TITULO: BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - Quién es Lluís Mengual, el ganador de Maestros de la Costura, y qué va a hacer con su firma ,. Miercoles -4 -Mayo,.
BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - Quién es Lluís Mengual, el ganador de Maestros de la Costura, y qué va a hacer con su firma ,. Miercoles - 4- Mayo , fotos,.
Miercoles- 4- Mayo a las 22:00 horas en La1,.
Quién es Lluís Mengual, el ganador de Maestros de la Costura, y qué va a hacer con su firma,.
Lluís se ha convertido en el quinto ganador de Maestros de la Costura.
El catalán se ha alzado con el codiciado maniquí de oro con un diseño inspirado en la historia del cisne negro. Confeccionado con un crepe de lana doble y rematado con nada más y nada menos que 80 metros de pluma, el vestido de Lluís ha conquistado incluso a Eugenia Silva, que ha confesado que se vería luciendo ese diseño. “Directo a Nueva York”, se ha aventurado a decir. “Estoy muy ilusionado y siento que con mi victoria cierro una etapa”, ha afirmado a RTVE Digital. Lo cierto es que la trayectoria de Lluís en Maestros de la Costura ha sido este año completamente diferente al año pasado.
Un aprendiz con muchos fans
Esta edición se ha caracterizado por la mezcla de aprendices nuevos y aprendices veteranos. El de Lluís era uno de los regresos más
esperados, especialmente desde que el año pasado rozara el trofeo de Maestros de la Costura. Nada más llegar, sus compañeros revelaron que admiraban mucho la destreza con la costura de Lluís. Muchos de ellos incluso se declararon fans de Lluís Mengual. En solo una semana, sus compañeros confesaron que era el líder de la casa y un pilar fundamental en ella.
Lluís y Pablo son polos opuestos. Mientras que uno tiene una estética y un estilo más clásico, el de Pablo es mucho más rompedor. Sus personalidades también son distintas pero, sorprendentemente, desde el primer momento encajaron a la perfección. Pablo se convirtió en un gran apoyo para Lluís y pese a que su relación no acabó de cuajar, el valenciano se alegró tanto de la victoria de Lluís como si hubiese ganado él. Incluso llegó al taller en el gran duelo final con una pancarta que rezaba “¿Quién es Lluís Mengual? El ganador de esta final?” ,.
Muy perfeccionista y con mucho carácter
Lluís tiene una personalidad única y, como ha explicado Raquel Sánchez Silva en la prueba de moda nupcial, tiene un gran corazón. Sin embargo, además de tener un gran nivel de costura, es muy exigente consigo mismo y con sus compañeros. Pese a que en alguna ocasión esto le ha llevado a tener algún roce con sus compañeros, su fuerte personalidad le ha beneficiado a la hora de tomar ciertas decisiones. Por ejemplo, en la última prueba por equipos, celebrada en la sede de la firma The 2nd Skin, Lluís decidió de manera unilateral que él sería el encargado de elegir telas. El aprendiz tiene grandes conocimientos de tejidos y supo escogerlos perfectamente. Todo ello derivó en que su equipo ya jugase con un punto a favor durante la prueba frente al equipo contrario.
Lorenzo Caprile, María Escoté y Alejandro G. Palomo han reconocido su talento
Los jueces saben detectar a la perfección el talento y desde que conocieron a Lluís, se percataron de que en él había mucho. Los tres han aplaudido sus aciertos y también le han ayudado a crecer como modista a través de sus críticas constructivas. Incluso María Escoté bajó a ayudarle a coser durante una prueba, después de que Lluís recibiera el privilegio de contar con la ayuda de los jueces durante unos minutos del cosido. “Después de Dolce & Gabbanna, Vittorio e Lucchino, aquí os tengo a los dos, la nueva pareja de moda”, señaló Raquel en ese momento.
Existe una gran complicidad entre ellos y la diseñadora siempre se ha mostrado orgullosa de la evolución del catalán en el programa. Por su parte, Lluís define su relación con María como “muy sincera”. “Es una persona muy luchadora y siento una gran admiración hacia su profesionalidad”, ha confesado a RTVE Digital.
Sus próximos proyectos en la moda
Lluís siente que “ha cerrado un ciclo” con su victoria en Maestros de la Costura. Sin embargo, ahora es momento de centrarse en su marca y de hacerla crecer. “Quiero poder llegar a abrir una tienda física y a tener presencia en showrooms”, ha explicado a RTVE. Lanzó hace poco su colección “Aire del sur”, inspirada en Andalucía y que cuenta con su estilo inconfundible: clásico y elegante. “Intento tomar la alta costura y adaptarla a un estilo más sport”. Para ello se sirve de combinaciones de tejidos como el neopreno o la organza. “Me gustan las líneas limpias, con las mínimas costuras posibles y para ello estudio mucho los patrones”. El diseñador catalán busca que sus prendas sienten bien a todo el mundo. No cabe duda de que Lluís Mengual es un maestro de la costura y seguro que pronto nos sorprende con nuevas creaciones.
TITULO: El Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Elecciones en Francia: Las victorias de Zemmour ,.
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Elecciones en Francia: Las victorias de Zemmour ,.
La candidatura del ultraderechista deja tras de sí la negación de lo que es y significa Francia y otra prueba más de su americanización,.
Houellebecq, hay una cuestión de grado: lo primero casi parece algo razonable. Ese sería el papel más evidente jugado por el ultra Éric Zemmour en la primera vuelta de las presidenciales francesas. El menos obvio sería el impacto que ha tenido en esa Francia multiétnica. El ejemplo paradigmático es la formidable movilización de la periferia parisiense de Seine-Saint-Denis, donde viven minorías de origen africano, argelino, indio, chino, turco y de muchos otros lados, que se agolpan cada mañana sobre el
ramal del tren de cercanías RER para ir a trabajar mientras la gente de los barrios más acomodados de París no coge jamás el metro y solo interacciona con ellas si forman parte de su servicio doméstico. Las primeras han votado a Mélenchon y su idea de la “República criolla”; las segundas han preferido a
Zemmour, el candidato que les instigaba con su teoría del reemplazo y que ha obtenido una considerable ventaja en las zonas más ricas de las grandes ciudades. Geografía e identidad, dos elementos que permiten hablar de una americanización cada vez más evidente de la política francesa.
Zemmour no ha sido un bluf mediático: ha desencadenado un doble efecto que han aprovechado Le Pen y Mélenchon desde posiciones antagónicas. La diferencia es que Le Pen seguirá beneficiándose del Mr. Hyde que representa Zemmour mientras ella sigue jugando a ser el Dr. Jekyll. Que aquél hable de reconquista le permite proponer cómodamente la idea de la prioridad nacional en el acceso a las ayudas sociales, el empleo o el alojamiento, y quedarse tan fresca. Esa afirmación tan nativista de la nación se hace a través de una hábil comunitarización de los valores republicanos, que nacieron con vocación universalista. Macron ha empezado a disputarle esa idea excluyente de Francia al asegurar, desde su liberalismo, que no se opondrá al uso del velo en el espacio público, mientras el Mélenchon de la tercera Francia habla, sí, de la “República criolla”, y también de “la Europa de las naciones”. Pero el universalismo es la negación del nacionalismo y la identidad, algo que empieza a faltar en los discursos políticos de la izquierda. Si Francia abandona el universalismo que la define, ¿qué será?, ¿su vino y su queso?, ¿la Torre Eiffel y la moda? Es otra de las victorias de Zemmour: la negación de lo que es y significa Francia, y otra prueba más de su americanización. Pero este ensimismamiento francés impide ver la escala de lo que nos jugamos en estas elecciones: apostar por Le Pen supone, en realidad, que Europa renuncie a liderar una idea de democracia universalista que sirva de freno al bélico mundo autocrático que estos días nos muestra su rostro verdadero: fosas comunes, violaciones, crímenes de guerra. Mientras, Le Pen acaricia gatitos.
TITULO: EL JUEGO LA PERA - EL JUEGO RELOJ - Universo Valdano - Roma no quiere ser la capital de Italia (del fútbol),.
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Las aficiones de la Lazio y la Roma rechazan que su estadio pase a llamarse Paolo Rossi, héroe del Mundial del 82, pero jugador de la Juventus y sin vínculos con la ciudad,.
