- Reparto
- Bryan Brown, Brian Dennehy, Diane Venora, Cliff De Young, Mason Adams, Jerry Orbach, Joe Grifasi, Martha Gehman, Roscoe Orman, Trey Wilson, Tom Noonan, Paul D'Amato, Jossie DeGuzman, Jean De Baer,.
- El contrata a Rollie Tyler (Bryan Brown), un experto en efectos especiales, para simular el asesinato de Nicholas Defranco (Jerry Orbach), un mafioso que ha estafado a la familia durante años y que se encuentra dentro del programa de protección de testigos. Pero la pistola que utiliza en la farsa es manipulada y Defranco muere de verdad. Desde ese momento la vida de Rollie estará en constante peligro.
TITULO: MIERCOLES -15- JUEVES -16 - VIERNES -17- MAYO - CINE - John Rambo (Rambo IV) ,.
- Reparto
- Sylvester Stallone, Julie Benz, Matthew Marsden, Graham McTavish, Reynaldo Gallegos, Jake La Botz, Tim Kang, Maung Maung Khim, Ken Howard,.
- El ex boina verde John Rambo (Stallone) lleva una solitaria y apacible vida en la jungla del norte de Tailandia, pescando y cazando cobras para venderlas. Todo cambia cuando un grupo de misioneros católicos le proponen que les sirva de guía hasta la frontera con Birmania para suministrar medicinas y alimentos a los refugiados asediados por el ejército birmano, que ha hecho de la tortura y el asesinato una práctica habitual. En estas circunstancias, Rambo no tendrá más remedio que volver a tomar partido
TITULO: SABADO -18- DOMINGO -19- MAYO - CINE - Thi Mai, rumbo a Vietnam ,.
- Reparto
- Carmen Machi, Adriana Ozores, Aitana Sánchez-Gijón, Dani Rovira, Pedro Casablanc, Eric Nguyen, Alberto Jo Lee, Pedro Miguel Martínez,.
- Narra la odisea de Carmen, una mujer que tras perder a su hija en un accidente, recibe una carta que le anuncia que se le ha concedido a su hija la adopción de la niña vietnamita que solicitó. Acompañada de sus dos mejores amigas, Elvira y Rosa, que nunca han salido de España, viajarán hasta Vietnam para encontrarse con la cría y con situaciones complicadas, exóticas y rocambolescas, que sacarán a la luz los aspectos más peculiares de sus distintas personalidades. Andrés, un actor español que ha ido hasta Hanoi para vivir con su pareja, y un guía turístico nativo, formarán parte también de la aventura.
TITULO: LUNES -13- MAYO - HISTORIA DE NUESTRO CINE - CINE - Mi panadería en Brooklyn ,.
El lunes -13- MAYO a las 22:30 por La2, foto,.
- Reparto
- Aimee Teegarden, Linda Lavin, Blanca Suárez, Aitor Luna, Ernie Sabella, Josh Pais, Griffin Newman, Ward Horton, Krysta Rodriguez, Anthony Chisholm, Franklin Ojeda Smith, Gerry Vichi, Enrique Arce, Kyle Klaus, Anthony Alessandro,.
- Vivian y Chloe, dos primas que viven en Brooklyn, han sido inseparables desde niñas. Tras la repentina muerte de su tía Isabelle, heredan su histórica panadería. Vivian, que ha pospuesto su soñado viaje a Europa para ayudar en la tienda, quiere mantener la tradición. En cambio, Chloe, ayudante de cocina en un popular programa gastronómico, considera que hay que modernizar el negocio. Pero cuando el banco les comunica que están a punto de ser desahuciadas, las dos no dudan en ponerse manos a la obra para preservar el legado familiar.
TITULO: DESTINO DE PELICULA - CINE - Angie.
- Reparto
- Geena Davis, Stephen Rea, James Gandolfini, Aida Turturro, Philip Bosco, Michael Rispoli, Jenny O'Hara,.
- Angie, una italoamericana que vive en Brooklyn, en Nueva York, sueña con mejorar su nivel de vida. Cuando se queda embarazada, decide que tendrá el bebé, pero que su novio Vinnie no será su marido. Esta noticia, que conmociona a todo el vecindario, la anima a emprender un viaje de autodescubrimiento.
