-foto-Eros Ramazzotti "Nunca quise cantar para Ratzinger: era muy frío. Para Francisco I, sí lo haría"
Nací en Roma en 1963. He vendido más de
65 millones de discos. Tengo tres hijos y me casé por segunda vez en
2014. Mi último disco se titula 'Perfecto'. En septiembre inicio gira
mundial.
XLSemanal. 'Perfecto'. Un título pretencioso. ¿Alude al disco o a usted?
Eros Ramazzotti. A ninguno. No es más que una broma, una ironía. Nada es del todo perfecto, pero los italianos ponemos esa palabra al final de casi todas las frases. Es un juego.
XL. No se ha cortado nada al elegir a sus músicos: el batería de Quincy Jones y de Leonard Cohen, el guitarrista de Michael Jackson y de James Taylor... Si esto sale mal la culpa va a ser suya.
E.R. [Ríe]. En todos mis discos, menos en el anterior, he contado con buenos músicos americanos. Pero sí, me haré responsable de lo que pueda pasar.
XL. ¿Se animará a seguir los pasos de Laura Pausini como coach de 'La voz'?
E.R. ¡No! Me lo han pedido y no he aceptado: no me gusta juzgar. Laura, además de tener una gran voz, es una gran actriz y una gran comunicadora; yo no soy tan bueno como ella.
XL. Oiga, ¿65 millones de discos vendidos no son muchos?
E.R. No, no; está bien así [sonríe]. Sobre todo, teniendo en cuenta que solo canto en italiano y en español.
XL. Tiene pinta de ser muy presumido.
E.R. Sí, pero no vanidoso. Me arreglo y sigo una dieta biológica desde hace un año y medio. Y si me veo un pelo en la nariz, me lo corto de inmediato.
XL. ¿Le molesta más que le recuerde su edad o que le pregunte cuánto pesa?
E.R. Sin ninguna duda, cuánto peso; así que no me lo preguntes [mete tripa]. Yo noto cómo pasa el tiempo, tengo 51 años, pero no tengo miedo a envejecer.
XL. ¿Es verdad que fue extra en la película 'Amarcord', de Fellini?
E.R. Sí, sí. Crecí en el barrio de Cinecittà, en Roma, junto a los estudios de cine. Cuando necesitaban niños para alguna escena, salían los productores a la calle a buscarnos. Recuerdo perfectamente la imagen de Fellini.
XL. Se dejó fotografiar con una camiseta negra en la que se leía: «Obama, sálvanos tú». ¿Lo volvería a hacer o prefiere invocar a Angela Merkel o incluso a Mariano Rajoy
E.R. No se quién es Rajoy, pero a la señora Merkel no. Hoy, me pondría una camiseta muy blanca. No porque Obama sea de color, sino porque hace falta mucha transparencia y limpieza. Todos los colores ya están desteñidos.
XL. ¿Ha cantado para el Papa?
E.R. No, me lo han pedido muchas veces, pero no lo he hecho. Ratzinger no me gustaba, muchos no lo amaban, era muy frío. Para Francisco I sí querría cantar, es lo contrario: demasiado abierto [ríe].
Desayuno,.
¡Ni zumo ni café! «Un yogur ecológico, sin lactosa, con pipas de calabaza y Goji; un vaso de agua con unas gotas de Cellfood, un depurativo que limpia la sangre; y una pastilla de vitaminas».
Cena,
Un huevo frito con patatas, pan, tomate - lechuga, salchichas, beber agua, postre una pera, .
TÍTULO: VIAJANDO CON CHESTER, EL HORROR TIENE FECHA DE CADUCIDAD,.
VIAJANDO CON CHESTER, foto,.
