-foto--Emilia Clarke "Digo sí a muchas cosas para tener una vida interesante",.
En la realidad, es dulce y menuda, pero en la
ficción de 'Juego de Tronos' la 'Khaleesi' doblega ejércitos. Ahora, en
el mundo apocalíptico de 'Terminator Génesis', da vida a otra guerrera:
Sarah Connor.
Emilia Clarke (Londres, 1986) es pequeña, apenas 1,57 cm, pero su carácter vuela alto por debajo de su exquisita corrección británica. Gracias a 'Terminator Génesis' (ya en cartelera), se anota otro personaje de mujer poderosa: Sarah Connor, la heroína que protagoniza una longeva franquicia a mayor gloria de Arnold Schwarzenegger y sus robots líquidos. La película, un mareo de saltos en el tiempo hecha al gusto del público juvenil, es una bomba comercial: las quinielas la cuentan entre las 10 producciones más taquilleras del año. Larga vida a la Khaleesi.
Mujerhoy. ¿Le impresionó que le ofrecieran un personaje tan icónico como el de Sarah Connor o Juego de tronos la ha vacunado de todo susto?
Emilia Clarke. La verdad es que no pensé en ello. Dije que sí inmediatamente. ¡Claro que quería ser Sarah Connor!
MH. ¿De dónde venía ese interés?
EC. Me gusta retarme a mí misma. Digo que sí a un montón de cosas porque creo que es la única manera de tener una vida interesante. Y la interpretación de Laura Hamilton [que encarnó a Sarah Connor en las anteriores películas de Terminator] me inspiró en mi adolescencia.
MH. La serie y la película son proyectos enormes. ¿Qué diferencias hay entre ellos?
EC. Que en Juego de tronos empezamos desde muy abajo, aunque hemos terminado incluso más allá de la enormidad de Terminator. La serie me ha preparado. Y en Juego de tronos hay otros 99 actores; el trabajo no es nada comparado con los nueve meses de filmación que me ha costado Sarah. Terminator ha sido como rodar todos los días el episodio nueve [el más intenso y decisivo] de esta temporada de Juego de tronos.
MH. Eso debe de ser un lujo para una actriz de televisión...
EC. Sí, sobre todo supone mucha más intensidad y sientes la presión del proyecto.
MH. ¿Porqué cree que se hizo con el papel de Sarah?
EC. [Risas] Supongo que gracias a Alan Taylor [el director de la película y director también de Juego de tronos]. Bueno, la khaleesi tiene que ver, claro... El equipo pensaba que este Terminator tenía que trasladar de forma muy vívida las relaciones entre personajes. Los sentimientos eran el centro de la historia. Y creo que en Juego de tronos logro eso: trasladar las emociones de Daenerys. La mezcla de fortaleza y sensibilidad. Creo que eso era lo que estaban buscando para Sarah. Corazón y mente.
MH. Así que, en cierta manera, la khaleesi alimentó a Sarah Connor...
EC. Exactamente. Aunque Daenerys se limita a dar órdenes a sus capitanes y Sarah coge las armas para defenderse.
MH. Son un poco la misma mujer, ¿no?
EC. Es difícil decirlo... Cuando examinamos los personajes de mujeres fuertes se activa automáticamente el estereotipo y se borran todas las diferencias y matices. En realidad, Daenerys comienza la serie como una joven ingenua y asustada, y vemos cómo va haciéndose más fuerte y poderosa. Sarah ya se ha endurecido cuando aparece en pantalla. Es una mujer hecha a sí misma, incluso de una manera masculina. Solo sale a relucir su lado sensible cuando están en peligro sus seres queridos. Su proceso es al revés que el de Dany.
MH. Y usted, ¿es una mujer dura?
EC. Creo que puedo serlo, sí.
MH. ¿Tiene algo que ver con que los guionistas la rodeen siempre de hombres?
EC. No sé... [Risas]. Me he criado rodeada de hombres muy fuertes, y también las mujeres de mi familia son potentes... El debate hombres frente a mujeres no se produjo en mi educación. No tuve la sensación que nosotras tuviéramos que luchar especialmente para conseguir nada. Para lograr tus metas has de seguir tu corazón, trabajar duro y ser fuerte, seas hombre o mujer. Veo normal estar rodeada de hombres porque no veo diferencia entre ellos y nosotras.
MH. Ahora se está produciendo en Hollywood un debate al respecto, por la diferencia de salario entre actores y actrices.
EC. Creo que es una cuestión delicada. El debate sobre la igualdad se está produciendo en todo el mundo; hablar solo de lo que pasa en Hollywood es absurdo. Creo que se ha magnificado el asunto. Sí, existe ese debate, pero hasta que no me ataña personalmente no puedo discutirlo.
MH. ¿Siente que es un asunto por el que ha de preocuparse?
EC. No sé, si llegara el caso, cómo me enfrentaría a la situación... Quiero decir, ¿tú sabes cuánto ganan tus colegas? ¡Yo no! Es algo que no discutimos.
MH. Pero sí sabe que es la gran, gran, gran estrella de la película, sobre todo para su público objetivo...
EC. Sí y no. Bueno... sí. Si, sí, sí, sí.
MH. ¿Duda?
EC. Sí, porque no quiero ser citada erróneamente. No soy Cameron Díaz ni Charlize Theron.
MH. ¿Por qué no?
EC. Porque no he estado trabajando tanto tiempo como ellas. Mira, tampoco te voy a decir lo que me pagan. Preferiría discutir sobre cómo lograr un salario justo para la población británica o europea, o los derechos de las mujeres en el tercer mundo.
MH. En realidad, me llama la atención que no se vea como una estrella.
