TITULO:
Mi casa es la tuya - Pablo Carbonell , Viernes -5- Febrero ,.
Mi casa es la tuya',
Este viernes -5- Febrero a las 22.00, Telecinco emite una nueva entrega de 'Mi casa es la tuya', con Bertín Osborne charlando con Pablo Carbonell , foto.
Pablo Carbonell,.
Pablo Carbonell: "Soy como Dylan, los Rolling Stones o Aznar, sigo en activo para que me aplaudan",.
Pablo Carbonell. Cádiz, 1962. Anarquista. Ahora le toca ejercer de actor de teatro y el día 10 estrena la comedia Blablacoche en los Teatros del Canal de Madrid. Se quería jubilar joven si es que no se moría antes, pero ni él puede con él.
- Músico, actor, escritor, director, presentado, humorista, dibujanter... ¿Qué profesión te pongo en la introducción?
- Es difícil encasillar a este personaje, porque cambio de piel como los camaleones aunque mantengo una constante anarquía personal.
- Te pongo anarquista, entonces
- Sí, si quieres pon anarquista. Lo que pasa es que la gente va a pensar que no creo en el Estado y, aunque el Estado en general no me cae bien, comprendo que cumple su función aunque a veces se extralimita.
- ¿Qué queda del hippie que fuiste?
- Un frustrado. Yo estaba convencido de que me iba a jubilar con 35 años y aquí me ves con 58 haciendo teatro, canciones, libros y siendo un padre de familia responsable.
- ¿Es eso lo que más te sorprende?
- Lo que más me sorprende es que estoy a gusto. De estas profesiones no se suele apartar nadie, no nos queremos retirar. Ahí están los Rolling Stones, Bob Dylan o José María Aznar, que ahí sigue actuando para su público. Todos se mantienen por esta droga que es conocer el amor de la gente, experimentar el abrazo de los demás... Que te aplaudan, te doren la píldora, te den una mano de pintura a tu ego y te digan lo guapo, lo alto y lo bien que te sienta la ropa. Nunca te cansas de eso.
- ¿Estrenar una obra de teatro en estos tiempos es valentía o necesidad?
- El autor, Eduardo Galán, me mandó el libreto y es la segunda vez que hago teatro de sofá. La primera, también con un texto de Eduardo, pensaba que iba a durar tres meses y estuvo la obra en pie durante seis años. Ahí descubrí que el teatro es el rock and roll de los maduritos. Entonces, cuando me ofreció ésta, que en vez de un sofá están los asientos de un coche, me pareció estupendo..
- O sea, que es por estar sentado.
- Sí. Sentadito y cómodo. El teatro siempre aporta muchas cosas al que lo hace y al que lo ve. Ahora no voy a meterme en el jardín de que si la cultura es segura y no quiero parecer pedante, pero el teatro nos habla sobre la verdad. Y ahora que hay tanta gente que hace teatro... Hablo de la clase política, porque estoy descojonado con ellos, perdona que salte de una cosa a la otra.
- Salta tranquilo
- Estoy convencido de que hay gente que escribe unos textos y otras personas, que dicen que son políticos pero a saber, las leen y dicen cosas que ni ellas mismas se creen. La política española es un gran teatro. Teatro malo. Porque el espectador, todos nosotros, no nos podemos creer nada. Esa cantidad de reproches sobreactuados... El grupo que más se asemeja a la política española es Pimpinela, que se dan de hostias delante del público y en realidad son hermanos. Escuchas un disco de Pimpinela y es lo mismo que si hubieras asistido a un pleno del Congreso.
- Pero ese teatro funciona: la gente toma partido, se indigna, se pelea...
- Creo que la gente ya ni se cabrea. Ahora mismo tenemos una pandemia de escepticismo global. Es que, en realidad, es para partirse de risa... Nos venden una realidad que no es la nuestra ni la que nos interesa. Por ejemplo, ves los telediarios y suben mucho las ráfagas de deporte, como si fuera una cosa de mucha, mucha, importancia, cuando en realidad hemos vivido un tiempo sin fútbol y aquí no se ha muerto nadie. Que yo le veo muchas cosas positivas al deporte, pero es otro teatro absurdo ahora mismo: pero ponen en las gradas algo que parece público, luego suena "goool" por megafonía como si hubiera gente y los futbolistas se abrazan para una grada vacía. ¿Qué es eso sino una representación teatral? Es exactamente lo mismo que hacen estos actores de la clase política, pero estamos ya vacunados contra ellos.
- No sé, me da la sensación de que mucha gente sigue creyéndoselo.
- Cada vez menos. Ya nos hemos dado cuenta de que el tocomocho ha llegado a un nivel demasiado evidente. Ahora lo único que me preocupa de ellos es que, si la gente se da cuenta de que lo que hacen los políticos es teatro, a lo mejor ya no va a querer venir al de verdad. Esto estaría muy mal, porque el teatro que nosotros hacemos refleja la vida y el teatro que hace esa gente solamente expone sus propios intereses y sus debilidades y complejos.
- Auguran que, cuando la pandemia acabe, va a llegar el desenfreno, una segunda Movida. Nos va a pillar mayores.
- A mí, más que mayor, me va a pillar en el campo porque me he venido aquí a escapar de la ciudad y de la noche. Además, la música que se escucha actualmente me deja muy frío. Yo antes iba a los sitios y bailaba, pero ahora escucho lo que suena y me voy a casa. De todos modos no había pensado esto, igual hay un boom parecido a aquel. Tendría sentido.
- ¿Tan bien os lo pasasteis?
- Depende de si te gusta follar o no. Si te gusta, ciertamente puedes sentir mucha envidia de mí. Bueno, de todos nosotros porque Madrid era una orgía. También tenía cosas negativas, como que la gente tardaba dos horas en salir de casa porque estaba cardándose el pelo y colocándose las hombreras, pero en general había bastante alegría. Y había otra cosa muy importante: la libertad de expresión no se cuestionaba. Y ahora, lamentablemente, todo el mundo tiene que tener una opinión y no es que te la dé, es que te la tira a la cara, te la echa encima. Es acojonante.
- ¿Crees que de verdad se ha limitado tanto la libertad de expresión?
- Sí. En la Movida un grupo se podía presentar en el Rock-Ola y decir: "Hola, somos Gabinete Caligari y somos fascistas". Y no pasaba nada. A la gente nos la soplaba y no creo que nadie, ni siquiera una víctima de los campos de concentración, fuese a decirle: "Usted se ríe de las víctimas". Nadie. Entonces considerábamos un gran avance que todo el mundo pudiera ser lo que le diera la gana, si quería ser fascista, pues fascista, y ahora es lo contrario. Ayer dije que me gustaría mucho cruzar a mi perrito, porque tiene derecho a zumbar y ver a sus hijitos igual que tú o yo, y se lanzó la gente a regañarme porque debo castrarlo y, si quiero cachorritos, adoptar. Muy bien, perfecto, pero yo no soy nadie para decir a mi perrito que no se perpetúe, de la misma manera que nunca le diría a los padres de los chicos que opinan eso que por qué no adoptaron.
- El 'Perritogate'.
- Es que ya está bien. Con esto, los políticos tienen buena cintura, van a lo que van y hacen el paripé estupendamente, pero los que nos dedicamos al mundo del arte no tenemos esa cintura. Estamos haciendo teatro, nos dejamos la vida en esto y cuando nos dan un puñetazo o nos insultan por este tipo de tonterías, nos afecta. Y esto tiene una consecuencia lamentable: la mudez. Que los artistas enmudezcan y vayan cantando gilipolleces que nadie entiende, que no dicen nada y que la gente repite sin pensar. Todo porque no se puede tener una opinión sin que te peguen un puñetazo en la barriga. Sin que te agredan y alguien venga a buscarte las cosquillas y putearte. Dejemos en paz a la creatividad y no nos pasemos la vida metiendo el dedo en el ojo a quien tiene una opinión.
- En el 'Caiga quien caiga', antes de las redes sociales, tú fuiste el primer troll de este país.
- En realidad todas mis balas eran de goma. Yo era un payaso. Además mi interés primordial era que los políticos con los que hablaba se descojonaran. Nunca fui un censor, ni fui a buscarle a la gente los trapos sucios. Tenemos una cosa que se llama conciencia, creo que la tiene todo el mundo, confío en eso, y que se encargará de ajustarle los tornillos a cada cual. Y si la conciencia no funciona, hay una gente más cualificada que yo para juzgarles y ponerles la penitencia.
- ¿Quién era más cómico actuando contra la droga: Maradona o tú?
- Además, el eslogan de Engánchate a la vida lo inventé yo. Aquellos festivales, todos contra la droga... Pobre droga, ¿no? En realidad, aunque yo me drogara en aquella época, creo que era una opinión más interesante y más válida la mía que la de la Reina Sofía, que era la presidenta de la asociación que organizaba esos conciertos. Yo tenía más conocimiento de causa. Uno tiene que decir: "Oye, tío, no te drogues, porque pierdes mucho tiempo, pierdes dinero, pierdes salud y seguramente perderás a esa gente que crees que son tus amigos". Y esto lo puede decir alguien que sabe de lo que va la cosa.
- En una entrevista en Papel hace unos años, asegurabas que no sabes ni cómo sigues vivo, pero pasan los años y aquí estamos.
- Sí, lo que no sé es en qué condiciones, pero ciertamente yo no me esperaba que a mi edad siguiera aquí y siguiera bien. Igual es por la profesión que he elegido, que me obliga a un peterpanismo crónico, a mantener vivo el niño interior. Si no me miro al espejo y no veo cómo tengo la barba, me considero el mismo chaval de hace 40 años. Con mi hija, que tiene 12 años, viajo y estoy a su nivel. Creo que todos somos siempre la misma persona.
TITULO: Pekín Express - Ibai, elXocas y Cristinini ,.
Pekín Express ,.
Cristina Pedroche conduce 'Pekín Express: La ruta de los elefantes', una aventura en mitad del Índico, en la que 10 parejas con perfiles muy diferentes, etc.
Ibai, elXocas y Cristinini,.
Nuevos columnistas. Los jóvenes empiezan a comprender el mundo en los canales de Twitch,.
Aprendí a leer en los periódicos. Cuando, además de leerlos, empecé a entenderlos, comprendí mejor el mundo y recuerdo esa etapa vital como una de las más gratificantes. Después empecé a escribir en ellos, la primera vez, en El Correo de Zamora, la ciudad donde estudiaba. En la pantalla de mi teléfono móvil, tuve durante años un café,.
El cierre de la hostelería ha traído consigo un nuevo tipo de 'botellón'. No son chavales con litronas y paquetes de hielo comprados en el súper sino adultos que necesitan su café diario en medio de la jornada de trabajo. Es el 'botellón de café' que se forma cerca de los bares o cafeterías a las que solo se permite vender para llevar. En sus alrededores vemos ahora pequeños grupos tomando el café de pie en un vaso de cartón. Cada mañana y, en menor medida, cada tarde, Valencia entera acoge un botellón de adultos, sin alcohol salvo el de algún carajillo, y con la misma necesidad de interactuar con el prójimo de siempre. Un botellón más austero, comedido y con regusto clandestino. Se han cerrado los bares pero no la necesidad de buscar un espacio de relación. Son grupos pequeños, fáciles de disolver o disimular si se acerca por allí la autoridad. No parece necesario cuando se mantiene la distancia; se deja la mascarilla en su sitio salvo para dar un sorbo y la ventisca de estos días arrastra los aerosoles malditos muy lejos de aquí.
Junto a eso se ven también por la ciudad colas de gente. No son solo las del hambre. Al contrario. Éstas son del yantar. Viernes o sábado por la noche y en las proximidades de algunos restaurante top que otrora se llenaban, ahora se arremolinan los incondicionales junto a los repartidores. Algunos miran al suelo, un tanto incómodos, acostumbrados a ser atendidos de lujo en ese mismo lugar, o simplemente aburridos de tener que trasladar a casa una comida que requiere entorno, mimo y puesta en escena. La comida, dicen los chefs, es una experiencia, no solo una manera de alimentarse. Y esa experiencia no se traslada fácilmente al domicilio particular. Es cierto, pero también lo es que la comida a domicilio ha llegado para quedarse y proporciona oportunidades que, de otro modo, no se alcanzarían. Personas que no irían al restaurante pueden ahora deleitarse al menos con sus manjares: quienes no tienen pareja y se sienten incómodos comiendo solos; quienes no pueden salir de casa por enfermedad o cuidado de un familiar; quienes tienen horarios imposibles para ir de restaurante; quienes creen estar fuera de lugar en un sitio lujoso o quienes no pueden permitirse el pago de varios menús pero comparten en familia uno de ellos para darse un capricho. Todos esos ven en la comida para llevar una novedad estupenda. Son soluciones de urgencia para un sector castigado. Los 'botellones de café' y 'las colas del yantar', al menos, dan algo de vida a unas ciudades tristes en este cierre obligado.
TITULO: UN BUEN PLAN ES IR AL CINE - Un viaje de diez metros,.
- Reparto
- Los Kadam, una familia india con Papa (Om Puri) a la cabeza, se traslada al sur de Francia. Allí deciden abrir un restaurante enfrente de un lujoso restaurante francés de alta cocina con una estrella Michelín, regentado por la odiosa Madame Mallory (Helen Mirren).
- TITULO: Días de cine - Cine - El cine según Verónica Forqué . Viernes -5- Febrero.
- Días de cine' - El cine según Verónica Forqué,.Días de cine,.
Viernes -5- de Febrero a las 20:35 horas en La 2 / foto,.
El cine según Verónica Forqué,.
Esta semana ‘Días de cine’ cuenta como madrina con una de las mejores actrices del cine español: Verónica Forqué. Premio ‘Elegidos para la Gloria’ de la VIII edición de los galardones del programa, la actriz habla para el espacio de cine de La 2 de su trabajo, sus Goya… y su exitosa carrera.
TITULO: Saber Vivir - A partir de los 60.000 euros al año, uno empieza a ser feliz ,.
¿El dinero da la felicidad? Desde luego, mal no viene?,.
Se suele afirmar que la relación directa entre ingresos y bienestar tiene un tope en torno a los 60.000 euros anuales, pero un nuevo estudio concluye que no existe tal límite, foto.
Se ha hablado y se ha escrito tanto sobre la relación entre el dinero y la felicidad que casi da un poco de vergüenza acumular más palabras acerca de este asunto. De hecho, resulta tentador resolver la cuestión con unas cuantas citas agudas o ingeniosas, aprovechando que sobre esto se ha pronunciado casi todo el mundo: desde un batallón de filósofos y economistas, cómo no, hasta la actriz Bo Derek («el que dijo que el dinero no puede comprar la felicidad simplemente no sabía dónde comprar») o el empresario circense P.T. Barnum («el dinero es un patrón terrible, pero un sirviente espléndido»). Además, por muchas vueltas que le demos, siempre acabamos con la impresión de que en el fondo todos estamos de acuerdo en lo básico: claro que el dinero no garantiza la felicidad, pero resulta igualmente obvio que resulta muy complicado sentirse feliz cuando se carece de él.
Los sociólogos y psicólogos no pueden conformarse con esta convicción intuitiva y llevan muchos años organizando estudios para comprobar cómo funciona el vínculo entre esas dos variables tan cruciales en nuestra vida. No se trata de una empresa sencilla, ya que hablamos de dos cosas muy diferentes: una es cuantificable por definición, y de hecho sus fluctuaciones quedan registradas con decimales y todo en nuestras cuentas del banco, mientras que la otra es tan abstracta y tan subjetiva que nos cuesta definirla y mucho más aún medirla. Los intentos científicos de profundizar en la relación entre nuestras finanzas y nuestro bienestar han tenido que confiar tradicionalmente en la valoración que las personas participantes hacían de su propia vida: se les pedía que hicieran balance, una tarea en la que a menudo nos engañamos o nos corregimos a nosotros mismos. De las conclusiones que han salido de esos estudios, una de las más aceptadas es que la felicidad va ascendiendo a la par que los ingresos hasta alcanzar un cierto nivel, situado en torno a los 60.000 euros anuales de renta: a partir de ahí, la 'ganancia' en felicidad se volvería irrelevante. ¿Por qué? Algunos investigadores afirman que ese incremento de la felicidad se debe, en realidad, a la progresiva eliminación –gracias al dinero– de cuestiones que pueden socavar nuestro bienestar. Es decir, no se trataría exactamente de que las personas con más recursos sean más felices, sino de que tienen menos motivos para sentirse desgraciados, algo que se estabiliza a partir de esa frontera.
Un ambicioso proyecto estadounidense acaba de cuestionar ese supuesto estancamiento. El estudio del profesor Matt Killingsworth, de la Universidad de Pensilvania, ha concluido que no existe tal límite: el nivel de felicidad sigue aumentando de manera constante y consistente entre las rentas superiores a los 60.000, a los 100.000 o a los 200.000 euros. La gran novedad de su planteamiento es que, gracias a la tecnología, ha minimizado el sesgo que podía imprimir la evaluación retrospectiva de la propia vida: a través de una app específica, Track Your Happiness, se dedicó a interrogar a 33.391 adultos sobre su estado de ánimo en momentos aleatorios, hasta obtener más de 1,7 millones de 'fotografías' emocionales, en las que los participantes especificaban su nivel de bienestar dentro de una escala o lo describían en función del sentimiento dominante (confiado, orgulloso, asustado, decepcionado...). Además, ha complementado esa cuantiosa recolección de datos con encuestas de tipo evaluativo, en la que entraban a valorar más serenamente su satisfacción con la vida.
«El efecto del dinero en la felicidad se basa casi por completo en dos cuestiones: da a la gente una mayor sensación de control sobre su vida y le proporciona la libertad de no preocuparse por las facturas» matt Killingsworth
«Las rentas más altas están asociadas, de manera sólida, con mayor bienestar en ambos enfoques», resume. Killingsworth ha tenido en cuenta que no todo el mundo da la misma importancia al dinero, y eso se refleja de manera curiosa en su estudio: «Las personas que ganan poco dinero son más felices si piensan que el dinero no es importante, mientras que las personas que ganan mucho son más felices si piensan que el dinero sí es importante». Entonces, ¿puede ser el desinterés por la riqueza un camino alternativo hacia la felicidad? «El dinero importa mucho más a unas personas que a otras. Algunas personas que dicen que el dinero no les importa no se están engañando a sí mismas: verdaderamente presentan una incidencia mucho menor del dinero sobre su felicidad. Si no ganas mucho, es posible construir una vida muy feliz con cosas que sean disfrutables y satisfactorias y no cuesten mucho», explica el autor a este periódico.
Porque la correspondencia directa y generalizada entre nivel de ingresos y grado de felicidad no debe confundirnos: «Hay mucha gente rica que es infeliz y mucha gente pobre que es feliz, ya que en la felicidad influyen muchos factores y el dinero solo es uno de ellos. Nadie debería creer que ha de ganar un montón de dinero para ser feliz. Pero, a la vez, el dinero es un factor: las pequeñas diferencias de ingresos tienen efectos muy limitados en la felicidad, pero la diferencia de felicidad entre los más ricos y los más pobres es grande», desarrolla. La pandemia, esta sacudida global que ha puesto a prueba los pilares de la sociedad, nos brinda un ángulo muy esclarecedor para examinar los cimientos financieros de nuestro bienestar: «El efecto del dinero sobre la felicidad se basa casi por completo en dos cuestiones: da a la gente una mayor sensación de control sobre su vida y le proporciona la libertad de no preocuparse por las facturas. Parece probable que, en tiempos malos como estos, ambos beneficios sean mayores que en una situación normal», expone Killingsworth.
Saber usarlo
Las conclusiones del investigador coinciden, en términos generales, con lo que afirman algunas personas que se han parado a reflexionar sobre este tema. «El dinero es parte de la fórmula de la felicidad junto a otros factores, como la salud o la familia. Si no tienes salud, ser millonario no significa que vayas a ser feliz. Cuando se suman todos esos factores, suele llegar la felicidad: tal vez el dinero no la produzca, pero indiscutiblemente te hará llevar una vida mejor, porque su falta genera muchos problemas. Creo que sería más correcto decir que el dinero expande la felicidad, especialmente si lo sabes usar: el problema es que la mayoría no sabe», plantea Francisca Serrano, directora de Trading y Bolsa para Torpes y autora del libro 'Escuela de éxito, dinero y felicidad'. Serrano estudió filosofía en su juventud y siempre ha estado muy interesada en las sutilezas de ese vínculo entre las finanzas y el bienestar: «El dinero produce felicidad si te ayuda a alcanzar tus sueños y también si te sirve para cubrir necesidades tuyas y de tus seres queridos. No debemos avergonzarnos de reconocer que tener dinero es bueno», concluye.
«El dinero es parte de la fórmula, junto a otros factores como la salud o la familia: creo que sería más correcto decir que expande la felicidad» francisca serrano
En un sentido similar se pronuncia el economista y columnista mexicano Alberto Tovar, que ha publicado un volumen titulado precisamente 'Dinero y felicidad': «Tener dinero no da la felicidad, pero es un buen instrumento para alcanzar los sueños que uno tiene. En ocasiones se piensa en las finanzas personales como algo frío, pero creo que es todo lo contrario: una buena administración te lleva a lograr las metas que te has propuesto para ti y tu familia», concluye. Si aun así fracasamos, siempre podremos tirar de citas y decir lo mismo que Laura, el personaje de Jacinto Benavente en 'Rosas de otoño': «El dinero no puede hacer que seamos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo».
Mejor gastarlo en experiencias que en objetos
En otro estudio del año pasado, realizado en colaboración con expertos de otras dos universidades y utilizando también la app, el profesor Killingsworth comprobó que las personas obtienen una inyección mayor de felicidad al comprar experiencias (viajes, espectáculos, actividades, comidas en restaurantes) que al comprar objetos. Incluso, aunque pueda parecer paradójico, ese bienestar resulta más duradero, ya que las experiencias suelen ser compartidas y dan lugar a recuerdos, conversaciones y lazos más estrechos con parientes y amigos. «Las compras de experiencias hacen que la gente se sienta mejor consigo misma y conecte más con otras personas. Los bienes materiales, en cambio, tienden a difuminarse psicológicamente: aunque la gente continúe utilizándolos con cierta frecuencia, puede que ya no obtenga de ellos el mismo nivel de disfrute».