Existe hoy en día el imperativo de ser feliz en todas partes, todo el rato» -explica el filósofo Roger Pol Droit, autor de lo que llama un libro de «fitness filosófico», que ha vendido ya más de 100.000 ejemplares en Francia-. En él defiende que lo que conduce a la sabiduría es la conciencia de lo que pasa a nuestro alrededor. Según Droit, el problema es que hemos perdido tan elemental facultad porque vamos tan deprisa, recibimos tantos estímulos e imperativos bebe esto, compra lo otro, sé joven, guapo, enrollado, sensacional que se nos olvida disfrutar de lo que ya tenemos y así, de tanto anhelar nuevas fuentes de supuesta felicidad, solo logramos no alcanzarla jamás. Los orientales describen la felicidad precisamente así. Como la bella y esquiva sombra de uno mismo, esa que nunca se alcanza porque, a medida que uno camina, se mueve más allá.
Existen, ya se sabe, multitud de libros emperrados en explicarnos cómo atraparla. Hablan y filosofan sobre ella los políticos, los psiquiatras, los sociólogos, se convocan simposios, estudios, y quien más quien menos dice haber encontrado su propia fórmula, solo para descubrir que cuando cree que la tiene, ella se escapa de nuevo. La felicidad -o mejor dicho el deseo de alcanzarla- es, junto con la precariedad y la necesidad, una de las fuerzas que mueven el mundo. Si no hubiera precariedad y necesidad nadie buscaría paliar dichas carencias y progresar, y sin esperanza -que es al fin y al cabo el más bello sinónimo de la palabra felicidad- tampoco haríamos esfuerzo alguno por avanzar. Obviamente las tres fuerzas son necesarias y han logrado que la humanidad alcance el grado de conocimiento, civilización y sofisticación actual. Pero también nos están jugando una mala pasada.
Y es que, si bien cuando pintan bastos la felicidad es la consecuencia de algo de tener un bocado que llevarse a la boca, de sentirse a cubierto y poder proteger a la prole, para aquellos que ya tienen estas necesidades más o menos cubiertas, se ha convertido en un deber. Y muchas veces un deber estúpido. Para ser feliz tengo que estar más delgado, cambiar de coche, verme más joven, epustuflar al vecino... La sociedad de consumo se ocupa de multiplicar estas carencias, las fomenta, las exacerba, y la crisis con su fea jeta no ha logrado hacernos volver a los parámetros razonables en lo que a anhelos se refiere. Al contrario, parece como si la felicidad fuera más que nunca una obligación, algo que se nos debe y que hay reclamar airadamente porque alguien -el Estado, la sociedad o el sursuncorda- nos la ha arrebatado. Otro error de bulto, por cierto, porque, como indican todos los filósofos desde que el mundo es mundo, si uno cree que su felicidad depende de los demás y no de sí mismo se hace aún más imposible atisbarla siquiera.
Hasta aquí lo que dicen otros, ahora les voy a contar mi teoría. Yo creo que la gran confusión a este respecto viene, por un lado, de un error de planteamiento y, por otro, de una pérdida de perspectiva. El error de planteamiento es que, si la felicidad es en efecto inalcanzable, intentar atraparla es ya de por sí una fuente inagotable de frustración y por tanto de infelicidad. La felicidad no es un fin, sino una consecuencia. Del trabajo bien hecho, de dar, de amar, de compartir, también de otros sentimientos mucho menos nobles y altruistas, es cierto, pero siempre una consecuencia de algo, nunca un fin. La pérdida de perspectiva la descubrí hace poco oyendo en la radio a una chica que en el 11-M perdió las dos piernas. Le preguntaron cómo había cambiado su vida después de la tragedia y, ante el estupor de todos, incluido el mío, respondió: «Es muy simple, antes solía pensar en todo lo que me faltaba, ahora pienso solo en lo mucho que tengo». ¿No les parece la mejor definición? La felicidad en menos de 140 caracteres. Ni el señor Pol Droit ni toda la pléyade de filósofos en el mundo podrían haberlo dicho mejor y en menos palabras.
TÍTULO: SABADO - DOMINGO - CINE - LOS OTROS DOS,.
Eros Ramazzotti. A ninguno. No es más que una broma, una ironía. Nada es del todo perfecto, pero los italianos ponemos esa palabra al final de casi todas las frases. Es un juego.
XL. No se ha cortado nada al elegir a sus músicos: el batería de Quincy Jones y de Leonard Cohen, el guitarrista de Michael Jackson y de James Taylor... Si esto sale mal la culpa va a ser suya.
E.R. [Ríe]. En todos mis discos, menos en el anterior, he contado con buenos músicos americanos. Pero sí, me haré responsable de lo que pueda pasar.
XL. ¿Se animará a seguir los pasos de Laura Pausini como coach de 'La voz'?
E.R. ¡No! Me lo han pedido y no he aceptado: no me gusta juzgar. Laura, además de tener una gran voz, es una gran actriz y una gran comunicadora; yo no soy tan bueno como ella.
XL. Oiga, ¿65 millones de discos vendidos no son muchos?
E.R. No, no; está bien así [sonríe]. Sobre todo, teniendo en cuenta que solo canto en italiano y en español.
XL. Tiene pinta de ser muy presumido.
E.R. Sí, pero no vanidoso. Me arreglo y sigo una dieta biológica desde hace un año y medio. Y si me veo un pelo en la nariz, me lo corto de inmediato.
XL. ¿Le molesta más que le recuerde su edad o que le pregunte cuánto pesa?
E.R. Sin ninguna duda, cuánto peso; así que no me lo preguntes [mete tripa]. Yo noto cómo pasa el tiempo, tengo 51 años, pero no tengo miedo a envejecer.
XL. ¿Es verdad que fue extra en la película 'Amarcord', de Fellini?
E.R. Sí, sí. Crecí en el barrio de Cinecittà, en Roma, junto a los estudios de cine. Cuando necesitaban niños para alguna escena, salían los productores a la calle a buscarnos. Recuerdo perfectamente la imagen de Fellini.
XL. Se dejó fotografiar con una camiseta negra en la que se leía: «Obama, sálvanos tú». ¿Lo volvería a hacer o prefiere invocar a Angela Merkel o incluso a Mariano Rajoy
E.R. No se quién es Rajoy, pero a la señora Merkel no. Hoy, me pondría una camiseta muy blanca. No porque Obama sea de color, sino porque hace falta mucha transparencia y limpieza. Todos los colores ya están desteñidos.
XL. ¿Ha cantado para el Papa?
E.R. No, me lo han pedido muchas veces, pero no lo he hecho. Ratzinger no me gustaba, muchos no lo amaban, era muy frío. Para Francisco I sí querría cantar, es lo contrario: demasiado abierto [ríe].
Desayuno,.
¡Ni zumo ni café! «Un yogur ecológico, sin lactosa, con pipas de calabaza y Goji; un vaso de agua con unas gotas de Cellfood, un depurativo que limpia la sangre; y una pastilla de vitaminas».
Cena,
Un huevo frito con patatas, pan, tomate - lechuga, salchichas, beber agua, postre una pera, .
TÍTULO: VIAJANDO CON CHESTER, EL HORROR TIENE FECHA DE CADUCIDAD,.
VIAJANDO CON CHESTER, foto,.
Existe hoy en día el imperativo de ser feliz en todas partes, todo el rato» -explica el filósofo Roger Pol Droit, autor de lo que llama un libro de «fitness filosófico», que ha vendido ya más de 100.000 ejemplares en Francia-. En él defiende que lo que conduce a la sabiduría es la conciencia de lo que pasa a nuestro alrededor. Según Droit, el problema es que hemos perdido tan elemental facultad porque vamos tan deprisa, recibimos tantos estímulos e imperativos bebe esto, compra lo otro, sé joven, guapo, enrollado, sensacional que se nos olvida disfrutar de lo que ya tenemos y así, de tanto anhelar nuevas fuentes de supuesta felicidad, solo logramos no alcanzarla jamás. Los orientales describen la felicidad precisamente así. Como la bella y esquiva sombra de uno mismo, esa que nunca se alcanza porque, a medida que uno camina, se mueve más allá.
Existen, ya se sabe, multitud de libros emperrados en explicarnos cómo atraparla. Hablan y filosofan sobre ella los políticos, los psiquiatras, los sociólogos, se convocan simposios, estudios, y quien más quien menos dice haber encontrado su propia fórmula, solo para descubrir que cuando cree que la tiene, ella se escapa de nuevo. La felicidad -o mejor dicho el deseo de alcanzarla- es, junto con la precariedad y la necesidad, una de las fuerzas que mueven el mundo. Si no hubiera precariedad y necesidad nadie buscaría paliar dichas carencias y progresar, y sin esperanza -que es al fin y al cabo el más bello sinónimo de la palabra felicidad- tampoco haríamos esfuerzo alguno por avanzar. Obviamente las tres fuerzas son necesarias y han logrado que la humanidad alcance el grado de conocimiento, civilización y sofisticación actual. Pero también nos están jugando una mala pasada.
Y es que, si bien cuando pintan bastos la felicidad es la consecuencia de algo de tener un bocado que llevarse a la boca, de sentirse a cubierto y poder proteger a la prole, para aquellos que ya tienen estas necesidades más o menos cubiertas, se ha convertido en un deber. Y muchas veces un deber estúpido. Para ser feliz tengo que estar más delgado, cambiar de coche, verme más joven, epustuflar al vecino... La sociedad de consumo se ocupa de multiplicar estas carencias, las fomenta, las exacerba, y la crisis con su fea jeta no ha logrado hacernos volver a los parámetros razonables en lo que a anhelos se refiere. Al contrario, parece como si la felicidad fuera más que nunca una obligación, algo que se nos debe y que hay reclamar airadamente porque alguien -el Estado, la sociedad o el sursuncorda- nos la ha arrebatado. Otro error de bulto, por cierto, porque, como indican todos los filósofos desde que el mundo es mundo, si uno cree que su felicidad depende de los demás y no de sí mismo se hace aún más imposible atisbarla siquiera.
Hasta aquí lo que dicen otros, ahora les voy a contar mi teoría. Yo creo que la gran confusión a este respecto viene, por un lado, de un error de planteamiento y, por otro, de una pérdida de perspectiva. El error de planteamiento es que, si la felicidad es en efecto inalcanzable, intentar atraparla es ya de por sí una fuente inagotable de frustración y por tanto de infelicidad. La felicidad no es un fin, sino una consecuencia. Del trabajo bien hecho, de dar, de amar, de compartir, también de otros sentimientos mucho menos nobles y altruistas, es cierto, pero siempre una consecuencia de algo, nunca un fin. La pérdida de perspectiva la descubrí hace poco oyendo en la radio a una chica que en el 11-M perdió las dos piernas. Le preguntaron cómo había cambiado su vida después de la tragedia y, ante el estupor de todos, incluido el mío, respondió: «Es muy simple, antes solía pensar en todo lo que me faltaba, ahora pienso solo en lo mucho que tengo». ¿No les parece la mejor definición? La felicidad en menos de 140 caracteres. Ni el señor Pol Droit ni toda la pléyade de filósofos en el mundo podrían haberlo dicho mejor y en menos palabras.
TÍTULO: SABADO - DOMINGO - CINE - LOS OTROS DOS,.
- Reparto
- Will Ferrell, Mark Wahlberg, Michael Keaton, Eva Mendes, Steve Coogan, Ray Stevenson, Dwayne "The Rock" Johnson, Samuel L. Jackson, Rob Riggle, Damon Wayans Jr., Lindsay Sloane, Brooke Shields, Rosie Perez, Anne Heche, Thomas Middleditch,.
- Allen Gamble (Will Ferrell) y Terry Hoitz (Mark Wahlberg) son dos policías de Nueva York que viven a la sombra de los héroes del cuerpo, los superagentes Christopher Danson (Dwayne Johnson) y P.K. Highsmith (Samuel L. Jackson). Pero cuando las cosas se tuerzan en la gran manzana, esta peculiar pareja tendrá que levantar sus traseros del despacho de la comisaría y entrar en acción.
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