TITULO: Cuadernos de paso -Cuaderno del Jerte,.
Cuaderno del Jerte,.
foto ,. El Río Jerte es el hilo conductor fundamental de este
capítulo. Un recorrido siempre teñido del color de los cerezos, base
fundamental de su economía, compuesta por once pueblos.
TITULO:
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION
Y OBRAS ! CINE - Un museo para espiar a los espías',.
H. Keith Melton, de 75 años, no es conocido por haber asesorado durante años a la CIA o a los realizadores de la serie de espías The Americans.
La fama del veterano de Vietnam proviene de las más de 7.000 piezas de
espionaje que ha ido coleccionado durante las últimas cuatro décadas.
Una máquina Enigma de la Segunda Guerra Mundial, una de las cinco agujas
con veneno que Estados Unidos incrustó dentro de monedas para los
soldados de la Guerra Fría y la bandera que no elevaron los cubanos
exiliados tras la fallida invasión de bahía de Cochinos son parte del
tesoro de este hombre que nunca ha sido agente. A partir de este sábado
el público podrá ser testigo de estas reliquias de los servicios
secretos en el nuevo Museo del Espionaje en Washington, al que donó casi dos tercios de su colección.
Paula Ballesteros Triguero (Madrid, 13 de julio de 1982) es una actriz española, conocida por su participación en la exitosa serie de Telecinco Médico de familia. Interpretó durante las 9 temporadas de la serie el personaje de Ruth, la mejor amiga de María (Isabel Aboy),
que a pesar de ser un personaje secundario, solía aparecer en casi
todos los episodios. Muy bien considerada como actriz. También ha
aparecido en un episodio de Los Serrano o en El comisario.
Tras finalizar Médico de familia y desaparecer de la televisión como el resto de compañeros de serie, comenzó sus estudios de diseño de moda en Escocia trabajando actualmente como asesora de imagen, personal shopper y estilista de actores para múltiples eventos.
Es hermana de la actriz Elena Ballesteros.
TITULO:
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION
Y OBRAS ! CINE - Un museo para espiar a los espías',.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE ,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que,
en
La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial
atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
DESAYUNO
- CENA -
SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! -Un museo para espiar a los espías,.
DESAYUNO
- CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! -Un museo para espiar a los espías ,. , fotos,.
Un museo para espiar a los espías,.
El nuevo templo del espionaje abre sus puertas en Washington con joyas nunca antes expuestas, como el piolet con que el español Ramón Mercader asesinó a Trotski,.
En un recorrido para periodistas, Melton escogió con intención la pieza de la que quería hablar: el piolet con que el catalán Ramón Mercader habría asesinado al revolucionario ruso Leon Trotsky en 1940,
México. Siempre ha habido curiosidad por saber cuál fue el paradero del
arma escogida por el espía barcelonés al servicio de la KGB, cuya identidad real se ignoró hasta los años cincuenta.
Según relata el coleccionista, dio con ella en Ciudad de México tras
varios viajes infructuosos en busca de la piqueta que atravesó por orden
de Stalin el cráneo del fundador del Ejército Rojo. Ana Alicia Salas,
mexicana, mostró la herramienta homicida durante una conferencia con la
intención de cobrar una cifra “ridícula”. Dijo que la había heredado de
su padre, jefe de la policía, y que la había guardado debajo de su cama
durante cuarenta años. "Se la dejó como su legado", cuenta Melton. Nadie
le compró entonces la pieza, pero el veterano de guerra, después de
tres años de negociación, consiguió llegar a un acuerdo para hacerla
suya.
La pregunta del millón de dólares —aunque el coleccionista
no revela la cifra que pagó por el piolet— es si es el auténtico. Melton
está convencido de ello por una serie de factores: el instrumento
alpinista tiene grabado el sello del fabricante austriaco Werkgen
Fulpmes, que solo elaboró unos cuantos modelos en 1928; conserva la
marca de la huella dactilar ensangrentada en el mismo sitio que se
aprecia en la fotografía de la conferencia de prensa que se ofreció
después del asesinato; y un artículo publicado en la prensa en 1946
cuenta que el padre de Salas expuso la herramienta en un museo,
presentándola como el arma criminal de Mercader. Sin embargo, el
coleccionista explica, o más bien lamenta, que la familia no ha querido
hacer pruebas de ADN para garantizar la veracidad de la información.
“Trabajas con lo que tienes”, defiende. Justifica así el montante que se
dejó por la pieza: “Fue el crimen del siglo. La cobertura que tuvo en
los medios solo es comparable con el asesinato de JFK”.
Casi al final del recorrido, una cama de madera con anillas en los
costados sostiene un estuche original para realizar la técnica de
asfixia simulada (waterboarding en inglés). Las piezas fueron
utilizadas para entrenar a militares en los interrogatorios a posibles
terroristas tras el 11-S. Una pregunta gobierna el muro de la sala:
"¿Qué es tortura?" En el recinto se proyectan vídeos con entrevistas a
exfuncionarios y otros expertos que defienden o critican el método. “El
agua va por mi garganta... esto no es simulación en absoluto. Esto es
tortura... empiezas a entrar en pánico... y luego empiezas a ahogarte, y
luego te empiezas a adormecer. Porque el agua no acaba hasta que el
interrogador quiera hacerte una pregunta", dice una cita impresa en la
cama. Christopher Costa, director ejecutivo del museo, explica que la
nueva sede, además de presentar los aspectos técnicos del espionaje,
también busca poner sobre la mesa algunas de sus dimensiones morales.
Los visitantes quieren saber si tienen lo necesario para
ser espías, concluyeron los museólogos tras la experiencia en el recinto
anterior, inaugurado en 2002. El nuevo edificio ubicado en la L'Enfant
Plaza ofrece un juego inicial en el que a los interesados se les
adjudica una identidad falsa y una misión. Durante el recorrido el
jugador interactúa con diversas pantallas para enfrentarse a los retos
que plantean. También hay simulaciones más reales, como la captura de
Osama bin Laden. En una mesa de “agentes de inteligencia” se pueden
revisar las pistas con que contaban los servicios secretos de EE UU
sobre el posible escondite del terrorista en Abbottabad, Pakistán:
quemaban la basura en vez de tirarla, habían levantado un muro enorme
frente a un balcón y había un hombre de guardia. Los asistentes tienen
que decidir qué harían con la información recabada por el director de la
CIA.
Las tres plantas dedicadas al espionaje ofrecen desde una
carta firmada por George Washington sobre espiar a los británicos hasta
la tecnología puntera para prevenir ciberataques. Milton Maltz,
fundador del museo, que sufragó la mayor parte de los 112 millones de
dólares invertidos en él, se pasea orgulloso por los pasillos. Maltz,
experto en romper códigos cuando trabajaba para la Agencia Nacional de
Seguridad durante la Guerra de Corea, considera que antes era más fácil
mantener seguros los secretos de Estado. “En mis días protegíamos la
información confidencial en casilleros a los que se podía acceder con un
número de serie. Hoy Snowden puede acceder a ellos con un poco de
tecnología y robar millón y medio de documentos secretos. Así que la
tecnología es buena, pero también negativa”, reflexiona el
multimillonario, para quien la pieza más preciada del museo es la carta
de Washington.
Paula Ballesteros Triguero,.
Paula Ballesteros Triguero - foto,. | ||
---|---|---|
Información personal | ||
Nacimiento | 13 de julio de 1982 (36 años) | |
Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Diseñadora de moda | |
Tras finalizar Médico de familia y desaparecer de la televisión como el resto de compañeros de serie, comenzó sus estudios de diseño de moda en Escocia trabajando actualmente como asesora de imagen, personal shopper y estilista de actores para múltiples eventos.
Es hermana de la actriz Elena Ballesteros.
TITULO: Viaje al centro de la tele -La extraña mujer con zancos que en 1900 se paseaba por Cáceres,.
foto / Se lo escuché el otro día a Manuel Caridad cuando, después de jugarnos el café 'a los chinos' en el bar La Cafetera, le acompañé a la farmacia antes de volver a la Redacción.
«Por favor – le dijo a la dependienta –, haga el favor de venderme unos
tapones para los oídos que no quiero asesinar a un compañero». Yo le
afeé el comentario, pero es cierto que el compañero Salvador Guinea
se está poniendo algo pesado y no deja de hablar, con lo cual es más
difícil escribir con la concentración que se requiere para ello.
Los dos, esta semana, han seguido con la discusión de si la calle de los vinos se debe llamar General Ezponda, como dice Guinea, o General Esponda, como dice Caridad.
Cierto es que el general hijo adoptivo de Cáceres, que murió en Madrid en 1894 con 66 años, aparece en recortes de prensa de la época de las dos maneras; pero en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica hay 166 entradas con 'Esponda' y solo 29 con 'Ezponda'. Según el jurista y escritor Jacinto Marabel, Federico fue Esponda hasta que llegó a general, para luego ser Ezponda.
