Llévate
el ticket, vecina, no sea que te pare la policía y te lo pida», le dice
el tendero a mi amiga Ana. Un racimo de plátanos, un kilo de patatas,
seis botellas de agua, dos botes de habichuelas. El ticket de compra se
ha convertido en un salvoconducto para salir de Casablanca; la tienda de
la esquina, en el Café de Rick. Acabáramos. No sé qué tipo de permiso
llevaría encima el vecino de Gran Canaria al que le han puesto 720 euros
de multa por saltarse el confinamiento para ir a mantener relaciones
sexuales con su novia. A sus 53 años, el hombre no ha podido contenerse.
Si las ganas de frungir aprietan, ni el confinamiento se respeta.
Cuando
se acabe la cuarentena ya no hará falta autorización para salir a las
calles. Soñamos con dejar los tickets de compra abandonados en el
mostrador de la tienda, con montar una fiesta interminable, con irnos de
cañas, con viajar, con volver a los cines y a los teatros, con comernos
a besos, con abrazarnos hasta rompernos las costillas. Fantaseamos con
lo bueno porque no queremos ni pensar en lo malo, en el panorama que nos
espera al salir del búnker. Mientras tanto, sólo podemos vivir en el
presente, lo cual incluye aprender a teñirnos en casa y a cortarnos la
melena con las tijeras del pescado: el pelo, insolidario y ajeno a todo,
sigue creciendo; los flequillos nos tapan los ojos, las canas campan a
sus anchas. A ver cómo lo lleva Bigote Arrocet sin su tinte color Violín
Stradivarius. La buena noticia es que ya nos queda menos para ir a la
peluquería: esta pasada madrugada se adelantó la hora. Algo que
celebrar, al fin, que cualquier minuto que le arranquemos al
confinamiento es una alegría. Y cualquier enfermo que haya sanado, otra.
Más grande aún.
Sopa de fideos con huevo y jamón, un plato sencillo y
muy reconfortante un día de frío invierno. Una sopa que gusta a mayores
y pequeños muy fácil de hacer y con ingredientes que cuentan con el
distintivo Degusta Jaén, una marca colectiva
comunitaria que engloba a los productos agroalimentarios de la Provincia
de Jaén como seña y distintivo de calidad a nivel nacional y europeo.
Cada vez que encuentres la etiqueta “Degusta Jaén Calidad” podrás
abrir tus sentidos a un producto agroalimentario excelente de la
provincia de Jaén.supone una garantía de sabor y seguridad alimentaria.
Para elaborar esta sopa de fideos vamos a utilizar huevos de Huevos Bio-Cástulo,
unos huevos de “gallinas felices” que viven en libertad en Linares, en
la granja familiar Verdacluz en la Finca “Cerro Pelao”, son huevos
ecológicos con certificación del CAAE. Añadiremos también jamón serrano de Jamones El Gorrilla,
una empresa familiar de Campillo de Arenas cuyos jamones se curan al
natural gracias al excelente clima de curación de su ubicación. Una
curación artesanal de la que ya quedan pocos ejemplos ha sido la clave
del éxito de este jamón.
Os dejamos a continuación con la receta de Sopa de fideos con huevo y jamón Degusta Jaén.
Cocemos los huevos, pelamos y picamos en trozos pequeños al igual que
el jamón serrano. Ponemos el caldo de pollo en la olla, añadimos el
jamón y el huevo, cuando comience a hervir incorporamos los fideos y
dejamos cocer según nos indique el fabricante.Ya sólo queda servir esta deliciosa Sopa de fideos con huevo y jamón Degusta Jaén bien caliente.
TITULO:
Donde comen dos - «Hemos tenido que organizar nuestra boda dos veces» ,.
Viernes-3- Abril 23:15 por La 1, fotos,.
«Hemos tenido que organizar nuestra boda dos veces»,.
Matrimonio
pospuesto. Después de un año de preparativos y 250 invitados
confirmados, Eduardo y Samuel han tenido que aplazar su 'sí, quiero' a
agosto,.
En
octubre de 2018 coincidiendo con su aniversario, Eduardo le pidió
matrimonio a su pareja, Samuel. Lo hizo escribiéndole un cuento con su
historia de amor que acababa así: '¿Quieres casarte conmigo?'. Samuel le
puso el final feliz con un 'sí, quiero'. Entonces no hablaron de fecha,
solo acordaron una cosa: nada de celebrarlo en verano.
Eduardo
es de Cáceres. Samuel de Balboa, una pedanía de Badajoz. Se iban a
casar el próximo 18 de abril. Han pasado ya nueve años desde que se
conocieron. Les presentó una amiga común en Madrid, donde por entonces
ambos estudiaban.
Tras ocho años
viviendo juntos, el último lo han dedicado a organizar su boda. Después
de tener todo listo, a sus 250 invitados confirmados y las pirámides de
Egipto como escenario de su luna de miel, el coronavirus les ha obligado
a posponer sus planes cuatro meses. Al final tendrán que casarse con
calor, el 1 de agosto.
No son los únicos. La pandemia del COVID-19
en plena primavera ha hecho que bodas y también comuniones se hayan ido
al traste, obligando a aplazar unas citas que llevan meses de
preparativos y mucha ilusión detrás.
«Lo teníamos todo listo. El
Ayuntamiento, el sitio de la celebración, el fotógrafo, el Dj, las
invitaciones repartidas, los regalos preparados, el viaje contratado,
las mesas organizadas e incluso los trajes de novios que nos los
compramos justo una semana antes de que empezara todo», relata Eduardo
Moraleda.
Ese todo se refiere no a cuando el coronavirus llegó a
España, sino cuando su extensión empezó a preocupar en Madrid. Antes de
eso, en ningún momento pensaron que el virus del que llegaban noticias
de China e Italia trastocaría sus planes de boda.
«Sabíamos que
estaba llegando a España pero ni nos planteamos que nos fuera afectar a
la boda. El fin de semana antes de que decretaran el estado de alarma
estaba con mis primos de Sevilla celebrando mi despedida de soltero y,
de repente, todos encerrados en casa».
Ha sido durante estos días
de confinamiento cuando ya no les ha quedado más remedio que tomar una
decisión que, reconoce, ha sido dura. Sobre la mesa, todas las
posibilidades menos una, no casarse. Y eso que muchos bromean con que el
coronavirus le ha dado a las parejas una segunda oportunidad para
repensarse el matrimonio.
La fecha de su boda está fuera de la
cuarentena, al menos de momento, pero aunque se cumpla y finalmente el
11 de abril podamos volver a la calle, Eduardo reconoce que no tendrá
cuerpo de fiesta. «Yo no tengo ganas de casarme tal y como está la cosa.
No me veo celebrando mi boda aunque se levante el confinamiento porque
habrá mucha gente que seguirá mala».
Lo que sí se plantearon fue
casarse sin celebración, es decir novios y testigos en la intimidad como
obligan los protocolos que ha impuesto el coronavirus a los eventos
sociales. Más que nada, dice Samuel, por no enfrentarse de nuevo al
engorro de poner la agenda de la boda patas arriba.
Fue la
familia la que les hizo cambiar de idea. «Hace mucho tiempo que no hay
una boda en mi familia y de los amigos va a ser la primera. Creemos que
se merecen la celebración».
Vuelta a empezar, con la vista puesta
ahora en el 1 de agosto. «Básicamente hemos tenido que hablar otra vez
para cuadrar la fecha con todas las personas involucradas en la boda: el
Ayuntamiento, el Dj, el restaurante, el fotógrafo, los invitados...
Hemos tenido que organizar nuestra boda dos veces». Eso, dice, es lo que
más tensión ha provocado en su relación de pareja.
«Que tapen la fecha con típex»
Han
tenido la suerte de que les ha cuadrado todo. En el Ayuntamiento de
Badajoz quedaba un hueco para oficiar su enlace el 31 de julio y al día
siguiente ya tienen lista la celebración como la habían pensado para
abril. Lo único que no harán de nuevo, dice Samuel, son las
invitaciones. «Que tapen con típex la fecha si quieren», bromea.
Ya
serenos y mentalizados con la nueva fecha, se ha abierto paso el humor.
«Mi madre dice que se va a poner el traje que se ha comprado como sea,
aunque con este confinamiento y todo el día comiendo no sabe cómo va a
hacer para que le entre y yo le he dicho que me voy a cortar los
pantalones y a hacerme unas bermuditas».
Será con calor, de eso
no podrán librarse, pero será pese a que el coronavirus se haya metido
en medio. El próximo 1 de agosto, augura Eduardo, «nos casaremos y lo
celebraremos el doble».
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