TITULO:
El Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA - La noche encendida
- Novisimos inventos ,,
La noche encendida,.
'La noche encendida'
no será solo un programa de charlas, espectáculo, música, comedia,
sorpresas e invitados, presentado por Pedro Ruiz, por La 2,foto,. etc,.
Novisimos inventos ,.
foto / En fechas tan valencianas parece oportuno reflexionar sobre esta liviana construcción tan arraigada en un pueblo rodeado de mar y montaña, asentado en una planicie de huertos y acequias. No hablamos de las fallas, sino de la barraca, símbolo de un amenazado mundo rural especialmente en torno a la ciudad de Valencia, en continua expansión sobre la huerta. Interesantes para agricultores y defensores de la cultura tradicional, pero también para urbanistas, arquitectos y conocedores del saber acumulado en esa construcción aparentemente simple pero contenedora de conceptos, materiales y disposiciones edificatorias complejas. Y bien que es oportuno cuando, en el actual contexto de crisis económica, energética y consumo insostenible de suelo, la barraca deviene una auténtica lección de actitudes e instrumentos disciplinares. Haremos pues una aproximación alejada de romanticismos ideológicos o de prejuicios formales reflexionando, a partir de estudios conocidos (Gosálvez, Baeschlin, Almela, Escrivá.), desde una visión pragmática y contemporánea.
En primer lugar, la barraca no se entiende sin su territorio inmediato. Caminos, cultivos, arrozales, acequias, conforman un tipo edificatorio aislado y estructurador del paisaje, originariamente almacén agrícola y transformado en vivienda del labrador. La vida se produce dentro y fuera en un universo de pozos, hornos, pérgolas emparradas, filtros, membranas, espacios intermedios que nos invitan a reflexiones más extensas.
Más allá de este vínculo funcional la barraca contiene un espacio interesantísimo, el corredor pasante (en torno a 2,5 m. x 11 m.) de este a oeste. Asimétrico, ambiguo, identificado como cocina, pasillo, corredor, estancia. con dos grandes portones en sus extremos este espacio flexible y por tanto muy contemporáneo es capaz de soportar numerosas y diversas actividades en una pequeña vivienda.
Posee además una vocación invisible próxima la sostenibilidad bien entendida, concepto antiguo del que hoy se abusa retórica y superficialmente utilizando maquillajes y artefactos de escaso rigor conceptual. Prácticamente todas las barracas están orientadas hacia el mar garantizando el aprovechamiento de la brisa de levante y una mínima exposición al oeste. El muro ciego que separa el corredor del sur, actúa como un radiador en invierno al captar el calor durante el día y emitirlo durante la noche gracias a su inercia térmica. En verano, con los dos pórticos abiertos, se ventila en su trasdós y permite que el del norte refresque el ambiente por la noche.
Es conocido que la inclinación y altura de la cubierta, mayor que su anchura, permite el embolsamiento del aire caliente en el altillo -utilizado como almacén o secador de cosechas varias- lo cual junto a la utilización de cañizo, con su infinidad de cámaras de aire, genera un ambiente fresco y aislado del sol.
No es difícil imaginar hoy, con la implantación de las nuevas tecnologías y sistemas -como por ejemplo aportaciones de aire por geotermia-, llevar esta preocupación energética a los objetivos de consumo que en unos años obligarán a una casi autonomía energética. Nos encontramos en mitad de un viaje de ida y vuelta -los edificios hoy consumen hasta seis veces la potencia necesaria- en lo que respecta a la dependencia de las redes energéticas.
Este eficiente sistema se sustenta en una construcción enraizada en los materiales del lugar. Como cuando en la orilla del mar un niño hace castillos con arena, el labrador construye con aquello que tiene, 'Cañas y barro'. Aflora cierta idea de provisionalidad reforzada por el vínculo del trabajador -que no propietario- con la casa y que expresa, en su buena vertiente, una de las esencias de lo valenciano. Los muros de fango secado y mezclado con paja, las cimentaciones asentadas con geranios o con bancos de mármol, una estructura de cabirones y cuchillos de madera, a veces de naranjo, muros encalados y una cubierta verde (¡no la inventó Le Corbusier!) a base de borró colectado de la Albufera de 1,5 m. solapado 1m y colocado con gran pendiente para la salida del agua y sellada con barro en su cumbrera, forman un universo constructivo accesible y "low tech", como un Ikea de la construcción -que de hecho no debería tardar en inventarse-.
En la barraca conviven dos paradigmas constructivos, aquel que, de mayor espesor intelectual, cultural y también material, busca la solidez y la tierra a través de los muros y sus gruesos, y aquel que por el contrario, conforma un entramado ligero -como un balloon frame valenciano- de madera y cañizo, casi desmontable y efímero. Esta última opción parece, a mi entender, más apropiada al mediterráneo moderno (como predijo Alejandro de la Sota en su proyecto de l'Alcudia), donde novísimas técnicas como los prefabricados de tierra y mortero permitirían recuperar la inercia térmica necesaria.
Queda fuera de toda discusión que el labrador constructor de barracas no buscaba ningún tipo de gloria arquitectónica. Construcción humilde y actitud anónima, una lección arquitectónica de mucha actualidad, que nos ofrece caminos en la búsqueda de soluciones a los problemas de la situación que nos toca vivir. Pensar en las personas, en el cuerpo, en una arquitectura concebida para la vida, converge con la preocupación de muchos pensadores contemporáneos por dotar de aspectos sensoriales y subjetivos a nuestra civilización casi saturada tecnológicamente. Este objetivo por humanizar la vida y dignificar el espacio era compartido por aquella morisca que a 'poqueta nit' realizaba arabescos con el agua de su regadera en el suelo de tierra de la barraca, refrescando la temperatura con la alianza de la brisa y dando una tierna bienvenida a su marido después de la jornada en el campo. Un arte sin pretensiones para un gozo efímero que se desvanece al instante, seguramente una esencia compartida con la fiesta que nos reúne estos días a mediodía en la plaza mayor.
Hoy tenemos nuevas 'barracas' a nuestro alcance, si nos lo proponemos.
La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - El señor de los bosques - Cabeza lobera,. .fotos,.
El señor de los bosques - Cabeza lobera,.
Muy cerca del municipio de Villanueva de Ávila, en la provincia abulense, llegamos a Cabeza Lobera, un enclave con espectaculares vistas, rocas con curiosas formas y pinos jóvenes. Además, Vicente Sevilla cuenta con doble compañía: la actriz Mariola Fuentes y Joaquina, su galga y fiel compañera. Níscalos, boletus y setas venenosas son parte de los descubrimientos de este paseo, donde también aprenderán que el fenotipo de un árbol es como su carnet de identidad.
TITULO: RADIO
- TELEVISION - EL TRANVÍA DEL TIEMPO - EL BOTIJO - Rescate -Rescate - No somos héroes ,.
RADIO - TELEVISION - EL TRANVÍA DEL TIEMPO - EL BOTIJO - Rescate - Rescate - No somos héroes,. ,. , fotos,.
Rescate - No somos héroes,.
El pico Aragüells, uno de los más accesibles, registra múltiples accidentes en temporada estival por el exceso de confianza de algunos montañeros. En 2015, un poderoso terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter sacudió Nepal, atrapando a montañeros españoles que se encontraban en el país.
Montañas de historias,.
Ander Izagirre cuenta las curiosidades que esconden los Pirineos en un viaje ciclista de casi 1.200 kilómetros por la cordillera,.
'Pirenaica' empieza con un clac, el sonido al encajar la zapatilla en el pedal y la promesa de una aventura con salida en el Cantábrico y meta en el Mediterráneo. En el camino, la mar de kilómetros: exactamente 1.192 repartidos en 40 puertos de montaña y 27.000 metros de desnivel acumulado. Las cifras apabullan, pero en este relato sobre dos ruedas son absolutamente secundarias.
Porque Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) pudo haber sido un buen ciclista, pero se quedó en un excelente narrador de viajes, y en 'Pirenaica' (GeoPlaneta), su última incursión en la literatura ciclista (es también autor de 'Plomo en los bolsillos', un curiosísimo anecdotario del Tour de Francia), cada golpe de pedal entre Jaizkibel y el cabo de Creus descubre, literalmente, montañas de entretenidas historias y personajes que cautivarán a los lectores, aficionados o no a montar en bici.
Izagirre no se limita a narrar sus sensaciones en la cima del Tourmalet, o resoplando entre peregrinos que trepan ante repechos del 21% en San Juan de Pie de Puerto, sino que encadena esos momentos de exigencia física con episodios contados a modo de reportaje periodístico con el trasfondo del ciclismo y la belleza de las montañas de los Pirineos.
La travesía, que comprende 14 crónicas de la cordillera, arranca desde la misma puerta de su casa en San Sebastián y enseguida se mete en faena con un reportaje sobre el oscuro pasado de las vías más frecuentadas por los ciclistas de su tierra natal, trazados sinuosos que discurren entre bosques de hayas y pinos y penetran en desfiladeros y túneles sin apenas tráfico, perfectas para la bicicleta. Esas carreteras fueron construidas por miles de presos republicanos que el régimen franquista utilizó como mano de obra gratuita tras la Guerra Civil para darles un uso militar que nunca tuvieron. Montañas horadadas con pico, pala y dinamita, como el túnel de Aritxulegi «que exigió su precio en carne». Un testigo cuenta al escritor cómo aquellas piltrafas humanas que no dejaban de picar piedra se desvanecían de agotamiento y de hambre… Así que esas primeras pedaladas de 'Pirenaica' rinden homenaje a aquellos prisioneros.
Nombres legendarios
El cronista avanza en su recorrido y desbroza nuevas historias como la del acuerdo de paz más antiguo de Europa, el de la Piedra de San Martín, un mojón fronterizo entre España y Francia (en el navarro valle del Roncal), donde cada 13 de julio se conmemora (y van 642 años) la llamada ceremonia de las tres vacas.
En las páginas del libro dejan huella personajes como José Antonio Goñi, (un octogenario que nació en una cabaña rodeado de nieve, fue contrabandista desde los siete años, pastor en América, camionero, cazador…), nombres legendarios vinculados al Pirineo como Pompeyo, Carlomagno y su fiel Roldán, Napoleón… y Miguel Induráin, cuyas gestas no podían quedar al margen, sin olvidar figuras mitológicas como el basajaun, el señor de los bosques.
El Tour de Francia, que debe parte de su épica a estas míticas cumbres pirenaicas, está muy presente en capítulos como el dedicado al Aubisque, con Firmin Lambot y aquellos otros héroes que pedaleaban de noche con lámparas de acetileno en el manillar, o la resurrección de Wim van Est, un corredor que se despeñó en una caída tan brutal que cuando fueron a buscar su cadáver se lo encontraron vivo y con su reloj Pontiac intacto, lo que fue explotado por un avispado publicista convirtiendo al holandés en modelo de la casa Pontiac. Y no podía faltar el Tourmalet y esos 19 kilómetros de leyenda, ascendidos por primera vez en el Tour de 1910 al grito de «asesinos, sois unos asesinos» a los organizadores por parte de Octave Lapize, que ganó aquella etapa ¡de 326 kilómetros y 14 horas!
Los osos eslovenos del valle de Arán, encabezados por Goiat, que tras desperezarse hambriento de una siesta de 106 días se zampó un potro, atacó ovejas, saqueó varias colmenas y mató a una yegua; la vida extraordinaria de Arsenda de Ager, una catalana del siglo XI que bien pudo inspirar a Isabel la Católica (por aquello del tanto monta, monta tanto), una peculiar guerra de las señales de stops entre España y Francia… en 'Pirenaica' cada pedalada es una ventana a la historia, antigua y actual, y al placer de la lectura.
Y también hay reflexiones (que seguramente compartirán muchos aficionados) sobre el «extraño y absurdo placer de sufrir voluntariamente» dando pedales bajo la lluvia ante muros del 14%. O cuando en la curva cerrada de un puerto sostiene que «las cuestas son el terreno ideal para desarrollar esa capacidad tan valiosa en el ciclismo, en la vida y en la escritura de libros como agachar la cabeza, apretar los dientes y esperar a que esto acabe cuanto antes».
-¿Es más duro sentarse en soledad ante el folio en blanco o subir en soledad el Tourmalet?
-Sinceramente, ninguna de las dos. El viaje en bici es una gozada, montar en bici es lo que más me gusta hacer y el trabajo de escribir es agradecido, son historias divertidas con las que he disfrutado mucho. El mayor trabajo es el previo, el de buscar los temas, hacer los contactos…
Puede que tras los Pirineos, Izagirre se decida a cruzar Despeñaperros: «Tengo pendiente recorrer Andalucía, me gustaría hacerlo… creo que sería perfecto».
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