Guinea y Caridad han seguido discutiendo sobre el tema como si les fuera la vida en ello. Cuando el fotógrafo comenzaba a gritar, Caridad se ponía los tapones y terminaba la discusión.
Yo, por desviar el tema y para que dejaran de reñir, les dije que la semana pasada hubo en internet un comentario a la anterior 'moto de papel', de un tal 'coyote volador', que decía: «Pues para la gente de Cáceres, ni Esponda, ni Ezponda, ni de los bares, esa es la calle Empedrá».
No me hicieron mucho caso al principio, hasta que les enseñé un recorte de prensa publicado en el Diario HOY el 1 de diciembre de 1982, en donde José Luis Mosquera Muller contaba cómo se divertían los jóvenes en Cáceres. Decía así:
«Iniciemos nuestro rosario detectivesco por la calle Empedrada, famosa calle de los bares. Con el moscatel ahogando nuestro paladar penetramos en el mundillo de los asiduos visitantes a esta zona. Bares y tascas las de este lugar que rezuman tradición, versión 'pop' de las bodegas ya hundidas en tiempos pasados. Entrando en estos sitios nos damos cuenta de que lo ibérico no está totalmente perdido. La 'hamburguesa' y el 'perrito caliente' no han ganado todas las batallas; aún queda una buena tapa de cerdo y la respectiva copa de vino a asequible precio. Locales llenos de calor humano, bares en los que el humo de los cigarros revolotea, ondulante, sobre las melenas de muchos.
De algunas bocas emergen términos que aluden al mundillo del rock; se habla del último elepé de este o aquel músico, de amplificadores, de la posibilidad de ir a ver o, mejor hacer traer algún grupo. Apuntes de Filosofía e Historia, de Magisterio y escuelas técnicas son los que más abundan por estos pagos. Aquí se es más libre. Vaquero y pana ya rancia, mezcla de palabras sin tapujos, un grito de más no va a importar nada».
Los dos compañeros, con la idea de encontrar material que apoye sus respectivas tesis, buscaron en los viejos planos de la ciudad. Caridad mostró orgulloso la calle General Esponda en los planos de 1947, 1942 y 1931; mientras que Guinea sólo encontró la calle General Ezponda en el plano de 1902. Se miraron extrañados cuando en el plano de 1900 vieron la calle 'Espondas'; y miraron hacia mí cuando en los planos más antiguos, los de 1845 y 1822, vieron la calle Empedrada.
Dieron entonces en discutir sobre el origen de ese nombre, quedando claro entre ellos que se llamó así por ser la primera calle empedrada de la ciudad.
Volvieron a reñir porque el fotógrafo, en un prodigio de verborrea, sentenció que esa calle dejó de ser un lodazal en el siglo XIX porque en ella vivía el hombre más rico de Cáceres.
–Aquí vivió Lesmes Valhondo, que fue alcalde de Cáceres en 1882, en la casa que ahora es el Hotel Casa Don Fernando. La entrada de la casa no estaba en la Plaza Mayor, estaba en la que ahora es la calle General Ezponda (insistía en su tesis), y entonces la empedró. Él se quedó viudo, al morir su mujer Mariana Calaff, y vivió en la casa con sus dos hijos, que ninguno se casó. Francisco se murió joven y quedó viviendo en la casa Fernando Valhondo Calaff, hombre riquísimo, que dejó toda su fortuna a Cáceres, cuando se murió en 1937. Esta familia es la que debió de empedrar la calle.
– Ya... Sí, hombre sí. – Dijo Caridad mientras se ponía los tapones en los oídos.
Al día siguiente vino Caridad con un libro de El Palacio de Mayoralgo, que publicó Caja Extremadura. Dijo que en ese libro María del Mar Lozano Bartolozzi indica que en el siglo XVI ya estaba la dichosa calle Empedrada, «lo que ahora es calle General Esponda» (también insistía él), y que hasta ella llegaba una senda enlosada desde la Puerta Nueva, que luego sería el Arco de la Estrella. Dijo que esos caminos enlosados se solían hacer en la mitad de las plazas mayores para tener una vía por la que poder pasar la gente en épocas de lluvia sin mancharse. A mala leche Caridad tiró el libro sobre la mesa del fotógrafo. «Toma, para que te enteres, ¡bocachanclas!», le dijo.
No hizo mucha mella este percance en el espíritu del fotógrafo, que siguió buscando fotos de la famosa calle principal, que une la Plaza Mayor con la Plaza de la Concepción. Vio que había varias postales antiguas, desde el año 1903, en donde al fotografiar al Arco de la Estrella desde la Ciudad Monumental, se veía bajo el arco la casa de Don Fernando Valhondo Calaff.
En el Archivo Histórico Municipal encontró fotos de la Plaza Mayor de 1911 y 1914, con la entrada a la calle del general hijo adoptivo de Cáceres. Guinea se quedó extasiado cuando descubrió una fotografía hecha en el año 1900, de una mujer con zancos en la calle Empedrada.
–¡Vaya maravilla de foto! – empezó a gritar –. La mujer está cerca de la Plaza Mayor, entre el Restaurante El Pato y el kebab. Está en mitad de la calle, que se ve que tiene acera, y hay una gente muy rara mirando. Debe de ser verano, pero hay una mujer entre el público que está supertapada, como si fuera árabe. Y hay muchos muchachos con pinta de golfillos con gorras. – Iba aumentando la fotografía en la pantalla del ordenador y no paraba de hablar – ¡Madre mía! Hay un anuncio de coloniales, de una tienda de ultramarinos, y la mujer... yo creo que igual es un hombre disfrazado. Voy a ampliar la imagen de su cara. ...Está haciendo un gesto extraño.
–¡De extraño, nada! – dijo Caridad que se había levantado al no poder trabajar con tantas voces, y estaba mirando la foto en el ordenador –. Tiene el dedo índice de la mano izquierda sobre su boca, pidiendo silencio. ¡Lógico! ¡Está pidiendo que te calles! ¡Qué así no se puede trabajar, hombre!
Es curioso, pero es cierto que la mujer con zancos pedía silencio.
TITULO: Me voy a comer el mundo -Lima (Perú),.
Verónica descubre Perú y su maravillosa cocina. Prueba la pachamanca y el cuy; el ceviche más auténtico y cocinará con una conocida repostera peruana. Descubrirá la gastronomía tradicional japo-peruana; degustará la mejor cocina chifa y el pisco sour más bohemio. foto,.
Los dos, esta semana, han seguido con la discusión de si la calle de los vinos se debe llamar General Ezponda, como dice Guinea, o General Esponda, como dice Caridad.
Cierto es que el general hijo adoptivo de Cáceres, que murió en Madrid en 1894 con 66 años, aparece en recortes de prensa de la época de las dos maneras; pero en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica hay 166 entradas con 'Esponda' y solo 29 con 'Ezponda'. Según el jurista y escritor Jacinto Marabel, Federico fue Esponda hasta que llegó a general, para luego ser Ezponda.
Guinea y Caridad han seguido discutiendo sobre el tema como si les fuera la vida en ello. Cuando el fotógrafo comenzaba a gritar, Caridad se ponía los tapones y terminaba la discusión.
Yo, por desviar el tema y para que dejaran de reñir, les dije que la semana pasada hubo en internet un comentario a la anterior 'moto de papel', de un tal 'coyote volador', que decía: «Pues para la gente de Cáceres, ni Esponda, ni Ezponda, ni de los bares, esa es la calle Empedrá».
No me hicieron mucho caso al principio, hasta que les enseñé un recorte de prensa publicado en el Diario HOY el 1 de diciembre de 1982, en donde José Luis Mosquera Muller contaba cómo se divertían los jóvenes en Cáceres. Decía así:
«Iniciemos nuestro rosario detectivesco por la calle Empedrada, famosa calle de los bares. Con el moscatel ahogando nuestro paladar penetramos en el mundillo de los asiduos visitantes a esta zona. Bares y tascas las de este lugar que rezuman tradición, versión 'pop' de las bodegas ya hundidas en tiempos pasados. Entrando en estos sitios nos damos cuenta de que lo ibérico no está totalmente perdido. La 'hamburguesa' y el 'perrito caliente' no han ganado todas las batallas; aún queda una buena tapa de cerdo y la respectiva copa de vino a asequible precio. Locales llenos de calor humano, bares en los que el humo de los cigarros revolotea, ondulante, sobre las melenas de muchos.
De algunas bocas emergen términos que aluden al mundillo del rock; se habla del último elepé de este o aquel músico, de amplificadores, de la posibilidad de ir a ver o, mejor hacer traer algún grupo. Apuntes de Filosofía e Historia, de Magisterio y escuelas técnicas son los que más abundan por estos pagos. Aquí se es más libre. Vaquero y pana ya rancia, mezcla de palabras sin tapujos, un grito de más no va a importar nada».
