miércoles, 25 de junio de 2025

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 TITULO:  Natural - «España es líder mundial por el compromiso de sus comunidades locales»  ,.   

 Natural  La Sexta emite este miércoles - 2 - Julio   a las 22:30 horas, fotos,.

 «España es líder mundial por el compromiso de sus comunidades locales»,.

 Abreu señala que  hay más exiliados y degradación social por problemas ambientales que por conflictos

 Antonio Abreu. director de la división de ciencias ecológicas y de la tierra de la unesco,.

Las reservas de la biosfera son laboratorios vivos donde se prueban y aplican soluciones para mitigar el cambio climático y la adaptación a sus efectos,.

El drama de la naturaleza es que no sigue los ciclos electorales de 4 años, de modo que los políticos sucumben al corto plazo. Un extremo que no ocurre en España, donde los cambios de gobiernos no afectan a la política de protección de la naturaleza, al menos en lo que se refiere a las reservas de la biosfera enmarcadas en el programa Man and Biosphere (MaB) y que proporciona redes de colaboración e intercambio de conocimiento y experiencias. Eso es así en nuestro país, «gracias al compromiso de las comunidades que habitan las reservas», según asegura Antonio Abreu, director de la División de Ciencias Ecológicas y de la Tierra de la UNESCO, que ha presidido en el castillo de Castellet (Barcelona) la cuarta reunión de gestores de Reservas de la Biosfera Mediterráneas, la red MedMaB, del Centro Internacional para las Reservas de la Biosfera Mediterráneas (UNESCOMED), designado como Centro de Categoría II (C2C) bajo los auspicios de la UNESCO en colaboración con Fundación Abertis.

—La UNESCO cumple 80 años y parece que la estructura internacional que el mundo se dotó tras la Segunda Guerra Mundial ahora está cambiando. ¿En qué situación se encuentra ahora el multilateralismo?

—Ochenta años es una edad muy joven para una creación humana, pero sigue siendo un pilar fundamental del multilateralismo. Tenemos que ganar conciencia de que vivimos una época de verdaderos cambios estructurales, donde los desafíos globales demandan una cooperación aún más ágil y comprometida. La estructura internacional necesita adaptarse, no echar fuera lo que hemos construido, buscando mecanismos de trabajo que puedan adaptarse a la realidad de aceleración y complejidad total que vivimos y con el mismo objetivo de cooperación y de paz, pero el tiempo que vivimos y lo que ocurre, es de una complejidad tremenda. El mayor desafío para UNESCO es adaptarse a un mundo en el que todo está mezclado, porque cuando se habla de biodiversidad también se habla de empleo, cuando antes esto no ocurría. Se necesita un abordaje integrado, inclusivo y policéntrico.

—¿Qué dimensión social tiene lo ambiental en medio de varias guerras a las que se une otra comercial? ¿Estamos cambiando el presente por el futuro?

—Hoy el conocimiento científico disponible nos dice que la dimensión ambiental es un pilar del desarrollo socioeconómico, especialmente en situaciones de conflicto. La pérdida de la calidad ambiental alimenta desigualdades y tensiones sociales al retroalimentarse. No podemos sacrificar el futuro por decisiones que sean cortoplacistas y que no tengan en consideración la dimensión ambiental. Necesitamos una cantidad mínima de naturaleza sin la que no podemos planificar ningún tipo de desarrollo. En la Luna se puede pensar en desarrollo económico porque hay recursos estratégicos, pero jamás será posible el desarrollo social, y no por la falta de oxígeno, porque se puede fabricar, sino porque no hay naturaleza suficiente. La prioridad es salvar vidas ante las guerras y catástrofes, pero al mismo tiempo, hay que asegurar las condiciones de restauración ecológica, incluso por aspectos de identidad social, porque el paisaje forma parte de la historia e identidad de las comunidades.

—¿Qué retos aspira alcanzar en el quinto Congreso Mundial de Reservas de la Biosfera que se celebrará en septiembre de 2025 en China?

—El congreso se organiza cada diez años y aspiramos a fortalecer el papel de las reservas de la biosfera como territorios con gente, porque hay 300 millones de personas viviendo en todas las reservas repartidas por el mundo, como modelos de sostenibilidad, además de ampliar la cooperación internacional y reforzar los compromisos con el clima y la biodiversidad. El clima está claro, pero la biodiversidad es más difusa para los políticos y por eso parece el pariente pobre. Lo que se va a aprobar es el nuevo plan de acción para los próximos diez años. En esta cumbre participa la gente que ya está en el terreno y que ya tiene trabajo y no necesita firmar otros compromisos políticos porque ya los suscribieron en su día a la hora de que los estados miembros propusieron someter una candidatura de reserva de la biosfera. Se trata de desarrollar y reforzar la cooperación en su trabajo futuro y cómo van a aplicar más conocimiento científico y tradicional para reforzar la demostración de que se puede convivir y progresar sin separar naturaleza y desarrollo, sin separar la naturaleza de las personas. Esperamos el refuerzo de esta coalición y que la especie humana encuentre el camino para asegurar la paz con la naturaleza.

—¿Qué contribuciones hacen las Reservas de la Biosfera a la adaptación y mitigación del cambio climático?

—Por definición y práctica lo que se garantiza son territorios convertidos en laboratorios sostenibles con comunidades residentes. Es un compromiso de los actores políticos y los decisores privados, científicos, en suma las comunidades, en una plataforma de diálogo permanente a nivel local pero que aseguran la conexión con estrategias de desarrollo nacional e internacional. Las reservas son laboratorios vivos de demostración donde se prueban y se aplican soluciones para mitigar el cambio climático o asegurar alguna adaptación a sus efectos. Eso se hace a través de una acción de conservación del territorio, pero también de empoderamiento comunitario, porque interpela a todo el mundo al no ser un asunto solo para científicos o decisores o gestores de áreas protegidas.

—¿Son sostenibles las comunidades que habitan las reservas?

—Sobre todo en Europa, son sitios muy rurales o muy alejados de las grandes metrópolis donde se intentan asegurar oportunidades para los jóvenes, de forma que no abandonen su historia y su territorio en busca de mejores condiciones de vida. Más bien al contrario, pueden lograr que estos sitios sean atractivos para que vaya gente a instalarse y, consecuentemente, que haya más infraestructuras y servicios para asegurar una calidad de vida, sobre todo en las zonas de transición de las reservas de la biosfera. Hay modelos que se están trasladando de las reservas a otros sitios y por eso vamos a tener por primera vez un país entero que será todo su territorio reserva de la biosfera. Se trata de Santo Tomé y Príncipe, donde se puede demostrar que el instrumento de la reserva no es exclusivamente para mirar la naturaleza, sino también para abordar el desarrollo sostenible.

—¿En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP30) que se celebrará en Belém, Brasil, en noviembre, se comprobará que el mundo avanza o que ha experimentado un retroceso en los objetivos marcados? ¿Qué espera de esta nueva cumbre?

—Todas las COP son conferencias de las partes y no hay que abordarlas con desilusión. Hay que celebrar en los tiempos que vivimos las partes se juntan para discutir. Esto pasa tanto en la COP de cambio climático como en la de diversidad biológica de la comisión. Cali se consideró que era la COP del pueblo, por el interés y la mayor participación de las comunidades, de los no profesionales. En esta próxima COP será importante y se esperan avances concretos. Hay una presión para tener progresos en compromisos de reducción de emisiones, pero sobre todo de financiación y de justicia climática. Hay países y regiones que son más vulnerables que otros y hay que buscar la equidad. También será un momento de evaluar el multilateralismo climático y cómo se puede ser un poco más eficaz o seguir siendo eficaz. Se continuará trabajando y eso es positivo.

 
Abreu en Castellet con Roser Maneja, directora de UNESCOMED; Georgina Flamme, directora de la Fundación Abertis y Natalia Beltrán, del Organismo Autónomo de Parques Nacionales abertis,.

—¿Hace falta escuchar más a la comunidad científica para poner de verdad esos retos en las agendas políticas y así evitar la mera cosmética?

—Hay que generar mayor compromiso político y asegurar un rol más protagonista a la comunidad científica. Tenemos información que ha costado mucho dinero producir, pero el conocimiento no está siempre disponible y de fácil aprehensión por los decisores, sean familias, empresas o gobiernos. Las decisiones deben traducirse en políticas efectivas. De lo contrario, los discursos se quedan en gestos simbólicos.

—En 1971 nace el programa MaB y ahora hay quien dice que debería llamarse PaB, Person and Biosphere...

—En julio pasado en Agadir se votó el potencial cambio de nombre tras seis años de foros de interesante, rica y positiva discusión y se constató que hay una visión eurocéntrica de occidente, porque otras culturas no tienen ese problema semántico. Por ejemplo, en alemán la palabra «man» significa humanidad. En otras lenguas tampoco existe ese problema. En todo el mundo sólo es sensible la posición occidental, pero los 34 estados miembros que componen el consejo decidieron que si aceptamos ese cambio estamos diciendo que la cultura occidental prevalece en todo el mundo, cuando hay más gente fuera de Europa.

—¿Qué debería hacerse en educación ambiental?

—Es muy importante incorporar la dimensión ambiental en educación, pero que no se trate como un tema complementario, sino como parte central. Ya no se hace en materias como salud o democracia, que forman parte integral de todo el programa y no se limita a un par de actividades.

