TITULO: AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL VIAJE COMO ALIMENTO,.
EL VIAJE COMO ALIMENTO,.
María
Valencia sale al mundo para «palpar la tierra» y «crecer». «Fuera de la
zona de confort es cuando más aprendes». Esa motivación la embarcó en
un viaje de cuatro años hasta Nueva Zelanda. Médica y nómada, ha
colaborado con la madre Teresa y trabajó en Indonesia un año entero tras
el tsunami de 2004,.
Cómo
y de qué se vive durante cuatro años viajando al volante de un 'cuatro
latas', en bicicleta, moto, avioneta o velero hasta llegar a casi 20.000
kilómetros de casa?
-Necesitas dinero, claro. Vendí mi
casa y con eso fui tirando. Te haces un presupuesto muy bajo, de
subsistencia. Vivía con lo mínimo; bebía agua, dormía en los hostales
más económicos, en el coche, en casas de gente que me invitaba, comía
muy barato... Nunca fui a un restaurante y de bares, muy
esporádicamente. También trabajé en Australia, al final del viaje,
recogiendo algodón y limpiando casas.
María
Valencia (Barakaldo, 1974) empleó cuatro años en el viaje de su vida,
una travesía que comenzó el verano de 2008 en Vitoria, donde reside
desde niña, y la dejó en Nueva Zelanda en 2012. «El plan era un año,
pero se convirtieron en cuatro conociendo diferentes culturas»,
recuerda. La cosa empezó conduciendo un 'R4' por el norte de África y
siguió con diferentes medios de transporte por Turquía, Oriente Medio,
Asia Central, Nepal, Malasia, Indonesia, Australia por toda su costa, de
oeste a este, Papúa Nueva Guinea... y destino final.
Como dice,
pudo embarcarse en esta aventura después de varios años ejerciendo su
profesión de médica. «Cuando tuve el dinero suficiente decidí dejarlo
todo y partir». María viajó en ocasiones sola, a veces en compañía de
otros aventureros. Las cosas no siempre sucedieron como las tenía
planificadas; lo inevitable en una 'excursión' de semejante calado. «Hay
cambios de rutas, de transporte... Momentos bajos de dudas, momentos de
seguridad y otros de nostalgia de tu tierra. Momentos buenos y menos
buenos, pero siempre positivos», escribió en su blog. «Como mujer
viajando sola, algo que no había hecho nunca, te da algo de reparo
-admite-, pero el temor que en alguna ocasión puedes sentir suele ser
infundado. En general, si eres sensata, no corres riesgo en casi ningún
país».
La libertad era esto Esta vitoriana de adopción cumplió
con aquella escapada parte de «un sueño, una ilusión que he tenido desde
pequeña: dar la vuelta al mundo cruzando diferentes países y
continentes». Médica de profesión y nómada de vocación, su finalidad
mayor no es científica, divulgativa o documental, ni vive de la
exploración. Aunque puntualmente ha participado en expediciones de ese
tipo, María Valencia se asoma al mundo, se sumerge en él, para «palpar
la tierra compartiendo otras culturas» y disfrutar de las opciones que
la propia marcha ofrece. «De este sueño también me gusta la libertad de
poder decidir qué camino elegir».
Respecto al intercambio
cultural, «hay países como Irán, Pakistán o Papúa Nueva Guinea donde la
gente es extremadamente hospitalaria y te invitan a pasar días en sus
casas, y otros donde la cultura es más cerrada y tienes que
ingeniártelas». Unas y otras experiencias ayudan de distintas maneras al
mismo fin. «Cada viaje es diferente, pero la sensación común es la de
salir a lo desconocido, a ver algo nuevo que te va a aportar y de lo que
vas a aprender. Sales de tu zona de confort para crecer. Es la
curiosidad y la adrenalina de tener que estar con todos los sentidos
bien atentos para absorber y por pura supervivencia. Cuando sales de la
zona de confort es cuando más aprendes. Se trata de aprender de nuevas
experiencias y crecer», valora.
Es decir, el viaje empleado como
alimento y como escuela, un vehículo que conduce al enriquecimiento
personal y a un mejor conocimiento de uno mismo. El de Nueva Zelanda
fue, así, «un viaje a las antípodas para llegar dentro de ti», resume
esta mujer en el blog dedicado a aquellos cuatro años.
De Orozko
al mundo Como sucede con frecuencia, María Valencia recibió el empujón
aventurero en su propia casa. «Un verano estábamos en el pueblo de mis
abuelos -rememora- y mis padres decidieron coger el coche, las tiendas
de campaña, hacer una compra en el supermercado e irnos a Yugoslavia».
Tenía 11 años cuando aquel descanso estival en Orozko (Bizkaia) se
interrumpió por decición parental para lanzar al mundo a la que ahora es
una viajera curiosa y empedernida.
Desde entonces ha sido un no
parar. Años después, con 19, realizó por primera vez en compañía solo de
unas amigas un viaje a la India, el que fue desplazamiento original de
los cinco consecutivos que hizo a ese país en años sucesivos. En aquella
ocasión, dedicó tres semanas a colaborar en Calcuta con la madre
Teresa, una mujer «cercana y también imponente, a pesar de ser
físicamente menuda». «Entonces me enganché a los viajes con mochila y
repetí varios a la India y a Nepal», comenta. Y, luego, a Benin,
Senegal, la Amazonia, Indonesia, Mongolia, Japón, Perú, el Ártico,
Groenlandia en dos ocasiones...
La cooperante trotamundos Hija
de médicos, el año que colaboró con la misión de la madre Teresa, María
asistía ya al segundo curso de Medicina. Completó la carrera en el
campus de Leioa y, posteriormente, se diplomó en Medicina Tropical,
además de cursar estudios de Medicina de Expedición en Inglaterra (2015)
y de Montaña en la Universidad de Barcelona (2017). Ahora, cuando no
viaja, ejerce como doctora en centros de salud de Álava.
Con
frecuencia, sus especialidades profesionales y su pasión viajera se unen
en un servicio como cooperante. Ya en 2003 colaboró durante dos meses
en un centro de dermatología en la ciudad brasileña de Manaos en el que
había casos de lepra. Al acabar esa estancia, convivió otro mes en la
selva amazónica con una familia de indígenas caboclos. Todo el año 2005
trabajó para Médicos del Mundo en Aceh (Indonesia), prestando atención
sanitaria en campamentos a población damnificada por el destructor
tsunami de diciembre de 2004, el que causó la muerte a más de 230.000
personas. Dos años después también colaboró en las tareas sanitarias
tras el terremoto de Yogyakarta, en la isla de Java. Previamente, formó
en la India a enfermeras de la Fundación Vicente Ferrer y ayudó en Benin
o en Filipinas. «Generalmente, me mueve más la curiosidad del viaje que
la cuestión profesional -explica-, aunque en el caso del tsunami no;
ahí pesó más el aspecto médico».
De los Andes al Ártico No
obstante, ese cóctel formado por lo profesional y lo pasional está
tomando en los últimos tiempos nuevas formas en las salidas de María
Valencia. «Ahora hago más medicina de expediciones. En este momento
busco más esta combinación». Así lo hizo hace tres años, uniéndose a un
equipo que se desplazó a Perú en busca de la ciudad perdida de
Vilcabamba, un refugio inca. Y también el año pasado, cuando participó
como doctora en un grupo de aventureros que navegó por el Ártico a bordo
del velero 'Northabout'. Esas dos expediciones fueron lideradas por el
vitoriano Miguel Gutiérrez y contó con el patrocinio de Mars Gaming.
Esta
misma firma ha colaborado en la última experiencia de María Valencia,
un proyecto piloto llevado a cabo en Groenlandia y del que regresó hace
una semana. La iniciativa ha consistido en un intercambio cultural con
cuatro chavales vascos y otros tantos locales, de 11 a 17 años, durante
quince días en tierra y mar. Por acuerdo entre una ONG inglesa y la
asociación groenlandesa Qaamasog (la luz), un organismo dedicado a
acoger a niños con dificultades familiares, se ha probado «con éxito» la
posibilidad de ampliar el encuentro.
Un campamento base
Groenlandia parece haber atrapado a esta viajera. Lo dice ahora, recién
llegada de esa estancia 'veraniega', pero ya lo pensaba en marzo, cuando
estuvo también en la gigantesca isla instruyéndose en el manejo de
pulkas, unos trineos de transporte. Detrás de eso hay una idea, por
supuesto. Junto a la tarea sanitaria en expediciones, esta trotamundos
se está orientando a «trabajar de guía». Y quizás en Groenlandia, en
efecto. «Allí se pueden hacer rutas por monte y hay mercado porque está
creciendo el turismo», advierte. Puede ser otra forma de «trabajar de
médica aplicando la profesión a los viajes». Y es que «no me veo fija
aquí, sentada frente a un ordenador; aunque igual tampoco me veo fija en
otro sitio, jajaja... No sé, puede ser cuestión de probar».
Su
espíritu nómada la marca. Afirma que, al regresar del periplo de cuatro
años hasta Nueva Zelanda, le costó otros dos reubicarse en Vitoria.
Además, aún no ha cumplido por completo aquel sueño infantil de dar la
vuelta al mundo -«me falta la Antártida»- y cuenta con dos grandes
ventajas: una, no tiene hijos que la aten a un lugar; y dos, Osakidetza,
el Servicio Vasco de Salud, le concede flexibilidad para conciliar el
trabajo con sus escapadas. Ahora bien, María Valencia valora «las
raíces, la familia, los amigos», y ha llegado a una conclusión: «Aquí
estoy bien. Vitoria es mi campamento base; no voy a estar aquí siempre,
pero de aquí me voy moviendo. A la familia y los amigos hay que
cuidarlos». También.
TITULO: ¡ QUE GRANDE ES EL CINE ! - La ruta de los narcos,.
¡ QUE GRANDE ES EL CINE !,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentación de la película que se
emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con
una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
La ruta de los narcos,.
foto.
El narcotráfico es el comercio de sustancias tóxicas,1 que engloba la fabricación, distribución, venta, control de mercados y reciclaje de estupefacientes, adictivos o no, potencialmente dañinos para la salud (conocidos comúnmente como drogas).
La mayoría de las legislaciones internacionales prohíben o limitan el
narcotráfico, con penas que incluyen la ejecución por diversos medios,23 aunque esto varía en función de la sustancia y de la legislación local.
Un estudio de la ONU indica que "el tráfico global de droga generó aproximadamente 321.6 miles de millones en 2003".4 Esta cifra sería el 1% del producto interno bruto global en 2003. El consumo de drogas está extendido de manera global.
Grupos ilegales, mafias o también denominados carteles
gestionan la cadena de suministro. Los cárteles varían en tamaño,
longevidad y organización, dependiendo de la sustancia, rentabilidad y
volumen de cada proceso. En la parte superior de la jerarquía de estas
organizaciones se encuentra el jefe del cartel, que controla la
producción y distribución de la sustancia. Estos junto con los
intermediarios financieros, blanquean los capitales5
obtenidos de actividades ilegales graves. En la parte inferior de la
jerarquía se encuentran los traficantes callejeros de bajo rango,
quienes a veces son consumidores de drogas ellos mismos y sufren drogodependencia, también llamados "camellos", "jíbaros" o "dealers"., etc.
TITULO: Los churros de toda una vida - De la churreria al asfalto, trabajar con la ola de calor ,.
De la churreria al asfalto, trabajar con la ola de calor,.
En el mostrador de una pollería, frente a los asadores, la temperatura supera los 48 grados,.
fotos.
A las cuatro de la madrugada, mientras la mayoría de los
españoles da su enésima vuelta en el colchón, maldiciendo la ola de
calor, Enrique Pérez mezcla con sus manos la masa para hacer porras.
Entre sus ingredientes lleva bicarbonato, harina y agua casi hirviendo.
“Aquí todo quema: el depósito del agua de la amasadora, la masa, la
chocolatera, el chocolate, la sartén, los churros recién hechos…”, me
advierte, mientras me señala todo lo que no debo tocar.
Pérez es uno de los socios de la churrería Churralia,
en Madrid, y me ha dejado acompañarlo durante unas horas para que
compruebe cómo es trabajar frente a una sartén enorme llena de aceite
hirviendo durante una ola de calor. Y ya me avisa: “Hay otros que lo
pasan peor”. Lo compruebo después. Un obrero del asfalto, un pollero y
un muñeco viviente han accedido a compartir parte su jornada laboral
conmigo este lunes, 6 de agosto, en plena ola de calor. En Madrid, los termómetros rozarán los 40 grados.
8:30: churrería Churralia. 25 grados en el exterior
Enrique Pérez me recibe en su churrería del distrito de
Chamberí diciéndome que ya ha pasado “lo peor”. Las horas más frescas
del día suelen ser de tres a cinco de la madrugada, salvo si eres
churrero. “A esas horas es cuando tenemos la sartén a pleno
rendimiento”, cuenta. Aunque esta tarde hay alerta naranja por el calor,
la mañana ha amanecido fresca y el termómetro no supera los 25 grados
en el exterior. Dentro de la churrería hay 32 grados, según un
termómetro de interior que he llevado para la ocasión. Cerca de la
sartén, 38.
“Nosotros estamos bastante acostumbrados y no lo llevamos
mal”, afirma Pérez mientras hace girar una rosca de porras en la sartén.
Él puede pasarse horas frente a la pila de aceite. Yo he hecho la
prueba y no he aguantado ni cinco minutos: no solo por el calor que
emana de la sartén, sino también por el que asciende del humo del
aceite.
Para evitar el calor, Pérez explica que intentan
“mantenerse lo más alejados posible del aceite”, aunque tampoco es
posible alejarse demasiado. En el local de Churralia difícilmente
cabrían cinco mesas de ping-pong, a pesar de que de allí salen más de
2.500 porras y 3.000 churros diarios. “Repartimos a muchos bares y
hoteles, entre ellos, al Palace o al Madrid Tower”, explica Pérez.
Dentro del local están trabajando tres personas. Conmigo, cuatro.
Para mantenerse alejados de la sartén, manejan las roscas
con dos largos palos, que no evitan que les llegue alguna de las
salpicaduras que se producen al dar la vuelta a las porras. Cada vez que
van a voltearlas, me pide que me aleje. “Y por esto llevamos pantalones
largos”, dice después de que un buen borbotón salte fuera de la sartén.
También cuenta con un relevo: hay tres personas trabajando dentro de la
churrería y, “cuando aprieta el calor en la sartén, nos turnamos”,
explican. También salen a comprar agua y refrescos.
Pérez cuenta que, para él, lo peor del verano no son las
olas de calor, sino las horas de luz. “Normalmente, trabajo de 4 de la
madrugada a 11 de la mañana, aguanto despierto hasta la hora de comer y
me acuesto un rato”, cuenta. “Por la noche, en invierno logro acostarme a
las 10 o incluso antes, pero en verano a esa hora es casi de día y
cerrar los ojos es imposible”. A las 14:00 empieza la alerta naranja por
temperaturas que alcanzarán los 39 grados. Esa es la hora a la que
Pérez intentará ponerse a dormir.
12:00: asfaltado de la calle San Ildefonso. 33 grados en el exterior
Cuando el camión que transporta el asfalto lo deja caer en
la extendedora –la máquina que lo esparce por las calles–, uno de los
compañeros de Mario García le introduce un termómetro. Marca 162 grados.
“Si no está así de caliente, no se fija bien”, explica Mario, que
prefiere no aparecer con su nombre real después de que una de las
responsables de seguridad de la obra le llamara la atención, a él y a
sus compañeros, por hablar conmigo.
Es mediodía, hay 33 grados y la sombra empieza a escasear en la calle San Ildefonso.
En la poca que queda se resguardan media docena de obreros, de entre 30
y 50 años, que trabaja en el asfaltado de la carretera. Nada más entrar
en la calle, una bofetada de calor proveniente del suelo me golpea.
Mario es uno de los trabajadores que aguarda, a la sombra, a
que llegue un camión con más alquitrán. “Hasta que no llegue, estamos
parados”, cuenta. Dice que van con retraso, lo cual es una mala noticia.
“Nuestro horario es de 8 de la mañana hasta que terminamos de asfaltar
lo que nos toca. Y una hora para comer”, me cuenta. “Hoy no creo que
terminemos antes de las seis de la tarde”. A esa hora, la temperatura
prevista es de 37 grados.
Le pregunto si sabe que a partir de las 14:00 hay alerta
naranja por altas temperaturas y qué hacen en estos casos. “Da igual que
haya alerta amarilla, roja o del color que sea”, cuenta. “Nosotros no
paramos hasta que no terminamos el trabajo”. Le pregunto qué medidas
toman entonces para evitar problemas con el calor. “Espera, que te lo
enseño”, dice uno de sus compañeros, entre risas. Se aleja y vuelve con
un botijo.
Algunas cifras de mi jornada
2 litros. El agua que me bebí durante las
horas que estuve fuera de casa, entre las ocho y media de la mañana y
las cuatro y media de la tarde.
25 grados. La temperatura mínima en exterior. Eran las 8:30 de la mañana.
48´2 grados. La temperatura máxima en interior. En Asador de Pollos Navarro.
162 grados. La temperatura máxima que vi en un termómetro. Estaba introducido en el asfalto de una extendedora.
5 minutos. Tiempo máximo que he aguantado frente a los asadores de la pollería Navarro.
“Estos días sabemos que va a hacer mucho calor y venimos
preparados”, cuenta Mario. “Llevamos protector solar, bebemos agua cada
poco, estamos en la sombra todo lo que podemos y aprovechamos ratos como
este para descansar”. Estas medidas coinciden con las que han difundido sindicatos como CC OO para prevenir golpes de calor.
Mientras charlamos llega el camión con más asfalto y García
y sus compañeros suben a la extendedora. Uno conduce y el resto va a
arreglando las imperfecciones con palas. Sí: pisan el asfalto a 160
grados, lo cogen a paladas y lo distribuyen por el suelo. “Llevamos
botas especiales, aunque se te recalientan los pies igualmente”, me
explica. Yo, que llevo una camiseta de algodón y unos pantalones
vaqueros largos, apenas puedo acercarme a la extendedora, y se ríen de
los chorros de sudor que me caen por la cara. “Y tú, ¿has tomado medidas
para pasar aquí la alerta naranja?”.
13:45: Asador Navarro. 34 grados en el exterior
Pegado al mostrador que hay frente a los asadores de la pollería Asador Navarro,
la temperatura supera los 48 grados. “Ahora solo está encendido uno de
los seis fuegos del asador, imagina cuando los encendemos todos”, cuenta
Fran Ferrera, de 29 años, uno de los trabajadores del local. Lo único
que tienen para combatir el calor es un pequeño ventilador de sobremesa,
y está apagado. “Total, solo sirve para mover el calor de un sitio a
otro”, cuenta.
Ferrera recuerda que, hace unos años, tenían un reloj con
termómetro colgado en una de las paredes más alejadas de los asadores, y
que él ha llegado a verlo marcar 51 grados. Los domingos, cuando el
Rastro provoca colas que ocupan buena parte de la calle donde se
encuentra esta pollería, Ferrera se pasa horas frente al asador (con sus
seis fuegos encendidos), sacando y cortando pollos. Yo me coloco cinco
minutos (cronometrados) para ver cuál es la sensación de trabajar frente
a los fuegos. Termino así:
“Por eso es importante llevar gorro, que si no te gotea el
sudor de la frente”, explica Ferrera nada más verme la cara. “También es
importante ir de negro. Si no, acabas como Camacho”, bromea. He pasado
tanto calor frente al asador que he sentido alivio al cambiar de sitio y
ponerme al lado de las freidoras llenas de aceite hirviendo.
