Calor y expectación se reunieron en una Phillippe Chatrier que, llena
hasta la bandera, confió en poder disfrutar de la batalla por
excelencia de la tierra batida. Así fue. Rafa Nadal y Novak Djokovic
desplegaron, durante las tres horas y media que duró la final, un nivel
de tenis espectacular, casi inhumano, que hizo las delicias de un
público que se volcó a lo largo de todo el encuentro en apoyar a ambos
contendientes. Como gladiadores en el circo romano, pero esta vez en
París, los dos sabían que la lucha debía de ser a vida o muerte, porque
el número uno estaba en juego. Nadal aspiraba a mantenerlo y, en busca
del cielo eterno en la tierra, a hacer historia con su noveno título de
un mismo 'Grand Slam', mientras que el serbio deseaba alzarse con su
primer Roland Garros y recuperar el liderato de la clasificación mundial
que perdió en septiembre del año pasado.
La pelea se barruntaba dura y muy igualada y no decepcionó. El
público exigía espectáculo y lo tuvo. El partido comenzó con ambos
jugadores a buen nivel, pero mostrando cierta timidez, como probándose,
conscientes de lo que se jugaban. Los puntos se sucedían y, a pesar de
que cada uno conseguía resolver su servicio, el ritmo de Djokovic empezó
a incrementarse.
Nadal empezó a remolque
Precisión y agresividad a partes iguales por parte del serbio que le
permitieron hacerse, momentáneamente, con el control del partido. La
confianza en su derecha aumentó de igual forma que lo hicieron los
golpes ganadores. Nadal, por su parte, iba a remolque y ello le costó la
rotura del octavo juego, que puso al serbio por delante (5-3) y con
saque para cerrar el set.
El balear reaccionó, e incluso tuvo dos bolas de 'break', pero la
seguridad de Djokovic era mayor y, a pesar de sufrir hasta el último
segundo, se llevó el primer set por 6-3, con una efectividad en roturas
del cien por cien y con las estadísticas en finales a su favor.
Siempre que el serbio había ganado la primera manga en la final de un torneo se había llevado el trofeo.
No obstante, perder el primer set le sirvió a Nadal como aliciente
para obligarse a poner una marcha más y a tener en mente que si no
luchaba más que nunca el reinado de ocho años peligraba. El manacorense
no estaba dispuesto a abdicar, ahora que está tan de moda el término, y
comenzó el segundo set mucho más agresivo, jugando más cerca de la línea
de fondo, incluso por delante de ella, y dejando ver al público
destellos del mejor Nadal.
La balanza se igualó y el español empezó a disfrutar de su juego, a
gustarse, y eso se notó en cada punto. Sacó sus mejores golpes para
llevarse al resto el segundo set por 7-5. El balear empezaba a celebrar
los puntos clave con su ya famoso «¡Vamos!» mientras levantaba, cada vez
más y con más rabia, el puño. El serbio, por su parte, se encontraba en
su peor momento. Errores no forzados, constantes miradas, gritos a su
banquillo, y los signos del cansancio y la impotencia muy visibles en su
rostro.
Con un set arriba (2-1), Nadal se veía más ganador que nunca y, a
pesar de haber perdido los últimos cuatro partidos frente al serbio, el
cartel de favorito en esos instantes colgaba de su cuello. No obstante,
el español era consciente de que ante Djokovic las medias tintas no
valen y que no podría permitirse ningún paso en falso porque aunque el
serbio pueda parecer perdido es capaz de volver a la carga en cualquier
momento. Y no se equivocó. El balcánico resurgió de sus cenizas, pero el
balear se mantuvo sólido, sin titubeos y demostrando que quería retener
de nuevo el título del segundo 'Grand Slam' de la temporada, por quinta
vez consecutiva.
El español, que ya suma 14 'grandes' (iguala a Pete Sampras y se
coloca a tres de Roger Federer), valoró el triunfo como uno de los más
«emocionantes» que había vivido en tierras parisinas. Más si cabe
después de la espinita clavada del Open de Australia, en el que se quedó
a un paso de ganar el título.
Roland Garros era el escenario perfecto para desquitarse de aquel
amargo momento y para confirmar, una vez más, la grandeza de Rafa Nadal
que, a pesar de estar acostumbrado a levantar la Copa de los
Mosqueteros, sufrió incluso para poder pronunciar unas palabras tras el
encuentro. Con esta victoria engrandece su leyenda en Roland Garros y se
aferra un año más al trono parisino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario