jueves, 15 de octubre de 2015

NO DISPAREN AL PIANISTA - TEMO PERDER LA LUCIDEZ - ALVARO POMBO,./ ESPAÑA DIRECTO - COMO NOS GUSTA MOJAR,.

TÍTULO: NO DISPAREN AL PIANISTA - TEMO PERDER LA LUCIDEZ - ALVARO POMBO,.

NO DISPAREN AL PIANISTA - TEMO PERDER LA LUCIDEZ - ALVARO POMBO, fotos.

Resultat d'imatges de ALVARO POMBO,.El escritor está convaleciente de una operación en que le han reconstruido el colon,.

Resultat d'imatges de NO DISPAREN AL PIANISTA - El escritor Álvaro Pombo (Santander, 1939) está convaleciente de una operación en que le han reconstruido el colon. Hace unos meses sufrió una peritonitis, un cólico miserere como él dice, y estuvo a punto de no poder contarlo. «Estuve técnicamente muerto dos días. Si no me hubieran recogido y llevado rápidamente en ambulancia ahora estaría en otro sitio», dice el novelista y poeta, que anda cansinamente y se expresa con voz fatigosa, todo un problema para un escritor que dicta sus novelas y que adora la conversación. Pese a haber visto de cerca a la muerte, no le tiene demasiado miedo. «Sí que temo perder la lucidez, tener un alzhéimer», asegura. Pese a la debilidad, atiende a los periodistas en su casa, atestada de libros y adornada con cuadros de motivos marítimos. «Soy un marinero en tierra».

El académico de la RAE acaba de publicar ‘Un gran mundo’ (Destino), una novela que tiene como protagonista a Elvira, personaje inspirado en su abuela, una mujer elegante que llegó a ser directora de la casa de modas Paquin de París y una de las artífices de la fundación de Marbella. «Era una mala escritora, tenía unos poemas ramplones, pero sin embargo era un magnífica vendedora y ahora sus creaciones están en el Museo del Traje. Y eso que no sabía coser bien».

Pombo ha vuelto a diseccionar el universo femenino con esta novela. El escritor, que tiene algo de feminista, considera a las mujeres más interesantes que los hombres como materia narrativa. «Las mujeres tienen más fondo e interioridad que los hombres, que están más volcados en la acción y sus empleos. Al menos así pasaba antes».

‘Un gran mundo’ cuenta la historia de Elvira, una mujer un tanto frívola pero brillante, a quien le gusta frecuentar a gentes bohemias y de maneras afectadas. La acción transcurre en el Madrid de posguerra de los años 50, en un ambiente muy lejos del Madrid de ‘La Colmena’. Nada feo y gris, sino lujoso y divertido. Un entorno en el que los pudientes tomaban cócteles y disipaban su tedio. «Nadie lo reconocerá, pero la alta burguesía franquista lo pasó muy bien en esos años, y al mismo tiempo que eso ocurría todas una generación emigraba a Alemania».

En el libro, el trasunto de su abuela aparece como «una diva insoportable», poseedora de la «boba audacia de un apellido y unos títulos bien sonantes que evocaban las batallas de la historia de España». Sobra decir que estamos ante una ficción, si bien el autor admite vestigios de su antepasada en la encarnadura literaria del personaje. A Álvaro Pombo ser cristiano y homosexual no le supone un gran desgarro y argumenta que son cosas perfectamente compatibles. «Supongo que vivo una homosexualidad imaginaria, ahora estoy retirado. Como dice mi amigo Eduardo Mendicutti soy un pregay. ‘¡¿Cómo?! Soy más gay que tú’?, le contesto. Pero tiene razón, lo gay es una modernez. No digo que no haya hecho falta ese movimiento para acabar con los miedos, pero algunas veces es un poco hortera. El Día del Orgullo Gay es una carnavalada, y yo soy una persona solitaria. Siempre he estado fuera del armario y he sido muy valiente, nunca lo he ocultado, pero la militancia gay me resulta muy chillona».

 ACENTO POÉTICO»

El Premio Nacional de Narrativa en 1997 no se desdobla ni se ve a sí mismo en su doble condición de poeta y prosista. «Poesía y narración se intercalan en mis obras y se explicitan entre sí constantemente. No elijo entre poesía y narración, hago las dos cosas a la vez. Para mí las buenas narraciones están insufladas de un fuerte acento poético».

Álvaro Pombo pertenece a esa estirpe de escritores que dicta sus obras, como hacían a veces Henry James, Charles Dickens o Valle-Inclán. «La oralidad no es un sitio en el que se cae, sino del que se levanta uno; el verdadero peligro es la textualidad. Muchas novelas modernas de alta gama incurren en textos innecesariamente largos, pesados para la lectura».

Contar de viva voz la novela a un escribano le permite ver la historia delante de sus ojos, observar la reacción de quien la transcribe. «Como soy muy melómano, tengo mucho sentido del ritmo y de las frases aladas. En realidad cuento la novela al lector. Por supuesto, es imprescindible corregir el manuscrito para quitar las paridas».

vez que entrega a la imprenta una novela. «Ahora paso por mi mejor momento

No es un lector voraz y pasa las tardes leyendo filosofía y teología, en soledad, y evoca a Machado para retratarse. «Ausente de ruidosa mascarada, divierto mi tristeza sin amigo». Ahora precisamente está escribiendo poesía, como hace cada

creativo».

Pombo piensa que el hombre, al estar abocado a la muerte, tiene una aguda conciencia de sí mismo, lo cual no le impide vivir con alegría. Con todo, la sombra de la parca acecha. «¿Quién no teme a la desaparición. ¿ Me asusta dejar de ser, aunque es un temor infundado, porque, como decía Epicuro, mientras yo exista no existe la muerte y cuando la muerte exista yo no existo. Ahora bien, es verdad que hoy pienso más en la posibilidad de no ver más a los amigos».

Ha vivido doce años en Londres, adonde llegó en 1966. Sin embargo, Pombo estuvo al margen de las alharacas de Mayo del 68 y no le hizo ni caso a la Movida madrileña mucho tiempo después. Con todo, sí que participó de la poesía de los Beatles. Siempre en el recogimiento, pues su mundo estaba en la lectura de Sartre, Heidegger, Santo Tomás y los místicos. «Soy una persona religiosa, aunque me cuesta creer en la resurrección. No creo en el credo, que es una construcción teológica,. 

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COMO NOS GUSTA MOJAR,.

Leche migada. :: ana abellán
Leche migada. / foto
  • Extremadura resiste migando pan en la leche y en el gazpacho,.

     

    A los extremeños nos gusta mojar. Es una de nuestras especialidades. Vamos, que mojar es casi una seña de identidad. Mojamos lo que sea y donde sea. Y sabemos hacerlo mejor que nadie.
    Cuando llega la hora de comer, nos preparamos para la batalla armados de tenedor y cacho de pan. A los extranjeros, esa apostura guerrera del extremeño ante el plato les hace mucha gracia. A nosotros, ninguna: no se trata de ser simpáticos, se trata de sobrevivir y en esa lucha por la supervivencia hemos triunfado, por muchas patadas que nos haya dado el destino, armados de pan.
    Al inglés Paul Richardson, esa actitud nuestra ante el plato le parece muy interesante. «El pan para ustedes tiene carácter de utensilio que se come. Es un invento maravilloso», admira. Paul vive en una casa en Hoyos, en medio del bosque, en un paraje frondoso y bellísimo, rodeado de huertos, frutales y agua. En su despensa, guarda chacina propia y conservas propias. En fin, un extremeño más.
    Paul es inglés y escribe libros y artículos sobre gastronomía, bien para el Financial Times, bien para la misma editorial que publica la saga de Harry Potter (Bloomsbury Publishing). En 2007, Paul Richardson publicó en Londres el libro 'The late dinner Discovering the food of Spain', que al poco tiempo editó Edhasa en España con el título de 'Cenar a las tantas' y prólogo de Juan Mari Arzak.
    En ese libro, Paul se sorprende ante nuestra habilidad para mojar. Reconoce que esa actitud es bastante común en España, pero añade que en Extremadura, lo del moje es algo que llega al paroxismo. Y es cierto. Aquí mojamos migas en el café y pan en el gazpacho, hacemos barquitos de picatostes para que naveguen en la sopa y rebozamos la miga en la salsa de la caldereta para hacer de ella un manjar sustancioso.
    Uno de nuestros verbos favoritos es rebañar. ¡Cómo nos gusta apurar las salsas y dejar el plato limpio! Pero a veces no nos comprenden. A Paul Richardson lo sorprendimos y en su libro destaca que mojamos bizcochos en el vino y churros en el café. Pero no solo los extranjeros alucinan con nuestra capacidad infinita para mojar. Vean, si no, las caras que ponen los de Lugo o Murcia cuando nos ven mojar una tostada con paté o con trozos de hígado en el café con leche. Se quedan tan estupefactos como nosotros cuando vemos en un documental que hay quien se zampa los escarabajos como si fueran langostinos dos salsas. Y es verdad que hacemos ascos a los escarabajos, pero pensamos en lo bueno que estaría un cacho de pan mojado en las salsas que los acompañan.
    Dejados de la mano de Dios y de la mano de los gobiernos desde hace 500 años, nos hemos apegado a la tierra para todo, también para comer, y hemos resistido con ella. Paul Richardson asegura que la comida extremeña es la más honrada que conoce: lo que se come es lo que se ve. «En la cocina extremeña, argumenta, lo que está en el plato es lo que está en la tierra. La cocina extremeña es plato y paisaje».
    Somos los campeones de la cocina de recursos: aquí no se desperdicia nada. Con lo que sobra del pollo o del cocido se hacen croquetas y el resto, toma pan y moja, se rebaña. Para nosotros, si alguien nos gusta está de pan y moja y hasta al sexo lo llamamos vulgarmente mojar.
    Dame pan y llámame tonto que con él en una mano y un cubierto en la otra llevamos siglos mojando migas, haciendo gazpachos, migando el pan en la leche como recurso último de supervivencia: leche caliente, azúcar, pan migado y tendremos un plato tan sencillo y tan rico que resulta inexplicable. Por eso, Tomás Martín Tamayo recurría a alimento tan inefable por simple y, a la vez, sabroso, para describir una institución que nadie entiende. «El Senado es leche migá», escribía Tomás el pasado sábado. Y Extremadura, también Extremadura es leche migá porque tampoco se entiende que sigamos resistiendo a pesar de tanto desprecio. Bueno, sí, hay una explicación: resistimos mojando.