Ferrera explica que están acostumbrados al calor y que, a
título personal, incluso prefiere los días de bullicio. “Se pasa más
calor cuando estás sin parar, con más gente dentro del local [los
domingos trabajan tres personas, y entre semana, dos] con el asador a
pleno rendimiento, pero también te da menos tiempo a pensar en el calor
que estás pasando”, cuenta. Como ejemplo de lo habituados que están al
calor, me pasa una bandeja de patatas recién salidas de la freidora. La
toco con un dedo y me quemo. Él la sujeta sin problema a mano
descubierta.
Para aguantar el calor, tratan de mantenerse hidratados. Me enseña la
botella de agua de litro y medio que ha abierto esa misma mañana. Le
quedan menos de tres dedos. “Y, por supuesto, si no hay clientes y no
tenemos que mover los pollos, ni nos acercamos a los asadores”, cuenta.
Tanto él como su compañera, Mercedes Robles, tienen colocadas dos sillas
en el punto más lejano a los asadores, y es ahí donde esperan a los
clientes.
15:00: muñecos vivientes de Sol. 36 grados en el exterior
A las tres de la tarde no hay ni una sombra en la Puerta
del Sol, y el que tiene que atravesar la plaza lo hace lo más rápido
posible. Solo se detienen los turistas que quieren sacarse fotos, y a
ellos se acercan rápidamente los pocos muñecos vivientes que se
encuentran trabajando a esas horas. Cuando no hay turistas cerca, se
levantan las máscaras e incluso de lejos se puede ver brillar sus
chorros de sudor.
“Paso mucho calor, pero no queda otra que aguantarse”,
explica entre sudores Adrián Gómez, de solo 17 años, que trabaja vestido
de Mickey Mouse. “Además, yo no soy de los que peor lo pasa”. Él lleva
una camisa y, sobre ella, un disfraz ligero, pero otro de los Mickeys
viste un traje de Papá Noel y lleva puestos incluso unos guantes de
lana. Claramente, son disfraces pensados para llevar en Navidad, a 10
grados, y no a los 36 a los que estamos en este momento. Me acerco a
hablar con el Mickey de los guantes de lana, pero no responde.
“No habla casi nada de español, como casi todos los Mickeys”, explica
Gómez. “Menos yo, los demás son de Bangladés”.
Carmen Mancheño, secretaria de Salud Laboral de CC OO Madrid, explica a Verne
que estos trabajadores, al estar en una situación irregular, "están en
total desprotección de cualquier riesgo laboral, ya sea un golpe de
calor o un atraco". No solo no existe legislación que los proteja en
este aspecto sino que, apunta Mancheño, "de tener un problema con el
calor, ni siquiera quedaría reflejado como accidente laboral, sino como
si un viandante cualquiera hubiera sufrido un golpe de calor".
Gómez cuenta que hay días que pasa 12 horas (de 11 de la
mañana a 11 de la noche) con el traje, aunque otros, como hoy, llega
después de comer y se queda hasta la 1 de la madrugada. Desconocía que
hubiera alerta naranja por el calor, aunque el tiempo no cambia sus
planes. “Da igual que haga calor, si aprieta mucho subo a la calle
Preciados, que hay sombra, y si tengo que descansar me siento en la
calle Arenal”. Allí hay sentadas más personas que se dedican a lo mismo,
pero están descansando: sus trajes cuelgan de un árbol que hay frente a
ellos.
El joven ni siquiera lleva agua encima. “Cuando tengo sed
me compro una botella en alguno de los grandes almacenes de la zona”,
cuenta. “Así me la puedo beber fresca”. Se despide de mí cuando pasa
cerca una mujer con un niño pequeño, que se sorprende al ver a Gómez,
que todavía no se había bajado la máscara de Mickey. “Espero no haberlo
traumatizado, pero peor lo estoy pasando yo”, bromea.
Poca prevención, muchos riesgos laborales
La primera ola de calor en España ha dejado nueve muertos a su paso,
entre los que se encuentran ancianos, personas que se encontraban
realizando actividades deportivas y trabajadores expuestos al sol.
"Cuando los mecanismos fisiológicos de eliminación de calor son
insuficientes y persiste la agresión térmica, la temperatura interna del
organismo aumenta hasta que se produce un golpe de calor", explica
Carmen Mancheño, secretaria de Salud Laboral de CCOO de Madrid. "Es una
condición muy peligrosa que puede ocasionar pérdida del conocimiento,
daño cerebral irreversible y muerte".
Mancheño explica a Verne que, "por ley, las empresas deben
evaluar y prevenir cualquier riesgo al que puedan enfrentarse sus
trabajadores, y el calor es un de ellos". Sin embargo, "la mayoría no lo
evalúa, y solo se toman medidas en caso de que se encuentren ante
quejas de los trabajadores".
Las condiciones y riesgos son diferentes en cada trabajo, "por eso
hay que crear normas preventivas según la labor a realizar: reorganizar
el trabajo para evitar las horas de máximo calor o disminuir la carga de
trabajo en esas horas, organizar pausas, ofrecer agua...".
También considera muy importante formar a los trabajadores. "En
muchos casos no son conscientes del riesgo que puede suponer el calor",
cuenta. "Conocer los síntomas de un golpe de calor (dolor de cabeza,
mareos, titubeos, aumento de la temperatura corporal) y tomar medidas a
tiempo es importantísimo para evitar males mayores".
El Ministerio de Sanidad cuenta con un decálogo con recomendaciones
tanto para el trabajo como para el día a día durante las olas de calor.
Es el siguiente:
Beba agua o líquidos con frecuencia, aunque no sienta sed y con independencia de la actividad física que realice.
No abuse de las bebidas con cafeína, alcohol o grandes cantidades de azúcar, ya que pueden hacer perder más líquido corporal.
Aunque cualquier persona puede sufrir un problema
relacionado con el calor, preste especial atención a bebés y niños
pequeños, mayores y personas con enfermedades que puedan agravarse con
el calor y la deshidratación, como las patologías cardíacas.
Permanezca el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra o climatizados, y refrésquese cada vez que lo necesite.
Procure reducir la actividad física y evitar practicar deportes al aire libre en las horas más calurosas (de 12.00 a 17.00).
Use ropa ligera, holgada y que deje transpirar.
Nunca deje a ninguna persona en un vehículo estacionado y cerrado (especialmente a niños, ancianos o enfermos crónicos).
Consulte a su médico ante síntomas que se prolonguen más de una hora y que puedan estar relacionados con las altas temperaturas.
Mantenga sus medicinas en un lugar fresco; el calor puede alterar su composición y sus efectos.
Haga comidas ligeras que ayuden a reponer las sales perdidas por el sudor (ensaladas, frutas, verduras, zumos, etc.).
TITULO: LA BICICLETA - CIUDADES PARA VISITAR EN BICICLETA ESTE VERANO,.
LA BICICLETA - 11 CIUDADES PARA VISITAR EN BICICLETA ESTE VERANO,fotos.
11 CIUDADES PARA VISITAR EN BICICLETA ESTE VERANO,.
11 ciudades para disfrutar con la bici,.
De Ámsterdam a Melbourne y de Montreal a Kioto, ciclorutas urbanas que invitan a pedalear,.
La bicicleta ha dejado de ser una moda para convertirse en la gran
alternativa para moverse por la ciudad. Y no solo para sus habitantes
urbanitas, sino también para los viajeros. Un paseo en bici es otra
forma de ver la ciudad, mezclándose con la gente, parando en cualquier
sitio y disfrutando del placer de hacer las cosas lentamente. Todas las
grandes empiezan a estar adaptadas para las bicicletas y algunas han
apostado firmemente por esta forma de moverse. Estos son algunos de los
paseos urbanos en bici más recomendables en todo el mundo.
1 Pedaleando junto a los canales
ÁMSTERDAM (PAÍSES BAJOS)
Las bicis son parte del tejido de Ámsterdam, probablemente la ciudad
más adaptada al ciclismo del planeta. Todos los días, 400.000 personas
ruedan por los 400 kilómetros de carriles bici que llegan hasta
prácticamente todos los rincones y canales de esta ciudad del siglo
XVII. La capital holandesa y sus alrededores son completamente planos,
así que moverse por ella en bici resulta muy sencillo. Las bicis que
predominan en Ámsterdam son las de paseo, con un porte recto y
desenfadado.
En Ámsterdam se puede elegir entre pedalear por el centro de la
ciudad, recorriendo los principales puntos de interés, o animarse a
realizar un circuito desde la estación de Amsterdam Centraal por las
orillas del río Amstel hasta Ouderkerk aan de Amstel, antes de dirigirse
a Abcoude y la ciudad fortificada de Weesp, por los ríos Bullewijk,
Waver, Winkel y Gein. Si quedan energías, se puede seguir el cauce del
Vecht hasta el castillo de Muiderslot, pasando por el Diemerpark, y
desde allí regresar al centro. En total, 46 kilómetros.
2 De Montjuïc al barrio gótico
BARCELONA
Tras bordear sus calles medievales con un laberinto moderno de
carriles bici (172 kilómetros), Barcelona se ha convertido en la última
década en una de las grandes ciudades para ciclistas urbanos. Su sistema Bicing va dirigido a los residentes, pero por todas partes hay locales donde alquilar bicis o contratar circuitos guiados.
Resulta aconsejable un paseo hasta el castillo de Montjuïc, la
fortaleza y antigua prisión del siglo XVIII que vigila la ciudad desde
lo alto, con vistas espectaculares de la ciudad y el Mediterráneo; o
bien optar por un circuito urbano desde la plaza de Catalunya
recorriendo el Barrio Gótico y Santa María del Mar hasta el parque de la
Ciutadella. Luego se toman los paseos de Lluis Companys y Sant Joan
(cruzando el Arco del Triunfo) y se gira a la derecha, hacia la Sagrada
Familia, por la Gran Vía para regresar por la Casa Batlló y La Rambla.
En total, unos 9 kilómetros.
