No
puedo escuchar tanto a Wagner, ¿sabes? Me dan ganas de invadir
Polonia», bromeaba Woody Allen en 'Misterioso asesinato en Manhattan'.
¿Cómo es posible que la música pueda generar tantas emociones distintas y
tan potentes, muchas veces sin letra, sin una cara que transmita...?
Pruebe, por ejemplo, con el Valse op. 65 nº6 de Prokofiev.
Es muy posible que le ponga la carne de gallina, y son solo notas
musicales más silencios, un ritmo, tonos y modos, cadencias, el timbre
del instrumento y su sonoridad... O con un tema que afecta al parecer de
la misma manera a un buen número de personas, el 'Someone Like You'
de Adele... Dicen que hace llorar a diestra y siniestra. Algo
intangible y que no vemos es capaz de causar en nosotros reacciones
diversas, incluso más que la pintura, tanto como una película o una obra
de teatro, que sí cuentan con componentes con los que, en teoría, es
más fácil llegar a emocionar...
El doctor en comunicación, ingeniero y músico Jordi A. Jauset ha
escrito, entre otros, los libros 'Pero… ¿qué le hace la música a mi
cerebro? (ed. Letrame) y 'Cerebro y música, una pareja saludable' (ed.
Círculo Rojo): «Más que transmitir emociones, la música, como estímulo
emocional, las 'evoca' –explica–, y sus efectos dependerán, entre otros,
de la personalidad moldeada a través de los años por sus vivencias. El
resultado de los estímulos sonoro-musicales, es decir, de la interacción
música-cerebro, depende, por una parte, de los elementos o parámetros
musicales –ritmo, armonía, melodía, dinámica, tempo…– y, por otra, de
las características que nos aportan identidad como individuos: las
experiencias, recuerdos, expectativas, entorno cultural, vivencias,
formación musical…».
«Aquella canción que me gusta afectará a mi sistema de recompensa, desearé escucharla más y puede erizarme el vello»
Jordi A. Jauset
«Si nuestra cultura relaciona un entierro o una boda con un
determinado género musical crearemos un vínculo entre él y la alegría o
la tristeza»
Por este motivo, considera el divulgador
científico que el efecto que nos causa la música debería analizarse
individualmente, «aunque estadísticamente puedan establecerse
conclusiones grupales considerando determinadas variables que pueden ser
controladas, como la cultura, la edad, la formación…». Pone como
ejemplo la eterna cuestión de si podemos o no estudiar escuchando
música: «No puede darse una respuesta concreta, pues depende de la
persona e incluso del momento, del estado cognitivo y emocional». Cita
otro ejemplo, la 'Marcha Radetzki' de Johann Strauss, que se acompaña
con palmas en el tradicional Concierto de Año Nuevo celebrado en Viena:
«Fue compuesta con parámetros musicales que expresan alegría para
exaltar la victoria de una batalla, pero puede llegar a entristecer a
algunas personas».
Modo supervivencia
El sistema auditivo es el sentido que procesa la información más
rápidamente, frente, por ejemplo, al visual, informa Jauset.
«Posiblemente una de las razones es filogenética, pues ancestralmente
actuaba como sistema de alarma ante sonidos que podían interpretarse
como peligros que acechaban y que requerían respuestas rápidas por
motivos de supervivencia». Asevera que la comunidad científica coincide
en que «la música es, de todas las artes, la que demanda más recursos
cognitivos. Solamente escuchando una pieza musical, nuestro cerebro
activa también áreas motoras, aunque estemos sentados cómodamente en un
sofá. Hay gran cantidad de áreas que se activan ante cualquier actividad
musical, ya sea simplemente la escucha, danza, canto, interpretación...
Aunque en unas más que en otras».
En
1991, el psicólogo John Sloboda, de la Universidad británica de Keele,
pidió a 83 voluntarios que escucharan pasajes musicales e identificaran
sus reacciones físicas (lágrimas, nudo en la garganta, piel de gallina,
risas...). Más del 80% dijeron haber sentido diversas emociones. Y en el
caso del llanto, o similares, estaba ligado a momentos de la canción
que contenían un elemento musical llamado 'apoyatura', una nota que no
pertenece al acorde que está sonando y que genera cierta disonancia y
por tanto sorpresa y tensión, que se resuelve cuando la melodía retorna a
lo esperado, a eso que el oyente aguarda según su experiencia musical.
El experto concluyó que cuando una canción utiliza varias apoyaturas,
como el citado tema de Adele, el oyente entra en un ciclo de tensión y
liberación que puede provocar escalofríos o lágrimas.
–
Una melodía puede ser tan bella que nos haga llorar, y no porque sea
triste. Aparte de en la apoyatura, ¿en qué elementos musicales reside
ese poder?