Los dos compañeros, con la idea de encontrar material que apoye sus respectivas tesis, buscaron en los viejos planos de la ciudad. Caridad mostró orgulloso la calle General Esponda en los planos de 1947, 1942 y 1931; mientras que Guinea sólo encontró la calle General Ezponda en el plano de 1902. Se miraron extrañados cuando en el plano de 1900 vieron la calle 'Espondas'; y miraron hacia mí cuando en los planos más antiguos, los de 1845 y 1822, vieron la calle Empedrada.
Dieron entonces en discutir sobre el origen de ese nombre, quedando claro entre ellos que se llamó así por ser la primera calle empedrada de la ciudad.
Volvieron a reñir porque el fotógrafo, en un prodigio de verborrea, sentenció que esa calle dejó de ser un lodazal en el siglo XIX porque en ella vivía el hombre más rico de Cáceres.
–Aquí vivió Lesmes Valhondo, que fue alcalde de Cáceres en 1882, en la casa que ahora es el Hotel Casa Don Fernando. La entrada de la casa no estaba en la Plaza Mayor, estaba en la que ahora es la calle General Ezponda (insistía en su tesis), y entonces la empedró. Él se quedó viudo, al morir su mujer Mariana Calaff, y vivió en la casa con sus dos hijos, que ninguno se casó. Francisco se murió joven y quedó viviendo en la casa Fernando Valhondo Calaff, hombre riquísimo, que dejó toda su fortuna a Cáceres, cuando se murió en 1937. Esta familia es la que debió de empedrar la calle.
– Ya... Sí, hombre sí. – Dijo Caridad mientras se ponía los tapones en los oídos.
Al día siguiente vino Caridad con un libro de El Palacio de Mayoralgo, que publicó Caja Extremadura. Dijo que en ese libro María del Mar Lozano Bartolozzi indica que en el siglo XVI ya estaba la dichosa calle Empedrada, «lo que ahora es calle General Esponda» (también insistía él), y que hasta ella llegaba una senda enlosada desde la Puerta Nueva, que luego sería el Arco de la Estrella. Dijo que esos caminos enlosados se solían hacer en la mitad de las plazas mayores para tener una vía por la que poder pasar la gente en épocas de lluvia sin mancharse. A mala leche Caridad tiró el libro sobre la mesa del fotógrafo. «Toma, para que te enteres, ¡bocachanclas!», le dijo.
No hizo mucha mella este percance en el espíritu del fotógrafo, que siguió buscando fotos de la famosa calle principal, que une la Plaza Mayor con la Plaza de la Concepción. Vio que había varias postales antiguas, desde el año 1903, en donde al fotografiar al Arco de la Estrella desde la Ciudad Monumental, se veía bajo el arco la casa de Don Fernando Valhondo Calaff.
En el Archivo Histórico Municipal encontró fotos de la Plaza Mayor de 1911 y 1914, con la entrada a la calle del general hijo adoptivo de Cáceres. Guinea se quedó extasiado cuando descubrió una fotografía hecha en el año 1900, de una mujer con zancos en la calle Empedrada.
–¡Vaya maravilla de foto! – empezó a gritar –. La mujer está cerca de la Plaza Mayor, entre el Restaurante El Pato y el kebab. Está en mitad de la calle, que se ve que tiene acera, y hay una gente muy rara mirando. Debe de ser verano, pero hay una mujer entre el público que está supertapada, como si fuera árabe. Y hay muchos muchachos con pinta de golfillos con gorras. – Iba aumentando la fotografía en la pantalla del ordenador y no paraba de hablar – ¡Madre mía! Hay un anuncio de coloniales, de una tienda de ultramarinos, y la mujer... yo creo que igual es un hombre disfrazado. Voy a ampliar la imagen de su cara. ...Está haciendo un gesto extraño.
–¡De extraño, nada! – dijo Caridad que se había levantado al no poder trabajar con tantas voces, y estaba mirando la foto en el ordenador –. Tiene el dedo índice de la mano izquierda sobre su boca, pidiendo silencio. ¡Lógico! ¡Está pidiendo que te calles! ¡Qué así no se puede trabajar, hombre!
Es curioso, pero es cierto que la mujer con zancos pedía silencio.
TITULO: Me voy a comer el mundo -Lima (Perú),.
Verónica descubre Perú y su maravillosa cocina. Prueba la pachamanca y el cuy; el ceviche más auténtico y cocinará con una conocida repostera peruana. Descubrirá la gastronomía tradicional japo-peruana; degustará la mejor cocina chifa y el pisco sour más bohemio. foto,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario