TITULO: Cartas Olvidadas - Ocho años con Gramsci,.
Ocho años con Gramsci,.
La narrativa de Pablo Iglesias para anclar la orientación política de la coalición con Pedro Sánchez en las próximas dos legislaturas escuece en el PSOE,.
Cuando Pablo Iglesias enviaba un tuit a los pocos minutos de que Arnaldo Otegi anunciaba el sí a los Presupuestos Generales del Estado «salvo que las cosas se tuerzan a última hora» dejaba en evidencia que era una operación concertada. El vicepresidente segundo del Gobierno de España y el líder de Euskal Herria Bildu han mantenido en los últimos,.
Entremés frío, casi congelado. El choque dialéctico entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a media tarde de este lunes lo resumía casi todo. El menú de la investidura comenzaba con este arranque, que refleja las dificultades del candidato para conseguir el respaldo de Unidas Podemos. En la habitación de al lado, los negociadores del PSOE y Unidas Podemos seguían atascados. La verdadera partida se juega en ese diálogo, no en la sesión parlamentaria que siempre encierra una dosis de teatralidad. El PSOE se resiste a ceder poder y Unidas Podemos no desea aparecer como una 'fuerza auxiliar' y rechaza la oferta socialista de varios ministerios «sin contenidos».
El descontento que cosechó el aspirante en su examen fue un primer baño helado de realismo. Iglesias marcó su territorio al exigir respeto al peso electoral de Unidas Podemos en la negociación. «Por respeto no aceptaremos ser un mero decorado». La frase era toda una declaración reveladora de los escollos. El encontronazo fue creciendo de intensidad con las réplicas hasta terminar con un Iglesias airado. Mal augurio, aunque tampoco definitivo. Porque la única alternativa pasa por repetir la investidura en septiembre o, simplemente, elecciones en noviembre. Y eso son palabras mayores.
No lo tiene fácil Sánchez. El repliegue táctico de Iglesias al renunciar a ser el gran problema por ir al Ejecutivo –algunas derrotas simbólicas pueden convertirse en victorias políticas– no le dejaba margen de maniobra. El aspirante prefiere un Gobierno monocolor del PSOE, con una colaboración preferente en cuestiones sociales con Unidas Podemos, pero abierto a otros pactos con PP y Ciudadanos en materias 'de Estado'.
Las estrategias de Pablo Casado y de Albert Rivera, que rivalizan por ser quien ejerza el liderazgo de la oposición, no le han permitido a Sánchez cobertura para girar al centro o para ensayar la 'geometría variable'. Es cierto que él tampoco ha presentado una oferta concreta en esa dirección, más allá de llamamientos genéricos a una abstención a cambio de nada. Es cierto también que un amplio sector de las bases del PSOE parece que era muy reacio a un acercamiento a Ciudadanos. Pero la realidad es que si, al final, en España prospera un Ejecutivo de coalición de izquierdas, el primero tras la Segunda República, lo será, también, por la decisión del centro-derecha de no dar ni agua a un PSOE en minoría. El durísimo discurso de Rivera, faltón en las formas y en permanente búsqueda de titulares efectistas, deja claro que que el líder de Ciudadanos demostró este lunes que seguía en campaña electoral contra el PSOE y que pensaba más en unos nuevos comicios que en una investidura.
Pero, a la vez, la apuesta por un Gobierno estable de izquierdas empieza a chirriar con apelaciones contantes al centro-derecha a que se abstenga, lo que, además, conduce a un callejón sin salida. El viejo dicho: no se puede sorber y soplar a la vez.
La discusión de este lunes explicitaba con crudeza los problemas que conlleva la articulación contrarreloj de una alianza que mantiene serias discrepancias en cuestiones cruciales. Una cosa es que la retirada de Iglesias evite la presencia de un 'presidente bis' en el Ejecutivo. Pero, a la vez, al replegarse de la escena, el líder morado ha provocado que Sánchez tenga que aceptar la cuestión de fondo, es decir, la coalición, que es lo que no quería. Las dos partes han tenido que ceder y ahora tienen que convencer que las dos pueden salir ganando. O salir perdiendo.
La inquietud es alta porque los recelos y las desconfianzas están a flor de piel. Pero también es cierto que las izquierdas españolas se la juegan y que pueden hacer de la necesidad virtud. Si PSOE y Unidas Podemos llegan al final a una coalición será solo por el peso de la batalla del relato. Será en el último minuto, bajo una enorme presión, la del miedo al fracaso. En el mismo último minuto en el que este lunes apeló en su discurso a la formación morada. A Sánchez no le entusiasma para nada la coalición, pero su verdadero drama es que no le queda más remedio si no quiere ir a elecciones en noviembre, con serios peligros de perder la narrativa. Ese es su dilema.
