TITULO: LA LOTERIA DEL VIERNES - ¿Dónde está Wally? - «Las elecciones serán estrictamente un referéndum sobre Trump» .
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Thomas Frank: «Las elecciones serán estrictamente un referéndum sobre Trump»
El analista e historiador político, es una voz referencial de la actualidad en EE UU | El escritor asegura que el Partido Republicano abandonaría al presidente si pierde en las urnas y quiere aferrarse al poder,.
A poco más de tres semanas de las elecciones presidenciales estadounidenses del 3 de noviembre, con la campaña electoral en un nuevo giro sorprendente si cabe, tras el caso de la covid-19 del presidente Trump, las encuestas pronostican que el demócrata Joe Biden mantendrá su ventaja hasta las urnas. Lo que pueda pasar a partir de ese momento es territorio de especulación. Las implicaciones de la enfermedad del líder republicano son inmensas y el peso que ponen en el sistema político en medio de unos comicios es difícil de calcular.
Esta entrevista se realizó tras el primer debate presidencial entre Trump y Biden. El prestigioso analista e historiador político Thomas Frank, una de las voces más autorizadas en la actualidad estadounidense, conversa sobre los comicios y sus posibles escenarios posteriores. Frank ha publicado libros de referencia como '¿Qué pasa con Kansas?' (2004) y 'Escucha, liberal' (2016). Colabora habitualmente en revistas culturales y políticas como 'Harper's Magazine', 'Le Monde Diplomatique', 'Bookforum' y 'Financial Times'. Fue cofundador y editor de la revista 'The Baffler' y firmaba la columna 'The Tilting Yard' en el 'Wall Street Journal'.
Sobre las elecciones, Thomas Frank afirma que «puede pasar cualquier cosa porque también pueden ser vistas de cualquier manera y no sabemos cómo afectará eso en las urnas. Si recordamos las de 2016, todas las encuestas se equivocaron porque asumieron quiénes iban a votar, creyeron que iba a ser como en los comicios anteriores, pero no fue así». A su juicio, una clave de la cita del 3 de noviembre es que «nadie sabe quién va a poder votar. Biden se encuentra por delante en los sondeos, pero se están produciendo campañas de intimidación contra la población en el sentido de que algo va a pasar si acuden a votar. Imagine que la población lo hace por correo y algo no va bien porque los republicanos lo saboteen a propósito o por razones políticas u otros motivos».
El analista, que estos días es solicitado por decenas de medios para analizar la campaña, denominó en su momento a Trump como «el peor político de todos los tiempos», pero hasta este año creía que aún tenía posibilidades de ganar las elecciones de noviembre. «Es un hombre que dice cosas que no necesariamente tienen que suceder. A principios de febrero yo pensaba que podría ganar fácilmente con la economía fuerte. Pero ha sido un presidente terrible, un desastre, ha hecho miserable a todo el mundo y merece perder. No tiene la legitimidad para el liderazgo».
–¿Cómo resumiría la campaña demócrata?
–Los demócratas llevan una campaña muy poco inspiradora. Biden no tiene mucho que ofrecer excepto reafirmaciones de abuelo. Ha dicho que no va a hacer nada nuevo, que es el estatus quo, que no apoyará una mejora del sistema público de salud. Sólo quiere darle unos retoques al Obamacare aquí y allá. Claramente, el Partido Demócrata no se ha elevado a la altura de las circunstancias. Pero puede ganar de todas maneras. El sistema de dos partidos está abocado siempre a este tipo de situaciones, sin que haya ninguna oportunidad de que un tercer candidato pueda nunca ganar.
–Son unos comicios complejos.
–Va a ser estrictamente un referéndum sobre Donald Trump. Joe Biden no pasa de ser el candidato para ello. No ha dicho nada de interés en mi opinión; es decir, yo no conozco a nadie que esté entusiasmado con Biden, no entre mis amigos desde luego. Quizá la prensa es más cínica, no sé en otros círculos. Con Hillary Clinton la gente sí estaba energizada, o con Obama, que generó un movimiento detrás de él, pero este candidato no tiene nada de eso. Por otro lado, Biden sí tiene la ventaja de no ser un candidato odiado. Hillary era una persona poco querida, alguien a quien los republicanos llevan veinte años demonizando desde los centros de los Rush Limbaugh y ese tipo de esferas. Hillary tenía grandes factores negativos en su contra al entrar en la campaña, algo que Biden no arrastra y eso podrá funcionar a su favor.
