TITULO: A vivir que son dos días - A vivir - Cadena SER - Contemplado el mar , .
A vivir que son dos días - A vivir - Cadena SER,.
Escucha 'A vivir', con Javier del Pino, el programa líder de las mañanas del fin de semana en la Cadena SER.
Contemplado el mar ,.
Faltan quince minutos para las cinco en punto, hora del té, cuando cruzo la frontera. He tenido suerte, porque la interminable fila de coches de los llanitos que trabajan en el Peñón a esta hora parece languidecer y reducirse drásticamente a unos cuantos vehículos que apenas tenemos que esperar. Documento de identidad en mano, atravieso la verja y me dirijo, en un ascenso creciente, al mítico Rock Hotel. Check-in y aparcamiento apenas me quitan el tiempo justo para sentarme en la terraza y celebrar las vistas de la bahía brindando con un Bloody Mary perfecto por los espías, los siluros y los seis hombres que tuvieron en jaque al imperio a base de valentía, botellas de oxígeno y mucho coraje.
Asomada a la espectacular terraza del hotel, contemplo el trozo de mar, el perfil de Algeciras y punta Carnero y los picos azules de sierra Carbonera a modo de telón de fondo de los muelles británicos. Un velero solitario, un par de cargueros, algún buque que se aleja lentamente de la bahía abriendo estelas de sol en el agua calma es todo cuanto hoy ofrece el mar. Ni el portaaviones Formidable, abarloado al muelle sur, ni el acorazado Nelson están ya, ni por supuesto el Olterra encallado en la playa de Campamento – Puente Mayorga, ni los Spitfires alineados en el aeródromo. Sin embargo, con El Italiano sobre la mesa, puedo ver todo eso desde aquí.
Line Wall Road Bookshop
Elena Arbués estaba destinada a los libros como otros lo están a la guerra. En la librería Line Wall Road, regentada por Sealtiel Gobovich, aprendió el oficio y conoció a su marido años atrás, cuando ni siquiera podía sospechar, al asomarse a la terraza de la librería ubicada en un segundo piso, que ésta iba a resultar ser una atalaya perfecta para divisar el puerto y la bahía: “Baterías antiaéreas, grúas, tinglados y depósitos de combustible, así como las grises estructuras de los barcos de guerra amarrados a los muelles”.
Para eso quiere hoy Elena esta librería, para poder fotografiar todo aquello sin llamar demasiado la atención, y así garantizar el éxito de los ataques nocturnos de los maiali. Ahora, viuda y enamorada de un desconocido en el que ha creído reconocer a uno de los héroes de sus libros, atraviesa todas las fronteras posibles para ayudarlo a salir vivo de Troya.
Camino despacio por Line Wall Road tratando de localizar el lugar, pero no hay ninguna librería allí, así que sigo los pasos de Elena en sentido inverso disfrutando del ambiente animado de la colonia, que ofrece lugares muy agradables, como las terrazas de Grand Casemates Square, las tiendas de la bulliciosa Main Street, la recoleta catedral de St. Mary o el elegante bar americano del Hotel Bristol donde, como Elena, me tomo un delicioso café mientras busco en Google la dirección de un anticuario gibraltareño que me han recomendado.
La pequeña tienda de antigüedades está situada al final de Main Street, regentada por un simpático anticuario que me recibe en español con ese inconfundible acento andaluz tan singular de los habitantes del Peñón. Me habla del tiempo, de lo poco que ha llovido últimamente, de la Segunda Guerra, de los buzos italianos, de la historia del cuchillo que ahora sostengo en las manos, un auténtico coltello-pugnale reglamentario del grupo Orsa Maggiore. Ambos continuamos con las mascarillas sanitarias puestas y apenas nos vemos el rostro; la pandemia no respeta fronteras ni tierras conquistadas. Mientras el hombre sigue hablando, compruebo la hoja afiladísima con la yema del dedo pulgar. No es mal instrumento, pienso, para defenderse. O para terminar de una vez con todo; con una suave caricia en las muñecas, a la elegante manera romana, como siempre he deseado que sea.
De vuelta al hotel hay una parada que es más que obligada: el cementerio de Trafalgar. Aquí, Harry Campello, el jefe del Gibraltar Security Branch, el sabueso implacable que persigue a los buzos y sospecha (su olfato no le falla, aunque carece de pruebas) que Elena está trabajando como espía para los italianos, se sienta en este solitario lugar cada día con su sándwich del lunch.
Empujo la elegante verja del cementerio. A los pies del peñón, entre el mar y la roca, en la conocida como Southport Ditch o fosa de Southport, se abre este recoleto jardincito que tiene el sabor romántico de la Inglaterra decimonónica con su camino serpenteante de tierra, sus helechos y rosales, su quietud de monumento recóndito. Busco la tumba del capitán Thomas Norman, muerto de sus heridas tras combatir a bordo del navío Mars el 21 de octubre de 1905, y frente a ella lamento no haber echado en la mochila de este viaje literario y revertiano esa historia compleja, burlona y dramática, tan cervantina en su humor y su mirada de admiración cansada sobre los hechos y los hombres que es Cabo Trafalgar.
De todas maneras, recuerdo, solo dos de los enterrados aquí murieron de heridas sufridas durante la batalla, pues la mayor parte de los marinos que combatieron en Trafalgar, como los muertos del castillo de If, encontraron su tumba en el mar. Las lápidas del cementerio señalan los difuntos por las diversas oleadas de fiebre amarilla, así como algunas de las víctimas de la batalla de Algeciras, y las acciones de Cádiz y Málaga en 1810 y 1812.
Un final feliz
La noche desciende sobre la bahía con la teatralidad de un telón de cretona malva, y desde la terraza del Rock Hotel asisto al privilegiado espectáculo con una copa de vino blanco en las manos. Más arriba, el cono hueco de la montaña, horadado como un queso Gruyère por casi un centenar de kilómetros de túneles, es apenas una sobra. En su cúspide, esta misma tarde, me he fotografiado como una turista más, apoyada en la barandilla de metacrilato, contemplando el mar junto a las familias de monos que dormitaban al sol, o echada, inevitablemente, en uno de los largos cañones grises de la O’Haras Battery junto a un grupo de españoles que hacían cola para la ansiada fotografía. Me pregunto si alguno de ellos recuerda hoy la fugaz toma de las alturas del peñón por aquel puñado de soldados españoles durante el asedio de la colonia; el engaño, la angustia, la decepción, la venganza y el terrible final de esos pobres soldados traicionados y despeñados por los ingleses, que los esperaban allá arriba, y cuya valentía no sirvió absolutamente para nada; asesinados por una causa que nadie recuerda; leales a un país que nunca los mereció.
Afortunadamente, la literatura compensa a veces estos amargos finales, y la novela El Italiano acaba (algo no demasiado usual en la literatura de Pérez-Reverte) con final feliz.
Contemplo la noche azul cayendo sobre la bahía y pienso en aquel hombre audaz en su torpedo con asientos, manteniéndose a flor de agua con rumbo 73 grados hasta divisar (si había suerte y estaba encendida) la luz del muelle del carbón, que era la señal que indicaba que a partir de ahí había que sumergir, junto al otro piloto, el maiale y separarse del resto de sus compañeros, recorriendo casi a ciegas, bajo un mar sucio y peligroso, esas tres interminables millas rumbo al enemigo.
Aquel hombre, o aquel héroe, Teseo Lombardo, que logró sobrevivir a todo eso, no tuvo la osadía de recorrer unos pocos metros para buscar a la mujer de Puente Mayorga pensando, en su inocencia de héroe homérico, que su silencio y su distancia la mantendrían a salvo. Y así habría sido, tal vez, este final que no era mal final: un silencio negro y definitivo y seguro, entre ambos. Un gesto muy clásico de los héroes Clásicos. Pero no de las heroínas.
No sabemos qué ocurrió durante aquellos meses de separación de los amantes, pero lo cierto es que será ella (la Mujer, querido Watson) quien recorra la distancia más difícil y peligrosa de esta aventura y no precisamente bajo el mar, sino sobre las aguas de la Laguna veneciana, hasta dar con el viejo taller de góndolas. Memento audere semper, “recuerda atreverte siempre”.
TITULO: LA BRUJULA ONDA CERO - La Linterna La Cope - Los talibanes ejecutan a dos hombres ante una multitud reunida en un estadio en Kabul ,.
La Brújula es un programa de radio de la emisora española Onda Cero, presentado y dirigido por David del Cura.
Es el tercer espacio en audiencia en la franja nocturna,
retransmitiéndose entre las 20 y las 24 horas, tiempo que dedica a un
análisis de la actualidad, el deporte, la economía (con el espacio
denominado La Brújula de la Economía) y el debate político., etc,.
La Linterna La Cope ,.
'La Linterna' es el programa de radio informativo, político y económico, cultural y de debate nocturno de la Cadena COPE. Dirigido y presentado desde 2009 por Ángel Expósito, se emite de lunes a viernes de 19:00 a 23:30 horas, correspondiendo la última hora de los viernes a 'La Linterna de la Iglesia', dirigida y presentada por Faustino Catalina,.
Los talibanes ejecutan a dos hombres ante una multitud reunida en un estadio en Kabul,.
Familiares de las víctimas fueron los encargados de ajusticiar a los dos reos condenados por homicidio en casos separados ante la mirada de varios miles de personas,.
El Gobierno de los talibanes, que regresó al poder en Kabul en agosto de 2021 tras una fulgurante operación estratégica que obligó a la salida atropellada y caótica de las fuerzas de la OTAN, ajustició el pasado jueves sobre el terreno de juego de estadio de fútbol a dos reos condenados por homicidio aplicando la norma del ‘ojo por ojo’.
Según la corte afgana, el caso “fue procesado por tres tribunales por separado, y cada tribunal emitió la sentencia de ejecución”, que luego fue aprobada por el máximo líder de los insurgentes, el misterioso mulá Hibatullah Akhundzada. Son la tercera y cuarta ejecución pública de la nueva etapa de los fundamentalistas islámicos en Kabul.
Líderes religiosos locales trataron de convencer a los familiares de las víctimas de que perdonaran a los condenados, pero en vano. Nada impidió la ‘retribución’ contra los dos condenados -identificados como Syed Jamal y Gul Khan, de las provincias de Wardak y Ghazni respectivamente. Ambos estaban acusados de haber matado a otras dos personas en casos distintos, fue llevada a cabo en un estadio de la provincia de Ghazni --en el sur del país— por parte de familiares de las víctimas, según una nota del Tribunal Supremo afgano. Y ante varios miles de personas como testigo en las gradas del recinto deportivo situado en la zona de Ali Lala fueron abatidos a tiros (hasta quince según las autoridades judiciales afganas) y por la espaldad. Las ejecuciones comenzaron poco antes de la una del mediodía.
Las instalaciones deportivas ya fueron empleadas en la primera etapa de los talibanes -entre 1996 y 2001— para este tipo de prácticas, habituales los viernes tras el rezo en la mezquita. Al grito de la multitud –“¡Allah-u-akbar”! (dios es grande)—, los fundamentalistas afganos explicaban los presentes en el estadio el crimen cometido por el reo antes de ejecutarlo o, en el mejor de los casos, cortarle una mano. En el primer lustro de los insurgentes en el poder suníes las ejecuciones públicas eran una práctica habitual en Afganistán. El objetivo era advertir a la población sobre el alto precio a pagar si cometían un crimen.
Sin embargo, el número de ejecuciones públicas parece haberse reducido durante el segundo periplo de los talibanes. La primera ejecución de esta nueva etapa tuvo lugar en diciembre de
2022 en la provincia occidental de Fara, mientras que la segunda sucedió el pasado junio en la provincia de Laghman. Al trascender la noticia, Naciones Unidas volvió a manifestar su rechazo por la práctica de la pena de muerte, habitual en la justicia talibán, como en otras ocasiones había expresado su oposición a la exclusión de las mujeres de la educación y el mundo laboral y a la persecución de cualquier forma de disidencia política. El portavoz de la Secretaría General de la ONU, Stéphane Dujarric, calificó el jueves de “abominable” la ejecución.
“Seguimos estando firmemente en contra del uso de la pena de muerte, y creo que la naturaleza pública de esta ejecución es particularmente atroz”, afirmó el portavoz. La misión en Kabul había pedido a las autoridades afganas una moratoria en vano.
Dos años y medio después de su vuelta a Kabul, los talibanes siguen -salvo algún gesto favorable de las autoridades chinas— sin haber sido oficialmente reconocidos por ninguna cancillería del mundo. Las autoridades afganas pretenden participar en la reunión internacional que se celebrará este domingo en Doha (Qatar), y en la que están convocados decenas de enviados especiales a instancias del secretario general de la ONU, António Guterres. El objetivo del encuentro es evaluar las relaciones de la comunidad internacional con el Emirato Islámico afgano y estudiar el posible nombramiento de un enviado especial de la ONU que coordinara las relaciones internacionales con los talibanes.
“Estamos en contacto estrecho con los organismos relevantes de la ONU y hemos compartido nuestro punto de vista sobre las condiciones de una posible participación de una delegación del Emirato Islámico (como se autodenomina el Gobierno interino de los talibanes) en la reunión de Doha”, afirmó la semana pasada en una nota oficial el Ministerio de Exteriores del régimen. Los talibanes se oponen al nombramiento de un enviado especial y mantienen que la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA) es suficiente.