3 Montreal, 600 kilómetros de carril bici
CANADÁ
Con un perfil topográfico enormemente montañoso y duras condiciones
climáticas casi todo el año, de Montreal se ha dicho que no podría ser
una ciudad bikefriendly, pero se ha convertido justo en eso, con más de
600 kilómetros de carriles bici desplegados por la ciudad –casi 250 de
ellos aislados por completo del trafico– y más de 5.000 bicicletas de
uso público para alquilar. Todos los veranos unas 30.000 personas se
reúnen en el parque Jeanne-Mance para participar en el Tour de l’Ille
de Montreal, una carrera con varias distancias a elegir (la clásica, de
25 o 50 kilómetros, y la Decouverte de 65 o 100). Las rutas recorren la
isla de Montreal y cruzan el gran río San Lorenzo por los puentes de
JacquesCartier y Champlain, sobre Ile Sainte Helene y por el Parc
Jean-Drapeau, exploran Longueuil y Parc Michel-Chartrand antes de
regresar al punto de inicio.
4 Los colores de otoño desde la bici
KIOTO (JAPÓN)
El mosaico de colores que forman las koyo (hojas) de Kioto
en otoño es una imagen menos comercializada que la explosión rosa y
blanca de la primavera (con los cerezos en flor), pero resulta
igualmente sensacional, sobre todo vista desde el sillín. Desde mediados de septiembre, una marea carmesí –el llamado frente koyo–
arranca en Hokkaido y baja por todo el país. Un sitio genial para ver
los árboles y arbustos en sus tonalidades más rojas es el templo de
Tofukuji, que puede explorarse en un circuito ciclista
muy fácil desde la estación de Kioto. Hay que reservar dos horas para
hacer la ruta (11 kilómetros, con paradas), que avanza al oeste desde la
estación de aspecto espacial de la ciudad (por carriles mixtos para
bicis y peatones), luego sigue al sur por Higashinotoin-dori, continua
(de nuevo hacia el oeste) hasta el templo de Toji (construido en el año
796 y patrimonio mundial) y pedalear, siguiendo el río Kamo, hasta el
gran templo zen de Tofukuji. Los increíbles arces se disfrutan mejor
desde el puente de Tsutenkyo. Desde ahí, se llega al santuario de
Meiji-jingu, y luego en dirección este, siguiendo el río, se regresa al
centro.
5 La otra cara de Tokio
JAPÓN
La otra gran experiencia de ciclismo urbano en Japón es Tokio. Aunque
pueda parecer la antítesis de un destino ciclista por su gran
extensión, con un poco de ayuda puede ser una urbe sorprendente sobre
dos ruedas. La ruta Edo-Tokyo Culture Ride (6 horas), organizada por Tokyo Great Cycling Tours,
visita el estadio de sumo de Ryōgoku y el parque Ueno, y acaba en el
Palacio Imperial. Hay que reservar con antelación. Podremos ver otra
faceta de la cultura ciclista de Japón en uno de los 47 velódromos del
país –como Keiokaku y Tachikawa– donde se organizan las populares
carreras de keirin, uno de los pocos acontecimientos deportivos de Japón en el que se permite apostar.
6 En bici por los barrios neoyorquinos
NUEVA YORK
Toda la ciudad de Nueva York es apta para las bicis, desde los
amplios bulevares de Central Park, cerrados al tráfico gran parte del
día, hasta una creciente red de carriles bici que cruzan monumentos icónicos y puentes,
aunque los visitantes solo aprovechan esto en parte. Pocos se aventuran
más allá del extremo opuesto del puente de Brooklyn y es una pena. La
auténtica joya ciclista es el Manhattan Waterfront Greenway, una ruta
que serpentea por casi toda la isla durante 50 maravillosos kilómetros e
invita a pedalear explorar otras zonas de la ciudad a través de los
puentes que unen Manhattan con los barrios exteriores, como la típica
pasarela de madera del puente de Brooklyn, o el más antiguo (y más
reciente a la vez), High Bridge, entre Harlem y el Bronx, original de
1848 cuando se construyó a modo de acueducto y que conduce a peatones y
ciclistas por encima del río Harlem.
El Brooklyn-Queens Greenway, de 64 kilómetros, es la excusa perfecta
para pasar un gran día al aire libre pedaleando desde Little Bay Park
(en Queens) hasta Coney Island por un circuito que une varias
atracciones como el acuario, el Brooklyn Museum y el jardín botánico de
Brooklyn. Eso sí, evitando en lo posible el pegajoso calor del verano y
la nieve del invierno.
7 De Chapultepec al centro histórico
CIUDAD DE MÉXICO
Las megalópolis no suelen parecen prometedoras para quien planea
recorrerlas en bici. La población es enorme, las redes de transporte
extensísimas y hay una sensación de caos controlado. No obstante, Ciudad de México
está erigiéndose como una excepción a la regla conforme crece su
reputación como destino urbano. Las vías principales siguen siendo
complicadas de recorrer, por el tráfico y las condiciones del asfalto,
pero como en cualquier otro sitio del mundo los circuitos en bici para
explorar la ciudad son populares entre los visitantes y cubren más
terreno del que puede recorrerse a pie. Sobre dos ruedas se pueden
aprovechar algunos de los carriles bici especiales que cruzan la ciudad,
como el que va desde el bosque de Chapultepec hasta el centro
histórico. Hay alquiler de bicicletas gratis (hasta tres horas) en
locales del centro y el sistema público de Ecobici ofrece hasta 45
minutos de paseo sin coste. Además, los domingos por la mañana varias
calles del centro cierran al tráfico y ofrecen una ruta de 26 kilómetros
ininterrumpida.
8 Rutas monumentales, con pausa-café
PARÍS
En Francia se conoce a la bicicleta como le petite reine (la pequeña reina). No es el medio de transporte principal en la capital francesa, pero sí una buena forma de desplazarse. Paris’ Velib (velo liberte,
libertad en bicicleta) fue uno de los primeros sistemas de alquiler e
intercambio público de bicis y hoy en día cuenta con más de 1.800
estaciones, 20.000 unidades y más de 440 kilómetros de carriles
señalizados. Además, las calles del Sena (y otras) se cierran al trafico
los domingos, lo que incluye el Louvre, el Jardín de las Tullerías y la
torre Eiffel. Una bonita ruta es la que sigue los 4,5 kilómetros del
canal St-Martin desde Republique al Quai de Valmy, parando en algún café
cuando apetezca un ravitaillement (tentempié). Se pueden seguir los canales, como el canal de l’Ourcq, tan lejos como se quiera.
9 La mejor ciudad australiana para cicloturistas
MELBOURNE (AUSTRALIA)
Melbourne es una ciudad completamente adaptada para bicicletas
gracias, en buena parte, a la influencia de Jan Ghel, diseñador urbano
danés que asesora a ciudades de todo el mundo para seguir el modelo de
Copenhague, y que estuvo trabajando en Melbourne en los años noventa.
Pero la topografía de la ciudad también juega su papel: el río Yarra
fluye del noreste hacia la bahía y, junto a él, discurre el Yarra Trail,
un verde y tranquilo corredor de uso mixto. A su paso por el Yarra Bend
Park pueden verse, durante el día, zorros voladores colgados de los
arboles. Al llegar a la ciudad enlaza con el Bay Trail que recorre la
bahía de Melbourne hasta Seaford, por St Kilda. El Yarra Trail tiene 32
kilómetros de recorrido en total.
10 Lluvia, bicis, cafés y mucha naturaleza
PORTLAND (ESTADOS UNIDOS)
Si hay una ciudad estadounidense que imita el modelo de Copenhague es
Portland (Oregón), en la costa del Pacífico, en la que no faltan ni
lluvia ni bicicletas de carga. Ecléctica, sostenible e independiente,
famosa por su café y su cerveza artesana, en 2015 Portland puso en
marcha un sistema de bicicletas compartidas, el Biketown,
que cuenta con 600 bicicletas y estaciones por toda la ciudad. Ya
existen más de 560 kilómetros de carril para bicicletas, incluidos los
18 del Waterfront Loop,
junto al río Willamette. Podemos visitar los alrededores siguiendo el
Willamette Valley Scenic Bikeway (de 201 kilómetros), que se adentra por
la famosa región vinícola de Oregón, al sur de la ciudad de Portland.
11 Travesía artística en Copenhague
DINAMARCA
La capital danesa es una de las ciudades más bikefriendly
del mundo. Las bicis circulan en total libertad –unas 30.000 bicicletas
cada día– por sus carriles bici (muchos separados por un bordillo) y
vías anchas, todo en aras de la seguridad. En 2015 se inauguró una
ciclovía aérea, el cykelslangen, por el que las bicicletas
pueden bajar directamente al puerto y a un centro comercial. Los daneses
van en bicicleta al trabajo, a la escuela y hasta cuando salen de
bares, a cenar o de fiesta. Hay 125 puntos de bicicletas públicas de alquiler, también en estaciones de ferrocarril, como Osterport.
La bicicleta es el mejor medio para disfrutar del lado divertido de
Copenhague, desde las cafeterías del parque Amager a los jardines de
Frederiksberg. Los aficionados a la arquitectura pueden bajar por el
bulevar Orestads hasta el auditorio de Jean Nouvel. Los amantes de la
comida pueden pasear por los canales de Christianshavn hasta la antigua
ubicación del famoso restaurante Noma y de su vecino, el 108.
Uno de los rincones más ciclistas de la ciudad es Christiania, tanto
que da nombre a un tipo de bicicletas de transporte en la que los
daneses llevan sus compras y a sus hijos. Christiania es también el
único sitio en que se fabrican las extravagantes bicicletas Pedersen. Y en las afueras, una sugerencia muy atractiva: dos horas de pedaleo (40 kilómetros) por la Riviera Danesa hasta el Museo Louisiana de Arte Moderno, cerca de Helsingor (Elsinor), donde se encuentra el castillo de Kronborg, el escenario escogido por Shakespeare para su Hamlet.