TITULO: Maneras de educar - El colegio público que ha desterrado la pelota .,Sabado -18- MAYO, .
Maneras de educar - SABADO -18- MAYO,. ,.
Programa que descubre los proyectos educativos más
innovadores del país de la mano del profesor James Van der Lust. El
espacio recorre diferentes colegios . El sabado -18- MAYO,. ,.a las 10:15 por La 1, etc.
El colegio público que ha desterrado la pelota,.
El Martinet, un centro público de Ripollet, tiene un proyecto pedagógico innovador sin asignaturas ni balones y lucha contra la Administración para eliminar la cancha de su patio,.
“Hemos colonizado la pista”, dice Isabel Trías, directora del colegio público El Martinet, en el pueblo de Ripollet (Barcelona),
que ha desterrado el uso de la pelota. Allí los alumnos no juegan al
fútbol ni al baloncesto. En ningún momento de la jornada escolar. La
pista es una explanada en desuso sin porterías ni canastas en la que los
trazos de colores son casi imperceptibles. Rodeada de montículos de
tierra con pequeñas construcciones hechas con troncos y con cabañas de
madera, ese trozo de cemento es uno de los símbolos de la lucha de este
colegio por implantar su propio modelo de escuela, en el que no hay
asignaturas y los niños no almuerzan bocadillos, sino fruta y frutos
secos.
Cuando se levantó el colegio, en el año 2004, comenzó la pugna de este centro con la Administración. Pidieron al Departament d'Ensenyament
(la consejería de Educación catalana) que no instalara ninguna pista.
El proyecto educativo que presentó el equipo directivo era
revolucionario: los alumnos no tendrían asignaturas y, por tanto, la
materia de educación física se diluía. “No es que no hagan deporte, sino
que no consideramos necesario que practiquen los deportes tradicionales
con pelota”, explica Isabel Trías, la directora del colegio, con 480
alumnos, que no tienen permitido llevar balones al centro.
Hay
dos grandes razones. “Ya sabemos qué tipo de actitudes generan los
deportes como el fútbol, los niños juegan por un lado e invaden gran
parte del espacio y las niñas, por otro”, cuenta Montserrat Navarro, la
primera directora que tuvo el centro y la impulsora del proyecto. “La
pelota está asociada a juegos competitivos que, además, generan un
consumismo en los niños [por la compra de camisetas de los equipos y
balones oficiales]. Es como las pantallas, tapan otras realidades”,
argumenta Isabel Trías.
A diferencia de las escuelas tradicionales, en El Martinet los alumnos no pasan seis horas sentados en el pupitre porque se mueven constantemente de los espacios interiores a los exteriores. “No hay sedentarismo”, añade la directora. Les enseñan juegos cooperativos en los que el fin último no es ganar, practican deportes al aire libre, hacen salidas en bicicleta y suben montañas. A los seis años empiezan y a los 11 suben el Puigmal, de casi 3.000 metros de altura.
El Departament y la Inspección Educativa dieron su visto bueno al proyecto, previamente aprobado por el consejo escolar con las familias, pero colocaron la pista deportiva reglamentaria en el patio. Años después, la madre de uno de los alumnos se ofreció a llevar al colegio una cantidad suficiente de tierra para tapar la pista y crear encima el entorno que habían diseñado: 100% natural y sin pavimentos de cemento. Lo hicieron y pocos meses después la historia volvió a empezar; el Ayuntamiento de Ripollet y el Departament —en ese momento liderado por CIU— urgieron al colegio a volver a despejar la pista. “Tú misma lo puedes ver, los alumnos ocupan los espacios con naturaleza y la cancha se queda siempre vacía. Es un sinsentido”, indica la directora, que ha vuelto a solicitar a la Administración autonómica —que tiene las competencias en materia de Educación— que les dé permiso para volver a cubrir el pavimento.
¿Qué hacen los niños en esos espacios de tierra? Unos
construyen un canal de agua con piezas de madera y poleas, otros revisan
las hortalizas que están creciendo en el huerto, otros usan una lupa
binocular para mirar de cerca unas hojas que han recolectado y otros,
simplemente, deambulan. Actividades no faltan. "Nuestro argumento
es claro: ya hay polideportivos y zonas públicas con pistas que los
niños pueden usar en su tiempo libre”, aclara la antigua directora
Montserrat Navarro.
Desde el Departament aseguran que ya son cerca de una decena los colegios públicos catalanes que quieren transformar sus patios para que las pistas no ocupen la mayor parte del espacio, pero ninguno de ellos quiere, por el momento, eliminar las canchas. El real decreto de 2010 —aprobado por el Gobierno central— que regula los requisitos mínimos de los centros educativos habla de “un patio de recreo, parcialmente cubierto, susceptible de ser utilizado como pista polideportiva”. Eso quiere decir que la decisión última sobre las canchas corresponde a la comunidad autónoma, aseguran fuentes del Ministerio de Educación.
El cambio en la forma de interpretar la educación física no es exclusivo de El Martinet. “La disciplina, el orden y el esfuerzo ya no son las premisas, la gente sigue teniendo esa idea de la asignatura pero es un prejuicio anticuado”, explica Albert Batalla, profesor de Didácticas de la Educación Física de la Universidad de Barcelona. La superación física ya no es el objetivo, no se trata de aprender a botar bien el balón, sino de cooperar y respetar las normas sin la mirada puesta en ser el ganador. “Es un cambio radical que lleva años instalándose en los colegios, ya no se ve el cuerpo como una máquina que hay que mantener en forma. Ahora se practica la expresión corporal mediante la danza o los malabares”, añade. Aunque reconoce que la pelota suele colonizar los recreos, obligando a los alumnos a sortear los balonazos y a refugiarse en las zonas periféricas, cree que es “muy radical” eliminar los balones. “Supone darle la espalda a la realidad, la competitividad está ahí y hay que educar a los niños a gestionar el ansia por ganar”.
Para María José Camacho, profesora de Educación Física en la Facultad de Educación de la Complutense,
el problema es que los deportes tradicionales llevan a los colegios a
aplicar la “jerarquía de resultados”: salen mejor parados los alumnos
con mayor rendimiento físico. “Siempre lo harán mejor los que practican
esos deportes en su tiempo libre y eso genera mucha frustración. Los
juegos cooperativos, en los que el rendimiento es más parecido, son más
inclusivos”, explica.
Es lo que las nuevas hornadas de maestros de Educación Física llaman gamificación. “Todo el grupo tiene que superar el reto, no vale con que uno sea buenísimo”, dice Tristán González, profesor de la materia que ha dado clase en primaria durante 12 años. Pone un ejemplo: un torneo de combas a modo de juego de rol; cada movimiento tiene un nombre y lleva asociado unos puntos. Los niños saltan a la cuerda solos y en grupo. “En los colegios públicos en los que he trabajado, nunca he centrado la asignatura en jugar al fútbol o al baloncesto”. Coincide con los investigadores en que la época del "chándal, sudor y esfuerzo" ya pasó. Ahora importa más la inclusión.
Tampoco hay exámenes y los niños lideran su propio aprendizaje con los maestros como guía. Es casi la una del mediodía y los alumnos hacen tiempo hasta que llegue su turno del comedor. En una de las aulas, un grupo de alumnos de ocho años de tercero de primaria construye estructuras con figuras de madera o conversan entre ellos. Más de la mitad están concentrados en su lectura. Pol García, de 19 años, fue alumno del colegio. “Para nada eché de menos la pelota. La llegada al instituto sí fue un poco heavy, por el cambio de modelo. Llevaba muy mal estar sentado tantas horas sin poder hablar, pero tenía muchas ganas de que me mandaran deberes y de hacer exámenes”, cuenta. Estudió un grado de formación profesional superior en Gestión Forestal y ahora está haciendo prácticas en un viñedo cerca de Oporto. Lo que más valora es que le enseñaran a interesarse por los temas y a buscar él mismo información. “Eso nunca se olvida, la curiosidad por aprender se te queda”.
