foto / Una de sus principales preocupaciones es que los precios de los vehículos se están alejando del poder adquisitivo de los ciudadanos. «Hay un porcentaje importante de la población que no se puede permitir comprar un coche eléctrico», reconoce Gerardo Pérez, presidente de Faconauto, que ayer estuvo en Badajoz para reunirse con representantes,.Históricamente el litio se ha usado en forma de sales para tratar enfermedades psiquiátricas. La llegada de los smartphones y, especialmente, los coches eléctricos han disparado la extracción y consumo de este material al que ya han apodado el nuevo oro blanco.
En febrero de 2011, la cotización del litio alcanzó su máximo histórico en 157,11 puntos. Tras muchos meses por encima de la barrera psicológica de los 100 enteros, la cotización cae a los 94,95. Por su parte, la tonelada de litio ha caído por debajo de los 10.000 dólares.
Este deseado mineral se ha convertido en un negocio para los estados, especialmente, latinoamericanos y asiáticos. En el límite de Argentina, Bolivia y Chile se concentra más del 85% de las reservas de este oro blanco.
El triángulo del litio incluyen el Salar del Hombre Muerto y Salar de Antofalla y el Salar de Arizaro (Argentina), y el Salar de Atacama (Chile), y el Salar de Uyuni en Bolivia. Esta gran mina abastece a LG, a Toyota, Mitsubishi y a países como Alemana, Estados Unidos, Rusia o Reino Unido.
Hoy en día, la mayoría de baterías que alimentan a los smartphones más vendidos en las tiendas son conocidas como pilas de iones de litio. Estas tienen como principal característica usar unas sales de litio como nexo de unión entre el polo positivo (ánodo) hasta el negativo (cátodo).
Además, los fabricantes de dispositivos electrónicos hacen uso de baterías de polímeros de litio, que se acoplan en productos no tan rectangulares. Las baterías de litio llegan a aguantar hasta 1.000 ciclos de carga y destacan por su ligereza.
Sin alternativa
De momento, las baterías de litio reinan en el mercado de smartphones y también de vehículos eléctricos. Desde hace tres años, Tesla trabaja en la creación de una nueva batería que revolucione el mercado al ser capaz de aguantar tres veces más ciclos de carga y descarga por lo que podría aguantar más de un millón de kilómetros.
La fórmula secreta ideada por Jeff Dahn, jefe del grupo de investigación de baterías de Tesla, consiste en añadir a las actuales pilas de ion de litio una serie de aditivos para alargar la vida útil de estas y así eliminar el cobalto.
A la vez que el litio rebaja su precio, el cobalto vuelve a retomar la senda alcista en los mercados de materias primas. Actualmente se encuentra en los 35.500 puntos básicos, aunque lejos de los máximos históricos de marzo de 2018.
Los cálculos actuales de los ingenieros de Tesla apuntan a que se puede reducir el coste bajando bajar de los 100 dólares el kWh al menos a corto plazo. La caída del precio del litio tiene dos explicaciones: Las ventas de vehículos eléctricos e híbridos enchufables en el mundo caen por primera vez en el siglo XXI y por la apertura de nuevas minas en Australia.
Producción delicada
La fabricación de una batería de litio es complicada y delicada por su seguridad durante su uso. La mayoría de fabricantes trabajan con un lingote de litio de unos cinco kilogramos de peso que es prensado para crear una lámina fina.
Tras volver a ser prensada y reducir aún más su grosor, esta plancha se enrolla y se le añaden una serie de capas en un horno de vacío. Tras probar sus voltaje y grosor en una serie de pruebas de calidad, estas ya están disponibles para su ensamblaje o venta.
Dependiendo de la productora y del destino final, su coste varía. Según datos de Tech Insights, la batería del Galaxy S10 de Samsung cuesta 10,5 dólares la unidad.
Desde junio de 2018, cuando una tonelada de hidróxido de litio asiático superaba los 20.000 dólares, los precios han bajado un año después hasta los 14.000. La caída ha sido mucho más acusada para el carbonato de litio del mercado sudamericano. Lo que supone una caída del 30%.
Negocio del reciclaje
A esta caída se suma el interés de las marcas por respetar el medioambiente. El pasado mes de mayo, Cristoph Buchal, profesor de física en la Universidad de Colonia (Alemania), publicó un informe en el que señalaba que los vehículos eléctricos contaminan entre un 11 % y un 28% más que los de gasoil. Ello se debe principalmente a las baterías de estos coches, fabricadas a partir de litio, cobalto y manganeso, y en el proceso de su producción, en el que se gasta un alto consumo de energía.
La automovilística alemana Audi se ha unido a la tecnológica Umicore para reciclar sus baterías. Esta compañía belga destaca por su robusta unidad negocio centrada en el reciclaje de baterías recargables de portátiles, teléfonos móviles y vehículos eléctricos híbridos.
Ambas compañías esperan reciclar hasta el 95% de los componentes de los últimos vehículos enchufadles especialmente la batería. Así, el cobalto, el níquel y el cobre tendrían una segunda vida para esta alianza empresarial.
TITULO: Para Todos La 2 - Cuento del señor Cotta 4,.
Cuento del señor Cotta 4,.
Tuvo su ocurrencia maligna sin caer en la cuenta de que, si resultaba, él se convertiría en asesino aproximado,.
fotos / En aquel enzarzamiento, Pírfano jugaba con ventaja contra el ufano señor Cotta. Así como la novela-vendetta que éste escribía trabajosamente sería leída por unos pocos iniciados en el mejor de los casos, las columnas de aquél eran devoradas a diario por más de un millón de lectores. Además, Cotta se obcecó y se entretuvo en exceso trazando el inclemente retrato del articulista con el que, siempre
optimista, pensaba hundirlo a medio plazo. Pírfano, a aquellas alturas, repartía mandobles a diestro y siniestro desde su página de El Único. Embriagado de poder, se dedicó a pasarles factura a cuantos lo habían despreciado a lo largo de su prolongada vida gris, cuando era tan sólo un profesor sombrío. Entre las ofensas reales y las imaginarias, las manías y las envidias, amplió a velocidad de vértigo su lista de enemigos, pero con Cotta mostraba saña reiterativa. La reincidencia hizo que mucha gente se preguntara por la identidad de aquel “pelirrojo untuoso” o “patilludo primoroso”, incluido el director Amatriain, que lo llamó y le dijo: “Pírfano, haz el favor de abandonar tus fustigazos contra ese diablo o aclara de quién se trata. Los lectores están intrigados y desconcertados, y cuando no averiguan lo que desean, se desentienden y se largan”.
En contra de su voluntad, Pírfano empezó a llamar a Cotta por su nombre e incrementó su dureza, enfadado por verse obligado a sacarlo del anonimato que se merecía. El resultado fue el temido: Cotta se convirtió en una celebridad, como si fuera el Joker o Lex Luthor o Svengali. La gente buscó las olvidadas novelas de Cotta por ver si allí se escondía la clave. En unas semanas se vendieron más que en años, pero la gente no las soportó. Cotta, aun así, vio cómo se le abrían las puertas que lo sacarían del ostracismo, y su preocupación pasó a ser ahora cómo mantener viva la tirria del columnista, lo cual sólo era posible a través de la amante común Iris. La utilizó cada vez más como correa de transmisión: entre las estrujadas sábanas, hacía burla despiadada de Pírfano; lo tachaba de ignorante y de rapsoda de casino de pueblo. Desconocía a Gordigorski, a Wittkiewicz, a Mandelstam; no había pasado de Galdós, el cursi Azorín y Cela el zafio; su prosa ni alcanzaba la gracia de Julio Camba. En suma, era un chisgarabís literario. Iris Vallarín anotaba aquellos nombres e informaba a su novio Pírfano, que acusaba los golpes (debe recordarse que desde la infancia había sido un personaje oscuro, y eso hace mella). Corría a las librerías en busca de tales autores —de Gordigorski, obviamente, no encontró nada— y se enfrascaba en su lectura dispuesto a que le parecieran todos una bazofia. Al cabo de unos días soltaba en su columna: “Cotta, que en realidad se llama Sánchez Cota —la segunda t es una mariconada extranjerizante—, se inspira en las obras de unos centroeuropeos ilegibles para darse pisto, y mastica un bodrio detrás de otro, lo cual encuentra muy literario. Deslumbra a sus amantes, antes de dormirlas, un instante; pero está destinado a figurar en los diccionarios bajo el epígrafe ‘Algunos escritores de la época de los que nadie oyó nunca hablar’. Pobre Sánchez: tanto copiar mal a Gordimónov, a Wittkowerowski y a Mandelstern para no conseguir ni una nota propia a pie de página”.
El señor Cotta necesitaba rapidez, y eso no estaba en su mano, era un novelista muy lento. De modo que ideó una manera arriesgada de vengarse, muy digna de un Borgia, pensó con satisfacción. Alternaba a Iris Vallarín con un joven llamado Bermudo que acababa de ser diagnosticado de sida, enfermedad obsesiva en aquellos años en que se creía que la contraían los homosexuales. La lascivia de Cotta era tan temeraria que cuando el muchacho le protestaba: “No, ahora no, ahora no”, él, implacable, respondía: “Sí, sí, ahora sí, ahora sí”. Bien es cierto que con la precaución de enfundarse siempre un condón. Tuvo su ocurrencia maligna sin caer en la cuenta de que, si resultaba, él se convertiría en asesino aproximado. (No era tonto, pero, como tantos españoles, a la vez sí era tonto.) Si extraía con cuidado el preservativo de Bermudo, lo guardaba en la nevera y se lo volvía a poner con Iris, era posible que el virus entrara en ella sin infectarlo a él —debía mirar de no colocárselo del revés—, y ella, a su vez, se lo transmitiría al abyecto, heterosexual chulesco, Pírfano de Lerma.
Siguió su plan según lo previsto, procurando que ella no viera aquella goma ya usada y algo rígida por el frío. Ni siquiera pensó que también podría causarle la muerte a la pobre Iris, todo lo que no fueran él y sus maquinaciones no existía. La noche en cuestión, sin embargo, Iris notó en seguida algo polar en sus intimidades. Al instante dio un grito, se desembarazó del señor Cotta con espanto y le preguntó: “¿Qué me has metido ahí, cacho cerdo? Eso no es, eso no es. ¿Otra de tus perversiones? Pues ya te digo que la congelación no funciona”. Cotta, asustado, se deshizo rápidamente de la prueba acusatoria y balbuceó: “Ay, perdona, perdona. Es que los guardo en la nevera y aún no se han desenfriado. Me habían asegurado, por otra parte, que las bajas temperaturas multiplican los placeres”. “Pues te han engañado, imbécil”.
TITULO: Gigantes de La 2 - Alex Katz .- Jueves -16- Junio,.
Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2 Jueves - 16- Junio - 23:50 de Televisión Española.
foto - Alex Katz: «Soy mucho más creativo cuando no hago nada»
El Thyssen resume en 40 obras las siete portentosas décadas de actividad del genial y nonagenario pintor neoyorquino / «Sigo mi instinto, venzo mis miedos y dejo que las cosas pasen sin saber muy bien qué es el arte»,.
Lleva siete décadas pintando sin desmayo, pero asegura que ni él ni nadie «sabe bien qué es el arte». «Me limito a seguir mi instinto y a dejar que las cosas ocurran. Y soy más creativo cuando no hago nada», advierte Alex Katz, (Nueva York, 1927), quien al filo de los 95 años ofrece su primera gran retrospectiva en España.
El Museo Thyssen resume en cuarenta pinturas, algunas de factura reciente y muchas de tamaño monumental, la singular y feliz trayectoria de este gigante del arte actual, todo un 'outsider' de la pintura estadounidense. Un dotado artista que adelantó y navegó en la ola del pop para dejarla atrás cambiando las reglas del género e incorporando a su vitalista pintura claves de la abstracción y el expresionismo.
«Resumir setenta años de pintura de un Dios de la pintura como Katz en solo cuarenta obras supone un 'tour de force', una audacia. Dado el tamaño de muchas de ellas, ha sido cómo meter un velero en una botella de cristal», explica Guillermo Solana, director artístico del museo y comisario de la muestra del año de su casa. Programada para 2020, a punto estuvo de irse al garete, primero por la pandemia y luego por el brutal encarecimiento de los transportes y los seguros. «Al final tuvimos línea directa con Dios. Es como si organizaras una exposición de Tiziano y él mismo te dijera qué cuadro tendrías que colgar y cómo. Es un privilegio», se felicita Solana. En cartel hasta el próximo 11 de septiembre, se adelanta además a la que dedicará a Katz el Guggenheim de Nueva York.
«Katz se mantuvo y se mantiene fiel a la figuración, y es de los pocos artistas que ha sobrevivido en este género a veces minusvalorado o directamente denostado», dice Solana. «Adueñándose de los grandes formatos y recursos propios de la abstracción, dota a su pintura un talante heroico», se ufana Solana ante la obra «vitalista y 'cool'» de Katz que «vive en el presente y descargado de nostalgia».
Monosílabos
Parco en palabras, espigado, enjuto y ágil, calvo como una bola de billar, con negrísimas gafas de sol, chaqueta blanca, camisa negra y corbata roja, Katz tiene la apariencia de un viejo jefe mafioso o del padre pícaro de Mike Jagger. Refractario a las «inútiles» ruedas de prensa y a compartir emociones y reflexiones, espacia las palabras y contesta inicialmente con monosilabos. Pero al final el cascarrabias abuelo del pop se ablanda y ofrece algunas claves de su trabajo.
«A medida que soy mayor paso más tiempo pintando en soledad, pero no tengo problemas con la gente, que antes bebía y fumaba por ahí y ahora ni bebe ni fuma y se encierra en casa», explica el gran retratista social que hoy coquetea con el paisaje.
'Sunset#6', tela pintada por Katz en 2008 y de 4,8 por 2,7 metros. / Colección Altec
Se levanta cada día a las siete y media de la mañana y pinta los siete días de la semana. «A veces solo 20 minutos y a veces 12 horas», confiesa. «Si trabajas demasiado manualmente, la cosa no funciona. Hay que hacer mucho trabajo intelectual», asegura. «Soy mucho más creativo cuando no hago nada. Si aprovechas ese tiempo de inactividad física, progresarás», asegura el casi centenario artista que aún se encarama a andamios y escaleras en su estudio neoyorquino para pintar, a menudo en pocas horas, gigantescas telas que exigen un notable esfuerzo físico. «No cacharreo nada con pantallas, tabletas u ordenadores y apenas toco el teléfono», afirma.
«Me he limitado a seguir mis instintos y no me ha ido mal», asegura esbozando una malévola sonrisa. «Con veinte años tiré miles de cuadros -exagera- pero con cuarenta ya tenía una técnica refinada y mejor criterio. Ahora soy activo y competente», se reivindica. «Quiero encontrar la verdad, que es muy variable, y lo hago por vías muy distintas, sin saber nunca si funcionarán o no. Sigo mis instintos y venzo los miedos que aún tengo». «Trato de dar sentido a lo que hago durante un tiempo y luego hago otra cosa», explica justificando su evolución, alternando sus coloristas y monumentales retratos con paisajes igual de vívidos y enormes, pero muy sintéticos. Puede así dedicar un lienzo de casi cuatro metros a una solitaria rama de arce.
«El arte es cambio constante, y el éxito o el fracaso tiene más que ver con lo que digan los marchantes que con tus intuiciones», reflexiona. «La gente cree saber qué es el arte, pero es el arte el que te alcanza y te define a ti. Es algo inesperado».
El Thyssen no tenía en su fabulosa colección ninguna pintura de Katz, pero gracias a la compra de Borja y Blanca Thyssen de una pieza excepcional, podrá incorporarse a su nómina. El hijo de Tita Cevera ha adquirido por una cantidad no revelada 'Vivien', una espectacular tela de casi cuatro por dos metros en la que Katz incluye cinco veces el rostro de su nuera. Sus nuevos dueños se han comprometido a dejarla en el museo cuando a finales del verano se clausure la muestra.
«Mis cuadros son tradicionales y no hay ningún problema en que estén aquí, en el Thyssen, junto a los grandes maestros de la historia», dice sin atisbo de modestia un pintor de cotización multimillonaria (una de sus piezas rozó los 4 millones en 2019), cuya obra se diputan los mejores museos del mundo.
TITULO: ¡ Atención obras ! - Cine -Birgitte Nyborg, o cómo quemar todo en la hoguera del poder,.
Birgitte Nyborg, o cómo quemar todo en la hoguera del poder,.
La nueva temporada de ‘Borgen’ salta de la artesanía a la industria. Pero quedarse ahí sería simplificar: hay también una lección de política, de actualidad, de cómo evolucionar un personaje,.
foto / Cualquiera que crea que Podemos y el PSOE se han inventado las peleas en el seno de una coalición y que los socios políticos no se ponen zancadillas o se alían según sople el viento cada mañana, que se prepare. Que vea Borgen. La nueva temporada es una lección de realidad sobre los golpes de efecto, los codazos y los vaivenes de imagen en los tiempos de vértigo y emociones que agitan la política desde que se mira a las redes más que a las urnas. En realidad, hay muchas más razones para verlo.
Borgen; Reino, poder y gloria, la fabricación que ha hecho Netflix de la serie danesa que dio la vuelta al mundo a partir de una muy meritoria producción autóctona, ha sabido mantener la esencia de los personajes. Ha tenido el acierto de retomarlo donde se quedó en lugar de reiniciarlo. Y le ha añadido el vuelo de un artefacto a gran escala capaz de incluir todos los ingredientes que hoy están sobre la mesa mundial: la lucha entre la industria petrolera y los principios climáticos; la ambición de un pueblo como el de Groenlandia de conseguir su independencia; el juego que iniciarán Rusia, China y EEUU ante el pastel de combustible que se abre en el Ártico; la pugna de los políticos en el lenguaje de las redes; y, sobre todo, la personalidad de una mujer única ante el poder. Y sola. La serie salta, así, de la artesanía a la industria. Pero quedarnos en eso sería simplificar. Vamos por partes.
Birgitte Nyborg evolucionó en las tres temporadas danesas que conocíamos desde la posición de una mujer corriente en bicicleta, enamorada de sus hijos y su marido y entusiasta de sus causas en un partido minoritario hasta convertirse en primera ministra gracias a los cambalaches necesarios para forjar una coalición en un sistema plural. Era carismática por su normalidad, atractiva por su pureza y su convicción, pero también por su capacidad para convertirse en hiena una vez mordido el anzuelo del poder. Aquí, doce años después del inicio de la saga, es ministra de Exteriores de un Gobierno presidido por una mujer más joven y más inexperta, pero capaz de colgar en Instagram el plato de macarrones que está comiendo. Esto exaspera a Birgitte, bordada como siempre por Sidse Babett Knudsen.
Pero eso es solo el comienzo. Porque Birgitte aprende. Porque la fiera que habita en ella, capaz de devorar su matrimonio, su familia, su vida privada y quemar todo en la hoguera del poder la va a enseñar que, si el mérito en estos tiempos te los da el mejor selfi, no se va a quedar atrás. Pronto demuestra, por ejemplo en una reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos que ha venido a leerle la cartilla, que todo puede salvarse si se hace una foto sonriente con él y la cuelga en redes. En un mundo político donde la apariencia, la emoción y las sensaciones empiezan a pesar muchísimo más que el contenido, ella avanza. O al menos lo intenta.
Pero algo ha cambiado en ella por dentro, y eso es acaso lo más logrado de la serie: hoy es una cincuentona sola, tan adicta al trabajo como entonces, pero con más años y más noches solitarias mientras su exmarido ha rehecho su vida y sus hijos se han convertido en pequeños adultos a los que ya no engañas con un regalo de cumpleaños comprado por un asistente.
Respeto intocable
La cámara la quiere, pero la quiere real. La cámara la busca, y la encuentra avejentada, con sofocos por la menopausia, irritable, antipática, capaz de caerte mal, pero también de seguir adelante con tu respeto intocable, porque ya se lo ganó hace tiempo. Y eso está bien. Sus arrugas son quizá lo mejor de la serie porque son nuestras, porque son mucho más que faciales, son vitales, son políticas. Porque la despegan de modelos del género como House of Cards, donde Robin Wright es tan perfecta y formidable como irreal. Porque ninguno de los trajes estirados y las camisas formales que viste y que debe renovar cada vez que suda logra ocultar a la mujer real que habita bajo las fauces de esa profesional en la que ya no queda un gramo de ingenuidad. A ratos está de vuelta de todo en la vida, pero está entera y con las ganas y la ambición intactas. Su personaje es grande. Bien evolucionado. Bien rematado.
Y después está la trama. Los argumentos. Y ahí es donde los exteriores, la fotografía, la espectacularidad de esa tierra inhóspita que es Groenlandia tapan algunos altibajos de guion en los que tropieza la credibilidad. El hallazgo de una importante reserva de petróleo va a trastocar no solo la convivencia en la isla, sino también entre la isla y Dinamarca y entre Dinamarca y las grandes potencias. La tarta es demasiado exquisita como para mantener los valores medioambientales que ha defendido Birgitte sin que se tambaleen.
Hay balleneros tradicionales, hay independentistas deseosos de entregarse a Rusia o China (¡y eso antes de que se conocieran los encuentros de enviados de Puigdemont con agentes rusos!), hay un retrato de una sociedad con alta tasa de suicidio y hay las dosis de conflictos familiares y enamoramientos calculadas a la perfección por Netflix. Los vaivenes ideológicos se hacen tan arbitrarios, eso sí, como el clima elegido para las escenas de Copenhague o Groenlandia, siempre bajo un sol radiante que hermosea todo a todas horas. Demasiadas.
Y queda la televisión. El papel de los medios fue importante en las temporadas danesas y cobra vigor en una cadena pública que ahora dirige la que fue su asesora. La pugna entre calidad y audiencia se esboza sin convicción. Se dibujan bien los personalismos, la vanidad de los presentadores y, de nuevo, el deslizamiento del campo de batalla hacia las redes. Hoy, el periodista no es ya solo él y su información, sino él, su trabajo, y su proyección en Twitter. Y eso está bien retratado.
Lección de política, por tanto. Lección de evolución de un personaje tan poderoso como arrugado. Y lección de actualidad en esta era de narcisismo multiplicado por las redes.