EC. La capacidad para juzgar el arte es personal y circunstancial. Por otro lado, las actrices nos movemos en un mundo de fantasías, en el que no encuentras muchos lugares de anclaje con lo real y yo trabajo mucho para encontrarlos. Intento mantener una vida normal: sigo viviendo en Londres, cerca de mi familia, con los pies en la tierra y sintonizando con cosas importantes que pasan en el mundo. Por eso dudo cuando me preguntas por qué no me siento una estrella.
MH. ¿Le interesa entonces la política?
EC. Sí, claro que tengo un punto de vista político, aunque no me siento cómoda hablando de según qué cosas. Algunas las tengo bastante claras, como la suerte que tengo de haber nacido en un país con un sistema público de salud, y que me gustaría que más gente pudiera disfrutar de algo así.
MH. También le interesa, y muchísimo, la moda...
EC. Siempre me ha encantado la ropa y me he expresado a través de ella. Adoro vestirme para la alfombra roja con esos maravillosos vestidos.
MH. ¿A qué actriz admira?
EC. A Emma Thompson. Parece alguien con quien puedes sentarte a tomar una taza de té. Con los grandes personajes que ha creado, mantiene una humildad y sentido del humor maravillosos. Y tiene tanto talento... Me da esperanzas en que es posible tener una carrera de éxito y ser una persona real.
Biografía flash
- Decidió ser actriz a los tres años, cuando fue a ver el musical 'Show Boat', en el que su padre trabajaba como ingeniero de sonido.
- Estudió interpretación en el 'Drama Centre' de Londres y logró algunos papeles en series británicas y películas de serie B.
- Entró por los pelos en 'Juego de tronos'; la actriz elegida como Daenerys, Tamzin Merchant, fue rechazada tras rodar el piloto.
- Gestiona su carrera con cuidado. Rechazó '50 sombras de Grey' para no encasillarse en papeles con nudismo, e hizo en cambio 'Desayuno con diamantes en Broadway'. Pronto la veremos en 'Me before you', adaptación de la novela de JoJo Moyes.
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Hace ya bastante tiempo que los periódicos nos vienen ofreciendo cifras cada vez más escalofriantes sobre el tremendo escándalo que supone el derroche de alimentos. Año tras año revelan esos números, a lo largo y ancho del mundo se desperdician miles de millones de toneladas de comida. Después de una batería de denuncias y de protestas sin descanso, parece que por fin las instituciones de varios países están empezando a poner en marcha una serie de cambios legislativos que permitirán una redistribución justa de los productos que no se hayan llegado a vender.
Y aunque este dato es, naturalmente, terrible, la cifra más preocupante en lo que a derroche se refiere tiene lugar en el espacio doméstico. Según las últimas estadísticas, en mi país, Italia, cada persona desperdicia cada año 149 kilos de comida, una cantidad algo menor de la media europea, que se encuentra en 180 kilos. Estamos hablando de alimentos que van directamente de la nevera o de la despensa al cubo de la basura.
Para la gente de mi generación (los que nacimos en los años 50 del siglo pasado), resulta tremendamente difícil comprender cómo puede estar ocurriendo un fenómeno así. Nuestros padres y abuelos sobrevivieron a dos guerras, y nosotros crecimos impactados por las imágenes de esos niños de Biafra con los ojos desorbitados y los vientres deformes. Quizá por ello seamos la última generación educada bajo el mandato de que en el plato no se deja nada. Aquello de esto me gusta o esto no me gusta ni se contemplaba: la comida era algo sagrado, de forma que a ninguno de nosotros se le habría pasado por la cabeza tirar a la basura aunque fuera medio bocadillo.
Casi de un día para otro, las cosas han cambiado drásticamente. Y lo que ha cambiado no son las miradas desesperadas de los niños hambrientos de África, sino esa absoluta veleidad en los gustos, que son cada vez más complejos y más sofisticados. Generaciones enteras han empezado a ver la comida como una mercancía, otra más; algo que se puede apilar y desechar a nuestro antojo.
En mi caso, no tiro a la basura ni siquiera un trozo de queso o un pedazo de pan: todo se recicla y redistribuye de forma natural entre los perros, las gallinas y el abono para el jardín. Es verdad que en el campo es más sencillo darse cuenta de la cantidad de trabajo, esfuerzo y sacrificios que conlleva generar cualquier producto alimentario, algo que ignoran los que han nacido y crecido en una ciudad.
Así pues, bienvenidas sean las nuevas leyes, pero, por encima de ellas, hay que intentar volver a educar a las personas, empezando por los niños, que siempre muestran mucha sensibilidad hacia este tipo de problemas. Si, por ejemplo, en su casa hay un pequeño balcón, ¿por qué no aprovechar la oportunidad para cultivar alguna hortaliza confiándole su cuidado a sus propios hijos? Tomates, lechugas, fresas o berenjenas crecen estupendamente en macetas.
Volviendo a Italia, hace poco se puso en marcha el proyecto 'Un huerto para cada escuela'. Donde ha sido posible, maestros y alumnos, mano a mano, han arado, abonado y sembrado varios tipos de hortalizas. Tras los recelos iniciales, los niños acababan emocionados al ver cómo crecían cada día las lechugas, los hinojos, las coles. ''¡Vaya! ¿Cómo puede salir de una semilla tan pequeña una calabaza tan grande?'', se decían. En un mundo en el que todo es evidente, todo es reproducible y repetible, el asombro es el verdadero antídoto contra la indolencia galopante. Al fin y al cabo, solo lo maravilloso hace que las cosas sean bellas, pues les quita esa capa de rutina sombría que impone la era del consumo.
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