la cena del jueves, fotos.Joaquín Reyes: «Wyoming es más que una cara bonita» ... El cómico se siente joven hasta que envejece de repente y dicen: 'Ya no hace ...
Aporta a 'El Intermedio' «el humor superficial y la chorrada»
«Tengo dos niños de 7 y 5 años. Son más bonicos y graciosos... Les gusta el jijí y el jojó»
Han comprado en 'El Intermedio' un «adorno
barroco, que no hacía falta, pero queda bien». Así se ve Joaquín Reyes
(Albacete, 1974), el último fichaje del programa de La Sexta. Él, que a
las diez y media ya estaba en la cama, le ha cogido ahora el gusto a
«trasnochar». «Pero a la tele ya voy cenado».
- Le presenta Wyoming como un tipo «joven, gracioso y elegante». ¿Se siente identificado?
- El cómico se siente joven hasta que envejece de
repente y dicen: 'Ya no hace gracia, ya da pena'. ¿Gracioso? Yo diría,
sobre todo, payasete. Y es verdad que me ponen hecho un pincel y que me
gustan las pajaritas. En mi día a día no es raro verme con pajarita, las
llevo grandes y voy de ufano...
- ¿Y usted qué diría de 'Wyo'?
- Que es brillante, socarrón y locuaz. Es algo más que una cara bonita. Detrás de su físico hay algo.
- ¿Dudó con la propuesta?
- Es un programa que me gustaba mucho y dije:
'adelante'. Es una oportunidad de aprender, un programa donde están
contando cosas que los demás no cuentan.
- ¿Qué tal con 'Wyo, Wyo'?
- Le he puesto el mote y no se queja, igual un día me dice que no le llame así.
- ¿No impone un poco?
- Impone, sobre todo, el formato. Piensas: 'Esto
funciona, a ver si la voy a cagar por exceso de ímpetu y no voy a
atinar'. Wyoming es un tío muy generoso, que te ayuda.
- ¿Y los compañeros?
- A Dani Mateo ya le conocía, es muy gracioso y
puede dar un perfil más periodístico; Sandra tiene ese papel de persona
veraz; Thais es cómica y socarrona; y Gonzo hace reportajes con una
línea editorial que da valor al programa.
-¿Y usted?
- Yo he venido a decir la chorrada, a poner el
humor superficial. Al programa no le hacía falta Joaquín Reyes, soy como
un adorno barroco, no hace falta pero queda bien.
- Dice Wyoming que le pagan por minuto. El otro día le dejaron solo cinco y luego resulta que les sobró tiempo.
- Eso pasó porque fui muy rápido, iba atropellado,
la intención era que durara más, pero estaba nerviosete, aunque me
sentí cómodo.
- El jefe le pidió que le echara una mano al final porque no sabía cómo rellenar.
- Había sido culpa mía por ir tan deprisa, pero a la gente le encantan esos momentos de improvisación.
- No acabó de contar la anécdocta porno del 'hot dog'.
- Termina tal y como os imagináis. Se abre el pan y...
- ¿Ha visto 'Alaska y Coronas', su antiguo programa de La 2?
- Vi el primer programa y los otros los tengo grabados. Ellos le dan otra personalidad, pero hay que evitar las comparaciones.
- Usted hizo pareja con Mara Torres. ¿Había feeling?
- Me encantó trabajar con ella, la adoro y cuando ella dijo que no podía seguir dije que yo tampoco.
- ¿Qué hacía antes de trabajar en 'El Intermedio' a esa hora?
- 'El Intermedio' era lo último que veía antes de
acostarme. Para mí las diez y media ya es trasnochar. Me gusta irme a la
cama y leer, como una persona mayor. Como prontísimo, a las doce o la
una. Y me levanto a las siete y cuarto para la intendencia con los
niños, desayunos, vestirles... Tengo dos, de 7 y 5 años. Son más bonicos
y más graciosos...
- A punto de cumplir los 40... ¿asoma la crisis?
- Es una época en la que te haces preguntas y descrubres temores que no tenías, aunque creo que tiene que ver más con ser padre.
Fue el mánager, la sombra y el hombre de confianza de Julio Iglesias durante 15 años. Una época clave para el ascenso del que ha sido el ...
En portada
Alfredo Fraile: "Para soportar los caprichos y rabietas de Julio, hay que tener una pasta especial"
Fue el mánager, la sombra y el hombre
de confianza de Julio Iglesias durante 15 años. Una época clave para el
ascenso del que ha sido el artista español con más éxito internacional.
Alfredo Fraile, a punto de publicar sus memorias, nos recibe en Miami y
habla de todo: Isabel Preysler, sus hijos, sus amantes, la mafia...
¿Sabes lo que te digo? Que estoy hasta los cojones de ti,
que no te aguanto más. Y ahora, si tienes lo que debes tener, cierra un
segundo tus ojos porque cuando los abras no me verás más. Ni ahora ni en
tu puta vida». Alfredo Fraile dejó a Julio Iglesias en
la cresta de la ola. Le había costado 15 años ayudar a que su cliente se
comiera el mundo y, cuando lo consiguió, una noche le soltó las cuatro
frescas que pusieron punto final a su vida juntos. Ocurrió en Quebec en
el verano de 1984, en plena gira de 1100 Bel Air Place, el mayor éxito
comercial de la carrera de Iglesias. De pronto, Fraile, que
había obrado el milagro de convertir a un cantante romántico de la
España franquista en el mayor artista español por ventas y popularidad
de la historia, estaba en la calle.
Alejado de España durante
mucho tiempo, sus hazañas, sin embargo, habían trascendido en ámbitos
insospechados.Por eso, Adolfo Suárez le encargó el diseño de su campaña
en el 86; Berlusconi lo fichó para obtener un canal de televisión en
nuestro país; Hernández Mancha le pidió ayuda para modernizar Alianza
Popular; el Grupo KIO lo puso al mando de su política de comunicación en
España; y el rey Hasan II confió en él para estrechar lazos con nuestro país.
En el apartamento de Miami donde vive con la que es su esposa desde
hace 44 años, Fraile recibió a XLSemanal para repasar su vida en un
adelanto en exclusiva de Secretos confesables [Ediciones Península]. XL. Trabajar con Julio Iglesias le cambió la vida, ¿no? A.F. Sí, cuando lo dejé, todo el mundo me ofrecía trabajo. La gente pensaba que había hecho milagros. XL. Iglesias, Suárez, Berlusconi..., ¿a cuál de sus jefes le ha gustado menos oír la verdad? A.F.
A Julio. Es el más inseguro de todos. Yo lo llamaba Míster No, porque
de entrada te decía que no a todo. ¡A todo! Luego lo hacía. Casi
siempre. Y que conste que yo no viví el Julio en avión privado, viví el
de los aviones de pedales y los autobuses. Fuimos país por país tocando
en cabarés de mala muerte. Llegabas a Colombia, arrasabas, te ibas a
Venezuela y no te conocía nadie. Julio encandilaba por donde pasaba,
pero trabajamos como cabrones.
XL. ¿Se ha sentido liberado al contar todo lo referente a Julio Iglesias?
A.F. Pues sí. Mi relación con él fue casi de hermanos, de luchar juntos contra todos... y contra él mismo.
XL. ¿Isabel Preysler también iba con ustedes en autobús?
A.F. Sí, sí... ¡Lo que sufrió la pobre con Julio! Ella es de una familia bien, pero siempre se portó fenomenal.
XL. Que Julio Iglesias se casara con una chica de 19 años y filipina, ¿cómo se tomó en la España de 1971?
A.F. Muy bien. Bueno, la madre de Julio, doña Charo, no tan bien. La llamaba «la china».
XL. ¿Ese paso, la boda, fue el único que no planificó usted?
A.F. Yo,
de hecho, pensaba que no le convenía. Me parecía una locura. Era el
cantante romántico y solitario y, si se casaba, no iba a vender lo
mismo. Pero tenían que hacerlo, claro, Isabel estaba embarazada.