El
que más parece afectar es la parte melódica, con la voz, su prosodia o
entonación. Y las expectativas generadas, es decir, lo que esperamos que
venga a continuación, influyen en la liberación de mayores niveles de
neurotransmisores –como la dopamina–, que están correlacionados con
nuestro estado emocional, provocando incluso los denominados
'escalofríos musicales'. Así, aquella canción que me gusta y me place,
afectará a mi sistema de recompensa, desearé escucharla más veces, y
puede llegar a erizarme los pelos de la piel aumentando hasta un 6% los
niveles de dopamina. Los escalofríos que reflejan momentos emocionales
intensos están asociados a la liberación de esa sustancia, que, en
sujetos sanos, potencia el estado de alerta, la velocidad de proceso de
información, la atención, la memoria y el funcionamiento cognitivo
global.
El símbolo nazi
–Y podemos llorar por varios motivos...
–
Por placer, alegría, melancolía, pena... Las lágrimas procedentes de
una emoción alegre provocada por una obra musical pueden ser una
consecuencia derivada de lo anterior, del placer musical, que cada
persona experimentará de forma distinta. Y, en algunas, podrá estimular
el llanto.
–¿A cada tipo de música le corresponde una
emoción? Un himno nacional, el reggae, una sonata clásica, el
dodecafonismo, el heavy, el son cubano...
– El
compositor puede intentar transmitir determinadas emociones en sus obras
pero las que finalmente experimentará la audiencia serán el resultado
de la interacción de la interpretación musical, nuestros gustos o
características y el conocimiento o no de la obra musical, el entorno en
el que nos encontremos –un auditorio, con o sin amigos, el salón de mi
casa–, mi estado cognitivo y emocional... Por otra parte, si nuestro
entorno cultural estipula que circunstancias alegres o tristes, por
ejemplo, bodas o funerales, se acompañen con un género musical
específico, crearemos un vínculo con las emociones de alegría o
tristeza. Pero, en la cultura occidental, las tonalidades menores
tienden a correlacionarse con melancolía, tristeza… mientras que en
otras culturas muy distintas no es así. Ocurre algo similar a los
colores: el negro es el luto en Occidente, mientras que en Oriente es el
blanco. Si nos referimos a determinadas culturas, sí se pueden
establecer, estadísticamente, correlaciones entre géneros musicales y
estados emocionales, considerando diversas variables como la edad,
formación musical o no, y experiencias personales.
– ¿Y Wagner y las ganas de invadir Polonia que le entraban a Woody Allen?
–
Hitler era un apasionado de sus óperas y lo vinculó como símbolo
musical nazi, por determinadas ideas que había manifestado el propio
compositor. Si desconocemos la obra de Wagner y solo consideramos la
propaganda nazi, posiblemente establezcamos el vínculo con 'invadir
Polonia'. Pero si apreciamos, como músicos, toda su obra, valoraremos de
forma distinta lo que expresaba su música.
El miedo de 'Psicosis' y la energía de 'Las cuatro estaciones',. Investigadores
de la Universidad de California, en Berkley, sometieron el año pasado a
más de dos mil personas, repartidas entre EE UU y China, a la escucha
de otros tantos temas musicales y les preguntaron qué emoción les
evocaba, logrando identificar 13 experiencias subjetivas en las que
personas de culturas tan diferentes coincidían: divertido, molesto,
ansioso (o tenso), hermoso, tranquilo (o relajante o sereno), soñador,
energizante, erótico (o sensual), indignado (o desafiante), alegre,
triste (o deprimente), aterrador (o temeroso) y triunfante (o heroico).
El resultado es un espectacular mapa musical de emociones que puede verse y escucharse aquí. 'Las cuatro estaciones' de Vivaldi consiguió que la gente se llenara de energía, The Clash les animó con 'Rock the Casbah', 'Let's Stay Together' de Al Green evocó erotismo y sensualidad para una mayoría y 'Somewhere Over the Rainbow' cantada por Israel Kamakawiwo'ole les puso alegres. Algunas canciones de heavy metal fueron vistas como desafiantes y la música de la escena de la ducha de 'Psicosis' provocó miedo, tal como esperaba su autor, Bernard Herrmann.
Los
investigadores quisieron asegurarse de que los participantes
experimentaban las mismas emociones siendo de entornos tan diferentes,
es decir, eliminar los prejuicios culturales, y para ello, les hicieron
escuchar músicas instrumentales tradicionales de ambos países, llegando a
la conclusión de que les hacían sentir lo mismo. «La música es un
lenguaje universal, aunque no siempre prestamos suficiente atención a lo
que dice y cómo se entiende», señaló el estudiante de doctorado Alan
Cowen, uno de los autores del informe, liderado por el profesor Dacher
Keltner: «Imagina organizar una biblioteca de música enormemente
ecléctica por emoción y capturar la combinación de sentimientos
asociados con cada pista. Eso es esencialmente lo que ha hecho nuestro
estudio».
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