TITULO: Cartas en el tiempo -Julio César también conquista la ficción,.
Cartas en el tiempo ,.
Cartas en el tiempo - Julio César también conquista la ficción,.
Miércoles -11, 18 - Mayo a las 20:00 en La 2 / foto.
Las novelas históricas de Santiago Posteguillo y Andrea Frediani son los intentos más recientes de retratar al célebre romano desde la imaginación,.
Sabemos muchas cosas de Julio César. Que era alto pero delgado, de piel muy blanca, que sufría ataques de epilepsia (el morbus comitialis, el primero en Córdoba, según Plutarco) aunque gozaba en general de una buena salud y de una resistencia física admirable, conseguidas ambas a base de ejercicio (era un extraordinario jinete, gran nadador y marchaba a pie, inagotable, a la cabeza de sus soldados) y de una dieta frugal que incluía no beber apenas vino: Marco Catón dijo de él que fue el único hombre que se dedicó a subvertir el Estado sin darse a la bebida, que ya es frase. Suetonio nos cuenta incluso algunos detalles íntimos como que era muy meticuloso en el cuidado de su cuerpo, se hacía depilar y llevaba mal la calvicie: se peinaba desde la coronilla hacia delante para disimularla y “de todos los honores que le fueron decretados por el Senado ninguno recibió o utilizó con más gusto que el derecho a llevar continuamente una corona de laurel”. Hoy hubiera sido candidato a viajar a Turquía, aunque fue allí precisamente (en Bitinia) donde vivió de joven el episodio que más le amargó la existencia (si exceptuamos las 23 puñaladas de los idus de marzo): la relación con el rey Nicomedes que tanto dio que hablar y tanto utilizaron sus adversarios (”la flor de la edad de un descendiente de Venus se profanó en Bitinia”, le espetó sugerente Cicerón un día en el Senado).
Suetonio nos cuenta también que eso no fue óbice para que César, “proclive a los placeres sensuales”, sedujera, como un don Juan con toga, a gran número de mujeres de alcurnia casadas, entre ellas Postumia, Lolia, Tertula y Mucia (no sería por los nombres), y al menos a dos reinas, Eunoe de Mauritania y, claro, Cleopatra. Adúltero recalcitrante, parece también a tenor de lo que le cantaban sus soldados que en campaña en la Galia tiraba del sexo de pago. Valiente y “de gran experiencia en las armas”, tenía pocos escrúpulos, religiosos o de cualquier tipo. Era de natural benevolente y, por ejemplo, a los piratas que lo secuestraron y a los que les prometió que los crucificaría los colgó de la cruz al capturarlos, efectivamente, pero los hizo degollar antes para que no sufrieran,.
Sabiendo todo lo que sabemos, es mucho, sin embargo, lo que ignoramos de César. Y ahí la ficción ha entrado con fuerza, uno diría casi a saco, para rellenar los huecos que nos ha dejado la historia (que sigue brindándonos excelentes ensayos como el Julio César de Patricia Southern que acaba de publicar Desperta Ferro). Ni el chismoso de Suetonio hubiera sido capaz de explicarnos la noche de bodas de Julio César y su primera mujer, Cornelia, como hace Santiago Posteguillo en su nueva novela Yo soy Roma (Ediciones B, 2022), con erección y conversación sobre sexo oral incluidas. También ha servido la ficción para ofrecernos un retrato más de carne y hueso de Julio César, del que solo poseemos las descripciones someras de los historiadores e imágenes (en estatuas y monedas) que no es seguro que le representen a él o sean realistas.
César ha sido convertido a menudo en personaje de novela histórica ―la de Posteguillo, la última, junto con la de Andrea Frediani La sombra de Julio César (Espasa, 2022), ambas inicios de series― y se le ha representado también en cine, teatro, pintura y cómic. Probablemente la representación más popular (hagan la prueba a ver cuál es la primera que les viene a la cabeza) sea la que brindaron Uderzo y Goscinny en sus álbumes de Astérix. Su César, a la vez canónico y desmitificador, sigue gozando de buena salud como se ve en el reciente álbum de la serie, Astérix y el Grifo.
Le han puesto rostro en la pantalla, entre otros, Rex Harrison ―para muchos el mejor (Adrian Goldsworthy, biógrafo de César, lo encuentra “memorable”), algo le habrá ayudado al actor haber sido capitán de la RAF― en la Cleopatra de Mankiewicz de 1963; Cameron Mitchell (de El gran Chaparral a Alesia en la nada despreciable Julio César, el conquistador de las Galias, de 1962, en la que muchos descubrimos en sesión doble quiénes eran los eduos y el ruido que hacen los proyectiles de las hondas al golpear en los cascos), John Gavin (personaje secundario en Espartaco), Louis Calhern, Claude Rains, Alain Delon, Klaus Maria Brandauer (en el biopic de su enemigo galo Vercingétorix, Druidas, 2001), Jeremy Sisto (en la serie europea de 2002) o Ciarán Hinds (la estupenda serie de HBO Roma), el único actor que ha hecho de Julio César y del explorador polar Sir John Franklin, mostrando la misma patricia altivez.
Entre las muchas ficciones históricas sobre César ―género en el que han tenido más suerte romanos menos grandes como Adriano (Yourcenar), Claudio (Graves), Juliano (Gore Vidal) o Calígula (la obra teatral de Camus)―, la mejor es seguramente Los idus de marzo de Thornton Wilder (Edhasa, 2014), que, nos dice el sabio Carlos García Gual, le encantaba a Gabriel García Márquez. Publicada originalmente en 1948, en ella se narra la conspiración, con ecos de la lucha antifascista, a través de material inventado pero muy verosímil: cartas, entradas de diarios (incluso del propio César), informes, inscripciones, grafitis… César, de Alan Massie, narrada por Décimo Bruto (el otro Bruto de la conspiración), en Martínez Roca (1999), y las dos entregas El joven César y César imperial del británico Rex Warner (Edhasa), presentadas como supuestas autobiografías, son muy interesantes; y las series de Conn Iggulden (la musculada Emperador, El Aleph) y Colleen McCullough (Señores de Roma, en Planeta, con el pájaro espino devenido águila de aquilífero) muy populares.
Valerio Manfredi, uno de los escritores más populares de novela histórica y que realizó la que probablemente sea la mejor sobre el otro gran conquistador de la Antigüedad (con el que César quería compararse), Alejandro, en tres tomos, es autor de una curiosa novela cesariana titulada también Los idus de marzo (Grijalbo, 2009), pero en la que hace el truco de prestidigitador de que César ¡no sale! Vaya escaqueo Valerio Massimo. “Es cierto, lo evité, está centrada en un centurión que trata de salvar a César de la conjura, pero llega tarde”, ríe al otro lado del teléfono Manfredi, que aún sufre las secuelas del “terrible” accidente que sufrió en 2021 al intoxicarse con una estufa y por el que pasó tiempo en coma inducido. Manfredi, que recibe de este diario con tristeza la noticia de la muerte de Mario Muchnik, su primer editor en España, y que escribe en la actualidad una novela sobre Germánico, considera que César es un magnífico sujeto literario, pero él ya tuvo suficiente con medirse con Alejandro. “Hacer novela histórica es algo muy distinto de escribir historia, y a veces mucho más complicado”, suspira. Al preguntarle a cuál de los dos prefiere, Alejandro o César, responde sin dudarlo: a Ulises, al que ha dedicado una revisión desde el género (literario). El escritor no ha leído aún Roma soy yo pero no duda de que ha de ser “muy buena”, porque “Santiago es muy bravo” y le desea lo mejor en su pulso con Julio César (la novela es la primera de seis, y concluir la serie con toda la vida del personaje le llevará al autor valenciano hasta 2032).
Posteguillo ha sentido durante años la presión de novelar la vida de César, pero hasta ahora no se había sentido capaz. “Es el número uno de Roma”, subraya, “y tienes que ir muy bien equipado histórica y literariamente, no abordas narrativamente a un personaje con tantos matices y aristas sin un enfoque muy potente y original”. El suyo ha sido arrancar con la faceta de abogado de Julio César y su primer caso; vamos, convertir a César en carne de thriller judicial. Es consciente de que el gran reto lo tiene por delante, cuando lleguen los momentos más conocidos de la vida del personaje ―conquista de la Galia, guerra civil, Cleopatra, asesinato―, y su obsesión es “no decepcionar” al relatarlos. “Hay que ir con mucho tiento y trabajar mucho para estar a la altura de las expectativas que provoca el nombre de César”, reflexiona.
En cierta manera compite no solo con los muchos que han escrito sobre Julio César (entre ellos, ¡Shakespeare!, cuyo Julio César ha dejado frases tan icónicas como las propias Alea jacta est o Veni, vidi, vici: “los cobardes mueren muchas veces, los valientes solo una”, “cuídate de los hombres delgados” o “César saldrá” ), sino con el propio César que escribió de sí mismo en sus Comentarios a la guerra de las Galias. “¡Y escribía bien!”, exclama Posteguillo, “eso lo hace aún más complicado, pero, en fin, para eso están los desafíos literarios, y en realidad me da más miedo competir con la imaginación de los lectores”. Considera que, pese a que los acontecimientos principales de la vida de César sean bien conocidos, le queda “un margen de sorpresa”. Iremos viendo.
Para Posteguillo, cuyo Roma soy yo lleva provocadoramente como subtítulo “la verdadera historia de Julio César”, tiene sentido novelizar al gran general. “Se pueden explicar cosas de la historia de manera más sencilla y atractiva; la novela histórica te permite rellenar vacíos, que son muy frustrantes, no con hechos, pero sí con hipótesis”. El escritor considera, paradójicamente, que en la novela “todo ha de tener una explicación verosímil, a diferencia de la realidad, que es a veces inverosímil”. Por ejemplo, señala que lo raro no es que asesinaran a César sino que no lo hubieran matado antes.
De las novelas históricas sobre César dice que ve “recovecos” y espacio donde construir su propio personaje. “Colleen McCullough, que me gusta mucho, rehuyó la parte bélica, por ejemplo, y eso me deja margen; mientras que a Frediani no le cae bien César, al revés que a mí, que le admiro”. Posteguillo no entra al trapo cuando se le pregunta si considera La sombra de Julio César contraprogramación de su ex editorial Planeta, aunque apunta que “no es nuevo que cuando se intuye que por alguna razón un personaje va a estar de moda se publiquen otras cosas a la vez; no me lo tomo como algo personal”. Su Julio César favorito de ficción es el de Shakespeare, y Rex Harrison en el cine. Confiesa tenerle cariño al de Astérix.
Por su parte, Andrea Frediani afirma que le encantan también los libros de Colleen McCullough, pero que en los últimos años ha escrito tantas novelas históricas que prefiere leer obras de otro tipo. “Así que no conozco las novelas de Posteguillo, Iggulden, Max Gallo o Manfredi, aunque he leído mucho en el pasado a Manfredi y es un maestro. Pero la vida de César es tan densa que siempre encuentras algo para escribir sobre él, algún elemento olvidado o dejado de lado por otros autores. Y como César era un genio, escribir sobre él es siempre un reto estimulante. Creo que la novela puede ayudarnos a conocer la psicología de César, que raramente encuentras en los ensayos y otras obras acerca de él. ¿Qué pensaba realmente?, ¿qué amaba y odiaba? Un novelista puede tratar de responder a esas preguntas”.
Para su propio enfoque, Frediani (Roma, 1963) ha elegido como hilo conductor de su novela la amistad traicionada entre César y su amigo y subordinado Tito Labieno. ¿Hasta qué punto es histórico ese recurso? “Muchos han novelado a César antes, tenía que encontrar un asunto original y descubrí que esa amistad transformada en rivalidad era una historia excelente, y que cubría casi toda la vida de César. Algo interesante no solo para los que quieren saber de Julio César sino para cualquier persona, porque el de la amistad traicionada es es un tema eterno, válido para cualquier tipo de novela. No sabemos cómo y por qué se hicieron rivales, la fuente que lo explicaba se ha perdido, así que yo tenía grandes posibilidades de crear una buena historia, con un giro que se descubrirá al final y en el que presento una nueva teoría sobre esa amistad”.
Sobre cuáles considera las películas que han captado mejor la esencia de César o han influido más en el imaginario popular, dice que cree que la mejor es la serie Roma. “Hay muchos peplums, películas de serie B que no muestran la personalidad real de César y no respetan las fuentes. Por supuesto, hay un par de filmes inspirados en Shakespeare, pero Julio César no es el personaje principal en ellos porque la trama es sobre su muerte, claro. Aunque parezca mentira, una película seria en la que César sea el personaje principal no existe. Espero que antes o después alguien use mi saga para una película o una serie televisiva”.
Incluso más que Posteguillo, Frediani da mucha importancia al aspecto militar de la vida de César. Y describe con mucha verosimilitud las batallas. Algunas escenas quedan grabadas indeleblemente en la memoria del lector de La sombra de Julio César, como el empuje letal de los legionarios contra los carros de Ariovisto o la mutilación de los cadurcos. ¿Tiene experiencia militar? “Cuando era niño los videojuegos no existían, ni tampoco muchos programas de televisión, así que un niño debía limitarse a jugar con soldaditos, y yo tenía muchísimos, porque mi padre era coronel. Crecí con el interés por la historia militar. Por tanto, fue natural que mis primeras novelas (y la saga de Dictator fue publicada en Italia en 2011) estuvieran dedicadas a grandes comandantes y grandes guerras. Siempre trato de no contar el combate de manera edulcorada sino como es de verdad, con olores y sonidos de la batalla, a la manera de lo que enseñan grandes historiadores como John Keegan o Victor Davis Hanson. Hubo una época en la que la batalla en la literatura era solo épica, ahora es tragedia humana. Escribo sobre otros aspectos, claro, no solo los militares, pero tengo contacto con grupos de recreación histórica, y los veo luchar como legionarios o gladiadores y aprendo así muchas cosas sobre las antiguas batallas. Es como una película que pasa en mi mente y la describo”.
A diferencia de muchos otros novelistas, cautivos del carisma de Julio César, Frediani no le es favorable en su retrato. ¿Responde a algo personal, a una opción narrativa, o considera que el personaje real era así? “Para el historiador, categorías como bueno o malo no tienen valor. César era ante todo un hombre extremadamente ambicioso”, responde Frediani en plan Bruto (hay que recomendarle que no viaje a Filipos). “Se consideraba semidivino, descendiente de Venus, con el derecho a usar a la gente para convertirse en el salvador de Roma. Y para salvar a Roma del declive, de incapaces senadores y de la pobreza, cualquier cosa le parecía legítima. Desde joven deseó ser como Alejandro”. Ese era un vicio común, Pompeyo se hizo llamar El Grande y, como recuerda Mary Beard en SPQR (Crítica, 2016), vestía un manto que decía que había pertenecido al macedonio y que ve a saber de dónde lo había sacado. “La prueba de que César fue arrogante y sin escrúpulos es que incluso los que ayudó a prosperar y los que perdonó tras la Guerra civil, como Bruto y Casio, le mataron”.
¿Era realmente un genio o el hombre de las circunstancias, un tipo con suerte?, ¿hasta dónde hubiera llegado sin los idus? “Quizá de no haber sido asesinado entonces hubiera sido considerado el mayor general de la historia, porque su plan era ir a conquistar el imperio parto. Pero si hubiera fallado en esa campaña, como Craso, podríamos decir que triunfó solo contra bárbaros y contra un Pompeyo en declive y no contra un imperio de verdad, y por tanto no sería un general tan relevante. No lo sabemos. Ciertamente tenía genio, con una mente muy abierta, proyectada al futuro y más rápida que la de los otros. Pero su heredero, Augusto, fue un genio mayor, porque entendió lo que César no: los romanos de la República odiaban a los reyes, si querías mandar sobre ellos debías proponerte como un coordinador, no como un autócrata”.
¿Nos interesa tanto Julio César también por los paralelismos modernos?, ¿ofrece alguna lección para hoy? “Un hombre como César puede emerger precisamente en una democracia declinante, cuando un político es capaz de alcanzar el poder con la fuerza del ejército y entonces imponerse cambiando leyes para favorecerse a sí mismo. Puedes encontrar algún César en las dictaduras, en África o Asia, y en el pasado reciente en Sudamérica o en Europa. Hay que recordar que la palabra zar deriva de césar, y que en Rusia y la Unión Soviética muchos autócratas se consideraban césares. Sin embargo, César luchaba en la batalla junto a sus hombres y hoy los jefes de Estado no acostumbran hacerlo: prefieren enviar a la gente a luchar por su ambición”.
TITULO: Las rutas de Ambrosio - Ruta Senderista Solidaria con la familia que perdió todo en el incendio de su vivienda en Castuera ,.
El sabado -14, 21 - Mayo a las 19:10 por La 2, foto,.
Se celebrará el domingo 6 de marzo con salida a la 9:30 horas desde el paseo de Santa Ana,.
Los clubes de senderismo ‘Luna Serena’ de Castuera, ‘Arsa’ y ‘Asociación Senderista’ de Zalamea de La Serena, ‘La Vereda’ de Campanario, ‘Peña del Diablo’ de Miajadas, ‘La Dehesa’ de Mérida, la Asociación Deportiva Villa de Torremejía y el Club Senderista de Quintana de la Serena, en estrecha colaboración con el ayuntamiento de Castuera, Policía Local y Protección Civil, han organizado para el domingo 6 de marzo una Ruta Senderista Solidaria con la familia que perdió todo en el incendio que arrasó su vivienda el domingo día 30 del pasado mes de enero.
Para poder participar, las personas interesadas pueden hacerlo contactando con alguno de los clubs de senderismo organizadores. La cuota de inscripción general es de 8 euros y de 9 euros si se incluye la comida de convivencia que se celebrará en la terraza ‘Central Park’ del parque de Santa Ana una vez finalizada la ruta.
La organización también dispone del dorsal ‘000’ abonando la cuota en número de cuenta: ES5401821940 200201597987 o a través de Bizum en el número de teléfono 620449963.
La concentración será el domingo 6 de marzo a la 9:00 horas en el Paseo de Santa Ana y la salida a las 9:30 horas para recorrer una ruta de aproximadamente 12 kilómetros con una dificultad baja y asequible para personas de todas las edades.
TITULO: LAS RUTAS DE VERONICA - El playoff y el descenso, en juego,.
El sabado- 14, 21 - Mayo - a las 18:10 por La 2, foto,.
Acaba la liga con emoción para ocho equipos que desconocen su suerte en la última jornada y cuatro plazas por decidir,.
Poco antes de las 20.00 horas de hoy se sabrán las dos eliminatorias de la fase regional del playoff de ascenso a Segunda RFEF y qué dos equipos acompañarán al Extremadura B en su descenso a Primera Extremeña. Cuatro conjuntos pelearán por dos puestos en el tren de cabeza que faltan por definirse y otros cuatro harán lo propio ,.
TITULO: ¡ Qué grande es el cine ! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES - 13, 20 - Mayo -ROBERTO AGUIRRE: «EL EMPATE NO NOS VALE, SOLO PENSÁBAMOS EN GANAR» .
¡Qué grande es el cine!,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentacLa actriz Juana Acostaión de la película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
¡ Qué grande es el cine ! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES -13, 20 - Mayo - ROBERTO AGUIRRE: «EL EMPATE NO NOS VALE, SOLO PENSÁBAMOS EN GANAR» ,. , fotos,.
El míster, Roberto Aguirre, ha valorado el encuentro como «difícil» con un «Tamaraceite que ha competido a muy buen nivel. Ellos tenían más el balón y nuestra presión no tenía resultado positivo, estuvimos muy incómodos todo el partido.» Los rojiblancos intentaban «hacer daño en transiciones y no permitir al rival llegar a nuestra área.»
El técnico reconoce que «el empate no nos vale, solo pensábamos en ganar y no hemos podido. No nos hemos desarmado y hemos competido hasta el final.» Solo una bala tiene el Don Benito este próximo domingo ante otro descendido y que la suerte esté de su lado en cuanto a los demás decimoterceros.
TITULO: ¿Dónde estabas entonces? - La larga historia de las noticias falsas ,Martes -10, 17 - Mayo,.
Este martes -10, 17 - Mayo ,. , a las 22.30, La Sexta emite una nueva entrega de la tercera temporada de '¿Dónde estabas entonces?', presentada por Ana Pastor. foto,.
La utilización política de las mentiras empezó mucho antes de las redes sociales, la construcción de otras realidades ha sido una constante desde la antigua Grecia,.
La primera víctima de la guerra es la verdad, sostiene un viejo dicho periodístico. Aunque lo cierto es que bien podría decirse que la verdad es víctima recurrente en cualquier sociedad organizada, porque la mentira política es un arte tan viejo como la civilización. La verdad es un concepto escurridizo en metafísica y cambiante en ciencia —un nuevo descubrimiento puede anular lo que se daba por cierto—, pero en el día a día el asunto es muy diferente: hay cosas que han ocurrido y otras que no; pero los hechos, reales o inventados, influyen en nuestra percepción y opinión.
Desde la Antigüedad, verdad y mentira se han mezclado muchísimas veces y esas realidades falsas han influido en el presente. Ya lo escribió el gran historiador francés Paul Veyne en su ensayo ¿Creían los griegos en sus mitos? (Granica): "Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia".
Llegados a este punto conviene hacer una distinción entre noticias falsas y propaganda: ambas crecen y se multiplican en el mismo ecosistema, pero no son exactamente iguales. La propaganda busca convencer, ser eficaz, y para eso puede recurrir a todo tipo de instrumentos, desde el arte hasta el cine, los pasquines o las redes sociales. Las noticias falsas, una de las ramas de la propaganda, son diferentes: buscan engañar, crear otra realidad. La preocupación por la forma en la que estos engaños cuajan y por los mecanismos a través de los que se crean y se multiplican no es nueva: Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra (Réflexions d'un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Allia, 2012) es el título de un pequeño e influyente ensayo que publicó originalmente Marc Bloch... en 1921.
Este historiador, asesinado por los nazis en 1944, fue uno de los más influyentes del siglo XX. Impulsó la Escuela de los Anales, que cambió el foco de la investigación del pasado hacia la vida cotidiana, y regresó de las trincheras de la Primera Guerra Mundial alucinado por la importancia que las noticias falsas habían tenido. Eso le llevó a reflexionar sobre su origen y difusión en un texto que podría haber sido escrito en la era del Brexit, Vladímir Putin y Donald Trump, en estos tiempos de las redes sociales y los mensajes virales. "Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ¿Cómo nacen? ¿De qué elementos extraen su sustancia? ¿Cómo se propagan y crecen?", escribe, para señalar un poco más adelante: "Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones". En otras palabras, las noticias falsas necesitan gente que quiera creerlas.
Cambiar la historia
El siglo XX y lo que llevamos del XXI ha sido la era de las mentiras masivas. Tres de los grandes conflictos en los que se metió Estados Unidos en ese periodo empezaron con invenciones: la guerra de Cuba (1898), con la manipulación de los periódicos; la guerra de Vietnam (1955-1975), con el incidente del golfo de Tonkin, y la invasión de Irak en 2003, con las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. "La guerra contra España fue obra de Hearst y de Pulitzer", escribió el reportero Manuel Leguineche en su ensayo sobre el nacimiento del periodismo sensacionalista, Yo pondré la guerra (El País Aguilar). "Fue su gran oportunidad de cambiar la historia, de crear una psicosis de guerra, de fabricarla, por medio de sensacionalismo, tirada, circulación millonaria, venta masiva, patada en el estómago del lector".
A la vez que surgieron los diarios de circulación masiva, nació un cierto escepticismo hacia ellos. Era como si algunos se empeñasen en demostrar que la verdad estaba en otro lado. Esa desconfianza se prolonga hasta nuestros días con aquellos que creen erróneamente que la prensa cuenta mentiras y las redes sociales verdades. Con el telégrafo llegó la posibilidad de enviar rápidamente historias a larga distancia, con la linotipia se pudieron imprimir masivamente y con los nuevos medios de transporte se distribuyeron en numerosos lugares. Pero en ese mismo momento, a finales del siglo XIX, surgió la desconfianza hacia lo que contaban, la misma que nutre ahora a los que buscan esa otra verdad en Facebook, que para algunos es la única ventana al mundo. Es muy significativa en ese sentido una escena de Estudio en escarlata, la primera novela de Sherlock Holmes, publicada en 1887, en la que el detective y Watson repasan los diferentes diarios —The Daily Telegraph, Daily News, Standard— y todos cuentan una versión falsa del crimen que están investigando, impulsada por motivos políticos: unos culpan a los europeos, otros a los extranjeros o los liberales. Ninguno maneja una pista fiable.
Una de las grandes tragedias del siglo XX, las matanzas masivas promovidas por los grandes totalitarismos, logró esconderse detrás de noticias falsas. Las dictaduras nazi y soviética no solo fabricaron falsedades tremendas, sino que fueron capaces de construir otra realidad en la que lo verdadero y lo falso eran elementos accesorios. Como señaló el escritor francés Emmanuel Carrère, "en la URSS no se abolió la propiedad privada, se abolió la realidad". Ahora puede resultar casi increíble que mientras Stalin asesinaba y deportaba a millones de personas, la bondad del socialismo se mantenía como un dogma en grandes sectores de Occidente. Demasiada gente pensó, de buena o mala fe, que la realidad era, en ese caso, una noticia falseada. El historiador Tony Judt lo explicaba así en Pensar el siglo XX (Taurus): "Los que entendieron correctamente el siglo tuvieron que ser capaces de imaginar un mundo para el que no existían precedentes. Tuvieron que suponer que esa situación insólita y a todas luces absurda estaba sucediendo en realidad, en lugar de dar por hecho, como todos los demás, que era grotescamente inimaginable".
Mensajeros del desastre
La historiadora francesa Annette Becker ha estudiado la influencia que la propaganda de la Primera Guerra Mundial tuvo en la Segunda. Las noticias falsas difundidas contra los alemanes entre 1914 y 1918, cuando se les acusaba de todo tipo de bestialidades con fines propagandísticos, tuvieron un efecto negativo en la percepción de las atrocidades que sí fueron cometidas entre 1939 y 1945, sobre todo en relación al Holocausto. Un ejemplo de ello fueron las dificultades que tuvieron para ser creídos los primeros agentes polacos que trajeron la noticia del exterminio de los judíos por parte de los nazis. En su libro Mensajeros del desastre (Messagers du désastre, Fayard), que acaba de salir en Francia, Becker relata la historia de Jan Karski, un héroe polaco que se jugó la vida para llevar la noticia del Holocausto a Londres. No le creyeron cuando informó a los aliados de lo que ocurría. Un alto oficial británico le explicó: "Señor, durante la Primera Guerra Mundial difundimos la propaganda de que soldados alemanes aplastaban a niños belgas contra los muros. Creo que hicimos bien. Nos ayudó a debilitar la moral del enemigo, a aumentar el odio contra los alemanes. Necesitamos informes como el suyo". Karski agregó: "Se notaba claramente que no me creía". De nuevo, una noticia verdadera era percibida como falsa.
Pero las reglas que intuyó Marc Bloch hace un siglo, que las noticias falsas necesitan una sociedad dispuesta a creerlas, comenzaron a aplicarse mucho antes de la era de la comunicación de masas, desde los creadores del pensamiento histórico, primero Heródoto y luego Tucídides. "La democracia ateniense tiene una especie de momento fundacional, de hito crucial, que en realidad fue una genial construcción narrativa", explica el helenista Óscar Martínez, profesor de griego, presidente de la delegación de Madrid de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y autor de Héroes que miran a los ojos de los dioses (Edaf).
"Se trata del ensalzamiento de los tiranicidas Harmodio y Aristogitón, quienes pasan por ser los fundadores heroicos de la democracia ya que asesinaron al tirano de Atenas. Pero cuando Heródoto y Tucídides narran este episodio se ve claramente que hay cosas que no casan: no mataron al tirano, sino a su hermano, y la tiranía duró cuatro años. Y ponen de manifiesto que las causas del magnicidio fueron más bien un asunto personal, incluso amoroso", prosigue Martínez. Con la voluntad de investigar —la palabra que emplea Heródoto es historie— nació la lucha contra las noticias falsas.
En la antigua Roma, los gobernantes eran muy conscientes de la importancia que tenía la información y de que era esencial adaptarla a sus necesidades políticas, independientemente de la realidad. "En Roma las noticias se transmitían fundamentalmente a través de las imágenes", explica el investigador Néstor F. Marqués, que publicó recientemente Un año en la antigua Roma: La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario (Espasa). "No todo el mundo sabía leer o escribir, por lo que la información visual era muy importante. La forma más rápida de difundir la llegada de un nuevo emperador era acuñar monedas con su cara", prosigue. Y ahí encuentra Marqués un ejemplo de manual de noticia falsa: "El emperador Septimio Severo, nacido en Leptis Magna y que nada tenía que ver con su antecesor, el malogrado Cómodo, para legitimar su poder decidió extender la idea de que él mismo era el hermano perdido de Cómodo, hijo ilegítimo de Marco Aurelio y, por ello, la persona más idónea para ocupar el cargo. En las primeras monedas que acuñó hizo que le retrataran con unos rasgos muy parecidos a los de Marco Aurelio".
Noticias y juglares
También en la Edad Media las noticias se propagaban con sorprendente eficacia a pesar de que las condiciones materiales no acompañaban al movimiento informativo. Claude Gauvard, profesora emérita en La Sorbona, ha investigado las formas de transmisión de información en ese periodo: "Un caballo podía recorrer 30 kilómetros al día, pero el tiempo que tardaba en transmitirse una información podía acelerarse dependiendo del interés de la noticia", explica en un correo electrónico. Las órdenes mendicantes tenían un papel importante en la diseminación de información, al igual que los juglares, los peregrinos o los vagabundos, porque todos ellos recorrían grandes distancias. Las ciudades también tenían correos organizados y sellos para lacrar mensajes y tratar de certificar la veracidad de las misivas. Gracias a todo esto, la circulación de bulos era intensa y políticamente relevante. Gauvard pone como ejemplo de noticia falsa clásica medieval la historia del rey, conde o señor que desaparece en la batalla y que reaparece, anciano y transformado.
Un motivo para la construcción de noticias falsas en aquel periodo era tratar de explicar así la justificación de actos que, de otra forma, serían intolerables, como el magnicidio. "El duque de Borgoña, tras encargar en 1407 el asesinato del duque de Orleans, llevó a cabo una campaña epistolar: se dirigió a las ciudades del reino, a los príncipes, a la Iglesia, hasta al Papa. En ellas argumentaba que el duque de Orleans era un tirano, que intentó asesinar a la familia real", explica Gauvard, y cuenta que hubo muchos otros casos de campañas certeras de desinformación, que llegaron incluso a afectar a Juana de Arco. Pero la historiadora cree que el ejemplo más claro para demostrar la importancia que tuvieron las mentiras son las cazas de las brujas y las calumnias contra los judíos, auténticas campañas de desinformación con resultados catastróficos. "Pudieron ser movimientos populares, pero fueron manipulados por las autoridades", asegura.
En un libro de reciente aparición, Crimen e ilusión. El arte de la verdad en el Siglo de Oro (Marcial Pons), Felipe Pereda, profesor de arte español en la Universidad de Harvard, ha estudiado a fondo otro escandaloso y apasionante caso en el que la construcción de una noticia falsa tuvo implicaciones políticas. Ocurrió en el Madrid del siglo XVII, y es un ejemplo claro de persecución antisemita. "En 1632 se produjo un auto de fe en el que fueron quemados cuatro marranos (judíos conversos) portugueses y otros fueron enviados a galeras. Todos ellos eran acusados de haber profanado dos años antes un crucifijo. Las autoridades sostenían que el objeto se habría resistido a ser quemado y que incluso habría hablado a esas personas. Aquel fue uno de los grandes escándalos del primer Gobierno del conde-duque de Olivares, a quien se acusaba de favorecer a los banqueros marranos por encima de los genoveses", explica Pereda.
La persecución en la calle de las Infantas, donde vivían aquellos judíos, tuvo motivaciones políticas. Como explica el investigador del antisemitismo en España Uriel Macías, el eco de aquel caso fue tal que Calderón de la Barca escribió una obra, El nuevo palacio del Retiro, y Quevedo redactó un furibundo panfleto antisemita, Execración contra los judíos. En 1650, Quevedo también publicó La isla de los Monopantos, una obra en la que por primera vez se habla del complot judío universal para dominar el mundo, teoría que sería explotada a fondo por Los protocolos de los sabios de Sión, una de las grandes falsificaciones de la historia, que encontró amplia difusión a principales del siglo XX. Históricamente el antisemitismo ha sido un terreno fértil para plantar mentiras.
La Inquisición se aprovechaba y, al mismo tiempo, lo azuzaba. "En la inmensa mayoría de las leyendas antisemitas es fácilmente trazable cómo se forjan las mentiras", explica Macías, y relata que, tras el auto de fe de 1632, se convocaron concursos literarios sobre el tema y la Inquisición distribuyó panfletos anticristianos, presuntamente escritos por judíos, que habían sido falsificados de arriba abajo para agitar y convencer al pueblo. Aquel proceso contra los marranos no solo se basó en pruebas inventadas, sino que fue una chapuza jurídica: el único testigo era un niño menor de 10 años, con graves problemas cognitivos, algo en teoría inaceptable por la Inquisición, que se saltó sus propias normas.
Las casas de los judíos fueron destruidas y allí se erigió el convento de Capuchinos de la Paciencia de Cristo, con una capilla situada exactamente en el mismo espacio donde se produjo el imaginario sacrilegio. Se instalaron allí cuatro pinturas enormes realizadas por Francisco Rizi, Francisco Camilo, Andrés de Vargas y Francisco Hernández. "Los cuadros reconstruyen con documentadísimo cuidado la escena del crimen, describen los detalles de los sucesos, identifican a cada uno de sus protagonistas y, lo que es más importante, convierten a los espectadores en testigos de los hechos", escribe Pereda en su ensayo. El punto de vista es el del único testigo de la profanación. Tres de los cuadros se encuentran en depósito en el Museo del Prado, ya que la capilla se destruyó en el XIX. No hicieron falta entonces redes sociales para construir desde cero la mentira perfecta, para crear una realidad incontestable aunque falsa.
Otro ejemplo de la eficacia de la Inquisición en la diseminación de historias falsas es el caso del Santo Niño de La Guardia ocurrido en Toledo. Varios judíos y conversos fueron acusados de asesinar a un niño que nunca existió (y a pesar de ello, sigue siendo venerado en la actualidad). Políticamente este suceso inventado en 1490 tuvo un impacto formidable: fue uno de los pretextos para la expulsión en 1492. "Nunca se echó en falta ningún niño, ni se encontró ningún cuerpo", explica la historiadora Mercedes García-Arenal, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "Pero se montó un proceso con confesiones bajo tortura y varios judíos y judeosconversos fueron quemados. Este hecho sirvió para acallar las voces alzadas en contra de la Inquisición y para decretar la expulsión de los judíos",
El rédito político de las noticias falsas es grande, y lo fue mucho antes de Internet, pero siempre ha necesitado de un buen caldo de cultivo. Las mentiras que se cuelan y convencen a las masas no llegaron con las redes.
TITULO: Informe Robinson - Futbol -El último viaje del Atalanta.
foto / La tragedia suele ser más generosa en adjetivos que la comedia, especialmente en un país dado a la hipérbole como Italia. Giampiero Gasperini, entrenador del Atalanta, el hombre que transformó un equipo de pueblo en una máquina de fútbol, quiso subrayarlo hace unos días describiendo su destino. “Estamos ante una caída moral”, proclamó ya sin remedio a solo tres jornadas del final del campeonato. El precipicio ético al que se refería era la medianía de la tabla de clasificación de la Serie A. Y el abismo, verse fuera de la zona Champions después de un lustro tumbando gigantes por las canchas de Europa. El equipo de Bérgamo ganó el sábado al Venecia (1-3), pero sigue octavo en la tabla. Y lo peor es que hoy, como aquel barco de la película que dirigió Jean Vigo con el mismo nombre, no sabe a qué juega ni tampoco ya a dónde se dirige.
La contagiosa alegría del Atalanta, gestionado hasta hace poco de una forma familiar, permitió sonreír a la zona más golpeada de Italia por la covid durante los días más duros de la pandemia. Se plantaron en unos cuartos de Champions en Lisboa contra el PSG y desplegaron un juego poderoso. Pero ha habido cambios: en el campo y en los despachos. Los propietarios, un fondo estadounidense, ya no hablan bergamasco por primera vez en la historia. Tampoco la mayoría de los jugadores, que honraron a una de las mejores canteras de Italia. El equipo ha perdido cuatro de los últimos seis partidos y ha quedado fuera de los puestos para disputar la próxima Europa League. En 2022 ha puntuado prácticamente lo mismo que la Salernitana, colista de la Serie A. Todo ello en un tramo de la temporada en el que normalmente arrasaba gracias a su cuidada preparación física.
Gasperini, que aterrizó en Bérgamo en 2016, es el padre del milagro. Maestro de los banquillos y algo complicado en el trato personal -acabó a palos con el Papu Gómez-, transformó el equipo pequeño de una rica provincia en una especie de Liverpool lombardo que ahogaba a sus rivales con presión en todo el campo y velocidad. Lo clasificó para la Champions y fue el máximo goleador de la Serie A. Pero para algunos fue solo un espejismo. El Atalanta de siempre era un equipo pequeño que vivió siempre entre Primera y Segunda División y al que apodaban la Reina de las provinciales. Era difícil seguirle en los álbumes de cromos. Un año era finalista de la Copa Italia, al siguiente bajaba a la Serie B. El mejor recuerdo, de hecho, fue aquella semifinal de la Recopa contra el Malines jugada en el 88 (y perdida) que el club disputó sin estar en la máxima categoría. Fue tan importante que años más tarde volvieron a repetir el partido con los mismos jugadores.
El club ha pasado hoy a manos de un fondo estadounidense y deberá empezar un nuevo ciclo. Si se marcha Gasperini, creen muchos, Roberto de Zerbi podría volver a Italia después de una dramática aventura en el Shaktar Donetsk. El entrenador que revolucionó el Sassuolo, convirtiéndolo en el equipo que mejor jugaba de la Serie A, sería el elegido para iniciar una nueva era. Pero De Zerbi es de Brescia, la provincia que linda con Bérgamo. Y eso, en las decisivas cuestiones de odio entre territorios lombardos, no es un asunto menor. Se la tienen jurada. Todo el mundo recuerda cómo les fastidió en el partido decisivo para el Atalanta el primer año que iban a jugar en Europa. Y también las polémicas que protagonizó entonces. El tifoso bergamasco tendría dudas a la hora de entregarle el banquillo. Pero en medio de su particular tragedia, quizá no sea tan complicado para la nueva propiedad encontrar un par de adjetivos que ayuden a suavizar el trago.
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