TITULO: Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - Reforman parte de la parroquia de Villagonzalo,.
TITULO: Domingo -19- Junio LA SEXTA - Ambulancias, en el corazón de la ciudad - Hambre de poder,.
El domingo -19- Junio a las 21:30 por La Sexta, foto,.
Hambre de poder,.
El primer Kennedy, el que dio origen a toda la saga americana, era un pobre granjero irlandés que emigró huyendo de la miseria y murió un 22 de noviembre, como su bisnieto,.
Siempre cerca del poder y de su erótica. Siempre cerca del escándalo y la tragedia. Los Kennedy, la 'familia real' americana, deben parte de su leyenda a John Fitzgerald Kennedy. El clan político del que más se ha escrito nunca, la saga que marcó la historia americana del siglo XX siempre irá ligada a JFK. Pero tan cierto como eso es que cada vez que se menta al presidente Kennedy aparece a continuación el nombre de algún Kennedy golpeado por la fatalidad o envuelto en la polémica. Ponga usted la palabra poder, riqueza, sexo, asesinatos, desgracias, glamur... y además de salirle una telenovela le saldrá seguro un Kennedy.
En realidad la palabra que dio origen a toda esa leyenda es pobreza. Pues fueron las estrecheces y el hambre lo que empujaron al primer Kennedy americano a abandonar la granja familiar en Dunganstown, en el condado de Wexford, al sureste de Irlanda. Aquel pobre hombre se llamaba Patrick Kennedy (1823-1858), era el benjamín de una familia de granjeros (con lo que frente al primogénito sus posibilidades de heredar eran nulas) y como cientos de miles de compatriotas, decidió embarcarse rumbo al Nuevo Mundo en busca de mejor fortuna. Tenía 26 años e ignoraba que estaba iniciando la historia más célebre que jamás protagonizó en América un clan irlandés. El joven Patrick y su mujer arribaron a Boston (Massachusetts) huyendo de la que se denominó 'Gran hambruna irlandesa', un catastrófico periodo de falta de alimentos y enfermedades que arrasó los cultivos y que provocó millones de muertes y un éxodo masivo, sobre todo a Estados Unidos. Entre fallecimientos y emigraciones, se calcula que el país perdió en solo unos años un cuarto de su población.
No le fue mal a Patrick en tierras americanas, donde enseguida se hizo un hueco en la comunidad irlandesa de Boston, una de las más activas del partido demócrata, tal vez porque los católicos-irlandeses se sentían excluidos de la alta sociedad dominada por la 'vieja guardia' norteamericana, anglosajona, republicana y protestante. Su hijo Patrick J. Kennedy empezó trabajando de estibador en los muelles de Boston y acabó amasando una pequeña fortuna como propietario de cantinas y sobre todo gracias al comercio de licores y a su creciente influencia entre los emigrantes irlandeses, lo que le fue abriendo las puertas de la política. Los líderes demócratas entendieron que Patrick J. era una pieza importante para poder movilizar al potente electorado irlandés. Su padre, sin embargo, no pudo ser testigo de la notable prosperidad familiar pues murió antes. En una de esas casualidades que tanto gustan a los coleccionistas de coincidencias, Patrick, el bisabuelo de JFK, falleció un 22 de noviembre y también lo hizo muy joven, con solo 35 años. Así pues el 50 aniversario de la muerte de John Kennedy será también el 105 de su bisabuelo.
El pelotazo de Joe
Pero quien realmente dio el pelotazo económico fue su nieto Joseph 'Joe' Kennedy (1888-1969), y padre de JFK, quien se encargó de multiplicar esa incipiente fortuna y cimentar sobre ella las carreras políticas de sus vástagos, alcanzando su cima con la elección de su hijo John (al que la familia llamaba Jack) como 35 presidente de Estados Unidos.
Próspero y sagaz inversor (ganó millones de dólares en la Bolsa de Nueva York), constructor y poderoso empresario industrial del acero, Joe jamás dejó de aprovechar una oportunidad para hacer crecer su fortuna. Ahí van dos ejemplos: cobraba a sus sirvientes 10 céntimos de dólar por cada Coca Cola que bebieran en su mansión de Boston. Pero sacó más partido cuando en plena Ley Seca, y con el apoyo del hijo del entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, viajó a Irlanda para adquirir los derechos sobre la importación del Scotch Whisky para Estados Unidos. Aunque ya estaba forrado, aquella jugada le cubrió de oro y le dio aún más poder financiero para, por ejemplo, prestar dinero a los estudios de Hollywood (fue accionista de RKO, una de las cinco grandes compañías cinematográficas de la época dorada de Hollywood) o comprar el edificio más grande de Chicago, por aquel entonces una ciudad tan poderosa como Nueva York.
Paralelamente continuó con su influyente actividad dentro del Partido Demócrata y logró presidir las comisiones Marítima y de Comercio y Seguridad bajo la presidencia de Roosevelt. Su cénit político le llegó con 50 años cuando fue nombrado embajador de Estados Unidos en Londres, cargo en el que permaneció entre 1938 y 1940, y del que le obligaron a dimitir por tratar de impulsar un acercamiento a la Alemania de Hitler. Cercenada su carrera política por aquella torpeza, a su regreso a Estados Unidos, el patriarca de los Kennedy puso todo su empeño en impulsar la de sus hijos, convirtiéndose en su principal asesor y benefactor, pues solo con un sólido apoyo económico detrás resulta viable alcanzar un asiento en las cámaras de Washington. En ese sentido los Kennedy nunca tuvieron problemas, sí en el de disputarse las novias en su fabulosa residencia de Boston pues si alguno de los tres hermanos mayores se despistaba, se arriesgaba a encontrar a la chica de turno en la cama del viejo Joe, otro adúltero compulsivo. Pero esa es otra historia.
Rose, o santa o tonta
Joe y su mujer 'oficial', la muy paciente Rose Elizabeth Fitzgerald (1890-1995) tuvieron nueve hijos (Joseph, John, Rosemary, Kathleen, Eunice, Patricia, Robert, Jean y Edward). El la colmaba de caprichos, pero le era infiel. El ferviente catolicismo de Rose le hizo vivir los cuernos con resignación y aunque en una de las aventuras de Joe abandonó a su esposo y se refugió en el hogar de sus padres, su propio padre le recordó que como católica no podía divorciarse instándole a regresar junto a su marido. La pobre Rose vivió con tanta resignación esas infidelidades que la actriz Gloria Swanson, una de las mujeres con las que se revolcó el cabeza de familia dijo de ella: "Esa Rose debe de ser una santa, una tonta o una mejor actriz que yo". La vida, eso sí, le sonrió con una longevidad muy generosa: murió a los 105 años.
Pero volvamos a la descendencia del matrimonio y sobre todo al primero de la saga, a Joseph Patrick Kennedy Jr. (1915-1944), el primogénito en quien su padre había depositado sus esperanzas de colocar a un Kennedy en la Casa Blanca. Lo tenía todo para triunfar. Rico de cuna, el mayor de los hermanos era un tipo apuesto, deportista, graduado en Harvard y ya había hecho sus pinitos en la política como delegado en la Convención Nacional Demócrata. El joven se disponía a casarse con una modelo y actriz a su regreso de Europa, donde combatía a los nazis como aviador. Pero murió antes pilotando un bombardero de la Marina estadounidense el 12 de agosto de 1944. Tenía solo 29 años, había participado con éxito en 25 misiones y se había ganado el derecho a volver a casa coronado como un héroe de guerra y con una prometedora carrera política por delante.
Joe era un tipo con arrestos. Podía haberse embarcado en el primer avión a Estados Unidos y prefirió ofrecerse como voluntario para una última misión, la arriesgada Operación Afrodita, en la que él y su copiloto tenían que saltar en paracaídas antes de estrellar su bombardero cargado de explosivos contra una base alemana al norte de Francia. Un accidente fortuito (aún se especula con que fue una señal de radio o un fallo en el control remoto, pero también se habla de un error humano del piloto) provocó la detonación de las diez toneladas de bombas. El avión se desintegró en pleno vuelo con Kennedy y su compañero dentro.
Con la desaparición del primogénito de los Kennedy, los esfuerzos de Joe se centraron en el segundo de los hermanos, nuestro carismático JFK, de quien ahora se cumplen 50 años de su asesinato en Dallas. Nada le hizo más feliz al viejo jefe del clan que asistir a la investidura de su hijo como trigésimo quinto presidente de Estados Unidos en enero de 1961. En el mes de diciembre de ese mismo año, cuando tenía 73 años, Joe sufrió una embolia que le dejó sin habla y postrado en una silla de ruedas hasta su muerte en 1969 a los 81 años de edad. A pesar de la enfermedad, fue consciente de los asesinatos de su hijo el presidente en noviembre de 1963 y de su otro hijo Robert 'Bobby', Kennedy en 1968.
Bob, el sucesor natural
Bobby (1925-1968) era el sucesor natural de JFK. Seguramente habría acabado sentado en el Despacho Oval de no haber muerto tiroteado cuando apenas tenía 42 años. Fue fiscal general de Estados Unidos (equivalente a ministro de Justicia) con JFK de presidente y uno de los consejeros de mayor confianza de su hermano, con quien trabajó estrechamente durante la Crisis de los Misiles de Cuba, que a punto estuvo de llevar al mundo a una guerra nuclear. Tras el asesinato de John, Robert continuó en el cargo hasta su renuncia en 1964 debido a sus discrepancias con el presidente Johnson por su postura en la Guerra de Vietnam (él estaba en contra de la intervención). Ya elegido senador por Nueva York, inició su particular batalla para ser nominado candidato presidencial de los demócratas. Había ganado las primarias en Indiana y Nebraska, así como en Dakota del Sur y en el muy decisivo bastión de California. Al día siguiente de aquel triunfo postrero, se dirigía a pronunciar un discurso de agradecimiento a sus electores en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. Cuando se encontraba en un pasillo lleno de gente, un hombre de 24 años con ascendencia palestina irrumpió disparando con un revólver del calibre 22. Las balas alcanzaron a Bob, que fue traslado con heridas de gravedad al Hospital El Buen Samaritano, donde murió al día siguiente. Su asesino, Sirhan Bishara Sirhan, justificó su acción por el apoyo que el senador Kennedy brindaba a Israel. Ahí quedaba truncada la prometedora carrera del Kennedy que más batalló por la integración racial y contra la guerra de Vietnam.
El accidente de Ted
Continuó la estirpe política Edward, 'Ted', Kennedy (1932-2009), el benjamín de los nueve hijos de Joe y Rose, el incombustible senador por Massachusets, que mantuvo su acta ininterrumpidamente desde 1962 hasta su muerte a los 77 años. Tras Jack y Bob, Ted estaba llamado a las más altas esferas de poder, pero su prestigio quedó empañado para siempre a raíz de un oscuro accidente de automóvil en Chappaquiddick, una pequeña isla cercana a la elitista Martha's Vineyard (Massachusetts) en el que murió Mary Jo Kopechne, la joven de 28 años que le acompañaba aquella noche.
Ted y Mary Jo habían abandonado la fiesta en la que se encontraban a bordo de un automóvil conducido por él. El coche volcó al atravesar un puente sobre el mar y el joven senador logró salir del vehículo hundido y nadar hasta la orilla para huir corriendo. Mary Jo murió ahogada. El pequeño de los Kennedy tardó diez horas en dar cuenta del accidente a la Policía. Juró que no había bebido y que se sumergió varias veces tratando de salvar a su acompañante. La Justicia le condenó a solo dos años de cárcel, aunque la sentencia nunca fue ejecutada. Desde entonces Chappaquiddick ha quedado ligada en el vocabulario político a la impunidad de los ricos y poderosos, lo que no impidió que aquel incidente frenara en seco la carrera política del Kennedy con más posibilidades de suceder a su hermano en la Casa Blanca.
Ed continuó su trayectoria en el Senado, aunque su vida personal ya no fue la misma: Su mujer Joan Bennet y su hija le abandonaron y a su hijo Edward júnior, enfermo de cáncer le amputaron una pierna. En 1980, con 48 años, el patriarca del clan hizo el último intento por llegar al 1600 de la Avenida Pensilvania, perdiendo las primarias frente a Jimmy Carter, quien luego se convertiría en el 39 presidente de Estados Unidos. La derrota no impidió que Ted protagonizara una fructífera carrera como senador hasta convertirse en uno de los legisladores más influyentes en la historia del país. Se mantuvo al pie del cañón hasta el final. De hecho fue uno de los pilares en los que se apoyó Obama para llegar al Despacho Oval, y padre de su propuesta estrella, la reforma sanitaria. Conocido como 'El León' del Senado, Ted, que se volvió a casar en 1992, era el único superviviente varón de los nueve hijos de Joseph y Rose, de los que en la actualidad solo queda viva Jean Ann Kennedy (1928), la anteúltima de la saga, que también ocupó un cargo político como embajadora en Irlanda entre 1993 y 1996. En 2009 había muerto Eunice Mary Kennedy (88 años); Patricia falleció en 2006 a los 82 años, y mucho antes Kathleen, que murió en 1948 con apenas 28 años, cuando el avión en el que viajaba junto a su amante (había enviudado cuatro meses después de casarse) se estrelló en los Alpes franceses cuando iba a visitar a su hermano John, que por entonces se encontraba en Europa.
Rosemary, la 'loca'
La mayor de las hermanas, Rosemary, que murió en 2005 a los 86 años de edad merece unas líneas aparte. Rosemary nació con un más que discutible retraso mental. Su coeficiente intelectual era algo inferior al del resto de la familia, lo que avergonzaba a su padre. Convencido de que una lobotomía (ahora un ejemplo de operación cruel e inhumana, pero en aquella época estaba tan bien vista que hasta se le concedió el Nobel a su descubridor) corregiría esa "leve" deficiencia, la operación en lugar de ayudarle la incapacitó aún más quedando con apenas 23 años con una edad mental de un niño de tres. De Rosemary se dice que la familia ocultó su verdadero estado y que hasta la escondía en manicomios para tenerla alejada del núcleo duro de los Kennedy y no estropear esa idílica imagen de éxito, fortaleza y seguridad que deseaban transmitir. Sea como fuere, lo cierto es que Rosemary fue la primera del clan en morir por causas naturales. Y lo hizo acompañada de su hermano Ted y su hermana Jean.
Las dos cervezas de Joseph
La saga Kennedy continúa hasta nuestros tiempos. Hoy todas las esperanzas están depositadas en un Kennedy de cuarta generación, Joseph Patrick Kennedy III, uno de los pocos americanos capaz de recordar perfectamente cuántas cervezas se ha bebido en su vida: dos. Una, el día en que cumplió 21 años y otra, cuando se graduó en la Universidad. Apodado 'El lechero' (es su bebida favorita), este pelirrojo de 33 años, 1,90 de estatura y con la misma cautivadora sonrisa de su abuelo Robert, lleva un año de congresista en la Camara de Representantes, aunque los cronistas de Washington sostienen que Joseph ha despuntado más por su apellido que por sus iniciativas políticas. De momento.
Pero quizá la Kennedy más famosa siga siendo Caroline, la única hija viva de JFK. Con permiso de otra Kennedy célebre (Maria Shriver, sobrina de JFK y exmujer de Arnold Schwarzenegger), Caroline se ha mantenido durante años alejada de los focos que ocupaba su hermano John-John, el niño más querido de los americanos. Pero desde la muerte de John-John en 1999 en un accidente de avioneta junto a su mujer y su cuñada, La hija de América, como se la conoce en Estados Unidos, no ha dejado de estar en boca de todos los analistas como la heredera de Camelot (así se conocen los tres años de la presidencia de su padre). En 2008 decidió dar el salto a la política para tratar de hacerse con un escaño en el Senado. La expectación era máxima, pero se diluyó tras una entrevista en televisión en la que Caroline ofreció una sarta de vagas respuestas aliñadas con la típica muletilla pija del "you know" (¿sabes?), que repitió 144 veces. Consciente del ridículo, abandonó sus pretensiones de convertirse en senadora por "motivos personales". Actualmente Caroline, que cumple este mes 56 años y es madre de tres hijos, es la embajadora de EE UU en Japón.
Los otros Kennedy malditos
Joe y Rose tuvieron una vida larga y fructífera, no así buena partede su descendencia. Primero murió el primogénito con 29 años en aquella terrible explosión sobre el Canal de la Mancha, luego le siguió Kathleen, que falleció a los 28 años en otro accidente de avión. Más tarde JFK y Robert, que cayeron asesinados por las balas con menos de cinco años de diferencia. A Rosemary la repudiaron internándola en centros psiquiátricos para evitar que su presencia afectara a la idílica imagen de los candidatos al poder la historia familiar enseña que por encima del poder y la riqueza, ser un Kennedy puede ser una bendición o todo lo contrario. John-John, el hijo varón de JFK, el Kennedy más esperado, un joven con el magnetismo de su padre, también murió en otro accidente aéreo en 1999. Y cuando no ha sido la muerte en trágicas circunstancias, han sido las drogas, los escándalos sexuales o los divorcios los que han ido desdibujando la 'monarquía' de América, sin un líder claro desde que murió de cáncer Ted Kennedy, 'El León' del Senado. David Kennedy, uno de los once hijos de Robert Kennedy, falleció por sobredosis en su cuarto en un hotel en Palm Beach, Florida; William Kennedy Smith, sobrino de JFK, fue juzgado por violación y declarado inocente, aunque jamás fue vuelto a ser admitido en el clan; y Michael Kennedy, otro de los hijos de Robert, falleció en un accidente esquiando en Aspen, Colorado.
En mayo de 2011, Mary Richardson Kennedy, la mujer de Robert Kennedy Junior, se ahorcó en su casa; unas semanas más tarde, Kerry Kennedy, exmujer del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, tuvo un grave accidente de automóvil, y Conor Kennedy, otro de los nietos de Bobby, mantuvo con 18 años un romance con la estrella del pop Taylor Swift que se rompió el pasado otoño, dejando al muchacho con el corazón roto. Igual se quedó Maria Shriver, sobrina de JFK, tras la humillación pública que sufrió cuando se supo que su marido, el actor y exgobernador de California, Arnold Schwarzenegger, había tenido un hijo de 14 años con su empleada de hogar. Los Kennedy dieron, dan y seguirán dando que hablar.
TITULO: CAFE GIJON - MANZANAS VERDES - ¿Otra puñalada de Qatar-PSG al Madrid?,.
CAFE GIJON,.
Café Gijón - foto,.
MANZANAS VERDES - ¿Otra puñalada de Qatar-PSG al Madrid?,.
MANZANAS VERDES - ¿Otra puñalada de Qatar-PSG al Madrid?,. fotos,.
Otra puñalada de Qatar-PSG al Madrid?,.
foto / Puntazo. El plan del PSG este verano implicaba la llegada de Zidane. Era el regalo de Qatar a Mbappé por seguir en París. La relación Zizou-Kylian parecía destinada a producirse en el Bernabéu. Por lo tanto, llevarla al Parque de los
Príncipes hubiera sido una puñalada, otra, al Real Madrid, enemigo declarado de Al Khelaïfi y su clan. Pero Zidane no lo ve claro. Ni cree demasiado en el proyecto ni olvida sus raíces marsellesas. Aunque el PSG vuelva a la carga, le va a costar convencerle. De momento no lo consigue.
Nombres. En este corrimiento de tierras del PSG hay diferentes vencedores y vencidos. Luis Campos es el nuevo Asesor Deportivo y desde Qatar mandará más que nunca Antero Henrique, el hombre clave para que Mbappé siga en París. Al Khelaïfi continuará como presidente y saldrán por la puerta de atrás Pochettino y Leonardo. A Campos le gusta más Galtier para el banquillo; en Qatar seduce más la opción de Zidane. Quizá la primera sea finalmente la elegida... aunque por descarte.
Política. En los planes de Zizou nunca ha estado el PSG. Su sueño era y sigue siendo dirigir a la selección francesa. Sin embargo, la continuidad de Mbappé y la interpelación de Sarkozy y Macron han parecido abrir un nuevo horizonte. Como ocurrió con Kylian, el fichaje de Zidane por el PSG se ha convertido en cuestión de Estado. Si no se tratara de alguien con la enorme personalidad de Zizou, quizá hace tiempo que ya hubiera cedido a las presiones. De momento, su respuesta sigue siendo la misma que en todos los intentos previos del PSG por darle su banquillo.
Cláusula. Entre las cosas que Zidane ha barajado pedir al PSG está una cláusula que le permita salir en caso de que le llame Francia. A Zizou le atrae ser seleccionador francés en futuros torneos y en los Juegos Olímpicos de 2024 que se celebran en París, la capital gala. Aquí también el patriotismo juega un factor fundamental de la historia. No sólo dirigir al PSG significa ser patriota.
Hoy descubrimos a... Telasco Segovia (2003). Venezuela está cautivando a todos con su participación en el prestigioso torneo Sub-20 de Toulon. Después de eliminar a Colombia, la Vinotinto jugará la final y optará al título. Hay que destacar a su número 8, Segovia, un interior lleno de talento y clase, que es sobre el que gira el juego. El poderoso central Ferro también está sobresaliendo. Los venezolanos sueñan con un equipo que por fin les lleve al Mundial.
TITULO: LA AVENTURA DEL SABER TVE - Pero se reinventa,.
No hay superhéroe mayor que el ser humano. Pero para que sus logros nos sirvan de modelo conviene no mitificar,.
foto / Cuando detuvieron en abril a Brian R. C. M., el repugnante energúmeno de 20 años que, presumiblemente, violó e intentó asesinar a la adolescente de Igualada, los medios volvieron a publicar los detalles de la salvajada. La niña fue apaleada con una barra de hierro; sufrió una fractura de cráneo y desgarros en el ano y la vagina; pasó un mes en la UCI; ha sido sometida a cinco operaciones quirúrgicas y ha perdido casi por completo la audición de un oído. Mientras leía todo esto (un poco de puntillas, por lo horrible), pensé intensamente en esa cría de 16 años, en sus heridas interiores, en cómo se sobrevive a esta brutalidad. En el sentimiento de miedo que debe de arrastrar, una nube negra de irrealidad y dolor. A veces la vida muerde más de lo que uno parece capaz de resistir.
Sobre todo cuando quedan secuelas importantes. Cuando pierdes algo para siempre. Si la existencia te clava los colmillos hasta el fondo, siempre surge el mismo vértigo, la misma obsesiva indignación: por qué a mí, por qué a mí, por qué a mí. A lo cual sólo se puede responder: ¿y por qué no? La desgracia es una maldita lotería y la gracia también. La gracia de no verse obligado a cruzar el Estrecho en una patera, de no haber nacido mujer en el Afganistán de hoy. Hay otro pensamiento obsesivo que se origina con los sucesos traumáticos, y consiste en recordarse justo antes de la pérdida, inocente y entero. Ah, si hubiera sabido. Ah, si no hubiera salido de casa esa noche. Supongo que Malala pensó una y mil veces qué habría pasado si el talibán que pretendía matarla se hubiera equivocado de autobús, o si ella misma no hubiera ido al colegio ese día. ¿Quizá se habría salvado? Cuando la entrevisté, un año después del atentado y en Birmingham, en donde se reponía, todavía se veían las huellas del disparo que atravesó su cabeza: un ojo más caído, medio rostro algo raro. Se había pasado meses con los sesos al aire hasta que el cerebro se desinflamó, y ahora la tapa de su cráneo era una placa de titanio. Y, sin embargo, mírala. Ha seguido con su formidable actividad de luchadora, tiene una fundación maravillosa, se ha casado. Parece increíble poder seguir viviendo con plenitud después de algo así, pero ella lo ha hecho.
A finales de los ochenta fui a Nepal a hacer un reportaje a un niño granadino, Osel, que era la supuesta reencarnación de un gran lama y vivía en uno de los remotos monasterios budistas en las cumbres del Himalaya. Allí, en lo alto de esas montañas feroces e imposibles, me topé con el superviviente más colosal que he conocido. Se llamaba José Mari Arocena y había sido muy deportista hasta que un accidente le dejó paralítico de cintura para abajo a los 20 años. Se pasó algún tiempo deseando morir, hasta que decidió aprovechar la paraplejia para comenzar una nueva vida. No sé cómo se las había apañado para llegar a esas cumbres impracticables, ni cómo conseguía salir adelante, solo y autosuficiente, en un medio tan difícil. Daba clases a niños y era feliz. Volví a saber de él en 2001; se había convertido en el secretario internacional de un lama importante y se pasaba la vida en un avión de un continente a otro. Un personaje extraordinario. No sé si seguirá vivo; ahora tendría unos 70 años.
Estos ejemplos son tan poderosos que rozan lo legendario: no hay superhéroe mayor que el ser humano. Pero para que sus logros nos sirvan de modelo conviene no mitificar. El periodista francés Philippe Lançon, herido en el atentado integrista contra la revista satírica Charlie Hebdo (un tiro le deshizo la mandíbula), cuenta en su libro El colgajo la pesadilla que es sobreponerse a las secuelas y seguir arrastrándolas durante toda la vida. Es posible que Malala sufra para siempre torturadoras neuralgias, por ejemplo. En cuanto a Arocena, no me atrevo ni a imaginar lo que debía de soportar. Lo que quiero decir es que no hay finales felices de cuento: no es que la vida se recomponga. No, no se recompone jamás. Pero se reinventa. Eso es lo que significa ser superviviente: lograr convertirte en otro pese a los costes que ello tiene, e incluso hacer de ese otro alguien mejor. Aunque haya que seguir luchando todos los días, aunque haya mutilaciones permanentes. Aunque duela. Es difícil, lo sé. Pero lo extraordinario es que podemos.
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