TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA, EN PRIMER PLANO, A FONDO, ENTREVISTA, POR FAVOR SILENCIO, DOS VASCOS SIN GUION,.
En portada. Borja Cobeaga y Diego San José
Dos vascos sin guion, foto,.
Se ganan la vida, como ellos dicen,
escribiendo chorradas. Y la última se ha convertido en el mayor fenómeno
del cine español. Los autores de Ocho apellidos vascos, esa historia
llena de tópicos que ha recaudado 56 millones de euros y ha atraído a
más de 9 millones de espectadores, ya preparan la segunda parte.
Mientras tanto, se han animado a publicar una novela y a pasar un rato
divertido con 'XLSemanal'.
Hablan como escriben. Llevan más de once años trabajando juntos como
guionistas. Su método lo tienen muy entrenado: conversan muchas horas al
día, desparraman con agilidad, se escuchan, se jalean, se quitan la
palabra mutuamente y cada uno ríe las bromas y ocurrencias del otro
cuando le hacen gracia. Son rápidos y divertidos; y, a pesar del
formidable éxito de la película Ocho apellidos vascos, mantienen los
pies muy pegaditos a la tierra.
Ahora más que nunca, no les falta
trabajo. Están escribiendo la segunda parte de esta comedia repleta de
tópicos vascos y andaluces, a la que se unirán los catalanes; y que se
empezará a rodar en abril del año que viene con los mismos
protagonistas. A la vez ultiman su primera novela juntos, Venirse
arriba, que la editorial Planeta publicará el próximo mes de octubre.
XLSemanal. Gracias a ustedes, los guionistas ya no son transparentes...
Borja Cobeaga. ¡Es
alucinante esto que nos ha pasado! Yo aún no me lo creo [risas]. Quizá
es porque somos los dos vascos y hablamos de tópicos vascos.
XL. ¿A un madrileño, por ejemplo, no le habrían aceptado tanta chufla?
Diego San José. Seguro
que no. Era fundamental ser vasco para poder contar sus tópicos. Somos
como el parapeto, no es lo mismo reírte de algo desde fuera.
XL.
Es curioso porque se les supone más gracia a los andaluces que a los
vascos y, en esta comedia, los dos guionistas son del País Vasco.
B.C. Ese es otro tópico que hay que desmontar. Hay andaluces sosos y vascos graciosos... sin mirar a nadie.
XL. También podían haber sido uno vasco y otro andaluz...
B.C. Bueno, Diego es casi andaluz [ríe].
D.S.J. Mi madre es andaluza, sí; pero yo nací en Irún [lo dice con orgullo].
XL. Siempre se ha dicho que los vascos nacen donde les da la gana.
D.S.J. ¡Noooo! Esos son los de Bilbao; los guipuzcoanos nacemos en Guipúzcoa.
B.C.
¡A ti te da igual donde hayas nacido porque tú eres un maqueto! Yo sí
que soy vasco vasco: tengo siete apellidos seguidos vascos, aunque me
falla el octavo: Gutiérrez.
D.S.J. El octavo es el que te quita de ser maqueto y tú no lo tienes. Se siente...
B.C. ¡Ni de coña! Además, ¿no me vas a comparar contigo?
D.S.J. No me comparo, no [risas]; yo me considero maqueto de manual, lo más maqueto posible [se ríe].
XL. ¿Quiénes se han molestado más con sus chistes en la película?
D.S.J.
Se han picado más los vascos que los andaluces; pero, en general, se lo
han tomado bastante bien todos porque no nos reímos de nadie; si acaso,
de los que han viajado poco, nada más. El problema es faltar al respeto
y en Ocho apellidos... esto no pasa. En el País Vasco, y todo hay que
decirlo, ha tenido un éxito arrollador. De hecho, Baracaldo ha sido el
lugar de España donde, en proporción, más se ha visto la película; más
que en Madrid y más que en Sevilla. Es un error buscar lecturas
políticas en esta película. No las hay.
XL. ¿Han tenido la tentación de ir a verla de incógnito para observar la reacción de la gente?
B.C. Sí,
yo lo he hecho en San Sebastián y Diego, en Madrid, por ver si algunos
chistes se entendían bien. ¡Y sí, se entendían todos a juzgar por las
risas! Los vascos tenemos ese sentido de superioridad que nos hace creer
que hay cosas fuera del País Vasco que no se entienden. Pues no es así,
los vascos no somos tan especialitos como creemos.
XL. Un buen guionista es una mina, ¿acabarán cobrando más que los protagonistas?
B.C. Eso de que somos una mina no lo tengo nada claro, pero nada claro; y que cobremos más que alguien...
XL. Cuentan que se han hecho de oro con esta película.
D.S.J.
¡Pues mata a tus fuentes y busca otras nuevas! [Risas]. Hasta hoy, lo
único que hemos recibido ha sido una caja de diez kilos de ajos de Las
Pedroñeras (Cuenca), que nos ha regalado la gente de allí; y, por ahora,
nada más.
XL. ¿No habían negociado un tanto por ciento de taquilla?
B.C. ¡Ya
quisiéramos! Tenemos derechos de autor y poco más. El éxito de esta
película ha pillado tan de sorpresa a todo el mundo que creo que no
somos los únicos parias del barrio.
XL. Así que hay 'uno' que lo está celebrando a lo grande por todos...
B.C. Uno o dos [risas], pero no los guionistas.
XL. Se prepara la segunda parte. ¿Han estado esta vez más hábiles en la negociación?
D.S.J. Es
muy difícil que se repita este éxito tan grande. Además, estoy seguro
de que, si negociamos un porcentaje de taquilla, será un fracaso y nos
tocará pagar de nuestro bolsillo las pérdidas.
XL. ¡Qué optimistas!
B.C. ¡Siempre! [Se ríen].
XL.
Al parecer, en cuanto se vio el éxito de Ocho apellidos..., un
productor ajeno a la película (José Frade) no tardó en registrar por su
cuenta títulos parecidos: 'Ocho apellidos catalanes', 'Ocho apellidos
madrileños'...
D.S.J. Cuando me enteré,
yo pensé en positivo: «¡Hostias, sí que ha ido bien la película! ¡Para
que haya alguien dispuesto a ir al Registro que es un coñazo tremendo ha
tenido que ser un exitazo!». Ir al Registro a mí me mata, es lo peor;
me parece el trámite más desesperante de un guionista. Que alguien haya
registrado otros nombres a partir de nuestro trabajo me parece lo más
bonito de la vida, ¡más que un Goya y un Óscar juntos!
XL. Borja, usted también es director. ¿Ha tenido tentación de intervenir en la dirección de Ocho apellidos...?
B.C. ¡No,
por Dios! Ni siquiera hemos ido al rodaje. Los guionistas no pintamos
nada ahí; además, nos comeríamos todo el catering [risas].
XL. Han tardado dos años en escribir Ocho apellidos vascos...
B.C. ¿¡A que parece ridículo que para escribir eso haga falta tanto tiempo!?
D.S.J.
Es que fue un guion por encargo, un traje a medida, y tuvo muchos
parones. El impulso creativo había que consensuarlo con la cadena.
XL. ¿Tuvieron que negociar situación por situación?
D.S.J. No, porque entonces hubieran sido no dos años, ¡sino 17! Se negociaba el enfoque general de la película.
XL.
Enfoque que también se modificó varias veces. Creo que, al principio,
se trataba de un señorito andaluz que iba al País Vasco a dirigir una
empresa.
B.C. Sí. Las fases fueron
estas: al principio no había amor; luego había un poco de amor; y al
final acabó siendo una comedia superromántica.
D.S.J. Las primeras versiones eran muy vascas, sin amor ni cariño.
XL. ¿Me están diciendo que entre vascos no hay romanticismo?
B.C. El
pudor del vasco a la hora de mostrar los sentimientos es absoluto. ¡En
una de las primeras escenas, cuando parece que Amaia y Rafa se lían, yo
me tenía que santiguar [se ríe]!
D.S.J. Tú fíjate
en que el padre y la hija no se abrazan hasta el final de la película.
En nuestro guion no había una sola escena de cariño. Fue la cadena la
que nos dijo que había que tirar de la cosa romántica.
B.C. Es
curioso, porque vascos que hacen cine con escenas románticas hay un
montón, yo creo que es la manera de liberarse [se ríe]. Mi madre decía
que las películas de Medem eran muy fuertes [ríe].
XL. ¿Es
cierto que les dulcificaron el carácter de Amaia, la protagonista; a la
que, por cierto, describían «como una concejala de Bildu encabronada»?
D.S.J.
¡Jajajaja! ¡Totalmente! Era mucho más seca que la concejala, era todo
el rato como al principio de la película, cuando se enfrenta a Rafa
contando chistes en la caseta. Nosotros hemos salido con vascas y
sabemos de lo que hablamos.
B.C. En la película
pasa todo lo contrario a lo que ocurre en la realidad. Cuando una vasca
sale de Euskadi, está mucho más suelta. ¡Pero en el País Vasco las
miradas de desprecio entre vasca y vasco están a la orden del día!
D.S.J. Eso
le pasa también al vasco cuando sale fuera; porque los vascos pillan
fuera, claro. Es muy raro que tu primer beso lo des en el País Vasco
[ríe]. Cuando pierdes el influjo de lo verde, se despiertan unos
genes... que no se despiertan en Euskadi. Ligar con una vasca en Euskadi
es muy difícil; fuera, no tanto. Pero a mí el carácter de la mujer
vasca me fascina, la solidez con la que defiende sus ideas...
XL. Pero Clara Lago [Amaia] no es vasca...
D.S.J. Pero su flequillo, sí [risas]. ¡Ese flequillo está por encima de la identidad de la persona!
XL. ¿Qué les cambiaron del guion fundamentalmente?
B.C. Sobre todo, el tono. El personaje de Amaia dice las frases que estaban escritas, pero sin el ceño tan fruncido.
XL. Ya que hubo más de un principio, ¿se planteó también más de un final?
B.C. No, el final siempre fue ese, no había finales alternativos.
D.S.J. Se tuvo desde el principio claro que acabase bien. Una comedia romántica tiene que acabar bien.
XL. ¿Entienden la película fuera de España?
D.S.J. Creo que no. Está claro que no pensamos en triunfar en Hollywood cuando la escribimos.
B.C. Y seguimos en esa línea porque sería muy pretencioso intentar trascender en esta segunda parte.
XL. ¿Resulta sencillo hacer un guion entre dos?
B.C. Llevamos
más de once años trabajando juntos y hay feeling. De hecho, yo a Diego
lo llamo 'mi marido'. Es la persona con la que más tiempo paso, no
bíblicamente pero sí físicamente [se ríe].
D.S.J.
Yo en mi vida he estado once años con nadie. ¡He pasado más tiempo con
Borja que el que resulta de sumar todas mis relaciones sentimentales!
Más que escribir juntos, echamos horas y horas pensando y hablando. Lo
de escribir es, al final, un mero trámite de mecanografiar lo que hemos
hablado durante meses. Así que se parece bastante a una relación
matrimonial, sí.
XL. ¿Y son infieles alguna vez con otro... u otros?
B.C. Sí, sí, sobre todo él. Y sienta muy mal [se ríe].
D.S.J.
Claro, porque lo vivimos como una relación de pareja y se da cierto
recelo. Si Borja se va a escribir con otro, te apetece que no le salga
del todo bien [risas].
B.C. ¡Si Diego me dice que no se entiende bien con el otro guionista, yo me alegro! Por supuesto que me alegro.
D.S.J. Es como cuando quieres que a tu expareja no le vaya bien, que sepa que sin mí no va a ser tan feliz.
XL. ¿Se hacen gracia el uno al otro o ya se tienen muy sabidos?
B.C. ¡No, yo me tiro de risa con Diego!
D.S.J.
Es que uno mismo no se ríe de sus propias gracias; contárselas al otro
es la manera de comprobar si realmente tienen gracia, si vas bien
encaminado.
B.C. Concretamente ayer, Diego me sacó dos carcajadas [se ríe].
XL. He leído que, en otros guiones que han hecho juntos, el combustible era el vino con Casera.
D.S.J.
Eso cuando éramos más jóvenes, hace un par de años. Luego siguió el
vino a secas y ahora estamos en la fase vermú; lo que nos hace ser
conscientes de que hemos crecido, porque el vermú es de gente mayor. La
pregunta es: ¿cuál va a ser el combustible que utilicemos en nuestra
siguiente fase?
XL. Para ustedes, ¿el combustible del humor es el alcohol?
D.S.J. No, ¡qué va! Es broma. Comer con vino y Casera nos sirvió la primera vez; la segunda repetimos y nos quedamos dormidos.
B.C. El
beber tiene más que ver con momentos que nos regalamos cuando hay una
buena idea o para finalizar una jornada. Ese tópico de estar un poco
achispado o fumar el cigarrillo de la risa para que se te ocurran
chorradas no funciona. A mí, al menos, me pasa todo lo contrario.
XL. ¿Escribir a dúo tiene el peligro de que la gente no los distinga?
B.C. Nos han confundido muchas veces, y eso mi madre no lo perdona.
D.S.J. La
mía tampoco lo perdona. Una vez me confundieron con el hijo de Ana
Belén y Víctor Manuel [David San José] y quería que llamase al medio que
lo contó mal para que lo corrigiese. Esa confusión fue mítica y todavía
no la ha olvidado. Me dijo entonces la frase más dura que me ha dicho
nunca: «Tú tienes tus padres y no te hacen falta estas tonterías».
XL. ¿Se han convertido ya en los graciosos oficiales de cualquier reunión?
D.S.J. ¡Dios
mío, no! A mí esta pregunta me da mucho miedo. Me parece un agobio ser
gracioso oficial. Estamos ocho horas al día intentando serlo como para
que, luego, vayas a una boda y te presenten como el guionista de Ocho
apellidos vascos para que hagas reír a la gente. Acabas contando los
mismos chistes todo el rato. Hemos descubierto que hay cuatro o cinco
que siempre funcionan y ya estamos repitiéndolos hasta lo ilegal.
B.C. Eso es muy de monologuista.
D.S.J. ¡Si hubiera una policía del humor, ya nos habrían detenido por reincidentes!
XL. ¿Sienten un poco de vértigo de enfrentarse a una segunda parte?
B.C. No, estamos curtidos para saber relativizar los fracasos y los éxitos.
D.S.J.
Hemos tenido bastantes fracasos juntos y sabemos ver esto como una cosa
puntual. Lo que realmente da vértigo es escribir lo siguiente a un
fracaso, porque no te puedes permitir dos fracasos seguidos. Después de
un éxito así, estás protegido durante un tiempo. A mí esta situación de
ahora me pone hasta cachondo.
B.C. Claro, porque sabes que va a haber mucha gente esperando la segunda parte y que el primer fin de semana se llenarán las salas.
D.S.J. Para un guionista saber que están pendientes de tu siguiente trabajo es lo máximo, me motiva.
XL. Entonces, ¿para cuándo la segunda parte?
B.C.
Esta vez no vamos a tardar dos años en escribir el guion; de hecho,
estamos en ello. Se ha hablado de empezar a rodar en abril del año que
viene.
XL. ¿Se puede avanzar algún detalle de la nueva película?
B.C.
Van a ser los mismos protagonistas, así que se mantiene el conflicto
entre vascos y andaluces, pero ahora se unen los catalanes.
D.S.J. Rafa y Amaia van a ir a Cataluña y allí también aparecerán Koldo y Merche, claro.
XL. ¿Y están versados en tópicos catalanes?
B.C.
Acabamos de ir de observadores a Barcelona [risas]. Tenemos, además,
amigos catalanes y nos fijamos mucho cuando hablamos con ellos.
XL. Además de esta nueva película, en octubre publican una novela escrita por los dos: Venirse arriba.
D.S.J. Teníamos
mogollón de ganas de escribir una novela juntos. El argumento parte de
una primera idea que tuvimos para la película: ubicar a los dos
personajes vasco y andaluz compadreando en Ámsterdam, seis meses con
beca Erasmus. Pero era complicado rodar allí y, en cambio, es un lugar
perfecto para desarrollar una novela.
XL. Los protagonistas, en este caso, son un padre y su hijo.
D.S.J. Sí,
sí, nos obsesiona mucho la relación padre-hijo. En esta ocasión, el
padre se viene arriba en Ámsterdam para disfrutar de la vida por primera
vez y se convierte en un padre Erasmus.
XL. Hay que decir
que se trata de un padre que pierde el trabajo y, convertido en un
parado más, decide ir a Ámsterdam a ver su hijo.
D.S.J. Es
que ahora dicen que irte al paro es una oportunidad para reinventarte.
Hace una década, cuando despedían gente, poco menos que había que quemar
las empresas; ahora parece que es una buena noticia, una gran
oportunidad. De hecho, te tienes que sentir muy culpable si no te
reinventas.
XL. Dicen que la crisis agudiza el ingenio, y a ustedes, desde luego, no les ha ido nada mal.
B.C. ¡No,
no, ni hablar!, con el estómago lleno hacemos mejores chistes; con un
buen sueldo estás mucho más motivado que si no tienes donde caerte
muerto.
D.S.J. Yo me niego a aceptar eso de que
'crisis' en chino significa 'oportunidad'; me niego a aceptarlo, odio
esa frase. La crisis no es una oportunidad, es un problemón. Me fastidia
que, con lo mal que se pasa cuando estás en paro, te tengas que sentir
tonto porque no estás aprovechando una oportunidad. No me lo trago, es
una estafa.
B.C. Es que parece que, si no te va bien, es culpa tuya... ¡Y no! ¡Vamos, que no!
XL. Según cuentan, los españoles con beca Erasmus por Europa hacen de todo menos estudiar.
B.C. Lo
han vendido como intercambio cultural y, en realidad, lo identificamos
como ¡fiesta! Esta novela, al contrario que la película, es bastante
entendible fuera de España. Básicamente, el argumento va de la relación
con tu padre, de la chica que aparece y te gusta más que la que tienes
en tu país esperándote...
D.S.J. Esos seis meses en los que se supone que va a sumergirse en otras culturas y a ampliar sus conocimientos dan mucho juego.
B.C. Además, ninguna pareja en la que uno de los dos se va de Erasmus resiste.
XL. Y por eso cuentan que las infidelidades durante ese tiempo deberían ser menos infidelidades.
B.C. ¡Exacto!
D.S.J. Cuanto
más lejos estás de tu casa, los cuernos son mucho menores. Un
asturiano, por ejemplo, pone más cuernos en París que un andaluz en
Austria. Lo tenemos claro, sí. Posiblemente, los que pone el que está en
Austria puede que ni siquiera sean cuernos porque seguro que no están
homologados [risas]. La infidelidad es mayor o menor en función de la
distancia.
Ocho topicazos europeos
En su
primera novela juntos, Cobeaga y San José recrean situaciones hilarantes
a partir de algunos estereotipos europeos. Les hemos pedido que nos
seleccionen y comenten sus preferidos.
Los idiomas.
Los europeos tienen un nivel de idiomas extraordinario. «Pero nosotros
nos entendemos con cualquier 'guiri' hablándole en castellano, solo que
más alto y más despacio».
Becas erasmus. El
programa Erasmus sirve para que los jóvenes se sumerjan en la cultura de
otras naciones europeas. «Pero ya puedes estar en Innsbruck que en el
frigo de un Erasmus español no falta salchichón ibérico, jamón de Teruel
al vacío, latas de bonito del Norte y turrón de Jijona (aunque estés en
mayo)».
El euro. Servirá para integrar a los
europeos y asegurar su progreso. «Año 2014: en el tique del súper te
sigue poniendo lo que te han costado los yogures en pesetas».
La educación. Los
jóvenes europeos tienen un nivel educativo y de formación sin parangón
en el mundo. «Sin embargo, no son capaces de calcular que, si saltas del
balcón de un sexto piso, te metes un hostiazo por mucha piscina que
haya».
Los escandinavos. Las sociedades
escandinavas son muy ordenadas y serias.«No hay Año Nuevo en que no
salgan tres viejas de Noruega tirándose en pelotas a un lago congelado».
Los franceses. Tienen
un gusto culinario exquisito. «Pero cuando vienen Madrid, les cascamos
30 euros por un arroz recalentado y sangría sin gas».
La fiesta.
Como en Europa anochece muy pronto, no saben disfrutar de la fiesta
como nosotros. «Te encuentras a cualquier europeo en Magaluf y parece
Charlie Sheen en sanfermines».
Los italianos. Son unos chulos y unos fantasmas. «Son unos chulos y unos fantasmas».
¿Quieres cenar con ellos?
XLSemanal invita a cinco de sus lectores a cenar con Diego San José y
Borja Cobeaga, guionistas de Ocho apellidos vascos, en un encuentro que
tendrá lugar en un restaurante de Madrid. Si quieres ser el ganador de
una de las cinco cenas que sorteamos, basta con que comentes en esta
misma noticia por qué te mereces este premio.
TÍTULO: EL DESAYUNO Y LA CENA- MIERCOLES, JUEVES, MEJOR EN TERCERA DIVISION,.
Padre,
he pecado. Me he vuelto a hacer socio del Cacereño. Dicen que el
Atlético y el Athletic son como una religión. Tonterías. Religión
son ...foto,.
Ganar al Lepe parece un chiste, lo que mola es derrotar al Badajoz,.
Padre, he pecado. Me he vuelto a hacer socio del Cacereño. Dicen que
el Atlético y el Athletic son como una religión. Tonterías. Religión son
el Coria, el Extremadura, el Díter, el Villanovense. Eso sí que es
creer y mortificarse con el cielo como una remota posibilidad que nunca
llega.
El caso es que tras las dudas de fe de todos los principios de
temporada, he acabado cayendo en la tentación y asociándome.
Sacudiéndome la culpa, fui a hacerme el carné y no me lo dieron porque
la impresora se había quedado sin tinta y no les llegaba hasta un par de
días después. No me digan que eso no es una auténtica religión: más
pobres que los primeros cristianos.
Solo una salvedad: nuestro Papa no es infalible. Una vez le pregunté a
nuestro sumo pontífice si me moriría sin haber visto al Cacereño en
Segunda División y me dijo que no, que viviría para contarlo.
Por ahora no ha acertado y el empeño parece tan lejano que una
aseguradora de decesos me hizo el año pasado una oferta tan tentadora
que la acepté: por 10 euros al mes, me entierran gratis. Deben de
conocer la promesa de Noni Buzo, el Papa del Cacereño, han echado
cuentas y si han de esperar a que el Cacereño suba a Segunda División
para organizarme la despedida, les salgo rentable, seguro.
Llegó el primer partido de liga en casa y me fui tan contento al
estadio. Habían pintado las gradas de Preferencia y estaba muy bonito.
Nada más sentarme, nos marcaron el primer gol, empatamos, nos volvieron a
marcar, nos derrotaron y me acordé de que dos horas antes había hablado
con un compañero del periódico, que es de Plasencia, y me había
manifestado su sincero deseo: «Que perdáis». Y perdimos.
Es lo lógico: uno de Plasencia tiene que desear que pierda el
Cacereño. Y uno de Badajoz, lo mismo. Y viceversa. Lo demás son
pijadicas del barón de Coubertin. En fútbol, lo importante no es
participar, sino ganar y que pierdan los rivales máximos. Por eso, les
digo la verdad, yo preferiría que el Cacereño estuviera en Tercera
División. Eso sí que sería emocionante, con una docena de equipos
vecinos peleando por subir y un «gran partido del siglo» cada 15 días.
Es que en Segunda B es todo muy aburrido. Porque vamos a ver, jugamos
contra el UCAM, ¿y qué? ¿Alguien sabe de qué va eso del UCAM? ¿Es más,
puede haber alguien en el mundo que desee la derrota del UCAM?
Luego jugamos contra El Palo, contra La Hoya, contra La Roda...
¿Alguien sabe dónde están esos pueblos, alguien puede sentir un desgarro
íntimo si nos golean? El otro día ganamos en casa del Lepe. Pero para
mí, Lepe es un chiste, no un equipo de fútbol. ¿Cómo vas a ser feliz por
ganarle a un chiste?
Mi afición futbolera al Cacereño no está marcada por ninguna goleada
histórica, sino por aquella tarde de domingo en la que pude leer en una
pancarta situada en la grada de la Ciudad Deportiva Sanz Catalán: «La
ciudad de Plasencia saluda al pueblo de Cáceres». O por otra tarde en la
que, en el mismo lugar, un árbitro favoreció al Badajoz y un espectador
cacereño salió detrás del trencilla con un paraguas y se lo lanzó a
modo de jabalina.
Esas experiencias marcan tanto como una vez que perdimos 1-0 en San
Calixto con el Plasencia, fui a ver el derbi en autobús y un amigo de mi
padre se dedicó todo el partido a gritarle al extremo derecho local,
cada vez que corría la banda: «Manuel, sinvergüenza, págame el piso, que
te viniste a Plasencia debiéndome tres meses de alquiler».
Esas cosas no se olvidan y convierten la Tercera División en un
crisol de venganzas donde las victorias no son tres puntos, sino
‘vendettas’ por una pancarta histórica, por un extremo moroso, en
memoria de un lanzador de jabalina justiciero. Pero en Segunda B, ya me
dirán, ganas al UCAM Murcia y parece que has derrotado a una cooperativa
de pimentón.
El desayuno miercoles, tostadas de pan con aceite y cafe con leche,.
La cena miercoles, pescado con salsa de tomate, postre manzana, pan, beber zumo piña,.
El desayuno jueves, una tostada de jamon de pan y cafe con leche,.
La cena jueves, una tortilla de patatas, postre una pera, pan, beber una fanta naranja,.