Recuerdo que me dijo: «Alfredo, te lo juro, solo nos hemos acostado una
vez. Bueno, como mucho dos» [ríe]. Se llegó a hablar de aborto, pero
para Julio nunca fue una opción. Y, ¡oye!, al final tuvo tres hijos
estupendos, que es lo más importante. Isabel y Julio nunca se han
arrepentido de haberse casado.
XL.
Planearon una boda secreta y, al final, aquello se llenó de fotógrafos y
periodistas. Cuenta usted que Isabel lo pasó fatal ante aquel acoso de
la prensa. Quién lo diría hoy, ¿no?
A.F. Sí, es
que aquel fue su bautismo de fuego con la prensa. Pobrecilla, era una
niña de 19 años que quería una ceremonia íntima y, cuando vio aquello
lleno de gente, no se lo podía creer. Pepe Aguilera, el cura que los
casó, me decía: «Alfredo, nunca he visto llorar tanto a una novia».
¡Toda la boda!
XL. Usted fue testigo de situaciones por las que hoy en día se pagaría una fortuna. Por ejemplo, de la separación...
A.F. Sí,
es cierto, y eso no lo ha contado nadie. Porque yo estuve allí aquel
día, en Barajas, cuando Isabel apareció por sorpresa y le soltó un:
«Julio, tú tuviste que pedirme muchas veces que nos casáramos, pero yo
solo te voy a decir una vez que nos separemos».
XL. ¿Se lo esperaba Julio?
A.F. Bueno,
en Argentina siempre andábamos rodeados de chicas, y el enfado de
Isabel crecía cada día con las historias que circulaban por ahí. Tenían
unas broncas por teléfono impresionantes. «Bueno, me va a tirar los
platos a la cabeza, pero vuelvo a casa, reconduzco la situación, le
prometo que me portaré bien, que lo más importante son ella y los
niños...». Debió de pasar el vuelo desde Buenos Aires intentando
metérselo en la cabeza, porque Julio se creía sus propias mentiras.
Alguna vez ya le dije: «¡Eh, que eso me lo inventé yo! ¡Que esa mentira
es mía!» [se ríe].
XL. ¿Y qué pasó al llegar a Barajas?
A.F.
Isabel lo esperaba en la sala de recogida de equipajes. No sé cómo la
dejarían entrar, pero allí estaba para pillarlo descolocado y que no la
pudiera camelar. Fue un golpe.
XL. En todo caso, se separaron en buenos términos, ¿no?
A.F. De
hecho, lo de Barajas fue tranquilo, sin elevar el tono; no montaron una
escena. Y rápido. Después firmaron un comunicado que redactamos Jaime
Peñafiel y yo. Nadie se enteró hasta que salió la noticia. No lo supo ni
mi mujer.
XL. ¿Isabel no puso reparos?
A.F.
Ninguno. El acuerdo de separación fue amistoso. El juez llegó y dijo:
«A ver, 85.000 pesetas [510,86 euros] para la casa y que usted y los
niños tengan tal y tal». Era una cantidad bastante modesta, la verdad,
pero no pidió más: «Pues muy bien, lo que usted diga». Imagino que, a
medida que los niños han crecido, para colegios y demás no habrán tenido
problemas. No lo sé, pero Isabel siempre pensó en los niños, quería que
aquello no provocara traumas. Isabel nunca ha sido una mujer
interesada, siempre fue una gran señora.
XL. Pinta usted a Julio Iglesias, sin embargo, como un hombre tremendamente tacaño...
A.F.
Él piensa que la gente solo está con él por su dinero. Pero eso de mí
nunca lo pudo decir, porque al principio yo tenía más dinero que él... y
hasta pedí un préstamo para arrancar. Eso me otorgó una influencia
única. Nadie le decía lo que yo le decía. Fui el único que afirmó: «Me
lo juego todo por ti». Porque nadie daba un duro por él. Ni él mismo.
XL.
Hay una escena reveladora en su libro. Chabeli, Julio José y Enrique
viendo la tele en casa, alguien llega para avisar de que los llama su
padre y Chabeli responde: «Bah, será que ha llegado el fotógrafo del
¡Hola! y quiere que posemos».
A.F. Es que siempre
se han sentido abandonados por él. Lo quieren mucho, lo adoran, porque
es su padre, pero... Es una familia desestructurada. Entre su familia y
su carrera, Julio escogió su carrera.
XL. Y cuando pudo apoyarlos, como cuando Enrique lanzó su primer disco, dice usted que lo criticó ferozmente...
A.F.
Es que a Julio que su hijo grabara un disco y no le dijera nada le
hirió el orgullo. Le comentó que el disco era un desastre. «¡Si me
hubieras dejado a mí! ¡Si te hubiera aconsejado!». Pero Enrique conoce
muy bien a su padre y sabía que, si quería tener su propia carrera, no
debía contar con él.
XL. ¿Julio le habría obligado a hacer un disco con su estilo?
A.F. Claro. Y Enrique y Julio no tienen nada que ver.
XL. Hay otra escena, cuando Chabeli encuentra un tanga de una de las conquistas de su padre en su habitación...
A.F.
Sí, bueno, aquella casa nunca fue un hogar para los chicos. Julio nunca
tuvo otra inquietud aparte de su carrera; bueno además de estar moreno y
bien acompañado. Él ha triunfado, estará satisfecho, pero eso le ha
provocado carencias que sus hijos han sentido. Espero que con los cinco
que ha tenido con Miranda tenga más relación.
XL. ¿Y qué cara pondrá Isabel Preysler cuando sepa que usted la espió por orden de Julio?
A.F.
No sé. Eso fue cuando la situación ya estaba calamitosa. Julio ve que
Isabel le está diciendo que lo suyo se ha roto y él piensa que quizá
haya otra persona. Así que me pide: «Alfredo, a ver si te puedes enterar
de si existe otro». La vigilé y vimos que no había nadie, que
simplemente ya no aguantaba más.
XL. ¿Cree que Iglesias ha temido que usted publicara un libro sobre él?
A.F.
Más que mi libro, debe temer el de Toncho Nava, que fue su asistente
personal durante 30 años. Era su persona de máxima confianza y conoce
secretos más inconfesables que los míos. Imagínate, 30 años de entrega y
de repente te llama la secretaria: «Oye, que no vuelvas». Y sin
indemnización.
XL. Lo mismo le
ocurrió, cuenta usted, a la chilena Adriana Ainzúa, asistente personal
de Iglesias durante siete años, que murió de cáncer...
A.F.
Sí, sí. Ella le cocinaba, lo vestía, lo desvestía, vigilaba su
intimidad... ¡Una santa! Porque para soportar durante tanto tiempo todos
los caprichos y rabietas de chiquillo de Julio, hay que estar hecho de
otra pasta. A Adriana la despidió de repente y sin darle un duro. Al
cabo de unos meses apareció su cuñado diciendo que Adriana tenía cáncer y
que no se podía pagar el tratamiento que necesitaba. Julio le envió
dinero durante varios meses, pero un día cortó el grifo al sospechar que
lo habían timado. Y al poco de eso, en Buenos Aires, mientras comíamos
en un restaurante, apareció Adriana con una peluca. Se la quitó ante
Julio y le soltó: «He venido para que sepas que no te he engañado
jamás». Dio media vuelta y se fue. XL. ¡Madre mía! A.F.
¡Imagínate el shock! Luego me pidió que la buscara para disculparse,
pero ella ya no quería saber nada de Julio. Y al final se murió. En fin,
todos tenemos defectos. No creo que vaya a destruir a nadie con mi
libro, los ídolos tienen pies de barro y los mitos siempre se destruyen a
sí mismos.
XL. El mito que sí destruye usted en el libro es el de que Julio Iglesias se había acostado con 3000 mujeres...
A.F.
¡Es que... vamos!XL. 3000 no, pero ¿y 2999?A.F. [Se ríe]. No,
imposible. Aunque es verdad que Julio ha sido un hombre mujeriego y
seductor al que, además, siempre lo han buscado las mujeres. Una foto
con él era para muchas un trampolín a la fama.
XL. Supongo que muchas de esas mujeres no se conformaron solo con meterse en la foto...
A.F.
Hombre, lo que querían, claro, era meterse en su cama. Lo más increíble
que nos ocurrió fue, en México, cuando una loca de 40 y pico años llamó
a la habitación como a las dos de la madrugada y me firmó allí un
cheque por 25.000 dólares para acostarse con él. «Pero, señora, ¿está
usted loca?» [se ríe]. Y luego yo, que les dejo ahí hablando, me voy a
dormir y al día siguiente le pregunto: «Julio, ¿qué pasó?». Y él: «Pobre
señora». Y yo: «¡Quééé! ¡Cómo que pobre señora!». «Sí, bueno, es que no
estaba mal, ¿no? A ver, ¿tú qué habrías hecho?». Y yo: «Bueno, en
fin... sí, no estaba mal». Y entonces le dije en broma: «Oye, ¿y el
cheque?». «Lo rompí, por supuesto». «¿¡Cómo!? ¿Y mi 20 por ciento?». Me
lanzó un zapatazo [se ríe a carcajadas]. XL. Pero podría haber llevado una pistola... A.F.
Bueno, eso también nos pasó en México. Entramos en un ascensor y se nos
metió un hombre con un revólver diciendo que a ver por qué su mujer
estaba tan obsesionada con Julio Iglesias, que a ver qué había entre
Julio y su mujer. Nosotros le decíamos que no conocíamos de nada a su
esposa, pero no las tenía todas consigo. Hasta que Julio le dijo: «Mire,
yo con quien duermo todas las noches es con este señor. Así que no tema
por su mujer, es imposible que yo me acueste con ella». Y se calmó, oye
[se ríe]. Nos ha pasado de todo. Es que estábamos en todos lados.
XL. Y cada día en un sitio distinto.
A.F.
Así es, como cuando vinimos a Miami por primera vez, en 1973, que nos
querían matar los cubanos. No hemos pasado más miedo en la vida. Le
empezaron a tirar cosas a Julio y a gritar: «¡Comunista!, ¡castrista!». Y
Julio, desde el escenario: «Oiga, ¡que yo soy más de derechas que
usted!» [ríe]. Fue lo último que pudo decir, porque las mesas volaban.
Tuvimos que escapar al camerino.
XL. Pero ¿qué les ocurrió?
A.F.
Nos salieron tres conciertos en Coral Way, un barrio muy latino. A
Julio nadie lo conocía, pero aquello se llenó. Era un éxito rotundo y
Julio quiso lanzar un guiño cariñoso al público y no se le ocurrió otra
cosa que decir: «Muchas gracias. Espero poder ir pronto a Cuba a cantar a
sus familiares». Y así, sin más, empezaron a llover cosas.
XL. Volviendo a las 3000 mujeres...
A.F. [Se ríe] A ver...
XL.
A veces, usted lo organizaba todo para que él conociera a una
determinada mujer. ¿Le molestaba aquello o, sin más, era una parte más
de su trabajo?
A.F. No pensaba en ello.
Simplemente cuidaba de todo lo relacionado con Julio. De todos modos, no
le gusta que le pongan las señoras en bandeja, que se las metas en la
cama. Quiere seducirlas.
XL. ¿Así que nunca le hizo de Celestina?
A.F.
Bueno, a veces me las arreglaba para que coincidiera con alguna [se
ríe]. Con Priscilla Presley, por ejemplo. Luego fue muy gracioso, porque
una noche, en una discoteca, su mánager me dijo: «Oye Alfredo, que
Julio la trate con cuidado, que esta señora es la viuda de Elvis». Y, de
repente, miro a la pista y Priscilla le está metiendo a Julio un
'morreo' de cuidado. Yo, alucinado, le digo: «¡Pero bueno, dile a la
tuya que se controle, que el mío está formalito!» [se ríe]. También
contribuí a su romance con Sydne Rome. Él la cortejó, pero la primera
noche se quedó con las ganas. Su amor fue de verdad, intenso, hermoso.
Les brillaban los ojos al mirarse. Las revistas anunciaron el romance a
bombo y platillo, pero ellos nunca lo hicieron oficial.
XL. Cuenta, por cierto, que Julio pagaba aumentos de pecho a sus amantes en Los Ángeles.
A.F.
Sí, sí... Les decía: «Tú debes tener un pecho más bonito». Y las
mandaba a un cirujano famoso. Iban por la mañana, y por la tarde
regresaban con el implante puesto. Él siempre ha buscado mujeres
positivas, que le alegraran la vida. Siempre me decía: «Alfredo, si son
modelos o azafatas, mejor».
XL. ¿Cuántos relojes Cartier ha regalado Julio?
A.F.
Uno por cada amante [se ríe]. Bueno, yo hace 30 años que ya no estoy
con él, pero sé que el joyero Santiago Villar sigue siendo su amigo y
estoy seguro de que aún le suministra relojes, a pesar de que ahora
dicen que es un hombre casado y serio. Pero no hay por qué creérselo,
¿no?
XL. Vaitiaré, la que fue su novia
durante siete años, escribió un libro donde acusó a Julio Iglesias de
haberla introducido en el mundo de las drogas y en experiencias sexuales
con otras mujeres...
A.F. Vaitiaré se pasó dos pueblos. Muy poca gente la creyó. Supongo que le pagaron un buen dinero por escribirlo.
XL. Dijo Vaitiaré que esnifó cocaína con Julio en su habitación...
A.F.
A ver, lo que pasaba en el dormitorio de Julio solo sus amantes y él lo
saben. Lo que yo puedo decir es que nunca lo vi consumiendo drogas,
salvo una vez que él y todo el equipo se pusieron ciegos de marihuana en
la finca de Juan Barragán, en México, a finales de los setenta. Pero
jamás percibí que nos rondara cualquier tipo de estupefacientes.
XL. ¿Vaitiaré fue la única despechada?
A.F.
La verdad es que ninguna le ha recriminado nada. Y con Vaitiaré te diré
que, después de aquel libro, ella ha vuelto a casa de Julio como
invitada. No sé si se lo ha perdonado o no le ha dado mayor importancia.
Pero es que a la única mujer a la que ha engañado Julio ha sido a
Isabel. Todas las demás han sabido desde el principio que no eran las
únicas. Les decía: «Yo soy así».
XL. Sin usted, Julio no habría sido un mito. Y ¿sin ella?
A.F. Isabel
es una mujer clave en su vida y lo será hasta que se muera. Fue,
además, de las pocas personas que confió en su carrera y que lo ayudó.
Porque había mucha gente que no veía nada en Julio. Su familia, por
ejemplo... Su madre prefería a su hermano Carlos, que se subió al carro
después para encargarse de la parte económica. Y luego estaba su padre,
que adoraba a Julio, pero que tampoco... Y luego le desbordó todo
aquello.
XL. Hombre, y que lo secuestró ETA...
A.F.
Ese ha sido el episodio más dramático que he vivido en mi vida con
Julio. Él se sentía culpable: «Lo han secuestrado por ser mi padre». No
comía, no dormía, no podía trabajar... Fue un sufrimiento tremendo para
Julio.
XL. ¿Con qué soñaba cuando empezaron?
A.F.
Primero, con España, claro, pero fue creciendo hacia América Latina;
empezó a cantar en italiano, francés, japonés y llegó un día en que
había que asaltar los Estados Unidos. Eso fue una lucha a muerte. Julio
ha sido el único español que ha conseguido triunfar allí de verdad. Y a
su pesar, porque ya te digo que Julio era Míster No.
XL. ¿Recuerda alguna negativa irritante de Julio?
A.F.
En los Estados Unidos, yo removía cielo y tierra para conseguirle cosas
inalcanzables y el tío siempre me decía que no. Por ejemplo, le consigo
el asiento junto a Michael Jackson para los Grammy, en la gala en que
Thriller se llevó ocho premios, y cuando se lo cuento: «¿Qué pinto yo al
lado de Michael Jackson? Él va a recoger premios, ¿y yo? No pinto nada
ahí. No voy». ¡Lo quería matar!
XL. En
esos años se decía que trataban con la familia Gambino. En su libro lo
confirma: «No voy a negarlo: anduvimos con la mafia».
A.F.
Eran fans de Julio, iban a sus conciertos. Además, eran socios de
muchos de los casinos donde actuábamos y llegaban a pagar hasta un
millón de dólares por semana. Nos invitaban a sus restaurantes, incluso
estuvimos en la mansión de Paul Castellano, el supercapo.
XL. ¿Y no sentían que estaban 'tratando' con fuego?
A.F.
No, porque nos trataban de maravilla. Hasta que un día vimos el cadáver
de Castellano con más de 96 balazos en todas las portadas. Ahí
decidimos que era mejor mantener las distancias.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, LA CARTA DE LA SEMANA, ¡ QUÉ PELMAS CON LO DE LA SIESTA!,.
Desmontemos simplezas: España será como sea, pero en todo el país no duerme la siesta ni el 15 por ciento de sus ciudadanos. Un amable ...
Desmontemos simplezas: España será como sea, pero en todo el país no duerme la siesta ni el 15 por ciento de sus ciudadanos. Un amable -a pesar de todo- artículo de The New York Times
reduce las características básicas de nuestro país a un pintoresco
lugar en el que se cena a las diez de la noche y en el que se duerme por
la tarde una corta cabezada en el brazo de un sofá. No es para tanto.
Entre semana duermen la siesta los jubilados, que para eso se lo han
ganado, pero muy pocos asalariados. Otra cosa puede ser el fin
de semana, tiempo en el que echar un sueño no debería penarse con la
desconsideración con la que lo hace el titular del New York Times:
acabar de comer un sábado y dejarse caer en cualquiera de las versiones
de la siesta viene siendo una sana costumbre de la que no es propietaria
España, sino que se pone en práctica en muchos lugares, haga en ellos
calor o no. La siesta es una leyenda, una antigüedad del tiempo
aquel en el que todo era lento y un pelín rural. Dormir la siesta de
pijama y orinal no está al alcance de una cajera de supermercado, de una
abogada laboralista o de un ejecutivo de Bolsa. Dejémonos de
daguerrotipos envejecidos. Caso distinto es el horario
vital de los españoles, necesitado de un repaso. Cada día empezamos a
trabajar a hora más temprana, tendemos a hacer turnos completos con
breve parada para un tentempié y salimos a media tarde. Es el
momento de conciliar vidas familiares, cenar temprano y no acostarse a
las tantas. Es lo que hacen por ahí y no les va mal. Sin embargo, clima y
costumbres hacen que apuremos los días hasta el último suspiro: es
cierta la parte del reportaje que afirma que cenamos a las diez, cosa
que para un norteamericano resulta una barbaridad. Si cenamos a las diez
y vemos la televisión hasta las doce dormimos pocas horas, ya que son
muchos los que deben despertarse en torno a las seis de la mañana y
desplazarse largamente para llegar a su trabajo, lógicamente en grandes
ciudades. Pero para cenar antes también hay que comer antes, no a las
tres. Nadie, o muy pocos, comen a las doce y media. Si uno se
zampa un cordero pasadas las dos y media no suele tener hambre a las
ocho de la tarde, que es la hora que te permite hacer la digestión tras
la cena, charlar con los tuyos, acostarte plácidamente a las once y
dormir siete u ocho horas. Nos gusta estirar el día, y la temperatura de
buena parte del año nos invita a hacerlo. Corregirlo no es sencillo.
Pero
las cosas, no nos engañemos, han ido cambiando paulatinamente.
Posiblemente no todo lo que quisieran los apóstoles de la europeización
de horarios en España, pero sí de forma evidente. Hace años
nadie entraba a trabajar antes de las nueve, ni en la empresa pública ni
en la privada. Ni los atascos en grandes ciudades eran los mismos, ya
que no se habían desarrollado los extrarradios ni las ciudades
dormitorio. Se comía mucho y tarde y se hacía durante un par de horas
largas. Ahora se come en el trabajo o en la calle, o se lleva
uno una tartera o se zampa cualquier cosa, a no ser que se viva en un
lugar pequeño y accesible. Y así, casi todo. La ingeniería social es de
lenta aplicación y precisa de decretos muy concretos sobre obligaciones y
derechos para que ello repercuta después en usos y costumbres. Adecuar
la hora peninsular española a la que usan británicos y portugueses, en
lugar de la que se eligió en su día (la alemana y francesa), sería un
primer paso. Reconocer que horarios menos castizos tienen sus ventajas
ya es más difícil, pero no imposible. Deshacerle tópicos a los viajeros
románticos que escriben en periódicos debería venir dado. Y ganar con
todo en competitividad y productividad no nos iría nada ma
Un grupo de estudiantes escarba en el pasado de su pueblo para
desenterrar sin querer un oscuro secreto, lo que causará que un espíritu
maligno se libere tomando posesión de sus víctimas.
Tarancón
lo llamaba el "Amigo Amigo" y lo ha sido también de políticos de
diferentes colores. Es moderado y tolerante, prudente y reflexivo, ...
Entrevista
-Monseñor Carlos Amigo: "Me molesta la utilización que algunos hacen del Papa Francisco"
Elector en los últimos dos cónclaves, este cardenal franciscano tiene fama de prudente y moderado.
Tarancón lo llamaba el "Amigo Amigo" y lo ha sido también de
políticos de diferentes colores. Es moderado y tolerante, prudente y
reflexivo, y tiene inmenso porte de Príncipe de la Iglesia: «Mido 1,93 y
es una desventaja, porque siempre me utilizan para limpiar el polvo
donde los demás no llegan». No es de risa fácil, pero sí de sonrisa
permanente y gesto amable. Detrás de la púrpura prevalece fray Carlos,
como lo llamaban antes de ser nombrado cardenal y como le gusta que lo
sigan haciendo. En dos ocasiones recibió a Juan Pablo II como
huésped del Palacio Episcopal de Sevilla, ofició la boda de la infanta
Elena, impulsó los derechos de la mujer en las cofradías de Semana Santa
-con el consiguiente revuelo- y fue elogiado por el colectivo gay al
despedirse de la archidiócesis hispalense.
Se considera
un fraile rebelde, "pero sin ningún tipo de agresividad". Es un gran
conversador, inteligente y simpático, que cita de manera recurrente los
consejos que le daba su padre: "De entre todos hay uno que me gusta
recordar: 'Es mucho mejor pasar por la vida mil veces por tonto que una
por malo'. Nos reunimos con el cardenal Carlos Amigo Vallejo en
uno de los conventos franciscanos de Madrid cuando está a punto de
publicarse su último libro, Un aire nuevo (Editorial Planeta). XLSemanal. "Francisco, un Papa sorprendente". ¿También para usted? Carlos Amigo.
En algunos aspectos, sí; y en otros, no. Hace muchos años que conozco
al cardenal Bergoglio y teníamos una relación muy cercana. Dos días
antes de comenzar el cónclave comimos juntos y estuvimos comentando lo
que el nuevo Papa debería hacer. Después de ser elegido, en el primer
saludo me dijo: «Carlos, y nosotros decíamos que si el Papa tenía que
hacer esto o lo otro...». XL. La renuncia de Benedicto XVI ¿le sorprendió? C.A.
Al principio sí, pero luego al leer las palabras del Papa -«renuncio
porque no puedo llevar adecuadamente el ministerio petrino que se me ha
encargado»- quedó todo aclarado. Lo que será totalmente indigno es que
su renuncia fuese -como se ha dicho- porque el Papa estaba harto por el
Vatileaks, la pederastia, las intrigas de la curia... XL.
El Papa también dijo que renunciaba porque le faltaba «el vigor físico y
espiritual para ejercer el mandato» y seguro que esos casos que
menciona le debieron de producir bastantes dolores de cabeza. C.A.
Sin duda alguna, pero no sería digno pensar que, ante las dificultades,
el Papa renunció. Debía de tener muy viva la imagen de los últimos años
de Juan Pablo II, de quien fue su colaborador inmediato. Por eso dijo
«no puedo llevar adecuadamente...». Pensó que él no podía viajar a
rastras... XL. Lo que usted llama 'dificultades' otros lo
califican de distinta manera. El propio cardenal Bertone comentó que la
curia vaticana era una cueva de víboras y cuervos... C.A.
Bueno... esto de las víboras y los cuervos es una anécdota, una forma
de hablar y no hay que exagerar. De hecho, cuando llega el Papa
Francisco, todos estos asuntos que parecían tan escandalosos se quedan
en la penumbra ante la luz tan grande que ha llegado. XL. ¿No le parecen gravísimos los casos de pederastia? C.A.
Sin duda. Es verdad que estos problemas son ciertos y que, aunque solo
hubiera un caso, sería motivo de preocupación. Y lo peor que se puede
hacer con los problemas es soslayarlos; hay que afrontarlos. XL. Precisamente por eso, ¿no es increíble que la Iglesia mirara para otro lado ante las denuncias? C.A.
Aunque comprendo que es difícil, hay que situar el problema en el
momento y en las circunstancias en que se produjeron, porque no
aparecieron todos estos casos de golpe. De estos tantos casos que se
presentaron, algunos de ellos buscando indemnizaciones, los jueces
desestimaron muchos y no se publicaron con tanto alarde las sentencias
como las denuncias. XL. ¿Que haya denuncias falsas minimiza el problema? C.A.
No, no, ni mucho menos; el tema es muy grave y Benedicto XVI lo asumió
de diversas maneras: primero, dando unas normas a las conferencias
episcopales; segundo, pidiendo que la justicia siguiera su camino y se
la apoyase en cuanto necesitase; tercero, discerniendo en las vocaciones
y en la personalidad de los candidatos... Se dictaron una serie de
normas para ayudar a solucionar los problemas. Pero en la historia de la
humanidad, por mucho que queramos perfeccionar las cosas, está ese
aguijón del pecado. XL. Respecto a la homosexualidad,
parece que son muchos los homosexuales que se refugiaron en los
conventos para no ser señalados con el dedo por sus vecinos. C.A.
Ciertamente he conocido a personas de esta tendencia dentro de la
Iglesia, pero ninguna de ellas me ha dicho que haya venido aquí por esa
razón. Lo que pueden ser unos casos particulares no son ni muchísimo
menos lo común. XL. El cardenal Bertone asegura que hay
estudios científicos que demuestran que no hay relación entre celibato y
pedofilia, pero sí que la hay entre homosexualidad y pedofilia. C.A. Vamos a ver, habría que señalar algunas cosas. Si la pederastia es con niñas, parece que no se le da importancia... XL. ¡Hombre, no diga eso! Es igual de grave. C.A. Los
medios de comunicación le dan menos importancia que si la pederastia es
con niños varones. Y también se da la pederastia en la heterosexualidad
y en muchos ambientes. Parece que se tiene un poco de fijación en unir
la pederastia a la homosexualidad y yo no sé si está tan clara esa
relación. XL. El Papa ha dicho que hay que integrar a los
homosexuales, pero ¿cómo se consigue esa integración si la Iglesia no
acepta la práctica homosexual? C.A. Son
cosas distintas, hay que respetar unas normas éticas. Una persona porque
sea heterosexual no puede pensar que todo el monte es orégano, ¿no?
Tampoco para un homosexual todo el monte es orégano. Una cosa es la
tendencia y otra las acciones morales que tú estás realizando. Una
persona que tiene tendencia a robar... XL. No va a comparar la homosexualidad con un delito, ¿no? C.A.
No, yo no hablo de delito, aunque puede haber delito igual que en el
heterosexual. Lo que la Iglesia no admite son las prácticas inmorales,
sean homosexuales o heterosexuales. XL. ¿Le parece inmoral la práctica homosexual? C.A. Igual que toda práctica heterosexual que no se ajuste a las normas de la ética. XL. Sabe lo que le pregunto... C.A. Usted me hace una pregunta libremente y tiene que aceptar que yo libremente responda. XL. ¡Pero se me escurre! C.A.
Eso ya es cosa suya [sonríe]. Vamos a ver, hay muchas personas
heterosexuales que tienen una conducta inmoral y muchas más que la
tienen moral. Y hay personas homosexuales que tienen una conducta no
ética y homosexuales que a lo mejor llevan una conducta ética. XL. Se lo pregunto de otra manera: ¿la Iglesia condena o no condena la práctica homosexual? C.A. Aquí se condena el pecado, sea del heterosexual o del homosexual. XL. ¡Me rindo! Otra cuestión: ¿pueden comulgar los católicos divorciados que se han vuelto a casar civilmente? C.A.
Aqui hay que ver los derechos de unos y de otros: de las víctimas y de
las personas que han decidido seguir su camino y ya está. No solo es el
tema de admitirlos a la comunión; hay otros temas muy importantes, como
el ver la posibilidad de que esta persona rehaga su vida. Si un día
estuvo enamoradísima y, por lo que fuera, aquello se fue al garete, a
esta persona hay que ayudarla a rehacer su vida, y no solamente se
rehace la vida en pareja. XL. Pero gran parte de los divorciados acaban volviendo a enamorarse... C.A.
Este es un tema sobre el que el Papa Francisco ya ha anunciado que
debemos reflexionar. En ello estamos y tenemos por delante dos sínodos
sobre la familia para hacerlo. XL. Otro asunto espinoso es
la fecundación in vitro. Usted participó en la Comisión Pontificia
sobre Bioética. ¿Qué solución da a los católicos con problemas para
concebir? C.A. La ciencia avanza y puede
haber unas técnicas de extracción que no maten el embrión, es decir, al
niño. Hoy puede haber unas técnicas tan depuradas que lo que ayer era
matar al embrión hoy ya no tiene ese riesgo. XL. ¿Admite
la Iglesia, entonces, técnicas de reproduccion asistida que no maten
embriones? Inseminaciones, selección de espermatozoides, células
madre... C.A. A lo único que la Iglesia
puso reparos es a la obtención de células madre embrionarias; pero la
Iglesia lo único que hace es ofrecer su pensamiento moral sobre estos
temas, no da soluciones técnicas, solo ofrece su doctrina para iluminar
la conciencia del católico. XL. Entonces, ¿puedo obrar de acuerdo con mi conciencia? C.A. Ahí está el tema, en formar la conciencia de cada uno. XL.
Robar niños para entregárselos a otras familias fueron, sin duda,
'decisiones erróneas'. ¿En qué pensaban los religiosos que colaboraron
en estos casos? C.A. La Iglesia estaba
pensando en ayudar a los niños y las madres por caminos que a lo mejor
no eran legales. Aunque la intención de dar una familia a esos niños
podía ser recta y buena, no quiere decir que el camino que se siguió al
margen de la ley fuera aceptable. No todos los niños fueron robados, ni
mucho menos. XL. Pero los hubo. C.A.
Entonces, cada uno tendrá que asumir sus responsabilidades. En mejor
actitud no puede estar la Iglesia en este tema. Solo deseo que se aclare
cuanto antes este asunto, pero que no se eche toda la culpa a la
Iglesia de pecados o acciones que no eran responsabilidad únicamente
suya, porque se dejaban a las puertas de los conventos muchos niños que
sus madres no querían o que, desgarrándose el corazón, abandonaban
porque no podían darles de comer. XL. La relación entre la Iglesia y la política es controvertida. Algunos obispos incluso se llegaron a manifestar... C.A.
Yo no fui a esa manifestación a la que se refiere. Nunca me han gustado
ni las manifestaciones ni las cartas colectivas; solo asistí a una
manifestación con motivo del atentado de Atocha #que era un clamor
popular# y aquel día me convenció de que no debía volver a ninguna más
porque, en lugar de estar pendientes de las víctimas, se estaba
pendiente de ver quién había sido el autor, porque según fuera uno u
otro podía afectar en un sentido o en el contrario a las elecciones que
se celebraban unos días después. XL. Los obispos vascos
se han pronunciado sobre cuestiones políticas. Y también los obispos
catalanes. ¿Qué piensa sobre la deriva independentista? C.A. Yo no tengo XL. Sobre lo que sí se pronuncia es sobre el fútbol. ¿Sigue siendo del Atlético de Madrid? C.A.
Sí [sonríe]. Y cada día más, pese a los tropiezos que tenemos de cuando
en cuando y que son muy propios de nuestra queridísima institución. XL.
Usted ha sido arzobispo de Tánger y seguro que entiende muy bien el
problema de los que emigran huyendo de la miseria. ¿Qué me dice de las
medidas que se usan para evitar que crucen la frontera, como los objetos
lacerantes o los disparos? C.A. Todo
eso es una barbaridad que el Papa Francisco ha calificado de
'vergüenza'. Hay que ayudar a las personas a que puedan vivir con
dignidad y compartir con los necesitados lo que tenemos. XL. Pero Europa exige medidas contra la emigración ilegal... C.A.
La solución es la que le he dicho, todo lo demás es poner parches. Yo
no tengo soluciones técnicas, qué más quisiera yo. Ni las personas son
mercancías ni se les pueden poner lazos y trampas en los alambres como
si fueran animales. XL. Se avecinan cambios en la
Conferencia Episcopal Española. ¿Cómo calificaría la etapa del cardenal
Rouco al frente de la Conferencia? C.A.
Él dejará la presidencia porque los estatutos determinan un tiempo
máximo para poder ejercerla. Dicho esto, creo que ha dado a la
Conferencia Episcopal una proyección exterior importante. Ocurre que, al
ser presidente, sus opiniones tienen una trascendencia... y a unos les
gustan y a otros no. XL. ¿Y a usted le han gustado? CA. Sí, creo que ha sido coherente. Es una persona muy bien formada y muy segura en su doctrina. XL. Sin embargo, se tiene la percepción de que usted discrepó en ocasiones con el cardenal Rouco. C.A.
No soy consciente de ello. De hecho, todos los años que he estado aquí,
en la Conferencia Episcopal, he pertenecido a la Comisión Permanente. XL. Eso no quita para que no discrepe de sus decisiones. C.A.
Claro. Es que si no discrepáramos en ocasiones seríamos tontos todos.
Las comisiones están para discutir las cosas, pero una vez que se toma
una decisión todos arrimamos el hombro; aunque fueras de los que
pensaban que las cosas debían ir por otra línea. XL. En cierta ocasión dijo que, entre los cardenales, 'tonto tonto no hay ninguno'. C.A. [Ríe]. Digamos que muy listos muy listos hay muy pocos; y muy torpes muy torpes también hay pocos. XL. ¿Cree que la línea seguida por Rouco podría encajar con los vientos de reforma que soplan con el nuevo Papa? C.A. Perfectamente. El cardenal Rouco es muy inteligente y sabe perfectamente el momento que tiene que vivir en cada situación. XL. ¿Se atreverá el Papa Francisco a desprenderse de bienes materiales de la Iglesia para acercarse a la pobreza que predica? C.A. Hay bienes y bienes, porque muchos de los bienes que tiene el Vaticano son más una carga que una ayuda. XL.
Me refiero a los edificios suntuosos, a ciertas operaciones
bancarias... ¿Se atreverá a imponer el coche de baja gama que él usa en
las conferencias episcopales? C.A. No se
trata de atrevimiento, sino de prudencia y de discernir. Se debe
prescindir de los bienes que no sirvan para que la Iglesia realice su
misión. Pero también hay que pensar que si tenemos dos dólares no los
podemos meter debajo del ladrillo, porque ese dinero es para ayudar a
los pobres. XL. No da precisamente imagen de pobreza vivir en un palacio episcopal... C.A.
[Me interrumpe]. Y no sabe lo contentos que se pondrían los obispos de
poder vivir en una casa un poco más confortable. La gente no sabe lo
incómodo que es vivir en un museo, y se lo dice un servidor que vive en
el mejor palacio episcopal de España [el de Sevilla], al lado de la
Giralda. Los bienes de la Iglesia son para poder realizar mejor su
misión y lo que tenemos que hacer las personas que vivimos en estos
palacios es hacer ver bien claro cuál es la misión de la Iglesia. Lo más
importante de esas casas tan poco acogedoras es el señor que las
habita. Cuando uno va a Roma, le impresiona más el Papa Francisco que la
cúpula del Vaticano. XL. Por cierto, ¿qué pensión le ha quedado a usted? C.A.
Entre unas cosas y otras, alrededor de 1600 euros al mes. Tengo una
pensión como ciudadano que ha cotizado más de 40 años y una especie de
gratificación de la Conferencia Episcopal. Pero no me preocupa, porque
tengo pocos gastos y soy franciscano. Si me hiciera falta algo, me
ayudaría mi comunidad. XL. Respecto a las finanzas
vaticanas, los informes encargados por el Papa ante las acusaciones de
lavado de dinero se han llevado por delante al director del Banco
Vaticano y algún que otro prelado ha sido detenido. C.A.
¿Que había que reorganizar las finanzas vaticanas? Sin duda. Y el Papa
Francisco ha puesto al frente del IOR a las personas mas adecuadas y
competentes. Mas que grandes escandalos, el problema es que la
organizaciónn y su forma de actuar habían quedado obsoletas. XL.
Un conocido director de prensa italiano ha dicho: ¿Si los jefes
mafiosos pudieran ponerle una zancadilla al Papa, no lo dudarían? ¿Hay
que temer por la vida del Sumo Pontífice? C.A.
Hay muchos tipos de mafia y no sé si la mafia siciliana haría eso o si
lo haría la mafia de otros grupos religiosos o pseudorreligiosos... Yo
creo que no hay que temer nada, aunque siempre puede haber un loco que
trate de agredirlo. El Papa Francisco ha conquistado a unos y a otros
porque despierta una enorme simpatía en todos los ambientes. XL. ¿En todos? Hay quien se siente molesto... C.A.
Lo que molesta es la utilización que algunos hacen de él: «¡Qué bueno
es este Papa y qué malos son los obispos!». O también: «¡Qué bueno es
este Papa y qué malos los anteriores!». El mejor intérprete del Papa y
de sus gestos es él mismo. XL. Acostumbrados a la
exquisitez diplomática y verbal de su antecesor, ¿puede parecer un poco
vulgar la manera en que se expresa el Papa en ocasiones? C.A.
Sin duda alguna, utiliza con frecuencia expresiones muy populares
porque habla con la gente del pueblo, de la calle, y quiere que se le
entienda bien. Es verdad que hay una oposición silenciosa al Papa, pero
de momento solo es sobre estas cosas, sobre sus gestos, que son
irrelevantes en sí mismos pero no en cuanto a lo que significan. Lo
importante no es que use zapatos negros o colorados, sino por dónde
camina, hacia dónde quiere ir. XL. ¿Qué este Sumo Pontífice guste mucho más que otros a los agnósticos no pone en la picota a los cardenales 'de toda la vida'? C.A.
Yo creo que se ha metido a todos en el bolsillo -también a musulmanes y
judíos- y es cierto que a algunos les parece que es una persona
izquierdosa, por aquello de los pobres. Pero es verdad que estos que
aplauden tanto al Papa lo hacen para darnos a algunos en la cresta:
«Este sí que es un modelo de cristianismo de los pobres y no el de estos
obispos ricachones, que son muy tercos». Es inaceptable que utilicen al
Papa como arma arrojadiza. Pero lo mismo estos que lo alaban tanto en
este sentido como aquellos que lo critican por lo contrario, esperan de
él algo que no puede darles, porque se ciñe al Evangelio. A Juan Pablo
II lo alabaron mucho tras su elección en algunos países porque era
polaco y venía del Este... y luego lo crucificaron en todos los
aspectos. XL. Cuando le dijo a su padre que dejaba la
medicina por el seminario, le dio un consejo: ¿De acuerdo, pero sé un
buen fraile?. ¿Lo ha sido? C.A. Creo que podía haberlo sido un poco mejor [sonríe]. Privadiísimo
Nacido
en Medina de Rioseco (Valladolid) en 1934, es hijo de médico y sobrino
del psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera.
La
medicina fue su 'primer amor'. Estudió un curso de la carrera, pero el
sacerdocio pudo más. En 1954 ingresó en la Orden de Hermanos Menores
(franciscanos), donde realizó el noviciado. Fue ordenado cura en julio
de 1960.
Tiene tres licenciaturas: Filosofía, por el Pontificio
Ateneo Antoniano de Roma; Psicología, por la Universidad de Alcalá de
Henares; y Teología, por el seminario franciscano de Santiago de
Compostela.
TÍTULO: PRIMER PLANO, Manipulación, juegos sexuales, 43 puñaladas, degollamiento...28 años de condena.
En primer plano
Amanda Knox-fotos,.
Esta chica estadounidense acaba de ser
declarada culpable por segunda vez. La justicia italiana la acusa de
matar a sangre fría a su compañera de piso cuando ambas eran estudiantes
en Perugia. Sin embargo, no todo está claro en este caso plagado de
contradicciones. Amanda vive ahora en EE.UU. y lucha para no ser
extraditada a Italia. Hablamos con ella.
Manipulación, juegos sexuales, 43 puñaladas,
degollamiento...28 años de condena. "Yo no lo hice". El 2 de noviembre
de 2007, Mereddith Kercher -una estudiante inglesa del programa Erasmus y
de 21 años- apareció muerta en su habitación, en el piso de Perugia
(Italia) que compartía con otras estudiantes. Había sido degollada y su
cuerpo presentaba 43 cuchilladas. Su compañera de piso, la estadounidense Amanda Knox, de 20 años, y su novio, Raffaele Sollecito, de 24, fueron acusados del crimen días después. En 2009 se les condenó por el asesinato, pero un tribunal de apelación los absolvió dos años más tarde.
El
pasado enero, el Tribunal Supremo italiano los volvió a condenar. Un
asesinato extraordinariamente sangriento, un juicio tan confuso como
polémico y unos protagonistas inquietantes han convertido el crimen en
noticia internacional. Cuando en octubre de 2011 su condena y
la de Sollecito fueron revocadas por irregularidades en la
investigación, Knox regresó a EE.UU., donde trata de rehacer su vida. Ha
vuelto a la universidad para terminar sus estudios y tiene nuevo novio,
James. En marzo del año pasado, el Tribunal Supremo ordenó la
celebración de un nuevo juicio. Mientras estuvo en la cárcel, habíamos
intercambiado varias cartas. El 3 de abril me envió un correo: «La
noticia me ha resultado tan angustiosa como incomprensible, pero me he
estado preparando para esta nueva montaña rusa emocional». Estaba
convencida de que volverían a absolverla. Convinimos en encontrarnos
personalmente por primera vez una semana antes del veredicto. Knox
sugiere que nos reunamos en un café próximo a su casa, en Seattle.
Después de haber estado escribiéndonos durante casi cinco años, sigo sin
estar seguro de a quién voy a encontrarme. Knox es una joven bajita y
delgada, vestida con pantalones y zapatos planos. No se ha
maquillado, y en su piel son visibles algunas erupciones. Sorbe un café
con leche y habla de la universidad, de que está haciendo nuevos
amigos... «No quiero que mi vida sea eso». Y 'eso' significa la
acusación de asesinato y todo lo que implica. Pero, según reconoce, al
final, siempre llega el momento en que tiene que revelar su verdadera
identidad.Habla sobre la forma en que los medios de comunicación han
descrito su carácter. «La gente ha exagerado lo extraño de mis
reacciones. Pero es que a mí me daba igual lo que la gente
pudiera pensar. No pensaba que para causar buena impresión era mejor
quedarme sentada y quietecita. Si estaba angustiada y tenía el impulso,
me levantaba del asiento y empezaba a pasearme de un lado a otro. Ahora,
me ando con mucho más cuidado».
Le pregunto por el beso
que se dio con Sollecito en la puerta de la casa la mañana posterior al
asesinato de Kercher y que tan malo fue para su imagen. «La prensa lo
presentó como si yo no albergara el menor sentimiento. Dieron a entender
que estaba morreándome con mi novio porque estoy obsesionada con el
sexo. En realidad, me sentía hundida y devastada. ¡La prensa tomó
imágenes toda la mañana, pero en la tele tan solo aparecieron cinco
segundos!». Knox reitera que, si sonreía en el juicio, tan solo
lo hacía en atención a su familia. «Porque no quería que me vieran
asustada, quería levantarles el ánimo. Todo se reducía a interactuar con
las personas a las que quiero, para que se sintieran mejor». ¿Está
visitando a un psicólogo? «No. Lo he intentado dos veces, pero me
parece una salida fácil. Siempre me digo que tendría que ser capaz de
poner mi cabeza en orden por mi cuenta, lo que tampoco termina de ser
verdad», reconoce. ¿Está tomando antidepresivos? «¡Ni hablar!
-me contesta-. Estoy en contra de los antidepresivos. El problema no
está en los elementos químicos de mi cerebro; está en la realidad. Y no
me parece buena solución engañar al cerebro para que reinterprete la
realidad de una forma más bonita».
¿Sigue fumando marihuana o ha
dejado de hacerlo después de que la Fiscalía argumentara que el cannabis
trastornó su mente? «Sí, lo he dejado. Aunque nunca fui una fumadora
habitual de 'maría', por mucho que la gente pensara lo contrario. Y
lo que está clarísimo es que no maté a nadie por haberme fumado un
'petardo'. Que dos chavales sin ningún antecedente de violencia se hayan
convertido en dos depredadores sexuales psicópatas por fumar 'maría' es
rizar mucho el rizo», agrega con amargura.
Pregunto si
la prisión la ha cambiado, y Knox no sabe por dónde empezar. Sonríe.
«Bueno, está claro que cuando veo una película ya no me fijo en
tonterías como las botas de la protagonista». Según indica, toda su
familia está muy afectada. «Mi madre ahora es incapaz de
concentrarse en algo. Ya no puede ni leer. Mi hermana menor de pronto ha
madurado muchísimo. Mi padre está muy afectado, triste. Yo soy mucho
más antisocial. Me siento incómoda en los lugares donde hay mucha gente.
Tengo menos calma. Mi familia me dice que ahora me tomo muy a
pecho cualquier minucia. Y yo, bueno, pues me disculpo. Mi familia está
muy unida».¿Se siente frustrada cuando la gente le dice que nunca va a
saberse lo que pasó en realidad? «Me parece que está clarísimo que yo
soy inocente. Con las pruebas de que disponen es imposible que puedan
acusarme de haber cometido ese crimen». ¿Por qué es
imposible? «Meredith era amiga mía, y yo jamás hubiera hecho una cosa
así. No tengo el menor antecedente delictivo. Y en el dormitorio no
encontraron el menor rastro mío. En el cuarto había sangre por todas
partes, muestras de la persona que cometió el crimen. Las
pruebas circunstanciales que apuntan en mi dirección son irrelevantes,
pura basura. Y el hecho es que la Fiscalía nunca ha podido explicar por
qué en la habitación no había muestras de mi ADN». Knox parece
indignada. Le pregunto cómo es posible que confesase que estuvo en el
lugar de un asesinato y llegase a implicar a un inocente. De forma
tranquila, empieza a explicar: «Lo primero que te dicen es que tienes
que acordarte y que, si no te acuerdas, van a meterte en la cárcel. Yo
sentía remordimientos por encontrarme tan confusa. La Policía hacía lo
posible por que sintiera remordimientos. Después, me aseguraron que
Raffaele les había dicho que yo no había estado con él en su casa, lo
que me descolocó. Y no era cierto. Luego, me mostraron ese
mensaje en el teléfono móvil. '¡Trate de acordarse!', insistían. '¿Quién
es este Patrick al que envió un mensaje? En el mensaje pone bien claro
que este tal Patrick se olvidó algo por allí'. Yo llevaba horas
devanándome los sesos, pero no me acordaba de nada, y ellos no hacían
más que chillarme y decirme que, si no me acordaba, me caerían 30 años
por complicidad con el asesino». «Finalmente les
di el nombre de Patrick, y al momento me puse a llorar. Pensaba que,
¡por Dios!, todo cuanto me decían por fuerza tenía que ser verdad.
Seguramente era cierto que había presenciado el asesinato de mi amiga,
pero ahora me sentía tan traumatizada que ni siquiera llegaba a
recordarlo. Terminaron por comerme la cabeza y convencerme de
la veracidad de esta espantosa versión de los hechos... Me sentía tan
abrumada que estuve llorando durante no sé cuánto tiempo. Estaba
delirando...». Con los ojos anegados, hace una pausa y explica: «Yo no
era más que una niña cuando todo eso pasó. ¡Yo aún era una niña! No
estaba preparada para algo así». Los siguientes días volví a ver a
Amanda en la casa de su madre, rodeada por su familia. Con ellos vio en
la televisión el 30 de enero a un juez italiano confirmar la sentencia
inicial: Sollecito y Knox son declarados culpables de asesinato y
condenados a 25 y 28 años de cárcel, respectivamente.
El 3 de
febrero, cuatro días después del veredicto, llamé a Knox. «Me siento
totalmente perdida. Es verdad que estoy mejor aquí, en los Estados
Unidos, donde la gente sigue creyendo en mí... Pero una vez le hablé de
la sensación de ser una mujer marcada. Que todos me vieran como una
mujer absuelta de un asesinato ya era malo, pero mucho peor resulta que
te vean como una criminal. Duele mucho. Hago lo posible por
vivir el instante, por mantenerme ocupada, porque de lo contrario todo
resulta demasiado abrumador. Me siento como si me hubieran diagnosticado
un cáncer». TODAS LAS PISTAS DEL CRIMEN -El asesinato.
Meredith Kercher, una estudiante inglesa de 21 años, aparece muerta en
su piso de Perugia el 2 de noviembre de 2007. Ha sido degollada y
acuchillada. Está semidesnuda. Ha mantenido relaciones sexuales. Le han
robado sus tarjetas, dos móviles y 300 euros. El cuerpo es hallado por
una de sus compañeras de piso -Amanda Knox-, su novio -Raffaele
Sollecito- y dos agentes de Policía a los que llaman al sospechar que
ocurre algo extraño. La puerta de la habitación de Kercher estaba
cerrada con llave. -La detención. Cuatro días
después, la Policía detiene a Knox y Sollecito. Amanda, estadounidense
de Seattle, tiene 20 años y lleva seis meses en Perugia estudiando
idiomas y Literatura. Raffaele, de 24 años, estudia Ingeniería. Son
pareja desde hace solo cinco días. La teoría de la Policía es que ambos
-que habían tomado alcohol y drogas (marihuana, según ellos mismos)-
asesinaron a Meredith por negarse a participar en un juego sexual. -El interrogatorio.
El interrogatorio a Amanda se prolonga cuatro días. Ella accede a
declarar sin abogado y en italiano, idioma que no domina. Esa
declaración es el origen de sus problemas. Confiesa haber estado en la
casa y haberse tapado los oídos para no oír los gritos de Kercher. Y
acusa del asesinato a Patrick Lumumba, su jefe en un bar en el que
trabajaba como camarera. Horas después se retracta. Dice que los
policías la han intimidado. Pero vuelve a caer en contradicciones.
Lumumba es detenido, pero tiene una coartada sólida. -Sollecito.
Raffaele Sollecito también se contradice en sus declaraciones ante la
Policía. Primero dice que Amanda estuvo con él en su apartamento esa
noche, pero que se fue de madrugada. Luego, que no se fue hasta las diez
de la mañana. El italiano también alega presiones policiales. El fiscal
lo presenta como un pelele manipulado por Amanda. Él admite estar
fascinado por ella, mucho más experta que él en materia sexual. Pero
niega cualquier implicación en el crimen. -La prensa.
La prensa sensacionalista entra en juego. Knox es presentada por amigos
anónimos como consumidora habitual de drogas, devoradora de hombres... y
hasta se analiza al milímetro la fría mirada de sus ojos azules. En su
contra juegan detalles como el beso que ella y Sollecito se dieron al
día siguiente de la muerte de Kercher. Hasta su mote de cuando jugaba a
fútbol, Foxy Knoxy, que hacía referencia a su destreza, se interpreta
ahora como 'zorra' -La investigación. Esta es
confusa. En el dormitorio donde murió Kercher no hay restos de ADN de
Knox ni Sollecito. Solo hay ADN de una tercera persona: Rudy Guede, un
italiano originario de Costa de Marfil con antecedentes policiales.
Guede había huido a Alemania, pero el 20 de noviembre lo detienen.
Reconoce haber estado en la casa de Meredith. Dice que mantuvo
relaciones sexuales con ella y fue al baño. Cuando volvió, vio a un
desconocido con un cuchillo huyendo. Desde el baño no oyó nada porque
llevaba puestos los cascos. -Versión guede. Rudy
Guede varía su versión con los días. Dice que, al volver del baño, se
encontró a Knox y a Sollecito matando a Meredith. Nada menos que 43
puñaladas. Y, confundido, no hizo nada. Luego huyó por miedo a verse
implicado. Pero cuando la Policía usó como señuelo para encontrarlo a un
amigo suyo al que grabó, dijo que Knox no estaba implicada y que no
conocía a Sollecito. La relación real entre los tres implicados no está
clara. El marfileño era amigo de unos vecinos de Meredith y Amanda y
podría ser su proveedor de marihuana. -Otros rastros.
La investigación abre otras vías para implicar a los novios. La
Fiscalía encuentra una pequeña muestra del ADN de Knox, mezclado con el
de Kercher, en un cuchillo descubierto en el piso de Sollecito, que en
principio se consideró como posible arma del crimen, aunque nunca se
llegó a determinar que lo fuese. También detectó el ADN de Sollecito en
una pequeña hebilla arrancada del sujetador de Kercher. La muestra es
tan mínima que algunos expertos no la consideran válida. -La defensa.
La defensa de Knox y Sollecito se centra en que no hay ADN en la escena
del crimen, no hay móvil y no tienen antecedentes. La parte menos
coherente son sus declaraciones. Amanda dijo haber vuelto a casa tras
pasar la noche con Sollecito y haber visto gotas de sangre en el baño,
pese a lo cual se duchó sin alarmarse. Tan solo se asustó cuando vio
heces en el retrete [este detalle será, a la postre, relevante]. Vio que
la puerta de Meredith estaba cerrada. Entonces volvió a casa de
Sollecito y llamaron a la Policía. -El juicio.
Este comienza en mayo de 2008. En diciembre de 2009, dos años después de
la muerte de Kercher, Knox y Sollecito son condenados como sus
asesinos: Amanda, a 28 años y Raffaele, a 25. [A Knox le caen tres años
adicionales de condena por difamar a Lumumba]. Rudy Guede había sido
condenado antes, en juicio rápido, tras acceder a declararse culpable. A
él le cayeron 30 años, pero la pena se le reduce a 16 por implicar a
Amanda y Raffaele. -Absolución. Los condenados
recurren la decisión del tribunal. En octubre de 2011, sus condenas son
revocadas por un tribunal de apelación. El informe pone en entredicho la
actuación policial y la investigación forense. Desestiman las pruebas
de ADN en el cuchillo y en el tirante del sujetador. Una vez absueltos,
Sollecito vuelve a sus estudios en Florencia y Amanda regresa de
inmediato -Nueva condena. Los abogados de
Meredith recurren y logran un nuevo juicio. En enero de 2014, Knox y
Sollecito son declarados culpables por el Tribunal Supremo, que ratifica
su condena. Ahora, el fiscal plantea que el móvil no es una fantasía
sexual, sino una discusión por la higiene del piso [a raíz de las heces
en el baño]. A Sollecito lo detienen en la frontera con Suiza, donde su
familia tiene casa. Amanda apela a los estadounidenses para que veten su
extradición. Ambos han recurrido la decisión. La siguiente sentencia,
en 2015.