A diferencia de las escuelas tradicionales, en El Martinet los alumnos no pasan seis horas sentados en el pupitre porque se mueven constantemente de los espacios interiores a los exteriores. “No hay sedentarismo”, añade la directora. Les enseñan juegos cooperativos en los que el fin último no es ganar, practican deportes al aire libre, hacen salidas en bicicleta y suben montañas. A los seis años empiezan y a los 11 suben el Puigmal, de casi 3.000 metros de altura.
El Departament y la Inspección Educativa dieron su visto bueno al proyecto, previamente aprobado por el consejo escolar con las familias, pero colocaron la pista deportiva reglamentaria en el patio. Años después, la madre de uno de los alumnos se ofreció a llevar al colegio una cantidad suficiente de tierra para tapar la pista y crear encima el entorno que habían diseñado: 100% natural y sin pavimentos de cemento. Lo hicieron y pocos meses después la historia volvió a empezar; el Ayuntamiento de Ripollet y el Departament —en ese momento liderado por CIU— urgieron al colegio a volver a despejar la pista. “Tú misma lo puedes ver, los alumnos ocupan los espacios con naturaleza y la cancha se queda siempre vacía. Es un sinsentido”, indica la directora, que ha vuelto a solicitar a la Administración autonómica —que tiene las competencias en materia de Educación— que les dé permiso para volver a cubrir el pavimento.
Desde el Departament aseguran que ya son cerca de una decena los colegios públicos catalanes que quieren transformar sus patios para que las pistas no ocupen la mayor parte del espacio, pero ninguno de ellos quiere, por el momento, eliminar las canchas. El real decreto de 2010 —aprobado por el Gobierno central— que regula los requisitos mínimos de los centros educativos habla de “un patio de recreo, parcialmente cubierto, susceptible de ser utilizado como pista polideportiva”. Eso quiere decir que la decisión última sobre las canchas corresponde a la comunidad autónoma, aseguran fuentes del Ministerio de Educación.
El cambio en la forma de interpretar la educación física no es exclusivo de El Martinet. “La disciplina, el orden y el esfuerzo ya no son las premisas, la gente sigue teniendo esa idea de la asignatura pero es un prejuicio anticuado”, explica Albert Batalla, profesor de Didácticas de la Educación Física de la Universidad de Barcelona. La superación física ya no es el objetivo, no se trata de aprender a botar bien el balón, sino de cooperar y respetar las normas sin la mirada puesta en ser el ganador. “Es un cambio radical que lleva años instalándose en los colegios, ya no se ve el cuerpo como una máquina que hay que mantener en forma. Ahora se practica la expresión corporal mediante la danza o los malabares”, añade. Aunque reconoce que la pelota suele colonizar los recreos, obligando a los alumnos a sortear los balonazos y a refugiarse en las zonas periféricas, cree que es “muy radical” eliminar los balones. “Supone darle la espalda a la realidad, la competitividad está ahí y hay que educar a los niños a gestionar el ansia por ganar”.
Implicar a los maestros en el diseño arquitectónico del centro
“La arquitectura y la docencia tienen que ir de la mano”, aseguró el
pasado marzo Josep Gonzàlez-Cambray, el director general de centros
públicos de Cataluña, donde el Gobierno regional ha lanzado un plan para
que docentes y miembros del Colegio de Arquitectos trabajen
conjuntamente para identificar las nuevas necesidades de los colegios en
función de los proyectos pedagógicos. La idea es involucrar a los
maestros en el proceso previo a la construcción de nuevos centros para
adaptar los espacios interiores y exteriores a los criterios
pedagógicos. “Ya hemos empezado a implicar a los equipos directivos en
la fase inicial de diseño de las escuelas, es la vía para crear las
aulas del futuro”, dijo el conseller Josep Bargalló.
