TITULO: MAS VALE TARDE LA SEXTA - BICICLETA - La lotería - Cruz Roja - La loteria jueves - LA NOCHE ABIERTA -El renacer de Remco Evenepoel en la Lieja-Bastogne-Lieja ,.
MAS VALE TARDE LA SEXTA - BICICLETA - La lotería - Cruz Roja - La loteria jueves - LA NOCHE ABIERTA - El renacer de Remco Evenepoel en la Lieja-Bastogne-Lieja. , fotos,.
LA NOCHE ABIERTA ,.
Progroma presentado por Pedro Ruiz, entrevistas por La 2 los martes a las 22:30, un gran espacio de música, foto etc.
El renacer de Remco Evenepoel en la Lieja-Bastogne-Lieja,.
Victoria en solitario en Lieja del prodigioso ciclista belga que se impone a un pequeño grupo en el que llega Valverde, séptimo en su última Decana,.
Último domingo de abril. Campiña belga. Valles verdes. Chimeneas de viejas fundiciones apagadas. De Lieja a Bastogne, en el sur, y vuelta a Lieja. 257 kilómetros. Más de seis horas y diez minutos. Tres momentos. Dos gritos. Un chirrido. Corazones a 200. Y un relámpago.
Un personaje. Un niño que crece y llora en la meta en el regazo de su madre amantísima, rodeado del alborozo de miles de aficionados, compatriotas belgas que recuperan la fe perdida en el prodigio. Y llora, mocos y todo, su padre en su hombro, que abraza.
Remco Evenepoel. Dorsal 13. 22 años y toda una vida por detrás. Crisis físicas y morales. Insultos de Merckx y los santones del ciclismo belga que desprecian su, dicen, falta de humildad, falta de respeto a sus mayores, a sus tradiciones. Y un monumento. “Ha sido el mejor día de mi vida sobre una bicicleta”, dice el fabuloso corredor, que gana la Lieja, la más antigua de las carreras, y se corre desde hace 130 años, en su primera participación. “El día perfecto para estar mejor que nunca. Soy el mejor Remco de nuevo”. El niño prodigio is back. Renacen su fama, sus maneras, sepultadas los dos últimos años por el brillo descarado de Van Aert, Van der Poel, Pogacar… Renacen la fe y la esperanza. El ciclismo de la fantasía, la pasión de siempre, la generosidad, encuentra su sentido. Ninguna crisis dura toda la vida.
Un momento. La caída. Desciende rápido el pelotón de la cuesta de La Haute Levée, la sexta del repertorio de 10, camino del col de Rosiers, el único puerto de montaña de toda Bélgica. Bajan a 70 por hora, dicen los expertos que comentan la carrera, quienes, de golpe, cambian el tono, dejan de hablar, voz plana, del gran trabajo de Luis León Sánchez en la cabeza para exaltarse alarmados y casi gritar. Pánico. Una gran caída corta el pelotón en dos. Imágenes de helicóptero. Más de 20 corredores rotos, y sus bicis, por las cunetas. Los viejos ciclistas hablan del ruido, del infierno, de cuadros de carbono que explotan, de neumáticos que revientan, del olor de las frenadas, del chirrido de los neumáticos. Y hablan del silencio que aterroriza cuando el mundo se para. El silencio lo rompe un grito. Es Romain Bardet, el francés que llega de ganar el Tour de los Alpes y levanta la mano con urgencia, y señala un foso hondo, un tocón de árbol recién talado, otro árbol en la orilla, una bici, un ciclista que se mueve poco a poco. Es Julian Alaphilippe. Son su casco y su maillot de campeón del mundo. Y Bardet, su rival, su amigo, que podría seguir en carrera, elige bajar, descender al foso, ayudar a Alaphilippe, otro ciclista. Una ambulancia se lleva al hospital al campeón del mundo. Está consciente, dicen en su equipo, el Quick Step, que informa de que al gran favorito de la carrera le duelen mucho la espalda y un hombro, pero que se mueve.
Momento dos. 30 kilómetros para la meta. En la cota de Desnié Mikel Landa y sus amigos del Bahrein han agitado al pelotón, que se mueve acelerado, sin respiración, y acelera más aún para ascender, y así, a toda velocidad, y las piernas les duelen como demonios a los ciclistas, alcanzan la pancarta de La Redoute, o más precisamente, los primeros metros en falso llano que siguen a la cima de la cota que hace desde 1975, cuando fue incluida en el trazado, a los campeones de la Lieja. Algo así como el Izoard del Tour o el Stelvio del Giro. La rampa en la que sueñan los niños belgas que no tienen el corpachón inmenso de los campeones del pavés, los de huesos pequeños y ligeros que no sueñan con ser percherones que aplastan los adoquines a su paso, que solo aspiran a ser pajaritos, aves, y volar, como vuela Evenepoel que sigue todo el tiempo la marcha caracoleante, la cabeza de acá para allá, de su compañero abrepista Mauri van Sevenant, y, cuando todos piensan en levantar el pie, coger aire, suspirar y lamentarse de su oficio, de su espalda sale, como el rayo, él, Remco. Persigue a una moto que acelera. Sale tan fuerte que derrapa, que deja un surco en el asfalto negro, que nadie puede seguirle, aunque todos lo intentan. “Tenía ganas de plantar una bomba en La Redoute”, dice. “He sufrido luego con el viento de cara. Me costaba mantener el ritmo, pero sabía que los que me perseguían también sufrían”.
Evenepoel es el líder del Quick Step. Actúa como líder. Hace lo que habría hecho aunque el otro jefe del equipo, su cómplice Alaphilippe, no estuviera en el hospital. Quiere ganar. Busca la soledad deseada de los campeones. El único modo que conoce para hacerlo, el método que lleva su nombre desde que lo patentó a los 19 años cuando ganó la Clásica de San Sebastián y dejó boquiabierto al mundo, es acelerar lejos y convertir las carreras en una contrarreloj, su fuerza, su moral. Como temía Valverde, como temía Van Aert, los dos maestros de la táctica y la espera, cazadores en emboscada, y a ellos es a los que más rompe el ataque lejano, a 30 kilómetros, del niño belga, la ausencia de Las Fraguas antes de la última cota, la de la Roca de los Halcones, favorecía ataques de los que no les gustan.
“Yo no quería moverme”, dice Van Aert, el otro rey de todos los belgas que no perdona a Evenepoel sus ataques locos que, sigue pensando, le costaron a él el Mundial de Lovaina. “Yo esperaba a la Roca de los Halcones Subimos muy rápido y, cuando cambió Remco al final de La Redoute, todos rodamos detrás de él, pero no le hemos podido alcanzar. Remco ha sido el más fuerte. Chapeau”.
Van Aert, Valverde, todos los que se quedan mirando la estela de Evenepoel que se aleja, solo piensan entonces en llegar con fuerzas al sprint por el segundo puesto. Todos saben que un grupo de campeones nunca será capaz de ponerse de acuerdo para alcanzar a un fugado. Van Aert pierde el sprint ante su compatriota Quentin Hermans. Llega tercero. Valverde, desbordado y encerrado, acaba séptimo su última Lieja tras Daniel Martínez, el ganador de la Vuelta al País Vasco, Higuita, ganador de la Volta, y, again, como en la Flecha, Teuns. Es el décimo top ten en 16 participaciones en la Decana (y cuatro victorias, y cuatro puestos más en el podio). El lunes 25 cumple 42 años, 20 más más que Remco, el niño prodigio que podría ser su hijo, y que para demostrar que ha renacido se reserva para él un momento, a un kilómetro de los muelles fluviales de Lieja, donde llega solo. Mira a la cámara de la moto que le acompaña y levanta un dedo de la mano izquierda y se señala la cabeza. No se pavonea de su inteligencia. Solo recuerda a todos los que han dudado de él que él también piensa, que no es un demagogo de ataques espectaculares y baldíos. “He sufrido mucho moral y físicamente el último año”, dice luego a quienes quizás no recuerden cómo su carrera estuvo a punto de acabarse antes casi de empezar tras una pavorosa caída en agosto de 2020 en la que se destrozó la cadera en un descenso en Lombardía. Y cómo su cotización continuó descendiendo con el error que cometió al correr el Giro pasado sin estar en forma, y las críticas de Merckx a su insolencia. “Solo quiero dar las gracias a todos los que han creído en mí en los días en los que tantos dudaban”.
TITULO: Hora Punta, el programa de TVE de Javier Cárdenas -Ayuso logra más de 6.000 avales para presidir el PP de Madrid ,.
La mandataria regional reúne incluso más apoyos de los que presentó Casado en 2018 para liderar el partido a nivel nacional,.
foto / Isabel Díaz Ayuso mete la directa para ser elegida presidenta del PP de la Comunidad de Madrid por aclamación. La candidatura de la mandataria regional ha logrado un total de 6.039 avales que la sitúan como única aspirante al cargo en el congreso que la organización celebrará los próximos 20 y 21 de mayo. La cantidad de apoyos, que ahora deberán ser cotejados por el comité que prepara el cónclave, supera incluso a los que, por ejemplo, presentó hace cuatro años Pablo Casado para liderar el partido a nivel nacional.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ya acaricia con los dedos el principal objetivo que se propuso tras arrasar en las elecciones autonómicas de hace un año. Al sumar más escaños que toda la izquierda junta y neutralizar el avance de Vox, Ayuso usó los resultados del 4-M como carta de presentación para tratar de controlar el aparato de la organización regional. Sin embargo, Casado maniobró durante meses para intentar evitarlo. Fue retrasando el congreso que debe elegir nuevo liderazgo, pendiente desde la salida de Cristina Cifuentes en 2018, e incluso alentó una candidatura alternativa liderada por José Luis Martínez-Almeida.
Tras la guerra total que acabó con Casado fuera del despacho de la séptima planta de Génova y la llegada de Alberto Núñez Feijóo, cualquier otra vía que no pase por Ayuso se ha esfumado. Almeida ha cerrado filas con la presidenta e incluso fue uno de los primeros en avalarla, mientras que el nuevo líder nacional del PP ha priorizado a la Comunidad de Madrid en el largo calendario de congresos regionales que la formación conservadora debe celebrar en los próximos meses. Eso sí, también ha restado foco mediático al cónclave al hacerlo coincidir con el de Galicia, donde Alfonso Rueda le tomará el relevo.
Ayuso acudió el pasado miércoles a la sede del PP de Madrid, igualmente emplazada en Génova 13, para entregar las firmas exigidas por los estatutos para confirmar la candidatura. Frente a las 90 requeridas, presentó 150; entre ellas, las de todos los presidentes de distrito de la ciudad de Madrid y de los principales municipios de la región. El propio alcalde de la capital, Almeida, y la expresidenta de la Comunidad Esperanza Aguirre fueron algunos de los que estamparon su rúbrica. El plazo estaba abierto hasta el viernes por la tarde, cuando se contabilizaron los 6.039 apoyos mencionados.
TITULO : CAMPO ESTRELLAS BARCELONA - El Barça es un alma en pena.
Al Rayo le alcanza con un gol para someter a un rival sin juego ni rebeldía y al Madrid le vale un empate el sábado contra el Espanyol para ser campeón de Liga,.
La hinchada culé se mira al equipo entre despechada y ausente mientras algunos turistas que regresan al Camp Nou se sorprenden tanto que preguntan si el equipo que va vestido de azulgrana es el Barcelona. No hay noticias del Barça, derrotado física y mentalmente, a merced de cuantos adversarios desfilan por el estadio, también por el Rayo. Todos le han perdido el respeto y los árbitros se hace el longuis en las jugadas más conflictivas sin que nadie mande parar desde el VAR. Nadie tiene compasión del Barça. Hasta los palos juegan en su contra mientras los porteros contrarios se agrandan en el Camp Nou.
El Rayo se presentó con un gol precioso y decisivo de Álvaro García. Triangularon muy bien los muchachos de Iraola hasta que Isi Palazón cruzó la pelota desde la derecha para la llegada al área de Álvaro García. El control y el disparo del delantero sorprendieron a Ter Stegen de la misma manera que su diagonal había dejado en fuera de juego a Dest. A pesar de las advertencias de Xavi, no escarmientan los azulgrana, que jugaron a remolque del Eintracht y del Cádiz y empezaron también con un gol en contra ante el Rayo. El factor campo desorienta al Barcelona y fortalece a los visitantes del Camp Nou.
El Rayo picaba el juego a espalda de los centrales azulgrana en ausencia de Piqué y desconectaba a los medios de los delanteros, perdidos los interiores en ausencia de Pedri. La salida de la pelota era mala, no había línea de pase, las pérdidas de balón se sucedían y la hinchada empezó a murmurar contra los suyos y a pitar a los rivales sin que ningún jugador amenazara a Dimitrievski. Al Barça le faltaba profundidad, Dembélé regateaba bien y centraba mal y apenas se contaban oportunidades para suerte del Rayo. Únicamente Gavi tocó a rebato cuando se impacientaba el Camp Nou. Al volante andaluz, sin embargo, solo le acompañaba Araujo.
A los azulgrana les cuesta acabar la jugada, demasiado acelerados, incapaces de aprovechar obsequios como el ofrecido por Dimitrievski después de una presión de Aubameyang. El fallo no desanimó en cualquier caso al Rayo, aliviado tras su victoria en Cornellà. Xavi puso a calentar a Piqué antes de llegar al descanso para intentar atemperar al Camp Nou. El único futbolista que embestía continuaba siendo Gavi, excelente en un disparo que dio en el palo y en el larguero, signo de la fatalidad del Barça.
Muy discontinuo en el juego, tampoco acertó a balón parado en un libre directo de Dembélé, abatido por Catena. El colegiado le perdonó la segunda tarjeta al defensa mientras el delantero chutaba por encima del travesaño de Dimitrievski. El Barça no mete un gol de falta desde que partió Messi. Aunque el encuentro pedía un cambio de guion, Xavi simplemente quitó a Dest para poner a Lenglet. La contienda discurrió por tanto sin novedad ante el desespero incluso de la Grada d’Animació. Mal parado y desactivado, sin orgullo ni rebeldía, enojado también con el árbitro, no iba ni venía el Barcelona.
Nadie entendió cuál había sido la consigna en el vestuario después de advertir que el equipo había quedado petrificado, sin fútbol ni coraje, falto también de fe y de deseo, como si le diera igual perder que ganar, atormentado por una temporada que se le hace muy larga, especialmente en el Camp Nou. El Barça perdía el tiempo porque no sabía a qué jugar, abatidos Ferran y Frenkie de Jong, que abandonó malhumurado la cancha, sustituido por Nico. Nadie refleja mejor el desconsuelo y la desorientación azulgrana que el interior holandés fichado como figura del Ajax. La pelota, mientras, apuntaba más a Ter Stegen que a Dimitrievski.
No le quedó más remedio a Xavi que recurrir a Adama y a Luuk de Jong. La afición ha pasado en una temporada de corear a Messi a invocar a Luuk, decisivo con sus goles contra el Mallorca, Granada, Espanyol y Levante y estéril contra el Rayo y el Cádiz. El arrebato llegó tarde y mal porque nadie, ni los perseverantes Adama y Dembélé, atinó a poner el balón en la portería del Rayo. Ni siquiera con 11 minutos de añadido se superó la montonera dispuesta en el área del Rayo y el Barça encadenó por vez primera tres derrotas en el triste Camp Nou. A la que encaja un gol, la impotencia y la frustración le paralizan.
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