José Manuel Bueno ha fallecido en Madrid debido a un cáncer, contra el que llevaba luchando años. Fue un incansable defensor de la ciudad y de su patrimonio histórico y, desde la Asociación Cívica, se convirtió en un interlocutor indispensable para poner en valor la historia de Badajoz y su relevancia. Entre otros muchos logros, esta asociación impulsó y promovió la recreación histórica de Los Sitios durante la Guerra de Independencia, cuya primera edición se ha podido celebrar hace pocas semanas.
Han sido muchas las acciones que esta asociación ha llevado a cabo en beneficio de la ciudad, como la escultura dedicada al general Menacho, instalada en el bulevar de la avenida de Huelva, obra de Salvador Amaya, así como el mural de azulejos sobre la conquista de Badajoz por Alfonso IX en 1230, que se colocó en el paseo que lleva el nombre del rey, también a propuesta de este colectivo. Sus denuncias por el mal estado de espacios patrimoniales han sido continuas e incansables durante estos años, siempre con afán constructivo, para pedir a las administraciones que pusieran solución y lo han agradecido cuando lo han hecho.
Los mensajes de condolencia no se han hecho esperar en las redes sociales tras conocerse este triste e inesperado desenlace. "Una enorme pérdida para Badajoz, que hoy está de luto. Se va José Manuel Bueno, alguien que siempre demostró amor incondicional por su ciudad", ha escrito el alcalde, Ignacio Gragera, quien a la petición de dedicar al presidente de la Cívica el nombre de una calle o una plaza en Badajoz ha respondido que lo propondrán.
También Jaime Mejías, en nombre de la Concejalía de Turismo y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Badajoz, ha querido trasladar sus condolencias a toda la familia, amigos e integrantes de la asociación Cívica, por la que José Manuel Bueno "luchó cada día". "José Manuel es una de las personas que más ha peleado por mejorar el patrimonio monumental, patrimonial y cultural de nuestra ciudad", porque "respiraba Badajoz por los cuatro costados y amaba a su ciudad por encima de todo". Mejias ha recordado que José Manuel Bueno fue el precursor e ideólogo de la recreación histórica de Los Sitios de Badajoz "y me alegro de corazón que pudieras ver cumplido tu sueño".
Otro colectivo, como la Asociación Amigos de Badajoz, ha manifestado "nuestro profundo pesar" por este fallecimiento. "Que José Manuel se haya ido es una gran pérdida para toda la sociedad civil pacense, porque con su impulso muchos colectivos nos sentimos reforzados y, con su trabajo, que desarrolló durante mucho tempo y con gran dedicación, siempre por Badajoz, por mejorar la ciudad, por hacerla más sostenible, por su patrimonio, consiguió muchas veces y paso a paso, que Badajoz sea un sitio mejor para vivir".
TITULO: De seda y hierro - El hombre sigue siendo rebelde - Domingo-8, 15- Mayo,.
El Domingo - 8, 15- Mayo a las 20:20 por La 2, foto,.
El hombre sigue siendo rebelde,.
Albert Camus publicó hace 70 años una obra que supuso un terremoto en la izquierda y cuyas réplicas se sienten todavía hoy en día. Para el escritor, hay cosas inaceptables independientemente del objetivo,.
Hace exactamente 70 años, el 18 de octubre de 1951, apareció en las librerías de Francia un ensayo que fue como un terremoto: un terremoto cuyas réplicas seguimos recibiendo. Yo he vuelto a leerlo por estos días, en parte por mi vieja vulnerabilidad a los aniversarios, en parte por la intuición molesta de que este libro venido de otros tiempos no ha agotado todavía lo que tiene que decirnos.
Cuando publicó El hombre rebelde, Albert Camus no había cumplido todavía los 38 años, pero ya tenía un lugar de privilegio en la izquierda intelectual francesa. Había militado en la Resistencia desde las páginas de Combat, una publicación clandestina que salió durante 18 meses, cambiando de formato según lo permitían las existencias de papel, y en la cual escribió editoriales arriesgados en el tiempo más peligroso de todos. La publicación de La peste lo había puesto en una posición infrecuente: tenía autoridad moral, sí, pero además era un novelista de éxito, una suerte de celebridad literaria cuyo tiempo quieren todas las instituciones y cuyo apoyo buscan todos los manifiestos. Era un hombre querido y respetado; y sin embargo, pocos días antes de que El hombre rebelde saliera a la calle, mientras comía en el hotel Lutétia, Camus le dijo a su acompañante: “Deme la mano. Dentro de unos días, no habrá muchas personas que me la den”.
Tenía buenas razones para creerlo. En menos de trescientas páginas, su libro se atrevía a condenar varias de las ortodoxias más testarudas de su propio bando, y entre ellas, una en especial: la regla no escrita de que para ser progresista fuera necesario cerrar los ojos ante los horrores del comunismo soviético.
Alrededor del Rey Sol que era Jean-Paul Sartre, en aquel palacio de Versalles que era la revista Les Temps Modernes, se hablaba del gulag en voz baja, como esperando que nadie lo notara, y se consideraba que mencionar los excesos del régimen policial —la tortura y el asesinato, por ejemplo— era lo mismo que sabotear la Revolución. Camus cometía todas esas herejías, y además lo hacía de la peor manera posible, pues su libro no salía de ninguna indignación política, sino de un lugar mucho más amenazante: una preocupación moral. En su segunda página, El hombre rebelde nos echa a la cara esta frase que a mí, viniendo de donde vengo, siempre me ha estremecido: “No sabremos nada mientras no sepamos si tenemos derecho de matar al otro o de consentir que alguien lo mate”.
El hombre rebelde es una puesta en escena de esa duda en la que se juega todo. En una definición que ya forma parte de nuestro inconsciente, Camus se pregunta qué es este hombre rebelde del que se dispone a hablar, y enseguida se contesta: “Es un hombre que dice no”. Es el no del esclavo al opresor, del que sufre la invasión al invasor: del que ya no está dispuesto a soportar más los abusos de otro. ¿En qué momento, se pregunta Camus, este hombre se convierte a su turno en opresor de otro ser humano, en qué momento abusa de él o lo invade, en qué momento le parece tolerable torturarlo o asesinarlo? ¿Cómo ocurre esa perversión, y qué sistema de convicciones —qué absolutismo ideológico— la justifica? Camus, una de las figuras más respetadas de la izquierda, ha puesto en la picota la idea misma de revolución, ha cuestionado la francesa y ha defenestrado la soviética. Y luego ha observado cómo se caía el mundo.
La reacción de Les Temps Modernes fue aún más violenta de lo que esperaba. El triste autor de la crítica era Francis Jeanson, cuyo nombre no nos ha llegado por motivos distintos, que comienza reprochándole a Camus el hecho de que su libro haya sido bien recibido por los medios conservadores: “Si yo fuera Camus, creo que estaría preocupado”. El resto de la crítica no es menos pueril. Camus contesta que la verdad de una idea no se decide según lo que la derecha o la izquierda quieran hacer con ella, y se declara harto de recibir lecciones de los intelectuales burgueses que quieren “purgar sus orígenes al precio de violentar su inteligencia”. Sartre reacciona con furia. Refiriéndose al gulag, dice: “Sí, Camus, como a usted, esos campos me parecen inadmisibles; pero tan inadmisibles como el uso que la prensa llamada burguesa hace de ellos cada día”.
Al lector le pido que mire con atención la palabra “tan”: son tres letras pequeñas, pero en ellas vive toda una concepción del mundo. En otro momento, Sartre escribe: “Hay que aceptar muchas cosas si se quiere cambiar algunas”.
En buena parte de su obra, pero en particular en El hombre rebelde, Camus se preguntó cuidadosamente si eso era cierto. Y entonces dijo no.
TITULO: Noche Sexo - Monica y el sexo - ‘Los secretos de Playboy’: la sofisticada red de abusos sexuales de “un monstruo” llamado Hugh Hefner,.
El viernes - 13, 20 - Mayo 0.40 / Cuatro, foto,.
‘Los secretos de Playboy’: la sofisticada red de abusos sexuales de “un monstruo” llamado Hugh Hefner,.
El canal Crimen + Investigación ha estrenado este domingo esta serie documental que construye con diligencia un juicio por capítulos al imperio que camufló el abuso sexual bajo una falsa premisa de liberación femenina,.
Libertad de expresión y sexual fueron dos de los mantras con los que Hugh Hefner, un adolescente poco hábil con el sexo opuesto, creó su exitoso personaje. Alexandra Dean dirige esta serie documental dividida en 10 capítulos, en donde destapa las vergüenzas de una elaborada campaña de marketing que la sociedad no supo cuestionar con suficiente firmeza.
Los secretos de Playboy (AMC Crime) se estructura a través de los articulados (y confirmados por algunos de los exempleados del magnate) testimonios de varias de las mujeres, algunas de las cuales lo califican como “un monstruo”. Ellas sufrieron o fueron testigos de los abusos sexuales y psicológicos que sirvieron de base a todo un imperio empresarial. Comenzó con una revista que surgió en el momento idóneo, fusionando la represión machista de los años cincuenta con los cantos de liberación sexual de la década posterior. En poco tiempo impulsó exclusivos clubes nocturnos y resorts vacacionales donde la cultura de la violación parecía formar parte de la lista de comodidades ofrecida a su poderosa clientela masculina. Todo estaba creado a imagen y semejanza de lo que el propio Hefner disfrutaba en el interior de su conocido y publicitado hogar.
La primera en denunciar en la serie es Jennifer Sagor, hija del mejor amigo y médico personal de Hefner. Después de que sus padres se divorciaran cuando tenía seis años, se crio en esa mansión que entendía como un refugio familiar. La ahijada del empresario narra cómo fue desdibujándose ante sus ojos a la que consideraba una figura paterna. Le sucede en el relato Holly Madison, una joven a la que le costaba conectar con la gente por lo que ella define como un no diagnosticado caso de Asperger, que, a principios de la década de los 2000, deseó formar parte del harén Playboy inspirada por la fama de Jenny MCarthy, Pamela Anderson y Anna Nicole Smith. Hefner, que presumió durante buena parte de su vida ante el beneplácito de los medios de comunicación de tener media docena de novias al mismo tiempo, siempre mantenía a una de ellas en una posición privilegiada. Ella logró ese puesto muy poco después de llegar a la mansión y lo mantuvo durante siete años. En el documental detalla la hábil manipulación que el entonces setentón Hefner empleaba con las veinteañeras de las que se rodeaba, para anularlas, enfrentarlas e incluso clonarlas entre sí, imponiendo un idéntico rubio oxigenado en sus melenas.
Los recuerdos de Madison van en paralelo con los de Sandra Theodore, que ocupó ese mismo lugar más de 20 años antes. Y contrastan con los de los amigos de Hefner, que culpan a Madison de ser una víctima. La aparición en la serie de defensores del dueño de Playboy y de su estilo de vida es una decisión arriesgada pero efectiva; cuanto más cuestionan los testimonios de las mujeres que aparecen en ella más los refuerzan.
Aún más sórdida es la entrega que detalla la máquina de propaganda y desinformación de Hefner. El magnate tenía en plantilla a un “equipo de limpieza” encargado de borrar todos los escándalos en torno a las agresiones sufridas por sus conejitas, las camareras de sus exclusivos clubs nocturnos, a manos de su poderosa clientela masculina. Cuando la maquinaria del emporio descubría que algunas de ellas habían sido drogadas y violadas, y hasta secuestradas durante días, se encargaba de retirarlas del mundo, sin ofrecerles amparo legal ni sanitario, para que el escándalo no trascendiera y su imagen de marca no se devaluara. Los agresores, a menudo estrellas de la televisión o el cine, gozaban de total impunidad y las víctimas eran borradas del mapa, cuentan los testimonios de Los secretos de Playboy.