Una selección de fútbol es un cuerpo extraño difícil de etiquetar geográfica y culturalmente dentro de un mismo país. Siempre alguien intenta amarrarla a alguna corriente ideológica, a menudo nacionalista, o a algún club: ahí está el caso Piqué y los silbidos. Pero cunde también el error de atribuir sus esencias a una determinada ciudad o a asociarla a algún estadio concreto. Una manera de razonar provinciana que ha llevado a la Cámara de Diputados de Italia a aprobar una moción para bautizar al Estadio Olímpico de Roma con el nombre de Paolo Rossi, mito del calcio y héroe transalpino del Mundial del 82 en España. Pero claro, ¿qué tiene que ver el pobre Pablito con la Roma o la Lazio, los equipos que juegan ahí cada semana desde hace siete décadas? Nada. Y el cabreo es monumental a orillas del Tíber. Muy pocos eventos ponen de acuerdo a dos aficiones fratricidas. Esta vez, sin embargo, la respuesta ha sido unánime: ni en broma.
El razonamiento de los diputados, promovido por la Federación de Fútbol Italiana y la FIFA, condujo al estúpido silogismo. Si Roma es la capital de Italia y la Nazionale es el equipo del país, el Olímpico debía ser la sede oficial de la selección. Pero ni Italia es Inglaterra, ni el Olímpico es Wembley, quizá el único estadio asociado de una forma tan nítida al equipo patrio y al fútbol en mayúsculas. Roma es la ciudad que ha acogido más veces a la selección con 63 encuentros oficiales. Pero está muy repartido: Milán viene justo después con 59 y Turín con 40. La iniciativa, firmada por el diputado Pierantonio Zanettin, de la conservadora Forza Italia, que lidera Silvio Berlusconi, obtuvo 387 votos a favor, cinco en contra y dos abstenciones. Pero hay pocas cosas más alejadas entre sí que las leyes de un parlamento y los sentimientos de una afición (aunque a veces parezcan emanar de un instinto parecido).
La viuda de Rossi, fallecido en 2020, celebró legítimamente la moción: “Estoy conmovida, es una noticia que me hace feliz”. También su hijo. No está claro, sin embargo, lo que pensaría el propio futbolista, cuya carrera no tiene nada que ver con el Olímpico y que, encima, era toscano (de Prato, la ciudad textil convertida hoy en una provincia china). En Roma fue silbado y odiado a partes iguales cada vez que venía vistiendo la camiseta de la Juventus, uno de los principales enemigos de los giallorossi. Este estadio, pese a su molesta pista de atletismo, a conservar todavía a la entrada un obelisco dedicado a Mussolini y a plantear recurrentemente la mudanza de sus inquilinos, sigue siendo un monumento a la romanidad y a los dos clubes de la ciudad, que juegan aquí desde hace 70 años.
Cuando todos los estadios se llaman ahora como aseguradoras o aerolíneas de estados petrolíferos, es de agradecer que se busque el nombre de un héroe del fútbol para el Olímpico. Pero, en todo caso, exclaman ahora los aficionados de ambos equipos, habría que buscar una bisagra entre el odio de ambas curvas. ¿Quizá Fulvio Bernardini o Silvio Piola, que vistieron las dos camisetas? El caso ha tenido respuesta también en el Ayuntamiento capitolino, donde el concejal de Deportes ha dicho que el intento de rebautizar el Olímpico con el nombre de Rossi “es un acto de colonialismo”. Como siempre pasa con estos asuntos, vuelve a emerger la brecha entre las dos Italias, sus jóvenes raíces y la cuestión meridional.
La selección italiana ha tenido siempre más acogida en el sur que en el norte. A menos clubes en Serie A, más afición ha habido por la Azzurra. A Matteo Salvini, por ejemplo, ex vicepresidente del Consejo de Ministros, le encantó durante sus años de independentista ir con quien jugase contra la Nazionale. Para hurgar en la herida, para separar. Y la gracia, justamente, era que a Paolo Rossi se le atribuía haber unido a todo el país durante el verano de 1982. Un hombre que, después de haber penado en el infierno de dos años de descalificación por un asunto de apuestas ilegales, logró zurcir las costuras de una resquebrajada Italia con tres goles como soles en la final de la segunda liguilla del Mundial contra Brasil en el viejo Sarrià. Ahora, gracias al Parlamento, están a punto de convertirlo en todo lo contrario.