–¿Su campaña desaprovecha el movimiento de reforma surgido de las protestas y el progresismo en general? Es un voto importante, especialmente entre los adultos jóvenes, y brindaría la energía que los demócratas necesitan para ganar estas elecciones.
–Sobre los progresistas diría que, cínicamente, (los demócratas) están tratando de aprovecharse del movimiento Black Lives Matter que denuncia la violencia policial. En las décadas de los 80 y 90 se cimentaron en este país las medidas anti-crimen extremas. Se armó a la Policía hasta los dientes, se le otorgó nuevos poderes, se criminalizó todo, se establecieron sentencias larguísimas, en algunos Estados se impusieron legislaciones del tipo 'Three Strikes Out '(la ley en California, según la cual la tercera sentencia es cadena perpetua, aunque sean faltas leves). Irónicamente Biden es uno de los que creó ese sistema. Se puede identificar con él más que casi con ningún otro demócrata, excepto Bill Clinton.
–Las paradojas de quien quiere ganar unas elecciones...
–Es extraño y, en extremo, irónico que Joe Biden sea el candidato demócrata cuando lo que ha apoyado toda su vida ha sido justo lo opuesto. Que en estos tiempos sea él, precisamente, el candidato de Black Lives Matter, el que protesta por los tiroteos que matan a afroamericanos, que por cierto hacen muy bien en protestar, tiene que parar. Por el lado de Kamala Harris, no hay duda de que quieren reconocer al movimiento antirracial de alguna manera, pero no que se les identifique con la violencia que se ha visto en algunos sitios.
–¿Buscan un equilibrio?
–Le dicen al mundo que son el partido de la diversidad y hacen lo que los políticos siempre hacen: quieren la justicia que hay en ese movimiento, quieren su energía, pero no quieren que se les identifique demasiado con él.
Sin riesgo de autoritarismo
–Existe toda clase de especulación sobre los escenarios postelectorales. Si el presidente se niega a irse, ¿cree que podrán controlarle?
–Lo único que puede suceder es que pierda y se niegue a dejar el cargo. Y no creo que eso pase porque los republicanos le abandonarían inmediatamente. Declarará la victoria y se irá. Es lo que creo que pasará. Y no habrá que preocuparse más. A mi entender, hay algo de exageración en todo eso de las amenazas de las que se habla. Trump puede decir lo que quiera, reclamar lo que sea. Las elecciones se habrán decidido para entonces y eso será lo que determine todo. Cuando llegue el día de la inauguración (el 20 de enero), se tomará juramento a quien haya ganado las elecciones. No me cabe la menor duda sobre ello.
–Estados Unidos no ha vivido golpes militares o regímenes autoritarios, con situaciones en las que un hombre fuerte es respaldado por los poderes y las élites. ¿Este país podrá resistir la tentación al autoritarismo?
–Sería ridículo intentar algo así. Trump podría ser peligroso. Existen rumores de que si pierde podría tener problemas por sus impuestos, ir a la bancarrota o sufrir algún problema financiero, quién sabe. Ha habido cantidad de fraude electoral en la historia en este país, no tanto en las décadas recientes, pero solía haber más y llegó incluso a extremos en el pasado. En cualquier caso, es un país que carece de tradición de ir en esa dirección, nos regimos por las normas todo el tiempo. Hacerse con el poder por medio de un golpe militar sería una profunda violación de la Constitución. Y de todo lo demás.
–No llega la confrontación política a ese extremo.
–En los países que han tenido regímenes militares y fascistas, si se estudia la historia, hay alguna clase de crisis que los precede y la élite en el poder se une para frenar las demandas de movimientos de izquierda. No existe esa situación aquí; tenemos guerras culturales, de gente insultándose unos a otros en las redes, pero no hay un partido comunista tratando de tomar el poder. Hay desempleo masivo en Estados Unidos, pero la clase dirigente no está en ningún peligro. Así que no es la receta para un golpe, es la receta de un hombre que estará muy descontento si pierde.
«El único grupo al que Biden trata de alcanzar es su vecindario»
–¿Los estadounidenses saben bien lo que se juegan el 3 de noviembre?
–Lo que ocurre es que ya nadie sabe lo que es verdad. Las redes sociales están teniendo este extraño efecto psicológico en la gente. Los únicos periódicos que aún quedan se desacreditan a sí mismos. Estamos en un nuevo territorio en el que realmente no sabemos lo que pasa. Hay una cantidad de historias que la prensa como el 'New York Times' ya no cubre porque benefician a los republicanos, y viceversa, el canal Fox es un altavoz de propaganda de la derecha.
–¿Cómo ve este momento en la historia del país?
–El ejemplo en el que pienso fue en 1898 en el estado de Carolina del Norte cuando el partido popular unió esfuerzos con el Partido Republicano, y con los afroamericanos, que por entonces muchos eran todavía leales al Partido Republicano (el de Abraham Lincoln, el presidente que proclamó la abolición de la esclavitud). Se las arreglaron para ganar, y enviaron a un populista al Senado y pusieron un gobernador republicano, y se hicieron con la legislatura estatal y miembros populistas en el Congreso. Aprobaron un montón de leyes que hicieron posible que los afroamericanos ocuparan posiciones en el gobierno municipal. Entonces, la élite en el poder y los tradicionalistas demócratas en el sur, los llamados 'Demócratas del Bourbon', cuando vieron la jugada se pusieron nerviosos y montaron una campaña de supremacismo blanco contra los populistas y los republicanos.
–¿Cree que en estos comicios podría darse una reedición de las elecciones de 2000?
–Biden probablemente ganará y hará muy poco como presidente. Ha dicho recientemente que se imagina a sí mismo como el restaurador del estatus quo previo a Donald Trump. Siempre ha sido un demócrata conservador. El único grupo que trata de alcanzar en esta campaña es su vecindario, los republicanos moderados. Piensa que quizás atraerse a los republicanos de Bush le brindará más poder en el Partido Demócrata que en el Partido Republicano actual. Por otro lado, después de las elecciones veremos abogados por todas partes pidiendo recuentos, y creo que el Partido Republicano pondrá todo su esfuerzo en impedir el recuento.
–¿Prevé una situación de caos?
–No sé. La gente se concentra y crea disturbios cuando gana su equipo de fútbol. Actúa fuera de control por razones muy pequeñas, se podría esperar algún desorden, pero no creo que importante. Lo más destacable de esta elección es que los demócratas se identifican con las élites, mientras los republicanos lo hacen con la clase trabajadora, o por lo menos la parte blanca de la clase trabajadora, que es completamente lo opuesto a como era hace cinco décadas, y es una tendencia gradual que está teniendo lugar enfrente de todos.
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EL DIVAN DE OLGA VIZA - El día en que Raúl le dijo “¡schssssss!” al Camp Nou,.
El día en que Raúl le dijo “¡schssssss!” al Camp Nou
Hoy se cumplen 21 años de un gesto inmortal para el madridismo. El eterno 'siete' logró en el minuto 86 el 2-2 en un Clásico que ganaba el Barça de Van Gaal y mandó callar al coliseo culé...
Esa crispación se trasladó a la grada, que creó un ambiente muy fuerte, que afectó especialmente a Raúl González. El 7, con su orgullo competitivo habitual, pedía la pelota continuamente a pesar de que cada vez que tocaba el balón el ruido era ensordecedor. El Barça iba aguantando bien con el 2-1 y hasta tuvo opciones de aumentar la ventaja. Pero a falta de sólo cuatro minutos para el final llegó un momento que jamás olvidarán los madridistas. Savio pasó en profundidad a Raúl, que cogió la espalda a la defensa azulgrana. Se plantó solo ante la portería del Barça y con una vaselina sutil batió de forma magistral a Hesp. Reiziger se estrelló contra un poste en su intento estéril por cortar la pelota. Raúl, dada la trascendencia que tenía el 2-2 a tan poco del final, tuvo el gesto que tantas veces ha salido en fotos y pósters en las casas de muchos aficionados blancos y, sobre todo, en las sedes sociales de la peñas del Real Madrid. Ese gesto fue ponerse el dedo en la boca mirando a la grada del Camp Nou pidiéndoles silencio. No hace falta explicar que lejos de conseguirlo la bronca de la afición culé se multiplicó por tres.
Es curioso porque pasados los años el propio Raúl ha dicho en varias entrevistas que no se siente nada orgulloso de ese gesto y que, incluso, si volviera a ocurrir lo mismo y jugase ese partido otra vez no lo repetiría porque estaba arrepentido. Sin embargo, la grada funciona con otros biorritmos emocionales y les puedo asegurar que si al madridismo militante le pides que seleccione cinco imágenes icónicas de su Madrid que le han llegado a lo más profundo de su sentimiento vikingo, casi siempre saldrá en ese Top 5 la noche en la que Raúl quiso silenciar el Camp Nou. Hace justo 21 años. El tiempo vuela…
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