TITULO: Cartas en el Cajon - Sánchez e Iglesias sueldan una arriesgada mayoría para agotar la legislatura,.
Sánchez e Iglesias sueldan una arriesgada mayoría para agotar la legislatura,.
Estabilidad, foto,.
Un año y tres días después del acuerdo de coalición, el Gobierno cuenta con un respaldo parlamentario mayor que el que tenía al comenzar su andadura,.
No fue una alianza deseada. Desde luego, no para Pedro Sánchez, que no dudó en llevar al país a una repetición electoral el 10 de noviembre de 2019 creyendo que así podría evitarla. Fue un 12 de noviembre de 2019, cuando el líder socialista y Pablo Iglesias escenificaron en el Congreso su acuerdo. El ahora presidente del Gobierno dio su brazo a torcer y aceptó hacer vicepresidente al causante de sus insomnios. Hoy, un año y tres días después, la coalición entre PSOE y Unidas Podemos ha logrado consolidarse pese a los malos augurios. El rechazo a las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos con una contundente mayoría parlamentaria ha abierto de par en par la puerta a soldar la estabilidad para lo que resta de legislatura.
Hace menos de seis meses en el PP vaticinaban lo contrario. «A 2022 no llegan», decían. Sánchez acababa de salvar la quinta prórroga del estado de alarma a costa de debilitar el bloque de la investidura -sumando a Ciudadanos para paliar el distanciamiento de ERC- y tras unas jornadas frenéticas en las que el Gobierno se abrió en canal a cuenta del compromiso de derogar de manera «íntegra» la reforma laboral de 2012, el gran objetivo de Podemos, sellado a la desesperada con EH-Bildu. El enfado de la ministra de Economía forzó la rectificación del PSOE y esta provocó el desafío de Iglesias con aquel «pact sunt servanda» («los acuerdos están para cumplirse»).
En su evaluación de los doce meses transcurridos desde que Sánchez e Iglesias comparecieron juntos en el comedor de gala del Congreso para firmar ese contrato de arras con el que el líder del PSOE se comió una a una las palabras vertidas contra Iglesias durante una campaña de la que salió despeluchado (llegó a decir que no podía ser su vicepresidente porque necesitaba a alguien que «defienda la democracia española») los socialistas se muestran positivos. Aseguran que las diferencias y discusiones internas no van más allá de lo que irían en un Ejecutivo monocolor. Pero no niegan que haya asuntos espinosos y que la necesidad del líder de Podemos de visibilizar algunos logros del Gobierno como propios para no quedar difuminado ha provocado en no pocas ocasiones importantes «cabreos».
LAS CLAVES:
- Malestar en Moncloa.
- El protagonismo que Iglesias otorgó a Bildu en los Presupuestos molestó en la Moncloa porque devaluó el amplio respaldo del Congreso al Gobierno
- Unidad con problemas.
- Sánchez intenta mantener el bloque de los 198 votos a pesar de la guerra declarada de Podemos y los independentistas contra Ciudadanos
El último, a cuenta del empeño de Iglesias de incorporar a EH Bildu como figura estelar del acuerdo de Presupuestos. Una puesta en escena que pilló a contrapié a la Moncloa, estupefacción que se agudizó cuando el vicepresidente segundo elevó a la formación de Arnaldo Otegi a la categoría de copartícipe en «la dirección del Estado». No es que Sánchez deseara la exclusión de EH Bildu, de hecho tenía casi garantizado su respaldo a las Cuentas, pero lo quería sin alharacas, que se notara lo menos posible.
En el entorno del presidente irritó que el movimiento de Iglesias pactado con Otegi acabara por trasladar el foco sobre la colaboración de una izquierda abertzale, que aún no se ha desmarcado de la trayectoria de ETA, y dejó en segundo plano el éxito parlamentario de los Presupuestos (nunca se han rechazado unas Cuentas que superan el debate de totalidad) y la rotunda mayoría que sustentó al Gobierno.
Una apuesta arriesgada
«No es una operación a corto plazo», afirman en la Moncloa. El bloque de la investidura, con sus actores activos y pasivos, será el sostén gubernamental para lo que resta de legislatura. «Entre avanzar o quedarnos como estamos, el Congreso decide avanzar y España dice adiós al pasado y abre la puerta definitivamente a un futuro de estabilidad y de progreso», anunció el viernes Pedro Sánchez en Pamplona. Y para reafirmar el rumbo, bendijo con su visita a la presidenta de Navarra, María Chivite, el acuerdo presupuestario sellado ayer en esa comunidad con EH Bildu.