—Volvamos a 1971 porque al año siguiente el Club de Roma publica su informe `Los límites del crecimiento´. ¿Hemos avanzado suficientemente desde que se produjo esa toma de conciencia pública?

—Hemos avanzado en conciencia y en conocimiento, pero la acción ha sido desigual. Hay mucho trabajo que hacer y hay cosas nuevas que surgen, porque en 1971 no se hablaba de cambio climático, sino de polución, degradación ambiental, toxicidad. Ahora es más difícil que se aseguren condiciones de adaptación de los sistemas naturales a la biodiversidad. Todavía estamos a tiempo, pero urge acelerar la transición para ser más sostenibles.

—¿Por qué España es líder mundial en número de reservas de la biosfera hasta alcanzar el 14% de su territorio?

—Efectivamente, España lidera en el mundo con sus reservas de la biosfera por el compromiso de sus comunidades locales. Seguro que el Gobierno central también lo hace muy bien y el Organismo Autónomo de Parques Naturales (OAPN) es uno de nuestros socios estratégicos, pero son las comunidades las que reconocen el valor de las reservas como una apuesta para el futuro y la calidad de vida de sus habitantes. Este es un modelo de participación ejemplar. Está clara la fuerte identificación de la importancia de las reservas en España para las comunidades y eso arrastra a los políticos locales que, a su vez, lo hacen también con los nacionales. También el Plan de Recuperación y Resiliencia español contempla una línea de financiación específica para reservas de la biosfera, con algo más de 50 millones de euros, lo que significa que existe una gran coherencia desde las comunidades hasta el más alto nivel. También es muy gratificante que aunque cambien los gobiernos no varíe esta visión, y eso es otro indicador de que tiene raíces en las comunidades.

—Cuando faltan 5 años para el cumplimiento de la Agenda 2030, ¿qué evaluación realiza de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)?

—Hay avances y algunos resultados para algunos ODS, pero son desiguales. La agenda en sí misma requiere una aceleración urgente, especialmente en lo ambiental y climático, pero también en lo social. Se concibió en 2015, cuando el mundo era totalmente distinto. Creo que se puede acelerar y vuelvo al concepto de desarrollo sostenible en la línea de lo que me enseñó un profesor: el desarrollo sostenible es una utopía útil a la que no se va a llegar nunca, pero es bueno caminar en su dirección. Sobre todo, hay que parar la degradación del medio natural porque no se puede compensar la pérdida de biodiversidad. Tenemos que asegurar que algunas especies no van a desaparecer porque no hay otras para cumplir su papel en el sistema y algunas son determinantes para el equilibrio y la seguridad de aporte de nutrientes en ríos y en los suelos.

 
Foto de familia reservas biosfera mediterráneas en Castellet 2025,.

—¿Aumentará el número de reservas de la biosfera, cuando ahora hay 759 en 136 países?

—Precisamente este año hemos recibido el mayor número de candidaturas de la historia para ser evaluadas y aprobadas, lo que supone un indicador muy claro de la importancia y del reconocimiento del programa MaB, ya que son instrumentos que apoyan los países no solo a mejorar sus comunidades locales, sino también a cumplir sus estrategias nacionales y sus compromisos internacionales. Tenemos más de 35 peticiones y 5 países nuevos presentando candidaturas por primera vez, desde Europa y África y todo el mundo. Sabemos que para el año 2030 habrá más. El programa MaB, que tiene 50 años, sigue siendo tan atractivo como los tejanos, que antes no se utilizaban y ahora están de moda si están rotos.

—¿Se logrará el objetivo de proteger el 30 por ciento del territorio antes del 2030?

—El objetivo es ambicioso, pero posible si los países se comprometen con acciones concretas y financiación adecuada. Hoy, con solo el 6 por ciento protegido, el reto es enorme pero no imposible. Hay países en Europa y en todo el mundo que utilizan y van a utilizar las reservas y también los parques para cumplir ese objetivo de que el 30 por ciento de sus territorios tengan algún tipo de medida de conservación. Se pueden hacer más parques, pero es caro y no necesariamente efectivo porque en ocasiones genera conflictos de intereses o con las comunidades indígenas. Pero si tienes unos sitios como las reservas de la biosfera, donde el diálogo ya existe, se puede también abordar la biodiversidad en las zonas de transición y llegar más pronto a la meta del 30-30. Portugal ya ha logrado tener el 34 por ciento de su territorio bajo protección. Nuestra red es la mejor para el monitoreo y restauración ecológica, porque la gente que ya está allí sabe de lo que se trata, y lo que se hace allí se puede hacer también fuera. Y ese es el aporte complementario de las reservas de la biosfera frente a la dicotomía errada de que la conservación sea antagónica del desarrollo.