Es lo que las nuevas hornadas de maestros de Educación Física llaman gamificación. “Todo el grupo tiene que superar el reto, no vale con que uno sea buenísimo”, dice Tristán González, profesor de la materia que ha dado clase en primaria durante 12 años. Pone un ejemplo: un torneo de combas a modo de juego de rol; cada movimiento tiene un nombre y lleva asociado unos puntos. Los niños saltan a la cuerda solos y en grupo. “En los colegios públicos en los que he trabajado, nunca he centrado la asignatura en jugar al fútbol o al baloncesto”. Coincide con los investigadores en que la época del "chándal, sudor y esfuerzo" ya pasó. Ahora importa más la inclusión.
Lectura autónoma
En El Martinet, que el año que viene tendrá también secundaria, los espacios exteriores están cubiertos de tierra y árboles y se usan, igual que los interiores, como áreas de aprendizaje. “Salir fuera equivale a acercarse a lo imprevisible, a lo que no se sabe, a lo que es sorpresa”, se puede leer en un libro autoeditado por el colegio en el que se explica su filosofía. En cada una de las puertas de entrada al edificio hay estructuras de madera con botas de agua de colores de diferentes tamaños. Porque los días de lluvia también se sale. En el interior las aulas no tienen pizarras porque quieren que los niños trabajen a su ritmo, que no realicen las mismas actividades todos a la vez. Salvo en la comida.Tampoco hay exámenes y los niños lideran su propio aprendizaje con los maestros como guía. Es casi la una del mediodía y los alumnos hacen tiempo hasta que llegue su turno del comedor. En una de las aulas, un grupo de alumnos de ocho años de tercero de primaria construye estructuras con figuras de madera o conversan entre ellos. Más de la mitad están concentrados en su lectura. Pol García, de 19 años, fue alumno del colegio. “Para nada eché de menos la pelota. La llegada al instituto sí fue un poco heavy, por el cambio de modelo. Llevaba muy mal estar sentado tantas horas sin poder hablar, pero tenía muchas ganas de que me mandaran deberes y de hacer exámenes”, cuenta. Estudió un grado de formación profesional superior en Gestión Forestal y ahora está haciendo prácticas en un viñedo cerca de Oporto. Lo que más valora es que le enseñaran a interesarse por los temas y a buscar él mismo información. “Eso nunca se olvida, la curiosidad por aprender se te queda”.
Los patios se transforman para incluir a las niñas
Hora del recreo en un colegio cualquiera. Desde fuera, un observador
no ve nada especial en el patio. Un tumulto infantil, niños que juegan
al fútbol, otros que corren y niñas sentadas en corros por la periferia
del espacio. Parece que cada uno está a su aire, donde le apetece. ¿Hay
sexismo en ese escenario? Este planteamiento inicial de la socióloga
Marina Subirats en su libro Balones fuera (Octaedro) ha
inspirado a algunas escuelas a transformar sus recreos para evitar que
los roles de género se reproduzcan desde la infancia. El colegio público
La Paloma, en el barrio madrileño de La Latina, es uno de ellos. “Desde
que son pequeños les enseñamos a estar de una manera en el mundo. El
hecho de que los chicos ocupen la mayor parte del espacio con una
actividad más agresiva y las niñas se resignen a los alrededores es el
comienzo de la desigualdad”, explica Irene Martínez, profesora de la
Complutense.
“A partir de segundo de primaria empieza a notarse la separación de chicos y chicas en la hora del recreo, por eso el uso de la pista va rotando entre diferentes cursos y hemos habilitado nuevos espacios para hacer música, escalar, plantar o comer tranquilo y solo prohibimos los juegos con balón los viernes”, cuenta María Belén González, directora del centro. Hay tres tipos de zonas: activas, semiactivas y tranquilas. “Hemos conseguido que los alumnos se relacionen más con niños que tienen otros intereses”.
“A partir de segundo de primaria empieza a notarse la separación de chicos y chicas en la hora del recreo, por eso el uso de la pista va rotando entre diferentes cursos y hemos habilitado nuevos espacios para hacer música, escalar, plantar o comer tranquilo y solo prohibimos los juegos con balón los viernes”, cuenta María Belén González, directora del centro. Hay tres tipos de zonas: activas, semiactivas y tranquilas. “Hemos conseguido que los alumnos se relacionen más con niños que tienen otros intereses”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario