Estos días he visto de nuevo la película Una rubia muy legal (2001) y me ha gustado tanto como la primera vez. No solo porque está protagonizada por mi actriz favorita, Reese Witherspoon, o porque es una estupenda comedia, sino también por su historia sobre los estereotipos y los prejuicios. Sobre las rubias en particular y, más bien, sobre todas las mujeres. Se nota que está basada en la novela de una mujer, Amanda Brown, y que las guionistas son también mujeres.
Se percibe que entienden, quizá lo hayan vivido personalmente, la fuerza de ese lamentable estereotipo que asocia el gusto por la moda y el interés por el aspecto físico con la simplicidad o la estupidez intelectual. Reese Witherspoon interpreta a una guapa rubia aficionada a la moda que decide entrar en Harvard para recuperar a su novio. Y que se enfrenta a la convicción general de que alguien con esa belleza y ese aspecto de chica recién salida de una revista de moda es necesaria mente frívola y tonta.
Salvando las distancias de las fantasías cinematográficas, se trata de un prejuicio que afecta a muchas mujeres. No solo a las más bellas y jóvenes, igualmente a mujeres de todas las edades que, simplemente, tienen interés en la moda y la estética. Y que se topan, nos topamos, con la extendida percepción de que tal interés es incompatible con la profundidad intelectual y con la inteligencia misma.
Es un prejuicio que me recuerda al que ha afectado a los hombres y el deporte, aquello de que también era incompatible la inteligencia con el fútbol. De tal manera que los hombres intelectuales se han guardado mucho de exhibir sus pasiones deportivas hasta muy recientemente. Por si perdían aura intelectual. Ahora comienzan a superar lo anterior, pero ocultan que usan hidratante o que entienden de moda o que les gusta ir de tiendas, lo que no cuestiona su capacidad intelectual pero sí su masculinidad.
El colmo en esto de los prejuicios es que te pase lo que a mí, que seas una mujer dedicada a un trabajo intelectual y te apasione no solo la moda sino también el fútbol. Te pasas la vida dando explicaciones y observando miradas de incomprensión.Y acabas fumando puros, no solo por su delicioso sabor,sino como una manera de elevar la apuesta frente a los estereotipos. En cierta forma, como el personaje de Reese, peleando entre los mejores abogados vestida de rosa y con la sonrisa y maneras más dulces.
Como lo suyo es una película, todo le sale bien, triunfa en la facultad y en la vida, y el mundo se rinde a su simpatía y bondad. La vida real es bastante más complicada y necesitamos décadas para acabar con los prejuicios. Pero a veces tengo la inquietante sensación de que en esto, en los estereotipos sobre las mujeres, apenas hemos dado los primeros pasos.
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