de Dumas. Dante, Kipling, Manzoni, Wittgenstein y casi dos decenas de filósofos y escritores medievales como santo Tomás de Aquino o san Alberto Magno también se han sugerido como influencias más o menos importantes en algunas de las ideas de esta novela, que a quien las pille le alegrarán aún más la lectura, y quien no, podrá seguir disfrutando la trama a un nivel más básico. Una vez publicada, la novela ha dado a su vez origen no solo a una película y una serie, sino también a una canción de Iron Maiden, «Sign of the Cross». Sin embargo, y peculiarmente, el medio en el que más hijastros le ha salido a esta obra ha sido el lúdico: hasta ocho juegos y videojuegos ha inspirado, entre ellos tres españoles (contando como dos las dos versiones de La abadía del crimen).
El misterio de la novela y su resolución están tan bien encajados que la teleserie busca ampliar miras por otros lados, abriendo hueco a un par de personajes femeninos: una pobre pedigüeña que vive a las faldas del monasterio y una hereje dulcinista, de las de arco y flecha a lo Juegos del hambre (o elfa, también apócrifa, de las películas de El hobbit). Por su parte, a Adso se lo convierte en un joven guerrero, de espada y armadura, que abandona los dominios de su padre durante las luchas entre papas y emperadores, para abrazar el silencio benedictino, no sin caer en pecado carnal. En las Apostillas que escribió para el libro cinco años después de la novela, Eco remarcó que al final de la trama «se descubren muy pocas cosas y el detective resulta derrotado», tras haber averiguado tantas cosas a base de ingeniosas deducciones como simplemente debido a coincidencias, hipótesis erróneas y sobre todo tras la búsqueda de un patrón que al final resulta que no existía. Esto también está hecho a propósito: por todas las historias de crímenes en serie donde el punto central es averiguar que el asesino «¡está siguiendo el zodiaco!», «¡está siguiendo los pecados capitales!», «¡está siguiendo la guía de ferrocarriles del año de su boda!», «¡está intentando escribir el nombre de su madre sobre el mapa del país!», aquí la gran idea que era seguir las plagas anunciadas por las trompetas del apocalipsis se revela como una pista falsa donde la privilegiada mente humana ligó más cabos de los que debía, hasta acabar estérilmente maniatada. Así pues, en una época marcada por la búsqueda de la certeza (en qué debemos creer, a quién debemos seguir, quiénes son los falsos profetas), la obra entera acaba demostrando su propia derrota a la hora de encontrar nada preciso a lo que agarrarse. A ello ayuda el que la historia esté (pretendidamente) narrada por el propio Adso cuando ya tiene 80 años de edad, que entremete su propia voz de anciano por entre la descripción de lo que ocurrió, o lo que recuerda que ocurrió tanto tiempo después.
Añadamos a esto otra capa de incertidumbres provocada por el hecho de que esto se supone que es un «manuscrito encontrado» que ya ha pasado por varias manos, y al final lo que nos queda es una rosa muy manoseada, de la que se puede, y se debe, dudar mucho. Incluso su propio título carece de significado preciso, al decir de su propio autor, que buscaba un título «totalmente neutro» que no fuera el simple nombre del protagonista. Hizo una lista de diez posibles opciones, preguntó su opinión a unos cuantos amigos, y El nombre de la rosa fue el más elegido, quizá por su poder evocador de belleza efímera. Eco lo había puesto ahí precisamente porque el motivo de la rosa tiene tantos significados que en realidad no tiene ninguno (Tolkien decía lo mismo de la luz y el fuego como símbolos), pero sin embargo esto no ha detenido a los analistas de todo el mundo a la hora de buscarle una interpretación, basada principalmente en el verso final de la novela, «stat rosa pristina nomine, nomine nuda tenemus». De la rosa aquella, ya solo nos queda el nombre. Todo pasa y se evade, dejándonos solo la palabra con que la nombramos. Como por ejemplo, el perdido libro de poética de Aristóteles. Es este el mismo motivo que culmina en el famoso carpe diem (aprovecha el día, que la vida son dos nada más), y reaparece por ejemplo en Sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII:
Rosa que al prado, encarnada,
te ostentas presuntuosa
de grana y carmín bañada:
campa lozana y gustosa;
pero no, que siendo hermosa
también serás desdichada.
Y es que a pesar de que, como hemos dicho, la novela está escrita con un postmodernismo irónico, paródico y metatextual, a la hora de encontrar un conflicto central en torno al que hilar las muertes y la sensación de que lo que ocurre importa de verdad en la vida del lector, le da mil vueltas a muchas propuestas de best sellers internacionales hechos a toda prisa, especialmente norteamericanos, escritos con una capa de investigación tan fina que es casi traslúcida. La clave central es ese ficticio segundo libro de Poética de Aristóteles, dedicado a la comedia, donde el influyente autor griego justificaba, según los pocos que habían podido echarle un ojo apresurado, que el humor y la risa resultan muy efectivos a la hora de comunicar verdades, sobre todo de las incómodas o de las prohibidas por el poder establecido. En un mundo dominado intelectualmente por los clásicos griegos y latinos, y en lo religioso por un cristianismo interpretado de arriba abajo que se desgajaba y se volvía a reunir a base de palos y hogueras, quien fuera capaz de demostrar que Jesús usó el humor alguna vez y que Aristóteles lo apoyaba habría sido capaz de cambiar la percepción de todo un sentimiento religioso. ¿Que qué importa esto? Dos palabras llegadas desde seis siglos más tarde: Charlie Hebdo. Hay sitios donde se puede contar el chiste de Judas aquel diciendo «¿soy yo, maestro?», y sitios donde te cortan el cuello si te pasas un pelo. De lo que te puedes reír no te da miedo, y lo que da miedo de verdad es alguien que te pueda borrar la risa de un plumazo. O de un bombazo. Incluso fuera del espectro teológico, el debate sobre los límites del humor (¿hay cosas de las que uno no debe reírse ni hacer chistes, y cuáles son y por qué?) es uno que aparece y reaparece cada cierto tiempo, por lo cual es todo un hallazgo, y un osado atrevimiento, hilar toda una novela en torno a un simple libro con ese simple concepto como tema central.
Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Esta abadía aparentemente aislada en medio del monte en medio del invierno va a verse envuelta en otro gran debate teológico de importancia: de los creadores de «¿Jesús se rio alguna vez?», ahora llega «¿era Jesús dueño de las ropas que vestía? ¿llevaba cartera? ¿pagaba en efectivo, en metálico, o era de los que se iba a un recado antes de que pasaran la dolorosa?». Este detalle tiene también suma importancia, porque en una religión hecha a base de imitación de la vida del personaje en el que se basa, la interpretación que se haga sobre lo que él hiciera o dejara de hacer tiene una influencia decisiva en cómo se comportan sus seguidores. Como Jesús oraba, existen órdenes dedicadas solo a orar. Como Jesús enseñaba, muchos frailes fueron y son profesores. Como Jesús sanaba a los enfermos, infinidad de religiosos y religiosas se dedicaban a la medicina y enfermería. Como Jesús echó una vez a los mercaderes del templo, se puede justificar el cabreo, el insulto («¡sepulcros blanqueados!») e incluso la violencia para luchar en este valle de lágrimas contra la injusticia, sin esperar a la recompensa futura tras la muerte. Y así varios ejemplos más. Así que, si Jesús tenía posesiones terrenales, incluyendo una bolsa colgada del cinturón (como hay crucifijos medievales que así lo representan), eso permitiría la interpretación de que la Iglesia que lo sigue e imita no solo puede, sino que debe, enriquecerse, ser poderosa y además demostrarlo pública y notoriamente como medio ideal para alabar a Dios, y que este lo vea, y que los infieles lo envidien. O sea, la respuesta perfecta a todo aquel que durante siglos ha dicho: «¿Tanto hacer colectas para pobres? ¡Que vendan el Vaticano!». Es fácil ver el gran cambio histórico que se habría producido si en vez de una Iglesia guerrera u obscenamente rica se hubiera optado por una interpretación franciscana, espartana, estoica, frugal, puramente de servicio y atención a los necesitados. Cosa que, por otra parte, se intentó muchas veces, pero rápidamente estos brotes eran etiquetados como herejía contra la ortodoxia reinante y los cabecillas purgados. ¿Suena familiar? Y en medio de todo eso, y ocurriendo todo al mismo tiempo, es donde se encuentra Guillermo de Baskerville, intentando rescatar a Aristóteles para la posteridad, detener muertes de monjes envenenados y de herejes en la hoguera y abogar por la opinión de que que no hacen falta posesiones y que Dios proveerá, ya que las flores y los pájaros del cielo no se preocupan como nosotros. Yo dudo mucho de que un autor norteamericano moderno hubiera podido condensar todos sus estudios y toda su cultura en producir algo centrado en unos meros debates ideológicos, más que en una aventura llena de acción y violencia. Eso es un best seller europeo.
TITULO : EL CLUB COMEDIA - Una vida de película ,.
Una vida de película ,.
fotos / Analizar una comedia puede ser un poco como explicar un chiste: o lo pillas o no lo pillas, y si lo explicas se pierde la gracia. Aún así, en este ejemplo en concreto hay muchas cosas que saber y en las que fijarse. Los Monty Python han pasado a la historia como la quintaesencia de lo que el resto del mundo llama «humor inglés», etiqueta que unas veces celebra la genialidad de encontrar comedia donde nadie más lo haría y otras constata la perplejidad de hallarse ante una colección de excentricidades sin gracia para otros que vienen a demostrar aquello de que la insularidad británica («El continente, aislado», decía un titular de periódico durante la Segunda Guerra Mundial) debe de ser una filosofía en verdad existente. Y sin embargo, durante gran parte de su carrera, los Monty Python se esforzaron lo indecible por ir contra la corriente de la construcción clásica de chistes y sketches «a la inglesa», intentando evitar el eterno esquema de planteamiento + frase graciosa final (punchline) con risa enlatada, uno la coloca y otro la remata, como en voleibol. El problema es que a veces la gracia de sus números, en búsqueda de esa renovación cómica, se acababa perdiendo, y lo que finalmente quedaba era un aire surrealista que a veces sí era gracioso y otras veces meramente una ida de olla. Así lo demostraron en su programa de televisión Monty Python’s Flying Circus (1969-74), que tiene tantos momentos geniales como fallidos o simplemente bizarros.
Toda esta experimentación no aparece tanto en La vida de Brian, que es una auténtica obra de relojería en cuanto a la construcción del guión y los gags. Claro que también se trataba de un proyecto muy caro y arriesgado, para el que costó encontrar dinero (lo acabó poniendo George Harrison, el componente de los Beatles) y para el que había que jugar sobre seguro cuanto se pudiera. Así, puede considerarse como la obra madura que un maestro artesano es capaz de hacer sólo tras unir a sus dotes naturales la experiencia de años y años. Los Monty ya habían parodiado con gran imaginación las tradiciones artúricas en Los caballeros de la tabla cuadrada (Monty Python and the Holy Grail) y el éxito de dicha película los llevó a intentar el más difícil todavía con el Nuevo Testamento. Incluso se usaron algunos de los decorados y lugares utilizados en Túnez por Franco Zeffirelli en el rodaje de su Jesús de Nazaret el año antes.
Lo primero que se decidió tras una sesión de brainstorming fue no caricaturizar a Jesús directamente. A pesar de no ser religiosos, y por tanto no tener ningún problema ideológico con meterse con Jesucristo si así quisieran, el grupo decidió que la mayoría de las ideas básicas de Jesús eran positivas y decentes y que la parodia debía ir por otro lado. Y así queda demostrado en la película: las dos veces que Jesús aparece son en poses canónicas que cualquier iglesia cristiana bendeciría: la primera es recibiendo pleitesía en el pesebre, y la segunda pronunciando el sermón de las bienaventuranzas. La comedia en esos episodios no se cachondea de Jesús, sino de esos magos tan sabios que se equivocaron de pesebre («Nos ha guiado una estrella». «Os ha guiado una botella», les responde la irreprimible madre de Brian en una impagable versión española), y de la gente que está lejos del sermón, no oye bien lo que dice Jesús, y al final acaba montando la bronca porque usted no sabe con quién está hablando.
La clave del humor de esta película (y de una gran parte de ese llamado «humor inglés», en cualquier otra serie o film) está en reírse de la autoridad. Los ingleses, por toda su imagen de estirados, son unos cachondos natos, y lo primero que les resbala es la gente que se toma demasiado en serio a sí misma: reyes, papas, ministros, policías, inquisidores españoles, burgueses, ricachones, quien sea. Y La vida de Brian es un auténtico catálogo de gente estirada que cree que sabe lo que hace y que está por encima de los demás, y de quien el guión se ríe sin misericordia. Empezamos por ejemplo con los reyes magos, que con toda su sabiduría, van y se equivocan de pesebre. Seguimos con la pareja de judíos de clase alta que cuando alguien entiende mal la bienaventuranza de los pacíficos (peace-makers) y cree haber oído cheese-makers, hace saltar al marido: «Mujer, no hay que entenderlo literalmente: se refiere a cualquier fabricante de productos lácteos». La lapidación es el ejemplo extremo: se trata como si fuese algo entretenido con lo que matar (ejem) el aburrimiento, y la sátira sobre la prohibición de que puedan asistir mujeres es una auténtica mina. Hay toda una industria de barbas falsas alrededor de ella, y la coña suprema es ver a actores hombres haciendo de mujeres que se disfrazan de hombres para ir a tirarle unas piedras a alguien por decir «Jehová». Por cierto, ¿quién acaba lapidado? El rabino. Cuanto más arriba esté el receptor de la burla, más gracia hace.
Luego llegamos al ex leproso, que beneficiado por una curación milagrosa, todavía encuentra motivos de queja, y querría que Jesús le hiciera un poco cojo los fines de semana para poder seguir pidiendo. «Alguna gente nunca está contenta», suspira Brian. «Eso mismo me dijo Jesús», refunfuña el ex leproso, siguiendo a lo suyo. Y así podemos seguir, viendo caer de sus pedestales a los revolucionarios de pacotilla, defendiendo el derecho a parir de alguien que no puede parir y dividiéndose en grupúsculos cada vez más pequeños (alguno de ellos de un solo componente) que acaban odiándose más entre sí que al enemigo común. En este caso, la bala va disparada hacia los grupos de izquierdas de los 70, que entre tanto debate interno dejaron que Margaret Thatcher llegara al poder en el Reino Unido, pero seguro que puede reconocerse este tipo de burocracia revolucionario-palabrera en muchos otros grupos políticos en cualquier país o momento histórico. La culminación de la sátira contra ellos es la inmortal secuencia de «qué han hecho los romanos por nosotros», donde al final no queda nada contra lo que quejarse, excepto las ganas de hacerlo: «¿La paz? ¡Que te folle un pez!» (Que conste que el original dice simplemente: «Peace? Shut up!»)
Los romanos, que a menudo simplemente son testigos de las imbecilidades de los judíos, también se ven mordidos por la sátira. El centurión que corrige la pintada de Brian mete la pata debido a su afán de funcionario quisquilloso en vez de evitar el problema que debiera evitar, y su ineptitud al registrar el cuartel del FPJ es demencial («Hemos encontrado esta cuchara». «Buen trabajo, sargento»). Sin embargo, esto es sólo los mandos intermedios. Subamos al escalón más alto, y veremos a un Poncio Pilatos a quien le patina la erre, causando el deshueve generalizado no ya entre el juderío hostil sino entre sus propios soldados cada vez que abre la boca. ¿Quién puede tomarlo en serio si no puede uno dejar de reírse? Y cuando llega Pijus Magníficus (genial traducción del mucho menos sutil «Biggus Dickus») y le patina la ese («Zalomón y la reina de Zaba. Zezenta y ziete zediciozoz zaduceoz»), aquello es el acabose. Al final, se acaba perdonando la vida de Brian sólo porque su nombre tiene una erre en medio de la que cachondearse. Así se escribe la historia a veces.