El líder socialista no parece dispuesto a dar marcha atrás en su proyecto de contar con la izquierda abertzale y Esquerra Republicana en la mayoría de la estabilidad por sonoras que sean las voces que discrepan en el PSOE. Las críticas de la oposición las da por descontadas. Sánchez se reserva además la carta de Ciudadanos. Los liberales no quieren romper con el Gobierno, al menos por ahora, y viceversa. La presencia del partido naranja, con sus diez escaños, en los pactos parlamentarios abarata el coste político de los respaldos de Esquerra. Del mismo modo que la participación de EH Bildu resta protagonismo al PNV. Republicanos y nacionalistas vascos dejan así de ser peajes obligatorios.
Pero no es solo una cuestión de aritmética cortoplacista, Sánchez aspira a que los 198 votos que respaldaron la tramitación de los Presupuestos sean su capital parlamentario hasta el final del mandato. No lo va a tener fácil por la guerra declarada a Ciudadanos por Unidas Podemos y los independentistas catalanes y vascos, pero mientras pueda contar con los liberales no va a ser él quien vuele los puentes.
La vicepresidenta Carmen Calvo ratificó ayer que esa es la línea que va a seguir el Gobierno, «negociar con todos» porque es el momento de la «unidad, responsabilidad y estar en la realidad de los problemas». Lo sustancial en esta apuesta estratégica se resume en saber qué hacer para dar respuesta a las necesidades del país, no con quién se hace.
Un planteamiento, sin duda, difícil de fraguar, como se ha visto en el primer examen de los Presupuestos, y que embarca al Gobierno en una travesía por aguas revueltas cuyo desenlace no está escrito.
TITULO: REVISTA TENIS -Thiem brilla más que Nadal ,.
Thiem brilla más que Nadal,.
El austríaco juega su mejor partido ante el balear para complicar sus opciones de estar en semifinales del torneo de maestros,.
No lo tendrá fácil Rafa Nadal para estar en semifinales del torneo de maestros. En su escalada hacia el gran título que le falta en su palmarés se encontró con un Dominic Thiem en el cénit de su tenis, imparable y corrosivo sobre la pista, capaz de inclinar al español en dos desempates 7-6 (7) y 7-6 (4).
Al balear, que sí logró el triunfo en su debut ante Andrey Rublev, le resta ahora jugar un encuentro, ante el griego Stefanos Tsitsipas, contra el que se jugará estar o no en semifinales de las Finales ATP. Y todo porque Thiem ya no es el caramelito en 'indoor' de antaño.
La batalla impuesta por los dos jugadores, muy cerca de su máximo nivel, tocó techo en un primer set catártico, modelado por el tenis de las dos bestias, una ganadora este año en Roland Garros, otra, campeona en el Abierto de los Estados Unidos, y ambas en guerra por tocar el liderato del grupo.
No se concedieron ni una sola grieta en la primera hora de encuentro, la que llevó hasta el 'tie break'. No hubo una sola bola de 'break' y cada oportunidad fue cercenada al momento. Nadal olisqueó la primera en un iguales solventado por Thiem, mientras que el austríaco rozó la rotura con un 15-30 y un 30-30.
Pero no permitieron que se crujiera la igualdad. Se aventuraron en un 'tie break' loco que Nadal tuvo en su mano y dejó escapar. Disfrutó de un 5-2 y de dos saques a su favor para arrancar con ventaja el partido, pero se diluyó.
Le empataron a cinco y, aunque a partir de ahí abrió dos puntos de set, no fue capaz de cerrarlos. Thiem, mucho más certero en los momentos importantes, solo necesitó de un punto de set para metérselo en la cartera. Abrió en canal la defensa de Nadal con una derecha invertida y dio la bienvenida en su casillero a un set titánico.
Carente de 'punch'
La ventaja cimentada por Thiem no era un impedimento para que Nadal sacara la mente a pasear. Cuando más arriba estaba el pupilo de Nicolás Massú, más se esforzó por contener la marea. Le sostuvo seis juegos y le quebró en el séptimo, con un 'passing' paralelo que contrarrestó toda la fuerza de un desatado Thiem.
Pero Nadal estaba carente de 'punch'. Se dejó romper inmediatamente después y se llegó a poner 0-40 con tres puntos de partido para Thiem. Una montaña de errores le acababa de sepultar y Nadal, impasible al mirar cara a cara a la derrota, los salvó tirando de servicio.
Volvió a nivelar el partido y a llevarlo a otro 'tie break', que se decidió para el austríaco con mayor facilidad que el primero. Al quinto punto de partido, Thiem cerró uno de sus más brillantes triunfos ante Nadal y que le catapulta como uno de los favoritos a levantar el título que se le escapó el año pasado en la final. Nadal tendrá que esperar.
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