TITULO: El país de La muerte de Stalin ,.
El Martes-3- Mayo 22:00 por la Sexta,foto,.
En zona de guerra. La guerra alimenta la psicosis, la delincuencia y el odio interétnico entre los vecinos de un país lastrado por tragedias y matanzas,.
Son las doce de la noche en Odesa. La quietud es la norma, que solo se salta algún perro callejero con esporádicos ladridos. Hasta que empiezan a hablar las armas: Pa. Tatatatatá. Pa. Tatá...
Suenan a kalahsnikov. En pleno centro de la ciudad. Después, la noche se vuelve azul neón. El color de las luces rotativas de los coches de Policía, que dan vueltas y más vueltas, como buscando a los autores de los disparos. Al amanecer, ninguna fuente oficial sabe explicar qué ha pasado. Pero hay ciudadanos que susurran: «Saboteadores; Putin tiene infiltrada una quinta columna preparando la invasión».
La guerra ha vuelto paranoicas a las autoridades ucranianas. Los periodistas internacionales son abordados una y otra vez y sus cámaras, revisadas al milímetro. «Está prohibido -les advierten- tomar fotos de soldados o de estructuras públicas o militares». Cada extranjero, piensan, puede esconder a un espía ruso. «Están por todas partes», se excusa un teniente para justificar el inevitable cacheo. Vladímir, un industrial de Kiev implicado con la defensa de la ciudad, confía a este reportero: «Tenemos nuestra propia contrainteligencia. Si os pillamos tomando imágenes que puedan poner en riesgo nuestra seguridad, podéis acabar en la cárcel por colaboracionismo».
Tiene sentido. Hasta se comprende cuando se constata que los militares caen a cientos por los misiles que les llueven desde el aire, descargados por drones y aviones. Es la muerte silenciosa.
Este ambiente desquiciado afecta gravemente la coexistencia entre comunidades. Con ucranianos étnicos, ya sean de habla local o rusa, conviven albaneses, tártaros, polacos, judíos, armenios, azeríes… Y rusos. «Es de locos. Como dijo el presidente Zelenski, los rusos vienen aquí de vacaciones. Incluso viven entre nosotros. Muchos tienen familia... Se les ha recibido siempre maravillosamente, y ahora una mayoría apoya la invasión. Quieren que nos maten», comenta Olya, una madre de familia de Leópolis. Igor, su marido, apunta una explicación: «Muchos ciudadanos de Rusia ni saben que hay guerra. Se tragan la propaganda de sus gobernantes. El conflicto no sale en los medios o lo hace de manera muy tendenciosa». El matrimonio está muy preocupado por sus dos hijas. El colegio está vedado, salvo para los exámenes, y estudian en casa. «No pueden ni disfrutar de la televisión, porque en todos los canales hay discursos patrióticos. El estrés es terrible para los niños», aseguran.
Sergi, ciudadano de Vinnitsya de 41 años, fue profesor de kick boxing en Portugal. Después, se empleó como guardaespaldas de autoridades en Madrid. «No hay nada que hacer con los rusos -mantiene-. Mi tío emigró a Siberia y ahora es uno más de ellos. Hace poco, mi padre le llamó y comentaron los acontecimientos. Mi tío le dijo que la guerra nos la teníamos merecida. Que era culpa nuestra». Ahora, los hermanos no se hablan.
