- Cuando yo era un niño, al llegar estas fechas, mi casa parecía un zoológico: primero se llenaba de corderos y después se llenaba de gusanos ...
Cuando yo era un niño, al llegar estas fechas, mi casa parecía un zoológico: primero se llenaba de corderos y después se llenaba de gusanos. Mi casa no era un caserón de pueblo con corral y cuadras, sino un primer piso de la calle Antonio Hurtado de Cáceres, a un paso del centro de la ciudad.
Hacia Semana Santa, mis padres traían un cordero o dos y los estabulaban en la terraza, entre las escobas y el tendedero. Allí pasaban 15 o 20 días hasta que el domingo en que regresaba la Virgen de la Montaña a su santuario nos los comíamos en caldereta.
Contado así, suena muy cruel. Pero mi padre disimulaba para que no sufriéramos. Decía que había llevado a Norit y a Nora (los bautizábamos con nombre de detergente) con un pastor para que pudieran comer a gusto y correr por el campo. Menos mal que nuca supimos que habían desaparecido camino de algún matadero y, sobre todo, menos mal que aquella caldereta era bautizada a la húngara con el eufemismo de ragut de ternera.
En Marruecos se celebran, también por ahora, mercados de corderos donde los musulmanes hacen lo mismo que mis padres hacían: comprar corderitos pequeños para alimentarlos en casa y sacrificarlos en la Pascua. Los magrebíes van a comprarlos a un mercado campesino, mis padres los compraban en la plaza Marrón de Cáceres, detrás de lo que hoy es la fundación Helga de Alvear.
En aquel tiempo, mi madre y sus amigas solían llevar el pelo recogido con un pañuelo, las señoras mayores llevaban siempre velo o pañoleta y los niños, al asomar la primavera, jugábamos a los bolindres. Todo esto se puede ver en Tánger o Tetuán, donde abril es el mes de las canicas y los niños juegan a los bolindres improvisando guás en las calles de la medina.
La gracia de Extremadura es que queda cerca del ayer: basta cruzar la frontera portuguesa o viajar cinco horas hasta Tánger con salto en Tarifa para recuperar costumbres que marcaron una infancia de corderos pascuales, madres con pañuelo en la cabeza y bolindres.
Hay, sin embargo, una costumbre del mes de mayo que era muy extremeña y no se puede recuperar viajando: los gusanos de seda. Se trataba de un entretenimiento que hoy me parece increíble. En las casas teníamos grandes cajas llenas de gusanitos. Aquellos bichitos iban creciendo y había que alimentarlos con hojas de morera. Los niños de Cáceres salíamos a los parques y a las calles con cubos y los llenábamos de estas hojas. La tarea recolectora no nos era extraña pues 15 días antes habíamos salido a los descampados a coger hierba para Norit y Nora.
Aquellos gusanos engordaban rápidamente. Un buen día, empezaban a hacer su capullo sedoso y cuando lo cerraban, se acababa la práctica casera de biología. Desconocía la razón de aquel extraño coleccionismo de gusanos. Pero el otro día, en Carcaboso, me dieron una pista: pudiera ser que formara parte de una tradición muy propia de la provincia de Cáceres.
En España, había una importante industria textil dedicada a confeccionar mantones de Manila. Cuando se perdió Filipinas, se acabó la seda para los mantones. La solución fue criar gusanos de seda en España. A los bichitos había que alimentarlos con hojas de morera. Por esta razón, se plantaron moreras en Levante, en las cuencas del Norte y en la provincia de Cáceres. En Carcaboso, junto al río Jerte, hay unos bosques llamados de las moreras republicanas porque se plantaron durante la República y en el propio Valle del Jerte había varios telares de seda.
De ahí quizás la costumbre de que los niños cacereños criáramos gusanos de seda en los años 60, aunque sus capullos ya no sirvieran para nada. Era un juego como los bolindres o como alimentar a los corderitos estabulados en la terraza. En algo nos teníamos que entretener en aquel tiempo en que no había ordenadores ni consolas, los dibujos animados de la tele duraban media hora y los juguetes solo aparecían por casa el seis de enero.
-fotos LA CENA DEL MIERCOLES, SOY MI PEOR ENEMIGO, NORMA RUIZ,.
TELEVISION
«Soy mi peor enemiga»
Norma Ruiz se incorpora a 'Ciega a citas' (Cuatro) con un papel similar al de Samantha, de 'Sexo en Nueva York'. «Cuando me ofrecen un personaje cómico lo miro con lupa»
'Ciega a citas', la serie que Cuatro emite diariamente a las 16.00 horas, sigue engordando sus títulos de crédito. Tras la incorporación de Antonio Resines y Lolita llega una nueva chica a la ciudad, Norma Ruiz (Madrid, 1982). Dará vida a Laura, una famosa presentadora de informativos que recuerda a Samantha, de 'Sexo en Nueva York'. Un nuevo reto para la carrera de esta actriz que alcanzó la fama con el personaje de Bárbara Ortiz en 'Yo soy Bea' y que, a parte de hacer teatro y danza, tiene un blog de moda en la revista 'Mujer Hoy'.- ¿Quién es Laura?- Una mujer de hoy en día a la que le interesa mucho su profesión. Es la presentadora de los informativos más conocida, también tiene una vida personal convulsa. Ella va a formar parte del grupo de amigas de Lucía, no de Teresa. Creo que se parece un poco a Samantha de 'Sexo en Nueva York', es la que lleva la voz cantante, no tiene pelos en la lengua. Pero está casada, esa es la diferencia.- ¿Cómo se ve de reportera?- Yo no me veo presentado informativos, hay mucha gente muy profesional y preparada para eso. Pero casualmente ha coincidido con que me he estrenado como presentadora en un programa llamado 'Desayuno con diamantes' en Zapea TV. Y me está gustando hacer preguntas, casi prefiero hacerlas a que me las hagan.- Uno de los personajes más queridos de la serie es Maruchi. ¿Se imagina tener una madre así de controladora?- Ese tipo de personajes son un caramelo. Además, Elena Uriarte es una gran actriz. Si me tocase una madre así me cortaría las venas directamente (risas).- ¿En la calle se siguen acordando de Bárbara Ortiz?- Me va a perseguir toda la vida, pero estoy muy feliz con eso. La gente se acuerda mucho de Bárbara. Era un personaje muy pintoresco y estuvo mucho tiempo en antena.- Pero el premio le llegó con su papel en 'Frágiles'.- Esa serie me marcó mucho. La sacamos adelante con mucha valentía porque era algo diferente. Se rodaba sin diálogos y había que improvisar, por eso ahora se me hace raro coger un guion y conseguir que no me suene a texto. Había magia entre los actores.- ¿Drama o comedia?- La comedia es muy complicada. Que un personaje sea totalmente redondo es muy poco frecuente. El drama puede estar apoyado en más elementos y se suele conseguir el efecto buscado. Cuando me ofrecen un personaje cómico lo miro más con lupa.- ¿Cómo lleva el ritmo de trabajo de una serie diaria?- Cuando estás grabando se te pasa el tiempo volando. Es verdad que el trabajo que tienes que hacer en casa es mayor y por eso es mejor tomárselo con mucha tranquilidad y paciencia.- Interpretó a Rocío Durcal en una tv-movie. ¿A qué otro personaje le gustaría dar vida?- Recrear a un personaje real es un gran reto porque no se puede imitar, hay que ser lo más fiel posible. Me encantaría hacer un personaje histórico y de época. Lo tengo en mi lista de cosas por hacer.- ¿Se ha atrevido alguna vez con una cita a ciegas?- No soy yo de citas a ciegas, me gusta conocer a la persona primero. A veces mi hermana me ha metido en la típica situación de quedar con algún amigo suyo para conocernos. pero en grupo.- ¿Qué ve en la tele?- Soy fiel seguidora de pocas cosas, pero me entusiasmó 'El tiempo entre costuras'. Se me caía la baba con los vestidos de Adriana Ugarte, que por cierto los llevaba estupendamente.- ¿Le gusta verse en las series?- Soy mi peor enemiga. Puedo ser muy cruel conmigo misma.- Reparto
- Nicole Kidman, Will Ferrell, Michael Caine, Joan Plowright, Shirley MacLaine, Jason Schwartzman, Steve Carell, Kristin Chenoweth, Heather Burns, David Alan Grier, Jennifer Elise Cox, Kate Walsh,.
- Basada en una vieja serie de televisión de los años sesenta. Samantha (Nicole Kidman) es una bruja que trata de liberarse de sus sobrenaturales poderes para complacer a su mortal marido (Will Ferrell).
El danés Noma arrebató ayer a El Celler de Can
Roca el título de mejor restaurante del mundo. El establecimiento de
Copenhague vuelve a dominar el olimpo de la gastronomía. Ya son cuatro
las veces que se encarama al primer puesto. El templo del buen comer
dirigido por René Redzepi desbancó a los hermanos Roca del trono en la
lista de los 50 mejores restaurantes del mundo, de acuerdo con el
ranking promovido por la revista británica 'Restaurant'.
Aparte del comedor de los hermanos Roca, que se
tuvo que conformar con el segundo puesto, otros seis restaurantes del
solar nacional figuran en la selecta lista que mide el arte de la
pitanza. Se trata del Mugaritz (en el puesto 6º), (Arzak 8), Azurmendi
(26), Asador Etxebarri (34), Martin Berasategui (35) y Quique Dacosta
(41).
El restaurante Azurmendi, del chef Eneko Atxa,
sito en Larrabetzu (Vizcaya), entró por primera vez con todos los
honores en la clasificación. Pese a la decepción inicial, fue una buena
noche para los regidores de El Celler. Jordi Roca, encargado de los
postres, fue proclamado mejor pastelero del mundo.
Empeñada en disputar el monopolio a la Guía Michelin, 'Restaurant' ratificó ayer que la gastronomía española vive una edad oro.
En Francia, la cuna del buen comer, la iniciativa
no es muy bien acogida. Los grandes cocineros galos ponen en tela de
juicio la limpieza del proceso y arguyen que la metodología es más que
discutible. Sostienen además que el jurado obedece a los intereses de la
industria agroalimentaria. Los franceses aducen que no se puede ser
«juez y parte» a la hora de evaluar el trabajo de los cocineros. Quizá
todo se deba a un ataque de celos, pues este año el primer
establecimiento galo en aparecer en el ranking era Mirazu, y lo hacía en
undécima posición.
Unos 900 expertos, entre chefs y críticos
gastronómicos, se han encargado de hacer la clasificación. Cada uno de
ellos ha votado por siete restaurantes, de los cuales al menos tres
debían ser extranjeros. En las bases de la iniciativa figuraba como
requisito imprescindible haber comido en los 18 meses precedentes en los
establecimientos por los que se había apostado.
Prestigio
El Celler de Can Roca tiene motivos sobrados para
estar orgulloso, a pesar de ese segundo puesto. Su prestigio es
irrefutable. Aparte de figurar en la lista británica, el restaurante
atesora tres estrellas de la Guía Michelin. El feliz maridaje entre
tradición, cocina catalana y modernidad le ha hecho acreedor de los
mayores reconocimientos, cualidades que combina con su acrisolada
hospitalidad. Joan, el chef del comedor gerundense, asegura que el clan
se ha entregado con «pasión» al acontecimiento.
Desde que en 2002 cuajó la lista, bautizada por
algunos como los Oscar de la Gastronomía, el reinado de El Bulli,
regentado por Ferran Adrià y cerrado en julio de 2011, ha sido
incontestable. El templo de cala Montjoi, fue coronado en cinco
ocasiones (2002, 2006, 2007, 2008, 2009).