—¿Ve peligrar las millonarias inversiones para la transformación de la economía más digital, verde y sostenible en Europa ante la apuesta por la soberanía industrial?

—No es un retroceso, pero sí una optimización porque no tenemos capacidad para aportar todos los datos para planificar en un mundo muy complejo y acelerado. Veo que el mundo cambia y también hay que mesurar cada decisión para dar pasos, por ejemplo, en transición energética para sustituir los coches, al ritmo actual de explotación para tener litio, se tendría que extraer minerales durante 60 años con la tecnología que tenemos hoy para cambiar todo lo que es fuel por baterías. Como la utopía útil del desarrollo sostenible, hay que apostar en eficiencia en energía doméstica, por ejemplo, porque está más que comprobado que las medidas de eficiencias ahorran más económica y energéticamente que hacer un cambio total, porque tenemos muchas viviendas realizadas hace años y hay que optimizarlas. No se puede hacer todo en un día. Hay que poner realismo con compromiso y eso es difícil en la escala humana. Y no quedar secuestrado por tendencias de movimientos políticos o dinámicas sociales que se extreman pero que no son realistas. Hay que tener conciencia que tenemos que cambiar, pero desde el realismo con diálogo y compromiso permanente, en una dinámica que no es compatible con el modelo de gobernanza a todos los niveles.

—Por primera vez, una especie consciente, la humana, está creando otra especie, la IA…

—La IA es lo que queremos que sea. Un ejemplo positivo lo tenemos en lo que se ha logrado en la isla de Príncipe en el Golfo de Guinea. Un centro chino de categoría 2, similar al UNESCOMED de Castellet, tiene un satélite para estudiar los ODS y es fascinante porque comparte información para tomar datos y medir su evolución. Tienen también un instituto con cien mil doctorados y les preguntaron desde la isla qué podían hacer frente al cambio climático. En dos meses les enviaron un informe a escala de un metro elaborado a partir de todos los datos recogidos por su satélite, desde la evolución de la dinámica costera a cuáles son las áreas más afectados por elementos extremos, así como modelaciones si hay una lluvia de cierta dimensión o una marea fuerte. A partir de este estudio han decidido cambiar de ubicación el hospital y las carreteras para evitar situaciones límites. Esta es una historia de éxito del MaB y de la adaptación de una isla que es reserva de la biosfera con 6.000 personas y con gran biodiversidad y también muchos problemas sociales y ambientales, pero que han apostado por el desarrollo sostenible y el turismo y no por el aceite de palma, gracias a la colaboración de un centro de China con dos universidades.

—El informe '¿Cómo afrontar las desigualdades causadas por el cambio climático? ¿Quién asume los costes?' de UNESCO, cifra en 2.500 millones de personas que podrían estar expuestas a condiciones climáticas extremas en el año 2050, porque, entre otras razones, 239 millones de ellas viven en condiciones de extrema pobreza, con nulas o escasas posibilidades de superar su precaria situación socioeconómica en escenarios climáticos cada vez más amenazantes…

—Este informe es el resultado de un trabajo multidisciplinar. Aunque no sean situaciones comparables y no sea muy políticamente correcto decirlo, hay en el mundo más exiliados y degradación social por problemas ambientales que por conflictos. No se visibiliza ni se tiene en cuenta el impacto social del cambio climático y que la pérdida de biodiversidad genera impacto social y exclusión. El índice de vulnerabilidad permite diseñar políticas. Y la conclusión es que necesitamos políticas más justas, más eficaces. La transición ecológica debe de ser inclusiva, porque si no deja de ser sostenible.

—El informe también cuestiona quién debe soportar los costes, que es el gran elefante en la habitación…

—Ese es el reto, porque nadie va a salir vencedor porque solo tenemos un planeta, no hay plan B y todo está interconectado. Es una necesidad imperiosa muy visible hoy, no solo por valores humanos, aunque también por solidaridad, sobre todo porque somos cada vez más personas y los recursos son muy limitados y no podemos mirar las cosas por sectores. No es se trata de una cuestión ambiental, económica o de salud, es todo al mismo tiempo. No tenemos estructuras sociales ni de gobernanza. Cuando impartía clases, para ilustrar la importancia del medio ambiente utilizaba un gráfico con dos variables de la evolución del número de afiliados a sindicatos y a alguna organización ambiental, del año 1900 a 2015 y su evolución ha sido inversamente proporcional. Hoy en democracia no se tolera que no haya derechos sociales, laborales y sanidad, pero en términos de medio ambiente está creciendo la conciencia desde hace unos años.

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