Un pasado de matanzas
Las balas y las bombas siempre azuzan las fobias entre nacionalidades e ideologías. Y en Odesa se aprecia singularmente bien. La 'perla del mar Negro', que en estas horas de asedio bélico contiene la respiración ante la posibilidad de un inminente desembarco enemigo, es conocida por su arte, sus edificios barrocos y sus playas. Pero también por las grandes tragedias que han regado de sangre su historia. Un pasado de matanzas largo de enumerar: durante la Revolución rusa, con la rebelión del acorazado 'Potemkim' y la posterior represión zarista; bajo el régimen de Stalin, con sus terribles purgas de los años treinta; a manos de los nazis, que exterminaron a decenas de miles de judíos tras asaltar a fuego la ciudad... Luego llegaron las revueltas del Maidán, en mayo de 2014. Grupos prorrusos se echaron a la calle y tomaron algunos edificios gubernamentales, protagonizando escaramuzas que acabaron con la muerte de un miliciano proucraniano. La reacción no se hizo esperar: 46 simpatizantes de Vladímir Putin fueron arrinconados por una muchedumbre liderada por ultraderechistas en la llamada 'Casa de los Sindicatos de Odesa' y quemados vivos. Las heridas jamás cicatrizaron, y la guerra las ha reabierto en canal.
«Hay ciudadanos de Odesa esperando que lleguen los soldados rusos; espiando para ellos. No cabe duda. Aunque son pocos en número; la mayoría, gente mayor, nostálgicos de la época soviética -describe Katya-. Pero también hay autoridades locales; tipos vinculados con la mafia y con el propio Putin. Esos son los verdaderamente peligrosos». Como el 25% de los habitantes de la ciudad, Katya es rusa, de San Petersburgo, si bien ahora ejerce de voluntaria en el movimiento de defensa popular ucraniano. Ella y su marido se sienten de aquí más que de cualquier otro sitio. Lo mismo que su amiga Natasha, que regenta el restaurante más popular de la urbe portuaria: «Ayudamos desde 2014 al movimiento proeuropeísta, alimentando a los civiles que colocan sacos terreros y cosen redes de camuflaje. Solo por eso nos pusieron una bomba. Y una vez que estaba de visita en San Petersburgo, de repente empezaron a golpearme la puerta del apartamento gritando: 'Te vamos a matar, traidora'. Fue terrorífico. Desde entonces, tengo miedo de lo que pueda pasar. Ya no he vuelto a Rusia».
«Parar este horror»
También es rusa Anna, de 27 años, oriunda de los Urales y hoy voluntaria en el puesto montado por la comunidad judía en el mercado del Dragón Rojo. «Me encargo de clasificar las mercancías que llegan de donantes. Aquí hay -señala varios artículos- material de higiene; allá, medicinas; y allí, ropa».
- ¿Qué hace una joven rusa en un puesto de voluntarios de apoyo al Ejército ucraniano?
- Sí, soy rusa, pero no estoy de acuerdo con esta guerra. Llevo en Odesa cuatro años con mi novio, que también es ruso. Aquí se nos acogió muy bien. Nos sentimos miembros de esta comunidad. Así que ponemos nuestro granito de arena para parar este horror.
Kiril, otro activista que procede de Leópolis, asegura que en Ucrania no se margina a la gente por su procedencia. «Yo no hablo ucraniano, solo ruso. Pero nadie me ha hecho de menos por ello nunca -reconoce-. Putin dice que somos nazis, pero son puras difamaciones. El pueblo ucraniano es tolerante. Además, tras la invasión, no va a quedar un solo prorruso en el país. A nadie le gusta esta barbaridad».
Mitri, de 41 años, coordinador de voluntarios en el mercado, no se declara tan diplomático: «Pues sí, hay entre nosotros gente que desea el triunfo de Putin y vernos aplastados. Te contaré algo. Ayer, una amiga mía escapaba de Kiev cuando los rusos dispararon a su coche. Su hija de 9 años recibió un balazo y su brazo quedó amputado. Hay gente que nos saluda y vive entre nosotros pero se alegra de este tipo de salvajadas».
La guerra mata al civismo. Los odios interétnicos son debidamente cebados, mientras aumentan otros delitos. El 8 de marzo, un periodista suizo fue asaltado en Mykolaiv. Tirotearon su vehículo y le robaron hasta el pasaporte. Salió indemne, pero otros no son tan afortunados. Mujeres y niños en fuga han empezado a caer en manos de traficantes de personas. Es el negro légamo de la batalla, que todo lo pervierte. La paz y la convivencia caen presas del odio y la violencia. La invasión militar acaba con seres humanos y genera grupos irreconciliables a muerte. La guerra no da otra salida que la supremacía de los victoriosos sobre los vencidos.
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