Donde ponen el ojo ponen el Goya o, al
menos, una nominación. Eva Leira y Yolanda Serrano se han convertido en
las hadas madrinas del cine español. Las directoras de 'casting' más
deseadas del momento nos cuentan cómo descubrieron a actores como Dani
Rovira, Alberto Ammann, María Valverde o Jesús Castro.
Aquí no hay colas, ni ansiedad ni largas esperas con actores
que se miran los unos a los otros para ver quién parece más seguro de
sí mismo. La oficina de Eva Leira y Yolanda Serrano, situada al lado de
la Gran Vía madrileña, está diseñada para calmar el pánico. Colores
suaves, una cocina donde siempre hay café y una salita de espera con
cama incluida por si se necesita un poco de relax en posición
horizontal. Las responsables de casting de algunos éxitos del cine
español como
'Ocho apellidos vascos', 'La isla mínima' o 'El Niño'
piden improvisación durante sus pruebas, pero ellas no dan puntada sin
hilo. Cada papel requiere una particularidad, y su labor consiste en
encontrar el talento que la cumpla. Y así fue como descubrieron a Dani
Rovira, Alberto Ammann, María Valverde o Jesús Castro. Actores que ni
siquiera pudieron imaginar que aquellas dos chicas que tanto insistían
en que fueran ellos mismos conseguirían situar su nombre entre los más
deseados por la industria cinematográfica.
XL. Desde fuera, uno se imagina que una oficina de casting es un lugar con grandes colas y muchos nervios...
Yolanda Serrano.
Sabemos que el nivel de angustia de los actores cuando llegan aquí es
tan grande que intentamos hacer todo lo posible para que se sientan como
en casa.
Eva Leira. No nos gusta que nadie tenga
que esperar y no concebimos que se creen situaciones tensas o que se
encuentren varios actores para una misma prueba. ¿Qué sacaríamos de
bueno? Además, siempre hablamos con los candidatos e intentamos
tranquilizarlos diciéndoles que no queremos a alguien que sirva para
todo, sino el personaje adecuado para cada película. No existe
entrevista modelo.
XL. Entonces ¿qué hay que hacer para convencerlas?
Eva.
Nada, lo más bonito es cuando brilla tu particularidad. Cuando eso que
tú tienes y que te hace único es justo lo que buscamos. Por eso pedimos a
la gente que sea ella misma. Sé que es un poco poético, pero es algo
muy parecido al amor. Sacamos lo más escondido que hay dentro de cada
actor.
XL. Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carmen
Machi, Dani Rovira y Nerea Barros. Casi hacen el pleno al quince en los
premios Goya de este año con esa estrategia suya del amor.
Eva.
Y estamos superorgullosas. En el caso de Javier, por ejemplo, lo
interesante fue el giro que dio en 'La isla mínima', con un papel
totalmente alejado de la comedia. O Nerea, una gallega que se convirtió
en la princesa de las marismas del Guadalquivir. Fueron dos grandes
apuestas.
XL. Y entre ustedes, ¿cuándo surge el flechazo?
Eva.
Fue durante el casting de 'La flaqueza del bolchevique', en 2002. Yo ya
había trabajado como ayudante de su director, Manuel Martín Cuenca, y
había hecho audiciones para películas como 'El Bola', donde descubrimos a
Juan José Ballesta.
Yolanda. Yo estaba en la
productora de la película y, cuando descubrí cómo trabajaban, quise
entrar a formar parte del equipo. Jamás había visto el cuidado que ellos
ponían al hacer los castings. Yo era actriz y había hecho algunas
pruebas, así que sabía lo que se sufre al estar al otro lado: largas
esperas, mucha angustia...
XL. Y fue entonces cuando hicieron su primer descubrimiento como equipo: María Valverde...
Eva.
María sale de un casting de tres mil chicas. Hicimos muchas pruebas a
actrices ya consagradas, y Yolanda se encargó de ir a los institutos
para hacer entrevistas. Buscábamos una mirada que nadie pudiera olvidar.
Yolanda.
En el libro de 'La flaqueza', el personaje de María se da la vuelta y
el protagonista se queda enganchado a ella, no solo por su belleza, sino
por su magnetismo. Y nunca nadie se dio la vuelta como lo hizo María
durante la prueba [ríe].
Eva. Luego tuvimos que
convencer a mucha gente porque había chicas más famosas que ella que
habían hecho el casting. Ahora parece que eso no se discute tanto, pero
en ese momento era casi impensable.
XL. ¿Y qué hicieron para conseguir que entrara?
Yolanda. Nos plantamos [se ríe]. Está claro que María no era la más guapa, pero tiene algo, una luz que le sale de dentro.
Eva.
Lo hemos hecho más veces, lo de apostar por alguien en contra de todas
las opiniones. Nos pasó también con Alberto Ammann y con Dani Rovira.
Hubo que convencer a mucha gente que no estaba por la labor.
XL. Imagino que los que no veían a Dani Rovira en 'Ocho apellidos vascos' ahora les estarán haciendo a ustedes la ola.
Eva.
Ni te imaginas. Lo que ocurre es que el productor siempre quiere la
manzana roja preciosa que le va a dar el éxito asegurado, y un actor
nuevo supone un riesgo. Pero si tú vas con seguridad, te ven el órdago.
Yolanda.
Nosotras nos reímos mucho cuando algún cazatalentos dice que iba en el
metro y de repente se encontró al Harry Potter de turno. Es mentira,
aquí hay mucho trabajo detrás. Por supuesto que jugamos con la
intuición, de eso vivimos, pero hay que trabajarlo mucho.
XL. ¿Qué vieron en Dani para apostar por él?
Eva.
Hicimos muchas pruebas a otros actores de comedia, pero Dani brillaba
más que nadie. Yo utilizo a mi hijo como oráculo de Delfos, porque creo
que hay que estar muy conectada con diferentes sectores y edades de la
sociedad y, cuando me dijo que Dani era especial y lo vimos en el
teatro, supe que tenía razón.
Yolanda. Eva vino
alucinada de aquella actuación y me dijo que tenía que verlo, así que lo
llamamos, le hicimos una prueba y supimos que era él.
XL. Pero ni de lejos se imaginarían el fenómeno en el que se convirtió, supongo.
Eva.
Era un tipo que llevaba tres años llenando el teatro todos los martes y
que tenía un millón de seguidores en Twitter. Está claro que algo
había, pero jamás pensamos que esto llegaría tan lejos.
Yolanda.
Dani nos decía: «Chicas, no me dejéis suicidarme, ¿lo voy a hacer
bien?». Y nosotras, con toda seguridad, le contestábamos: «Lo vas a
hacer genial». Nunca lo dudamos.
XL. Y ahora todos les pedirán un Dani Rovira...
Yolanda. Y siempre contestamos: «Espera, que abro el cajón de los Danis a ver qué me queda» [ríe].
Eva.
Nos pasó lo mismo con Megan Montaner en 'El secreto de Puente Viejo',
que fue una revolución. Y desde entonces, cuando nos llaman para una
serie, siempre nos dicen que quieren una Megan.
XL. ¿Y ha habido alguien que se les haya resistido?
Eva. Llevamos mucho tiempo detrás de un videoblogger, El Rubius, pero se nos está escapando. Nos encantaría hacerle alguna prueba.
XL. ¿Cuál es el lugar más extraño donde han encontrado a sus personajes?
Yolanda.
Hemos ido a todas partes: institutos, colegios, mercados, ONG e incluso
a una cárcel, como nos pasó cuando trabajamos para 'Celda 211'.
XL. Porque algunos de los figurantes de aquella película habían sido 'inquilinos' de la prisión de Zamora donde se rodó, ¿no?
Yolanda.
Así es. Cogimos a exconvictos y presos de tercer grado y les propusimos
una prueba para ver cómo reaccionaban. Yo me ponía delante de ellos y
los acusaba de haberme robado. ¿Y tú sabes lo increíble que es cuando un
preso te sigue el juego y responde para defenderse?
Eva. Vivimos varias situaciones increíbles. Hubo gente que se enganchó perfectamente.
XL. ¿Y nunca se les va de las manos?
Yolanda.
Eva siempre sabe hasta dónde podemos llegar y me salva. Corta la
situación en cuanto ve que algo pueda escaparse de nuestro control.
Eva.
En ese caso, recuerdo que también hicimos el casting a un camionero de
Zamora. Su prueba consistía en que llegaba a la ventanilla de la
Seguridad Social a las dos menos cinco y ya habían cerrado. Su reacción
fue brutal. Como Bombita en 'Relatos salvajes' [se ríe]. Él mismo se dio
cuenta y luego nos decía: «No sé qué me ha pasado. Os juro que yo no
soy así».
XL. ¿Les costó mucho encajar a Alberto Ammann en este proyecto, cuando nadie lo conocía todavía?
Yolanda.
A Alberto lo conocimos a través de un casting que organiza la agencia
Kuranda y nos quedamos prendadas de él. Cuando lo llamamos para 'Celda',
le pillamos poniendo copas en un chiringuito de Cádiz y se vino en
autobús sin dormir en toda la noche. Le avisamos de que esto iba a ser
duro.
Eva. Al principio Daniel Monzón, el
director de la película, no entendía nada, pero tiene una capacidad
increíble de escuchar y de tirarse al río, así que no le importó la poca
experiencia de Alberto.
XL. Y los actores consagrados, ¿no las odian por proponer a gente tan novel?
Yolanda.
En absoluto. Nosotras buscamos al mejor para cada papel y, si no lo
encontramos entre los más conocidos, lo buscamos fuera; es normal.
Eva.
Por ejemplo, Rubén Cortada, que lo fichamos para 'El tiempo entre
costuras'. Había hecho muy pocas cosas y mira ahora. O Jesús Castro,
para 'El Niño', que salió de un casting de tres mil entrevistas y nunca
había trabajado como actor. Lo vimos en una minientrevista a través del
móvil y nos gustó tanto que tuvimos que utilizar a su amigo de gancho
para conseguir que viniera a las pruebas.
XL. ¿Tanto se les resistió 'el niño'?
Eva.
Estamos seguras de que acudió al casting que organizamos en su
instituto porque lo convocamos a media mañana y así se saltaba las
clases [se ríe]. Se vino para acompañar a un amigo, pero lo convencimos
de que siguiera adelante. Después de esa entrevista seguimos citándolos a
los dos para no perder a Jesús.
Yolanda. Esto
de los castings tiene un punto en el que hay que hacer estrategias, como
en el amor. Es como llevar de compras a la hermana del chico que te
gusta [se ríe].
XL. ¿Y cómo es eso de tener que decirle a alguien que no?
Yolanda.
Nunca te acostumbras y la experiencia no ayuda. Lo peor es cuando
tienes que dar la mala noticia a alguien que ha vivido un proceso muy
largo contigo.
Eva. Intentamos no dar muchas
explicaciones porque creo que no ayuda. En el fondo, siempre tiene que
ver con algo que no tienes y ponerlo en evidencia no cambia nada.
Yolanda.
De nuevo, es como en la pareja. Cuando te deja un novio y le pides
explicaciones. ¿Te apetece que te diga que la otra es más joven? En el
fondo, no quieres saberlo.
Mi primer 'casting'. Alberto Ammann
En
realidad yo iba a ser electricista, pero me echaron de la escuela por
faltas y mala conducta», bromea Alberto. Y menos mal, porque unos años
después se convertiría en la apuesta de Yolanda y Eva para
coprotagonizar 'Celda 211' con Luis Tosar. «Me entró miedo porque me
pilló de sopetón. Recuerdo que estuve dos horas en un locutorio leyendo
el guion y llorando porque no podía creer que fuera a hacer un casting
para algo así». Fueron muchas entrevistas, pero «ellas consiguen que
todo parezca más fácil de lo que es». Después vino la prueba con Tosar:
«Me equivoqué y me quedé en blanco. Entonces, Luis me dio un pie muy
bueno y conseguí salir adelante. Ahora sé que eso fue lo que convenció
al director».
Mi primer 'casting'. María Valverde
Yolanda
ha sido parte de mi familia durante años. En casa de mis padres hay una
foto enmarcada con ella», confiesa María. La actriz, que conoció a las
directoras de casting con 14 años para 'La flaqueza del bolchevique',
recuerda que le preguntaron cuándo había sido la última vez que había
llorado. «Y fue como si tocaran un botón especial: empecé a llorar y no
pude parar». La actriz asegura que lo bueno de Eva y Yolanda es que se
arriesgan: «En mi caso fue dura la elección: el productor no me quería, y
ellas dijeron que o era yo o no seguían con la película». La apuesta
terminó con el Goya a la mejor actriz revelación en 2003. «Empecé la
casa por el tejado. Luego ha sido muy complicado construir hacia abajo»,
concluye.
Mi primer 'casting'. Jesús Castro
Cuando
mi compañero me dijo que se iba a presentar al casting de 'El Niño' en
nuestro instituto, le contesté: '¿Pero tú te crees que te van a coger
para hacer de prota en un peliculón?'», asegura Jesús. «Yo fui por
acompañarlo, pero me dio reparo y me eché para atrás. Entonces, Yolanda
me cogió del brazo y me obligó a entrar». Y aquel día empezó su gran
viaje. «En la primera prueba, me acusaron de robar y yo me enfadé
muchísimo». Un año después, su nombre sonaba entre los nominados al Goya
como actor revelación.
Mi primer 'casting'. Dani Rovira
El
padre de Yolanda se puso malo justo cuando iba a acompañar a su nieto
al teatro para ver a Dani Rovira, y ella se ofreció a sustituirlo. Así
empezó la aventura del actor para 'Ocho apellidos vascos'. Con una
recaudación de 56 millones de euros y más de 9,5 millones de
espectadores, el resto es historia. «Creo que estaré agradecido al
gripazo del abuelo el resto de mi vida -bromea Dani-. Para el primer
casting, no tenía a nadie con quien ensayar, así que me grabé a mí mismo
en el móvil haciéndome la réplica».
Maquillaje y peluquería: Pedro
Cedeño (Talents), para Chanel y Ghd; y Paula Soroa, para Chanel y
Aussie. Foto de apertura: Alberto lleva camiseta, de American Vintage;
pantalón, de Dockers; y deportiva, de New Balance. María, chaleco, de
Bydanie; minifalda, de Alex Vidal; camiseta, de El Corte Inglés; y
sandalias, de Pura López. Dani, cazadora, de Antony Morato; camiseta, de
Adolfo Domínguez; y deportivas, de Geox. Yolanda, blusa, de Silvia
Heach para Moca Couture; pantalón, de Elisabetta Franchi para Moca
Couture; y zapatos de Pura López. Eva, Vestido, de Max Mara; y zapatos,
de Stuart Weitzman; Jesús, con chaqueta, de Harmont & Blaine;
camiseta, de American Vintage; y pantalón y zapatillas, de Antony
Morato. En la página 21, Alberto lleva camisa, de Esprit; y pantalón, de
Levi's; y María, camisa, de Bydanie; y vaquero, de Levi's. En la página
22, Jesús, con bomber, de Altona Dock; camiseta, de American Vintage;
pantalón, de U de Adolfo Domínguez; y deportivas, de Tommy Hilfiger; y
Dani, camisa de Dolores Promesas; pantalón, de U.S. Polo; y deportivas,
de Asics.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -Goytisolo y la alegría,.
foto,.

La familia Goytisolo no forma parte de mi universo literario
más inmediato. Lo cual no obsta para rendirle todo tipo de homenajes
sinceros: José Agustín me alcanzó con algún verso suelto; Luis está
inédito para un servidor, ya que nunca encuentro el momento de ponerme a
ello; y a Juan sí le reconozco haberme pellizcado en algún relato.
Entré en Juan Goytisolo merced a la pintura en verbo con la que
describía
La Chanca, superior a mi entender a
Campos de Níjar.
Quizá fuera el momento vital, la necesidad de cambiar el registro de
las palabras, las ganas de viajar del texto al diccionario, el amor por
la tierra, no sé, pero la descripción de un simple barrio de Almería a
través de los ojos de un viajero permanentemente hospedado en las
angustias me cautivó. Cuando quise entrar en Señas de identidad, había
yo cambiado el paso y no lo hice tan triunfalmente. Me costó y no deja
de ser ese cuadro por acabar que solo te produce pereza a la hora de
tomar los pinceles.
Si me preguntan si el placer y la impresión que me produjo en aquel preciso momento leer
La Chanca
justifica en mi opinión la concesión del Premio Cervantes, les diré que
sí, como otros lo justificarían a Sánchez Ferlosio por el día en que
leyeron
El Jarama o a García Hortelano por
Tormenta de verano.
Una obra concreta nos abre los cauces hacia universos no conocidos en
la expresión y eso es lo que diferencia a un buen escritor de un
sencillo escritor. Si me preguntan, eso sí, si creo que Goytisolo
merecería tener un espacio para él solo en
El club de la comedia,
ya les digo que no. Es un pésimo representante de sí mismo y no lo ha
llamado Dios para sentarlo en el pescante de una carreta contando
chistes camino del Rocío. Es seco, soso y triste, y su conversación no
entro en círculos íntimos donde se exprese con otra soltura sume a
cualquiera en un desconsuelo y una aflicción insuperables. Quien le haya
entrevistado, por ejemplo, lo sabe. Pero lo que me interesa de un
creador, como parece obvio, no es su facilidad para hacer amigos con el
trato: antes bien es su facilidad para encadenar su relato a nuestras
vidas, y en líneas generales eso es algo que Goytisolo realiza
magistralmente. Los gustos, no obstante, van por barrios y hay a quien
Juan Goytisolo no le hace ni pizca de gracia ni en uno ni en otro
sentido. Qué se le va a hacer.
La polémica ha surgido precisamente
con la concesión de este Premio Cervantes que él se había hartado a
afirmar que jamás aceptaría y que, como sabemos, ha aceptado. Ahora está
de moda rechazar premios, sobre todo si se conceden bajo el amparo de
un gobierno de derechas: ha pasado con el de Música, el de Narrativa o
el de Fotografía. Pudo haber pasado con el Cervantes, de haber sido
Goytisolo como Sartre, que rechazó el Nobel y advirtió de ello
previamente a que se lo concediesen, dicen algunos que enfurecido por
haberlo recibido antes Camus que él o por no despertar celos en Simone
de Beauvoir. No, Goytisolo se lo pensó mejor y acudió a recogerlo y a
recaudarlo. Eso sí, a su manera, con cierto y calculado desaliño y
armado de un discurso tan seco y desesperanzado como él mismo. Digamos
que el discurso de Juan Goytisolo es legítimo y posiblemente sea el que
se espera de un intelectual en permanente proceso de desencanto,
aburrimiento y angustia, fiel a la labor final de conciencia amarga que
siempre se les atribuye a los pensadores y narradores. Pero ha
sorprendido que la visión de Goytisolo sea tan severa y crítica con su
país de origen y tan complaciente, en cambio, con el de acogida,
Marruecos, donde vive. Como es sabido, Marruecos es un ejemplo de
igualdad de oportunidades, expresión democrática y progreso educativo y
social. De ello jamás ha dicho nada el autor de
Juan sin tierra,
el cual al parecer confundió (como escribió el genial Iñaki Ezquerra)
la ceremonia del Cervantes con la gala de los Goya. Ha sido muy
reprochado por esto último, y probablemente de forma merecida.
Pero
no es conveniente que por ello no quede tiempo para recrearse con lo
mejor de su obra, que es lo que merece la pena casi siempre de las
personas. De esta, desde luego.