TITULO: Domingo - 15 - Junio - LIARLA PARDO - Valeria Vegas - Documentalista ,.
El domingo - 15 - Junio , a las 18:00 por La Sexta, foto,.
Valeria Vegas - Documentalista ,.
Sara Montiel perdió la virginidad con Mihura, lo cual era muy fuerte en su época»,.
La escritora dirige un documental de tres episodios sobre la actriz española que triunfó en Hollywood que se acaba de estrenar en HBO Max,.
Fue la primera española que triunfó en Hollywood, la que allanó el camino a Javier Bardem, Penélope Cruz o Antonio Banderas. Icono de la comunidad LGTBI, musa deslenguada, mito erótico y carne de una prensa del corazón caníbal e inmisericorde, Sara Montiel fue una mujer libre y moderna. Ese es el retrato que pinta de ella Valeria Vegas, que firma el documental 'Súper Sara', obra de tres episodios que se emite en HBO Max. Llegó a la industria yanqui del celuloide siendo prácticamente analfabeta, sin saber ni jota de inglés, pese a lo cual encandiló a George Cukor o Anthony Mann, que se convirtió en su primer marido. Aunque cosechó éxitos en EE UU, volvió a España, donde arrasó con 'El último cuplé' y 'La violetera'. «Prefirió ser cabeza de ratón que cola de león», dice Vegas.
–¿Cuáles eran los puntos débiles de Sara Montiel?
–Sara tuvo pocas vulnerabilidades, porque era de esas artistas que no pedían perdón ni permiso, y además hacía un poco lo que le daba la gana. Quizás un punto débil, como se muestra en el documental, fue el hecho de no poder tener hijos. Pasaba el tiempo, cumplía 30 años, luego 40, y la prensa le seguía preguntando cuándo iba a ser madre; y eso, según algunos testimonios, fue frustrante para ella. Hasta que adoptó, ya con 50 años, a sus dos hijos, Thais y Zeus.
–¿Fue una mujer osada?
–No sentía culpa, y cuando no tienes culpa al hacer las cosas, eres un blanco fácil para las críticas. Si a Sara le apetecía posar para 'Interviú' con 67 años, lo hacía. Si quería sacar un disco de bacalao, aunque nadie lo entendiese, también lo hacía.
–¿Fueron especialmente duros los últimos años de su vida?
–Fueron duros a causa del cambio en la prensa y la televisión. Ella venía de un mundo donde las figuras públicas eran muy cuidadas, ofrecía reportajes, era querida. Pero en los años 2000, cuando Sara seguía siendo la misma de siempre, los periodistas la empezaron a tachar de gorda y le reprochaban que vistiera con transparencias. Esa prensa del corazón, más incisiva e hiriente, la golpeó y contribuyó, de alguna forma, a destruir el mito.
–¿Cómo llevó la vejez?
–Lo llevó muy bien. Envejecer siendo un 'sex symbol' debe de ser duro, cuando toda la vida te han dicho que eres la más bella. Pero lo que me gustaba de Sara es que no compraba ese concepto tan espantoso de «envejecer con dignidad». ¿Qué es eso? ¿No teñirte el pelo? ¿No maquillarte?
–¿Su belleza era comparable a la de Ava Gardner o Elizabeth Taylor?
–Eso decía George Cukor, que había dirigido a muchas actrices. Cuando ves a Sara, tanto en su etapa mexicana como en el cine de Hollywood o en el español de los años 50 y 60, ves primeros planos cerradísimos de su rostro que no aguanta cualquiera. Eso es fotogenia. Era bellísima.
–¿Cuenta el documental algún aspecto inédito?
–Incluye cintas de vídeo domésticas que nos cedió su familia, grabadas por Pepe Tous, su tercer marido. Sirven para descubrir a la persona. Sabíamos que era una mujer que impostaba el habla, que fumaba puros, que era hierática… pero en esas cintas ves que daba potitos a su hijo, que se bañaba en 'topless', que celebraba la Navidad con amigos. Eso la hace más humana.
–¿Era una mujer de orígenes humildes?
–Venía de la posguerra, de una familia trabajadora y sencilla, como tantas. Lo increíble es que llegase a Hollywood cuando ni sabía ubicarlo en el mapa, como ella misma confesó. Prácticamente analfabeta, aprendía los guiones fonéticamente. Es una historia que hoy ya no pasa: ahora quien prueba suerte en Hollywood va con agente y sabe inglés. Sara salió de un pueblo de La Mancha y consiguió algo digno de película.
«Pecadora nacional»
–¿Qué relación tuvo con Miguel Mihura?
–Tuvo una relación sentimental con él, quien la apadrinó en el plano artístico. Ella misma dijo que perdió la virginidad con Mihura, lo cual era muy fuerte en esa época. No por el hecho en sí, sino porque lo hizo público, sin estar casada, y eso la convertía en una especie de pecadora nacional, sobre todo si nos fijamos en la diferencia de edad. Luego, en México, también se relacionó con intelectuales.
–Y en plena dictadura, transgredir las normas morales.
–Regresó a España a principios de los 60, ya divorciada de Anthony Mann, cuando el divorcio no existía aquí, y luego se volvió a casar. Eso la convirtió en un símbolo de libertad. Contaba, eso sí, con el beneplácito del régimen, porque sus películas se exportaban.
–También era muy fabuladora, algo mentirosa.
–Eso se agradece mucho. No sabemos si es verdad que fuera en el mismo coche que conducía James Dean cuando se estrelló y murió. Pero como se suele decir: no dejes que la verdad te arruine una buena historia.
–No siendo una gran cantante, ni actriz, ¿a qué atribuye su éxito?
–Para mí era una buena cantante. No llegaba a los agudos de una Céline Dion o una Mariah Carey, ni era Rocío Jurado. Pero dominaba los graves y tenía una voz muy personal. No era una gran cantante, pero tampoco era mala. En el cine, le tocaron siempre papeles melodramáticos, de telenovela, que hoy nos parecen un poco 'camp'.
TITULO: Donde viajan dos - De Bilbao a Pontevedra en bici ,.
De Bilbao a Pontevedra en bici,.

La crisis sanitaria está haciendo que cada vez sean más los que optan por desplazarse en bicicleta. Si le ha picado el gusanillo, no lo dude, es el momento de atreverse también a viajar con ella. Antes de lanzarse, es importante planificar bien la ruta, siendo consciente no sólo de los kilómetros que puede recorrer y de los días que uno dispone, sino sobre todo del desnivel. No vale frenar las ganas de viajar en bici porque la distancia entre un alojamiento y otro sea considerable. Siempre hay alternativas, bien sea pernoctando en un hostal de gasolinera o alejándose de su siguiente etapa. La última que hicimos precisamente el verano pasado partió de Bilbao con destino Pontevedra. Teníamos días para poder hacer una ruta tranquila, por lo que antes de lanzarnos analizamos qué queríamos hacer en cada sitio. En esta ocasión, optamos por ir hasta Bilbao en tren, una opción que sería de lo más cómoda, si no fuera porque a estas alturas seguimos encontrándonos, aunque cada vez menos, con algún revisor que pone pegas a un bulto considerable. Con lo fácil que sería cobrar 5 euros por poder ir con la bici sin tanto trajín. Tras el primer envite, tuvimos suerte con el segundo revisor, que además, fue muy amable. En esta ocasión, optamos por dejar «aparcadas» las bicis y disfrutar dos días de la ciudad, sus tapas y de dos museos en los que nunca habíamos estado, el de Bellas Artes, cuya colección permanente merece la pena visitar, y uno en el centro cultural gratuito que nos recomendaron en el alojamiento: el Azkuna Zentroa, anteriormente Alhóndiga Bilbao.
Al día siguiente, con el fin de evitar el tráfico que ya sufrimos en otra escapada, optamos por coger el cercanías. Nos bajamos en la estación Musques-Muskiz. En este caso, por cierto, ni una pega para poder ir con la bici. Como nuestra idea era disfrutar los primeros días de algo de playa optamos por hacer paradas a menos kilómetros, algo que compensamos en las siguientes etapas. Así que nos fuimos a unos 50 kilómetros: a Santoña, donde pudimos disfrutar de la playa de Berria y de los múltiples manjares (no solo anchoas) que ofrece Cantabria. Al día siguiente nos encaminamos a Suances donde llegamos por un camino ciclable que bordea la ría. Son aproximadamente 70 kilómetros, y fáciles de recorrer. Allí, uno puede disfrutar de la playa de La Tablía (una pequeña cala), la de La Concha, que están en entorno más urbano o la de Los Locos, entre otras muchas. Esta última la dejamos para otra vez que vayamos en coche.
El destino de nuestra tercera etapa era Ribadedeva, a unos 50 km. Nos despedíamos de Cantabria para redescubrir Asturias. El mal tiempo no impidió disfrutar de este pequeño pueblo. Al día siguiente llegamos a Colunga recorriendo una ruta que permite disfrutar de la hermosa playa de Vega, en Ribadesella. Eso sí, lo pagas en la subida, con la bici al hombro porque para continuar la ruta hay que subir una empinada montaña con cancelas para que nos pase el ganado. En Colunga sí podemos decir que fue de los sitios donde mejor cenamos. Recorrer 70 km abre el apetito, pero es que aún recordamos las vieras, la cecina y el arroz que cenamos, con un precio que merece la pena. Eso sí, también hacía mucho calor en el restaurante. Ahora bien, como este año lo recomendable es optar mejor por la terraza, adelante la hora de la cena o ármese de paciencia porque todos los locales estaban, al menos el pasado verano, a rebosar.
En la quinta etapa, con destino Candás, erramos en el trayecto. Y pese a ser 60 kilómetros fue quizá el día más duro. El día no empezó bien; me caí en una rotonda a dos por hora por un agujero que había en la carretera. Tras curar las heridas y arreglar el manillar de la bici, el día no iba a mejorar. En Gijón nos fiamos de Google Maps, mal hecho, y acabamos atravesando el Parque de Carbones de Aboño por entrar por la parte del puerto de El Musel. Es peligroso ir en bici por el volumen de camiones y el aire que uno respira. Nos asustamos. Fueron los peores 10-15 km de toda la ruta. Al llegar a Candás, en el alojamiento no nos pusieron ninguna pega pese a estar cubiertos literalmente de hollín. Tras la más que nunca necesaria ducha, pudimos ir a la playa (con una pierna y un brazo lleno de moratones, arañazos y vendas) y tapear junto al puerto. Y lo peor... había una ruta bien hermosa que partía de Gijón según nos dijeron nada más llegar.
Al día siguiente llegamos a Ballota, a unos 64 km. Habíamos estado en otra ocasión, pero únicamente de pasada. Esta vez pudimos disfrutar, pese al mal tiempo, de sus imponentes acantilados. Ese día borró el mal recuerdo del día anterior. Ballota es sin duda parada obligatoria.

De allí fuimos a Tapia de Casariego, donde nos alojamos en un hostal de gasolinera porque no quedaban alojamientos en el pueblo. Comimos bien, pero el emplazamiento no era el más acertado. Al día siguiente teníamos que llegar a Villalba, tierra gallega y unos 85 kilómetros de ruta. Fue una etapa muy dura, de hecho parte del puerto lo subimos a pie de lo empinado que era. Eso sí, una vez allí, el hostal estaba muy bien. En la novena etapa acabamos en Lavacolla, cerca del Aeropuerto de Santiago de Compostela. Fue la etapa más larga, más de 90 km, porque no encontramos al planificar la ruta ningún alojamiento económico disponible y dado que íbamos a pernoctar en un sitio no de lo más bonito, pues mejor ir cansados. Aunque no pensamos que nos fuera a «jarrear». Al día siguiente pese a estar literalmente machacados volvimos a la bici para hacer la última etapa: Pontevedra, una de las ciudades que, al menos para nosotros, tiene más encanto de Galicia. Sin embargo, a poco de empezar nos topamos con una carrera de rallies, ya que no podíamos pasar optamos por participar como público y volver después a Santiago, donde otra vez un tren nos ayudó a llegar a nuestro destino.