Y sí, al final le acaba tocando el turno a los propios cristianos. O no tanto a los cristianos como a la gente que ve promesas y prodigios donde no los hay. La parte en la que Brian se convierte en Mesías es la más perfectamente construida e «ingenierizada» del film: huyendo del registro de los romanos, Brian cae sobre la peana de uno de los muchos profetas que predicen fuego y destrucción en medio de la calle. Para disimular, Brian empieza a soltar un par de las parábolas que usaba Jesús en la Biblia: la de que si las flores y los pájaros no se preocupan porque Dios proveerá, ¿por qué os preocupáis vosotros?, y la de los sirvientes y los talentos. De nuevo, el guión no se está metiendo con las enseñanzas de Jesús para nada, sino con las interpretaciones idiotas que se hacen («¿Qué tendrá en contra de los pájaros este tío?» «¿No sabe cómo se llamaban los criados de su historia? ¡Se lo está inventando sobre la marcha!»).
Entonces, cuando se marchan los soldados romanos, Brian se queda a media frase y se va. Pero la gente, que antes no le prestaba atención, o se mofaba de él, ahora tiene el antojo de oír el final de lo que decía. Brian no tiene nada que decir, porque sólo estaba disimulando, así que intenta hacer mutis por el foro. Y es entonces cuando no puede sacarse a la gente de encima, porque se acaban de encaprichar de él. Que si no habla por algo será, que si será un secreto, que si será el de la vida eterna… En estas, se le cae la calabaza que le habían dado en el rastro y pierde una sandalia en la huida, y ambas cosas se toman como reliquias a las que seguir por sí mismas, ya que pertenecieron al maestro, sin siquiera ponerse de acuerdo sobre lo que pudieran significar. Acabamos de encontrar a un mesías decente («y lo digo yo, que he seguido a varios») y ya hay herejes con opiniones distintas.
La bola es imparable ya. Brian se mete en el hoyo de un ermitaño con voto de silencio, le pisa el pie, el ermitaño habla, y cuando atrae a toda la multitud, ésta empieza a ver milagros por todas partes: el ermitaño «curado» de su mudez, la baya de enebro que lleva toda la vida ahí… Y empiezan a pedirle que les diga qué hacer. «Idos a hacer puñetas», les dice Brian, ya cabreado. Silencio asombrado (lógico: en la versión original les dice nada menos que «Fuck off!»). Pero ni eso funciona. «¿Cómo se hacen las puñetas?», pregunta la solícita muchedumbre (estaría bien saberlo, dicho sea de paso). Y así la cosa continúa hasta que a la mañana siguiente está media ciudad bajo su ventana. Y cuando Brian decide, ya para quitárselos de encima, darles unas enseñanzas valiosas cual rabí bíblico, el gentío sigue en sus trece. «Debéis pensar por vosotros mismos, sois individuos», a lo que todos responden al unísono: «¡Sí, somos individuos!» «Sois todos diferentes». «¡Sí, somos diferentes!». Incluso cuando uno dice «yo no», lo mandan callar.
¿Todo esto es una parodia del cristianismo? Pues sólo si uno se da por aludido, la verdad. Lo que dice Brian es bien sensato (y hasta cristiano) y lo que se critica es la credulidad extrema, y más que eso, el retorcer la realidad hasta que esta diga lo que tú quieres oír, hasta que coincida con tus ideas preconcebidas. Esto se puede aplicar a movimientos religiosos, políticos, o a las relaciones con familia y allegados. El objeto en este caso es la religión, pero cualquiera que se comporte así y que crea que están satirizándolo en esta película, probablemente merezca creerse que sí, que aluden a él. O ella. Al fin y al cabo, el tema central es el que recogía Umberto Eco en El nombre de la rosa, historia que se centraba en un supuesto libro donde Aristóteles elogiaba la comedia. Y como uno no se ríe de lo que teme, reírse de Dios es perderle miedo, y por tanto perderle respeto, y por tanto con una simple risa se inicia el camino que lleva al ateísmo o la herejía. Y con él la pérdida de poder de la religión organizada. ¿Hay para tanto? Cada uno sabrá.
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