TÍTULO; SALUD,UNA LUCHA DE TODOS LA VIDA EN ROSA, EL CANCER DE MAMA,.
La vida en rosa
Es el color de la lucha contra el
cáncer de mama, que mañana celebra su Día Mundial. Amalia, Eugenio,
Flavia y Marisa han vencido un combate al que cada año se suman 22.000
españoles
Fue una frase de su hermana lo que convenció a Amalia Luque
de que debía dejar de llorar. «Yo andaba muy enfadada y ella me dijo
que no estaba hablando yo, que estaba hablando mi tumor. Tenía que
cambiar». No era fácil, porque siete años antes su madre había muerto de
cáncer de mama. Revisiones y mamografías la mantenían tranquila,
creyendo que si había algo lo encontrarían. «Ni siquiera me
autoexploraba, hasta que tuve un dolor muy fuerte en un pecho y me
toqué». Amalia, 33 años, profesora de Primaria en Madrid, es una de las
cuatro personas que han accedido a compartir su historia de superación
dentro de una iniciativa de la Asociación Española Contra el Cáncer
(AECC), que las reunió para hablar de sus diferentes formas de afrontar
una enfermedad que cada año ‘sorprende’ a 22.000 españolas (1 de cada 8
mujeres lo padecerá a lo largo de su vida; es el 28,5% de los tumores
femeninos). Pero también a más de un hombre.
«Después de tanto llorar, me planteé un objetivo, vengarme
del bicho que se había llevado a mi madre», recuerda Amalia. No había
hecho otra cosa desde que entró en la consulta para escuchar los
resultados de la biopsia. «Ese día fue horrible. El médico me dibujó una
escalera y un monigote. Me dijo ‘Tú eres el monigote. Vas a ir peldaño a
peldaño hasta llegar arriba, porque el cáncer de mama se cura’». Pero
por mucho que repitiera que el cáncer de mama se cura –de hecho es así
en el 83% de los casos a los cinco años–, el recuerdo de su madre estaba
ahí. Seguía pensando que eso no podía estar pasándole a ella. Pero sí.
Por delante tenía dos operaciones, 14 ciclos de quimioterapia semanal,
cuatro cada 21 días, un mes de radioterapia y el lustro de tratamiento
hormonal.
«Un día me di cuenta de que llevaba sin llorar desde la
tarde anterior. Yo soy alegre, divertida, así que, ¿qué estaba haciendo?
Decidí que el cáncer podía tocarme en lo físico, pero no iba a dejar
que me tocara por dentro. Hice mis tratamientos, intenté estar distraída
y cuidarme, ayuda el sentirte bonita. Es muy importante estar optimista
y rodearte de otras mujeres en tu misma situación. Yaunque aún tengo
por delante cinco años, puedo decir que hoy por hoy he ganado». Lo peor
fue entender lo que había sufrido su madre sin contárselo a nadie,
porque la «sobreexigencia», como explica la psicooncóloga Patrizia
Bressanello, es una reacción habitual en las enfermas, que intentan
seguir ocupándose de su familia aparentando estar bien. «Hay que
intentar estar arriba, sí, pero no es malo sentir miedo», advierte la
experta.
Habla Amalia: «Cuando iba a las pruebas pensaba en que mi
madre había pasado por lo mismo y que yo no me había dado cuenta de
ello. Por mucho que lo intentes es difícil estar a la altura del
enfermo». El del acompañante es otro drama; la mayor parte de las
consultas recibidas en Infocáncer (900 100 036, www.aecc.es), un
servicio telefónico y online donde atiende Patrizia Bressanello, son de
familiares que no saben qué hacer. La psicooncóloga da pistas: «Acaban
en eso de ‘no pasa nada, todo va bien’, pero no funciona. Hay que
conocer la situación, preguntar al enfermo qué le ayuda y qué no. No
imponer una ayuda que no es demandada y huir de las comparaciones como
‘pues a la vecina del quinto...’ Y cuidarse ellos mismos, porque es un
proceso complejo para los cuidadores».
Frases equivocadas
Marisa Gómez, 39 años y química de laboratorio, habla
precisamente de eso, de las frases que preferiría no haber oído después
de que con 28 le dieran la mala noticia:«Aprendí a pedir a la gente que
no dijera que no pasaba nada. Sí pasaba, estaba muy preocupada. Les
decía que con su presencia era suficiente». Su pareja la ayudó mucho,
«tanto que nuestro amor salió fortalecido». Tras los cinco años de
espera obligada tuvieron dos niños. Pero otra vez tuvo que oír frases...
«La gente me decía que no podría darles de mamar. Pero lo hice, con los
dos, durante seis meses, con un pecho fue suficiente». Poder contar
esto hoy la hace feliz.
Rosa es el color del lazo de la lucha contra el cáncer de
mama y de las gafas que la AECC vende por 6 euros para recaudar fondos
bajo el lema ‘No pierdas de vista al cáncer de mama’, sobre la necesidad
de la autoexploración y las revisiones periódicas. Un color que suele
atribuirse a las chicas, por eso quizá Eugenio Gábana, a punto de
cumplir 80 años, nunca había oído que a los hombres pudiera pasarles
algo así. Él entra en ese 1% de varones que padecen una enfermedad
ligada de forma férrea a la condición femenina. Un día de 2004 localizó
en su pecho una «lenteja» que los médicos atribuyeron a un lunar.
Después la lenteja se hizo «avellana». Hasta que un día, trabajando
descamisado en la huerta, oyó a su mujer exclamar: «¿Pero qué tienes
ahí?». «Sobresalía como medio huevo cocido. Una doctora me exploró en
urgencias y ya no me dejó salir. Nunca pensé que podría ser cáncer de
mama, porque no se habla de eso, los hombres estamos un poco
discriminados». Con el tumor le quitaron tres costillas, 19 días de
hospital. Después 26 sesiones de radioterapia. De eso hace nueve años. Y
hoy lo cuenta alegre, intentando quitarle hierro a una enfermedad que
la sociedad ve como la más temible de todas, tres veces más que las
dolencias cardiovasculares, a pesar de que éstas tienen una mortalidad
mayor: «Que esto se cura, se pasa un poco mal con el tratamiento, pero
hay que tomárselo como un dolor de riñones».
El caso de Flavia Milans del Bosch, 60 años, es diferente.
En realidad no ha tenido cáncer, pero ha sido gracias a su decisión de
practicarse una histerectomía (quitar útero) y una mastectomía doble
como medida de prevención, algo que suena mucho ahora gracias a Angelina
Jolie, que tomaba hace unos meses el mismo camino. Las causas genéticas
pueden provocar entre el 5 y el 10% de los casos. Con Flavia estaba
claro;abuelas, tías, primas... todas con cáncer de mama, un mal que
incluso se llevó a su hermana. «Me hicieron un estudio genético y tenía
un noventa y tantos por ciento de padecerlo. Con 50 años me hice la
histerectomía, que es menos agresiva. Seguí con controles cada tres
meses hasta que siete años después el médico me dijo que había llegado
al momento crítico. ‘¿Tú qué harías?’, le pregunté y su respuesta me
decidió: ‘Si yo fuera mi mujer, me operaría ya’. Es una operación
bestia, te abren de lado a lado por el medio de los pechos. Y en esa
misma intervención te los reconstruyen. A ninguna mujer le gusta que le
quiten sus pechos, pero te acaba dando igual la cuestión estética». Al
día siguiente, el médico le fue a dar «la enhorabuena doble, porque en
el tejido extirpado habían encontrado células precancerígenas», recuerda
contenta tres años después.
La línea genética de Flavia no acaba con ella. Tiene tres
hijos, dos de ellos chicas. «Menuda papeleta. El mejor momento para
hacer una buena medición con el test es unos diez años antes de la edad
de la persona que dio el aviso, quiere decir que si mi hermana se lo
descubrió con 44, ellas deben hacérselo con 34. A mi hija mayor le toca
pronto. Ahora está volcada en tener un niño ya, por si acaso. Lo bueno
es que estamos avisadas y podemos poner los medios. En el fondo,
nosotras tenemos suerte».
TÍTULO: EL HORÓSCOPO, Kim Kardashian.
Kim Kardashian
Kim Kardashian | |
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Kim Kardashian en 2011.
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Nombre | Kimberly Noel Kardashian |
Nacimiento | 21 de octubre de 1980 (32 años) Los Ángeles, Estados Unidos |
Ocupación | Empresaria, modelo, actriz, presentadora, cantante. |
Cónyuge | Damon Thomas (2000-2004) Kris Humphries (2011)1 |
Pareja | Kanye West (2012-presente) |
Padres | Kris Jenner Robert Kardashian |
Sitio web kimkardashian.celebuzz.com |
TÍTULO: MUJERES EN PRIMERA LINEA PATRICIA LLOSA,.
RECUERDO / UN REGALO DE CUMPLEAÑOS | |
El puñetazo de Vargas Llosa a Gabo | |
HACE 31 años un directo al ojo del Nobel colombiano zanjó nueve años de estrecha amistad entre dos titanes de la literatura. ¿Envidia? ¿Diferencias ideológicas? En el 80 cumpleaños de García Márquez su biógrafo desentraña el origen de la pelea | |
Antes de la exhibición, García Márquez, que entonces tenía 49 años, se acercó a su amigo para darle un abrazo, y Vargas Llosa, nueve años más joven, le increpó mientras le soltaba un derechazo seco y contundente: «¡Cómo te atreves a abrazarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!». El novelista colombiano cayó al suelo con el rostro ensangrentado (el puñetazo, como muestran las fotos recientemente publicadas, se alojó entre el ojo izquierdo y la nariz), sin emitir ni un quejido, ni una palabra en público. Entonces la escritora mexicana Elena Poniatowska fue a buscar un filete y se lo puso en el rostro al colombiano, tratamiento que durante la noche le siguió aplicando Mercedes Barcha a su marido en su casa del barrio de Pedregal. Y el remedio fue un paliativo tan eficaz, que a los dos días García Márquez apareció sonriente en el estudio de su amigo Rodrigo Moya para que le tomara unas fotos que dieran testimonio de la agresión. Treinta y un años después se acaban de publicar en el diario La Jornada, de México. Fue un final de novela imprevisible en la amistad de dos grandes novelistas de América Latina. Pero nada podía presagiar semejante desenlace cuando se conocieron la noche del 1 de agosto de 1967 en el aeropuerto de Maiquetía de Caracas. Para entonces, hacía tiempo que venían cultivando una amistad epistolar entre México, París y Londres. Se habían leído y sin duda se admiraban. Vargas Llosa llegaba de Londres para ser coronado con el Premio Rómulo Gallegos por su reciente novela La casa verde, y García Márquez llegaba de México para participar en el XIII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana. Pero su objetivo primordial era conocer a su amigo y acompañarle en la concesión de dicho premio. Desde el primer momento se hicieron inseparables: conversaron sobre todo lo habido y por haber, participaron juntos en las sesiones del congreso de escritores, hicieron declaraciones juntos y bromearon con los periodistas. Y durante esos primeros 15 días de agosto siguieron estando juntos en Caracas, Mérida y Bogotá. El 15 de este mes se despidieron en la capital de Colombia, pero sólo hasta principios de septiembre, cuando volvieron a encontrarse en Lima, donde participaron en un memorable diálogo en la Universidad de Ingeniería de Lima y García Márquez hizo de padrino en el bautizo del segundo hijo de los Vargas Llosa, a quien pusieron de nombre Gabriel Rodrigo Gonzalo. García Márquez se instaló en Barcelona a finales de ese año, donde vivió siete años y escribió El otoño del patriarca y los cuentos de La cándida Eréndira. Vargas Llosa continuaba en Londres, donde daba clases en una universidad, hasta que Carmen Balcells le dijo que no perdiera tiempo en la Universidad, que ella se encargaba de asegurarle una mensualidad básica para que se sentara sólo a escribir sus novelas. Entonces Vargas Llosa dejó Londres y se radicó en Barcelona, a una cuadra de la casa de García Márquez, en el barrio Sarriá. Su amistad se estrechó hasta tal punto que compartieron libros, ideas, amigos... Fue entonces cuando el peruano, deslumbrado por la lectura de Cien años de soledad, que aún considera una de las grandes novelas del género, dedicó dos años de estudio a la obra de su colega y amigo. Por su parte, el colombiano no ahorraba elogios cuando se refería a su amigo. Hay tejida toda una maraña de conjeturas sobre el origen del desencuentro de estos dos grandes púgiles de la novela latinoamericana. Cualquier versión que se dé carece de veracidad definitiva. El mismo Vargas Llosa comentó que la verdad nunca se sabría del todo porque ni él ni García Márquez iban a hablar de eso. Hay quienes pretenden que los celos profesionales del peruano empezaron a hacer mella en su amistad, pero esto queda desmentido de antemano por su monumental Historia de un deicidio, que sigue siendo el mejor estudio analítico de la obra garciamarquiana. Otros sostienen que fueron las divergencias ideológicas, que llevaron al peruano a abjurar de la izquierda latinoamericana y del castrismo, lo que empezó a erosionar su relación. Pero aunque pudo haber sido un elemento coadyuvante, no explica por sí solo el cruento puñetazo. Todo parece indicar que el distanciamiento definitivo se debió a un problema, real o inventado, de faldas y de celos. Pero aquí entramos en un terreno de arenas movedizas, donde no estamos seguros de dar ningún paso en firme. La leyenda o una de las leyendas dice que, tras dejar Barcelona y regresar a Perú a mediados de 1974, Vargas Llosa conoció y se enamoró locamente de una mujer que iba en el barco en el que él viajaba con su mujer, Patricia Llosa, y sus hijos. Poco después, el peruano dejó a su familia y se fue a Estocolmo a vivir con la azafata sueca el amor más desaforado de su vida, tanto que se olvidó hasta de la literatura. Mientras, Patricia regresó con sus hijos a Barcelona, y los García Márquez se convirtieron en su pañuelo de lágrimas. En algún momento, mientras departían solos en la cafetería de algún hotel barcelonés, Patricia le pidió un consejo a García Márquez sobre si creía que debía separase de su marido, después de lo que le había hecho. Según versiones próximas al colombiano, éste le dijo que si creía que debía hacerlo, pues que se lo planteara claramente a su esposo cuando volviera, pero que no se precipitara. Otras versiones próximas al peruano sostienen que esa noche ocurrió lo peor (o lo mejor), lo que Vargas Llosa habría de considerar como la gran traición de su amigo. Lo cierto es que, cuando el marido fugado volvió a casa y los esposos se reconciliaron después de una pelea monumental, Patricia se sacó la enorme y vengativa solitaria que había estado incubando en su corazón, echándole en cara a su marido que ella, Patricia Llosa, tampoco había perdido el tiempo, pues había estado «con tu gran amigo Gabo». Vargas Llosa tomó las palabras de su mujer al pie de la letra, según lo dictaba el contexto, y durante más de un año en que no se vio con García Márquez fue alimentando la solitaria del marido celoso, hasta ese día ingrato del 12 de febrero en México. |
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